domingo, 16 de mayo de 2021

Juli y Manzanares, mando y poder en San Isidro


Poco a poco recobramos los hábitos y costumbres de siempre, no nueva normalidad ni otras tonterías tipo desescalada. Volvemos a vivir y a sentir como siempre lo hemos hecho, no es nuevo, es lo nuestro, ¿y algo más nuestro que los toros?. Vamos cogiendo ritmo, esto vuelve a funcionar, ya son tres tardes de toros en quince días y aún me queda la próxima semana para continuar  esa sana tradición de estar sentado en el tendido por mayo a las siete de la tarde para disfrutar de este Arte eterno. Más aún hoy, 15 de mayo, día del patrón de nuestro querido Madrid, que hasta Carabanchel, muy cerquita de la pradera y la Ermita del Santo, a la plaza de Vistalegre, nos hemos ido los aficionados con la misma ilusión de siempre pero también con cierta pena por ver que la plaza que hoy tenía que haber dado la cara por el toreo, la plaza bandera de la tauromaquia, la que actualmente está regida por quien se autoproclamaba poco menos que el salvador del toreo, está cerrada a cal y canto sin que haya ni el mínimo halo de esperanza en ver de nuevo abiertas sus puertas este año. Vistalegre tuvo lo que hay que tener para dar el paso y defender de verdad la Fiesta arriesgando para organizar un San Isidro con las limitaciones impuestas pero con todas las figuras presentes en el ruedo compitiendo entre ellos. Simón Casas productions & Co, sin embargo, siguen callados, ni están ni se les espera, ¡que triste!. A los hombres se les conoce por sus obras, las palabras se las lleva el viento.
Y ha merecido mucho la pena ir a Vistalegre, siempre merece la pena ir donde sea a ver toros, aunque haya sido una tarde que si la miramos desde la frialdad de los números podríamos pensar que ha sido aburrida y que ha pasado poco, no se han cortado orejas ni se han dado vueltas al ruedo, pero como aficionado creo que ha sido una tarde con enorme interés y mucho que ver, apreciar y valorar. Un cartel de lujo, propio del día que celebramos, el integrado por Julián López "El Juli", José María Manzanares y Paco Ureña ante toros de Alcurrucén, ganadería de lujo y muy del gusto de la afición madrileña. ¡Como para perdérsela!. Solo una pequeña decepción, el aspecto de los tendidos, pobre, con muchas localidades vacías de las que por normativa de aforo salieron a la venta. Por mucho que se haga, si la afición no responde la Fiesta se muere por inanición. Por lo que sea, por miedo, por economía o por desinformación, no lo sé, pero el caso es que esperaba ver el 40% del aforo permitido completamente lleno.
Una corrida de Alcurrucén, procedencia Nuñez, magnífica de presentación, con hechuras, seriedad y presencia propias de cosos de primera, una corrida con mucha plaza que decimos los taurinos y que perfectamente se podría haber lidiado en Las Ventas. Seis toros con trapío, en tipo, astifinos, algunos como primero, cuarto y sexto imponentes de pitones, auténticos tíos, dicho en castizo. Magnífica la selección en el campo, enhorabuena para el ganadero. En lo que a comportamiento se refiere creo que la corrida ha estado marcada por la falta de fijeza, la falta de humillación, la falta de entrega y el escaso recorrido como notas generales, si bien ha tenido movilidad en cuatro de ellos y emoción por el genio y las complicaciones de varios ejemplares que desarrollaron sentido y, como también decimos, exigieron el carnet. No ha sido una corrida de clase y calidad, de acuerdo, no ha lucido nada en los capotes, no ha servido, cierto, tampoco iba sobrada de fuerzas ni se ha empleado en varas -  un puyazo a cada uno y basta, lo reglamentario, no podía ni debía castigarse más - ni se ha entregado en la muleta, correcto, pero sí una corrida que había que poder y someter, una corrida con muchas vueltas y mucho que torear en la que Juli y Manzanares han demostrado el mando que atesoran- Paco Ureña no ha tenido opciones al lidiar el lote más deslucido - y en la que, como dije antes, para nada nos hemos aburrido.
