domingo, 30 de septiembre de 2018

2ª de Otoño: Dos fuenteymbros para triunfar...o desaprovechar


Muy seria y magnífica de presentación la novillada de Fuente Ymbro para esta segunda de Otoño, de muy buenas hechuras, yo creo que todos los utreros lidiados esta tarde pasarían por toros en la gran mayoría de plazas, y que ha contado con dos novillos, tercero y quinto que por distintos motivos se han ido con las orejas puestas, además de un primero bravo en el caballo y enclasado  en la muleta al que tan solo le faltó un poco más de duración, para una terna de novilleros formada por el portugués Juanito y los madrileños Pablo Mora y Francisco de Manuel que se han mostrado solventes, sí, con buenas maneras, también, con buena técnica, por supuesto, con ganas y disposición, mucha, pero también con unas carencias y lagunas propias de su condición novilleril y de su aún limitada experiencia, que todo hay que valorar. Pero el hecho es que han tenido dos novillos de triunfo y otro con opciones que no han sabido o no han podido aprovechar. 
Cierto es que los tres han tenido pasajes de mucho nivel a lo largo de la tarde, como por ejemplo Francisco de Manuel en el saludo capotero al tercero, un toro con sensacional tranco, con movilidad y humillación, que protagonizó una extraordinaria pelea en varas, de bravo, metiendo la cara, empujando con los riñones, sensacional Juan José Leiro quien abandonó el ruedo en medio de una atronadora ovación tras dos puyazos perfectamente agradaos arriba, midiendo el castigo la perfección, o el vibrante y magnífico tercio de banderillas protagonizado por el propio novillero, pares de poder a poder, reuniendo y clavando en la cara, con pureza, o le inicio de faena con doblones cargados de torería, o dos sensacionales tandas en redondo dándole distancia al noble y repetidor utrero, poniendo la muleta adelantada, alargando el viaje para aprovechar el recorrido del animal, templado y por bajo, pero que fue a menos al cambiar al pitón izquierdo por el que se acopló algo peor, menos recorrido y claridad, perdiendo, a mi modo de ver, la distancia y el sitio que pedía el novillo. Creo que le encimó un tanto, que "ahogó" la buena embestida del fuentymbro y, aunque dibujó muletazos elegantes, con gusto y clase, perdieron la emoción de la primera mitad de faena. Si a eso sumamos un pinchazo previo a una entera mandaron al limbo las opciones de cortar al menos una oreja a este tercero que se llevó una gran ovación en el arrastre, como el madrileño de Manuel al dar una clamorosa vuelta al ruedo. Pero era un novillo de triunfo.
Lo mismo digo de Pablo Mora ante el importante y bravo quinto, un novillo de impresionantes hechuras, con cara, muy serio, abrochadito de pitones, preciosa lámina de este fuenteymbro de nombre Jurista que tan solo tuvo un defecto, que fue levemente tardo en la muleta. Por los demás todo creo que fueron virtudes, su buen tranco, su galopar, su movilidad, su humillación, su repetición y su duración. Novillo con fijeza en las verónicas templadas de Mora, que cumplió en el caballo de Paco Plaza, con celo, y que en la muleta tuvo transmisión y emoción por lo enclavado que era. Siempre embestía humillando y con nobleza, como en la dos primeras tandas, una al natural, con hondura y ligazón y otra en redondo templada, bajando la mano, con largura y ligazón, si bien al final de alguno de los muletazos dejó abrirse al novillo lo que deslució el remate de pecho al quedar un tanto descolorado el madrileño. Creo que al trasteo de Mora le faltó ritmo y continuidad, bajó el nivel al cambiar al pitón izquierdo, acortó distancias a mi modo de ver demasiado pronto y ahí el recorrido del novillo no fue el mismo, como por el pitón derecho le costó acoplarse y encontrar la colocación, algo que se le censuró desde los tendidos, para conseguir cuajar al magnífico novillo, que seguía repitiendo con clase y humillación, como demostró en dos circulares finales en los que siguió el engaño con una fijeza y una nobleza extraordinaria. Mata de una entera fulminante y la mayor ovación es para Jurista en el arrastre, con palmas de consolación para Pablo Mora, lo que da muestra del sentir general, de la sensación de haber visto irse a otro novillo con las orejas puestas cuando era de triunfo gordo.
Y tres cuartos más de lo mismo podría decir de Juanito, que s esa mostrado firme y seguro toda la tarde, pero quizás demasiado academicista, haciendo todo bien pero en un entorno de cierta frialdad, un tanto mecánico podría decir, echando en falta un punto de chispa para conectar con los tendidos. Ha tenido, como sus compañeros de terna, momentos de buena factura pero sin la continuidad necesaria para transmitir y emocionar. Por ejemplo, un bonito saludo con el capote al primero, un novillo que tuvo comportamiento de bravo en el caballo, al que el portugués planteó un inicio de faena por bajo, obligando mucho al fuenteymbro, tanto que le hace derrumbarse, que en mi opinión no era lo que requería el novillo. Le costó al portugués encontrar la distancia y la altura para someter al novillo, alternó buenos muletazos templados, con empaque y clase con otros menos reunidos y faltos de acople, sin continuidad para sacar algo más de la noble y obediente condición del fuenteymbro. Trasteo a menos en el que el utrero fue perdiendo recorrido y con ello emoción y transmisión para acabar escuchando palmas de consolación en reconocimiento a su disposición y voluntad.
Repito, los tres me han parecido pulcros, aseados, con buenas maneras y técnica, pero hace falta algo más para despuntar, algo de chispa que genere emoción. Por supuesto, no olvido que son novilleros y que aún les queda mucho camino por delante, así como tiempo para pulir esos defectos lógicos. Solo espero que tengan oportunidades para demostrar que que llevan dentro afloren, pero también espero y deseo que si tienen novillos de triunfo como los de esta tarde sepan aprovecharlos.

