domingo, 24 de febrero de 2019

Emilio de Justo presenta credenciales en Vistalegre


Vino para quedarse. Lo de la pasada temporada no fue casualidad para Emilio de Justo. Atrás quedaron esos once años por plazas francesas buscando y ganándose un sitio que se le negaba en España. Corridas duras, sin perder la fe ni la esperanza, con paciencia y tesón, sin desaliento ante los fracasos y los malos momentos, y también cosechando éxitos que hacían sonar su nombre entre la afición, sabedor que algún día le llegaría su  momento. Y le llegó la pasada temporada, irrumpió con fuerza, demostró su valor y su clase, nos emocionó con su compromiso, con su firmeza, co su toreo puro y profundo y rubricó su conquista en el otoño madrileño al cortar dos orejas a su lote de Puerto de San Lorenzo. Puerta Grande en Madrid, Puerta Grande en Las Ventas, despidiendo a hombros una temporada rotunda. Así acabó 2018 y así ha empezado para el extremeño 2019, puerta grande en Madrid, puerta grande en Vistalegre, saludando a hombros una temporada que ya ha puesto muy cara con su triunfo de ayer en Carabanchel cortando dos orejas a un sensacional toro de Parladé.
Un corrida la de ayer que significaba la apertura de la temporada en la capital, una corrida sumamente atractiva y con mucho interés, un desafío ganadero con toros de Puerto de San Lorenzo, Victorino Martín y Parladé para Jesús Manuel "El Cid" y Emilio de Justo. Corrida, a modo de ver, excelente de presentación,con dos toros que sobresalieron por encima de los demás, el tercero de Victorino y el sexto de Parladé, dos toros de excelentes hechuras, ambos en tipo por lo que a encaste se refiere y de extraordinario juego ambos. Corrida en la que se dieron cita muchos rostros del mundo del toro y de otros ámbitos, entre los que hubo uno que se llevó prácticamente todas las miradas y todas las ovaciones, la admiración  y los gritos de ánimo, Santiago Abascal, líder de VOX, que acudió a uno de los palcos del callejón acompañado del maestro Morante de la Puebla. Me imagino que este año veremos a muchos maricomplejines de lo políticamente correcto que, tratando de arañar votos, empezarán a hacerse ver por las plazas de toros a rebufo de lo que hace VOX en defensa de la Tauromaquia. Pero claro, la copia nunca podrá igualar al original. Por cierto, El Cid brindó a Abascal el tercer toro, de Victorino Martín, el que ilustra esta entrada, bellísimo, impresionante trapío, y que a la postre fue premiado como mejor toro y por tanto ganador del desafío ganadero. Detalle revelador de lo que piensa y siente el mundo del toro.
Como decía al inicio, Emilio de Justo ha llegado y está para quedarse, tal como demostró ayer en Vistalegre. Fue una tarde redonda para el extremeño, un tarde que comenzaba como tenía que ser, con una atronadora ovación para El Cid ante la que será la temporada de su despedida de los ruedos y para Emilio de Justo en reconocimiento a su triunfal temporada 2018 en la que cautivó a la afición madrileña. De principio a fin demostró de Justo el torero que es, valiente, firme, puro, elegante y artista, todo en uno. Preciosas las verónicas genuflexas con las que recibió al segundo, recordando al gran Antonio Ordoñez, sublime el galleo por chicuelinas para llevar al toro al caballo y vibrante y lleno de emoción el quite por gaoneras, ceñidísimas, cortando la respiración. Embestía bien el de Puerto de San Lorenzo pero le faltaron las fuerzas en el último tercio, se paró pronto, medía y soltaba la cara a la defensiva. No se arrugó Emilio de Justo, firme, poderoso, echándole la muleta abajo, muy seguro, tirando del toro para robar algunos derechazos de mucho mérito, alargando el viaje, sin quitarle la franela, y la afición lo vio, y la afición lo reconoció, y la afición se emocionó con su valor, tanto que si no llega a fallar con la espada podría haber cortado una oreja. El cuarto era un cinqueño de Victorino muy abierto de cara, un tío, que desde salida demostró sus complicaciones, corto de recorrido y reponedor. Lo lidió con seguridad, el capote abajo, tratando de someterlo. El albarrada no concedía ni una y exigía el máximo, fiel a su sangre. Se la jugó de Justo a cara de perro ante este toro reservón y peligroso, que a mitad de viaje se revolvía como hacen estos toros, buscaba los tobillos o lo que fuera, pero no se arrugó el extremeño, firme y muy valeroso, tragando una enormidad, impasible, arriesgando tanto que se salvó de milagro tras un volteretón brutal, pero antes había sacado unos naturales hondos que parecían imposibles, poniendo en pie a los tendidos. De nuevo manejó mal los aceros pero se llevó una gran ovación en reconocimiento a su valor. Y saltó el sexto, de Parladé, un torazo, el más hondo de la corrida, bajo, cuajado, excelentes hechuras, bellísima estampa. Humilló en el capote, verónicas templadas y armoniosas, con suavidad y clase, repitiendo, con fijeza. Todas esa cualidades las mantuvo el Parladé en la muleta, clase, ritmo, nobleza, repetición y duración. Y Emilio de justo toreó como los ángeles, elegante y relajado, tandas en redondo profundas, con largura, la mano baja, el compás abierto, con naturalidad, acariciando con la tela la embestida del toro, que humillaba y se entregaba en cada muletazo. Los de pecho que remataron las tandas, antológicos, vertical, de pitón a rabo, rematando por el hombro contrario. Y los naturales, ¡qué manera de torear!, a pies juntos, citando de frente, dandole el pecho, con verdad, con hondura, la muleta barriendo la arena, y el Parladé humillaba con ritmo y clase. Faena de muchos quilates, toreo de empaque que puso a toda la plaza en pie, unanimidad ante un torero que debe estar en las grandes ferias, haya o no bombo. Esta vez la espada no le jugó una mala pasada. Un volapié extraordinario pasaportó al excelente toro de Parladé y las dos orejas incontestables fueron a manos de un Emilio de Justo feliz que abandonó Vistalegre a hombros de unos aficionados rendidos al valor y  la torería de un hombre que ha presentado sus credenciales con claridad.
Jesús Manuel "El Cid" afronta la que será su última temporada de luces. Un torero con una mano izquierda portentosa, con ella ha forjado gran parte de su leyenda, un torero al que he visto torear muchas veces en tardes en las que me ha emocionado, otras en las que me ha decepcionado, desconfiado y fuera de sitio, muchas en las que ha perdido los trofeos por el mal manejo de la espada, su gran punto negro, un gran torero, sin duda, pero que para mi siempre ah estado un pelón sobrevalorado y al que se le han pasado y "perdonado" cosas que a otros no se les concede. Aún le queda despedirse de Las Ventas, supongo que el bombo de Simón Casas lo permitirá, pero ayer dijo adiós a Vistalegre en una tarde en la que de nuevo, una vez más, la Tizona le privó de salir a hombros. Abanto de salida y sin fijeza el primero de Puerto de San Lorenzo. Lo paró muy bien El Cid con su capote, verónicas templadas, meciendo la embestida de un toro que mostró querencia desde el inicio, pero el saludo capotero rezumó temple, clase y elegancia levantando la segunda ovación de la tarde, la primera ya se la había llevado el sevillano al romperse el paseíllo. Bien estuvo El Cid con la muleta, a base de paciencia embarcó al de Puerto de San Lorenzo en los vuelos. Mostraba querencia y tendía a rematar hacia los adentros. Lo aprovechó El Cid en esos terrenos y surgieron un par de tandas en redondo de mucha calidad, por bajo, templadas, que junto a un par de naturales sueltos marca de la casa, con mucha hondura, fueron lo mejor de una faena a ese toro que, si bien humillaba, tendía a irse al final del muletazo, lo que restó ritmo y continuidad al trasteo. El tercero, de Victorino Martín, fue un grandísimo toro, bravo y enrazado, con todas las cualidades de su sangre, al que todo había que hacérselo bien y por bajo, porque de otra manera te tomaba la medida y ganaba la partida. Extraordinario Cid con el capote, sometiendo al toro, pudiéndole, demostrando quien llevaba el timón de mando, lección de conocimiento de lo que es este encaste. Brindó a Santiago Abascal y seguro que tanto este como Morante vivieron con pasión y emoción la gran faena que compuso el de Salteras. El de Victorino rompió a embestir con fijeza y humillación la muleta baja y poderosa que le puso El Cid, tandas en redondo largas, siempre por bajo, el hocico del toro oliendo la arena, perfectamente acoplado El Cid, toreo sublime, templado, profundo, elegante, y Vistalegre estalló en olés por la transmisión y emoción de la faena. Por el pitón izquierdo le costó más, algunos naturales fueron portentosos pero al conjunto le faltó cierta continuidad por un par de inoportunos desarmes, pero en todo momento estuvo Cid poderoso y dominador, entendiendo a la perfección las excelentes condiciones  del Victorino y pleno de entrega. Una estocada desprendida acabó con la vida de este toro que fue fuertemente ovacionado en el arrastre y al que, incomprensiblemente, el presidente negó la oreja tras una petición mucho más que mayoritaria. Lo de siempre, varios miles se emocionan y sueñan el toreo y un personaje con ganas de notoriedad echa todo por tierra, ¡que pena!. Pocas opciones le dio al de Salteras el quinto de Parladé , que salió con que tranco y metió bien la cara en el saludo capotero, torero y elegante en las verónicas El Cid, pero el toro se vino abajo en el último tercio, tan solo en la primera tanda en redondo hubo emoción por la movilidad del Parladé, pero ahí se le acabó la gasolina. Agarrado al suelo, tardo y reservón, defendiéndose, con la cara alta, sin entregarse, más no se guardó nada el sevillano, lo intentó, le puso la muleta, trató de llevarlo, pero el toro no colaboró, pasaba sin clase ni entrega alguna, faena que no pudo tomar vuelo en ningún momento. Pese a todo creo que El Cid anduvo solvente y muy por encima del parado animal. Y luego lo que tantas veces se ha dicho de él, que cuando torea bien mata mal y viceversa. Ayer tocó una sensacional estocada que hizo rodar al quinto de Parladé. ¡Ay si hubiese matado así al primero o tercero!.
Una muy buena tarde de toros, la primera de la temporada en la capital, en un precioso día primaveral madrileño, en una plaza confortable y agradable, a la cual se llega con comodidad en metro, o en moto como hice yo, incluso en coche, con un espléndido parking bajo ella, con un cartel de lujo y un resultado final realmente bueno, que tan solo tuvo un punto negro, un lunar muy preocupante. ¿Por qué tan solo hubo media entrada siendo generosos? No lo sé y no me lo explico. Lo que sí sé es que si por mucho que se haga para programar festejos de interés el público no responde, mala pinta tiene la cosa.

