lunes, 24 de mayo de 2021

La verdad de Román y el "como cargarse a un buen toro por la gracia de algunos" cierran San Isidro

Se acabó San Isidro 2021, un San Isidro distinto, raro, extraño, el de la pandemia, el de las mascarillas, el de las restricciones, el del aforo limitado, el de Vistalegre, el primero y espero que último que se celebre fuera de Las Ventas. Digo esto no porque haya estado mal organizado o haya salido mal, al revés, en mi opinión hay que felicitar a la empresa de la Plaza, Casa Matilla, por haber organizado en estos tiempos tan complicados, con todo en contra y limitaciones por todas partes, en un tiempo récord, una ciclo tan atractivo e interesante para el aficionado consiguiendo reunir en once días a todas las figuras. Tiene mucho mérito y creo que es de justicia agradecer el regalo que nos han hecho a todos los aficionados, algo que parecía imposible, que este año volviéramos a sentarnos en un tendido de Madrid para ver toros. Lo digo porque no volver a celebrar otro San Isidro fuera de Las Ventas significará que esta pesadilla ha acabado. Ojalá sea la próxima temporada y ojalá la plaza de Vistalegre pueda organizar un ciclo o una temporada complementaria a la de la Monumental, ha demostrado capacidad de sobra para hacer este muy buen San Isidro.
Un San Isidro que será recordado por todo lo bueno que hemos visto, todos los días, ni uno ha sido aburrido, cada tarde se han destacado muchas cosas, toros, faenas, puyazos, banderillas, estocadas, todos los días han sido buenos, los once, sin excepción, algo que siempre recordaremos y que debe hacernos reflexionar sobre el metraje mejor para futuras temporadas. A lo mejor las 34 tardes de los últimos celebrados es un empacho innecesario, un indigestión contraproducente. 
Si hay algo que ha marcado este San Isidro han sido los toros. Bueno, siempre debe ser así ya que el toro es el centro, el actor principal sin el que la Fiesta no existiría. Pero es que este San Isidro será recordado por algo que día tras día he repetido, la edad de los toros, el San Isidro de los cinqueños. La tarde de hoy no ha sido una excepción, los seis de Adolfo Martín para Juan del Álamo, Román y José Garrido eran cinqueños, un par de ellos largos, cerca de los seis años. Una corrida, como ha sido la nota durante toda la feria, magnífica de presentación, en tipo, los seis eran Alabaserradas los miraras por donde los miraras, buenas hechuras, toros con mucha plaza, de una seriedad imponente, astifinos, ofensivos, abriendo la cara y apuntando al cielo, unos veletos, otros vueltos de pitón, los cinco primeros fuertemente ovacionados de salida, solo el sexto no ha tenido ese honor, quizás porque era más largo y tenía menos volumen de caja, pero con mucha seriedad y trapío. Basta con ver las fotos de los seis lidiados que traigo a portada, asustan. Del comportamiento, ¿qué les voy a decir?, lo esperado cuando vas a ver los Adolfos. El otro día hablaba, refiriéndome a Morante, que cuando vas a verle torear ya sabes que en un toro pone la plaza patas abajo con un toreo glorioso y en el siguiente se lleva la mayor bronca del mundo porque no engaña a nadie y si no vale no anda con rodeos ni tonterías. Lo mismo digo de los toros de Adolfo Martín, cuando vas a ver una corrida suya ya sabes el comportamiento que van a tener con muchas probabilidades de acertar el pleno. La de esta tarde no ha sido una excepción y ha salido como esperaba. Toros con sentido, si encima son cinqueños ya ni les cuento, no es desarrollen sentido, es que saben más que latín, toros duros, complicados, que se revuelven en un palmo y reponen, que saben lo que dejan detrás, toros con peligro, sordo o evidente, toros cuya emoción reside en que te tienen con el corazón en un puño, toros de uy tras uy, sobresalto tras sobresalto. Cierto que cuando humillan y tienen recorrido son para volverse locos, como aquel Madroñito al que El Cid indultó en Santander el año 2016 en la Feria de Santiago. Pero aquel fue en 2016, y ya ha pasado mucho. Esta tarde no ha sido una excepción y el comportamiento de los seis ha seguido al pie de la letra el guión que he descrito, poco recorrido y mucho peligro, y quien hoy haya ido a Vistalegre no ha podido sorprenderse de ello. 
Y para vencer todas las complicaciones que presentan estos toros hay que tener mucha firmeza y mucho valor, como lo ha tenido la terna de esta tarde. Todos han sido peligrosos y los tres matadores han estado, a mi entender, muy por encima de los Adolfos, pero si ha habido un lote que ha sido especialmente duro ha sido el de Román. El que hacía segundo no es que fuera peligroso, es que, como decía el grupo La Frontera en su canción Judas el Miserable, era un auténtico cabrón. Una alimaña desde que saltó a la arena, metiendo la cara al inicio del lance pero sin acabar de pasar, quedándose debajo para revolverse y soltar la cara con violencia. Y así ha llegado a la muleta, tardo, mirando y midiendo, embistiendo hacia dentro, muy corto de recorrido, rebañando en busca de lo que dejaba atrás con derrotes bruscos. Muy firme, decidido y valiente el valenciano presentándole la muleta, tratando de llevarlo templado, perdiendo pasos no ya para intentar quedarse colocado sino pasa salvar los muslos. Mismo patrón por ambos pitones, quizás más acusado si cabe por el izquierdo llegando a levantarle por la pala en uno de los naturales que trataba de instrumentar. Mucha verdad de Román poniéndose cruzado, dándole el pecho, arrancándole los muletazos de uno en uno, mucha exposición porque a la mínima podía engancharle en uno de los tornillazos al revolverse y mucha decisión porque en ningún momento le perdió la cara para acabar pudiéndole con la mano baja e imponerse en le final de faena, que ha sido de uy en uy, de ay en ay. Repito, se la ha jugado de verda y con verdad, a cara de perro, sin esconder nada, máxima entrega y compromiso. Lástima del mal manejo de la espada porque hubiera cortado una merecida oreja. El quinto por lo menos le ha permitido a Román pegarle unas verónicas flexionando la rodilla para someterle por abajo que han tenido ritmo y más recorrido, bonito saludo. A la muleta ha llegado con la cara alta, corto  recorrido, pasa y una vez y se para, también mira y mide. Quizás no haya tenido la brusquedad y el peligro tan evidente del segundo, pero el comportamiento ha sido similar y el riesgo más sordo pero presente en cada muletazo. La respuesta del valenciano la misma, firmeza y valor, muy asentado para sacar derechazos y naturales de mucho mérito de uno en uno, teniéndose que cruzar y colocar en cada uno, perdiendo pasos. Sensacional Román, otra vez con mucha verdad, trazando muletazos  con empaque, pero falta el ritmo, la continuidad, la ligazón. Aquí la emoción está en la exposición y decisión de Román, muy sincero, muy superior, tragando lo indecible. Personalmente me gusta más la emoción del toreo templado, profundo, de mano baja y trazo largo, pero respeto este toreo de valentía y arrojo, de lucha titánica y el peligro y la sangre rondando por el ruedo constantemente. Son, simplemente, diferentes y hay que ver todo tipo de toros y toreo para apreciar la grandeza de nuestra Fiesta. De nuevo la espada emborrona su heroica actuación, pero las dos ovaciones atronadoras que se ha llevado compensan el esfuerzo enorme que ha hecho para dominar a esos toros.
Importante faena de Juan del Álamo al primero, en la que ha sacado a relucir su arsenal de técnica y conocimiento. De inicio se lo lleva a los medios andándole por bajo, tratando de someterle, el toro se desplaza bien pero le cuesta salir  de la muleta al final del muletazo. Series por el pitón derecho con muy buen sentido de la distancia, perfecta colocación, adelantando la muleta, perdiendo pasos para poder ligar las series, con la mano baja y mucho temple, pero el toro se queda a mitad de viaje y repone. Cada vez se acentúa más el corto recorrido del Adolfo, revolviéndose y reponiendo en cada muletazo, especialmente por el pitón izquierdo, muy corto y peligroso, viniéndose por dentro y soltando la cara. Firmeza, buen hacer y valor de Juan del Álamo que ha firmado una faena de importancia que le ha valido una vuelta al ruedo de peso. Con el cuarto he visto algo que, sinceramente, me ha parecido vergonzoso. Un toro que ha salido con movilidad, recorrido y humillando en un magnífico saludo a la verónica del salmantino, temple y ritmo, ganando pasos para rematar con una media buenísima. Pelea con celo en el caballo, la cara abajo, empujando con los riñones, sensacional puyazo de Angel Rivas. Lo prueba del Álamo al salir del peto a la verónica, acompasadas, otra media con gusto, y pide el cambio de tercio, lo que autoriza el presidente y suenan los clarines y timbales anunciándolo. Y de repente un sector se pone a protestar la decisión del matador y pide que vuelva a entra al caballo. Sí, hoy estaban los "toristas", entre los que curiosamente se encontraban los mismos a los  que otros días todo les parecía mal con la figuras. El caso es que Juan del Álamo se ha visto coaccionado porque la bronca iba a más y ha accedido al capricho de los señoritos, con el tercio ya cambiado. ¿Qué ha ocurrido?. Pues que ha habido que darle un montón de capotazos para volver a colocarlo en el caballo, porque además lo querían en largo, casi en la boca de riego, y el Adolfo, claro, que no iba, anda que no sabía ya lo que había, y otro capotazo, y más tiempo, hasta que por fin se ha arrancado y se le ha dado un puyazo simbólico, sólo señalado, pero los señoritos se han quedado contentos, se han salido con la suya, y han impuesto su "sabio" criterio. ¡Cuantas tardes hemos tenido que soportar sus caprichos, sus fobias y filias en Las Ventas!. La única sabiduría que nos han mostrado es la de como cargarse a un buen toro por la gracia que han hecho con su bronca ya que el toro ha cambiado radicalmente y en la muleta no ha tenido ni un pase, no ya corto recorrido, es que no ha pasado, sentido más que desarrollado, soltando la cara a diestro y siniestro, derrotes con sumo peligro. Con su inmensa "sabiduría" se han cargado al toro y de paso le han jodido a Juan del Álamo que me imagino que si había pedido el cambio de tercio era porque veía que estaba picado y tenía condiciones demostradas para cuajar una buena faena. Además estábamos en una plaza de segunda, un puyazo es reglamentario, debieran saberlo estos que son tan formados. Eso es lo único que nos han enseñado los "sabios toristas", cargarse un toro. Y me queda una duda, no sé si es reglamentario que una vez cambiado el tercio el toro vuelva al caballo, lo desconozco. Si es así me parece algo muy grave lo que ha ocurrido en este quinto y el presidente tenía que haber desautorizado la marcha atrás. Otra cosa se llama cobardía, además de ilegalidad o falta. Señores, que quien sabe de esto son los toreros, que está ahí abajo jugándose la vida, que los que estamos arriba cómodamente sentados en el tendido no tenemos ni idea, hay que hacerles caso a ellos y no a los "sabios" ignorantes, como se ha demostrado esta tarde.
Al que le doy mucho mérito a lo que ha hecho hoy en Vistalegre es a José Garrido, un torero que engancha los toros alante y los lleva toreados en largo y con mucho mando, que hoy ha tenido que luchar a contraestilo. Ha demostrado enorme valor y también, como sus compañeros de terna, mucha firmeza. Dos toros con el comportamiento ya comentado de sus hermanos, no voy a ser repetitivo, que no permitían nada y ante los que el extremeño no se ha arrugado. En todo momento ha intentado llevarlos en largo, pero ambos se quedaban a medio pase y reponían. Faena una vez más de muletazos sueltos perdiendo pasos. Repito, le doy mucho valor a la actitud y compromiso de Garrido que, como sus compañeros, ha estado muy por encima de su lote.
Y así digo adiós a este San Isidro atípico pero intenso en le que he vivido y sentido muchas emociones, la más grande de todas volver a sentarme en un tendido y ver toros en vivo, ¡que maravilla!, ¡vuelve la vida!.

Antonio Vallejo


domingo, 23 de mayo de 2021

La magia de Ortega y el mando de Juli, el toreo pleno

Cuando el mando, el poder y la clase bajan a la tierra pueden pasar cosas como la de Juli con el tercero de la tarde de hoy. Cuando la elegancia, la delicadeza y el gusto bajan a la tierra pueden pasar cosa como las de Juan Ortega en el tercero y sexto de la tarde de hoy. Tres faenas inolvidables, tres obras maestras, tres razones para seguir amando esta afición como a nada en el mundo, tres monumentos al toreo eterno.

