Adiós a una Temporada Grande que para mi ha sido
apasionante, como cada año desde que tengo la oportunidad de seguirla en
directo gracias a las retransmisiones de Canal Toros. Se acabaron las
madrugadas de domingo en vela hasta altas horas de la madrugada, esta noche en
concreto daban las cuatro cuando por fin finalizaba el último de los festejos,
el de la Oreja de Oro, premio que se ha llevado el tlaxcalteca Sergio Flores
con total merecimiento. Pero todas esa madrugadas venciendo la sueño, todos
esos lunes fatigosos y cansados han merecido la pena solo por vivir y sentir
del toreo a la manera que lo hacen en La México, con sus costumbres tales como
arrancar cada paseíllo con un ¡olé! al unísono con las notas de “Cielo
Andaluz”, o los homenajes y vueltas al ruedo multitudinarias y eternas, con sus
gustos y manías, como el tercio de varas que para nuestro punto de vista es
chocante e incluso escandaloso e incomprensible, único puyazo la mayoría de las veces señalado o poco más,
con ese toro “mexicano” tan peculiar de hechuras, más pequeño, mucho menos
desarrollado de pitones comparando con lo que vemos en España, tantas veces
excesivo dicho sea de paso, con ese embestir lento, lentísimo, al paso, que
parece que se va a parar y que enloquece a la afición capitalina porque es
cierto que encierra tremenda belleza. Matices y formas de entender el toreo
opinables y con los que se puede estar más o menos de acuerdo, por supuesto, lo
mismo opinarán ellos de nosotros. Pero hay algo que a mi me he enganchado desde
que me asomé por vez primera a las retransmisiones de la Temporada Grande, la
pasión con la que lo viven, de principio a fin, volcados, entregados a la
Fiesta, disfrutando de cada detalle, respondiendo con olés rotundos a un lance,
a un muletazo, a un adorno, da igual, en cuanto surge algo bello responden,
buscan lo bueno en todo momento, desde los narradores, geniales y con una
gracia especial en sus comentarios, hasta el último de los aficionados, ajenos
a la crispación que tantas veces soportamos en algunas plazas, Madrid a la
cabeza, en las que parece que se va a buscar el fallo más que a gozar de lo
bello y lo bueno del toreo. Mucho he aprendido en estos años de desvelo taurino
dominical y mucho he vibrado y me he emocionado en esas madrugadas que han
merecido mucho la pena. En mi memoria quedará el indulto de Diego Ventura a Fantasma, el adiós de Juan José Padilla,
la torería infinita de Antonio Ferrera, la firmeza y el valor de Sergio Flores,
la madurez espléndida de Castella, el elegante y torero Pablo Hermoso de
Mendoza, el temple de Joselito Adame, el huracán Roca Rey que arrasó La México,
la verdad de Arturo Macías, Calita o Luis David Adame, pero por encima de todos
un nombre, le consentido, el número uno, el para mi más grande, Enrique Ponce,
que en sus dos comparecencias derramó arte, torería, valor, entrega,
compromiso, responsabilidad en madrugadas mágicas que me hicieron soñar el
toreo eterno e inmortal del valenciano. Muchos recuerdos que he querido
compartir a lo largo de estos meses y recomendaría de todo corazón a cada uno
de los que se adentran en este blog que también lo hicieran al toreo mexicano,
estoy convencido que les iba a arrebatar, es muy enriquecedor, se lo aseguro.