Antonio Vallejo

viernes, 22 de febrero de 2019

¡Al rico bombo, señores!


La última de Simón Casas Productions ha visto la luz, el bombo de San Isidro, al que el empresario francés quiere hacer tan famoso como el de la Lotería de Navidad o el del gran Manolo. Bombos con los que una generación como la mía, la del 1967, y otras muchas hemos crecido, hemos soñado, nos hemos alegrado, pero también hemos sufrido y llorado tantas veces como la selección española era eliminada Eurocopa tras Eurocopa o mundial tras mundial. Son parte de nuestra vida, son una tradición, creo que para todos la Navidad comenzaba oficialmente con los niños de San Ildefonso cantando los números y los premios que salían de esos enormes bombos, y si hablamos de tradiciones que llenan nuestras vidas no hay duda que el toreo es quizás la más relevante y ancestral y arraigada en nuestra España. Igual que hemos crecido con esos bombos, los taurinos de mi generación hemos crecido esperando año tras año los anuncios de los carteles que conformaban las grandes ferias, que corridas iban a matar las figuras, como se emparejaban los nuevos matadores, todo ello envuelto en una atmósfera de misterio hasta el último minuto, con negociaciones de despachos, con muchas leyendas a su alrededor, con luces y sombras, con la magia y el misterio que envuelve al toreo. Siempre me he definido como amante y defensor de nuestras tradiciones, más aún en el toreo, y soy poco amigo de ciertas innovaciones, menos aún de revoluciones, sobre todo si atañen a algo tan serio como es la Tauromaquia. ¿Por qué digo todo esto?. Sencillamente, porque me parece que es bueno que el toreo debe ir cambiando según los tiempos, que tiene que "modernizarse" y adaptarse a cada época, pero también dentro de unos límites. A lo mejor dentro de una década nos hayamos acostumbrado a que San Isidro  la Feria de Abril, o las Corridas Generales de Bilbao se confeccionen al estilo Champions League, a lo mejor hasta funciona que haya una fase previa calificadora, cuartos, semifinales y final, quien sabe, pero a día de hoy se me hace muy cuesta arriba algo como lo del bombo de esta mañana. Ya sé que el pasado Otoño salió redondo, que las combinaciones que el azar nos brindó resultaron rematadas y que fue una gran Feria de Otoño, pero lo de hoy no me caba de convencer. Posiblemente pensaron lo mismo los aficionados de 1896 cuando Luis Mazzantini, el rey del volapié, torero guipuzcoano de nacimiento pero considerado por la afición como "torero de Madrid", admirado y muy querido, tanto que tras su retirada fue también empresario de la plaza madrileña y del Teatro Real, harto de que los ganaderos favorecieran en la asignación de los toros a su gran rival en los ruedos, Guerrita, e impusiera el sorteo previo a la corrida. Recordemos que en esa época el orden de lidia lo decidía el ganadero y generalmente reservaba los toros que consideraba mejores para el final -de ahí viene la célebre frase "no hay quinto malo"- o para las figuras, algo que Mazzantini  consiguió echar por tierra, si bien no fue hasta la década de los años veinte del siglo XX cuando se generalizó el sorteo posiblemente  influenciado por la gran rivalidad de los gallistas y belmontistas de la época. Lo que en su día pudo ser un cataclismo, me imagino que muchas figuras no aceptaban el hecho de no elegir ellos sus toros o que el ganadero de turno les reservara los mejores, hoy en día es una de las tradiciones más bonitas del toreo, el apartado y el sorteo a las doce de la mañana, con el mayoral, el presidente, las cuadrillas, los apoderados, todos ellos en los corrales de la plaza atentos al sombrero del que se sacan los papelillos cada día de corrida. Vuelvo a lo de antes, las tradiciones con las que muchos hemos crecido, y esta del sorteo lo es, como para mi ha sido toda mi vida esperar a que tras mucha espera se dieran a conocer los carteles de la feria taurina más importante del mundo. Es posible que tenga que cambiar mi mentalidad y adaptarme al mundo moderno, pero insisto que esto del bombo se me hace algo complicado, al menos en el formato ideado para este San Isidro.
Vamos por partes. Primero, se ha hablado de toreros que han dicho sí al bombo y otros que no sin que tengamos muchas más explicaciones, algo que puede llevar a que algunos califiquen a unos como "héroes" y a otros como "villanos", que ya sabemos cuanto le gusta a cierto sector de la plaza prejuzgar y señalar. Segundo, ¿qué criterios se han seguido para decidir quien entraba en el bombo y quién no?, ¿solo las figuras?, ¿quien es figura y quien no?. Un sorteo en el que entran diez toreros y diez ganaderías como base de una feria que va a tener ¡34 tardes de toros! me parece más fuegos de artificio, ruido y publicidad, que algo serio y acorde a la importancia de la primera plaza del mundo. Miren, probablemente entendería un sorteo puro y duro, metiendo en un bombo los nombres de todos los matadores del escalafón y en otro todas las ganaderías que hayan lidiado alguna vez en San Isidro, ¿por qué no?, dando además opción a darse de baja a quien lo quisiera y dejando varios huecos para alguna alternativa y/o confirmación. Pero claro, eso sería imposible y absurdo porque supondría un gran riesgo de cara a la taquilla -renovación de abonos y entradas sueltas- según las combinaciones que dictara el azar, además del paupérrimo aspecto que muchos días tendrían los tendidos. Así que, descartado este sorteo imposible, queda la opción de confeccionar los carteles como toda la vida, en los que las figuras mandan y exigen porque para eso lo son y arrastran no solo al público en general sino también a los aficionados, como siempre ha sido y será, o hacer un quiero y no puedo como el de hoy, que para mi es lo que ha sido este curioso sorteo del bombo.
¿Y el resultado?. Pues después de otra puesta en escena más  tipo FIFA o UEFA  que torera, es lo que ya todos ustedes conocen, que Roca Rey matará la corrida de Adolfo Martín, Sebastián Castella la de Jandilla-Vegahermosa, Enrique Ponce la de Juan Pedro Domecq, Álvaro Lorenzo la de Garcigrande-Domingo Hernández, Antonio Ferrera la de Puerto de San Lorenzo-La Ventana del Puerto, Miguel Ángel Perera la de Fuente Ymbro, Ginés Marín la de Montalvo, López Simón la de Parladé mientras que Diego Urdiales y Paco Ureña matarán cada uno una de las dos de alcurrucém anunciadas. Sinceramente, ¿para estas combinaciones era necesario este espectáculo?. Salvo lo de Roca Rey con los adolfos el resto de emparejamientos podrían haber sido sacados de los últimos sanisidros y a nadie creo que le impacten especialmente. Pero además hay otro aspecto que tratar, tan solo conocemos a uno de los matadores de la terna, porque supongo que serán ternas, no creo que se le ocurra montar diez encerronas en solitario. Bromas aparte, ¿qué pasa con los matadores que acompañarán a estos diez elegidos?. Aquí viene otro de los capítulos curiosos de este sorteo, o la menos así me lo parece. Para completar los carteles de esas diez tardes se va a atender a cinco criterios:

