¿Qué nos está pasando?, ¿dónde está el taurinismo?, ¿y la afición?. No lo entiendo, de verdad, no comprendo nada, cómo es posible que hoy, en la octava de San Isidro, la plaza de Vistalegre haya presentado un aspecto tan paupérrimo. A la venta un 40% del aforo, lo que marcan las medidas restrictivas impuestas. Ocupado tan solo la mitad de ese aforo permitido, siendo generosos, eso es un 20% escaso, lamentable. Nos hemos pasado un año escuchando cuánto se echaba en falta el toreo, que los toros tenían que volver, que la afición necesitaba de una vez que se abrieran las plazas... lamentos y más lamentos. ¿Y ahora qué?. Cuando Vistalegre da el importante paso de programar nada más y nada menos que un San Isidro viendo la desidia y dejadez de la empresa de Las Ventas que un día y otro da la callada por respuesta y se niega a abrir la plaza, nada, la gente, la rimbombante "afición madrileña" se hace un Simón Casas, ni está ni se le espera. Y no será porque se haya confeccionado un ciclo de once corridas de medio pelo. ¡No! Once carteles en los que está todas las figuras y toreros de primer nivel, once carteles con ganaderías de primera, y la gente no va a la plaza. Sinceramente, no me entra en la cabeza. Luego que no se quejen. El tiempo nos está dando la razón a todos los que tantas veces hemos dicho que el peor enemigo de la fiesta está dentro.
El de hoy, octava de San Isidro, era un cartel de los que antaño hubieran sido de los cotizados en Las Ventas. Sobre el albero carabanchelero Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y Daniel Luque, que ha entrado por la vía de la sustitución a Emilio de Justo quien a su vez se anunciaba en lugar de Antonio Ferrera que rehusó a venir a Madrid, frente a toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez, de procedencia Juan Pedro Domecq. Los que suspiraban por ver toros y tanto se lamentaban por su ausencia, los que se decían taurinos y aficionados ¿dónde estaban esta tarde?, ¿acaso el cartel les parecía poco?. Pues peor para ellos, porque se han perdido una tarde que, aunque es cierto que no pasará a la historia por triunfos rotundos y faenas antológicas, ha tenido mucho que ver, apreciar, valorar y degustar para quien sienta el toreo, entienda lo que es el toreo y se sienta aficionado de verdad. Porque creo que ha sido eso, una tarde para aficionados en la que, para empezar, he visto seis toros dignos de lidiarse en plazas de primera, de excelente presentación, buenas hechuras, muy pareja de pesos, todos con trapío, quizás el primero el más vareado pero proporcionado y que con los pitones que lucía el trapío era impresionante. El resto de sus hermanos, unos auténticos tíos, muy serios, con unos leños que asustaban, terminados en puntas, puñales desafiantes, toros con presencia, con mucha plaza, todos cinqueños largos, tres de ellos a dos meses de cumplir los seis, con lo que eso conlleva, sentido desarrollado y muchas complicaciones. En cuanto al comportamiento ha sido variado pero si hay algo que para mi ha definido a la corrida ha sido la movilidad, con más o menos clase, pero la corrida se ha movido, vaya si se ha movido. Seis toros que, además, han sido prontos en el caballo, han peleado, han metido la cara en el peto y han empujado con los riñones, empleándose, protagonizando vibrantes y magníficos tercios de varas a cargo de Oscar Bernal en el segundo, Ignacio Rodríguez en el cuarto y Pedro Iturralde que agarró muy bien arriba y delantero al quinto pero lo dejó crudo. En cualquier caso fueron despedidos con ovaciones importantes al retirarse.
Una tarde en la que he visto a Perera con su mando y poder habitual, seguro y firme ante un primero con fondo aunque algo justo de fuelle y brío y un cuarto con mucha movilidad y geniudo al que había que tocarle muchas teclas, en la que he visto a Ureña cuajar a un gran toro, el segundo, clase, nobleza, bravura, humillación, repetición, ritmo y duración, una faena de dos orejas que se quedó incomprensiblemente en una por un palco mezquino a más no poder, y exponerse para imponerse a un quinto incierto y complicado para acabar dando un recital de toreo al natural, y en la que he visto a un Daniel Luque ante un tercero que tenía buen tranco y son demostró el momento pletórico que está atravesando, seguro, firme, con enorme disposición y una claridad de mente superlativa , y que en le sexto, una manso de libro, no ha tenido opción alguna a pesar de los intentos por lo que, con excelente criterio decidió abreviar y ahorrarnos un tedio innecesario.
Una tarde en la que he visto muy buen torero de capa. Así las verónicas muy templadas de Perera con las que el extremeño ha saludado a sus dos toros, cadenciosas, jugando las manos con dulzura, suavidad y trato exquisito acariciando las embestidas. O las verónicas que Ureña recetó de salida en el segundo, templadas, a compás, con gusto exquisito, y el quite por delantales del murciano también en este mismo segundo, muy mecidos, muy suaves, temple absoluto y una revolera garbosa de remate. Y como no destacar a ese extraordinario capotero que es Daniel Luque, máxima expresión en las verónicas de recibo al tercero, acompasadas, muy despaciosas, sevillanía en las muñecas, y el maraviloso quite por chicuelinas a ese mismo toro, ceñidas, bajas, magistral, como siempre.
