Nada más finalizar la corrida de Miura que echaba el cierre a este San Isidro 2016 se hicieron públicos los premios concedidos por el jurado de Taurodelta en los distintos apartados y que son los siguientes:
Triunfador de la feria: José María Manzanares
Mejor faena: José María Manzanares
Mejor novillero: Luis David Adame
Mejor rejoneador: Leonardo Hernández
Torero revelación: Roca Rey
Mejor estocada: José María Manzanares
Mejor picador: Juan Bernal, en la cuadrilla de El Cid.
Mejor brega de subalterno: César del Puerto, en la cuadrilla de Alberto Aguilar
Mejor par de banderillas: David Adalid, en la cuadrilla de José Carlos Venegas
Mejor ganadería: Victoriano del Río
Mejor toro: Malagueño, número 1, de la ganadería de Alcurrucén, lidiado el 24 mayo.
José María Manzanares acapara los grandes premios, y no es para menos, ya se intuía el pasado 1 de junio, aunque, al menos yo, desconocía que las corridas de Beneficencia y Prensa, ambas extraordinarias, fuera del abono aunque dentro del serial isidril, optaban a los premios. De hecho así lo escribí, pensando que iba a ser una lástima que lo que Manzanares nos hizo sentir con su toreo magistral y lo que nos dejó en la memoria aquella tarde no pudiera ser galardonado como creo que justamente se merecía.
Para mi los premios son los justos, aunque se queden sin aparecer David Mora y Andrés Roca Rey, quienes con su toreo pleno de arte, clase, elegancia, con tanta carga emocional y sentimental del madrileño y el arrojo, valor y disposición no exenta de arte y buen gusto del peruano, hubieran sido también dignos merecedores de ese reconocimiento. Pero solo pude haber un triunfador y ese, sin duda, ha sido el alicantino. El resto de los premios creo que no tienen discusión, quizás el de mejor par de banderillas pueda ser opinable, no hay que olvidar a Angel Otero, Javier Ambel y Fernando Sánchez, todos extraordinarios, grandísimos pares los colocados por ellos, junto a David Adalid, enorme banderillero y ganador final. Y tampoco genera discusión Juan Bernal con sus dos puyazos al Victorino del viernes, ya lo dije aquel día, aunque ayer mismo Francisco Vallejo le puso las cosas difíciles al jurado.
Estos son los premios, los triunfadores. Otra cosa es el balance final que cada uno pueda hacer de este San Isidro 2016. Por ejemplo, si lo miramos desde el punto de vista numérico y nos fijamos en el número de orejas cortadas nos sale un total de 30 apéndices cortados, lo que supondría una media de una oreja cortada por festejo. Recordemos que han sido 30 y no 31 las corridas lidiadas puesto que el día 10 de mayo tuvo que suspenderse el festejo por la lluvia y las malas condiciones del ruedo. Según se mire, una oreja por tarde no sería mal balance, pero la estadística no es arte y la Tauromaquia sí, y todos sabemos que esas orejas han estado desigualmente repartidas. Por ejemplo, los rejoneadores se han llevado nada más y nada menos que 12 orejas, 6 de ellas cortadas por Leonardo Hernández, lo que ya da muestras de que la estadística no sirve para valorar el toreo. Otro ejemplo, dos orejas tan solo las cortadas por lo novilleros, una Juan de Castilla y otra Luis David Adame. Para un total de 18 novillos lidiados me parece escaso bagaje, aunque es cierto que los novilleros que han pasado por Madrid en este ciclo han dejado apuntes de buenas maneras y han perdido algún trofeo por la espada, pero el balance final creo que no puede ser positivo.