1.- Toreros que hayan entrado en este bombo y quieran torera más tardes. A ver si lo entiendo, que por ejemplo Urdiales dice que quiere matar una de Alcurrucén y la de Puerto de San Lorenzo, pues nada, adelante. Y si a Roca Rey le apetece la de juan Pedro con Ponce, también. Que quieren que les diga, que este punto tiene poco de sorteo y mucho de que los elegidos hagan lo que quieran.

2.- Confirmaciones de alternativa. ¿Acaso no ha sido así toda la vida?. Sin ir más lejos, hace dos años Ginés Marín fue el gran triunfador de San Isidro y confirmaba alternativa con una corrida de Alcurrucén de la mano de Juli. Y también ese día confirmaba Álvaro Lorenzo, ambos presentes hoy en el bombo.

3.- Toreros emergentes. Digo lo mismo que en el punto anterior, toda la vida San Isidro ha sido la reválida que los matadores que despuntaban un año antes o los que en lo hacían en Valencia, Castellón o Sevilla por poner algunos ejemplos. Es decir, que no aporta nada distinto al no sorteo.

4.- Toreros habituales de corridas duras a quienes se les ofrece la oportunidad de entrar en otro tipo de carteles. ¿Acaso no se ha dicho también toda la vida que a tal o cual torero había que verle con otros hierros?, ¿acaso no hay sobrados ejemplos de toreros especialistas en corridas duras que cuando han matado los hierros de “las figuras” han demostrado una calidad suprema?. Se me viene a la cabeza Luis Francisco Esplá o Juan José Padilla, distintos estilos y conceptos pero trayectorias similares en este aspecto.

5.- “Otros toreros que tengan legitimidad para torear en San Isidro”. ¿Qué quiere decir esto?, ¿qué hay que cumplir para estar “legitimado”?. A ver, Juli, Morante, Manzanares y Talavante, ¿tienen “legitimidad” para estar en este San Isidro?.

Sinceramente, este último punto me parece de coña y creo que echa por tierra toda esta parafernalia y este espectáculo publicitario que para mi ha sido el bombo de esta mañana. Y lo digo con todo respeto para la empresa, más aún para los que han aceptado entrar en ese bombo, empezando por el torero al que todos ustedes saben que más admiro, Enrique Ponce, y para las ganaderías anunciadas aunque no entienda que Victoriano del Río o Nuñez del Cuvillo estén ausentes del bombo, pero este formato no me gusta. Quiero pensar que grandísimas figuras del toreo como son Juli, Manzanares, Morante y Talavante estarán presentes en San Isidro, otra cosa me parecería hacer una feria devaluada y abaratada, que a lo mejor es lo que se busca, reducir gastos. Luego veremos como responde la taquilla en la renovación de abonos con una feria larga, amputada en lo que a nombres de máximas figuras se refiere y rellena de nombres de mediano y bajo escalafón para completar la burrada de 34 tardes, que no significa que sean malos toreros ni que no merezcan estar en Madrid pero que no van a hacer que el gran público se vuelva loco por ir a los toros. Hace un par de días una amiga me enviaba un mensaje de Whatsapp que me hizo mucha gracia pero que estaba cargado de razón en el que me preguntaba: “si no vienen ni Morante ni Manzanares, ¿a quien vamos a ver tu mujer y yo?”. Cierto, Techu, esa misma pregunta se la hará mucha gente que va días sueltos a los toros, gente a la que le gusta ver a ciertas figuras, público que llena las plazas porque hay nombres que tiran de ellos, público necesario para que la Fiesta siga viva, más allá de aficionados tan puros que solo saben mirarse el ombligo. Pero no te preocupes, no sé a quien veréis torear Inma y tú, pero seguro que al final es un buen cartel, ¡siempre os guardamos los mejores!. Aunque la de Cayetano, si viene, es para mi hija María, lo siento. Para rematar este asunto, solo un ejemplo. Si a usted le dan a elegir ver a David Galván, Juan Ortega y Pablo Aguado, o a Fernando Robleño, Octavio Chacón y Pepe Moral, dos pedazos de carteles para Resurrección y Ramos en Madrid, muy de aficionados, o ver a Juli, Manzanares y Roca Rey en Sevilla, ¿a qué plaza iría? y ¿qué plaza creen que registrará mejor entrada?.
En resumen, el sorteo de esta mañana me parece un espectáculo quizás más enfocado a llamar la atención y hacer ruido para que se hable de toros, lo cual me parece fantástico, pero que se aparta de lo que para mi es y debe ser San Isidro, la primera feria del mundo, la primera en seriedad dentro y fuera de la plaza. Veremos como quedan los carteles y será momento de juzgar el acierto o no de la empresa Simón Casas Productions con esto del sorteo.
¡Al rico bombo, señores!

