miércoles, 12 de octubre de 2016

ENRIQUE PONCE: Cita con la historia


Una cita con la historia del toreo, una fecha que quedará en la memoria de los aficionados, la de la tarde de ayer 11 de octubre de 2016 en la plaza de toros de Zaragoza, víspera del día grande de la capital maña, ante un toro de Juan Pedro Domecq de nombre "Fabricante", un precioso y serio colorado de 536 Kg, curiosamente el de menos peso de la corrida pero a la postre el que resultó mejor. Un toro de vuelta al ruedo, sí….¡pero porque cayó en las manos de un maestro que lo hizo supremo!. Un buen toro, de acuerdo, que en los primeros tercios demostró calidad pero que tampoco parecía tanto y que rompió en la muleta del maestro de Chiva porque sólo Ponce sabe torear como Ponce. Un toro bueno que acabó siendo muy bueno porque Enrique supo darle la distancia, la altura, el ritmo y la cadencia que pedía. Obra maestra de Ponce, cumbre, la gloria del toreo, posiblemente la mejor faena por técnica, gusto, reposo, variedad y torería que le hemos visto en esta temporada mágica y quizás en toda su carrera. Una faena para la historia, una faena de leyenda, una faena de época en la muleta de un torero para la historia, un torero de leyenda, un torero de época que ya ha entrado en el Olimpo de la Tauromaquia al lado de nombres como Chicuelo, Lagartijo, Pepe Hillo, El Gallo, Gallito, Joselito, Belmonte, Manolete, Ortega, Bienvenida, Romero…con la gran diferencia para mi generación de que le hemos visto torear y triunfar a lo largo de toda su carrera, casi treinta años en la cima del toreo, frente a todas las ganaderías, todos los encastes, todos los toreros, todos los públicos  y todas las plazas, de primera, segunda y tercera, a lo largo de toda la temporada, en todas las ferias, nada de montar seis o siete corridas anunciadas con suspense para llenar la plaza con una legión de sus incondicionales. 

Antes de saltar al ruedo "Fabricante" la tarde ya venía cargada de emociones. Tras un primer toro imposible, que no tenía ni medio pase, sin raza, sin casta y sin fuerzas, ¡cómo sería que ni Ponce pudo sacarle un pase!, Cayetano Rivera se encargó de calentar a los tendidos y poner a la plaza patas arriba. Gracias una vez más al sensacional, extraordinario, impagable trabajo del equipo de Toros Tv pudimos asistir a un momento de intensa emoción, algo que yo jamás había visto, brindar un toro antes de que salga por la puerta de toriles. La expresión facial de firmeza, convicción y dureza de Cayetano junto a la verdad y la fuerza de sus palabras, templado, sereno pero muy claro, son dignas de ser vistas y escuchadas una y mil veces. Mensaje claro y directo a la cobardía de los antitaurinos: "Yo soy capaz de morir por el toro, ¿lo sois vosotros?". Impecable, ¡olé maestro!. Como dijo Cayetano nadie quiere ni respeta más al toro que los toreros, respeto y educación que todos los taurinos tenemos y que muy pocos antitaurinos, por no decir ninguno, demuestran, culminando su brindis con un mensaje de ánimo y apoyo a Adrián, el niño que quiere ser torero y que en palabras de Cayetano ya ha demostrado que lo es, deseándole su pronta y total curación, después de las barbaridades que una vez más hemos tenido que soportar contra un chiquillo de 8 años cuyo sueño es ser torero y ante lo que el defensor del menor sigue callado. Con todo esto se fue a recibir a su toro a portagayola, soltando el capote y llamando al toro con las manos. Una larga cambiada y unas verónicas de toreo arrebatado con una media de remate en la que parecía la misma reencarnación de su padre pusieron a toda la plaza en pie. Con la muleta siguió la misma tónica, con un explosivo inicio rodillas en tierra llevando al toro largo y obligándole, tanto que el toro se vino abajo tras las primeras  series por ambos pitones, ligando los pases, con la mano baja, con mucha emoción. Fue entonces el matador el que atacó, muletazos de gran belleza que enloquecieron al público, tirando del toro, tratando de alargar el pase sin quitarle la muleta de la cara, pleno de entrega y disposición. Maravillosos los naturales, de uno en uno, dándole el pecho, pura estética, para terminar con trincherillas de cartel y pases de desdén que hicieron reventar a los tendidos. Una lástima el fallo con la espada porque el premio era seguro, pero su labor queda ahí. Algo similar a lo que ocurrió en el quinto al que recibió con una verónicas con el compás abierto, largas, muy Rivera, y al que toreó de muleta con sumo mimo y templanza, cuidando la embestida del juanpedro, sin obligarle ni romperle ya que no iba sobrado de energías, para acabar entre los pitones, de nuevo atacando el torero, citando de frente, dándole el pecho y todas las ventajas al animal, midiendo perfectamente la duración de la faena en función de las condiciones del toro. Gran tarde de Cayetano que habló y toreó como un maestro, sensacional, y que el público reconoció con dos grandes y merecidas ovaciones a la muerte de sus toros.