Antonio Vallejo 

sábado, 29 de septiembre de 2018

1ª de Otoño: Talavante al natural, Aguado verdad y torería


La plaza de Las Ventas abría ayer sus puertas a una nueva edición de la Feria de Otoño con este magnífico aspecto de sus tendidos en un día precioso, más veraniego que otoñal, soleado, radiante, perfecto para ver una corrida de toros que, al menos para mi, reunía muchos argumentos atractivos. Primero los toros, de Victoriano del Río y Toros de Cortés, procedencia Domecq Díez, hierro madrileño de sobra conocido y reconocido por los aficionados, con un amplísimo historial de triunfos en esta y tantas otras plazas. Una corrida a mi modo de ver muy seria y bien presentada, con variedad de hechuras y caras, que en general tuvo nobleza y clase aunque le faltó un punto de ritmo y emoción, con dos toros que para mi destacaron sobre el resto, el buen segundo y el exigente sexto y un enrazado tercero al que la faltó fuelle y duración. Y segundo el cartel que, aunque tuvo que ser modificado por el tremendo percance de Paco Ureña en Albacete hace dos semanas, no se resintió en su interés: Alejandro Talavante, auténtica figura del toreo, con eso queda todos dicho,Fortes, matador que va ganando enteros con los años y que el pasado Domingo de ramos dejó un sensacional recuerdo y se ganó el respeto y reconocimiento de Madrid con los Victorinos, y la confirmación de alternativa de Pablo Aguado, torero sevillano que ayer dio un golpe en la mesa y dijo aquí estoy yo, vengo para quedarme y pido sitio a gritos.
De Alejandro Talavante poco se puede añadir que no hayamos dicho ya. Es una figura contrastada, así se le recibió, con una cerrada ovación al romperse el paseíllo en reconocimiento a su pasado en esta plaza y a su gesto como pilar fundamental de esta Feria de Otoño, del mismo modo que ayer se le exigió como figura. Tuvo solo un toro, el segundo, porque el cuarto, muy protestado desde su salida por blandear, no le permitió al extremeño lucirse con el capote, el tercio de varas fue un simulacro porque no aguantaba el mínimo castigo, en banderillas Valentín Luján y Julio López tuvieron que dejar los pares con extrema suavidad y mimo para que no se derrumbara y a la muleta llegó inválido e inútil para la lidia entre un clamor de protestas, vamos, una bronca del quince, que imposibilitaron cualquier atisbo de faena. Para colmo se atascó con la espada y recibió una sonora pitada que me pareció excesiva, aunque es cierto que ese toro se habría ido a los corrales si se le hubiera bajado lo mínimo los capotes, las cosas como son. Aunque viendo el sobrero de Conde de Mayalde que saltó al devolverse el quinto y que le hubiera tocado a Talavante creo que las cosas no habrían cambiado tanto. Quizás esa exigencia y esa bronca venían motivadas por el magnífico sabor de boca que había dejado con el segundo, un toro estrecho de sienes y muy abierto de cara, alto y quizás algo falto de remate por detrás, pero un toro muy serio. Lo saluda por verónicas, templadas, jugando los brazos con suavidad, para rematar con una buena media. El toro se mueve aunque le cuesta humillar y echa las manos por delante por lo que se le cuida mucho en el caballo, muy medido el castigo en la primera vara y un simulacro el segundo puyazo del que sale escupido manseando claramente. Un quite de Fortes por chicuelinas apretadas que ponen el ¡ay! en los tendidos y un ovacionado tercio de banderillas a cargo de Juan José Trujillo y Julio López preceden a una faena que Talavante comienza en terrenos del 6 sin probaturas, tomando la muleta con la mano izquierda para, a mi modo de ver, poner en práctica las tres normas básicas de este arte: parar, templar y mandar. Y después a torear. Eso es lo que a mi me pareció que hizo Alejandro, desde el inicio, al natural, con poderío en las dos primeras tandas por ese buen pitón izquierdo, con emoción, templando y ligando los naturales entre olés rotundos. Cambia al pitón derecho y dibuja una serie en redondo con la mano baja y acoplado, con empaque, encajado, para rematar con uno de pecho realmente bueno. A partir de ahí una sinfonía al natural, reposado, relajado, entregado, la mano baja, temple extraordinario, ni un toque a las telas, naturales limpios, con hondura, lentos, largos, con gusto, con clase, con torería, toreo de muchos quilates, toreo de madurez esplendorosa, series rotundas, monumental toreo con la zurda, pases de desdén mirando al tendido y epílogo con ayudados por alto, trincherazos y desplantes que ponen en pie a los tendidos. Excepto a cuatro o seis a los que no les gustó, especialmente al de siempre de la andanada del 8 que gritó aquello que tanto le gusta: "se ha ido sin torear". Oye, me parece bien, cada cual tiene sus gustos, y a lo mejor hasta tiene razón, no digo que no, a mi me fascinó Talavante pero a otro le puede parecer que no, por supuesto, y lo respeto. Pero por lo que no paso es por que eso lo gritara cuando el extremeño estaba perfilado para entrar a matar, en ese momento no, en ese transcendental momento, te guste o no, hay que estar callado y respetar al hombre que se juega la vida, y gritar en ese momento le descalifica automáticamente como aficionado. Se me ocurren cantidad de calificativos para describirlo, pero los únicos que no encuentro son aficionado y taurino. Tenía que haber autoridad en la plaza y en le reglamento para expulsar inmediatamente de los tendidos a quienes se comporten de esa manera. Un pinchazo y una entera desprendida anulan la posibilidad de oreja y todo queda en una fortísima ovación que Talavante recoge desde el tercio. Pero ahí queda su toreo y los sentimientos, imborrables, por encima de números y trofeos.
