sábado, 29 de septiembre de 2018

1ª de Otoño: Talavante al natural, Aguado verdad y torería


La plaza de Las Ventas abría ayer sus puertas a una nueva edición de la Feria de Otoño con este magnífico aspecto de sus tendidos en un día precioso, más veraniego que otoñal, soleado, radiante, perfecto para ver una corrida de toros que, al menos para mi, reunía muchos argumentos atractivos. Primero los toros, de Victoriano del Río y Toros de Cortés, procedencia Domecq Díez, hierro madrileño de sobra conocido y reconocido por los aficionados, con un amplísimo historial de triunfos en esta y tantas otras plazas. Una corrida a mi modo de ver muy seria y bien presentada, con variedad de hechuras y caras, que en general tuvo nobleza y clase aunque le faltó un punto de ritmo y emoción, con dos toros que para mi destacaron sobre el resto, el buen segundo y el exigente sexto y un enrazado tercero al que la faltó fuelle y duración. Y segundo el cartel que, aunque tuvo que ser modificado por el tremendo percance de Paco Ureña en Albacete hace dos semanas, no se resintió en su interés: Alejandro Talavante, auténtica figura del toreo, con eso queda todos dicho,Fortes, matador que va ganando enteros con los años y que el pasado Domingo de ramos dejó un sensacional recuerdo y se ganó el respeto y reconocimiento de Madrid con los Victorinos, y la confirmación de alternativa de Pablo Aguado, torero sevillano que ayer dio un golpe en la mesa y dijo aquí estoy yo, vengo para quedarme y pido sitio a gritos.
De Alejandro Talavante poco se puede añadir que no hayamos dicho ya. Es una figura contrastada, así se le recibió, con una cerrada ovación al romperse el paseíllo en reconocimiento a su pasado en esta plaza y a su gesto como pilar fundamental de esta Feria de Otoño, del mismo modo que ayer se le exigió como figura. Tuvo solo un toro, el segundo, porque el cuarto, muy protestado desde su salida por blandear, no le permitió al extremeño lucirse con el capote, el tercio de varas fue un simulacro porque no aguantaba el mínimo castigo, en banderillas Valentín Luján y Julio López tuvieron que dejar los pares con extrema suavidad y mimo para que no se derrumbara y a la muleta llegó inválido e inútil para la lidia entre un clamor de protestas, vamos, una bronca del quince, que imposibilitaron cualquier atisbo de faena. Para colmo se atascó con la espada y recibió una sonora pitada que me pareció excesiva, aunque es cierto que ese toro se habría ido a los corrales si se le hubiera bajado lo mínimo los capotes, las cosas como son. Aunque viendo el sobrero de Conde de Mayalde que saltó al devolverse el quinto y que le hubiera tocado a Talavante creo que las cosas no habrían cambiado tanto. Quizás esa exigencia y esa bronca venían motivadas por el magnífico sabor de boca que había dejado con el segundo, un toro estrecho de sienes y muy abierto de cara, alto y quizás algo falto de remate por detrás, pero un toro muy serio. Lo saluda por verónicas, templadas, jugando los brazos con suavidad, para rematar con una buena media. El toro se mueve aunque le cuesta humillar y echa las manos por delante por lo que se le cuida mucho en el caballo, muy medido el castigo en la primera vara y un simulacro el segundo puyazo del que sale escupido manseando claramente. Un quite de Fortes por chicuelinas apretadas que ponen el ¡ay! en los tendidos y un ovacionado tercio de banderillas a cargo de Juan José Trujillo y Julio López preceden a una faena que Talavante comienza en terrenos del 6 sin probaturas, tomando la muleta con la mano izquierda para, a mi modo de ver, poner en práctica las tres normas básicas de este arte: parar, templar y mandar. Y después a torear. Eso es lo que a mi me pareció que hizo Alejandro, desde el inicio, al natural, con poderío en las dos primeras tandas por ese buen pitón izquierdo, con emoción, templando y ligando los naturales entre olés rotundos. Cambia al pitón derecho y dibuja una serie en redondo con la mano baja y acoplado, con empaque, encajado, para rematar con uno de pecho realmente bueno. A partir de ahí una sinfonía al natural, reposado, relajado, entregado, la mano baja, temple extraordinario, ni un toque a las telas, naturales limpios, con hondura, lentos, largos, con gusto, con clase, con torería, toreo de muchos quilates, toreo de madurez esplendorosa, series rotundas, monumental toreo con la zurda, pases de desdén mirando al tendido y epílogo con ayudados por alto, trincherazos y desplantes que ponen en pie a los tendidos. Excepto a cuatro o seis a los que no les gustó, especialmente al de siempre de la andanada del 8 que gritó aquello que tanto le gusta: "se ha ido sin torear". Oye, me parece bien, cada cual tiene sus gustos, y a lo mejor hasta tiene razón, no digo que no, a mi me fascinó Talavante pero a otro le puede parecer que no, por supuesto, y lo respeto. Pero por lo que no paso es por que eso lo gritara cuando el extremeño estaba perfilado para entrar a matar, en ese momento no, en ese transcendental momento, te guste o no, hay que estar callado y respetar al hombre que se juega la vida, y gritar en ese momento le descalifica automáticamente como aficionado. Se me ocurren cantidad de calificativos para describirlo, pero los únicos que no encuentro son aficionado y taurino. Tenía que haber autoridad en la plaza y en le reglamento para expulsar inmediatamente de los tendidos a quienes se comporten de esa manera. Un pinchazo y una entera desprendida anulan la posibilidad de oreja y todo queda en una fortísima ovación que Talavante recoge desde el tercio. Pero ahí queda su toreo y los sentimientos, imborrables, por encima de números y trofeos.