Julián Lopez "El Juli" está en un estado de madurez y plenitud torera apabullante. Hoy lo ha vuelto a demostrar con sus dos toros. Dos faenas de magisterio, dos faenas de figurón del toreo en las que gracias a su portentosa técnica, su gran conocimiento del toreo y su poderío ha metido en la muleta a dos toros nada fáciles a base de colocación, temple y mano baja. Probablemente lo único destacable de toda la tarde en el toreo de capa lo haya ejecutado Juli con el quite por chicuelinas al primero, a manos bajas, ajustadas, muy lentas, bellísimas. Ese primero, como todos sus hermanos, mantuvo en la muleta la tendencia a llevar la cara alta y ahí salió a relucir la maestría labrada tras 20 años de alternativa. Con una facilidad pasmosa encontró la distancia, la altura y la velocidad exacta para embarcar las embestidas del Alcurrucén. Colocación, temple y mano baja, la receta para componer tandas por ambos pitones reunidas, toreo acoplado y encajado, todo en un palmo de terreno, tandas rotundas acompañadas con olés y ovaciones sentidas, redondos profundos, naturales largos y hondos, ligando siempre por bajo, faena que contada así parece fácil pero al alcance de pocos porque al toro había que saber llevarlo, no regalaba nada, y Juli supo y pudo. La apoteosis llegó con el final por bajo, repleto de sabor, trincherillas divinas, torería pura que nos enloqueció a todos. Lástima el fallo a espadas, una oreja hubiera caido. El cuarto era un animal precioso, vuelto de pitones, dos puñales que salió sin fijeza y la cara alta, completamente suelto, a su aire, sin obedecer a órdenes, yéndose a por el primer caballo que apareció por el patio de cuadrillas, y en esos terrenos se le recetó el único puyazo con la consiguiente bronca por gran parte de los aficionados. En banderillas esperaba y medía, soltaba la cara, por las nubes, e hizo pasar las de Caín a la cuadrilla de Julián poniéndoles los pitones a la altura de la axila en cada par, vamos, un prenda. Llegó a la muleta rebrincado, sin clase alguna y con embestidas descompuestas entre reproches y críticas de algunos impacientes e intransigentes. Lo comenté al inicio del trasteo, que había que tener paciencia y que alguno de los que gritaban auténticas barbaridades contra Juli a lo mejor tenía que comerse sus palabras. El toro se movía desacompasado, iba y venía sin entrega ni ritmo alguno, con la cara alta, los reproches seguían, y Juli le consentía, le ponía la muleta y le hacía creer que era el dueño de la situación. Paciente, sin prisa, poco a poco, colocándose, con temple sublime, fue metiendo al de Alcurrucén en los vuelos de la muleta. Primero fueron dos tandas, una por cada pitón, de mucho mérito por lo que aguantó, dejándole llegar y conduciéndolo sin que tocara las telas, bajándole la mano un poquito en cada muletazo, ligando reunido, y las protestas y exabruptos empezaron a decrecer. Ese se llama mandar y poder, al toro y a algunos. A medida que se sucedieron las tandas la emoción fue a más y la belleza acabó llenándolo todo con el toro entregado, humillando como ninguno en toda la tarde, persiguiendo dócil la franela del madrileño que toreó a placer, metiendo los riñones, enroscándoselo a la cintura, alargando el viaje de manera increíble, toreando muy despacio, para rematar con un cambio de mano y uno de pecho monumental, y la locura en los tendidos. A uno que estaba sentado poca filas por encima nuestro esa locura debió dejarle fuera de sí, porque si antes hablaba de las barbaridades que alguno soltó al inicio de faena peores fueron las burradas que por la boca de ese sujeto salieron en una supuesta alabanza desmedida a la faena magistral de Juli. O la locura o la cantidad de alcohol con la que ya entró a la plaza, en fin, lástima que faltara a clase  de educación y  saber estar el día que la dieron en su colegio y que en su casa no tuviera profesor particular. De nuevo la espada le jugó una mala pasada y echó por tierra otra oreja segura que sumada a la del primero hubieran sido dos y puerta grande para los amantes de los números y las estadísticas. Para mi , aficionado y amante del toreo de verdad y la belleza me sobra con el recuerdo de Juli poderoso y maestro, eso es infinito. Por cierto, una vuelta al ruedo en cada toro no hubiera sido mal premio para Juli, no sé por qué no se pide más y se valora como toda la vida ha sido. Las he echado de menos.
