lunes, 11 de febrero de 2019

Adiós, México, adiós


Adiós a una Temporada Grande que para mi ha sido apasionante, como cada año desde que tengo la oportunidad de seguirla en directo gracias a las retransmisiones de Canal Toros. Se acabaron las madrugadas de domingo en vela hasta altas horas de la madrugada, esta noche en concreto daban las cuatro cuando por fin finalizaba el último de los festejos, el de la Oreja de Oro, premio que se ha llevado el tlaxcalteca Sergio Flores con total merecimiento. Pero todas esa madrugadas venciendo la sueño, todos esos lunes fatigosos y cansados han merecido la pena solo por vivir y sentir del toreo a la manera que lo hacen en La México, con sus costumbres tales como arrancar cada paseíllo con un ¡olé! al unísono con las notas de “Cielo Andaluz”, o los homenajes y vueltas al ruedo multitudinarias y eternas, con sus gustos y manías, como el tercio de varas que para nuestro punto de vista es chocante e incluso escandaloso e incomprensible, único puyazo  la mayoría de las veces señalado o poco más, con ese toro “mexicano” tan peculiar de hechuras, más pequeño, mucho menos desarrollado de pitones comparando con lo que vemos en España, tantas veces excesivo dicho sea de paso, con ese embestir lento, lentísimo, al paso, que parece que se va a parar y que enloquece a la afición capitalina porque es cierto que encierra tremenda belleza. Matices y formas de entender el toreo opinables y con los que se puede estar más o menos de acuerdo, por supuesto, lo mismo opinarán ellos de nosotros. Pero hay algo que a mi me he enganchado desde que me asomé por vez primera a las retransmisiones de la Temporada Grande, la pasión con la que lo viven, de principio a fin, volcados, entregados a la Fiesta, disfrutando de cada detalle, respondiendo con olés rotundos a un lance, a un muletazo, a un adorno, da igual, en cuanto surge algo bello responden, buscan lo bueno en todo momento, desde los narradores, geniales y con una gracia especial en sus comentarios, hasta el último de los aficionados, ajenos a la crispación que tantas veces soportamos en algunas plazas, Madrid a la cabeza, en las que parece que se va a buscar el fallo más que a gozar de lo bello y lo bueno del toreo. Mucho he aprendido en estos años de desvelo taurino dominical y mucho he vibrado y me he emocionado en esas madrugadas que han merecido mucho la pena. En mi memoria quedará el indulto de Diego Ventura a Fantasma, el adiós de Juan José Padilla, la torería infinita de Antonio Ferrera, la firmeza y el valor de Sergio Flores, la madurez espléndida de Castella, el elegante y torero Pablo Hermoso de Mendoza, el temple de Joselito Adame, el huracán Roca Rey que arrasó La México, la verdad de Arturo Macías, Calita o Luis David Adame, pero por encima de todos un nombre, le consentido, el número uno, el para mi más grande, Enrique Ponce, que en sus dos comparecencias derramó arte, torería, valor, entrega, compromiso, responsabilidad en madrugadas mágicas que me hicieron soñar el toreo eterno e inmortal del valenciano. Muchos recuerdos que he querido compartir a lo largo de estos meses y recomendaría de todo corazón a cada uno de los que se adentran en este blog que también lo hicieran al toreo mexicano, estoy convencido que les iba a arrebatar, es muy enriquecedor, se lo aseguro.