Una tarde de máxima expectación, se palpaba ambiente de día grande, buena la respuesta de la afición hoy, y no era para menos, un cartelazo de lujo una tarde más: Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y Juan Ortega frente a toros de Garcigrande. Una vez más agradecer a la casa Matilla, empresa de esta plaza de Vistalegre, el esfuerzo y el magnífico trabajo para confeccionar en estos tiempos difíciles un ciclo de San Isidro tan completo y rematado como el que nos han brindado, un regalo con el que no contábamos y que significa mucho para el futuro de esta Fiesta.

Solo como preámbulo voy a referirme un día más en la formidable presentación de los seis toros de Garcigrande, todos cinqueños, como es y va a ser la tónica de esta temporada, incluso dos de ellos rondando los seis años, el cuarto y quinto. Corrida con mucha seriedad por delante, astifina y variada de hechuras, bonitas láminas y todos con presencia de plaza de primera. Un día más felicitar a Justo Hernández por la selección en el campo. Una corrida también variada de comportamiento con tres toros, tercero, quinto y sexto con calidad y clase que marcaron la tarde.

Lo de Juli al quinto es para no olvidar. faena rotunda, faena plena, de principio a fin, en la que ha aunado la técnica, el conocimiento, el mando, el poder y la clase. Faena de maestro consagrado en la que ha demostrado la inmensa capacidad  que tiene para entender y someter a los toros para desembocar en los caminos del arte y la belleza que llevan directos a la emoción. Desde que saltó a la arena este imponente quinto, grande, muy armado, se le vio el buen tranco. Tomó con celo y repetición, metiendo bien la cara, el ramillete de extraordinarias verónicas, suaves y garbosas, jugando los brazos con sutileza, que le presentó Juli en el saludo. Temple en el capote del madrileño, movilidad y recorrido del toro, buenos augurios que llegaron a la muleta. En el caballo empujó con codicia y la cara abajo, magnífica pelea, y en banderillas mantuvo el son, moviéndose y acudiendo pronto a los reclamos de los banderilleros, buen tercio. Para morirse el comienzo de faena, por bajo, mandón, rodilla en tierra, llevándolo toreado por ambos pitones, con suavidad y largura, ganado terreno para rematar este canto a la belleza con un cambio de mano eterno y uno de pecho largo sensacional. A partir de ahí la composición de una excelsa sinfonía de toreo pleno por ambos pitones. Por el derecho abrió el compás, enganchó al toro con la muleta adelantada, perfectamente cogida la distancia y la altura a este toro con mucho brío que pedía mando. Y lo tuvo en Juli. Perfecto de colocación, acoplado, encajado, metiendo los riñones y con la mano muy baja instrumentó series en redondo antológicas, templadísimas, muleta a ras de suelo, trazo largo, ligazón, y repetición del buen toro que mantenía la movilidad y ya llevaba la cara abajo, sometido. Para rematar las series un cambio de mano exquisito y unos de pecho eternos, monumentales, que pusieron a la plaza en pie. Protesta algo por el pitón izquierdo el de Garcigrande al verse dominado, pero la rebeldía le dura un par de muletazos. La portentosa técnica y capacidad de someter a los toros que siempre ha tenido el de Velilla sale a relucir en tandas de naturales maravillosos, tandas rotundas, hondas, la mano muy baja, alargando el viaje, recogiendo la salida para ligar en el sitio, técnica y estética, poder y belleza de la mano. Una vez más los de pecho con los que abrochó las series fueron de escándalo. Finaliza por donde empezó, toreando en redondo con una profundidad solo al alcance de unos pocos maestros, rotundidad, toreo pleno, pletórico que adornó con un martinete y otro cambio de mano majestuoso para poner la guinda al delicioso pastel que nos ha servido en su muleta. La rúbrica a tal obra maestra no podía ser otra que la entera que hundió arriba al volcarse sobre el morrillo. Da igual que cayera ligeramente trasera y que el buen toro de Garcigrande - que tuvo movilidad, recorrido, entrega, clase, transmisión y emoción - tardara unos segundos más en doblar, las dos orejas eran de ley, aunque por momentos pensé que el presidente no estaba por la labor de dar la segunda. No fue así, gracias a Dios, ya que hubiera sido una injusticia mayúscula. Julián López " El Juli", maestro de maestros, figurón del toreo.

Juan Ortega es uno de los tocados por la varita de las musas, un torero en el que todo fluye de con naturalidad, de la inspiración, de la mente a las muñecas, de manera mágica. Hoy nos ha cautivado, nos ha hipnotizado con su toreo desbordante de sutileza, delicadeza, gusto, sabor y, sobre todo, verdad. El tercero apretó mucho en el capote con tendencia a irse por dentro, tanto que puso en aprietos al sevillano al que por los pelos no se llevó por delante en un par de ocasiones. También apretó en banderillas, extraordinario el tercer par de Andrés Revuelta con gran exposición, cuadrando en la cara, de poder a poder, para reunir a la perfección. Atronadora la ovación para este magnífico torero de plata que tuvo que responder desmonterado. El arranque de faena fue, sencillamente, antológico. Por bajo, andándole despacio, con torería, sometiéndole mucho, detalles de enorme gusto, aromas a toreo del bueno en cada pase, elegancia y dominio para dejarlo en los medios y en ese terreno cuajar una faena de las grandes. Toro con clase y ritmo, embiste con celo y la cara abajo, y lo hace al ralentí. Así lo ha toreado Ortega, muy despacio, cogida la distancia y el compás, todo suavidad, mucho más que temple, toreo en redondo largo, profundo, dos tandas apoteósicas que pone a la plaza entera en pie rompiéndose a aplaudir, dos tandas que remata por bajo, con elegancia en la figura, una auténtica maravilla. Por el izquierdo surgen  naturales soberbios, relajado, la manera de hacer llegar al toro, el embroque, todo es armonía, acoplado, la mano baja, muletazos con hondura, máxima expresión de la belleza, dos tandas coreadas con olés que retumban y que con los remates por bajo, repletos de sabor a toreo eterno, hacen estallar los sentimientos desbordados de la emoción suprema. Indescriptible el gusto y la clase de Ortega, todo muy despacio, a la misma velocidad que embestía el de Garcigrande, fusión perfecta en cuatro tandas, dos por cada pitón, faena de 16 ó 18 muletazos, ¿y para qué  más?. Una pintura no es mejor por el tamaño del marco, lo es por la calidad del lienzo, y la pintura torera que Juan Ortega ha dibujado hoy en la arena de Vistalegre la hubiera firmado el mismísimo Velázquez. Lástima que la espada privara al sevillano de lo que para mi hubieran sido dos orejas, pero la verdad es que me da igual. Lo que me quedará para siempre son los aromas intensos y el sabor inagotable de su toreo. El sexto fue otro toro imponente por lo ofensivo, alto, de muy buenas hechuras y fino de cabos que humilló en el capote pero que al igual que en su anterior oponente se vino por dentro en un lance por el pitón izquierdo al hilo de las tablas y a punto estuvo de enganchar a Ortega. Se le pega en el peto, puyazo largo y con castigo, aparentemente sale desfondado del caballo y en banderillas complica las cosas a Jorge Fuentes y José Ángel Muñoz "Perico" que colocan los palos de sobaquillo aunque el toro tiene clase, se le ve, humilla y tiene fijeza. Un aparte para mencionar la extraordinaria brega de Andrés Revuelta, ni un capotazo de más para dejar al toro perfectamente colocado en suerte. Los primeros compases de faena vuelven a hipnotizarnos, ayudados por bajo preciosos, ejecutados muy despacio, templados, ganándole pasos hasta los medios. El toro humilla y repite en los primeros compases por el pitón derecho, derechazos repletos de gusto, cada muletazo un cartel, componiendo la figura, finura en el embroque y elegancia en la conducción, todo por abajo, siempre. Poco a poco le va cogiendo el punto a la embestida humillada y con recorrido del Garcigrande trasladando al tendido la sensación de que de nuevo íbamos a ver algo grande. Donde rompió la faena fue por el izquierdo. Por ahí fueron surgiendo los naturales mágicos, sueltos, cobrados de uno en uno, cierto, pero es que fueron de locura, perfecto de colocación, dándole el pecho, figura elegante, adelantando la muleta, tirando del toro con suavidad, ni un tirón, temple, muy despacio, superlativos, hondos, cada uno seguido de un olé ronco, emoción desbordada. faena de menos a más y, como la de su anterior toro, perfectamente medida, cabeza despejada y claridad de mente, sin agrandar el metraje ni un minuto más de lo preciso, lo justo y necesario que decimos en misa, para llevarnos en un delicioso estado de  hipnosis a un epílogo de faena apoteósico, los brazos desmayados, la muleta caída, trincherillas de ensueño y cambios de mano gloriosos hilvanados a una serie final que desprendía torería de norte a sur y de este a oeste, con desmayo en la figura, embraguetado, pasándoselo muy cerca, y todo con la delicadeza y elegancia que toda la tarde ha mostrado. Un pinchazo arriba y una casi entera ligeramente desprendida no son obstáculo para que Ortega cobrara una oreja de ley y justicia no solo por lo hecho en este toro sino por su actuación en el conjunto de la tarde que puede definirse con esa palabra tan bella que lo dice todo: Torería.

Morante de la Puebla no ha tenido opciones con el peor lote de la corrida. Tan solo las verónicas de recibo al primero, con el mentón hundido, cadenciosas, preciosas, con el sello único del maestro, pueden destacarse.No hubo toro, no se sostenía por su falta de fuerzas. faena imposible aunque lo intentó a media altura, pero como le bajara la mano lo mínimo el animal se derrumbaba. Un par de series y visto  lo que era evidente optó por el único camino posible, cortar por lo sano y entrar a matar. Más de lo mismo en el cuarto, se quedaba muy corto, sin recorrido ni fuerzas, pero es que para colmo éste se revolvió y repuso con peligro. No dudó ni un segundo Morante y abrevió con una entera colocada con enorme habilidad que nos ahorró minutos sin sentido. Bastantes le pitaron, les respeto y lo entiendo, pero a mi me parece que hizo lo correcto. No había de donde sacar, exponerse para nada y prolongar artificialmente un pegapases sin sentido sí me hubiera paracido censurable. De Morante admiro muchas cosas, su toreo me parece único y me proporciona emociones y sentimientos también únicos, pero haya algo que le reconozco y aplaudo, su honestidad, no engaña a nadie y sabemos perfectamente como es y como entiende el toreo. Y hoy ha sido honesto. ¡Ah! y en la memoria nos ha dejado dos delantales divinos y una media celestial al llevar al cuarto al caballo. Solo por eso, por ese embrujo y ese duende de Morante que Juan Ortega ha heredado, tan solo por eso, hubiera valido la pena pagar una entrada.

Antonio Vallejo
 

sábado, 22 de mayo de 2021

Me voy a cargar la Fiesta

Hoy sí, hoy ha respondido la afición, ¡menos mal!, aunque no ha habido lleno, al menos un muy buen aspecto de los tendidos. Claro, todo eso entendido en el contexto de los tiempos que vivimos, toros en tiempos de pandemia, con la aforo reducido. vamos, que si la entrada de hoy se hubiera producido hace 3 años diríamos que la Fiesta está herida de muerte. Pero es lo que hay y así hay que aceptarlo, no queda otra. Lo importante es que hay toros en Madrid a pesar de las circunstancias, algo que creíamos imposible hace pocos meses, no hace falta irse muy lejos, con 2 ó 3 es suficiente. Así que disfrutemos de este regalazo viviendo cada tarde de toros con intensidad, como si fuera la última, disfrutando de todo lo bueno que nos da, cada detalle, cada instante o el conjunto.

La verdad es que lo sorprendente hubiera sido que con el cartel de esta tarde la respuesta hubiera sido distinta. Se notaba al llegar a la plaza, ir y venir de aficionados, gente guapa y el famoseo que en estas tarde de claveles se deja ver por la plaza, aunque sea en Carabanchel. Sí, se sentía día grande, se veía en la cara de la gente, alegría e ilusión, al fin y al cabo eso es el toreo. Ir hoy a los toros era una oferta imposible de rechazar. En el cartel tres nombres de máximo atractivo, Diego Urdiales, muy del gusto de la afición madrileña, José María Manzanares, sobran las palabras, y Roca Rey, el futuro de la Fiesta, el que nadie se quiere perder, ante toros de una ganadería de primerísima línea, Victoriano del Río, con uno de Toros de Cortés, el segundo hierro de la casa. Si con estos argumentos la afición no hubiera respondido, apaga y vámonos.