Alberto López Simón no quiso quedarse atrás en la tarde de ayer y demostró que su temporada no es fruto de la casualidad. Buen manejo del capote en sus dos toros, bellas verónicas de saludo con gusto y clase. Nobles pero sin excesivas fuerzas sus dos toros, a los que llevó templados en la muleta para que no se vinieran abajo, faenas de menos a más, con muletazos por ambos pitones de bellísima factura, ligados y bajos, mientras duraron las fuerzas de los animales. A partir de ese momento fue el madrileño el que acortó las distancias, se metió en los terrenos del toro y puso toda la carne en el asador. Lección de mando de López Simón, muy fiel a su estilo, con circulares eternos por la espalda, pases por ambos pitones con las zapatillas clavadas en la arena, citando de frente, cambiándose de mano, dando toda la ventaja a sus toros, todo muy de verdad. Una magnífica estocada a su primero le sirvió para cortar una oreja, la única de la corrida, y escuchó una cariñosa ovación  la muere del sexto premio a su entrega y su demostración de valor y mando.

Pero la cita con la historia estaba reservada para el cuarto de la tarde, "Fabricante". Desde salida lo tomó Ponce, verónicas acompasadas, bellísimas, componiendo la figura. El toro anunciaba clase, pero no parecía muy sobrado de fuerzas. Lo lidió el de Chiva, cuidando cada detalle, cada capotazo, ni uno de más, lo llevó al caballo de Manolo Quinta que picó realmente bien, delantero, midiendo el castigo. Lo mismo en banderillas, fue el maestro quien colocó  al toro para que sus peones clavaran los palos, con un Mariano de la Viña extraordinario que conserva la frescura y la categoría de siempre y por el que tampoco parecen pasar los años. Cuidando cada detalle no solo en la lidia, sino en todo, como hizo patente en el emocionante brindis a toda su cuadrilla en el que era su último toro de la temporada española, un detalle más del Ponce torero y del Ponce ser humano, un hombre de pies a cabeza, una persona íntegra y fiel a los suyos, algo difícil de encontrar hoy en día. La locura vino con la muleta. Imposible torear mejor, con más clase, más gusto y mayor demostración de técnica y conocimiento de los terrenos que la del maestro valenciano. Doblones iniciales marca de la casa, largos, preciosos, templados y cadenciosos, un canto a la belleza que anunciaba el nacimiento de una obra de arte. Y así sucedió. Ver torear a Enrique Ponce es de por sí pura estética, su figura, la manera de citar, ese estilo desmayado, como se pasa a los toros por la cintura, la suavidad y dulzura con la que conduce su embestida, todo con una naturalidad pasmosa, una delicia. Pero ayer le sumó una dosis de improvisación e inventiva que elevaron su faena a niveles históricos, de auténtica leyenda. Derechazos y naturales profundos, largos, ligados, enroscándose al toro, midiendo en cada pase la altura necesaria y la velocidad adecuada, un portento de técnica, cambios de mano sublimes, los de pecho eternos, trincherazos poderosos, pases de desdén supremos, poncinas, adornos y abaniqueos, el tres en uno y uno que se sacó de la montera citando con la muleta a ras de la arena con un abaniqueo por el revés de la tela, sublime, todo se sucedía entre la algarabía de los aficionados que se frotaban los ojos para asegurase que lo que veían era real y no un sueño, tal era la perfección del trasteo. En varias ocasiones se pusieron en pie todos los tendidos para romperse a aplaudir al maestro de Chiva, estaban viendo algo de leyenda, tenían ante sí a uno de los más grandes de la historia de la Tauromaquia. La plaza rota y Ponce también, gustándose, disfrutando de lo que estaba haciendo, sabedor que ya ocupa un puesto de honor entre los más grandes. Cuatro pinchazos se llevaron por tierra dos orejas y un rabo, pero la apoteósica vuelta al ruedo entre el clamor y el delirio compensa todo. Emoción a flor de piel en todos y cada uno de los que estaban en el coso zaragozano y en los que estábamos en casa viéndolo a través de Toros Tv. No creo que pueda olvidar la imagen de los maestros Molés y Caballero puestos en píe en su puesto de comentaristas aplaudiendo felices la vuelta al ruedo de Enrique Ponce, y tampoco creo que jamás sea capaz de expresar, agradece y reconocer como se merecen la magnífica labor que ese equipo hace en la defensa y difusión de la Fiesta.
Una vez más me remito al maestro Curro Romero, las orejas son despojos, y los despojos son para matarifes. El Arte es otra cosa y eso es lo que ayer derramó Enrique Ponce en la Feria del Pilar, puro Arte.
A partir de hoy se hablará de "lo de Ponce en Zaragoza".

Antonio Vallejo

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