Para echar el telón a esta Temporada Grande se programaba ayer una corrida con toros de dos hierros diferentes, Arturo Gilio y Cieneguillas, que fue dispar de presentación, algo lógico al ser ganaderías de distinta procedencia. La de Arturo Gilio lleva sangre Parladé y sus toros, primero, segundo y quinto de la lidia ordinaria, estuvieron muy bien presentados, cuajados, cornidelanteros, ofensivos, desarrollados de pitones, con una tipología similar al toro que acostumbramos en España. Por su parte los toros de Cieneguillas, tercero, cuarto y sexto, pertenecen al encaste Llaguno, el toro tipo mexicano, más corto, enmorrilado y  menos ofensivos, incluso uno, el sobrero que ssalió tras devolverse al primero, era claramente cornicorto y a mi juicio justo de trapío. Sin duda que me parecieron toros con mucha más presencia los de Gilio, pero todos tuvieron lo más importante, que todos anduvieron en tipo, volumen y defensas acordes a su sangre. Luego salieron dos toros más de regalo, séptimo de Gilio y octavo de San Mateo también correctos de presentación. Una corrida claramente mejorable en cuanto a juego, sobre todo viniendo de la borrachera de toreo que proporcionaron los toros de Montecristo y Los Encinos en las dos corridas del Aniversario. Toros mexicanos para una terna de mexicanos, la formada por Arturo Saldívar, Sergio Flores y Michelito Lagravere, quien confirmaba alternativa. Con estos mimbres me parece decepcionante el pobre aspecto de los tendidos, menos de un cuarto en el numerado y prácticamente desierto el general. Imagino que será la resaca tras la borrachera de toreo del Aniversario, no encuentro otra explicación para tan pobre entrada en el día del cierre.
No se puede decir que Michelito tuviera ayer suerte con su lote. El toro de su confirmación, de Gilio, era un jabonero precioso, de magníficas hechuras, cuajado, bajo y reunido, cornidelantero, muy ofensivo, fino de mazorcas y puntas, que salió con movilidad y humillando en las verónicas y chicuelinas de saludo, aunque de corto recorrido. Pero al entrar al peto del caballo parece romperse la mano derecha y queda descoordinado e inválido para la lidia, por lo que es devuelto. Hasta aquí algo normal, pero lo que vino después fue de traca. No exagero, ¡20 minutos de reloj para devolverlo a los corrales! Salían los mansos, hasta cuatro veces, rodeaban al toro, lo llevaban hasta la puerta de toriles y el de Gilio se daba la vuelta y no había quine le hiciera entrar. Se intentó abriendo la puerta de cuadrillas para meterlo en el callejón y que por ahí fuera hacia toriles, imposible, no había tu tía. Pasado ese tiempo impera la lógica y Arturo Saldívar, como director de lidia, solicita permiso para matar al toro y así acabar de una vez con el grotesco espectáculo. Previo a entrar a matar le pone la muleta ¡y que el toro se mueve, no se cae y embiste!, ¡manda narices!. Menos mal que no siguió por ahí y lo pasaportó rápido. Miro el reloj y son las 00:25 horas, y el paseíllo había arrancado a las 23:30 horas, ¡y en realidad aún no había saltado el primero!. El sobrero que hace de primero bis lleva la divisa de Cieneguilla, cornicorto y para mi justito de trapío, se frena en el capote, echa las manos por delante y se queda corto en el capote. Deslucido saludo que continúa la misma tónica en el caballo y banderillas, por donde pasa sin pena ni gloria, parado y además perdiendo las manos por falta de fuerzas. Sobra decir que en la muleta nada cambió. Sin fuerza, sin recorrido, suelta la cara, puntea las telas y a la mínima se  derrumba. Faena de pases inconexos sin sentido alguno que alarga en demasía Michelito. Para colmo se atasca con la espada y la cosa queda en un discreto y respetuosos silencio en el toro de su confirmación, para olvidar. Tiene que esperar el de la Mérida mexicana hasta el sexto para desquitarse del fiasco, pero el de Cieneguillas que le corresponde es un calco del anterior. Frenado en le capote, echando las manos por delante, para acabar de coronarlo pega una voltereta al clavar los pitones en la arena que le dejan aún peor. Ni cumple en el caballo, se derrumba al llegar al peto, ni en banderillas, teniendo que emplearse la cuadrilla con inmenso mimo a la hora de posar, más que clavar, los pares. Nada en la muleta, embiste al tran-tran, corto de recorrido, a media altura, soltando la cara, nula emoción. Michelito tan solo pudo poner ganas quedando inédito. Por tanto no es difícil entender que pidiera uno de regalo, lo mismo que había hecho Saldívar justo al finalizar el tercio de banderillas de este sexto. Así que dos toros más y a esas horas. Lo corresponde a Michelito el octavo, de San