Antonio Vallejo


lunes, 11 de febrero de 2019

Adiós, México, adiós


Adiós a una Temporada Grande que para mi ha sido apasionante, como cada año desde que tengo la oportunidad de seguirla en directo gracias a las retransmisiones de Canal Toros. Se acabaron las madrugadas de domingo en vela hasta altas horas de la madrugada, esta noche en concreto daban las cuatro cuando por fin finalizaba el último de los festejos, el de la Oreja de Oro, premio que se ha llevado el tlaxcalteca Sergio Flores con total merecimiento. Pero todas esa madrugadas venciendo la sueño, todos esos lunes fatigosos y cansados han merecido la pena solo por vivir y sentir del toreo a la manera que lo hacen en La México, con sus costumbres tales como arrancar cada paseíllo con un ¡olé! al unísono con las notas de “Cielo Andaluz”, o los homenajes y vueltas al ruedo multitudinarias y eternas, con sus gustos y manías, como el tercio de varas que para nuestro punto de vista es chocante e incluso escandaloso e incomprensible, único puyazo  la mayoría de las veces señalado o poco más, con ese toro “mexicano” tan peculiar de hechuras, más pequeño, mucho menos desarrollado de pitones comparando con lo que vemos en España, tantas veces excesivo dicho sea de paso, con ese embestir lento, lentísimo, al paso, que parece que se va a parar y que enloquece a la afición capitalina porque es cierto que encierra tremenda belleza. Matices y formas de entender el toreo opinables y con los que se puede estar más o menos de acuerdo, por supuesto, lo mismo opinarán ellos de nosotros. Pero hay algo que a mi me he enganchado desde que me asomé por vez primera a las retransmisiones de la Temporada Grande, la pasión con la que lo viven, de principio a fin, volcados, entregados a la Fiesta, disfrutando de cada detalle, respondiendo con olés rotundos a un lance, a un muletazo, a un adorno, da igual, en cuanto surge algo bello responden, buscan lo bueno en todo momento, desde los narradores, geniales y con una gracia especial en sus comentarios, hasta el último de los aficionados, ajenos a la crispación que tantas veces soportamos en algunas plazas, Madrid a la cabeza, en las que parece que se va a buscar el fallo más que a gozar de lo bello y lo bueno del toreo. Mucho he aprendido en estos años de desvelo taurino dominical y mucho he vibrado y me he emocionado en esas madrugadas que han merecido mucho la pena. En mi memoria quedará el indulto de Diego Ventura a Fantasma, el adiós de Juan José Padilla, la torería infinita de Antonio Ferrera, la firmeza y el valor de Sergio Flores, la madurez espléndida de Castella, el elegante y torero Pablo Hermoso de Mendoza, el temple de Joselito Adame, el huracán Roca Rey que arrasó La México, la verdad de Arturo Macías, Calita o Luis David Adame, pero por encima de todos un nombre, le consentido, el número uno, el para mi más grande, Enrique Ponce, que en sus dos comparecencias derramó arte, torería, valor, entrega, compromiso, responsabilidad en madrugadas mágicas que me hicieron soñar el toreo eterno e inmortal del valenciano. Muchos recuerdos que he querido compartir a lo largo de estos meses y recomendaría de todo corazón a cada uno de los que se adentran en este blog que también lo hicieran al toreo mexicano, estoy convencido que les iba a arrebatar, es muy enriquecedor, se lo aseguro.
Para echar el telón a esta Temporada Grande se programaba ayer una corrida con toros de dos hierros diferentes, Arturo Gilio y Cieneguillas, que fue dispar de presentación, algo lógico al ser ganaderías de distinta procedencia. La de Arturo Gilio lleva sangre Parladé y sus toros, primero, segundo y quinto de la lidia ordinaria, estuvieron muy bien presentados, cuajados, cornidelanteros, ofensivos, desarrollados de pitones, con una tipología similar al toro que acostumbramos en España. Por su parte los toros de Cieneguillas, tercero, cuarto y sexto, pertenecen al encaste Llaguno, el toro tipo mexicano, más corto, enmorrilado y  menos ofensivos, incluso uno, el sobrero que ssalió tras devolverse al primero, era claramente cornicorto y a mi juicio justo de trapío. Sin duda que me parecieron toros con mucha más presencia los de Gilio, pero todos tuvieron lo más importante, que todos anduvieron en tipo, volumen y defensas acordes a su sangre. Luego salieron dos toros más de regalo, séptimo de Gilio y octavo de San Mateo también correctos de presentación. Una corrida claramente mejorable en cuanto a juego, sobre todo viniendo de la borrachera de toreo que proporcionaron los toros de Montecristo y Los Encinos en las dos corridas del Aniversario. Toros mexicanos para una terna de mexicanos, la formada por Arturo Saldívar, Sergio Flores y Michelito Lagravere, quien confirmaba alternativa. Con estos mimbres me parece decepcionante el pobre aspecto de los tendidos, menos de un cuarto en el numerado y prácticamente desierto el general. Imagino que será la resaca tras la borrachera de toreo del Aniversario, no encuentro otra explicación para tan pobre entrada en el día del cierre.
No se puede decir que Michelito tuviera ayer suerte con su lote. El toro de su confirmación, de Gilio, era un jabonero precioso, de magníficas hechuras, cuajado, bajo y reunido, cornidelantero, muy ofensivo, fino de mazorcas y puntas, que salió con movilidad y humillando en las verónicas y chicuelinas de saludo, aunque de corto recorrido. Pero al entrar al peto del caballo parece romperse la mano derecha y queda descoordinado e inválido para la lidia, por lo que es devuelto. Hasta aquí algo normal, pero lo que vino después fue de traca. No exagero, ¡20 minutos de reloj para devolverlo a los corrales! Salían los mansos, hasta cuatro veces, rodeaban al toro, lo llevaban hasta la puerta de toriles y el de Gilio se daba la vuelta y no había quine le hiciera entrar. Se intentó abriendo la puerta de cuadrillas para meterlo en el callejón y que por ahí fuera hacia toriles, imposible, no había tu tía. Pasado ese tiempo impera la lógica y Arturo Saldívar, como director de lidia, solicita permiso para matar al toro y así acabar de una vez con el grotesco espectáculo. Previo a entrar a matar le pone la muleta ¡y que el toro se mueve, no se cae y embiste!, ¡manda narices!. Menos mal que no siguió por ahí y lo pasaportó rápido. Miro el reloj y son las 00:25 horas, y el paseíllo había arrancado a las 23:30 horas, ¡y en realidad aún no había saltado el primero!. El sobrero que hace de primero bis lleva la divisa de Cieneguilla, cornicorto y para mi justito de trapío, se frena en el capote, echa las manos por delante y se queda corto en el capote. Deslucido saludo que continúa la misma tónica en el caballo y banderillas, por donde pasa sin pena ni gloria, parado y además perdiendo las manos por falta de fuerzas. Sobra decir que en la muleta nada cambió. Sin fuerza, sin recorrido, suelta la cara, puntea las telas y a la mínima se  derrumba. Faena de pases inconexos sin sentido alguno que alarga en demasía Michelito. Para colmo se atasca con la espada y la cosa queda en un discreto y respetuosos silencio en el toro de su confirmación, para olvidar. Tiene que esperar el de la Mérida mexicana hasta el sexto para desquitarse del fiasco, pero el de Cieneguillas que le corresponde es un calco del anterior. Frenado en le capote, echando las manos por delante, para acabar de coronarlo pega una voltereta al clavar los pitones en la arena que le dejan aún peor. Ni cumple en el caballo, se derrumba al llegar al peto, ni en banderillas, teniendo que emplearse la cuadrilla con inmenso mimo a la hora de posar, más que clavar, los pares. Nada en la muleta, embiste al tran-tran, corto de recorrido, a media altura, soltando la cara, nula emoción. Michelito tan solo pudo poner ganas quedando inédito. Por tanto no es difícil entender que pidiera uno de regalo, lo mismo que había hecho Saldívar justo al finalizar el tercio de banderillas de este sexto. Así que dos toros más y a esas horas. Lo corresponde a Michelito el octavo, de San