martes, 5 de febrero de 2019

Maestría de Ventura, firmeza de Calita, inmenso Roca Rey y apoteosis de Joselito Adame en la primera de Aniversario


Mientras en España la nueva temporada va tomando forma, da sus primeros pasos y toma aire en este mes de febrero en el que la provincia de Madrid tira del tren del toreo de cara al mes de marzo en el que ya tomará velocidad de crucero y será imparable hasta finales de octubre, América consume los últimos meses de su temporada y se encamina hacia su ocaso con paso firme y muchas emociones en el recuerdo. Es en estas fechas cuando La México, la plaza más importante de América, celebra las que allí llaman corridas del Aniversario al cumplirse 73 años de aquella corrida con la que abrió sus puertas un 5 de febrero de 1946 con toros de San Mateo para Luis Castro “El Soldado”, Luis Procuna “El Berrendito de San Juan” y ese monstruo del toreo que fue el gran Manuel Rodríguez “Manolete” y que cortó la primera oreja en La Monumental azteca. Para conmemorar esta magna fecha la empresa Plaza México ha programado dos corridas mixtas de auténtico lujo y que, como he podido ver esta pasada madrugada a través de la retransmisión de Canal Toros, han gozado de una magnífica acogida por parte de la afición mexicana. Sensacional, espléndido el aspecto que ayer lunes 4 de febrero presentaron los tendidos de La México, prácticamente lleno el numerado y buena entrada en el general, para ver el primero de los carteles que conforman el aniversario , el compuesto por el rejoneador Diego Ventura frente a dos toros de El Vergel, noble y con clase el primero y un manso infumable el quinto, y los matadores Joselito Adame, Ernesto tapia “Calita” y Andrés Roca Rey que estoquearon toros de Montecristo bien presentados, serios, con trapío, aunque para mi el tercero estaba justito de cara, y variados de juego, bueno, enclasado y noble el segundo, bravo y con un pitón derecho extraordinario el tercero, complicado y exigente el cuarto, muy justo de fuerzas el sexto, deslucido el séptimo, bronco, áspero y con genio el octavo. Pero en conjunto creo que ha sido una corrida muy interesante, una gran corrida me atrevería a calificar, en la que se han visto muchas cosas, grandes detalles y, sobre todo,  cinco faenas de toreo de gran altura, aunque al final el triunfador numérico y quien tuvo el honor de salir a hombros del embudo de insurgentes fuera el hidrocálido Joselito Adame al desorejar al segundo y cortar otro apéndice con fuerte petición del segundo ante el sexto. Pero tanto Diego Ventura como Calita y Roca Rey nos han deleitado con su arte y torería.
Abrió plaza Diego Ventura que demostró por qué es el número uno del rejoneo actual y, si no el más, uno de los grandes de la historia. Tan solo tuvo opciones ante el primero, puesto que el quinto fue un manso de solemnidad al que bastante hizo con colocar los rejones de castigo, clavar banderillas cortas y largas siempre con pureza, dejándose ver y haciéndolo todo ante un toro que huía a tablas y matar con prontitud y certeza. Pero a ese primero de El Vergel que abría plaza le cuajó una faena de maestro conocedor de los terrenos y las suertes de este arte. Un toro que salió distraído, sin fijeza, al que Ventura le dio aire, le consintió en los primeros compases, le hizo creer que mandaba allí para poco a poco ir encelándolo en su cabalgadura como si fuera el capote, ofreciéndole el lomo, llevándolo cosido a la grupa a dos pistas en un vibrante y emocionante saludo para dejar dos certeros rejones de castigo que pronto desataron los olés de los tendidos. A partir de ahí el toro rompió a noble y enclasado, seguía con celo al caballo que toreaba como si se tratara de una muleta planchada que  el maestro le ponía en la cara y conducía embebida su embestida. Magistrales las banderillas con quiebros inverosímiles en la cara del toro, emocionantes los recortes por los adentros, auténticos trincherazos cargados de sabor, todo con enorme temple, todo con pureza y verdad, sin ventaja alguna. Maestro sobre el caballo y en todas partes, como demostró con un detalle que demuestra su categoría personal al ceder un quite, casi obligarle, al sobresaliente Jorge López. Dominador absoluto de todos los terrenos compuso una faena rebosante de técnica y estética coreada con constantes olés de unos tendidos rendidos al maestro que indultó a Fantasma en la corrida inagural de la Temporada Grande. Tres rosetas perfectamente reunidas ponían broche de oro a una faena que llevaba camino de una o dos oreja, pero el rejón de muerte se le resistió a Ventura y no fue hasta el tercer viaje cuando logró enterrarlo y pasaportar a ese primero. Se esfumaron los trofeos pero la tremenda ovación que recibió fue justo premio al sensacional rejoneo de este grandísimo maestro.