Para echar el telón a esta Temporada Grande se
programaba ayer una corrida con toros de dos hierros diferentes, Arturo Gilio y
Cieneguillas, que fue dispar de presentación, algo lógico al ser ganaderías de
distinta procedencia. La de Arturo Gilio lleva sangre Parladé y sus toros,
primero, segundo y quinto de la lidia ordinaria, estuvieron muy bien
presentados, cuajados, cornidelanteros, ofensivos, desarrollados de pitones,
con una tipología similar al toro que acostumbramos en España. Por su parte los
toros de Cieneguillas, tercero, cuarto y sexto, pertenecen al encaste Llaguno,
el toro tipo mexicano, más corto, enmorrilado y
menos ofensivos, incluso uno, el sobrero que ssalió tras devolverse al
primero, era claramente cornicorto y a mi juicio justo de trapío. Sin duda que
me parecieron toros con mucha más presencia los de Gilio, pero todos tuvieron
lo más importante, que todos anduvieron en tipo, volumen y defensas acordes a
su sangre. Luego salieron dos toros más de regalo, séptimo de Gilio y octavo de
San Mateo también correctos de presentación. Una corrida claramente mejorable
en cuanto a juego, sobre todo viniendo de la borrachera de toreo que
proporcionaron los toros de Montecristo y Los Encinos en las dos corridas del
Aniversario. Toros mexicanos para una terna de mexicanos, la formada por Arturo
Saldívar, Sergio Flores y Michelito Lagravere, quien confirmaba alternativa. Con estos mimbres me parece decepcionante el pobre aspecto de los tendidos, menos de un cuarto en el numerado y prácticamente desierto el general. Imagino que será la resaca tras la borrachera de toreo del Aniversario, no encuentro otra explicación para tan pobre entrada en el día del cierre.
No se puede decir que Michelito tuviera ayer suerte
con su lote. El toro de su confirmación, de Gilio, era un jabonero precioso, de
magníficas hechuras, cuajado, bajo y reunido, cornidelantero, muy ofensivo,
fino de mazorcas y puntas, que salió con movilidad y humillando en las
verónicas y chicuelinas de saludo, aunque de corto recorrido. Pero al entrar al
peto del caballo parece romperse la mano derecha y queda descoordinado e
inválido para la lidia, por lo que es devuelto. Hasta aquí algo normal, pero lo
que vino después fue de traca. No exagero, ¡20 minutos de reloj para devolverlo
a los corrales! Salían los mansos, hasta cuatro veces, rodeaban al toro, lo
llevaban hasta la puerta de toriles y el de Gilio se daba la vuelta y no había
quine le hiciera entrar. Se intentó abriendo la puerta de cuadrillas para
meterlo en el callejón y que por ahí fuera hacia toriles, imposible, no había
tu tía. Pasado ese tiempo impera la lógica y Arturo Saldívar, como director de
lidia, solicita permiso para matar al toro y así acabar de una vez con el
grotesco espectáculo. Previo a entrar a matar le pone la muleta ¡y que el toro
se mueve, no se cae y embiste!, ¡manda narices!. Menos mal que no siguió por
ahí y lo pasaportó rápido. Miro el reloj y son las 00:25 horas, y el paseíllo
había arrancado a las 23:30 horas, ¡y en realidad aún no había saltado el
primero!. El sobrero que hace de primero bis lleva la divisa de Cieneguilla,
cornicorto y para mi justito de trapío, se frena en el capote, echa las manos
por delante y se queda corto en el capote. Deslucido saludo que continúa la
misma tónica en el caballo y banderillas, por donde pasa sin pena ni gloria,
parado y además perdiendo las manos por falta de fuerzas. Sobra decir que en la
muleta nada cambió. Sin fuerza, sin recorrido, suelta la cara, puntea las telas
y a la mínima se derrumba. Faena de
pases inconexos sin sentido alguno que alarga en demasía Michelito. Para colmo
se atasca con la espada y la cosa queda en un discreto y respetuosos silencio
en el toro de su confirmación, para olvidar. Tiene que esperar el de la Mérida
mexicana hasta el sexto para desquitarse del fiasco, pero el de Cieneguillas
que le corresponde es un calco del anterior. Frenado en le capote, echando las
manos por delante, para acabar de coronarlo pega una voltereta al clavar los
pitones en la arena que le dejan aún peor. Ni cumple en el caballo, se derrumba
al llegar al peto, ni en banderillas, teniendo que emplearse la cuadrilla con
inmenso mimo a la hora de posar, más que clavar, los pares. Nada en la muleta,
embiste al tran-tran, corto de recorrido, a media altura, soltando la cara,
nula emoción. Michelito tan solo pudo poner ganas quedando inédito. Por tanto
no es difícil entender que pidiera uno de regalo, lo mismo que había hecho
Saldívar justo al finalizar el tercio de banderillas de este sexto. Así que dos
toros más y a esas horas. Lo corresponde a Michelito el octavo, de San Mateo,