El malagueño Fortes no tuvo suerte con su lote. El tercero, un toro muy amplio de pitones, largo y ensillado no colaboró para el lucimiento. Buen lanceo de recibo a la verónica para parar al toro, echando alante los vuelos, jugando bien las muñecas, bueno el remate, pero al de Victoriano le falta recorrido y fijeza, sale suelto, deslucido. Pasa sin más por los primeros tercios, sin emplearse, a su aire. Inicio de faena por estatuarios, el toro se derrumba tras el segundo, empeorando aún más sus condiciones. Por ambos pitones lo probó Fortes, con enorme voluntad, adelantando la muleta, templando la embestida, bajando la mano y tratando de ligar los muletazos, bien colocado y toreando encajado, derroche de ganas y de querer, incluso a lo mejor demasiado, quizás con un punto de ansiedad, algo atacado. Sacó un par de series en redondo y una al natural de mayor nivel con buenos muletazos, pero la faena discurrió sin la continuidad  y el ritmo suficiente para generar emoción por las condiciones del animal, que si bien metía la cara con nobleza al inicio del lance salía absolutamente desentendido, sin entregarse. Faena a menos, con el toro quedándose cada vez más corto, cada vez más a la defensiva, soltando la cara rematada con una entera vertical y desprendida suficiente para hacer doblar al de Victoriano y dejar todo en silencio. El quinto, vuelto de pitones, serio, hecho cuesta arriba es devuelto por inválido lo que nos permitió disfrutar de Florito en toda su magnitud. Y digo bien de Florito, no de su manada de cabestros, porque fue el mayoral quien se llevó en cuestión de segundos al toro a los corrales a punta de vara, así, como si nada, auténtica torería mientras los cabestros asistían reunidos, impávidos, asombrados a una clase magistral propia esta época de comienzo de curso para que vayan aprendiendo como se hace ya de cara a la próxima temporada. Pueden imaginarse la tremenda ovación a Florito, espectacular. El sobrero de Conde Mayalde que saltó como quinto bis tenía kilos y carnes para dar de comer a un regimiento, como solía decirse. Muy pasado de kilos, gordo, exhausto desde salida, sin motor para mover semejante masa, con la lengua fuera ya en el capote, sin recorrido, aunque quería meter la cara con clase y nobleza pero las fuerzas no le daban para más. Faena imposible ante un toro sin recorrido al que Fortes intentó llevarlo toreado y hacerle las cosas bien, pero era un marmolillo que no podía con su alma. Al tirarse a matar resultó prendido y volteado en unos segundos de máxima angustia con Fortes convertido en un muñeco de trapo a merced del toro, en el aire y en la arena, feísima cogida que hacía temer lo peor pero que milagrosamente no fue corneado sufriendo, eso sí, una rotura de peroné que dentro de todo lo malo que se podía esperar es una bendición del cielo que una vez más echó un capote salvador. 
El sevillano Pablo Aguado llegaba a Madrid para confirmar alternativa por la vía de la sustitución para ocupar el enorme vacío de Paco Ureña tras su cogida en Albacete y que aún hace temer por su ojo izquierdo. Tremenda responsabilidad para un joven matador que en Sevilla dejó patente su clase y su gusto y que ayer refrendó en la primera plaza del mundo. Debo decir, y así lo hablaba ayer mismo por la mañana con un buen amigo, Manuel Nuñez, que me habría gustado ver en le lugar de Paco Ureña otros nombres, posiblemente mi favorito era Antonio Ferrera que el pasado otoño era la base de este serial y que se quedó fuera también por una cogida en Albacete y que una confirmación de alternativa me generaba dudas, podía salir cara o cruz aunque sus cartas de presentación eran realmente buenas. Y salió cara, una cara brillante, una cara triunfal y una cara que ayer dijo que venía para quedarse y ser alguien en esto del toreo. Impresionante, extraordinario, magistral saludo capotero al toro de su confirmación, verónicas templadas, suaves, sedosas, ganado pases con una clase y un gusto exquisito, relajando la figura, desmayando los brazos para rematar con una media que olía a azahar y sabía a Sevilla por los cuatro costados. Olés rotundos a cada lance y primera gran ovación de la tarde que tiene continuidad con un quite por chiquilinas a manos bajas despaciosas cargadas de gusto y una larga a una mano como remate cargada de torería. Pero lo mejor con el capote esta por llegar. Talavante entra en su turno de quites con unas gaoneras un tanto deslucidas y atropelladas ¡y el confirmante replica al maestro!, ¡toma bemoles!, nada más y nada menos por delantales templadísimos, lentos, suaves, cadenciosos y otra media de remate que pone en pie a los tendidos. Hay que tener mucha personalidad para hacer eso en Madrid, en su confirmación y ante una gran figura del toreo, ¡olé por Aguado!. El toro llegó sin fuerzas y con escaso recorrido a la muleta pero vi a un Pablo Aguado firme, serio, muy templado, que en todo momento hizo las cosas bien, poniéndole la muleta en la cara, llevándolo muy toreado, con suavidad, bajando la mano, demostrando clase y torería en cada lance. Faena de entrega y disposición, muy por encima de las cualidades de su oponente, muy digno en su confirmación. Lo rubrica con una entera algo trasera que hace rodar al toro y escucha una muy merecida ovación desde el tercio. Con esa presentación afronta al sexto, un toro muy serio y ofensivo, un toro exigente y complicado al que Pablo Aguado entendió y sometió de maravilla ya desde el recibo con el capote, flexional las rodillas, con suma suavidad, embarcando al victoriano en los vuelos, algo nada fácil porque el animal soltaba la cara con brusquedad y echaba las manos por delante, pero el sevillano puso el temple y aunque no tuvo la plasticidad de las verónicas del primero la calidad y la belleza sí que resaltaron. Un toro, repito, exigente y con muchas  complicaciones, al que había que someter y torear  muy bien, un toro que no le puso las cosas fáciles a Aguado quien demostró tener una firmeza y una claridad de ideas más propia de un veterano que de un confirmante. Todo a base de poner en el sitio, perfecta la colocación, a base de perderle el pasito necesario para vencer la tendencia del toro a revolverse y así poder ligar el siguiente muletazo, a base de aguantar las acometidas y tragar los arreones del toro, a base de medir primero la altura que el toro precisaba, dársela y concederle ventajas  para después bajarle  la mano y terminar imponiéndose en una  lección de mando, muy valiente y seguro, entregado y a la vez rebosante de torería en cada detalle, en cada movimiento, administrando también las pausas con auténtica maestría, gran dimensión de Aguado, todo además cargado de verdad y pureza. El final de faena fue realmente apoteósico, tandas en redondo templadísimas ligadas por bajo, la muleta a ras de suelo, apoteósicas, con el toro y la plaza rendidos a tanto mando, a tanto poder, a tanta clase, en resumen, a tanta torería, como el epílogo con redondos magistrales mirando al tendido, relajado, abandonado, belleza suprema, toreo puro y la plaza frotándose los ojos, envuelta en la locura. Una casi entera arriba volcándose a matar vale una oreja de mucho peso y de gran transcendencia de cara al prometedor futuro de este joven sevillano que ha puesto el listón muy alto de cara a lo que resta de esta Feria de Otoño que ayer abrió sus puertas.
Para mi fue, sin duda, un grandísimo regalo por mi 51 cumpleaños que ayer celebré en donde mejor puede hacerse, en Las Ventas, viendo toros, disfrutando de esta bendita afición y que espero que dure por muchos más años.