Joselito Adame cautivó a La México con una faena de auténtica figura ante el segundo, un toro muy serio, vuelto de pitones, de magníficas hechuras que de salida no apuntaba grandes cosas, echaba las manos por delante y parecía justo de fuerzas. Lo cuida en el capote, no le obliga, lo conduce con suavidad, andándole hacia atrás, enseñándole a embestir para finalmente echarle el capote abajo en un remate desmayado de enorme gusto que el de Montecristo tomó humillando con gran clase. No se emplea en el caballo, se duerme en el peto y no empuja, ni tampoco se entrega en un quite por chicuelinas al que le faltó ritmo, como en banderillas, tardo y parado, completando un terco que la cuadrilla resolvió con oficio y soltura pero sin brillantez. Ante las cualidades del toro inicia Joselito su faena a media altura, sin obligarle, tirando de técnica, y algunos impacientes comienzan a revolverse y se escuchan algunas críticas. Ya es sabido que a este torero se le mide con suma exigencia en esta plaza y se le mira al milímetro, pero pronto dejó claro que todo lo que staba haciendo tenía un sentido y un fin, aunque algunos no lo vieran. Poco a poc fue metiéndolo en la muleta, embarcándole en los vuelos, primero con dos naturales limpios y con hondura bajando la mano que hicieron vibrar a La México, luego con tandas en redondo majestuosas, templadas, bajando la mano, con largura y perfectamente ligadas, siempre en el sitio, toreo  muy lento y profundo hilvanado con otra tanda por el pitón izquierdo que puso en pie a los tendidos, naturales largos, con hondura, la mano muy baja, la muleta barriendo la arena, un par de cambios de mano eternos, La México rugiendo en olés, para rematar con uno de pecho de pitón a rabo y uno de desdén bellísimo. Insurgentes era una caldera que fue a más con un final en el cual el hidrocálido abrió el compás, encorvó la figura, enganchó adelante la embestida y la condujo con una largura infinita, con la mano  y baja y la tela a modo de alfombra, una auténtica locura. La manoletinas ajustadísimas pusieron colofón a una faena de auténtica figura que sacó todo el fondo de nobleza y clase que llevaba el de Montecristo, algo que no parecía fácil, pero que Adame conocía cuando lo brindó al público. Un estoconazo de antología al volapié pasaportó de manera fulminante a este segundo y las dos orejas cayeron sin discusión en sus manos para dar una vuelta al ruedo apoteósica. En el sexto tuvimos un dos por uno, dos versiones de un mismo torero, el Adame artista y el Adame valiente y arrojado. Un toro muy serio, alto, veleto, desafiante al que el Joselito artista recibió de capa acunando al toro, acompasadas verónicas, relajado, con gusto exquisito, levantando de sus asientos a cuantos poblaban el embudo de Insurgentes. Lo cuidó mucho en el caballo a la vista de la blandura del de Montecristo, un puyazo muy medido, tan solo señalado, y se desmelenó en un quite por zapopinas de inmensa intensidad y emoción, pero a pesar de todos los cuidados llegó muy justo de fuerzas a la muleta. Con enorme suavidad, acariciando las embestidas, cuidando la altura, dándole las pausas precisas, sin obligarle en demasía, poco a poco lo enceló en la muleta y cuajó series templadas repletas de gusto, por bajo, muy despacio, ni un tirón, todo mimo mientras duró el de Montecristo. Y cuando definitivamente se vino abajo cambió de registro y mutó al Joselito valiente acortando las distancias, en la cercanías y con los pitones a milímetros de la taleguilla montó la mundial y puso a La Monumental en estado de máxima ebullición al grito unánime de “torero, torero”. Lección de pundonor, entrega y compromiso de una gran figura del toreo que remató con unas luquecinas abandonando el estoque simulado que fueron la guinda del pastel. Supongo que el hecho de que la espada cayera ligeramente desprendida fue el motivo que indujo al Juez de Plaza a negar la segunda oreja que todo el público pidió con una fuerza descomunal. Otra oreja y otra vuelta al ruedo de locura total de la afición mexicana ante su torero. Triunfo rotundo de Adame, algo que se le negaba en la plaza capitalina y que ayer conquistó con una torería suprema.