Mateo, muy bien hecho, acapachado, abrochado y serio, abanto de salida, sin fijeza, de embestida desconcertante, tan solo un par de verónicas y la media de remate tienen cierta enjundia. Por lo menos este segundo regalo nos dejó un sensacional puyazo de César Morales, agarrado arriba, parando perfectamente el arreón, midiendo el castigo a las mil maravillas, un grandísimo tercio de varas, emocinante y bello. Lo prueba Michelito a la salida del caballo, por chicuelinas un tanto embarulladas pero que gustan y levantan los olés,  pare rematar con una airosa serpentina. Toro con movilidad y pronto en la muleta, con buen tranco, con mucho que torear y con buen fondo, mete bien la cara por el pitón derecho, el único, por el izquierdo no pasa, corta y busca. Series de derechazos a mi modo de ver faltas de reposo, un tanto aceleradas, con mucho movimiento de pies, dando la sensación de ir algo pasado de revoluciones. Le saca tandas de derechazos que liga bajando la mano, seguidas con olés por los aficionados, pero creo que ese toro hubiera lucido mucho más en unas manos más expertas que hubieran aplicado temple, porque bravura y clase tenía. Sinceramente creo que no ha estado mal Michelito, teniendo en cuenta lo poco toreado que está según comentaban, pero me ha parecido superior el toro y se ha ido con las orejas puestas, un lástima.
El que hacía segundo, de Gilio, era un tío, muy serio, abierto de cara, cornidelantero, muy ofensivo. Toro abanto de salida que suelta la cara, sin definir su embestida, deslucido en el capote que le ofrece Arturo Saldívar. La suerte de varas en este toro es un visto y no visto, ni le había dado tiempo al picador que guardaba puerta a asomarse al ruedo cuando el toro ya había llegado al caballo del picador de turno, le da un pinchacito que no llega ni a ser un puyazo señalado y ya está, a otra cosa mariposa, se cambia el tercio. En fin, así es México en algunas cosas, incomprensible para nosotros. El que sí sube la temperatura es el vibrante quite de Saldívar por gaoneras, revolera y brionesa de remate, precioso quite a un toro que se mueve con brío y emoción. Aprovecha esa cualidades el hidrocálido en tandas reunidas y sometidas por bajo por el pitón derecho, con largura y mucho temple, con buenos de pecho para cerrar las tandas y un cambio de mano de ensueño. Por el pitón izquierdo roba naturales con hondura y muy templados de enorme mérito porque por ese lado el toro es más bronco y complicado. Aguanta el hidrocálido los arreones y vuelve a torear en redondo muy templado, por ese pitón va de dulce, series limpias y profundas, olés y olés, con la mano baja, poderoso, sometiendo al toro que acaba rajándose ante el mando de Saldívar. Exprime las últimas embestidas de un toro ya rajado entre las rayas con unos circulares invertidos emocionantísimos que pone en pie a La México. Mata de una certera estocada arriba que vale una oreja merecida para una faena con emoción y muy bien estructurada por el de Aguascalientes. El cuarto, de Cieneguilla, está muy en tipo Llaguno, vuelto de pitones, alto y fino de cabos. Toro muy deslucido en el capote, suelto, sin humillar, que sin embargo en varas cumple aceptablemente metiendo la cara abajo, pero que en banderillas vuelve al tono gris. No mejora en la muleta, gazapón, embiste al paso, la cara a media altura, intenta puntear los vuelos, sin recorrido ni ritmo. Muy deslucido por ambos pitones si bien Saldívar pudo instrumentar algunos naturales sueltos con cierta hondura, pero a todo el trasteo le falta continuidad y transmisión por la sosería y falta de empuje del toro. Por encima Saldívar, siempre poniéndole la muleta en la cara, llevándolo templado, pero el conjunto no llega a calar en los aficionados por la sosería del animal. Así se entiende que el de Aguascalientes pidiera uno de regalo durante la lidia del sexto como conté antes. Ese de regalo saltó en séptimo turno, de Arturo Gilio, playero y abrochado de pitones, de nombre Regalito. Vamos, que parecía hecho a propósito. Lo malo es que el toro fue eso, un regalito envenenado para Saldívar. Se frena en le capote, echa las manos por delante, se acuesta por le pitón izquierdo, muy deslucido. Empuja con cierta codicia en varas pero en banderillas se muestra como es, tardo, parado y cortando, muy pobre juego. Sin gracia en la muleta, sin recorrido, sin clase, tardo, lo intenta llevar toreado el hidrocálido con cierta calidad a base de técnica y temple, pero la faena no toma vuelo, carece de ritmo, continuidad y transmisión por lo que decide abreviar con magnífico criterio, al menos yo se lo agradecí, las 3.30 horas y aún quedaba el de regalo para Michelito.
Sergio Flores llegaba avalado por su rotunda puerta grande lograda cinco días antes. El primero de su lote fue el que menos me gustó de hechuras en toda la corrida. Para mi gusto un toro de Cieneguillas algo justito de pitones, basto, bajo y pasado de kilos al que el tlaxcalteca recibió por mecidas verónicas, templadas, metiendo los riñones y echando la pierna adelante para rematar con una media preciosa. Basa la faena por el pitón derecho, redondos templados alargando el viaje, tirando del toro con suavidad, haciéndolo todo a favor del animal en series templadas y acopladas pero en las que falta un puntito de emoción por la embestida sosa del de Cieneguillas. Por el pitón izquierdo compone naturales limpios y con cierta largura pero al conjunto le falta ligazón y línea argumental, algo deslavazado porque el toro se siente podido y solo responde al primer y segundo muletazo, al tercero se para y mira. Muy firme, poderoso y técnico Sergio, por encima de su enemigo al que pasaporta de una entera arriba que lo manda al desolladero. Le quedaba el quinto para cumplir con su tradición de oreja por actuación en La México. Un toro de Arturo Gilio que para mi fue el de más imponente presencia de toda la corrida, un auténtico tío. Se frena en los primero scapotazos, toma un par de verónicas pero sale suelto, sin entrega. Flores le ecah el capote al suelo y lo lleva andándole hacia atrás con mimo, enseñándole a embestir, con inmensa técnica y calidad. Para calidad y clase la de Gustavo campos que compuso una auténtica obra de arte en dos pares de poder a poder, asomándose la balcón, perfectos de reunión y colocación para salir andando del encuentro con torería suprema, ¡qué grandísimo torero de plata!, al que ojalá veamos esta temporada en España. No sé si en México se estila dar premios como en España, pero si así es seguro que se llevaba el de mejor par de banderillas en la Temporada Grande. Vibrante arranque de faena, las zapatillas clavadas en los medios, un cambiado por la espalda, estatuarios, un trincherazo monumental y uno de pecho descomunal, todo ello entre olés desaforados. Muy bien Flores, encajado, metiendo los riñones, muy templado, lo lleva en redondos bajos y largos, adornándose con una arrucina y un farol que pone en pie a la plaza. Rotundas las tandas que nacen por el pitón izquierdo, naturales con hondura y clase, arrastrando la muleta, para cerrar con un cambiado y un circular invertido que hila con el de pecho de pitón a rabo que componen un homenaje al toreo pleno. Firme, poderoso y torero Flores por ambos pitones, faena de mucha altura a un toro bravo, noble y enclasado que transmitió y llegó a unos aficionados entregados y ya con los pañuelos en la mano deseosos de agitarlos al viento pidiendo orejas. Las postrimerías de la faena en el tercio destilan torería pura, trincherillas y pases por ambos pitones muy ceñidos a la cintura, ligados en una palmo, con enorme emoción. Un pinchazo y una entera trasera son suficientes para hacer doblar a este gran toro que vende cara su muerte haciendo gala de su casta y bravura. Oreja de mucho peso que además le sirve al tlaxcalteca para recibir con total merecimiento el premio de la Oreja de Oro que pone fin a una Temporada Grande que creo que ha tenido un altísimo nivel.
Adiós, México, adiós. Hasta la próxima.


