Quinta puerta grande consecutiva del albaceteño, 5 puertas grandes 5, que bien podría anunciarse así en los carteles de su tierra, como si fuera un anuncio de coches, un 5 puertas de lujo, un auténtico bólido de competición propio del circuito de velocidad que Albacete tiene, imparable. Dos orejas, una a cada ejemplar de su lote en una corrida de Torrealta desigual de presentación y de juego, con nobleza pero baja de casta, le sirvieron ayer al de Tobarra para abrir de nuevo la puerta grande que debe llevar ya el nombre de Rubén Pinar grabado en sus hojas. Profeta en su tierra, algo poco usual en esta España nuestra tan dada a derribar mitos o ídolos cuando rebasan cierta altura y que no regala nada, menos aún al que es de casa por aquello del qué dirán.¡Anda que no hay casos de matadores elevados a los cielos por una afición, convertidos en "su" torero, al que cuando roza la condición de figura se le comienza a hostigar!. No me voy a ir muy lejos, el caso de Iván Fandiño es el último de muchos, llevado en volandas a la gloria en su momento, machacado hasta la extenuación por esos mismos sin más motivo que una decisión caprichosa. Pero eso es otro asunto. Lo de ayer es el triunfo de Pinar y la excelente actuación de Antonio Ferrera y David Fandila "El Fandi" con los toros de Torrealta, que para mi estuvieron por encima de las condiciones de sus lotes.
El triunfador, como ya he dicho, fue Rubén Pinar, centrado, firme, concienciado, seguro, entregado y tremendamente responsabilizado toda la tarde, desde el saludo capotero a la verónica a sus dos toros, templado, acompasando el lance, medias de remate de ensueño, pasando por unas chicuelinas ceñidas al tercero que pusieron en pie a los aficionados, sin pasar por alto ni uno de los quites reglamentarios que le correspondían, lleno d voluntad, de ganas, de querer y, además, de poder. Así lo hizo en la muleta, templado, con un gusto y una torería extraordinaria, por bajo y en largo cuando sus toros se lo permitieron, ¡cómo fue el prólogo de la faena al sexto, doblándose, por bajo, a ras de suelo!, ¡y el pase de desprecio para abrochar ese inicio que rezumó gusto y arte por los cuatro costados!. Perfecto de colocación, con un temple y una suavidad exquisita, por ambos pitones, redondos y naturales con hondura, bajando la mano y ligando sin reponer, corriendo la mano con una clase descomunal, toreo con empaque, sin dudar en acortar distancias y pegarse dos arrimones de aúpa, de auténtica verdad, cuando a sus descastados toros se les acabaron las escasas fuerzas que tenían, tirándose a matar por derecho para dejar sendas estocadas hasta la empuñadura que le abrieron de par en par la puerta grande. Poco más se puede decir de Pinar, extraordinario, demostrando lo buen torero que es, pidiendo sitio a gritos, como tantos otros a los que nos gustaría ver con más continuidad en las grandes ferias, algo que ya sabemos lo complicado y caro que se está poniendo. Pero lo de ayer ya no se lo quita nadie y ahí queda para el que quiera tomar nota.
El granadino Fandi fue fiel, una vez más, a su estilo. Lo he dicho muchas veces, no engaña a nadie, puede gustar o no, pero no esconde nada, es como es, transparente. Lo demostró con el capote, variado y arrebatado, como en él es habitual, con largas cambiadas de rodillas, verónicas y chicuelinas poniendo toda la carne en el asador para rematar con media a manos bajas de enorme clase. Es decir, Fandi en estado puro, como en banderillas, electrizante, derrochando facultades físicas, luciendo su repertorio habitual, de dentro a fuera, la moviola, el violín, suertes que hacen felices a su parroquia, montando un monumental lío con todos los tendidos en pie. Con la muleta tan solo tuvo opciones ante el segundo, ya que el quinto, reservón y a la defensiva, desarrolló sentido e hizo imposible el mínimo trazo de faena. Tampoco se lo puso fácil ese segundo, tragó lo suyo el granadino, aguantó los arreones iniciales pero a base de ponerle la franela y templar acabó dominando al de Torrealta y, como suele decirse, meterlo en la canasta. Supo acoplarse a la embestida del animal, le perdió un pasito al final de cada lance y dibujó series por ambos pitones de mucha calidad que le sirvieron para cortar una meritoria oreja tras una muy buena estocada.
El maestro Antonio Ferrera volvió una tarde más a deslumbrarme en su espléndida madurez, con su reposo, su gusto y su torería. Es una auténtica delicia verle como disfruta del toreo, se le nota en le rostro, seguridad en todo, relajado, todo fluye con naturalidad, abandonado a la inspiración. Resulta un verdadero placer verle dirigir la lidia, verle moverse por la plaza, su colocación, pendiente de cada detalle, oportuno al quite, aromas y sabores a torero en toda su dimensión, de otras épocas que por desgracia van cayendo en desuso u olvido. Ver cómo sacó del peto al primero de la tarde, andándole con parsimonia para tejer un quite a la verónica que supo a gloria bendita, un auténtico lujo, parecido a las verónicas de saludo al cuarto, templadas, acompasadas, con ritmo, coreadas con olés. Con el primero, un toro basto y grandote, muy cargado de kilos, bastante hizo con moverlo, le costaba Dios y ayuda desplazarse, le puso Ferrera la tela, trató de empujarle y con asombrosa maestría logró robarle muletazos sueltos que parecían imposibles, sobre todo por el pitón derecho, sueltos, de uno en uno, cierto, sin continuidad porque el morlaco estaba más que parado, pero con un regusto y una clase descomunal, templadísimo, como dicen por México, con despaciosidad. Enorme el mérito de Ferrera al conseguir exprimir algo del marmolillo. Y si en el cuarto no cortó oreja fue porque el señor presidente se hizo el D. Tancredo y no la concedió a pesar de la petición, ya que el balear-extremeño dibujó en Albacete una faena repleta de gusto y torería ante un toro de noble condición pero al que le faltaba chispa para transmitir. Todo lo hizo Ferrera, por ambos pitones, series rotundas, muletazos templados, limpios, alargando el viaje, corriendo la mano, siempre por bajo, con remates repletos de sabor, toreo para degustar sorbo a sorbo, lento, clase y elegancia en cada lance, torería pura. Debe ser que una estacada y un golpe de descabello no fueron argumentos suficientes para el usía de turno. Allá él si lo que tiene hipertrofiado es el sentido del olfato, porque desde luego el del gusto lo tienen atrofiado al máximo. No conceder una oreja ante el derroche de arte con el que Ferrera nos llenó todos los sentidos a los que vieron la corrida en la plaza y a los que la vimos por televisión es para hacérselo mirar por un buen especialista. Pero como dijo Rafael Gómez Ortega "El Gallo", hay gente pa tó.
Antonio Vallejo
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