Antonio Vallejo


domingo, 16 de septiembre de 2018

La verdad del toreo, el triunfo y el drama


Para todos esos que andan por ahí calificándose como antitaurinos, para toda esa colección de ignorantes a los que los que realmente les mueven motivaciones políticas nacidas del odio a España y todo lo que eso signifique, sus tradiciones, sus símbolos, su identidad, para todas esa colección de mangantes que para ser progres y muy rojos queman nuestra bandera, pitan e insultan al himno y, por supuesto, quieren prohibir los toros porque les suenan a muy español, que lo son, por cierto, aunque les jo..fastidie, para toda esa minoría que ante su falta de argumentos y razones solo busca imponer su odio y su rencor va dirigida esta entrada. Porque esos antis, en su supina ignorancia, desconocen lo que es el toreo, no tienen ni idea, mezclan churras con merinas y claro, acaban haciendo el ridículo más espantoso en cuanto cualquier taurino les damos un mínimo argumento. Desconocen lo que tantas y tantas veces hemos comentado, que el toreo es una lucha de igual a igual entre el toro bravo, un animal cuyo único sentido es la lucha, un animal en cuya genética solo tiene cabida el vencer o morir, y el hombre, armado con una tela, sin más armadura que su cuerpo, con el añadido de que de esa lucha nace arte, emana belleza y genera un caudal de sentimientos, emociones y pasiones difíciles de describir. Una lucha en la que su más soñado fin es el regreso del toro con vida al campo donde durante cuatro o cinco años ha sido criado, cuidado, mimado y querido como ningún ser en este mundo, un premio que el animal se gana por su bravura, su clase y su nobleza, algo en las antípodas de la imagen de crueles y miserables que esos antis quieren difundir de la Fiesta, aunque no nos engañemos, en esa lucha de igual a igual uno de los dos tiene que morir. ¿Barbarie?, no, en absoluto, respeto al toro bravo y su naturaleza, respeto desde que nace en la ganadería hasta que muere en la plaza, y gracias a ese respeto profundo y absoluto el toro bravo como especie sobrevive en la actualidad. De no ser así esa especie habría desaparecido hace mucho tiempo, siglos me atrevería a decir. Lo que les pasa a esos antis es que ni oyen, ni escuchan, ni ven, ni tiene capacidad de entender cegados por un odio visceral a todo lo que suene a España, ese es su problema.
Todo esto viene al caso de la dramática cornada que Paco Ureña sufrió ayer en Albacete. Una vez más me ha asqueado leer cantidad de mensajes en diferentes redes sociales riéndose del maestro murciano, deseándole la muerte, a él y a todos los taurinos, mensajes vomitivos, repugnantes. Hace mucho que dejé de enfangarme y de responder a esos individuos cobardes que siempre se esconden bajo seudónimos y nombres falsos, me dan igual, es más, ni siquiera les deseo la muerte, como hacen ellos. La muerte es algo muy digno y muy grande, es el paso de esta vida en la tierra que Dios nos ha dado hacia la otra vida, la eterna, junto a El. Todos esos seres repugnantes no se merecen tal gracia, allá se las apañen con su odio. 
Esos cobardes ignorantes son incapaces de ver todo lo que ayer y hoy ha pasado en los ruedos de España, son incapaces de reconocer una vez más la verdad del toreo, las dos caras de la Fiesta, el triunfo y el dolor. Si el jueves hablaba de una tarde maravillosa para soñar el toreo con Ponce, Juli y Roca Rey, si también Ferrera y Rubén Pinar desataron la pasión del toreo, si hoy mismo Ponce ha indultado un toro en Nimes y Ferrera a ser otro en La Glorieta de Salamanca, si López Chaves celebra sus veinte años de alternativa abriendo la puerta grande de su tierra, Salamanca, si Toñete ha tomado hoy la alternativa en Nimes cortando tres orejas y saliendo a hombros por la Puerta de los Cónsules del coliseo francés, si hablamos tantas veces de la cara triunfal del toreo, hoy hay que hablar de la cara amarga, de esa que los antis quieren esconder y que para ellos tan solo es motivo de burla y escarnio. Hoy tengo que hablar, por ejemplo, del torero de plata Vicente Varela, en estado muy grave tras ser herido en Jaén por un toro de Partido de Resina que le ha corneado en el muslo con importantes daños musculares y grave  afectación de la vena femoral, del novillero Diego San Román en Nimes, otra cornada grave de dos trayectorias de 30 y 40 cm en el muslo, del también novillero mexicano José Sainz corneado en la plaza Arroyo en México mientras toreaba a puerta cerrada, o de Pablo Atienda cogido en la localidad madrileña de Villa del Prado, o de Thomas Joubert que ha vuelto a nacer tras su gravísima cogida el 2 de septiembre en Bayona, del rejoneador Emiliano Gamero herido por un novillo de Luis Albarrán en Los Yébenes al caer de su cabalgadura, o del picador José Quinta que va a las órdenes de Morenito de Aranda y que tiene un fractura vertebral al hacer del caballo durante el tercio de varas, y también del joven novillero Abel Robles que se recupera de un ictus sufrido este pasado jueves. Todo esto forma parte del toreo, es la verdad de nuestra Fiesta, lo saben esos superhombres que son los toreros, quienes cada tarde se visten de luces y se juegan la vida para crear arte. Es eso, nada más, ¡y nada menos!, verdad y pureza, realidad y crudeza, aunque gracias a Dios prácticamente siempre vemos la cara alegre, la del triunfo. 
Quizás por ser una figura del toreo, un hombre con mucho cartel en casi todas las plazas, la cornada de Paco Ureña ayer viernes en Albacete ha hacho que toda esa serie de percances graves sucedidos en tan corto espacio de tiempo salgan a la luz. No, los antis no tiene ni idea de todo esto, solo están preocupados en derramar bilis y escribir basura por las redes sociales. Recibía el murciano de capote al cuarto de la tarde, un toro de Alcurrucén enorme, 622 Kg, abierto de cara y astifino, que se movía y metía la cara con clase. Verónicas templadas, acompasadas, con enorme clase y gusto, estaba bordando los lances, sensacional, entre olés, Ureña hunde el mentón y se abandona al toreo en una verónica en la que el Alcurrucén suelta la cara y aparentemente golpea al maestro a la altura del ojo izquierdo. Viendo la corrida por televisión, igual que debió ser en la plaza, todo es confuso, en un segundo los párpados tiene un gran hematoma que le impide abrir el ojo, los médicos le examinan en le callejón, se le aconseja que pase a la enfermería y sea explorado, Ureña se niega, dice que sigue toreando y así es. Tras el tercio de varas y banderillas que dirige su cuadrilla toma la muleta y completa la faena, ¡y mata al toro!. Da igual como fueron los muletazos, a quien le importa, algunos fueron sensacionales, por cierto. Lo que hay que valorar son otras cosas. Primero, su valor y su capacidad de sufrimiento, porque más allá de lo que luego hemos sabido, ya solo un golpe a la altura del pómulo, del párpado o del ojo de una bicho de 622 Kg es más que suficiente para no salir y ponerse delante de él. Segundo su vergüenza torera y su responsabilidad profesional, hay que tenerlos muy bien puestos para hacer lo que hizo. Y tercero, también creo que debemos empezar a pensar que estos superhombres ya se juegan bastante el físico y la vida como para que cuando sufran una cogida se les insista o incluso se les obligue a pasar a la enfermería y si posteriormente están en condiciones de continuar lo hagan. Lo digo porque he seguido con sumo interés la poca información que hasta el momento he encontrado sobre el estado de Paco Ureña. Lo que en un principio no se sabía si era un golpe, una herida en el pómulo o en el párpado, quizás una fractura se pensó en un primer momento, posteriormente se ha conocido que era una importante afectación del globo ocular. Hay escasísima información, repito. Lo que he leído es que tuvo una "rotura" del globo ocular y que la visión puede quedar muy afectada. Un trauma ocular puede conllevar desde una inflamación o una conmoción retiniana hasta un desprendimiento de retina si no es perforante, una perforación cornea o escleral si lo es y por supuesto  el estallido del globo ocular. No hay duda que una perforación es grave y que deja secuelas visuales mayores o menores según la localización y la magnitud, pero si como en algún medio he leído lo que ha ocurrido es un estallido del globo ocular estamos hablando ya incluso de lo que conocemos por una evisceración con la consecuente pérdida funcional del ojo. No sé si esos diez minutos toreando variarán el pronóstico de su lesión ocular, pero en mi opinión no debía haber seguido toreando sea la que sea, para nada le ha beneficiado y, aunque me descubra ante su decisión y su actitud, la salud es lo primero, ya ha demostrado con creces su valor a lo largo de tantos años. 
Las noticias no son desde luego esperanzadoras y parece que van por el supuesto más grave. Dios quiera que no sea así y que el maestro Ureña pueda recuperarse y pronto le veamos vestido de luces haciéndonos disfrutar de su toreo. Sí, antis, disfrutar del toreo, de un arte de siglos, de nuestras raíces y nuestras tradiciones, eso que odian y que desconocen. Disfrutar de una Fiesta que se basa en la alegría y no en la crueldad, una Fiesta que salva de la  desaparición a una especie, eso es ecologismo y no lo vuestro, una Fiesta en la que el dolor y la muerte del hombre están presentes cada día, como vimos ayer, como vimos con Víctor Barrio, con Fandiño y con tantos y tantos maestros que a lo largo de la historia entregaron su vida delante de un toro, una Fiesta única que solo tiene verdad: el triunfo y el  drama.