Una tarde más hay que destacar la magnífica presentación de la corrida, cinqueños los del hierro de Victoriano, cuatreño el de Cortés, pero todos con una presencia y una seriedad imponentes, astifinos, enseñando las puntas, afiladísimos, ofensivos por delante pero sin las exageraciones que otras veces hemos visto en Las Ventas, donde parece que si los pitones no cruzan al otro lado de la M-30 no valen. Toros de magníficas hechuras, proporcionados, con trapío, altos y con volumen, muy en tipo Victoriano, que es lo mejor que se puede decir de una ganadería. Una corrida que, como la de ayer, se ha caracterizado por la movilidad y la exigencia, una corrida que no ha regalado nada y ha pedido mucho a los toreros.

Diego Urdiales nos ha brindado una tarde de naturalidad, elegancia, reposo, gusto, en definitiva, torería, de las que no se olvidan. El poso de la madurez y  la maestría, técnica y conocimiento al servicio del arte, una auténtica maravilla ante nuestros ojos, la manera de andarle a los toros, la manera de estar y la manera de irse de la cara del toro, la manera de citar, la figura en el embroque, suavidad y temple conduciendo las embestidas, imágenes toreras que rememoran otras épocas. Desde las verónicas infinitas de saludo al primero hasta que ha recogido la montera tras la muerte del cuarto todo ha sido torería. ¡Qué verónicas las del primero!, maravillosas, más que temple, a compás, ganando pasos con un empaque único a la vez que mecía los brazos, acompañándose con la cintura, encajado, enroscándose al toro, no sé las que habrán sido, no las he contado, se lo juro, pero se ha a cercado a la veintena, o por ahí han debido estar, verónicas que cada una era una caricia a la embestida, sedosas. La media de remate un cartel de toros, y la plaza entera en pie. Así ha empezado la tarde, desenfreno de las emociones. Con la muleta más de lo mismo, clase y elegancia en el inicio de faena, por bajo, andándola con torería infinita, suavidad y temple, llevándoselo a los medios casi en levitación, dominando al toro que venía fuerte, movilidad sin control, lo paró y lo sometió para componer dos tandas en redondo sensacionales, embraguetado, la mano baja, superando la tendencia del de Victoriano a soltar la cara, y todo natural ni una estridencia, relajado, reposado, una delicia. Se ve podido el toro y se raja en la primera al natural, busca la salida, huye, pese a todo lo sujeta en las rayas del 7 y acaba sacando dos o tres naturales con enjundia, largo y por abajo. Magistral el riojano que mata de entera volcándose ligeramente trasera. Con el cuarto, complicado y exigente, además de peligroso, nada pudo lucir de capa, pero en la muleta rescató del armario de la memoria del toreo ese que nos transporta a otra épocas, exquisitez, suavidad, naturalidad, compostura, naturalidad. Toreo inmortal por el pitón derecho, mano baja, reposado, muletazos largos, series abrochadas con sensacionales de pecho. Por el izquierdo no va, se queda debajo, suelta la cara con mucho peligro, pese a todo le consigue sacar un par de naturales de órdago. Cierra la faena con unas trincherillas de inmensa belleza, auténticos carteles que dan paso a una entera ligeramente desprendida tirándose a matar con decisión y rectitud que vale una más que merecida oreja no solo por este toro sino por toda su actuación, tarde de torería y gran dimensión.

José maría Manzanares tuvo en le segundo un toro exigente y encastado que no admitía la mínima duda ni el más ligero error. Las verónicas que le recetó de salida, a pies juntos, muy despacio, para rematar con una media de lujo fueron el exquisito aperitivo de lo que sería la faena de muleta. El de Victoriano pedía mando y mano baja, se lo dio el alicantino. Poniéndole la muleta adelantada, llevándolo templado por ambos pitones, la mano baja, alargando la embestida, consiguió componer tandas de magnífico trazo y enorme calidad, ligando con calidad, dejándonos detalles de sabor infinito como un cambio de mano larguísimo marca de la casa y unos pases de pecho supremos, como él los dibuja en el aire, muy largos, a la hombrera contraria. Todo eso enmarcado en esa personalidad y es gusto que impregna su toreo, amén de su elegancia innata y también, no se puede negar, una técnica y una capacidad para someter a los toros fuera de serie. Lo raro es que Manzanares, un cañón con la espada, pinchara a la primera en la suerte de recibir y enterrara una media arriba que hizo doblar al toro. El que hizo quinto no permitió nada, imposible para el lucimiento. Corto de recorrido y justo de fuerzas desde que saltó, sin emplearse, deslucido. Bastante hizo el alicantino con mantenerlo en pie, todo a media altura, sin obligarle lo más mínimo porque se venía abajo. Técnica y pulcritud en su muleta pero ni gota de emoción, no había nada. Con acierto abrevió y tomó la espada, lo mejor que se podía hacer viendo el percal. 

Siempre se le espera a Roca Rey con la máxima expectación , hoy no podía ser una excepción, sobre todo tras su triunfo tan solo 48 horas antes en este mismo ruedo. El tercero tuvo una salida desconcertante,  mucha movilidad pero sin criterio, echando las manos por delante y la cara arriba. Verónicas a pies juntos con cierta calidad y un par de chicuelinas ajustadas ajustadas son lo único que pudo hacer con el capote. Sabedor de la responsabilidad que conlleva ser figura fue a por todas desde el inicio de faena sin guardarse nada. Estatuarios ayudados por alto en los medios hilvanados a un par de trincherillas de escándalo, declaración de intenciones. Toro tardo y probón pero que cuando embiste lo hace por abajo. Por el pitón derecho le encuentra la medida a la perfección, adelantando la muleta, embarcándolo en un viaje con largura, temple, profundidad, perdiéndole un pasito entre muletazo y muletazo para quedarse perfectamente colocado y poder ligar, la esencia de la emoción. Por el pitón izquierdo le cuesta un mundo, tardo, sin recorrido, se queda a medio pase y se revuelve. Es el derecho el único pitón potable, queda claro y por ahí es por donde continuó toda la faena. Toreo en redondo por bajo, mandando y ligando hasta que se fue apagando el de Cortés. Lo que he comentado muchas veces, si el toro no embiste lo hace Roca Rey. Y así ha sido, acortó distancias el peruano para meterse literalmente entre los pitones para trazar circulares por la espalda de mucha exposición, tanto que en uno de ellos le voltea por las aires sin consecuencias. Lástima que la espada se le fuera baja porque la faena fue un derroche de valor y disposición además de mando y capacidad. El sexto también se queda corto en el capote, además sale suelto, sin fijeza, primeros tercios desordenados, mala lidia. Lo mejor fue el quite del peruano a la salida del puyacito, un quite por chicuelinas y tafalleras con una revolera y larga cordobesa de remate. En la muleta solo tuvo el inicio, electrizante, de rodillas en los medios, dos cambiados por la espalda, un muletazo en redondo larguísimo, un cambio de mano más largo aún y una vez incorporado culminar con uno de pecho mirando al tendido y otro de desdén con la misma mirada. La movilidad del toro la aprovechó Roca Rey para trazar derechazos largos, ligados con mano baja, pero el toro va a menos desde muy pronto. Lo intentó el peruano por el otro pitón pero la cosa no mejoraba. Entrega y disposición de Roca Rey que consiguió algún derechazo y algún natural aislado con calidad, pero el trasteo careció de ritmo, continuidad y emoción. Al menos se lo quitó de en medio de una entera levemente trasera que acabó con el último de la tarde.

Cada uno podrá ponerle el calificativo que quiera a esta tarde de claveles, pero el único que no me encaja es aburrida. Incluso diria que ha sido una buena tarde que solo ha tenido un lunar que no ha estado en el ruedo, sino justo en la fila inferior a la mía. En esas localidades lleva unos días apareciendo un personaje de voz realmente peculiar y sonora al que todo, absolutamente todo lo que sucede le parece mal y que hoy nos ha dado la tarde. Bueno, realmente media tarde, los tres primeros toros, porque en el cuarto ha desaparecido, gracias a Dios. Es de estas personas que yo no entiendo que vayan a los toros, sería mejor que buscaran otra afición u otro entretenimiento porque, sinceramente, tiene que sufrir viendo que todos los toreros lo hacen mal, especialmente las figuras que tiene atravesadas, y que todos los que estamos en la plaza somos unos ignorantes que no vemos lo que solo ve él y un par de personas más que le acompañan y corean sus dogmas. No es por no ir, pero ir "pa ná", para pasarlo tan mal, es tontería, que decía aquel. Es de los de la banda del "¡crúzate!" constante, de los del pico, y todos esos latiguillos y gritos cultivados en el 7 venteño   repetidos temporada tras temporada a los que hoy han incorporado uno nuevo. Como todos los que estábamos en la plaza hemos coreado con olés las faenas de Urdiales, Manzanares y Roca Rey y según su infinita sabiduría éramos unos ignorantes y no estábamos viendo la única verdad, la suya, la que solo ellos podían advertir, tanto el personaje en cuestión como su amiga en sapiencia, pureza y verdad del toreo se han pasado repitiendo toda la tarde la chica y afortunadamente solo durante los tres primeros toros el individuo una frasecita que me imagino que pronto ingresará en la lista del hit parade de los gritos de este grupo portador de las esencias y sabiduría del torero: "se van a cargar la Fiesta". Sí, no es coña ni exageración, constantemente repitiendo el latiguillo cada vez que un muletazo era  acompañado con olés o cuando se aplaudía una serie, o un remate porque realmente nada estaba bien hecho. Pues les digo una cosa, yo lo he pasado muy bien esta tarde, he disfrutado a pesar de la turra que nos han dado los dos, es más estoy encantado de no tener ni idea y haber gozado con la torería de Urdiales, la clase y porte de Manzanares y el valor de Roca Rey, aunque intentaré llevar con resignación cristiana la losa de saber que soy uno de los que se va a cargar la Fiesta.

Antonio Vallejo


 

viernes, 21 de mayo de 2021

¿Dónde estaban los que no vinieron?