Antonio Vallejo

sábado, 9 de febrero de 2019

Histórico y triunfal Aniversario


Tarde histórica la del 5 de febrero de 2019, una tarde que no olvidarán los aficionados mexicanos, como tampoco creo que olvidemos esa madrugada española los aficionados  que vimos y vivimos con intensidad la corrida del Aniversario a través de la televisión. Una tarde allá y una madrugada acá para sentir el toreo en plenitud, para gozar con la inmensa grandeza de un Arte capaz de emocionar y apasionar como ninguno. Una corrida completa, una corrida antológica en todos los aspectos, dicen que la mejor de Aniversario en toda la historia, y van ya unos cuantos años que La México conmemora el aniversario de su apertura, concretamente 73 desde aquel lejano 5 de febrero de 1946. Una corrida en la que la conjunción del triángulo mágico de la tauromaquia que forman toro, torero y afición fue, sencillamente, perfecta. Y así es fácil entender que el resultado final solo pueda ser uno: el triunfo de la Fiesta plena, tal como sucedió este martes 5 de febrero.
Una corrida de Los Encinos, ganadería mexicana de primerísimo nivel propiedad de D. Eduardo Martínez Urquidi formada en el año 1990 a partir del encaste Llaguno mezclado con sangre santacolomeña, que me atrevería a calificar de extraordinaria por muchos motivos, empezando por su presentación, magnífica, ocho toros de muy buenas hechuras, armónicos, proporcionados, serios, con trapío y, lo que me parece lo más importante y lo fundamental a la hora de analizar la presencia de los toros, todos en tipo, lo mejor que se puede decir de un toro. Si un toro responde a las características morfológicas propias de su encaste, su peso, su volumen, su encornadura, tiene más posibilidades de embestir, mientras que si se le saca de tipo, ya sabemos lo que pasa, tantas y tantas tardes lo hemos sufrido, marmolillos cargados de kilos y  cornamentas descomunales que resultan imposibles para la lidia. Un diez al trabajo del ganadero, inmejorable la selección de los ejemplares que llevó a La México. Y un detalle muy curioso y peculiar, el nombre de los seis toros elegidos para los matadores de a pie. Atentos: García Márquez el segundo, Ortega y Gasset el tercero, Vargas Llosa el cuarto, García Lorca el sexto, Wolff el séptimo y Savater el octavo, todos ellos nombres de célebres pensadores y escritores, todos ellos grandes taurinos, firmes defensores y difusores de la Fiesta, un guiño a la literatura y la filosofía, a la cultura en definitiva, que eso es la Tauromaquia, cultura y arte. Pero la cosa no quedó en sus preciosas láminas, ni mucho menos. No era solo fachada lo que tenían los toros de Los Encinos, llevaban un fondo y un juego que durante las algo más de cuatro horas que duró la corrida mantuvo siempre viva la llama de la emoción. Unos fueron más bravos, otros más nobles y enclasados, otros exigentes y complicados, pidiendo el carnet que suele decirse, incluso uno fue un manso pero con  movilidad y emoción, pero a excepción del último todos transmitieron y llegaron a los tendidos y tuvieron fondo de raza y casta. También hay que decirlo, que para lograr esa transmisión y emoción mucho tuvieron que ver los cuatro maestros acartelados para esta corrida de Aniversario. Nada más y nada menos que Pablo Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce, Sergio Flores y Luis David Adame,Luis David en los carteles, que desplegaron toda su técnica, todo su conocimiento, todo su saber, todo su arte y también todo su valor para aprovechar el fondo de cada toro a la perfección. Si a ello sumamos a una afición que acudió en masa a La Monumental, que abarrotó el numerado y registró una muy buena entrada en el general, con ganas de disfrutar del toreo, de cada detalle, de cada lance, de cada suerte, de cada pase, no es difícil imaginar que el resultado final fuera el que a la postre fue, con Enrique Ponce, Sergio Flores, Luis David y D. Eduardo Martínez saliendo a hombros por la puerta grande de Insurgentes.
Si Pablo Hermoso de Mendoza no salió a hombros fue única y exclusivamente debido a la mala suerte con el rejón de muerte, porque dio una lección de toreo a caballo, de doma, de conocimiento de los terrenos, de elegancia y de torería. Rejoneo de altura, basado en la pureza y la verdad, rejoneo ortodoxo y clásico, ejecutado con naturalidad y una facilidad pasmosa solo al alcance de grandes figuras como es el navarro. El primero de su lote era un toro de muy buenas hechuras, largo, con volumen, proporcionado, muy serio, con trapío. Lo para y encela en la grupa con maestría y temple, el de Los Encinos tiene nobleza y fijeza, persigue al caballo con codicia, Pablo Hermoso lo lleva auténticamente toreado y coloca un rejón de castigo extraordinario dejando llegar los pitones del toro a centímetros de su caballo. En banderillas Pablo Hermoso derrocha elegancia y pureza, lleva cosido al toro al costado del caballo, recorre el anillo templando la embestida como si manejara la muleta, recortes hacia dentro entre olés clamorosos, para dejar los palos dándole el pecho, llegando hasta la misma cara, quebrando con limpieza, con verdad, de poder a poder. Hasta cuatro banderillas dejó cada cual mejor, sin salirse de la suerte, toreo a caballo puro, pero sin renunciar a piruetas y adornos al salir del encuentro con el toro, todo entre olés y más olés de unos aficionados  rendidos a la lección de temple y torería de Pablo Hermoso de Mendoza, figura de leyenda. Tres banderillas cortas que deja perfectamente reunidas en lo alto circulando alrededor del toro y el adorno final haciendo el teléfono ponen en pie a unos aficionados rendidos a la maestría del navarro. Lástima que el medio rejón de muerte que dejó a la primera fuera insuficiente para hacer doblar al de Los Encinos y que se atascara con el descabello, porque una oreja, si no dos, habría ido a sus manos. Pero no pudo ser y los aficionados le tributaron una cariñosa y sonora ovación en reconocimiento a una faena templada e inteligente, propia de la figura que es Pablo Hermoso, que era de premio. Como también despidieron con ovación el arrastre del bueno y noble toro de Los Encinos, demostrando que la alegría y las ganas de disfrutar no van reñidas con la justicia, la seriedad y el saber. El quinto fue otro gran toro, un cárdeno de magníficas hechuras, muy serio, abierto de cara, con clase, humillaba y perseguía la cabalgadura con celo. Igual que ante el primero Hermoso desplegó sobre el ruedo un toreo a caballo de gran altura, todo ejecutado con pureza, templando y llevando al toro con una facilidad y una naturalidad exquisita, cosido a la grupa, dejando tanto el rejón de castigo como las banderillas con verdad, quebrando en la cara. Impecable lidia, dominador de los terrenos, alargando o acortando las distancias según pedía el toro, emoción a raudales al torear envolviendo al de Los Encinos con el cuerpo del caballo, para después enfrentar ambas caras, la del toro y la de su caballo, en una estampa preciosa y emocionante que pone a La México en pie. Remata la faena con banderillas cortas reunidas y un par a dos manos pasando por dentro que desatan la locura en los aficionados que le gritan “torero, torero”. Un rejonazo de muerte arriba que pasaporta al toro a la primera vale una oreja, corto premio a mi modo de ver no solo por esta faena clásica, elegante y de verdad sino también por la realizada ante el primero. Una pena porque hubiera sido la guinda del pastel si Pablo Hermoso de Mendoza hubiera salido también a hombros junto a los otros tres matadores. En mi opinión lo merecía, más aún teniendo en cuenta, como luego comentaré, el rasero aplicado a Luis David en el cuarto. Por cierto, toro premiado con arrastre lento, lo que dice a las claras la calidad del de Los Encinos.