Ernesto Tapia “Calita” lidió un tercero que a mi modo de ver venía justo de presencia, algo cornicorto y vuelto de pitones, que demostró su bravura ya en el capote al humillar y tomar con codicia los vuelos. Verónicas templadas y acompasadas que remata con una media de muy bella factura. Desde los primeros compases de la faena se vio la clase y la bravura del de Montecristo. Tomó la muleta Calita con la diestra sin más probaturas y le pegó un par de series por el pitón derecho de ensueño, con enorme temple, redondos profundos y largos, por bajo, con ligazón, una auténtica delicia, que remató con sensacionales de pecho. Los olés son rotundos, ¡cómo toreó Calita por ese pitón derecho!, arrastrando la muleta, la cintura rota, muy lento, y La México otra vez en pie. Por el pitón izquierdo la embestida no es tan clara, le cuesta más y suelta la cara, tanto que en un mínimo descuido para un cambio de mano le pega un volteretón del que sale sin consecuencias. Vuelve al magnífico pitón derecho por el que continúa toreando a placer, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, y el toro sigue humillando, y sigue con codicia la tela, bravo toro, y Calita entregado, firme, toreando como los ángeles, y también demostrando su valor al aguantar en el final del trasteo un parón que parecía interminable sin enmendar ni un milímetro la figura. Se vuelca sobre el morrillo y deja una estocada entera que sin embargo no es suficiente para hacer doblar al bravo toro. Eso y el atasco con el estoque de cruceta le privaron al de Naucalpan de tocar pelo, pero se llevó otra grandísima ovación en reconocimiento a su toreo con empaque que tuvo que saberle a gloria.
Del peruano Andrés Roca Rey creo que queda poco por descubrir pero sí que mucho por contar, porque ayer demostró una vez más que está llamado a liderar el toreo en las próximas décadas. Era el cuarto un cárdeno serio, alto, veleto y astifino, un auténtico galán. Lo recibe Roca Rey con verónicas bellísimas, cargando la suerte, acompasadas, meciendo al toro, enganchando el viaje muy alante para jugarla cintura y alargar el lance con una naturalidad pasmosa para rematar con desmayo a una mano soltando la punta del capote. Al inicio de faena por estatuarios se muestra protestón en la muleta, suelta la cara, no se emplea, y si el limeño  mete la mano abajo y le obliga se viene abajo. Firme y seguro Roca Rey, poderoso, pero el de Montecristo no parece muy colaborador, aunque muletazo a muletazo le va sometiendo, como un natural lentísimo en el que parecía que iba a detenerse el tiempo, o un cambio de mano celestial. A partir de ahí el toro rompe por el pitón izquierdo, naturales hondos, templados y muy lentos, provocando la locura en los tendidos. Por el pitón derecho vemos la versión valerosa del limeño, aguantando parones y miradas, robándole los pases uno a uno a base de colocarse y ponerle la muleta en la cara, tremendo mando, enorme entrega. Pone en pie una vez más La México al cerrar al toro en tablas y en esos terrenos, en una baldosa, montar un lío de órdago pasándoselo por ambos pitones por lugares imposibles, auténticamente inverosímil que pudiera ir por donde no había espacio, pero Roca Rey rompe todas las leyes de la física con su toreo. Sin rectificar, pases en redondo y al natural cambiándose la muleta de mano sin enmendarse, trincherazos y otros de desdén mirando al tendido que pone patas arriba a los tendidos. Las bernardinas finales son de cortar la respiración, con mucha verdad, como toda su faena, una faena nacida de su imaginación y desarrollada en unos terrenos comprometidísimos en los que se maneja como pez en el agua. Pinchazo y espadazo fulminante valen una oreja de mucho peso y valor fruto de la capacidad técnica y lidiadora y el arrojo que este figurón del toreo atesora. La vuelta al ruedo, al igual que ocurrió con Joselito Adame, fue apoteósica, tiene conquistada La México, no hay duda.
En resumen, una apasionante madrugada de toros cargada de arte y valor, emoción y pasión que seguro tendrá continuidad esta misma noche con el encierro de Los Encinos para Pablo Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce, el consentido de la afición mexicana, Sergio Flores y Luis David, que hará todo lo posible por seguir los pasos de su hermano mayor y salir a hombros. Otra madrugada para dormir poco y sentir el toreo.
¡Qué bonita y grande es esta bendita afición!


Antonio Vallejo

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