 ¿Qué nos está pasando?, ¿dónde está el taurinismo?, ¿y la afición?. No lo entiendo, de verdad, no comprendo nada, cómo es posible que hoy, en la octava de San Isidro, la plaza de Vistalegre haya presentado un aspecto tan paupérrimo. A la venta un 40% del aforo, lo que marcan las medidas restrictivas impuestas. Ocupado tan solo la mitad de ese aforo permitido, siendo generosos, eso es un 20% escaso, lamentable. Nos hemos pasado un año escuchando cuánto se echaba en falta el toreo, que los toros tenían que volver, que la afición necesitaba de una vez que se abrieran las plazas... lamentos y más lamentos. ¿Y ahora qué?. Cuando Vistalegre da el importante paso de programar nada más y nada menos que un San Isidro viendo la desidia y dejadez de la empresa de Las Ventas que un día y otro da la callada por respuesta y se niega a abrir la plaza, nada, la gente, la rimbombante "afición madrileña" se hace un Simón Casas, ni está ni se le espera. Y no será porque se haya confeccionado un ciclo de once corridas de medio pelo. ¡No! Once carteles en los que está todas las figuras y toreros de primer nivel, once carteles con ganaderías de primera, y la gente no va a la plaza. Sinceramente, no me entra en la cabeza. Luego que no se quejen. El tiempo nos está dando la razón a todos los que tantas veces hemos dicho que el peor enemigo de la fiesta está dentro.
El de hoy, octava de San Isidro, era un cartel de los que antaño hubieran sido de los cotizados en Las Ventas. Sobre el albero carabanchelero Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y Daniel Luque, que ha entrado por la vía de la sustitución a Emilio de Justo quien a su vez se anunciaba en lugar de Antonio Ferrera que rehusó a venir a Madrid, frente a toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez, de procedencia Juan Pedro Domecq. Los que suspiraban por ver toros y tanto se lamentaban por su ausencia, los que se decían taurinos y aficionados ¿dónde estaban esta tarde?, ¿acaso el cartel les parecía poco?. Pues peor para ellos, porque se han perdido una tarde que, aunque es cierto que no pasará a la historia por triunfos rotundos y faenas antológicas, ha tenido mucho que ver, apreciar, valorar y degustar para quien sienta el toreo, entienda lo que es el toreo y se sienta aficionado de verdad. Porque creo que ha sido eso, una tarde para aficionados en la que, para empezar, he visto seis toros dignos de lidiarse en plazas de primera, de excelente presentación, buenas hechuras, muy pareja de pesos, todos con trapío, quizás el primero el más vareado pero proporcionado y que con los pitones que lucía  el trapío era impresionante. El resto de sus hermanos, unos auténticos tíos, muy serios, con unos leños que asustaban, terminados en puntas, puñales desafiantes, toros con presencia, con mucha plaza, todos cinqueños largos, tres de ellos a dos meses de cumplir los seis, con lo que eso conlleva, sentido desarrollado y muchas complicaciones. En cuanto al comportamiento ha sido variado pero si hay algo que para mi ha definido a la corrida ha sido la movilidad, con más o menos clase, pero la corrida se ha movido, vaya si se ha movido. Seis toros que, además, han sido prontos en el caballo, han peleado, han metido la cara en el peto y han empujado con los riñones, empleándose, protagonizando vibrantes y magníficos tercios de varas a cargo de Oscar Bernal en el  segundo, Ignacio Rodríguez en el cuarto y Pedro Iturralde que agarró muy bien arriba y delantero al quinto  pero lo dejó crudo. En cualquier caso fueron despedidos con ovaciones importantes al retirarse.
Una tarde en la que he visto a Perera con su mando y poder habitual, seguro y firme ante un primero con fondo aunque algo justo de fuelle y brío y un cuarto con mucha movilidad y geniudo al que había que tocarle muchas teclas, en la que he visto a Ureña cuajar a un gran toro, el segundo, clase, nobleza, bravura, humillación, repetición, ritmo y duración, una faena de dos orejas que se quedó incomprensiblemente en una por un palco mezquino a más no poder, y exponerse para imponerse a un quinto incierto y complicado para acabar dando un recital de toreo al natural, y en la que he visto a un Daniel Luque ante un tercero que tenía buen tranco y son demostró el momento pletórico  que está atravesando, seguro, firme, con enorme disposición y una claridad de mente superlativa , y que en le sexto, una manso de libro, no ha tenido opción alguna a pesar de los intentos por lo que, con excelente criterio decidió abreviar y ahorrarnos un tedio innecesario. 
Una tarde en la que he visto muy buen torero de capa. Así las verónicas muy templadas de Perera con las que el extremeño ha saludado a sus dos toros, cadenciosas, jugando las manos con dulzura, suavidad y trato exquisito acariciando las embestidas. O las verónicas que Ureña recetó de salida en el segundo, templadas, a compás, con gusto exquisito, y el quite por delantales del murciano también en este mismo segundo, muy mecidos, muy suaves, temple absoluto y una revolera garbosa de remate. Y como no destacar a ese extraordinario capotero que es Daniel Luque, máxima expresión en las verónicas de recibo al tercero, acompasadas, muy despaciosas, sevillanía en las muñecas, y el maraviloso quite por chicuelinas a ese mismo toro, ceñidas, bajas, magistral, como siempre. 
Una tarde en la que he visto también muchas cosas en la muleta. El poderío y mando de Miguel Ángel Perera quien tras un inicio suave y templado al primero, andándole con torería para llevárselo a los medios, construyó una faena primero cuidando la altura para acabar bajando la mano en series por el pitón derecho poderosas,  profundas, perdiéndole un pasito para quedarse colocado y ligar en el sitio para acabar acortando las distancias a medida que el toro se iba quedando sin energías, cada vez más corto de recorrido, y torear en las cercanías, metido entre los pitones, bajándole mucho la mano, derechazos rotundos ligados en una baldosa. Con el cuarto, un toro con mucha movilidad y recorrido, aunque falto de clase y entrega, en todo momento llevó la cara a media altura y soltó arreones bruscos con genio, aprovechó la inercia en los primeros compases para mostrarle la muleta poco a poco, perdiéndole pasos para poder ligar los muletazos aguantando arreones y la manera de revolverse del animal a base de poder, una vez más, para acabar componiendo buenas series por el pitón derecho tapándole la cara, llevándolo muy toreado, con la mano muy baja, acortando las distancias, con emoción y transmisión. La muleta de Paco Ureña, gloria bendita, estatuarios en los medios en el arranque del trasteo al extraordinario segundo, series en redondo reunidas, acoplado, por bajo, ligadas, pasándose al toro por la barriga, muy despacio, temple, profundidad en los derechazos, largura, monumentales de pecho para rematar, toreo de muchos quilates a que también se trasladó al otro pitón, naturales hondos, dándole el pecho, el compás abierto, la mano baja, largos, series rotundas ligadas muy despacio, toreo templado y con ritmo. Y antología al natural con el quinto, con movilidad pero descompuesto en su embestida, desplazándose sin clase, la cara a media altura, rematando por encima del palillo, sin dejarse por el pitón derecho por donde tenía mucho peligro. Faena de exposición y compromiso, de entrega y disposición, que rompió al final por el pitón izquierdo, al natural, primero de uno en uno, robándoselos, templados, sin tocar el engaño, perfectamente colocado, dándole el pecho, así fueron surgiendo los muletazos, cada vez más hondos, cada vez con más ritmo para cautivar a los pocos que estábamos viendo esa mano izquierda magistral que tiene con un final apoteósico, naturales a pies juntos con hondura, largos, una maravilla, magia torera. Dentro de que a Daniel Luque le correspondió el peor lote, realmente solo tuvo un toro porque el manso sexto, marcando querencia desde que saltó, huidizo y desentendido, absolutamente imposible a pesar de los intentos por pararlo y fijarlo, sí que demostró en la muleta que está de dulce. El tercero, de comportamiento incierto, no concedía nada, se venía por dentro, soltando la cara a mitad de muletazo, protestón, deslucido, toro con poco recorrido,  tardo, escarbando, pedía firmeza y el sevillano se la dio. Firmeza, serenidad e ideas claras. Temple para mandar, muleta por abajo para someter, así lo hizo primero en naturales arrancados a base de colocación y tirar del animal, fuero tres o cuatro, pero fueron sensacionales, hondos, exprimiendo  lo poco que guardaba ese pitón. Por el pitón derecho mismo registro, mando y temple para trazar derechazos ligados por abajo, algunos de gran profundidad, sacando más de lo que había. Mucho mérito de Luque, faena para aficionados, para apreciar la dificultad del toro y la importancia de la tarde del sevillano, que torear poder al toro y sacarle todo lo que lleva dentro, mucho o poco, no solo redondos y naturales uno tras otro.
Una tarde en la que he visto también algo que dificílmente se puede ver, seis estocadas que se podrían catalogar en un rango de valoración entre muy buenas y extraordinarias, magistrales, monumentales o fuera de serie. Los tres han matado de manera sensacional, al volapié salvo Luque en el manso sexto que no paraba  quieto ni un segundo y al que pasaportó de un espadazo al encuentro. Pocas veces creo que veré manejar la espada como lo he visto hoy.
Una tarde en la que también he visto a unos toreros de plata extraordinarios, tanto en la brega como en banderillas, colocando a los toros en suerte con un solo capotazo, colocando los pares con exposición, de poder a poder, reunidos, magnífica tanto la ejecución como la colocación. Ovación en todos los tercios de banderillas, más o menos fuerte, en unos cuantos obligando a los de plata a saludar desmonterados, pero no voy a resaltar a ninguno, me parece más justo decirles que sobre el albero de Vistalegre hoy han brillado Javier Ambel, Curro Javier, Vicente Herrera, Víctor Hugo Saugar "Pirri", Curro Vivas, Álvaro López "Azuquita", Raúl Caricol, Juan Contreras y Juan Cantora.  Todos ellos nombres de primera fila que nos han brindado una muy buena tarde de toros. 
Una tarde en la que también he visto cortar orejas, una de ley para Perera en el primero y otra para Ureña que debieron ser dos por varios motivos. Primero porque, a mi modo de ver, la faena de Ureña que antes les comenté valía una oreja y la estocada monumental arriba con la que literalmente reventó al de García Jiménez y lo pasaportó en cuestión de segundos valía otra oreja. Segundo, porque la petición de segunda la oreja era, no digo mayoritaria, sino unánime, nadie guardó un pañuelo y aunque es cierto que el reglamento dice que la concesión del segundo trofeo es potestad del presidente, ya me parece curioso que todos los que estábamos en los tendidos pidiéramos la oreja y ¡uno solo!, el usía, dijera que no. Y tercero, porque conviene recordar todos los días por si hay memorias frágiles que estamos en Vistalegre, plaza de segunda y que el criterio de Las Ventas no vale aquí. Es más, conviene volver a recordar que exigencia no es sinónimo de intransigencia. Y añadiría un oreja que me hubiera gustado ver para Luque en el tercero por el mérito de su faena, sacando agua del pozo casi vacío que era ese toro, y por la más que monumental estocada, otra de oreja por sí misma.
En fin, que todo eso he visto hoy, no está mal. Lo que siento es que hayamos sido tan pocos los que lo hayamos visto en la plaza. Bueno, allá cada uno, se lo han perdido, mala suerte. Mañana más.