Mateo, muy bien hecho, acapachado, abrochado y serio, abanto de salida, sin fijeza, de embestida desconcertante, tan solo un par de verónicas y la media de remate tienen cierta enjundia. Por lo menos este segundo regalo nos dejó un sensacional puyazo de César Morales, agarrado arriba, parando perfectamente el arreón, midiendo el castigo a las mil maravillas, un grandísimo tercio de varas, emocinante y bello. Lo prueba Michelito a la salida del caballo, por chicuelinas un tanto embarulladas pero que gustan y levantan los olés,  pare rematar con una airosa serpentina. Toro con movilidad y pronto en la muleta, con buen tranco, con mucho que torear y con buen fondo, mete bien la cara por el pitón derecho, el único, por el izquierdo no pasa, corta y busca. Series de derechazos a mi modo de ver faltas de reposo, un tanto aceleradas, con mucho movimiento de pies, dando la sensación de ir algo pasado de revoluciones. Le saca tandas de derechazos que liga bajando la mano, seguidas con olés por los aficionados, pero creo que ese toro hubiera lucido mucho más en unas manos más expertas que hubieran aplicado temple, porque bravura y clase tenía. Sinceramente creo que no ha estado mal Michelito, teniendo en cuenta lo poco toreado que está según comentaban, pero me ha parecido superior el toro y se ha ido con las orejas puestas, un lástima.
El que hacía segundo, de Gilio, era un tío, muy serio, abierto de cara, cornidelantero, muy ofensivo. Toro abanto de salida que suelta la cara, sin definir su embestida, deslucido en el capote que le ofrece Arturo Saldívar. La suerte de varas en este toro es un visto y no visto, ni le había dado tiempo al picador que guardaba puerta a asomarse al ruedo cuando el toro ya había llegado al caballo del picador de turno, le da un pinchacito que no llega ni a ser un puyazo señalado y ya está, a otra cosa mariposa, se cambia el tercio. En fin, así es México en algunas cosas, incomprensible para nosotros. El que sí sube la temperatura es el vibrante quite de Saldívar por gaoneras, revolera y brionesa de remate, precioso quite a un toro que se mueve con brío y emoción. Aprovecha esa cualidades el hidrocálido en tandas reunidas y sometidas por bajo por el pitón derecho, con largura y mucho temple, con buenos de pecho para cerrar las tandas y un cambio de mano de ensueño. Por el pitón izquierdo roba naturales con hondura y muy templados de enorme mérito porque por ese lado el toro es más bronco y complicado. Aguanta el hidrocálido los arreones y vuelve a torear en redondo muy templado, por ese pitón va de dulce, series limpias y profundas, olés y olés, con la mano baja, poderoso, sometiendo al toro que acaba rajándose ante el mando de Saldívar. Exprime las últimas embestidas de un toro ya rajado entre las rayas con unos circulares invertidos emocionantísimos que pone en pie a La México. Mata de una certera estocada arriba que vale una oreja merecida para una faena con emoción y muy bien estructurada por el de Aguascalientes. El cuarto, de Cieneguilla, está muy en tipo Llaguno, vuelto de pitones, alto y fino de cabos. Toro muy deslucido en el capote, suelto, sin humillar, que sin embargo en varas cumple aceptablemente metiendo la cara abajo, pero que en banderillas vuelve al tono gris. No mejora en la muleta, gazapón, embiste al paso, la cara a media altura, intenta puntear los vuelos, sin recorrido ni ritmo. Muy deslucido por ambos pitones si bien Saldívar pudo instrumentar algunos naturales sueltos con cierta hondura, pero a todo el trasteo le falta continuidad y transmisión por la sosería y falta de empuje del toro. Por encima Saldívar, siempre poniéndole la muleta en la cara, llevándolo templado, pero el conjunto no llega a calar en los aficionados por la sosería del animal. Así se entiende que el de Aguascalientes pidiera uno de regalo durante la lidia del sexto como conté antes. Ese de regalo saltó en séptimo turno, de Arturo Gilio, playero y abrochado de pitones, de nombre Regalito. Vamos, que parecía hecho a propósito. Lo malo es que el toro fue eso, un regalito envenenado para Saldívar. Se frena en le capote, echa las manos por delante, se acuesta por le pitón izquierdo, muy deslucido. Empuja con cierta codicia en varas pero en banderillas se muestra como es, tardo, parado y cortando, muy pobre juego. Sin gracia en la muleta, sin recorrido, sin clase, tardo, lo intenta llevar toreado el hidrocálido con cierta calidad a base de técnica y temple, pero la faena no toma vuelo, carece de ritmo, continuidad y transmisión por lo que decide abreviar con magnífico criterio, al menos yo se lo agradecí, las 3.30 horas y aún quedaba el de regalo para Michelito.