muy bien hecho, acapachado, abrochado y serio, abanto de salida, sin fijeza, de
embestida desconcertante, tan solo un par de verónicas y la media de remate
tienen cierta enjundia. Por lo menos este segundo regalo nos dejó un
sensacional puyazo de César Morales, agarrado arriba, parando perfectamente el arreón,
midiendo el castigo a las mil maravillas, un grandísimo tercio de varas,
emocinante y bello. Lo prueba Michelito a la salida del caballo, por
chicuelinas un tanto embarulladas pero que gustan y levantan los olés, pare rematar con una airosa serpentina. Toro
con movilidad y pronto en la muleta, con buen tranco, con mucho que torear y
con buen fondo, mete bien la cara por el pitón derecho, el único, por el
izquierdo no pasa, corta y busca. Series de derechazos a mi modo de ver faltas
de reposo, un tanto aceleradas, con mucho movimiento de pies, dando la
sensación de ir algo pasado de revoluciones. Le saca tandas de derechazos que
liga bajando la mano, seguidas con olés por los aficionados, pero creo que ese
toro hubiera lucido mucho más en unas manos más expertas que hubieran aplicado
temple, porque bravura y clase tenía. Sinceramente creo que no ha estado mal
Michelito, teniendo en cuenta lo poco toreado que está según comentaban, pero
me ha parecido superior el toro y se ha ido con las orejas puestas, un lástima.
El que hacía segundo, de Gilio, era un tío, muy
serio, abierto de cara, cornidelantero, muy ofensivo. Toro abanto de salida que
suelta la cara, sin definir su embestida, deslucido en el capote que le ofrece
Arturo Saldívar. La suerte de varas en este toro es un visto y no visto, ni le
había dado tiempo al picador que guardaba puerta a asomarse al ruedo cuando el
toro ya había llegado al caballo del picador de turno, le da un pinchacito que
no llega ni a ser un puyazo señalado y ya está, a otra cosa mariposa, se cambia
el tercio. En fin, así es México en algunas cosas, incomprensible para
nosotros. El que sí sube la temperatura es el vibrante quite de Saldívar por
gaoneras, revolera y brionesa de remate, precioso quite a un toro que se mueve
con brío y emoción. Aprovecha esa cualidades el hidrocálido en tandas reunidas
y sometidas por bajo por el pitón derecho, con largura y mucho temple, con
buenos de pecho para cerrar las tandas y un cambio de mano de ensueño. Por el
pitón izquierdo roba naturales con hondura y muy templados de enorme mérito
porque por ese lado el toro es más bronco y complicado. Aguanta el hidrocálido
los arreones y vuelve a torear en redondo muy templado, por ese pitón va de
dulce, series limpias y profundas, olés y olés, con la mano baja, poderoso,
sometiendo al toro que acaba rajándose ante el mando de Saldívar. Exprime las
últimas embestidas de un toro ya rajado entre las rayas con unos circulares
invertidos emocionantísimos que pone en pie a La México. Mata de una certera estocada
arriba que vale una oreja merecida para una faena con emoción y muy bien
estructurada por el de Aguascalientes. El cuarto, de Cieneguilla, está muy en
tipo Llaguno, vuelto de pitones, alto y fino de cabos. Toro muy deslucido en el
capote, suelto, sin humillar, que sin embargo en varas cumple aceptablemente
metiendo la cara abajo, pero que en banderillas vuelve al tono gris. No mejora
en la muleta, gazapón, embiste al paso, la cara a media altura, intenta puntear
los vuelos, sin recorrido ni ritmo. Muy deslucido por ambos pitones si bien
Saldívar pudo instrumentar algunos naturales sueltos con cierta hondura, pero a
todo el trasteo le falta continuidad y transmisión por la sosería y falta de
empuje del toro. Por encima Saldívar, siempre poniéndole la muleta en la cara,
llevándolo templado, pero el conjunto no llega a calar en los aficionados por
la sosería del animal. Así se entiende que el de Aguascalientes pidiera uno de
regalo durante la lidia del sexto como conté antes. Ese de regalo saltó en séptimo
turno, de Arturo Gilio, playero y abrochado de pitones, de nombre Regalito. Vamos, que parecía hecho a
propósito. Lo malo es que el toro fue eso, un regalito envenenado para
Saldívar. Se frena en le capote, echa las manos por delante, se acuesta por le
pitón izquierdo, muy deslucido. Empuja con cierta codicia en varas pero en
banderillas se muestra como es, tardo, parado y cortando, muy pobre juego. Sin
gracia en la muleta, sin recorrido, sin clase, tardo, lo intenta llevar toreado
el hidrocálido con cierta calidad a base de técnica y temple, pero la faena no
toma vuelo, carece de ritmo, continuidad y transmisión por lo que decide
abreviar con magnífico criterio, al menos yo se lo agradecí, las 3.30 horas y
aún quedaba el de regalo para Michelito.