Antonio Vallejo

jueves, 20 de mayo de 2021

Y Dios bajó a Vistalegre


Dios, todopoderoso y omnipresente, sabía que en esta tarde del 19 de mayo, además de estar en todas partes, tenía que bajar a Vistalegre. Desde el cielo guía a la legión de ángeles de la guarda que envía allá donde se celebra una corrida de toros y les da un capote celestial con el que hacer el quite en el momento preciso o les lanza en ayuda del torero prendido por un toro apartándole del peligro con sus lasa salvadoras. Y otras veces viste a sus ángeles de la guarda con un pijama verde y una bata blanca cuando el percance ha ocurrido y en las enfermerías de las plazas se obra el milagro. No me queda duda alguna que en Vistalegre decidió hace unos días que debía  vestir de ángel de la guarda de los toreros al Dr. Enrique Crespo para salvar la vida de dos toreros, un novillero, Manuel Perera, un joven con el atillo que vino el lunes cargado de ilusiones por  triunfar y ser alguien en este duro pero bello mundo del toreo que estuvo a punto de entregar su vida en busca de ese sueño que sufrió el lunes una tremenda cornada en el vientre con las vísceras al aire que parecía mortal, y en la tarde de hoy un banderillero, Juan José Domínguez, prendido por el toro al clavar el tercer par al primero de la tarde, un toro de Vegahermosa que cortó yéndose hacia dentro con peligro y que en el embroque corneó al torero de plata lanzándole por los aires, dándole pitonazos en el pecho, axila, cuello, cara, ni sé, una, dos, tres, cuatro, cinco veces, tampoco lo sé, en unos segundos angustiosos que han parecido horas, y un matador, Pablo Aguado, empitonado por el muslo derecho al entrar a matar al sexto volcándose sobre el morrillo, recto, sin importarle entregar su propia vida. Cornadas terribles, en ambos casos la sensación ha sido de máxima tragedia, pero nos olvidábamos de la presencia de Dios y su legión taurina de ángeles de la guarda encarnados en la figura del Dr. Crespo. Solo así puedo entender que Manuel Perera esté en planta y consciente a estas horas, que Juan José Domínguez, tras más dos horas de intervención quirúrgica en la enfermería de la plaza descanse en la clínica Nuestra Señora del Rosario en este momento fuera de peligro, dentro de la gravedad, pero con vida y que también Pablo Aguado también esté ya operado y reposando en la misma clínica. Milagros del cielo, de ese cielo desde el que tantos maestros ven los toros cada tarde junto a nuestro Padre.
Tarde dura, que nos ha dejado la sangre helada, sin capacidad de reacción ante lo que, como he dicho antes, parecía una auténtica tragedia. El silencio sobrecogedor y el ambiente gélido que ha envuelto al coso de Vistalegre dejaba en un segundo plano todo cuanto pudiera desarrollarse  sobre el albero. Yo creo que todos y cada unos de cuantos ocupábamos hoy la práctica totalidad de las localidades permitidas por la limitación de aforo tan solo estábamos preocupados en recibir noticias de lo que ocurría en la enfermería. Gracias a Dios esas noticias pronto llegaron y fueron buenas, otra vez el capote salvador del cielo y la vida volvió a Vistalegre. Una vida que muchos jóvenes quieren seguir, como esos siete que tras romperse el paseíllo y escuchar como cada tarde el Himno de España, dieron una vuelta al ruedo portando es pancarta que traigo como portada: "Tenemos un sueño, ser toreros como Roca Rey y Pablo Aguado". Y como tantos maestros en los que cada se fijarán para alcanzar ese maravilloso sueño. Hoy han tenido la oportunidad de ver la verdad del toreo, la gloria y el dolor, la puerta grande y la de la enfermería, el triunfo y el drama, la delgada línea que separa la vida y la muerte, esa a la que miran cara a cara cuando se visten de luces y se plantan ante los pitones de un toro. Porque todo en el toreo es verdad, se triunfa de verdad, se sufre de verdad y se muere de verdad, siempre, sin imposturas, sin trucos, y así lo asumen casi desde niños. Hoy esos siete jóvenes lo han visto, Roca Rey dos orejas y a hombros simbólicos, Pablo Aguado en la enfermería y Juan José Domínguez al borde de la muerte. ¿Son o no héroes?. Sobre todo si les comparamos a todos todos los que a su misma edad viven en lo fácil, inmediato y acomodaticio, todos cuanto su único mundo y sus únicos valores residen en el postureo y la falsedad de Instagram, Tik tok y demás mundos paralelos irreales. Esos siete jóvenes representan a miles como ellos que encierran valores como respeto, sacrificio, esfuerzo, incómodos hoy en día para muchos, los valores del toreo, su sueño.
Probablemente era la de hoy la tarde más esperada de este San Isidro en tiempos de pandemia, la del mano a mano entre Roca Rey y Pablo Aguado ante toros de Vegahermosa (primero), Jandilla (segundo), Garcigrande (tercero y cuarto) y Nuñez del Cuvillo (quinto y sexto). Seis toros para mi todos de excelente presentación, serios y con trapío, buenas hechuras, proporcionados, fuertemente ovacionados de salida por su presencia el cuarto, preciosa lámina, castaño, dos velas por pitones, apuntando al cielo, astifino a más no poder, y el sexto, cornidelantero y abriendo la cara, un tío, con extraordinarias hechuras, y a mi modo de ver extrañamente protestado por unos pocos el quinto, de Cuvillo, armónico, proporcionado, con cuello, serio, astifino, con trapío... pero que marcaba "solo" 505 Kg en la tablilla. Por eso unos pocos, la verdad, lo ha reprochado con palmas de tango, unos pocos que creo que no sabían que Vistalegre es plaza de segunda y cumplía con creces por su trapío, unos pocos que no se han debido enterar que no estaban en Las Ventas, unos pocos que confunden exigencia con intransigencia, unos pocos que, da igual donde, no saben estar. En cuanto a comportamiento los dos mejores han sido los de Garcigrande, especialmente el tercero, un gran toro, bravo, noble y enclasado, con recorrido, duración, transmisión y emoción y el cuarto, magnífica pelea en el caballo y movilidad y repetición aunque le faltó humillar y le sobró puntear las telas además de escaso empuje y duración. El primero no tenía mucha fijeza y tendía a escarbar e irse, el segundo enseguida mostró querencia y buscaba irse a las tablas, el quinto soso y deslucido, sin ritmo ni entrega y el sexto que tenía nobleza pero carecía de entrega y fuelle, todo hubo de hacérselo a media altura. 
Para mi Roca Rey ha demostrado hoy la figura del toreo que es y lo que ha evolucionado en su toreo, desde esos primeros años de alternativa arrebatadores, un ciclón, incluso temerario, que se ponía en sitios inverosímiles hasta el torero de hoy, mandón y poderoso además de reposado y con gusto, aunando clase y valor y con la misma disposición y compromiso de siempre. Con el primero, suelto de salida, sin fijeza y blandeando mantuvo el primer duelo en quites con Pablo Aguado a la salida del caballo. Uno por verónicas templadas del sevillano replicado por saltilleras ajustadas del peruano que despertaron los olés y las primeras grandes ovaciones de la tarde. Luego vino la estremecedora cogida de Juan José Domínguez y en medio de una ambiente helador y con el alma encogida comenzó la faena por estatuarios en los medios y dos cambiados por la espalda acongojantes, y les aseguro que en esos momentos no estábamos en el tendido para muchos sobresaltos. Supo ver la distancia, la altura y el ritmo que requería el de Vegahermosa y así compuso Roca Rey dos tandas por el pitón derecho reunidas, templadas ligadas por bajo, perfectamente colocado, mágicas, llevándolo cosido a la muleta, en una baldosa. Por el izquierdo solo una serie de naturales, ¡pero qué naturales!, honda y templada, la mano baja. Toreo poderoso, toreo de figura que conoce los terrenos y maneja los tiempos, esta nueva dimensión del peruano. Con el toro rajado y con tendencia a irse acorta las distancias y le deja la muleta en la cara, muy tapado, sensacional, dominador y entregado. La espada emborronó una buena faena a mi modo de ver, quizás no electrizante como antaño pero con la sensación de estar ante el futuro dominador de la Fiesta. Solo una cosa más de este primero. El trasteo se desarrolló en un ambiente anímico de desolación, la plaza enmudecida, se temía lo peor para Juan José Domínguez, nos costó mucho entrar en la faena porque la mente estaba solo en una cosa, luchar por la vida del torero de plata. En esas circunstancias, ¿cómo coño se le ocurre al director de la banda comenzar a tocar la música?. Un hombre se debatía entre la vida y la muerte en la enfermería, ¡que nula sensibilidad!. El tercero, de Garcigrande, el de mejores cualidades de la corrida, permitió a Roca Rey lancear a la verónica con temple y clase, meciendo la embestida de este toro que repetía y metía la cara con clase. El remate del saludo capotero fue la locura, a una mano, prácticamente un circular completo. Sensacional Sergio Molina en un puyazo agarrado arriba, delantero y bien medido el castigo. Fuerte y justa ovación para el picador. El arranque de la faena, de rodillas, en el centro del anillo, toreando en redondo y largo, arrastrando la muleta para hilvanar uno por la espalda escalofriante antes de erguirse encienden la mecha y son presagio de las intenciones del peruano. Toreo ligado de mano baja fundamentado en la colocación y el temple, toreo con profundidad y largura, acoplado, encajado, pasándoselo muy cerca, series reunidas, remates de pecho largos, un cambio de mano sublime, derechazos rotundos. Por el pitón izquierdo mantiene el nivel, naturales enganchados alante, alargando el viaje, la mano muy baja, roto, toreo hondo y con recursos cuando el toro se le para, lo cambia por la espalda y queda perfectamente colocado para ligar otra serie más. Dominio absoluto, sensación de figura. Acaba en las cercanías, metido entre los pitones, el Roca Rey desafiante, el que desprecia el riesgo y el miedo, el toro entregado, hipnotizado en la franela y unas bernadinas de vértigo, ajustadísimas que preceden a un final imprevisto, por bajo, uno de desdén lleno de aromas, trincherillas con sabor exquisito, clase y gusto, otro registro más en una faena completa que puso a toda la plaza en pie en una ovación atronadora. Se tira a matar como si no hubiera mañana y cobra dos orejas de ley, dos orejas pedidas sin discusión y el gran toro de Garcigrande fuertemente ovacionado en el arrastre. El quinto tuvo muy poca historia. Deslucido y sin entrega, más soso que la dieta de un hipertenso, sin fijeza ni entrega en los primeros tercios. Solo José Chacón gracias al excelente banderillero que es pudo brillar en este toro colocando dos pares sensacionales, haciéndolo todo, llegando hasta la cara del Cuvillo, reuniendo y clavando de poder a poder. saludó desmonterado la gran ovación del público. Solo el inicio de faena tuvo cierta calidad y gusto, andándole hacia ,os medios con torería, todo por bajo. Pero al trasteo le faltó ritmo y continuidad sin llegar a levantar el vuelo a pesar de los intentos de Roca Rey por llevarlo toreado, poniéndose, entregado y muy solvente, fácil, pero sin transmisión posible. En todo caso, tarde de figura del toreo.
Lo mejor de la tarde de Pablo Aguado ha venido, sin duda, con el capote. Ya en el quite que Roca Rey le cedió en el primero demostró lo bien que torea de capa a la verónica, deliciosas.Al segundo lo recibió por el mismo palo, verónicas templadas, con gusto y esos aromas de azahar sevillano que desprende en cada lance. A las chicuelinas ceñidas del peruano en un buen quite replicó también por chicuelinas acompasadas a mano baja seguidas con olés sentidos. Detalle de integridad al irse a la puerta del patio de cuadrillas que conduce a la enfermería y brindar el toro a su compañero herido, estos son los valores del toreo. Toda la plaza en pie y muchas lágrimas en los ojos aún sobrecogidos por lo que vieron unos minutos antes.  En la muleta mostró su querencia, buscando la huida, siempre a tablas. Lo sacó a la segunda raya y en ese terreno tan solo pudo robar un par de series en redondo de cierto empaque y ligadas algo más bajas, pero al conjunto le faltó profundidad, todo hubo de hacerlo a media altura, sin continuidad, sin emoción. Atasco con los aceros y dos avisos. La excelencia con el capote llegó en el cuarto, ¡que verónicas!. Las muñecas rotas, a compás, la figura relajada, acompañando el viaje con la cadera, muy despacio, meciendo la embestida con un gusto y una sutileza fuera de serie, verónicas de Curro, verónicas del Guadalquivir, una locura. Buena pelea del de Garcigrande en el caballo, con celo, metiendo la cara abajo, empujando con los riñones, pelea de bravo y magnífico puyazo de Juan Carlos Sánchez que es despedido con una fuerte ovación. Otro quite por verónicas de mucha calidad, también muy lentas, temple absoluto,  pero sin alcanzar las cotas del saludo porque el toro comenzó a soltar la cara y puntear el capote. El inicio de faena fue de antología, con la rodilla en tierra, rememorando a El Gallo, llevándolo muy largo, obligándole mucho, quebrando la embestida, repite el toro, humilla, bellísimo, emoción máxima. Quizás todo lo que ha tenido de emocionante ese arrauqe tan intenso lo ha podido tener de contraproducente ya que el toro se ha acabado ahí. Se ha desplazado cada vez menos, cada vez más corto, soltando la cara, a la defensiva, sintiéndose muy podido, rajado a las primeras de cambio. Tan solo una serie al natural ligada por bajo sobresalió con el toro a menos. Mi duda es si hubiera planteado la faena con un inicio menos exigente, ¿hubiera durado más?, ¿la extrema y bellísima despaciosidad de las verónicas era fruto del temple sublime de Aguado o la embestida andando, muy lenta, a la mexicana, o venía por falta de fuelle?. Nunca lo sabremos, eso seguro, pero que me quiten lo bailao, esas verónicas y el quejío del inicio de faena valen oro. El sexto fue un toro de Cuvillo con fondo de nobleza pero al que le faltó celo y empuje. No permitió a Aguado desplegar el capote y lucir como sabe, sin entrega, la cara a media altura, como fue la faena de muleta. Temple y buen trazo, naturalidad y clase pero en mi opinión le faltó profundidad al no poder bajar la mano. Series ligadas por ambos pitones sin poder obligarle, con gusto y calidad pero sin llegar a romper, con mucho temple y suavidad pero el Cuvillo tampoco creo que daba para más. En cualquier caso vi esos detalles de toreo añejo que Aguado lleva dentro y que cautivan. Se tiró recto a matar, volcándose y dejando una entera fulminante, pero resultó corneado en el muslo derecho, región comprometida por los vasos que por allí discurren y la cercanía del mortal triángulo de Scarpa. De nuevo el corazón en un puño por otra cogida que también se veía que revestía gravedad.
Afortunadamente todos los heridos están vivos y tratando de recuperarse lo antes posible para volver a los ruedos. Han pagado con sangre y casi con la vida su sacrificio. Eso lo han visto los jóvenes que quieren ser toreros. Hoy, sin duda alguna, Dios bajó a Vistalegre, menos mal.