Una tarde en la que he visto también muchas cosas en la muleta. El poderío y mando de Miguel Ángel Perera quien tras un inicio suave y templado al primero, andándole con torería para llevárselo a los medios, construyó una faena primero cuidando la altura para acabar bajando la mano en series por el pitón derecho poderosas, profundas, perdiéndole un pasito para quedarse colocado y ligar en el sitio para acabar acortando las distancias a medida que el toro se iba quedando sin energías, cada vez más corto de recorrido, y torear en las cercanías, metido entre los pitones, bajándole mucho la mano, derechazos rotundos ligados en una baldosa. Con el cuarto, un toro con mucha movilidad y recorrido, aunque falto de clase y entrega, en todo momento llevó la cara a media altura y soltó arreones bruscos con genio, aprovechó la inercia en los primeros compases para mostrarle la muleta poco a poco, perdiéndole pasos para poder ligar los muletazos aguantando arreones y la manera de revolverse del animal a base de poder, una vez más, para acabar componiendo buenas series por el pitón derecho tapándole la cara, llevándolo muy toreado, con la mano muy baja, acortando las distancias, con emoción y transmisión. La muleta de Paco Ureña, gloria bendita, estatuarios en los medios en el arranque del trasteo al extraordinario segundo, series en redondo reunidas, acoplado, por bajo, ligadas, pasándose al toro por la barriga, muy despacio, temple, profundidad en los derechazos, largura, monumentales de pecho para rematar, toreo de muchos quilates a que también se trasladó al otro pitón, naturales hondos, dándole el pecho, el compás abierto, la mano baja, largos, series rotundas ligadas muy despacio, toreo templado y con ritmo. Y antología al natural con el quinto, con movilidad pero descompuesto en su embestida, desplazándose sin clase, la cara a media altura, rematando por encima del palillo, sin dejarse por el pitón derecho por donde tenía mucho peligro. Faena de exposición y compromiso, de entrega y disposición, que rompió al final por el pitón izquierdo, al natural, primero de uno en uno, robándoselos, templados, sin tocar el engaño, perfectamente colocado, dándole el pecho, así fueron surgiendo los muletazos, cada vez más hondos, cada vez con más ritmo para cautivar a los pocos que estábamos viendo esa mano izquierda magistral que tiene con un final apoteósico, naturales a pies juntos con hondura, largos, una maravilla, magia torera. Dentro de que a Daniel Luque le correspondió el peor lote, realmente solo tuvo un toro porque el manso sexto, marcando querencia desde que saltó, huidizo y desentendido, absolutamente imposible a pesar de los intentos por pararlo y fijarlo, sí que demostró en la muleta que está de dulce. El tercero, de comportamiento incierto, no concedía nada, se venía por dentro, soltando la cara a mitad de muletazo, protestón, deslucido, toro con poco recorrido, tardo, escarbando, pedía firmeza y el sevillano se la dio. Firmeza, serenidad e ideas claras. Temple para mandar, muleta por abajo para someter, así lo hizo primero en naturales arrancados a base de colocación y tirar del animal, fuero tres o cuatro, pero fueron sensacionales, hondos, exprimiendo lo poco que guardaba ese pitón. Por el pitón derecho mismo registro, mando y temple para trazar derechazos ligados por abajo, algunos de gran profundidad, sacando más de lo que había. Mucho mérito de Luque, faena para aficionados, para apreciar la dificultad del toro y la importancia de la tarde del sevillano, que torear poder al toro y sacarle todo lo que lleva dentro, mucho o poco, no solo redondos y naturales uno tras otro.
Una tarde en la que he visto también algo que dificílmente se puede ver, seis estocadas que se podrían catalogar en un rango de valoración entre muy buenas y extraordinarias, magistrales, monumentales o fuera de serie. Los tres han matado de manera sensacional, al volapié salvo Luque en el manso sexto que no paraba quieto ni un segundo y al que pasaportó de un espadazo al encuentro. Pocas veces creo que veré manejar la espada como lo he visto hoy.
Una tarde en la que también he visto a unos toreros de plata extraordinarios, tanto en la brega como en banderillas, colocando a los toros en suerte con un solo capotazo, colocando los pares con exposición, de poder a poder, reunidos, magnífica tanto la ejecución como la colocación. Ovación en todos los tercios de banderillas, más o menos fuerte, en unos cuantos obligando a los de plata a saludar desmonterados, pero no voy a resaltar a ninguno, me parece más justo decirles que sobre el albero de Vistalegre hoy han brillado Javier Ambel, Curro Javier, Vicente Herrera, Víctor Hugo Saugar "Pirri", Curro Vivas, Álvaro López "Azuquita", Raúl Caricol, Juan Contreras y Juan Cantora. Todos ellos nombres de primera fila que nos han brindado una muy buena tarde de toros.
Una tarde en la que también he visto cortar orejas, una de ley para Perera en el primero y otra para Ureña que debieron ser dos por varios motivos. Primero porque, a mi modo de ver, la faena de Ureña que antes les comenté valía una oreja y la estocada monumental arriba con la que literalmente reventó al de García Jiménez y lo pasaportó en cuestión de segundos valía otra oreja. Segundo, porque la petición de segunda la oreja era, no digo mayoritaria, sino unánime, nadie guardó un pañuelo y aunque es cierto que el reglamento dice que la concesión del segundo trofeo es potestad del presidente, ya me parece curioso que todos los que estábamos en los tendidos pidiéramos la oreja y ¡uno solo!, el usía, dijera que no. Y tercero, porque conviene recordar todos los días por si hay memorias frágiles que estamos en Vistalegre, plaza de segunda y que el criterio de Las Ventas no vale aquí. Es más, conviene volver a recordar que exigencia no es sinónimo de intransigencia. Y añadiría un oreja que me hubiera gustado ver para Luque en el tercero por el mérito de su faena, sacando agua del pozo casi vacío que era ese toro, y por la más que monumental estocada, otra de oreja por sí misma.
En fin, que todo eso he visto hoy, no está mal. Lo que siento es que hayamos sido tan pocos los que lo hayamos visto en la plaza. Bueno, allá cada uno, se lo han perdido, mala suerte. Mañana más.
Antonio Vallejo
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