Con Enrique Ponce hace ya mucho que se me han agotado los calificativos. Más allá de mi admiración, auténtica devoción por el que he repetido, repito y repetiré mil veces que me parece el más grande de todos los tiempos, es que los hechos lo demuestran una y otra vez. El martes fue la última, o como digo siempre, la penúltima, porque visto lo visto esta temporada va a volver a ser magistral. Y le quedan muchas, solo hay que verle como se mantiene, fino como un novillero pero con el reposo y la seguridad que da la madurez. El resto es innato, su elegancia, su clase, su temple, su torería, todo. Si a eso le sumamos su profesionalidad, su honradez, su dignidad y su entrega al toro y a los aficionados de todas las plazas del mundo el resultado solo puede ser el que es, un figurón del toreo que transciende al tiempo y las épocas, un maestro de leyenda único e irrepetible. Saltó el segundo, García Márquez, muy en tipo no solo al encaste Llaguno, un toro muy mexicano, vuelto de pitones, serio y proporcionado, al que Ponce saluda a la verónica, templado, jugando las muñecas con suavidad, conduciendo las primeras embestidas un tanto inciertas y cortas de recorrido con maestría, enseñándole a embestir, para rematar con una media preciosa que arranca un olé profundo que estremece. Lo lleva Ponce al caballo andándole hacia atrás, con el capote abajo, todo despacio, todo con gusto, sutileza, torería. Mete bien la cara en el peto el de Los Encinos, bueno el puyazo, y a la salida nos deleita el valenciano con un quite por delantales templados a pies juntos y una media desmayada con su sello personal de inmenso sabor. Inicia la faena por bajo, con elegancia, muy suave, con largura, mostrándole al toro el camino, y este obedece, y mete la cara. Rápidamente le coge la distancia por el pitón derecho, tanda templada, relajado, desmayando la figura en esa manera tan particular de Ponce, enroscándose al toro, redondos bellísimos ligados en el sitio, gusto y clase en cada pase para rematar con uno de pecho de pitón a rabo. Toro noble, con ritmo y enorme calidad este segundo al que le receta un molinete espléndido para quedar perfectamente perfilado e iniciar el toreo al natural. Por el pitón izquierdo el de Los Encinos va noble pero un tanto justo de recorrido, pero Ponce lo torea como los ángeles, naturales a cámara lenta, alargando de manera mágica la aparente cortedad del viaje del toro, ¡como se acopla el maestro a la embestida!, naturales de ensueño, la mano baja, desmayada, citando con un suave movimiento de muñeca que hace bailar la tela por su envés y así ligar naturales hondos, muy lentos, muy largos, eternos, rematados con pases de pecho sublimes, de pitón a rabo, magistral Ponce, eterno. ¡Y cómo le administra las pausas para darle aire!. Otra tanda más en redondo, excelencia pura, profundidad, largura y ligazón arrastrando la muleta mientras La México acompañaba con olés rotundos a su consentido que dio una nueva lección magistral de tauromaquia a un toro bravo y noble pero no fácil, un toro importante, con mucho que torear, al que había que hacerle las cosas muy bien porque tendía a ir hacia dentro, pero al que el maestro Ponce, el mayor sanador y rehabilitador de toros de la historia, le ha sacado hasta la última gota de raza que llevaba en su ser. Final apoteósico con poncinas y cambios de mano divinos enroscándose al toro a su cintura, con la figura desmayada, abandonado, alboroto, delirio en unos tendidos rendidos al más grande. Adornos finales por bajo, trincherillas supremas antes de perfilarse para matar y enterrar una casi entera arriba volcándose sobre el  morrillo que fulmina al de Los Encinos como si en ello le fuera la vida entera, como si de esa estocada dependiera toda una temporada, como si tuviera que ganarse los contratos. Dos orejas sin discusión alguna, dos orejas y puerta grande asegurada que premian la técnica y la estética de una faena plena, redonda, magistral, como Enrique, maestro de maestros. Y García Márquez recibió el premio del ararstre lento por su comportamiento noble y bravo. Le restaba por lidiar al sexto, García Lorca, un ejemplar serio, ligeramente acapachado pero bien rematado por delante, abierto de cara, buenas hechuras, que sale abanto, sin fijeza, echando las manos por delante y sin humillar. Frío y deslucido en el capote y un manso declarado en el caballo, huyendo del peto nada más sentir la puya. Sin duda lo mejor de este primer tercio es una larga a una mano con la que Ponce lo deja colocado para entrar al caballo y unas chicuelinas a manos bajas sublimes, repletas de aromas a toreo caro. Nada hacía presagiar lo que iba a venir a la vista de la mansedumbre del toro. ¿Nadie?, no, en absoluto, solo Enrique lo vio, sabía lo que había que hacerle a ese toro y allá que se fue a brindarlo al público, lo tenía claro, cristalino, solo así se entiende que brindara al público. Primeros compases junto a las tablas, genuflexo, metiéndole la muleta abajo para someterlo, tapándole la cara y recogiéndolo en la muleta para que no encuentre huida para ir llevándolo a los medios y en esos terrenos instrumentar unos redondos y uno de pecho mágicos. Hilvana una tanda en redondo que parecía impensable, magia pura, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, enorme Ponce, ligando por bajo, con temple. La México se rompe en olés ante una nueva, la enésima, lecció magistral de lo que es torear y poder a cualquier toro. Dos molinetes seguidos y otra tanda por es epitón derecho llevándolo muy tapado y toreado para evitar la tendencia a salirse del muletazo y a rajarse, ¡brutal Ponce!. Por el pitón izquierdo sca naturales con temple exquisito, adaptándose a la altura y el ritmo que le pide el de Los Encinos, ligados en el sitio, por bajo, una auténtica maravilla su capacidad y su poderío. De nuevo toma la muleta con la diestra y compone otra tanda en redondo con desmayo, acompañando el viaje con la cintura, robando cada pase como si fuera el último, como si de ello dependiera estar en Valencia, o en Sevilla, o en Madrid, o en Bilbao,  o en Málaga, o en Zaragoza, como si fuera un novillero que tiene que ganarse los contratos, esa es la grandeza de Ponce, más allá de su supremacía torera, que ante cualquier toro, en cualquier plaza y ante cualquier afición se  entrega hasta la extenuación, sin necesidad de numeritos y anuncios un día al año. Algún día muchos reconocerán la infinita dimensión de Enrique Ponce ante toros como el del martes, porque lo que hizo es muy difícil, un enorme esfuerzo para dominar las embestidas cambiantes y descompuestas de un manso que en la mayoría de las muletas se hubiera ido al desolladero con dos o tres mantazos mal dados. Pero Ponce no, él supo generar emoción de la nada y crear arte para acabar al abrigo de las tablas con circulares y cambios de mano sublimes que ponen patas arriba al embudo de Insurgentes entre un clamor de  “torero, torero”. Indescriptible la emoción y la pasión con la que los aficionados mexicanos acompañaron la importante faena del valenciano. Los trofeos se esfuman tras dos pinchazos, pero el arte queda ahí, indeleble, y también la verdad, el poderío, el compromiso, la dignidad y la torería inagotable del número 1 de todos los tiempos. Se me puso la piel de gallina al ver por televisión la apoteósica vuelta al ruedo entre gritos y gritos de “torero, torero”, lo que vale más que todas las orejas juntas. Gran Ponce y grande la afición, así se hacen las cosas, sabiendo valorar a un maestro de época. Una vez más Enrique Ponce, y quedan muchas por disfrutar, solo hay que verle en lo físico, igual que cuando tomó la alternativa hace ya casi tres décadas, y en lo mental. Gracias una vez más, gracias siempre, gracias maestro Ponce por tanta torería y tanta responsabilidad que dignifica y engrandece la Fiesta.
El tlaxcalteca Sergio Flores comparecía de nuevo en Insurgentes tras su buena actuación el pasado 3 de diciembre al cuajar un toro de Xajay al que cortó una oreja de peso y avalado por su rotundo triunfo de la pasada Temporada Grande en la que resultó absoluto triunfador. Una de las máximas figuras del toreo mexicano que se puede decir que cuenta sus actuaciones en Insurgentes por orejas, es raro que se vaya de vacío, un caso parecido al de Juan del Álamo en Madrid, 25 comparecencias y 24 orejas. Recuerdo sus primeras siete u ocho corridas en las que cortaba una oreja cada día, a punto estaba de abrir la Puerta Grande pero se le resistía, una tarde tras otra hasta que llegó aquel 8 de junio de 2017 ante toros de Alcurrucén en la  que por fin vio su sueño cumplido. Ambos toreros parecen estar hechos a la medida de una plaza, Las Ventas y La México y despiertan el máximo interés de la afición, y además responden. Haciendo honor a su bagaje, Sergio Flores cumplió este martes con las expectativas y cortó dos orejas de ley, una a cada ejemplar de su lote, para salir a hombros una vez más. Al tercero, Ortega y Gasset, un cárdeno largo, de magníficas hechuras, muy serio, ofensivo, vuelto de pitones, impresionante trapío, lo recibe Sergio Flores por verónicas, templadas y acompasadas. El toro echa las manos por delante y puntea los vuelos, Flores le da distancia y echa el capote abajo para corregirle el defecto, sensacional lidia, llevándolo hacia el caballo con suavidad y siempre por bajo para dejarlo colocado con personal recorte que impregna de torería  todo el ruedo.Derriba aparatosamente en la primera entrada y se emplea en el peto en un buen segundo puyazo para salir con alegría del encuentro, lo que aprovecha el tlaxcalteca para emocionarnos con un quite por caleserinas vibrante que remata con una larga a una mano con desmayo que rezuma aromas y sabor a más torería, todo entre