Antonio Vallejo


domingo, 16 de mayo de 2021

Juli y Manzanares, mando y poder en San Isidro


Poco a poco recobramos los hábitos y costumbres de siempre, no nueva normalidad ni otras tonterías tipo desescalada. Volvemos a vivir y a sentir como siempre lo hemos hecho, no es nuevo, es lo nuestro, ¿y algo más nuestro que los toros?. Vamos cogiendo ritmo, esto vuelve a funcionar, ya son tres tardes de toros en quince días y aún me queda la próxima semana para continuar  esa sana tradición de estar sentado en el tendido por mayo a las siete de la tarde para disfrutar de este Arte eterno. Más aún hoy, 15 de mayo, día del patrón de nuestro querido Madrid, que hasta Carabanchel, muy cerquita de la pradera y la Ermita del Santo, a la plaza de Vistalegre, nos hemos ido los aficionados con la misma ilusión de siempre pero también con cierta pena por ver que la plaza que hoy tenía que haber dado la cara por el toreo, la plaza bandera de la tauromaquia, la que actualmente está regida por quien se autoproclamaba poco menos que el salvador del toreo, está cerrada a cal y canto sin que haya ni el mínimo halo de esperanza en ver de nuevo abiertas sus puertas este año. Vistalegre tuvo lo que hay que tener para dar el paso y defender de verdad la Fiesta arriesgando para organizar un San Isidro con las limitaciones impuestas pero con todas las figuras presentes en el ruedo compitiendo entre ellos. Simón Casas productions & Co, sin embargo, siguen callados, ni están ni se les espera, ¡que triste!. A los hombres se les conoce por sus obras, las palabras se las lleva el viento.
Y ha merecido mucho la pena ir a Vistalegre, siempre merece la pena ir donde sea a ver toros, aunque haya sido una tarde que si la miramos desde la frialdad de los números podríamos pensar que ha sido aburrida y que ha pasado poco, no se han cortado orejas ni se han dado vueltas al ruedo, pero como aficionado creo que ha sido una tarde con enorme interés y mucho que ver, apreciar y valorar. Un cartel de lujo, propio del día que celebramos, el integrado por Julián López "El Juli", José María Manzanares y Paco Ureña ante toros de Alcurrucén, ganadería de lujo y muy del gusto de la afición madrileña. ¡Como para perdérsela!. Solo una pequeña decepción, el aspecto de los tendidos, pobre, con muchas localidades vacías de las que por normativa de aforo salieron a la venta. Por mucho que se haga, si la afición no responde la Fiesta se muere por inanición. Por lo que sea, por miedo, por economía o por desinformación, no lo sé, pero el caso es que esperaba ver el 40% del aforo permitido completamente lleno.
Una corrida de Alcurrucén, procedencia Nuñez, magnífica de presentación, con hechuras, seriedad y presencia propias de cosos de primera, una corrida con mucha plaza que decimos los taurinos y que perfectamente se podría haber lidiado en Las Ventas. Seis toros con trapío, en tipo, astifinos, algunos como primero, cuarto y sexto imponentes de pitones, auténticos tíos, dicho en castizo. Magnífica la selección en el campo, enhorabuena para el ganadero. En lo que a comportamiento se refiere creo que la corrida ha estado marcada por la falta de fijeza, la falta de humillación, la falta de entrega y el escaso recorrido como notas generales, si bien ha tenido movilidad en cuatro de ellos y emoción por el genio y las complicaciones de varios ejemplares que desarrollaron sentido y, como también decimos, exigieron el carnet. No ha sido una corrida de clase y calidad, de acuerdo, no ha lucido nada en los capotes, no ha servido, cierto, tampoco iba sobrada de fuerzas ni se ha empleado en varas -  un puyazo a cada uno y basta, lo reglamentario, no podía ni debía castigarse más - ni se ha entregado en la muleta, correcto, pero sí una corrida que había que poder y someter, una corrida con muchas vueltas y mucho que torear en la que Juli y Manzanares han demostrado el mando que atesoran- Paco Ureña no ha tenido opciones al lidiar el lote más deslucido - y en la que, como dije antes, para nada nos hemos aburrido.
Julián Lopez "El Juli" está en un estado de madurez y plenitud torera apabullante. Hoy lo ha vuelto a demostrar con sus dos toros. Dos faenas de magisterio, dos faenas de figurón del toreo en las que gracias a su portentosa técnica, su gran conocimiento del toreo y su poderío ha metido en la muleta a dos toros nada fáciles a base de colocación, temple y mano baja. Probablemente lo único destacable de toda la tarde en el toreo de capa lo haya ejecutado Juli con el quite por chicuelinas al primero, a manos bajas, ajustadas, muy lentas, bellísimas. Ese primero, como todos sus hermanos, mantuvo en la muleta la tendencia a llevar la cara alta y ahí salió a relucir la maestría labrada tras 20 años de alternativa. Con una facilidad pasmosa encontró la distancia, la altura y la velocidad exacta para embarcar las embestidas del Alcurrucén. Colocación, temple y mano baja, la receta para componer tandas por ambos pitones reunidas, toreo acoplado y encajado, todo en un palmo de terreno, tandas rotundas acompañadas con olés y ovaciones sentidas, redondos profundos, naturales largos y hondos, ligando siempre por bajo, faena que contada así parece fácil pero al alcance de pocos porque al toro había que saber llevarlo, no regalaba nada, y Juli supo y pudo. La apoteosis llegó con el final por bajo, repleto de sabor, trincherillas divinas, torería pura que nos enloqueció a todos. Lástima el fallo a espadas, una oreja hubiera caido. El cuarto era un animal precioso, vuelto de pitones, dos puñales que salió sin fijeza y la cara alta, completamente suelto, a su aire, sin obedecer a órdenes, yéndose a por el primer caballo que apareció por el patio de cuadrillas, y en esos terrenos se le recetó el único puyazo con la consiguiente bronca por gran parte de los aficionados. En banderillas esperaba y medía, soltaba la cara, por las nubes, e hizo pasar las de Caín a la cuadrilla de Julián poniéndoles los pitones a la altura de la axila en cada par, vamos, un prenda. Llegó a la muleta rebrincado, sin clase alguna y con embestidas descompuestas entre reproches y críticas de algunos impacientes e intransigentes. Lo comenté al inicio del trasteo, que había que tener paciencia y que alguno de los que gritaban auténticas barbaridades contra Juli a lo mejor tenía que comerse sus palabras. El toro se movía desacompasado, iba y venía sin entrega ni ritmo alguno, con la cara alta, los reproches seguían, y Juli le consentía, le ponía la muleta y le hacía creer que era el dueño de la situación. Paciente, sin prisa, poco a poco, colocándose, con temple sublime, fue metiendo al de Alcurrucén en los vuelos de la muleta. Primero fueron dos tandas, una por cada pitón, de mucho mérito por lo que aguantó, dejándole llegar y conduciéndolo sin que tocara las telas, bajándole la mano un poquito en cada muletazo, ligando reunido, y las protestas y exabruptos empezaron a decrecer. Ese se llama mandar y poder, al toro y a algunos. A medida que se sucedieron las tandas la emoción fue a más y la belleza acabó llenándolo todo con el toro entregado, humillando como ninguno en toda la tarde, persiguiendo dócil la franela del madrileño que toreó a placer, metiendo los riñones, enroscándoselo a la cintura, alargando el viaje de manera increíble, toreando muy despacio, para rematar con un cambio de mano y uno de pecho monumental, y la locura en los tendidos. A uno que estaba sentado poca filas por encima nuestro esa locura debió dejarle fuera de sí, porque si antes hablaba de las barbaridades que alguno soltó al inicio de faena peores fueron las burradas que por la boca de ese sujeto salieron en una supuesta alabanza desmedida a la faena magistral de Juli. O la locura o la cantidad de alcohol con la que ya entró a la plaza, en fin, lástima que faltara a clase  de educación y  saber estar el día que la dieron en su colegio y que en su casa no tuviera profesor particular. De nuevo la espada le jugó una mala pasada y echó por tierra otra oreja segura que sumada a la del primero hubieran sido dos y puerta grande para los amantes de los números y las estadísticas. Para mi , aficionado y amante del toreo de verdad y la belleza me sobra con el recuerdo de Juli poderoso y maestro, eso es infinito. Por cierto, una vuelta al ruedo en cada toro no hubiera sido mal premio para Juli, no sé por qué no se pide más y se valora como toda la vida ha sido. Las he echado de menos.
José María Manzanares, ni lo niego ni lo oculto, es uno de los matadores que más admiro, tanto por su capacidad técnica como por su capacidad artística y su personalidad. Es de los que llena la plaza solo con su presencia, tiene algo especial, algo que le viene de herencia, estoy convencido. El segundo siguió la tónica general de salida, frío, suelto, deslucido, sin entrega, sin recorrido, con la manos por delante y soltando la cara, de aquí para allá sin obedecer a nada. Arranca el trasteo por bajo, flexionado, tratando de obligarle, el Alcurrucén tiene movilidad, va y viene pero no completa el recorrido, a medio muletazo se revuelve, mide y busca porque sabe perfectamente lo que deja detrás. Toro complicado, incómodo y con peligro sordo , toro para llevarlo muy tapado y metido en la muleta sin perderle la cara ni un segundo. Enorme mérito y valor de Manzanares bien colocado, presentándole la muleta adelantada, llevándolo metido con temple, sin quitársela de la cara, pero el toro arrea tornillazos que aguanta el alicantino sin perderle pasos, valor a raudales, tanto que en un derechazo se queda abajo, suelta la cara con brusquedad y le prende afortunadamente sin consecuencias. No se achanta Manzanares, vuelve. ala cara y cada vez le obliga más y más, le somete y le puede con su apabullante mano baja, domina  la situación y concluye la faena con series por ambos pitones rotundas ligadas con clase y gusto entre los olés de una afición rendida a su mando. Un auténtico cañón con la espada, hundida hasta la empuñadura y en el sitio, un estoconazo de premio que por sí solo merece una oreja y que pasaporta sin puntilla al toro en escasos cinco segundos. Un mar de pañuelos en los tendidos y el presidente, de nombre ni idea pero supongo que Don Tancredo o familiar cercano, que dice que no, que no concede la oreja que era de ley, o al menos de reglamento.  A ver, señor presidente, si no lo sabe se lo explicamos, que la primera la concede el público con sus pañuelos, que cuando es mayoría hay que darla y que, por si acaso tiene dudas, la mayoría se valora por los asistentes, las localidades vacías no cuentan, se lo digo por si acaso, que el 60% de aforo no permitido no cuenta, ¿le queda claro?. Mayoría había más que suficiente, más o menos como la de Ayuso y Monasterio el día 4, para que le aclare aún más el concepto de mayoría, ¿lo pilla ya?. Es decir, que una vez más el del palco se ha pasado el reglamento por el forro, una vergüenza. Antes decía que Juli podía haber cortado dos orejas, con este del palco vaya usted a saber. El quinto es un calco del anterior en cuanto a comportamiento en los primeros tercios, suelto, sin fijeza, a su aire. En la muleta tiene movilidad, va en largo aunque lo hace sin clase, pero esa inercia la sabe aprovechar perfectamente Manzanares para enganchar el muletazo alante y llevarlo en largo, con mucho temple y la mano baja para componer series en redondo ligadas con poderío y que llevan mucha emoción a los tendidos. Por el pitón izquierdo se queda más corto, reponedor, se revuelve con peligro y suelta la cara, valiente Manzanares que traga los arreones de manera impasible. De ahí al final de faena todo transcurre por el pitón derecho, el bueno, colocación y templanza para frenar el genio y las acometidas del animal, tapándole la cara, sin mostrarle salida posible, solo perseguir la muleta, magistral el alicantino ligando los  redondos poderosos y enseñándonos la máxima del toreo en cada serie: parar, templar y mandar. Cosa rara en él pincha dos veces para matar de manera colosal a la tercera esfumándose otra más que probable oreja que un público rendido a su valor y su capacidad hubiéramos pedido casi seguro. Otra cosa es que el del palco dijera que no.
Paco Ureña se las ha visto con el peor lote, dos toros sin opción alguna al lucimiento y el triunfo. Y no será porque no lo ha intentado y ha hecho las cosas bien, muy por encima de sus oponentes, pero ninguno de los dos tenía fondo alguno. Lo mejor de su actuación en esta tarde ha sido el quite por verónicas, casi delantales, al tercero, un toro que saltó ya con las manos por delante, corto de recorrido y sin entrega. En la muleta se mueve sin ton ni son, pasa sin más, desentendido, sin ritmo, sin clase, la cara a media altura, mínima emoción y nula transmisión. Lo probó Ureña de todas las maneras, colocándose, poniéndole la muleta, intentando llevarlo conducido por bajo, pero no responde el Alcurrucén, desentendido de todo. Solo Unos naturales con cierto empaque mediada la faena despiertan del letargo a los tendidos. Mal con la espada y silencio respetuoso. El sexto fue un manso declarado, desde que asomó por la puerta de toriles mostrando clara querencia. Rehuyó los capotes, siempre suelto, sin fijeza, buscando las tablas como un poseso. Tan solo había una posibilidad de sacar algo, y Ureña lo vio claro, llevárselo a los medios, taparle mucho la cara, que solo vea muleta y no mostrarle la salida. Pero ni por esas, tragaba un par de muletazos y al tercero se paraba y si pasaba se iba directo a tablas. Lo intentó en vano el murciano, pundonoroso a más no poder, pero resultó completamente imposible. Tampoco anduvo fino con los aceros y otro silencio con respeto despidió su actuación en esta su primera tarde de este San Isidro 2021.
Lo que les decía, al principio, los números y las emociones no van de la mano cuando hablamos de arte. La tarde de hoy es un claro ejemplo. Aún nos quedan unas cuantas tardes hasta el próximo domingo 23 para seguir soñando de lo que más nos gusta, el toreo. Hasta ese día, ¡disfrutemos de San Isidro!