José María Manzanares, ni lo niego ni lo oculto, es uno de los matadores que más admiro, tanto por su capacidad técnica como por su capacidad artística y su personalidad. Es de los que llena la plaza solo con su presencia, tiene algo especial, algo que le viene de herencia, estoy convencido. El segundo siguió la tónica general de salida, frío, suelto, deslucido, sin entrega, sin recorrido, con la manos por delante y soltando la cara, de aquí para allá sin obedecer a nada. Arranca el trasteo por bajo, flexionado, tratando de obligarle, el Alcurrucén tiene movilidad, va y viene pero no completa el recorrido, a medio muletazo se revuelve, mide y busca porque sabe perfectamente lo que deja detrás. Toro complicado, incómodo y con peligro sordo , toro para llevarlo muy tapado y metido en la muleta sin perderle la cara ni un segundo. Enorme mérito y valor de Manzanares bien colocado, presentándole la muleta adelantada, llevándolo metido con temple, sin quitársela de la cara, pero el toro arrea tornillazos que aguanta el alicantino sin perderle pasos, valor a raudales, tanto que en un derechazo se queda abajo, suelta la cara con brusquedad y le prende afortunadamente sin consecuencias. No se achanta Manzanares, vuelve. ala cara y cada vez le obliga más y más, le somete y le puede con su apabullante mano baja, domina  la situación y concluye la faena con series por ambos pitones rotundas ligadas con clase y gusto entre los olés de una afición rendida a su mando. Un auténtico cañón con la espada, hundida hasta la empuñadura y en el sitio, un estoconazo de premio que por sí solo merece una oreja y que pasaporta sin puntilla al toro en escasos cinco segundos. Un mar de pañuelos en los tendidos y el presidente, de nombre ni idea pero supongo que Don Tancredo o familiar cercano, que dice que no, que no concede la oreja que era de ley, o al menos de reglamento.  A ver, señor presidente, si no lo sabe se lo explicamos, que la primera la concede el público con sus pañuelos, que cuando es mayoría hay que darla y que, por si acaso tiene dudas, la mayoría se valora por los asistentes, las localidades vacías no cuentan, se lo digo por si acaso, que el 60% de aforo no permitido no cuenta, ¿le queda claro?. Mayoría había más que suficiente, más o menos como la de Ayuso y Monasterio el día 4, para que le aclare aún más el concepto de mayoría, ¿lo pilla ya?. Es decir, que una vez más el del palco se ha pasado el reglamento por el forro, una vergüenza. Antes decía que Juli podía haber cortado dos orejas, con este del palco vaya usted a saber. El quinto es un calco del anterior en cuanto a comportamiento en los primeros tercios, suelto, sin fijeza, a su aire. En la muleta tiene movilidad, va en largo aunque lo hace sin clase, pero esa inercia la sabe aprovechar perfectamente Manzanares para enganchar el muletazo alante y llevarlo en largo, con mucho temple y la mano baja para componer series en redondo ligadas con poderío y que llevan mucha emoción a los tendidos. Por el pitón izquierdo se queda más corto, reponedor, se revuelve con peligro y suelta la cara, valiente Manzanares que traga los arreones de manera impasible. De ahí al final de faena todo transcurre por el pitón derecho, el bueno, colocación y templanza para frenar el genio y las acometidas del animal, tapándole la cara, sin mostrarle salida posible, solo perseguir la muleta, magistral el alicantino ligando los  redondos poderosos y enseñándonos la máxima del toreo en cada serie: parar, templar y mandar. Cosa rara en él pincha dos veces para matar de manera colosal a la tercera esfumándose otra más que probable oreja que un público rendido a su valor y su capacidad hubiéramos pedido casi seguro. Otra cosa es que el del palco dijera que no.
Paco Ureña se las ha visto con el peor lote, dos toros sin opción alguna al lucimiento y el triunfo. Y no será porque no lo ha intentado y ha hecho las cosas bien, muy por encima de sus oponentes, pero ninguno de los dos tenía fondo alguno. Lo mejor de su actuación en esta tarde ha sido el quite por verónicas, casi delantales, al tercero, un toro que saltó ya con las manos por delante, corto de recorrido y sin entrega. En la muleta se mueve sin ton ni son, pasa sin más, desentendido, sin ritmo, sin clase, la cara a media altura, mínima emoción y nula transmisión. Lo probó Ureña de todas las maneras, colocándose, poniéndole la muleta, intentando llevarlo conducido por bajo, pero no responde el Alcurrucén, desentendido de todo. Solo Unos naturales con cierto empaque mediada la faena despiertan del letargo a los tendidos. Mal con la espada y silencio respetuoso. El sexto fue un manso declarado, desde que asomó por la puerta de toriles mostrando clara querencia. Rehuyó los capotes, siempre suelto, sin fijeza, buscando las tablas como un poseso. Tan solo había una posibilidad de sacar algo, y Ureña lo vio claro, llevárselo a los medios, taparle mucho la cara, que solo vea muleta y no mostrarle la salida. Pero ni por esas, tragaba un par de muletazos y al tercero se paraba y si pasaba se iba directo a tablas. Lo intentó en vano el murciano, pundonoroso a más no poder, pero resultó completamente imposible. Tampoco anduvo fino con los aceros y otro silencio con respeto despidió su actuación en esta su primera tarde de este San Isidro 2021.
Lo que les decía, al principio, los números y las emociones no van de la mano cuando hablamos de arte. La tarde de hoy es un claro ejemplo. Aún nos quedan unas cuantas tardes hasta el próximo domingo 23 para seguir soñando de lo que más nos gusta, el toreo. Hasta ese día, ¡disfrutemos de San Isidro!

Antonio Vallejo

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