El malagueño Fortes no tuvo suerte con su lote. El tercero, un toro muy amplio de pitones, largo y ensillado no colaboró para el lucimiento. Buen lanceo de recibo a la verónica para parar al toro, echando alante los vuelos, jugando bien las muñecas, bueno el remate, pero al de Victoriano le falta recorrido y fijeza, sale suelto, deslucido. Pasa sin más por los primeros tercios, sin emplearse, a su aire. Inicio de faena por estatuarios, el toro se derrumba tras el segundo, empeorando aún más sus condiciones. Por ambos pitones lo probó Fortes, con enorme voluntad, adelantando la muleta, templando la embestida, bajando la mano y tratando de ligar los muletazos, bien colocado y toreando encajado, derroche de ganas y de querer, incluso a lo mejor demasiado, quizás con un punto de ansiedad, algo atacado. Sacó un par de series en redondo y una al natural de mayor nivel con buenos muletazos, pero la faena discurrió sin la continuidad  y el ritmo suficiente para generar emoción por las condiciones del animal, que si bien metía la cara con nobleza al inicio del lance salía absolutamente desentendido, sin entregarse. Faena a menos, con el toro quedándose cada vez más corto, cada vez más a la defensiva, soltando la cara rematada con una entera vertical y desprendida suficiente para hacer doblar al de Victoriano y dejar todo en silencio. El quinto, vuelto de pitones, serio, hecho cuesta arriba es devuelto por inválido lo que nos permitió disfrutar de Florito en toda su magnitud. Y digo bien de Florito, no de su manada de cabestros, porque fue el mayoral quien se llevó en cuestión de segundos al toro a los corrales a punta de vara, así, como si nada, auténtica torería mientras los cabestros asistían reunidos, impávidos, asombrados a una clase magistral propia esta época de comienzo de curso para que vayan aprendiendo como se hace ya de cara a la próxima temporada. Pueden imaginarse la tremenda ovación a Florito, espectacular. El sobrero de Conde Mayalde que saltó como quinto bis tenía kilos y carnes para dar de comer a un regimiento, como solía decirse. Muy pasado de kilos, gordo, exhausto desde salida, sin motor para mover semejante masa, con la lengua fuera ya en el capote, sin recorrido, aunque quería meter la cara con clase y nobleza pero las fuerzas no le daban para más. Faena imposible ante un toro sin recorrido al que Fortes intentó llevarlo toreado y hacerle las cosas bien, pero era un marmolillo que no podía con su alma. Al tirarse a matar resultó prendido y volteado en unos segundos de máxima angustia con Fortes convertido en un muñeco de trapo a merced del toro, en el aire y en la arena, feísima cogida que hacía temer lo peor pero que milagrosamente no fue corneado sufriendo, eso sí, una rotura de peroné que dentro de todo lo malo que se podía esperar es una bendición del cielo que una vez más echó un capote salvador. 
