Dios, todopoderoso y omnipresente, sabía que en esta tarde del 19 de mayo, además de estar en todas partes, tenía que bajar a Vistalegre. Desde el cielo guía a la legión de ángeles de la guarda que envía allá donde se celebra una corrida de toros y les da un capote celestial con el que hacer el quite en el momento preciso o les lanza en ayuda del torero prendido por un toro apartándole del peligro con sus lasa salvadoras. Y otras veces viste a sus ángeles de la guarda con un pijama verde y una bata blanca cuando el percance ha ocurrido y en las enfermerías de las plazas se obra el milagro. No me queda duda alguna que en Vistalegre decidió hace unos días que debía vestir de ángel de la guarda de los toreros al Dr. Enrique Crespo para salvar la vida de dos toreros, un novillero, Manuel Perera, un joven con el atillo que vino el lunes cargado de ilusiones por triunfar y ser alguien en este duro pero bello mundo del toreo que estuvo a punto de entregar su vida en busca de ese sueño que sufrió el lunes una tremenda cornada en el vientre con las vísceras al aire que parecía mortal, y en la tarde de hoy un banderillero, Juan José Domínguez, prendido por el toro al clavar el tercer par al primero de la tarde, un toro de Vegahermosa que cortó yéndose hacia dentro con peligro y que en el embroque corneó al torero de plata lanzándole por los aires, dándole pitonazos en el pecho, axila, cuello, cara, ni sé, una, dos, tres, cuatro, cinco veces, tampoco lo sé, en unos segundos angustiosos que han parecido horas, y un matador, Pablo Aguado, empitonado por el muslo derecho al entrar a matar al sexto volcándose sobre el morrillo, recto, sin importarle entregar su propia vida. Cornadas terribles, en ambos casos la sensación ha sido de máxima tragedia, pero nos olvidábamos de la presencia de Dios y su legión taurina de ángeles de la guarda encarnados en la figura del Dr. Crespo. Solo así puedo entender que Manuel Perera esté en planta y consciente a estas horas, que Juan José Domínguez, tras más dos horas de intervención quirúrgica en la enfermería de la plaza descanse en la clínica Nuestra Señora del Rosario en este momento fuera de peligro, dentro de la gravedad, pero con vida y que también Pablo Aguado también esté ya operado y reposando en la misma clínica. Milagros del cielo, de ese cielo desde el que tantos maestros ven los toros cada tarde junto a nuestro Padre.
Tarde dura, que nos ha dejado la sangre helada, sin capacidad de reacción ante lo que, como he dicho antes, parecía una auténtica tragedia. El silencio sobrecogedor y el ambiente gélido que ha envuelto al coso de Vistalegre dejaba en un segundo plano todo cuanto pudiera desarrollarse sobre el albero. Yo creo que todos y cada unos de cuantos ocupábamos hoy la práctica totalidad de las localidades permitidas por la limitación de aforo tan solo estábamos preocupados en recibir noticias de lo que ocurría en la enfermería. Gracias a Dios esas noticias pronto llegaron y fueron buenas, otra vez el capote salvador del cielo y la vida volvió a Vistalegre. Una vida que muchos jóvenes quieren seguir, como esos siete que tras romperse el paseíllo y escuchar como cada tarde el Himno de España, dieron una vuelta al ruedo portando es pancarta que traigo como portada: "Tenemos un sueño, ser toreros como Roca Rey y Pablo Aguado". Y como tantos maestros en los que cada se fijarán para alcanzar ese maravilloso sueño. Hoy han tenido la oportunidad de ver la verdad del toreo, la gloria y el dolor, la puerta grande y la de la enfermería, el triunfo y el drama, la delgada línea que separa la vida y la muerte, esa a la que miran cara a cara cuando se visten de luces y se plantan ante los pitones de un toro. Porque todo en el toreo es verdad, se triunfa de verdad, se sufre de verdad y se muere de verdad, siempre, sin imposturas, sin trucos, y así lo asumen casi desde niños. Hoy esos siete jóvenes lo han visto, Roca Rey dos orejas y a hombros simbólicos, Pablo Aguado en la enfermería y Juan José Domínguez al borde de la muerte. ¿Son o no héroes?. Sobre todo si les comparamos a todos todos los que a su misma edad viven en lo fácil, inmediato y acomodaticio, todos cuanto su único mundo y sus únicos valores residen en el postureo y la falsedad de Instagram, Tik tok y demás mundos paralelos irreales. Esos siete jóvenes representan a miles como ellos que encierran valores como respeto, sacrificio, esfuerzo, incómodos hoy en día para muchos, los valores del toreo, su sueño.