Antonio Vallejo

sábado, 15 de mayo de 2021

San Isidro, toros y torería


 Madrid, mayo, sinónimo de toros, San Isidro, huérfanos hace un año, recuperado éste, aunque sea de otra manera, distinta, rara, lejos de Las Ventas, en Vistalegre, pero San Isidro, eso es lo que cuenta. ¿O acaso alguien va a poner pegas o quejarse por eso después de lo que tal día como hoy hace un año estábamos pasando?. Si el 14 de mayo de 2020 - recordemos que por aquel entonces tan solo teníamos la posibilidad de salir a pasear o hacer deporte de 6 a 10 de la mañana y de 8 a 11 de la noche - me hubieran pedido firmar que el 14 de mayo de 2021 iba a estar sentado en un tendido dispuesto a ver torear a Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Pablo Aguado en la segunda de San Isidro lo hubiera hecho con los ojos cerrados. Parecía imposible que lo que esta tarde he vivido pudiera llegar, pero ha llegado. Tenemos San Isidro, tenemos toros y hemos tenido y tendremos torería, un lujo, tres maravillosos regalos con los que no contábamos, tres regalos para disfrutar, tres regalos para degustar el presente y soñar el futuro.
La Feria San Isidro 2021 nos la ha regalado Vistalegre. Gracias, mil gracias por ser valientes y dar este paso tan importante que otros, por los motivos que cada uno sabrá, no se han atrevido a dar. Una plaza oficialmente de segunda que ha demostrado categoría y valor de primera al ser capaz de confeccionar, cumpliendo las normas y restricciones sanitarias de la pandemia, un San Isidro con once carteles rematadísimos y de máximo atractivo para los aficionados. Y me pregunto, ¿no era posible hacer esto en Las Ventas?. Yo creo que sí, aunque hace falta voluntad y, tristemente, creo que en su caso no la ha habido. Pero lo que importa es que la feria más importante del mundo, la que siempre da y quita, San Isidro, vuelve a ser una realidad, aunque sea fuera de Las Ventas, aunque nos resulte extraño. De nuevo gracias, Vistalegre, y espero que la afición sepa corresponder como se merece tal regalo, no solo acudiendo y llenado cada tarde el aforo permitido, sino sabiendo estar y comportarse en concordancia  al lugar. Lo digo porque por mucho que sea San Isidro no hay que olvidar que estamos en una plaza de segunda, lo que para nada es despectivo, y eso conlleva conocer algunos aspectos del reglamento y no ir con exigencias que están fuera de lugar. ¿Por qué digo esto?. Muy fácil, por cosas como alguna que he visto hoy. Sirva de ejemplo el tercio de varas. En plazas de segunda un puyazo es lo reglamentario, por supuesto que el toro puede entrar al caballo dos, tres o las veces que consideren necesario, pero no es obligatorio como en plazas de primera. Creo que a algunos que hoy han ido con tics de cierto sector venteño habría que explicárselo, que aunque todas estén en Madrid cada plaza es distinta. Espero que con el paso de los días todos seamos conscientes de donde estamos, eso es para mi ser buen aficionado.
Los toros nos los ha regalado esta tarde Juan Pedro Domecq. Han sido seis toros magníficos de presentación, todos cinqueños, con hechuras y seriedad de plaza de máxima categoría, especialmente primero, quinto y sexto, fuertemente ovacionados de salida por su presencia. Y, como decía del tercio de varas, que nadie pierda el sentido, exija el toro de Las Ventas y monte la mundial si sale un toro con hechuras y trapío correspondientes a la categoría de la plaza. Que no, que hay que saber donde estamos y eso no desmerece nada la feria. En cuanto al comportamiento creo que ha habido dos partes claramente diferenciadas en la corrida. Los tres primeros han sido buenos toros, han tenido movilidad, clase, calidad y nobleza, aunque hay que anotarles  el pero de cierta falta de fuerza y duración. Una pena porque con un poco más de empuje el segundo y tercero hubieran sido unos toros de lío gordo. Por otro lado han estado los tres últimos, soso y deslucido el cuarto, además de muy justo de fuelle, el flojo quinto al que además se le castigó mucho en el peto, un sobrero de Daniel Ruiz sin fondo y al que por si faltaba lago también se le administró un castigo excesivo en varas, y el sexto, falto de ritmo y humillación que no facilitó para nada el lucimiento. A todos nos habría gustado que los seis hubieran embestido y durado, sin duda, pero poder ver de nuevo al toro bravo en la plaza es un regalo que no pensábamos que íbamos a tener tal día como hoy.
Y la torería nos la han regalado Morante de la Puebla y Pablo Aguado, llevándonos al cielo de los sentimientos y la pasión en cada lance, en cada pase, en el andar, en todo, torería. No quiero con esto hacer de menos a Enrique Ponce pero hay que reconocer que hoy, aún estando bien con el primero, no ha llegado a las cotas de expresión y emoción alcanzadas por los dos sevillanos.  Me quedo con las verónicas templadas ganando pasos en el saludo capotero del valenciano a ese primero y con las chicuelinas con gusto a la salida del primer puyazo. Toro con movilidad, clase y nobleza ese primero, que metía bien la cara y le permitió a Enrique componer un inicio de faena muy en su estilo, por bajo, temple y elegancia, con suavidad y dos buenas  tandas por el pitón derecho acoplado, relajado, la mano baja, ligados en el sitio, rematadas con sendos de pecho que despiertan la ovación de los aficionados. Y ahí prácticamente se acabó el juanpedro, a menos, perdiendo fuerza y empuje a cada pase, cada vez más corto. Tan solo una meritoria serie de naturales con cierta hondura sobresalen en la cuesta abajo de la faena. Una casi entera trasera poco eficaz y varios descabellos dejan todo en silencio. El cuarto sale suelto, con poca fijeza, sin permitir el lucimiento en el capote para llegar a la muleta con poco recorrido y embestida descompuesta, cabeceando, feo y deslucido. Faena que salvando los primeros compases con la rodilla flexionada conduciendo la embestida por bajo y una tanda al natural mediado el trasteo ha tenido muy poca historia. Afanoso pero sin eco ni recompensa Ponce, intentándolo pero en vano, incluso quizás prolongando demasiado la faena, algo que en otro tiempo se le valoraba por pundonor pero que me da la impresión que ahora ya no se le pasa y se le censura a la mínima. Me duele decirlo pero tengo la impresión que está entrando en esa fase que todas las figuras han pasado en la que valorar una retirada a tiempo puede ser la decisión más acertada para no llegar al pérdida del respeto por parte del público.
Morante y Pablo Aguado, Pablo Aguado y Morante, la torería, los aromas de azahar sevillano impregnando sus capotes y muletas, verónicas a compás del de La Puebla con el mentón al pecho, lentas, medias de remate de cartel, olés desenfrenados, torería, Aguado con la figura compuesta, jugando las muñecas con armonía, también a compás, verónicas de seda, más olés desenfrenados, el remate primero con una larga cordobesa, luego por bajo, rodilla en tierra, torería, la plaza en pie. ¡Qué manera de torear de capote! una auténtica locura, el toreo, la felicidad, el sueño cumplido, ¡la vida!. Torería al andar, al citar, al salir de la cara del toro, tandas rotundas en redondo de Morante al segundo, acoplado, encajado, embraguetado, la mano baja, ligadas con suavidad, temple y sabor a toreo de otros tiempos, como su montera de hoy, como las hombreras de su vestido, torería también, y apoteosis en los ayudados a dos manos por bajo del epílogo, el delirio, y una estocada fulminante  volcándose, el éxtasis, y una oreja de ley, en Madrid, en San Isidro, sí. Torería de Aguado en un antológico comienzo de faena, vibrante, rodilla en tierra, alargando el viaje, mucho, templado, recogiendo la salida para ligar con un gusto exquisito, olés y palmas rotas a aplaudir. Torería en su figura, cada paso desprende aromas, la colocación, toreo en redondo que es un ballet, la mano baja, enganchando la embestida alante, largo, ligado, armonía, ritmo, emoción, cada pase es una oda a la belleza, naturalidad, torería. Ese ha sido el regalo. Respecto al sexto y último tan solo reseñar el garboso y enclasado saludo por verónicas de Pablo Aguado, acompasadas, acompañando con la cadera, preciosas, ya que a la muleta el juanpedro ha llegado sin una gota de gasolina, imposible para el lucimiento y para hablar del quinto y quinto bis, un sobrero de Daniel Ruiz, no hace falta decir más que le correspondían a Morante y que, si no valen, no valen y José Antonio no se anda con rodeos y toma la directa. Al parecer había algunos que, o bien no sabían que toreaba Morante o bien no saben quién es Morante. El que paga una entrada para verle torear sabe que puede hacerte sentir lo más grande de esta arte y acto seguido cortar por lo sano si no ve opción alguna, como ha ocurrido en ese quinto. Pero que no se enfaden, no engaña  a nadie y a quien no le guste eso que no vaya a verle, nadie le obliga, es fácil. Los genios son así, así hay que entenderlos y, sinceramente, agradezco que cuando no hay posibilidad de sacar nada lucido no me aburran con pases y pases sin sentido, minutos absurdos de postureo que no llevan a nada. Cuando voy a ver a Morante sé que eso puede pasar pero iré a verle una y otra vez porque también sé que puede darme lo más grande, la expresión máxima de este Arte, la torería, la que hoy nos ha regalado junto a Pablo Aguado. Y eso vale mucho

Antonio Vallejo

lunes, 3 de mayo de 2021

¡Todo llega!