Antonio Vallejo

P.D: Estas líneas solo quiero que sirvan de homenaje a todos y cada uno de los hombres que cada tarde hacen posible que el sueño del toreo se haga real y desde ellas quiero transmitir a todos ellos  mi ánimo, mi apoyo y mi reconocimiento en estos momentos duros que viven. ¡Viva el toreo!

viernes, 14 de septiembre de 2018

El toreo es grande, el toreo es eterno, ¡el toreo es inmortal!


Tardes como la de este jueves en Albacete son las que nos hacen soñar el toreo, las que nos enseñan la grandeza de este arte eterno e inmortal que nos vuelve locos, las que nos llevan a gritar a los cuatro vientos por qué somos taurinos y por qué sabemos que la Fiesta jamás morirá. Tardes como la de este jueves llenan a reventar las plazas, y lo harán siempre, tardes como la de este jueves harán que los niños vean la verdad de la inmensidad de este arte que es la tauromaquia y así aprendan a amarla como nosotros aprendimos de nuestros mayores. Tardes como la de este jueves para dejarnos llevar por la emoción, la pasión y los sentimientos que desencadena un hombre armado con un trozo de tela frente a un animal fiero como es el toro bravo, tardes como la de este jueves para admirar más y más a quien es capaz de crear arte y belleza a partir de esa lucha a muerte. Todo eso y mucho más ha sucedido en Albacete esta tarde de jueves en la que dos maestros de leyenda, dos figuras de época como son Enrique Ponce y El Juli, han comparecido y rivalizado con quien creo que ya nadie duda que está llamado a recoger el testigo en el mando del toreo, Andrés Roca Rey. Ha sido una gran tarde de toros porque sobre el ruedo de La Chata ha habido tres toreros de los pies a la cabeza que han sacado de los toros lo que había y lo que no había, digamos la verdad, que los toros de Daniel Ruiz, además de desiguales de presentación, han sido desiguales de juego, por no decir pobres en general. Buenos, lo que se dice buenos, tan solo tercero y quinto, con clase, duración y emoción, el primero y segundo horribles por hechuras, por descastados y por deslucidos, el cuarto no existía y Ponce se ha inventado una faena de la nada y el sexto noble y manejable, sí,  pero sin clase ni transmisión. Y con esos mimbres han sido capases de tejer un lienzo y dibujar sobre él maravillosas obras de arte que han enloquecido a los tendidos albeceteños y a los que hemos visto la corrida por televisión. A hombros Ponce y Roca Rey tras cortar dos orejas al cuarto y tercero respectivamente, y en la foto falta Juli que tenía que haber salido a hombros si una vez más ese personajillo accesorio y de segunda, okupa del asiento del palco y que sobraba en la tarde de este jueves, no se hubiera negado a concederle la segunda oreja tras matar al quinto después de una faena antológica del madrileño, oreja pedida de manera abrumadora por la totalidad de la plaza y que le ha supuesto al personajillo en cuestión una bronca monumental y más que merecida. Imagen que dice mucho, imagen del más grande de todos los tiempos, quien une en su figura pasado, presente y aún mucho futuro a hombros junto a su digno sucesor, presente y futuro seguro de la Fiesta, imagen en la que falta quien de igual manera es pasado, presente y futuro y que al menos en mi imaginación también ha sido llevado en volandas por los aficionados en esta tarde de jueves.
El primero de Enrique Ponce, un toro de 488 Kg levemente protestado de salida por su presencia, corto de cuello, abierto de cara, serio y de aceptables hechuras, toma el capote del de Chiva con prontitud, movilidad, fijeza y se muestra repetidor. Verónicas de Ponce ganando pasos, camino de la segunda raya, suaves, cuidando al toro, seda pura, con una buena media de remate. Se emplea en un único puyazo, mete la cara y empuja con cierta codicia, saliendo del encuentro con evidentes muestras de escasez de fuerzas, lo que se acrecienta en banderillas, espera y no cumple, pese a lo cual Mariano de la Viña coloca dos buenos pares llegando a la cara y aguantando el parón del toro. Los primeros muletazos de tanteo desprenden torería por todas partes, por bajo, flexionada la rodilla, ganándole terreno, hacia las afueras, clase y elegancia. Lo lleva cosido a la muleta en una tanda en redondo muy templada, si bien el toro pasa sin chispa ni gracia alguna, le tapa mucho para corregir el defecto del de Daniel Ruiz que echa la cara arriba, intentando puntera la tela a la salida del lance. Por el pitón izquierdo carece de recorrido, suelta la cara, sale desentendido, descompuesto, deslucido, soso. Y ahí se acabó, no hay más, no hay toro, pese a los intentos del valenciano que lo pasaporta de una entera desprendida con habilidad. El cuarto es un toro serio, alto, con 526 kg, abrochadito, agradable de cara, con buenas hechuras, proporcionado que de salida se frena en el capote que le ofrece Ponce, sin emplearse y por tanto desluciendo el saludo a la verónica. Protesta y cabecea en el caballo, echa la cara arriba, los pitones a la altura del cuello del equino. Lo prueba por delantales,  muy suaves, mimando la embestida sosa y cansina del animal que para colmo de males se parte el pitón izquierdo en banderillas, siendo devuelto a corrales. En su lugar salta un sobrero del mismo hierro titular, ancho de sienes, abierto de cara, feo d epitones que no s emplea en el capote, pasa sin más, no humilla y encima se cuela por el derecho. Protesta en el caballo, cabecea de feas maneras y sale del encuentro con escasísimas fuerzas, perdiendo las manos, no cumple en banderillas, espera, a pesar de lo cual Ponce brinda este toro a un hombre que lleva ni sé los años a su lado, Mariano de la Viña, que junto a Antonio Tejero y Jean Marie Bourret conformaron una de las cuadrillas más afamadas de los años noventa. Los mimbres para componer una faena no podían ser peores y nada hacái invitar al optimismo,  más aún observando la descompuesta embestida en los primeros compases de la faena por el pitón derecho, sin humillar, soltando la cara y echando las manos por delante, sin clase. Para más inri tiene que llevarlo a media altura porque si le obliga se derrumba con estrépito. Cambia Enrique al izquierdo, con sumo mimo y suavidad, aplicando toda la técnica que atesora el valenciano va sacando naturales suaves, caricias al toro cuidando la altura, enseñándole a embestir, con maestría suprema ante un toro soso, que se queda corto, a la defensiva, descastado al que le cuesta un mundo tomar el engaño y no digo ya pasar. Pero la magia estaba por venir, el enésimo milagro del sanador, mejor dicho, resucitador de toros, del inventor de faenas aparecidas de la nada, todo fruto de hacer todo a favor del toro, de concederle todo, poco a poco, con paciencia y tesón, sin desfallecer, con la sabiduría natural que le hace ver lo que ninguno alcanzamos ni con telescopio. Con temple lo va encelando, surge de repente una serie en redondo bajando la mano, y el toro que responde. Y comienza a desmayar la figura, y el toro pasa, y se lo enrosca, y el toro va, ya demás humilla. Otro milagro en tandas por ambos pitones lentas, cosiendo los pitones a la muleta, redondos y naturales prodigiosos, ligados, lo imposible hecho realidad ante nuestros ojos. Lección magistral de temple, paciencia, sabiduría y fuerza de voluntad para inventarse una faena donde no había nada. Pero lo más grande estaba por llegar en el final del trasteo, citando al de Daniel Ruiz en corto, con el péndulo, al más puro estilo Dámaso González, pasándose al toro por la barriga con una naturalidad infinita, y luego se pone de rodillas, y torea de rodillas, más Dámaso, y un desplante de espaldas con ambas rodillas en el suelo, otro homenaje al añorado maestro albaceteño, ¡molinetes de rodillas!, el delirio, el público loco, la plaza en pie, olés y palmas atronadoras, Ponce maestro, Ponce figura, Ponce número uno de la historia y todo eso ¡tras 28 años de alternativa!. Eso es ser figura de leyenda, eso es ser de verdad el más grande, eso es responsabilidad, eso es amar el toreo por encima de todo, un hombre consagrado entregado como si fuera un novillero que tiene que comerse el mundo, tirándose a matar como si tuviera que ganarse el próximo contrato (sí, ya lo sé, lo he dicho muchas veces y lo seguiré repitiendo aunque resulte pesado, lo siento) para dejar un estoconazo arriba que hace rodar al toro sin puntilla. Dos orejas de inmenso valor, dos orejas sin discusión para otra obra maestra de Enrique Ponce, esta vez en Albacete, pero podía hacer sido en cualquier plaza porque esto lo ha hecho en todas partes, América, Francia y España, no solo en Algeciras. Por eso es el más grande de todos los tiempos.