los olés de unos aficionados totalmente entregados a todo lo que estaban viendo. El tercio de banderillas protagonizado por Gustavo Campos no es más que la continuación de la magnífica corrida que hasta el  momento estaba discurriendo. Soberbio el gran suabalterno capitalino, reuniendo en la cara, clavando con pureza y verdad para salir de la suerte andando con torería suprema. Toda la plaza en pie ovacionando a Campos que se ve obligado a responder desmonterado desde el tercio. Muletazos de tanteo de Flores al hilo de las tablas, primero por estatuarios, posteriormente con suavidad probando la altura, la distancia y el recorrido del toro que a primeras es un poco tardo y al que hay que perderle pasos para ligar las series. Excelente el mexicano adelantando la muleta, tirando del de Los Encinos con suavidad para acabar componiendo una buena tanda por el pitón derecho, redondos con largura y la mano baja en la que el toro humilla y repite con clase para rematar con uno bueno de pecho. Por el pitón izquierdo muestra menos claridad en la embestida, se queda corto, se revuelve y suelta la cara con peligro, más Flores no pierde el sitio y trata de conducirlo muy tapado y por bajo, pero la tanda resulta deslucida. Está claro que el pitón bueno era el derecho, y allí planteó lo que restaba de faena. Tandas de derechazos con profundidad, por abajo, el toro humilla y va bien, lo lleva muy enganchado a la muleta, bajándole la mano, aprovechando la inercia del buen  tranco del animal para ligar los muletazos con clase y gusto. Muy firme y seguro Sergio Flores ante este toro con clase pero no fácil, al que había que hacerle todo muy bien ya que no permitía el mínimo error. Las infartantes manoletinas finales, ajustadísimas, jugándose la vida y un estoconazo fulminante que pasaporta sin puntilla al buen toro permiten a Flores pasear una oreja de ley ganada a base de firmeza y torería. El séptimo, Wolff, aparece desafiante por la puerta de toriles, abierto de cara, veleto, humilla en el capote de Sergio Flores aunque echa las manos por delante, muestra cierta blandura y se queda corto de recorrido. Esa blandura también resulta Parente en el caballo, pierde las manos al entrar al peto en un único puyazo tan solo señalado. No se entrega en los muletazos de tanteo con los que el tlaxcalteca prueba la ditancia y la altura, en una primera tanda en redondo algo sosa y deslucida por las condiciones del toro. Mejora en la segunda tanda por ese pitón derecho, templada, redondos largos y más reunidos, la mano baja, empiezan a escucharse algunos olés. Lo prueba por el pitón izquierdo, buenos naturales con hondura y largura, de mucho valor porque no es un toro fácil, hay que llevarlo muy toreado, como hace Flores, echándole la muleta adelante, muy tapado, con enorme paciencia y técnica, obligándole a cada pase, sometiéndole por bajo, poco a poco, consintiéndole y aguantándole mucho para acabar toreando a placer en redondo, muy despacio, gustándose, arrastrando la muleta, largo, bellísima la arrucina, luego un cambiado por la espalda, más redondos envolviendo al toro, la faena toma vuelo y el público responde con la misma entrega con la que llevaba toda la tarde, olés profundos que se transforman en locura colectiva con una última tanda con la que flores arma un auténtico lío. En una baldosa instrumenta un farol, un cambiado por la espalda y uno de desdén maravilloso, y luego ayudados por alto, y otro de desdén, y trincherillas, para abrochar el recital con uno de pecho de pitón a rabo. Se perfila para matar sabedor de tener en su mano la llave de la puerta grande hacia la gloria y deja un estoconazo monumental echándose sobre el morrillo. Oreja de muchísimo peso en premio a una grandísima faena basada en la técnica, el mando y el poderío, pero también nacida del valor y  la inspiración por la desconcertante embestida inicial de Woff, un toro que si bien fue bravo y acabó rompiendo a noble y con clase lo hizo porque Flores le pudo, algo nada fácil.
Luis David Adame llegaba a La México tras la apoteosis de su hermano Joselito el día anterior, enorme responsabilidad, más aún cuando le tocó salir ante el cuarto y ya había visto a sus compañeros de cartel desplegar un grandísimo toreo sobre la arena de Insurgentes. Recibe al cuarto, Vargas Llosa, un ejemplar entipado como toda la corrida, proporcionado, fino de cabos, astifino, agradable de cara pero serio, con lances a pies juntos bajando las manos para hilvanar un variado, vibrante y vistoso saludo capotero por caleserinas, gaonera y revolera de remate que encuentro enorme eco en los tendidos. El galleo por chicuelinas con el que lleva al toro hacia el caballo del picador destila elegancia y gusto, tanto como el quite por chicuelinas  a manos bajas con el que lo prueba a la salida del único puyazo en el que el de Los Encinos no se empleó en demasía. Inicia la faena de muleta clavado en los medios, citando en largo, le cuesta arrancar y el hidrocálido tiene que acortar las distancias hacia la segunda raya. En esos terrenos el toro responde, se arranca con buen tranco y Luis David deja un cambiado por la espalda  para quedarse perfectamente colocado para torear en redondo sin demasiado lucimiento en esos primeros compases puesto que el toro no se entrega y muestra un embestir un tanto descompuesto, pasa por su movilidad, va y viene pero sin entrega ni mostrar excesiva clase, corto de recorrido y la carita alta. Pero Luis David aplica dosis de temple y roba un par de redondos lentos de mucha calidad. Por el pitón izquierdo tampoco humilla, pasa y se desentiende a la salida, suelta la cara, deslucido, sin emoción ni transmisión ante los intentos de Luis David por ponerle muleta y llevarlo toreado. Lo intentó todo y de todas las maneras, arrucina, circulares, lo que fuera para sacar algo lucido, apretando al toro, más no se le pudo pedir, máxima entrega y compromiso, jugándosela a cara de perro como en unas bernardinas ajustadísimas  en las que es volteado aparentemente sin cornada, aunque posteriormente supimos que llevaba una cornada interna en su muslo izquierdo. Se recompone y vuelve a la cara del toro envalentonado con más bernardinas que levantan  admiración y pasión con olés de reconocimiento a su valor y disposición. Se tira a matar como una fiera y hunde la espada hasta la empuñadura entre gritos de “torero, torero”. El Juez de plaza le concede dos orejas, la segunda bastante protestada y a mi juicio excesiva, posiblemente mediatizada por la cogida y el arreón final. Pero repito lo de siempre, que si hay que pecar prefiero que sea en exceso, y al fin y al cabo se la jugó ante un complicado toro, demostró valor y técnica para tratar de someterlo y lo pasaportó de una estocada que por sí sola valía una oreja, puede interpretarse también así y no sería tan descabellado. Pero repito, creo que una oreja era el premio justo en mi opinión. A la muerte de este cuarto pasó a la enfermería donde se le colocó un vendaje compresivo en su muslo izquierdo con el que salió a torear mermado de facultades al octavo, Savater, un toro de magníficas hechuras, cornipaso, abierto de cara y astifino, dos puñales, pero de escasa cualidades, corto en el capote, blandea y pierde las manos sin prestarse al lucimiento en el recibo de capa. Curro Campos agarra un muy buen puyazo arriba, delantero, en el que el toro empuja con un solo pitón. Muy de agradecer a Luis David su pundonor y vergüenza torera al salir a matar a este octavo en las condiciones físicas que lo hizo, más aún cuando se emplea en un precioso quite por delantales garbosos y una media de auténtico lujo acompañado con los olés de los aficionados. En banderillas Fernando García hijo colocó dos sensacionales pares de poder a poder, asomándose al balcón, saliendo con torería del encuentro, por lo que tuvo que saludar desmonterado ante la atronadora ovación de un público deseoso de triunfo. Pero las esperanzas se vinieron abajo en la muleta. El toro no empuja, no humilla, se queda corto, suelta la cara, repone por ambos pitones, imposible. De nada valen los estatuarios iniciales con los que Luis David prologa el trasteo, ni los intentos por ponerle la muleta en la cara y bajarle la mano, el de Los Encinos se revuelve y busca con peligro. Luis David no tuvo más opción que hacer lo que hizo, macheteo por bajo y matar con prontitud, algo que personalmente le agradecí porque ya eran las cuatro menos veinticinco de la madrugada, y no eran horas para prolongar algo imposible a todas luces.
Y así se cerró un Aniversario triunfal con dos corridas en las que el toreo rayó a una altura superlativa, dos corridas en las que los sueños del toreo se hicieron realidad, dos corridas para reafirmar ¡qué grande es la Fiesta!


Antonio Vallejo