Sergio Flores llegaba avalado por su rotunda puerta
grande lograda cinco días antes. El primero de su lote fue el que menos me
gustó de hechuras en toda la corrida. Para mi gusto un toro de Cieneguillas
algo justito de pitones, basto, bajo y pasado de kilos al que el tlaxcalteca
recibió por mecidas verónicas, templadas, metiendo los riñones y echando la
pierna adelante para rematar con una media preciosa. Basa la faena por el pitón
derecho, redondos templados alargando el viaje, tirando del toro con suavidad,
haciéndolo todo a favor del animal en series templadas y acopladas pero en las
que falta un puntito de emoción por la embestida sosa del de Cieneguillas. Por
el pitón izquierdo compone naturales limpios y con cierta largura pero al
conjunto le falta ligazón y línea argumental, algo deslavazado porque el toro
se siente podido y solo responde al primer y segundo muletazo, al tercero se
para y mira. Muy firme, poderoso y técnico Sergio, por encima de su enemigo al
que pasaporta de una entera arriba que lo manda al desolladero. Le quedaba el
quinto para cumplir con su tradición de oreja por actuación en La México. Un
toro de Arturo Gilio que para mi fue el de más imponente presencia de toda la
corrida, un auténtico tío. Se frena en los primero scapotazos, toma un par de
verónicas pero sale suelto, sin entrega. Flores le ecah el capote al suelo y lo
lleva andándole hacia atrás con mimo, enseñándole a embestir, con inmensa
técnica y calidad. Para calidad y clase la de Gustavo campos que compuso una
auténtica obra de arte en dos pares de poder a poder, asomándose la balcón,
perfectos de reunión y colocación para salir andando del encuentro con torería
suprema, ¡qué grandísimo torero de plata!, al que ojalá veamos esta temporada
en España. No sé si en México se estila dar premios como en España, pero si así
es seguro que se llevaba el de mejor par de banderillas en la Temporada Grande.
Vibrante arranque de faena, las zapatillas clavadas en los medios, un cambiado
por la espalda, estatuarios, un trincherazo monumental y uno de pecho
descomunal, todo ello entre olés desaforados. Muy bien Flores, encajado,
metiendo los riñones, muy templado, lo lleva en redondos bajos y largos,
adornándose con una arrucina y un farol que pone en pie a la plaza. Rotundas
las tandas que nacen por el pitón izquierdo, naturales con hondura y clase,
arrastrando la muleta, para cerrar con un cambiado y un circular invertido que
hila con el de pecho de pitón a rabo que componen un homenaje al toreo pleno.
Firme, poderoso y torero Flores por ambos pitones, faena de mucha altura a un
toro bravo, noble y enclasado que transmitió y llegó a unos aficionados
entregados y ya con los pañuelos en la mano deseosos de agitarlos al viento
pidiendo orejas. Las postrimerías de la faena en el tercio destilan torería pura,
trincherillas y pases por ambos pitones muy ceñidos a la cintura, ligados en
una palmo, con enorme emoción. Un pinchazo y una entera trasera son suficientes
para hacer doblar a este gran toro que vende cara su muerte haciendo gala de su
casta y bravura. Oreja de mucho peso que además le sirve al tlaxcalteca para
recibir con total merecimiento el premio de la Oreja de Oro que pone fin a una
Temporada Grande que creo que ha tenido un altísimo nivel.
Adiós, México, adiós. Hasta la próxima.
Antonio Vallejo
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