El sevillano Pablo Aguado llegaba a Madrid para confirmar alternativa por la vía de la sustitución para ocupar el enorme vacío de Paco Ureña tras su cogida en Albacete y que aún hace temer por su ojo izquierdo. Tremenda responsabilidad para un joven matador que en Sevilla dejó patente su clase y su gusto y que ayer refrendó en la primera plaza del mundo. Debo decir, y así lo hablaba ayer mismo por la mañana con un buen amigo, Manuel Nuñez, que me habría gustado ver en le lugar de Paco Ureña otros nombres, posiblemente mi favorito era Antonio Ferrera que el pasado otoño era la base de este serial y que se quedó fuera también por una cogida en Albacete y que una confirmación de alternativa me generaba dudas, podía salir cara o cruz aunque sus cartas de presentación eran realmente buenas. Y salió cara, una cara brillante, una cara triunfal y una cara que ayer dijo que venía para quedarse y ser alguien en esto del toreo. Impresionante, extraordinario, magistral saludo capotero al toro de su confirmación, verónicas templadas, suaves, sedosas, ganado pases con una clase y un gusto exquisito, relajando la figura, desmayando los brazos para rematar con una media que olía a azahar y sabía a Sevilla por los cuatro costados. Olés rotundos a cada lance y primera gran ovación de la tarde que tiene continuidad con un quite por chiquilinas a manos bajas despaciosas cargadas de gusto y una larga a una mano como remate cargada de torería. Pero lo mejor con el capote esta por llegar. Talavante entra en su turno de quites con unas gaoneras un tanto deslucidas y atropelladas ¡y el confirmante replica al maestro!, ¡toma bemoles!, nada más y nada menos por delantales templadísimos, lentos, suaves, cadenciosos y otra media de remate que pone en pie a los tendidos. Hay que tener mucha personalidad para hacer eso en Madrid, en su confirmación y ante una gran figura del toreo, ¡olé por Aguado!. El toro llegó sin fuerzas y con escaso recorrido a la muleta pero vi a un Pablo Aguado firme, serio, muy templado, que en todo momento hizo las cosas bien, poniéndole la muleta en la cara, llevándolo muy toreado, con suavidad, bajando la mano, demostrando clase y torería en cada lance. Faena de entrega y disposición, muy por encima de las cualidades de su oponente, muy digno en su confirmación. Lo rubrica con una entera algo trasera que hace rodar al toro y escucha una muy merecida ovación desde el tercio. Con esa presentación afronta al sexto, un toro muy serio y ofensivo, un toro exigente y complicado al que Pablo Aguado entendió y sometió de maravilla ya desde el recibo con el capote, flexional las rodillas, con suma suavidad, embarcando al victoriano en los vuelos, algo nada fácil porque el animal soltaba la cara con brusquedad y echaba las manos por delante, pero el sevillano puso el temple y aunque no tuvo la plasticidad de las verónicas del primero la calidad y la belleza sí que resaltaron. Un toro, repito, exigente y con muchas  complicaciones, al que había que someter y torear  muy bien, un toro que no le puso las cosas fáciles a Aguado quien demostró tener una firmeza y una claridad de ideas más propia de un veterano que de un confirmante. Todo a base de poner en el sitio, perfecta la colocación, a base de perderle el pasito necesario para vencer la tendencia del toro a revolverse y así poder ligar el siguiente muletazo, a base de aguantar las acometidas y tragar los arreones del toro, a base de medir primero la altura que el toro precisaba, dársela y concederle ventajas  para después bajarle  la mano y terminar imponiéndose en una  lección de mando, muy valiente y seguro, entregado y a la vez rebosante de torería en cada detalle, en cada movimiento, administrando también las pausas con auténtica maestría, gran dimensión de Aguado, todo además cargado de verdad y pureza. El final de faena fue realmente apoteósico, tandas en redondo templadísimas ligadas por bajo, la muleta a ras de suelo, apoteósicas, con el toro y la plaza rendidos a tanto mando, a tanto poder, a tanta clase, en resumen, a tanta torería, como el epílogo con redondos magistrales mirando al tendido, relajado, abandonado, belleza suprema, toreo puro y la plaza frotándose los ojos, envuelta en la locura. Una casi entera arriba volcándose a matar vale una oreja de mucho peso y de gran transcendencia de cara al prometedor futuro de este joven sevillano que ha puesto el listón muy alto de cara a lo que resta de esta Feria de Otoño que ayer abrió sus puertas.
Para mi fue, sin duda, un grandísimo regalo por mi 51 cumpleaños que ayer celebré en donde mejor puede hacerse, en Las Ventas, viendo toros, disfrutando de esta bendita afición y que espero que dure por muchos más años.

Antonio Vallejo


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