Corría el año 1999 cuando la casa SEAT lanzaba una campaña publicitaria de su modelo Ibiza basada en un anuncio cuyo protagonista era un joven toreando de capote en el campo y a la luz de la luna. Acto seguido ese joven aparecía vestido de corto caminando por los pasillos de la plaza de toros de Las Ventas junto a su cuadrilla y su mozo de espadas, llamándole la atención el flamante SEAT Ibiza rojo aparcado en el umbral de la Puerta Grande al que mira con deleite, envidia y resignación puesto que no contaba con edad para conducirlo. El anuncio finaliza  con una frase del mozo de espadas que le dice: "todo llega, maestro", invitándole a tener paciencia. Aquel joven y entonces precoz protagonista es hoy en día una grandísima figura del toreo, Julián López "El Juli", madrileño, nacido en octubre de 1982, que por cuestión de edad tuvo que dar sus primeros pasos en el toreo fuera de España. Debutó como becerrista en Mont-de-Marsan (julio de 1995) a la edad de 13 años, se presentó con caballos en Aguascalientes (marzo de 1997) a la edad de 15 años y tomó la alternativa en Nimes (septiembre de 1998) contando 17 años. Tenía razón su mozo de espadas en aquel anuncio, todo llega. Le llegó su confirmación de alternativa en Las Ventas en mayo de 2000, a partir de ahí la consagración como máxima figura del toreo y esta tarde de 2 de mayo madrileño el honor de torear ante su afición en un día de especial significado e importancia por cuanto supone la reapertura de Las ventas tras 18 largos meses cerrada a cal y canto por esta maldita pandemia.
Todo llega, profético, para todos. También para los aficionados. Parecía que nunca íbamos a verlo, que este día  no llegaría nunca. Pero no, ha llegado y lo hemos vivido y disfrutado como nunca. Tantas veces he pasado por delante de mi querida plaza durante este año infernal haciéndome la misma pregunta, ¿cuándo?, que al llegar  a la explanada de Las Ventas y ver de nuevo el bullicio , el ir y venir de aficionados camino de las puertas por fin abiertas la emoción ha sido inenarrable, ¡que maravilla!, volver a vivir. De verdad, no encuentro palabras para describirles lo que he sentido, ganas de reír y llorar a la vez, un escalofrío recorriéndome el cuerpo, ese cosquilleo en el estómago propio de las grandes tardes, quizás ésta la que más en toda mi vida. La sonrisa alegre de todos se adivinaba bajo la obligatoria mascarilla, la misma sonrisa que dibujaban  las hojas abiertas de todas las puertas de una plaza hasta ayer lánguida y en soledad durante meses, esperando este momento, sentimientos que llevaré siempre conmigo. Por momentos tenía la misma sensación de aquellos primeros días de colegio, los nervios por volver a encontrarme a los antiguos compañeros, ver si habían cambiado o no, la nueva clase, el nuevo pupitre, los libros, los profesores... Volvía a mi plaza, la conozco tan bien como conocía mi colegio, pero esta tarde era distinto, todo un tanto extraño, las puertas numeradas y de acceso obligatorio según el tendido, los asientos asignados de manera diferente al abono habitual, no se vendían almohadillas, faltaban esos amigos que en la puerta del tendido nos las proporcionan con amabilidad, tampoco funcionaban los bares, ni se vendían bebidas dentro del tendido. Y también, por qué no reconocerlo, cierto grado de incertidumbre e inquietud por ver caras conocidas de siempre, amistades forjadas durante tardes y tardes de afición compartida, o por enterarme de quienes, por desgracia, ya nunca volveremos a ver en los toros.
Han sido muchas las emociones y sentimientos, de una intensidad sobrecogedora que se ha desbordado en cuanto el sonido de clarines y timbales ha retumbado en la tarde madrileña y se ha escuchado el ruido del cierre y  los goznes de la puerta del patio de cuadrillas, por fin abierta para que asomaran los matadores y sus respectivas cuadrillas en medio de una ovación atronadora con la plaza en pie ante el arranque del paseíllo más esperado y soñado por los 6.000 privilegiados que hemos tenido el honor de vivirlo allí mismo. Les juro que desde que con cuatro años mi abuelo materno me llevó por vez primera a una plaza de toros jamás había sentido algo como lo de hoy, y les aseguro que han sido muchísimas las emociones que esta bendita afición me ha proporcionado. Esta tarde significaba mucho y por fin la teníamos ahí, estábamos de nuevo viendo toros en Las Ventas, todo llega. Cuanto ocurriera desde ese instante iba a ser un regalo divino, un tarde solo para disfrutar pasara lo que pasara, poco me iba a importar, lo primordial ya estaba hecho, volver a los toros.
Y sí, Dios ha querido que esta tarde haya sido un regalo maravilloso, el que nos han brindado con su actuación desinteresada Diego Ventura, Enrique Ponce, Julián López "El Juli", José María Manzanares, Miguel Ángel Perera, Paco ureña y el novillero Guilermo García frente a reses de El Capea, Juan Pedro Domecq, Garcigrande, Victoriano del Río, Fuente Ymbro, Vegahermosa y El Parralejo respectivamente. Un elenco de lujo para un día tan especial  en el que todos los fondos recaudados han sido destinados a la ayuda a todos los sectores del mundo del toro que tanto lo necesitan ante el olvido injusto y despiadado de este gobierno sectario y un Ministerio de Cultura vomitivo que reiteradamente les ha apartado de cualquier subvención  o ayuda. Así que solo por el hecho de haber estado sentado en el tendido y contribuir a la causa, misión cumplida.
Prendió la mecha de la emoción Diego Ventura, un maestro de maestros a caballo, un genio de la tauromaquia que a lomos de una cuadra maravillosa nos regaló una faena de toreo pleno. Montando a Bronce, Dólar y Nazarí, joyas de este Arte del rejoneo, desató la locura en los tendidos, llevando al buen toro de El Capea - noble, con fijeza y buen tranco - con temple exquisisto, cosidos los pitones a la grupa y los costados de su cabalgadura, cual muleta planchada, en una faena de toreo vibrante a dos pistas, quiebros inverosímiles en la misma cara del toro, recortes en un palmo de terreno, adornos y cabriolas que pusieron a la plaza en pie. Un certero rejón de muerte perfecto de colocación que hizo doblar al toro de manera espectacular puso la guinda para que Ventura cortara dos orejas de ley pedidas con fuerza y por unanimidad. Mejor inicio imposible.
No tuvo suerte Enrique Ponce. Vio primero como tuvo que ser devuelto por inválido el toro de Juan Pedro Domecq que le correspondía por sorteo, un sobrero del mismo hierro tambié tuvo que ser devuelto tras descordarse en le primer puyazo y, para colmo, saltó como segundo sobrero un toro de El Capea preparado para rejones, con los pitones recortados, lo que cabreó , con razón y mucho, al público. No sé si no había previsto ningún otro animal de otro hierro en los corrales, me cuesta creerlo en una plaza como Las Ventas, pero me parece poco serio y digno de la primera plaza del mundo lidiar un toro de esas condiciones. Aunque sea un festival benéfico, por mucho que estemos pasando lo que estamos pasando y hay que ser más permisivos y menos rígidos para algunas cosas, hay otras que son inadmisibles. Esta es una de ellas y hay que cuidar mucho esos detalles. Si por lo menos hubiera salido bueno, quizás podría justificarlo, pero es que ni eso, un toro blando, justo de fuerzas, con cierta clase y nobleza, puede ser, pero pco o nada propicio para el lucimiento. Muy poco a destacar de la actuación de Ponce, tan solo algunos naturales con cierta hondura y calidad, pero todo enmarcado en un ambiente de indiferencia poco propicio, sin que tampoco haya visto especialmente entonado al valenciano, sin esa capacidad de otras veces para sacar de donde no hay a toros similares a este. Por si faltaba algo mató muy mal y la cosa acabó en un silencio respetuoso, algo que particularmente he agradecido porque esta tarde, como dije antes, era para disfrutar y no me hubiera gustado nada escuchar broncas aunque estuvieran más que justificadas en este toro.
Desde que asomó por la puerta de corrales fue fácil percibir que el  toro de Garcigrande tenía mucho dentro de sus armónicas hechuras. Ritmo y humillación, clase y repetición que mostró ya en las verónicas de saludo de El Juli. Verónicas a compás, templadas, las manos bajas, desmayadas, abandonado, suavidad exquisita, muy despacio, ganado pasos a cada lance para rematar en los medios con una media de ensueño y de nuevo la plaza en pie rompiéndose las manos en una ovación clamorosa. Olés que retumbaron en Madrid después de tantos meses con un quite majestuoso a la verónica que el de Velilla ejecutó a la salida del primer puyazo, lentas, cadenciosas,  deteniendo el tiempo, el mentón hundido en el pecho,  rematado con otra media de locura, el éxtasis en los tendidos.  Perfecta, además, la lidia. Sensacional tercio de varas, midiendo el castigo y picando delantero, así como extraordinario el tercio de banderillas a cargo de Álvaro Montes y José  Nuñez que ayudaron mucho para que el de Garcigrande  llegara a la faena de muleta en las mejores condiciones para sacar toda su clase. Emergió entonces un Juli magistral. antológico, que nos brindó una obra maestra de tauromaquia basada en en la colocación, el temple, el mando y la profundidad, emoción y transmisión, el toreo eterno. Series compactas a cada cual mejor, por ambos pitones, con ritmo, ligadas en una baldosa, muletazos profundos, muy largos, la mano baja, arrastrando la muleta, poderosos, rematando las series con descomunales de pecho, de pitón a rabo, otras veces por bajo, repletos de gusto y torería, olés y más olés atronadores para que todo el mundo se entere que el toreo volvía a Madrid, aunque les jo... Obra de Arte puro que tuvo su epílogo con u final por bajo celestial, andándole con más torería si cabe, trincherazos sublimes que el de Garcigrande tomaba como lo hizo desde le principio, humillando, barriendo la arena con el hocico, con clase, nobleza y fijeza. Una estocada monumental hizo rodar sin puntilla a este magnífico toro que fue despedido con una emocionante ovación en el arrastre. Dos orejas sin discusión alguna para Juli que pasarán con letras de oro a la historia del toreo.
José María Manzanares se las tuvo que ver con el toro más exigente de la tarde, uno de Victoriano del Río de excelente presentación, hondo, cuajado, muy serio, imponente de pitones, magníficas hechuras, muy en el tipo de la casa. De salido mostró movilidad y complicaciones, bravura y genio, apretaba y dejaba claro que no iba a ser fácil. Ese comportamiento lo mantuvo durante los primeros tercios y llegó a la muleta, como suele decirse, pidiendo el carnet de torero. En mi opinión Manzanares estuvo sensacional, sometiendo el genio y el carácter del de Victoriano  a base de poder y mando, bajándole la mano, obligándole, tapándole la cara, muy metido en la muleta, sin apartársela, ligando de manera portentosa, amén de aguantar las miradas del toro, que medía y se revolvía al mínimo descuido, con sentido desarrollado, que sabía muy bien lo que se dejaba atrás. Así fueron surgiendo las series, primero por el pitón derecho, en redondo, profundos, luego por el izquierdo, naturales hondos, todo envuelto en emoción y transmisión ante el palpable riesgo. Repito, para mi faena de torero de verdad, serio, comprometido y entregado, épica y estética de la mano, rubricada con un espadazo de su firma. Quizás la espada cayera ligeramente trasera y por ese motivo retrasara unos segundos la muerte del toro. Es la única razón que encuentro para explicar que el alicantino se llevara solo una oreja como premio. A mi entender su faena ante este toro tan exigente y complicado merecía una oreja, y la estocada otra. Si sumo me salen dos. Por cierto, gran ovación al toro en el arrastre.
Al extremeño Miguel Ángel Perera le correspondió un precioso toro de Fuente Ymbro, de buenas hechuras, proporcionado y serio, que de salida no permitió el lucimiento pero que se fue entonando tras el paso por el peto de los caballos y permitió a Perera dibujar en la tarde madrileña un quite por chicuelinas muy templadas, despaciosas y ceñidas que remató con una garbosa revolera cargada de gusto y sabor a toreo del bueno. En la muleta fue fiel a su estilo, con un inicio de faena vibrante, plantado de rodillas en el mismo centro del anillo, dos cambiados por la espalda cargados de emoción para proseguir con series poderosas por el pitón derecho, la mano muy baja, estático, ligando sin rectificar, siempre en el sitio, clavado al piso, alargando el viaje, sensacional, para poner a la plaza una vez más en pie. Algo más incierta la embestida por el pitón izquierdo pero de nuevo el poderío de Perera termina por someter al fuenteymbro en naturales hondos ligados por bajo, al más puro estilo del extremeño. El toro fue algo a menos y acortó distancias para acabar en las cercanías desarrollando ese toreo en el que se siente tan cómodo, casi metido entre los pitones, pasándose al toro por uno y otro lado como si nada, circulares por la espalda, cambios de mano y remates por bajo para  entrar a matar como un cañón, una entera quizás también algo traserita que pasaportó al de Fuente Ymbro y valió una oreja de peso para Perera.
Deslucido y soso resultó el sexto de Vegahermosa, sin entrega en el capote, la cara alta, escasa fijeza, suelto, sin emplearse en los priemros tercios. No mejoró en la muleta, pasaba sin más, desentendido, a media altura, sin chispa ni emoción. Para mi gusto Ureña estuvo muy por encima, sacando los pocos muletazos que tenía, bien colocado, conduciéndolo con temple, tirando de técnica, pero la sosería del toro truncaba cualquier atisbo de emoción. Trasteo aseado y correcto, carente de ritmo, que se veía que llevaba a nada más que a dejar patente la profesionalidad del murciano tratando de robar al menos un muletazo con cierto empaque, algo que solo pudo conseguir a cuentagotas. No anduvo acertado con los aceros y fue despedido en silencio.
El novillero madrileño Guillermo García se presentaba en Las Ventas en una tarde de gran responsabilidad en la que ha dejado patente que quiere y puede ser alguien esta difícil profesión. Se le ven buenas maneras en el manejo de los engaños, busca hacer bien las cosas, colocarse y templar, pero además ha demostrado lo más importante, actitud, ganas, valor y coraje. Así fue en el par de ocasiones que el novillo nada fácil de El Parralejo se lo echó a los lomos, reponiéndose como si tal cosa, sin siquiera mirarse, volviendo a la cara del animal. Además tuvo el  bonito detalle de brindar su novillo a todos los maestros que le arroapron ene l cartel, algo que le honra y dice mucho de la manera de entender la profesión, el respeto ante todo. Tiene mimbres, esperemos que siga por buen camino y pronto le veamos anunciado en esta y otras muchas plazas.
Parecía imposible pero tras 18 largos meses con nuestra plaza de Las Ventas cerrada por fin vimos las puertas del cielo toreo abiertas para volver a sentir la emoción única de este Arte. Una tarde añorada y soñada que parecía imposible alcanzar.
Todo llega. ¡Viva el toreo eterno!

Antonio Vallejo