Probablemente era la de hoy la tarde más esperada de este San Isidro en tiempos de pandemia, la del mano a mano entre Roca Rey y Pablo Aguado ante toros de Vegahermosa (primero), Jandilla (segundo), Garcigrande (tercero y cuarto) y Nuñez del Cuvillo (quinto y sexto). Seis toros para mi todos de excelente presentación, serios y con trapío, buenas hechuras, proporcionados, fuertemente ovacionados de salida por su presencia el cuarto, preciosa lámina, castaño, dos velas por pitones, apuntando al cielo, astifino a más no poder, y el sexto, cornidelantero y abriendo la cara, un tío, con extraordinarias hechuras, y a mi modo de ver extrañamente protestado por unos pocos el quinto, de Cuvillo, armónico, proporcionado, con cuello, serio, astifino, con trapío... pero que marcaba "solo" 505 Kg en la tablilla. Por eso unos pocos, la verdad, lo ha reprochado con palmas de tango, unos pocos que creo que no sabían que Vistalegre es plaza de segunda y cumplía con creces por su trapío, unos pocos que no se han debido enterar que no estaban en Las Ventas, unos pocos que confunden exigencia con intransigencia, unos pocos que, da igual donde, no saben estar. En cuanto a comportamiento los dos mejores han sido los de Garcigrande, especialmente el tercero, un gran toro, bravo, noble y enclasado, con recorrido, duración, transmisión y emoción y el cuarto, magnífica pelea en el caballo y movilidad y repetición aunque le faltó humillar y le sobró puntear las telas además de escaso empuje y duración. El primero no tenía mucha fijeza y tendía a escarbar e irse, el segundo enseguida mostró querencia y buscaba irse a las tablas, el quinto soso y deslucido, sin ritmo ni entrega y el sexto que tenía nobleza pero carecía de entrega y fuelle, todo hubo de hacérselo a media altura.
Para mi Roca Rey ha demostrado hoy la figura del toreo que es y lo que ha evolucionado en su toreo, desde esos primeros años de alternativa arrebatadores, un ciclón, incluso temerario, que se ponía en sitios inverosímiles hasta el torero de hoy, mandón y poderoso además de reposado y con gusto, aunando clase y valor y con la misma disposición y compromiso de siempre. Con el primero, suelto de salida, sin fijeza y blandeando mantuvo el primer duelo en quites con Pablo Aguado a la salida del caballo. Uno por verónicas templadas del sevillano replicado por saltilleras ajustadas del peruano que despertaron los olés y las primeras grandes ovaciones de la tarde. Luego vino la estremecedora cogida de Juan José Domínguez y en medio de una ambiente helador y con el alma encogida comenzó la faena por estatuarios en los medios y dos cambiados por la espalda acongojantes, y les aseguro que en esos momentos no estábamos en el tendido para muchos sobresaltos. Supo ver la distancia, la altura y el ritmo que requería el de Vegahermosa y así compuso Roca Rey dos tandas por el pitón derecho reunidas, templadas ligadas por bajo, perfectamente colocado, mágicas, llevándolo cosido a la muleta, en una baldosa. Por el izquierdo solo una serie de naturales, ¡pero qué naturales!, honda y templada, la mano baja. Toreo poderoso, toreo de figura que conoce los terrenos y maneja los tiempos, esta nueva dimensión del peruano. Con el toro rajado y con tendencia a irse acorta las distancias y le deja la muleta en la cara, muy tapado, sensacional, dominador y entregado. La espada emborronó una buena faena a mi modo de ver, quizás no electrizante como antaño pero con la sensación de estar ante el futuro dominador de la Fiesta. Solo una cosa más de este primero. El trasteo se desarrolló en un ambiente anímico de desolación, la plaza enmudecida, se temía lo peor para Juan José Domínguez, nos costó mucho entrar en la faena porque la mente estaba solo en una cosa, luchar por la vida del torero de plata. En esas circunstancias, ¿cómo coño se le ocurre al director de la banda comenzar a tocar la música?. Un hombre se debatía entre la vida y la muerte en la enfermería, ¡que nula sensibilidad!. El tercero, de Garcigrande, el de mejores cualidades de la corrida, permitió a Roca Rey lancear a la verónica con temple y clase, meciendo la embestida de este toro que repetía y metía la cara con clase. El remate del saludo capotero fue la locura, a una mano, prácticamente un circular completo. Sensacional Sergio Molina en un puyazo agarrado arriba, delantero y bien medido el castigo. Fuerte y justa ovación para el picador. El arranque de la faena, de rodillas, en el centro del anillo, toreando en redondo y largo, arrastrando la muleta para hilvanar uno por la espalda escalofriante antes de erguirse encienden la mecha y son presagio de las intenciones del peruano. Toreo ligado de mano baja fundamentado en la colocación y el temple, toreo con profundidad y largura, acoplado, encajado, pasándoselo muy cerca, series reunidas, remates de pecho largos, un cambio de mano sublime, derechazos rotundos. Por el pitón izquierdo mantiene el nivel, naturales enganchados alante, alargando el viaje, la mano muy baja, roto, toreo hondo y con recursos cuando el toro se le para, lo cambia por la espalda y queda perfectamente colocado para ligar otra serie más. Dominio absoluto, sensación de figura. Acaba en las cercanías, metido entre los pitones, el Roca Rey desafiante, el que desprecia el riesgo y el miedo, el toro entregado, hipnotizado en la franela y unas bernadinas de vértigo, ajustadísimas que preceden a un final imprevisto, por bajo, uno de desdén lleno de aromas, trincherillas con sabor exquisito, clase y gusto, otro registro más en una faena completa que puso a toda la plaza en pie en una ovación atronadora. Se tira a matar como si no hubiera mañana y cobra dos orejas de ley, dos orejas pedidas sin discusión y el gran toro de Garcigrande fuertemente ovacionado en el arrastre. El quinto tuvo muy poca historia. Deslucido y sin entrega, más soso que la dieta de un hipertenso, sin fijeza ni entrega en los primeros tercios. Solo José Chacón gracias al excelente banderillero que es pudo brillar en este toro colocando dos pares sensacionales, haciéndolo todo, llegando hasta la cara del Cuvillo, reuniendo y clavando de poder a poder. saludó desmonterado la gran ovación del público. Solo el inicio de faena tuvo cierta calidad y gusto, andándole hacia ,os medios con torería, todo por bajo. Pero al trasteo le faltó ritmo y continuidad sin llegar a levantar el vuelo a pesar de los intentos de Roca Rey por llevarlo toreado, poniéndose, entregado y muy solvente, fácil, pero sin transmisión posible. En todo caso, tarde de figura del toreo.