El otro viejo rockero que nunca muere, Juli, anduvo este jueves en Albacete por una senda paralela a la de Enrique Ponce. Su primer toro es muy protestado de salida por su escasa presencia para esta plaza que aunque oficialmente es de segunda goza ya de un reconocimiento de primera y ocupa un lugar de privilegio en el calendario taurino por su seriedad y exigencia, por los años de excelente trabajo de Manuel Caballero a la hora de elegir las ganaderías y los carteles, una plaza a la que todos quieren venir en septiembre. De salida echa las manos por delante y se queda corto en las verónicas de recibo, con las manos bajas, templadas, sobre todo la media de remate, preciosa. Toro que muestra poquísimas fuerzas en un quite de Juli por chicuelinas tras una deslucida pelea en el caballo. Vistas las escasas condiciones del de Daniel Ruiz lo lleva el madrileño con suma suavidad en los primeros compases, a media altura, sin obligarle, pese a lo cual tan solo aguanta los dos o tres primeros redondos de dos tandas, a partir de ahí se defiende, puntea la tela y se queda cortísimo, sin viaje. Da lo mismo un pitón que otro, la condición es la misma, reponedor, soltando la cara, embestida descompuesta y desclasada. Punto y final, no hay más , y abrevia Juli con una entera caída fulminante. El quinto de la tarde, segundo de su lote ha sdio sin duda el mejor de la corrida de Daniel Ruiz, un toro armónico, de buenas hechuras, bien conformado de pitones, cerradito de cara. El madrileño pone a la plaza en pie con el saludo capotero, verónicas suaves, con desmayo, chicuelinas ceñidas y una larga cordobesa de remate, olés y más olés a cada lance, y el toro se mueve, y repite, y humilla. Se le mide mucho el castigo en varas antes de un extraordinario quite por lopecinas que de nuevo pone a todos los tendidos en pie, y el toro sigue con fijeza y movilidad, y cumple en banderillas, extraordinario Álvaro Montes con los palos y aún mejor Jose Mª Soler en la brega, grandioso. El inicio de faena es apoteósico, estatuarios en la segunda raya, clavado al suelo, la mirada baja, sin mirar al toro, relajación máxima, ¡qué torería!, para ligarlos con un cambio de mano monumental y rematar con uno de pecho supremo. Primera serie por el pitón derecho cuidando la altura, templadísima, suave, ligazón perfecta culminada con soberbio pase de pecho. Le sigue otra de naturales, con hondura, temple y más temple, la mano ya baja, le toro humilla y responde, otro más de pecho que es una maravilla. Y sigue por ambos pitones, da igual redondos que naturales, la series surgen poderosas, rotundas, los pitones a milímetros de la muleta, ni un enganchón, todo por bajo, alargando le viaje, corriendo la mano con una maestría estratósférica, la muleta a ras de suelo, un cambio de mano celestial para armar un natural que acaba casi en circular y abrochar la serie con uno d epecho brutal, antológico. Faena larga que el toro aguanta, tiene clase y nobleza a raudales, cuando parece que se viene algo a menos se pega un arrimón de verdad, se lo pasa por ambos pitones como si nada, ahora con la diestra, ahora con la zurda, el toro hipnotizado en la muleta, todo el público en pie, y después otra serie antológica en redondo que es como un regalo a los aficionados, con una lentitud y una profundidad pocas veces vista, relajado, disfrutando del toreo, pura emoción y sentimiento, inspiración y naturalidad, gusto y clase, maestría y torería. Un pinchazo y un estoconazo que hace rodar sin puntilla al de Daniel Ruiz no parece ser suficiente para un presidente que desoyó lo que era un clamor, la segunda oreja tenái que haber caído sí o sí. El toreo es pasión, es emoción y sentimiento, no números ni geometría, entérese usted, señor presidente. Para nada extraña la tremenda bronca que se le montó al palco tras el arrastre de este gran toro de Daniel Ruiz.
Como decía, dos viejos rockeros, dos figuras máximas de la historia que este jueves han dejado claro por qué lo son, y junto a ellos acartelado el futuro de la Fiesta, el elegido para la gloria, un peruano que es un huracán taurino que arrasa por donde pasa. Montó un lío, un monumental lío en Albacete con el tercero de la tarde, un toro bonito y con hechuras agradables, serio, que desde salida humilló en el capote de Roca Rey, aunque se quedara algo corto en las verónicas templadas y echara las manitas por delante. La media de remate es lo mejor de este saludo capotero. Como suele ser habitual en el limeño ordena que se le pegue muy poco en el caballo, lo deja crudito, y lo prueba con un quite por chicuelinas ceñidísimas, marca de la casa, poniendo el corazón en un puño a los aficionados para rematar con otra media baja de muchísimo gusto. El de Daniel Ruiz mantiene su buen tranco en banderillas, galopa con brío y fijeza y permite a Francisco Durán “Viruta” y Paquito Algaba cuajar un sensacional tercio de banderillas, con limpieza , pureza y exposición, sobre todo en le último par con los pitones a la altura del pecho de Viruta. El inicio de faena es eléctrico, de auténtico infarto, muy de Roca Rey, calavado, hierático, vertical, citando en largo, cambiando el viaje en la última milésima de segundo para  pasarse al toro por la espalda e hilvanar una serie de derechazos sin enmendarse lo más mínimo y así prender mecha a la caldera albaceteña que despertaba tras el letargo de los dos primeros toros. Aprovecha a la perfección la movilidad del toro para cuajar una primer serie en redondo superlativa, temple infinito, corriendo la mano, muletazos profundos y todo por bajo. Le sigue otra por el mismo pitón profunda, enroscándose al toro, ligando en el sitio, con un cambio de mano  más que excelente hilvanado a un natural y uno de pecho de antología. Por el izquierdo va igual, los naturales se suceden con un temple y una hondura de muchos quilates, bajando la mano, el toro humilla y va de lujo, siempre bien colocado, ligando con una clase y un gusto extraordinario, un farol como recurso y uno de pecho monumental ponen a La Chata en pie. Más y más, otra vez en redondo, cosido a la muleta, templadísimo, con largura y profundidad, la mano baja, a ras de suelo, y el público en pie, en el cielo. Toreo de mucho empaque que remata como a él le gusta, con bernardinas de quitar el hipo, ceñidísmas, cambiando la trayectoria en el último instante para hacer pasar al toro por un sitio inverosímil para rematar con dos de pecho de ensueño mirando al tendido y uno de desprecio que es una lámina. Estoconazo al volapié, tremendo, fulminante y dos orejas que agigantan su leyenda. Con el sexto poco más pudo hacer el limeño que lo que hizo, que lo fue todo. Un toro al que recibió con una larga cambiada de rodillas al hilo de las tablas, al que le recetó ¡chicuelinas de saludo! en clara apuesta por ir a por todas, sin importarle tener ya asegurada la puerta grande, lo que dice mucho y bueno de Roca Rey. Como el quite por caleserinas, ajustado y vistoso, arrebatado, como él. Toro quizás con más genio que clase, que se movió pero al que le faltó un punto de calidad para romper y transmitir más y al que Roca Rey le concedió todas las ventajas en una faena  poderosa que abrió con ayudados por alto y en la que solo pudo lucirse por el pitón derecho en un par de tandas templadas y ligadas con suavidad, bajando la mano hasta donde se podía, tapándole la cara, grandioso toreo, sensacional, ritundo, con una firmeza y una seguridad tremenda. Por el izquierdo no pasaba, protestón, soltando la cara, pese a lo que Roca Rey le plantó cara y trató de robarle los naturales, pero le faltó continuidad y fondo, para acabar con unas manoletinas ajustadas y un pase de desdén como colofón y paso previo a un pinchazo y una entera que pasaportan al último de Daniel Ruiz y que dejan claro que este peruano está para quedarse y liderar el torero de la próxima generación. Pero de momento tendrá que esperar a que estos dos auténticos monstruos del toreo que son Enrique Ponce y Julián López “El Juli” decidan darle paso, porque visto lo visto les queda cuerda y arte para mucho tiempo. En sus capotes y sus muletas el toreo se hace eterno y se  vuelve inmortal.