Sergio Flores llegaba avalado por su rotunda puerta grande lograda cinco días antes. El primero de su lote fue el que menos me gustó de hechuras en toda la corrida. Para mi gusto un toro de Cieneguillas algo justito de pitones, basto, bajo y pasado de kilos al que el tlaxcalteca recibió por mecidas verónicas, templadas, metiendo los riñones y echando la pierna adelante para rematar con una media preciosa. Basa la faena por el pitón derecho, redondos templados alargando el viaje, tirando del toro con suavidad, haciéndolo todo a favor del animal en series templadas y acopladas pero en las que falta un puntito de emoción por la embestida sosa del de Cieneguillas. Por el pitón izquierdo compone naturales limpios y con cierta largura pero al conjunto le falta ligazón y línea argumental, algo deslavazado porque el toro se siente podido y solo responde al primer y segundo muletazo, al tercero se para y mira. Muy firme, poderoso y técnico Sergio, por encima de su enemigo al que pasaporta de una entera arriba que lo manda al desolladero. Le quedaba el quinto para cumplir con su tradición de oreja por actuación en La México. Un toro de Arturo Gilio que para mi fue el de más imponente presencia de toda la corrida, un auténtico tío. Se frena en los primero scapotazos, toma un par de verónicas pero sale suelto, sin entrega. Flores le ecah el capote al suelo y lo lleva andándole hacia atrás con mimo, enseñándole a embestir, con inmensa técnica y calidad. Para calidad y clase la de Gustavo campos que compuso una auténtica obra de arte en dos pares de poder a poder, asomándose la balcón, perfectos de reunión y colocación para salir andando del encuentro con torería suprema, ¡qué grandísimo torero de plata!, al que ojalá veamos esta temporada en España. No sé si en México se estila dar premios como en España, pero si así es seguro que se llevaba el de mejor par de banderillas en la Temporada Grande. Vibrante arranque de faena, las zapatillas clavadas en los medios, un cambiado por la espalda, estatuarios, un trincherazo monumental y uno de pecho descomunal, todo ello entre olés desaforados. Muy bien Flores, encajado, metiendo los riñones, muy templado, lo lleva en redondos bajos y largos, adornándose con una arrucina y un farol que pone en pie a la plaza. Rotundas las tandas que nacen por el pitón izquierdo, naturales con hondura y clase, arrastrando la muleta, para cerrar con un cambiado y un circular invertido que hila con el de pecho de pitón a rabo que componen un homenaje al toreo pleno. Firme, poderoso y torero Flores por ambos pitones, faena de mucha altura a un toro bravo, noble y enclasado que transmitió y llegó a unos aficionados entregados y ya con los pañuelos en la mano deseosos de agitarlos al viento pidiendo orejas. Las postrimerías de la faena en el tercio destilan torería pura, trincherillas y pases por ambos pitones muy ceñidos a la cintura, ligados en una palmo, con enorme emoción. Un pinchazo y una entera trasera son suficientes para hacer doblar a este gran toro que vende cara su muerte haciendo gala de su casta y bravura. Oreja de mucho peso que además le sirve al tlaxcalteca para recibir con total merecimiento el premio de la Oreja de Oro que pone fin a una Temporada Grande que creo que ha tenido un altísimo nivel.
Adiós, México, adiós. Hasta la próxima.


Antonio Vallejo

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