Lo mejor de la tarde de Pablo Aguado ha venido, sin duda, con el capote. Ya en el quite que Roca Rey le cedió en el primero demostró lo bien que torea de capa a la verónica, deliciosas.Al segundo lo recibió por el mismo palo, verónicas templadas, con gusto y esos aromas de azahar sevillano que desprende en cada lance. A las chicuelinas ceñidas del peruano en un buen quite replicó también por chicuelinas acompasadas a mano baja seguidas con olés sentidos. Detalle de integridad al irse a la puerta del patio de cuadrillas que conduce a la enfermería y brindar el toro a su compañero herido, estos son los valores del toreo. Toda la plaza en pie y muchas lágrimas en los ojos aún sobrecogidos por lo que vieron unos minutos antes. En la muleta mostró su querencia, buscando la huida, siempre a tablas. Lo sacó a la segunda raya y en ese terreno tan solo pudo robar un par de series en redondo de cierto empaque y ligadas algo más bajas, pero al conjunto le faltó profundidad, todo hubo de hacerlo a media altura, sin continuidad, sin emoción. Atasco con los aceros y dos avisos. La excelencia con el capote llegó en el cuarto, ¡que verónicas!. Las muñecas rotas, a compás, la figura relajada, acompañando el viaje con la cadera, muy despacio, meciendo la embestida con un gusto y una sutileza fuera de serie, verónicas de Curro, verónicas del Guadalquivir, una locura. Buena pelea del de Garcigrande en el caballo, con celo, metiendo la cara abajo, empujando con los riñones, pelea de bravo y magnífico puyazo de Juan Carlos Sánchez que es despedido con una fuerte ovación. Otro quite por verónicas de mucha calidad, también muy lentas, temple absoluto, pero sin alcanzar las cotas del saludo porque el toro comenzó a soltar la cara y puntear el capote. El inicio de faena fue de antología, con la rodilla en tierra, rememorando a El Gallo, llevándolo muy largo, obligándole mucho, quebrando la embestida, repite el toro, humilla, bellísimo, emoción máxima. Quizás todo lo que ha tenido de emocionante ese arrauqe tan intenso lo ha podido tener de contraproducente ya que el toro se ha acabado ahí. Se ha desplazado cada vez menos, cada vez más corto, soltando la cara, a la defensiva, sintiéndose muy podido, rajado a las primeras de cambio. Tan solo una serie al natural ligada por bajo sobresalió con el toro a menos. Mi duda es si hubiera planteado la faena con un inicio menos exigente, ¿hubiera durado más?, ¿la extrema y bellísima despaciosidad de las verónicas era fruto del temple sublime de Aguado o la embestida andando, muy lenta, a la mexicana, o venía por falta de fuelle?. Nunca lo sabremos, eso seguro, pero que me quiten lo bailao, esas verónicas y el quejío del inicio de faena valen oro. El sexto fue un toro de Cuvillo con fondo de nobleza pero al que le faltó celo y empuje. No permitió a Aguado desplegar el capote y lucir como sabe, sin entrega, la cara a media altura, como fue la faena de muleta. Temple y buen trazo, naturalidad y clase pero en mi opinión le faltó profundidad al no poder bajar la mano. Series ligadas por ambos pitones sin poder obligarle, con gusto y calidad pero sin llegar a romper, con mucho temple y suavidad pero el Cuvillo tampoco creo que daba para más. En cualquier caso vi esos detalles de toreo añejo que Aguado lleva dentro y que cautivan. Se tiró recto a matar, volcándose y dejando una entera fulminante, pero resultó corneado en el muslo derecho, región comprometida por los vasos que por allí discurren y la cercanía del mortal triángulo de Scarpa. De nuevo el corazón en un puño por otra cogida que también se veía que revestía gravedad.
Afortunadamente todos los heridos están vivos y tratando de recuperarse lo antes posible para volver a los ruedos. Han pagado con sangre y casi con la vida su sacrificio. Eso lo han visto los jóvenes que quieren ser toreros. Hoy, sin duda alguna, Dios bajó a Vistalegre, menos mal.
Antonio Vallejo
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