Antonio Vallejo

jueves, 13 de septiembre de 2018

Rubén Pinar, profeta en su tierra


Quinta puerta grande consecutiva del albaceteño, 5 puertas grandes 5, que bien podría anunciarse así en los carteles de su tierra, como si fuera un anuncio de coches, un 5 puertas de lujo, un auténtico bólido de competición propio del circuito de velocidad que Albacete tiene, imparable. Dos orejas, una a cada ejemplar de su lote en una corrida de Torrealta desigual de presentación y de juego, con nobleza pero baja de casta, le sirvieron ayer  al de Tobarra para abrir de nuevo la puerta grande que debe llevar ya el nombre de Rubén Pinar grabado en sus hojas. Profeta en su tierra, algo poco usual en esta España nuestra tan dada a derribar mitos o ídolos cuando rebasan cierta altura y que no regala nada, menos aún al que es de casa por aquello del qué dirán.¡Anda que no hay casos de matadores elevados a los cielos por una afición, convertidos en "su" torero, al que cuando roza la condición de figura se le comienza a hostigar!. No me voy a ir muy lejos, el caso de Iván Fandiño es el último de muchos, llevado en volandas a la gloria en su momento, machacado hasta la extenuación por esos mismos sin más motivo que una decisión caprichosa. Pero eso es otro asunto. Lo de ayer es el triunfo de Pinar y la excelente actuación de Antonio Ferrera y David Fandila "El Fandi" con los toros de Torrealta, que para mi estuvieron por encima de las condiciones de sus lotes.
El triunfador, como ya he dicho, fue Rubén Pinar, centrado, firme, concienciado, seguro, entregado y tremendamente responsabilizado toda la tarde, desde el saludo capotero a la verónica a sus dos toros, templado, acompasando el lance, medias de remate de ensueño, pasando por unas chicuelinas ceñidas al tercero que pusieron en pie a los aficionados, sin pasar por alto ni uno de los quites reglamentarios que le correspondían, lleno d voluntad, de ganas, de querer y, además, de poder. Así lo hizo en la muleta, templado, con un gusto y una torería extraordinaria, por bajo y en largo cuando sus toros se lo permitieron, ¡cómo fue el prólogo de la faena al sexto, doblándose, por bajo, a ras de suelo!, ¡y el pase de desprecio para abrochar ese inicio que rezumó gusto y arte por los cuatro costados!. Perfecto de colocación, con un temple y una suavidad exquisita, por ambos pitones, redondos y naturales con hondura, bajando la mano y ligando sin reponer, corriendo la mano con una clase descomunal, toreo con empaque, sin dudar en acortar distancias y pegarse dos arrimones de aúpa, de auténtica verdad, cuando a sus descastados toros se les acabaron las escasas fuerzas que tenían, tirándose a matar por derecho para dejar sendas estocadas hasta la empuñadura que le abrieron de par en par la puerta grande. Poco más se puede decir de Pinar, extraordinario, demostrando lo buen torero que es, pidiendo sitio a gritos, como tantos otros a los que nos gustaría ver con más continuidad en las grandes ferias, algo que ya sabemos lo complicado y caro que se está poniendo. Pero lo de ayer ya no se lo quita nadie y ahí queda para el que quiera tomar nota.
El granadino Fandi fue fiel, una vez más, a su estilo. Lo he dicho muchas veces, no engaña a nadie, puede gustar o no, pero no esconde nada, es como es, transparente. Lo demostró con el capote, variado y arrebatado, como en él es habitual, con largas cambiadas de rodillas, verónicas y chicuelinas poniendo toda la carne en el asador para rematar con media a manos bajas de enorme clase. Es decir, Fandi en estado puro, como en banderillas, electrizante, derrochando facultades físicas, luciendo su repertorio habitual, de dentro a fuera, la moviola, el violín, suertes que hacen felices a su parroquia, montando un monumental lío con todos los tendidos en pie. Con la muleta tan solo tuvo opciones ante el segundo, ya que el quinto, reservón y a la defensiva, desarrolló sentido e hizo imposible el mínimo trazo de faena. Tampoco se lo puso fácil ese segundo, tragó lo suyo el granadino, aguantó los arreones iniciales pero a base de ponerle la franela y templar acabó dominando al de Torrealta y, como suele decirse, meterlo en la canasta. Supo acoplarse a la embestida del animal, le perdió un pasito al final de cada lance y dibujó series por ambos pitones de mucha calidad que le sirvieron para cortar una meritoria oreja tras una muy buena estocada. 
El maestro Antonio Ferrera volvió una tarde más a deslumbrarme en su espléndida madurez, con su reposo, su gusto y su torería. Es una auténtica delicia verle como disfruta del toreo, se le nota en le rostro, seguridad en todo, relajado, todo fluye con naturalidad, abandonado a la inspiración. Resulta un verdadero placer verle dirigir la lidia, verle moverse por la plaza, su colocación, pendiente de cada detalle, oportuno al quite, aromas y sabores a torero en toda su dimensión, de otras épocas que por desgracia van cayendo en desuso u olvido. Ver cómo sacó del peto al primero de la tarde, andándole con parsimonia para tejer un quite a la verónica que supo a gloria bendita, un auténtico lujo, parecido a las verónicas de saludo al cuarto, templadas, acompasadas, con ritmo, coreadas con olés. Con el primero, un toro basto y grandote, muy cargado de kilos, bastante hizo con moverlo, le costaba Dios y ayuda desplazarse, le puso Ferrera la tela, trató de empujarle y con asombrosa maestría logró robarle muletazos sueltos que parecían imposibles, sobre todo por el pitón derecho, sueltos, de uno en uno, cierto, sin continuidad porque el morlaco estaba más que parado, pero con un regusto y una clase descomunal, templadísimo, como dicen por México, con despaciosidad. Enorme el mérito de Ferrera al conseguir exprimir algo del marmolillo. Y si en el cuarto no cortó oreja fue porque el señor presidente se hizo el D. Tancredo y no la concedió a pesar de la petición, ya que el balear-extremeño dibujó en Albacete una faena repleta de gusto y torería ante un toro de noble condición pero al que le faltaba chispa para transmitir. Todo lo hizo Ferrera, por ambos pitones, series rotundas, muletazos templados, limpios, alargando el viaje, corriendo la mano, siempre por bajo, con remates repletos de sabor, toreo para degustar sorbo a sorbo, lento, clase y elegancia en cada lance, torería pura. Debe ser que una estacada y un golpe de descabello no fueron argumentos suficientes para el usía de turno. Allá él si lo que tiene hipertrofiado es el sentido del olfato, porque desde luego el del gusto lo tienen atrofiado al máximo. No conceder una oreja ante el derroche de arte con el que Ferrera nos llenó todos los sentidos a los que vieron la corrida en la plaza y a los que la vimos por televisión es para hacérselo mirar por un buen especialista. Pero como dijo Rafael Gómez Ortega "El Gallo",  hay gente pa tó. 

Antonio Vallejo

domingo, 9 de septiembre de 2018

Goyesca de Arles, manifestación del arte y la cultura


De auténtico lujo debo calificar la oportunidad que Canal Toros me ha dado esta tarde al poder disfrutar de una tarde única, de un festejo que va más allá de lo taurino, de poder ver y entender cómo se vive nuestra Fiesta al otro lado de los Pirineos. Como he dicho, un lujo, un privilegio y, a la vez, una lección de la que en muchas plazas de España deberíamos tomar nota, una lección de unos aficionados que viven los toros con un respeto y una educación exquisita sin que eso esté reñido con la pasión, las emociones y los sentimientos  que muestran cuando sobre el ruedo surge el arte. Y sobre el ruedo de el Coliseo Les Arènes de Arles les aseguro que ha habido mucho arte que se ha plasmado en música, color y toreo. El color lo ha puesto Domingo Zapata, reconocido y afamado diseñador y pintor que ha decorado las tablas, el callejón, los tendidos y el ruedo al completo con pinturas alegóricas a la tauromaquia, ese arte eterno que el mallorquín reivindica y defiende sin complejos ni tapujos por todo el mundo. De la música se ha encargado la orquesta y el coro de la ciudad francesa acompañando el festejo de principio a fin, desde el paseíllo, cargado de intensa emoción, conducido por la popular Canción del Toreador, la mundialmente conocida aria de la ópera Carmen de Georges Bizet, hasta la salida a hombros de Juan Bautista y Sebastián Castella bajo la Salve Rociera, unas imágenes y un sonido que me ha hecho un nudo en la garganta y ante lo que no he podido contener las lágrimas. Recomendaría a todos los que no hayan visto la corrida por televisión que buscaran en los portales taurinos resúmenes del festejo y disfruten de ese final mágico en un marco de gran belleza como es el coliseo romano de Arles. Y por último, del toreo se han encargado Juan Bautista, Sebastián Castella y Jose Mari Manzanares, tres maestros, tres hombres de cuyos capotes y muletas ha surgido el arte de la tauromaquia en comunión perfecta con los colores y los sonidos que han envuelto a Arles en esta tarde mágica.  
Los encargados de dar forma a todo este conjunto han sido los toros de Victoriano del Río, los principales protagonistas, el argumento principal sin el que la Fiesta no tiene sentido, algo que los que se denominan antitaurinos no son capaces de entender o, mejor dicho, no quieren ni entender ni ver. Los que sí lo han visto y lo han gozado han sido los aficionados franceses y, ya lo he comentado antes, me han dado una lección de saber estar y de lo que es querer y respetar la Fiesta. Lo que se desprendía de los tendidos era alegría, eran ganas de disfrutar con todo lo bueno que surgiera de un capotazo, de un muletazo, de un puyazo, de una par de banderillas, de una estocada, solo había que ver sus rostros, sus reacciones, sus palmas, ajenos a la constante y continua crispación que envenena a algunos tendidos de alguna plaza, pero sabiendo manifestar su descontento cuando algo no se hacía bien, porque la educación y el respeto no están reñidos con la exigencia y el saber de toros. Repito, una lección de la que tomar nota. Tan solo un ejemplo, la muerte del quinto de la tarde. Extraordinaria faena de Castella que remata con un estoconazo arriba, todos los aficionados esperando que el toro doblara para pedir los trofeos, el de Victoriano se traga la muerte, pasan los segundos, los minutos, su bravura le lleva a pelear hasta el final, resiste, Castella pide calma, no quiere usar el descabello porque considera que un toro bravo debe morir así, suena un aviso, allí nadie se pone nervioso, ningún pito, tan solo una o dos voces reclaman el descabello, el resto aguarda el desenlace, finalmente el toro rueda sin puntilla y se desencadena la locura pidiendo las dos orejas. ¿Se imagina ustedes la que se hubiera montado en Las Ventas por parte de quienes ya sabemos?. La Revolución Francesa un juego de niños. Y no digo nada lo que hubieran llamado a todos los aficionados que en esa situación también pedimos las dos orejas, y si además el presidente las concede la Tercera Guerra Mundial está al caer. 
Seis toros de Victoriano del Río desiguales de presentación y de juego, para mi gusto justitos de presencia y de kilos, tres estrechitos de sienes y tres más abiertos de cara, quizás el segundo el más serio y ofensivo, altos en general y un tanto terciaditos a mi modo de ver, con un denominador común que ha sido la falta de clase, destacando por encima de todos el bravo quinto, un primero como movilidad, repetidor y con fijeza, un segundo muy justo de fuerzas y tercero y sexto sin opciones. 
Nulas opciones ha tenido Jose Mari Manzanares con su lote. Muy por encima del tercero, un toro que no se empleó en el capote, que manseó en el caballo, que esperaba en banderillas y que en la muleta resultó deslucido, soltando la cara, sin entregarse. Inicia la faena por doblones para tratar de someter la embestida y saca a relucir su mando y poderío. A base de temple, de encontrarle la distancia y darle la velocidad que pedía el victoriano lo somete y surgen de la clase que atesora algunos lances sueltos por ambos pitones de mucha enjundia. Redondos profundos, bajando la mano, adelantando la muleta, pero sobre todo unos naturales lentos y con largura de bellísima factura que arrancan los olés. Pero el trasteo carece de ritmo y continuidad por las escasas condiciones del desclasado animal, y la faena no llega a tomar vuelo. Para colmo se atasca con la espada y todo queda en un respetuoso silencio. El sexto prometía, tomaba bien los vuelos del capote que el alicantino le ofreció en le saludo a la verónica, acompasadas, templadas, con la clase que impregna su toreo. Pero antes de iniciarse la faena el toro acude al cite de Rafael Rosa desde el burladero y se pega un tremendo topetazo que dio la impresión que le dejó dañado para la faena. No aguanta ni un pase, a la mínima que se la bajaba la mano se derrumbaba, si se le llevaba a media altura aguantaba uno o dos muletazos, pero si trataba de ligar la serie también perdía las manos. Con buen criterio optó Manzanares por abreviar, algo que supo valorar la afición francesa con unas palmas de consolación para el alicantino.
Sebastián Castella ha vuelto a demostrar por qué es una figura del toreo y por qué lleva tantos años en los puestos altos del escalafón. Al segundo lo recibe por verónicas templadas, acompasadas, manejando las muñecas con suavidad, acompañando la embestida, el remate con la media es gloria. Pero el toro no va sobrado de fuerzas y llega a la muleta en reserva, además de mal picado. Inicia la faena por bajo, con ambas manos, muy suave, sin obligarle demasiado, midiendo las pausas, dándole aire y tiempo para que se recupere, todo muy despacio, como un par de series en redondo templadas y con empaque, bajando la mano, buenos los de pecho, una tanda de naturales con hondura y ligazón, todo con la clase que caracteriza al galo, pero al toro le faltan fuerzas y transmisión, va a menos y la faena no acaba de rematar a pesar del tesón y el esfuerzo de Castella, algo que los aficionados reconocieron con palmas a la muerte de este toro. Le esperaban el quinto, un toro que no se entregó en el capote de salida, que no acababa de definir su embestida pero que tras el tercio de varas dejó ver lo que llevaba dentro en un sensacional quite por chicuelinas y revolera de remate en las que metió la cara con clase  y en un gran tercio de banderillas tras el que José Chacón tuvo que saludar desmonterado. Toro noble y bravo el de Victoriano, repetidor, que rompió en la muleta al que Castella entendió a la perfección y le sacó todo el fondo que llevaba dentro. Desde los primeros cambiados por la espalda en el centro del óvalo de Arles conectó con los tendidos, el extraordinario cambio de mano entusiasmó a todos los aficionados y un sensacional pase de pecho para abrochar este prólogo de faena puso en pie a todo el Coliseo. Portentoso toreo en redondo, tandas de derechazos encajado, adelantando la muleta, conduciendo la embestida por bajo, con largura y ligazón, todo bajo el poder del temple. Mejor aún si cabe al natural, con hondura, con empaque, toreo de muchos quilates, relajado, disfrutando de cada lance, abandonado al arte que surgía de su muleta. Mata de entera y aunque el bravo toro de Victoriano del Río vende cara su muerte, como ya he comentado antes, las dos orejas caen sin discusión alguna, petición unánime de ambos trofeos que el presidente concede sin dudar, a mi juicio con perfecto criterio. Otra cosa es la vuelta al ruedo al toro, ahí puede haber alguna duda porque es cierto que no se empleó en el capote y que quizás le faltó algo más de duración pero, como apuntaba el siempre certero Maxi Pérez en la retransmisión, mejor es pecar de exceso que de defecto.
La tarde venía marcada por lo sentimental, por un anuncio matinal que creo que ha cogido por sorpresa a todos los aficionados, más aún a los franceses, y que ha tocado su corazón: el anuncio de la retirada de los ruedos de Juan Bautista, sin ruidos, con elegancia y señorío, como es el toreo. Una noticia inesperada y que se concretará el próximo mes de octubre en Zaragoza cuando haga su último paseíllo. De momento hoy nos ha dejado con la sensación de que tiene dentro toreo para muchos años, pero esa es su decisión y merece todo el respeto. El primero ha sido un toro pronto, repetidor, con movilidad y fijeza, aunque le faltaba clase y humillación, pero se ha encontrado con un Juan Bautista en estado de gracia que lo ha hecho todo a su favor para cuajar una faena fruto de la inmensa técnica que atesora el galo. Ha sabido darle la distancia y la altura que pedía el de Victoriano, un temple exquisito ha marcado la faena, de su muleta han nacido tandas en redondo portentosas, perfectamente colocado, primero a media altura, más tarde bajando la mano hasta donde aguantaba el animal, tandas firmes y con mando, muy seguro y encajado. Un cambio de mano extraordinario da paso a una magnífica serie de naturales, con hondura, si bien el toro va peor por ese pitón, algo más descompuesto y sin rematar la salida, pero en las siguientes tandas al natural tiene que hacer un gran esfuerzo para llevarlo cosido a las telas y así taparle la salida. El final por molinetes y un estoconazo que hace rodar como una pelota al de Victoriano inunda de pañuelos los tendidos de Arles y las dos orejas caen sin discusión. Al cuarto lo recibe a la verónica, suave, templado, rematando con una buena media. Toro con las fuerzas muy justas al que en los primeros lances de una faena que brinda a Domingo Zapata lleva por alto, a dos manos, andándole hacia los medios, todo con inmensa suavidad, mimando al toro para que no perdiera las manos, con mucha clase y elegancia. En esos terrenos se inventó una faena que estuvo marcada de nuevo por el temple y acompañada por la suavidad. Redondos y naturales que surgía como por arte de magia, increíbles, con una profundidad que parecía imposible, abandonándose, como en unas tandas en redondo tirando la espada, o como unos naturales de ensueño tras abrir el cartucho de pescao, más derechazos, y molinetes, y pases de pecho, la locura en los tendidos. De no haber sido por la defectuosa colocación de la espada otras dos oreja habrían ido al esportón, pero la afición de Arles demostró que tiene criterio y sabe de toros, que la exigencia y seriedad no está reñida con la alegría y el disfrute de la Fiesta, por lo que Juan Bautista paseó acompañado de sus dos hijos una merecida oreja en una apoteósica y emocionante vuelta al ruedo para así salir a hombros junto a su compatriota Sebastián Castella y despedirse por la puerta grande de los aficionados franceses en una tarde en la que el arte y la cultura se han mostrado en plenitud: música, pintura y tauromaquia de la mano en perfecta armonía.

Antonio Vallejo