Y en el escalafón superior sucede algo parecido. Han sido 16 las orejas cortadas por los matadores. Diez de ellas recaen en cinco matadores que han cortado dos apéndices cada uno: David Mora, Roca Rey, López Simón, Alejandro Talavante (una en cada tarde que ha actuado) y las referidas de José María Manzanares. El resto, hasta un total de 45 que han sido los matadores anunciados, se han repartido las seis restantes. Pobre, realmente pobre balance. Por eso decía que la estadística no sirve para valorar el arte. Muchos se han ido sin tocar pelo, es cierto, pero gracias a Dios los aficionados valoramos muchas más cosas, porque esto no son números y el toreo conlleva una importante carga de sentimiento. Dejando a un lado las faenas que nos han hecho emocionarnos y vibrar, el caso de Roca Rey, David Mora y José María Manzanares, sería injusto no reconocer el poso que nos han dejado en el recuerdo toreros como Paco Ureña, hecho un tío ante toros con mucho que lidiar y con mucho peligro, a los que sometió de maravilla, el toreo maduro y reposado de Miguel Abellán, impecable en sus actuaciones, Iván Fandiño, quien en la primera semana cuajó una magnífica faena a un toro de El Ventorrillo poniendo a Las Ventas en pie, la entrega y regularidad de Juan del Álamo, que no falló a su tradición de oreja por corrida toreada en Madrid, Miguel Angel Perera, derrochando mando y poderío ante animales deslucidos y con la incomprensión de parte del público, y muchos otros que han demostrado ganas y entrega pero que se han encontrado ante lotes infumables, a los que por falta de casta, de raza o de fuerzas ha sido imposible sacar el mínimo lucimiento. Pero hay tres casos que me merecen un capítulo propio, tres matadores que han pasado por San Isidro y que han dejado claro lo que es ser figura del toreo: Sebastián Castella, Alejandro Talavante y Enrique Ponce.
El galo Sebastián Castella apostó fuerte en este San Isidro, gesto importante, con cuatro tardes anunciado. Cuatro tardes en las que ha tenido en contra tanto al ganado que ha tenido que lidiar como al público, que de manera incomprensible, injusta y caprichosa, dirigido desde el sector "sabio", la ha tomado en contra de Castella. A mi modo de ver bueno el paso del francés por Madrid, demostrando que es figura del toreo, sacando a cada toro lo poco que llevaba dentro, muy firme y entregado todas las tardes, con un toreo templado cuando fue posible y en distancias cortas, exponiéndose de verdad, cuando sus toros se apagaban. Y se le ha escapado alguna oreja por el mal manejo de los aceros, una lástima, pero su esfuerzo y su enterga merecen una mención y un reconocimiento especial.
Otro de esos casos es el de Alejandro Talavante, muy digno y por encima de sus toros las tres tardes que actuó, deslumbrando con una soberbia labor el día 18 de mayo con un toro de Fuente Ymbro. Templado y firme estuvo en su primero, del que perdió una oreja con la espada, y maestro con mayúsculas en su segundo, un manso al que exprimió con unas dosis de poder, mando y torería solo al alcance de una gran figura del toreo. Se fue donde pedía el toro, le dio todas las ventajas y cuajó una faena extraordinaria en terrenos del cinco, sacando una obra de arte de lo que parecía imposible. La oreja valió por mucho, sin duda.
Y la última mención especial es la del maestro Enrique Ponce, figura de época, quien el jueves 19 de mayo rindió Las Ventas a sus pies con un toreo excelso, templadísimo, relajado, disfrutando de lo que hacía, con ese porte, esa clase y ese estilo único que el maestro de Chiva lleva dentro. ¡Cómo sería que hasta el siete se rindió a la evidencia!, los que tanto le han maltratado con tanta injusticia y falta de razones. Da igual que la espada le privara de trofeos, en la memoria quedará su faena al toro de Puerto de San Lorenzo.
Analizado el capítulo "toreros", nos quedan un par de ellos más espinosos. Uno es el ganadero. Por supuesto que toros sueltos han salido buenos, muy buenos, con raza, con clase y bravura. No hay duda alguna que "Malagueño" de Alcurrucén fue el mejor de la feria y que el premio es más que justo, que "Dalia", el de Victoriano del Río al que Manzanares desorejó fue de vuelta al ruedo y que ha habido otros que han dado muy buen juego, por supuesto. Pero en líneas generales el tono medio ha sido discreto, con falta de casta y bravura en general, con alarmante falta de fuerzas en la mayoría de los casos y con tan solo una corrida que pueda considerarse completa, la de Victoriano del Río, escaso resultado a todas luces. Ya sé que es complicadísimo criar un toro, que es muy difícil elegirlos, que aunque sobre el papel todo diga que son buenos, solo en la plaza se ve el resultado final. Y muchos de los toros lidiados no cumplían con lo que Madrid exige, dejando a un lado la vergonzosa tarde de Saltillo, impropia de la primera plaza del mundo y que debe llevar a la reflexión de muchos. Por ejemplo, a lo mejor merece la pena reflexionar si es conveniente mantener la llamada semana turista, con las ganaderías consideradas "duras" todas seguidas, que año tras año suponen un fiasco y que discurren entre el bostezo y el hartazgo, difíciles de digerir en dosis tan repetidas. Quizás fuera conveniente insertarlas a lo largo de la feria como ocurre con encastes como Nuñez y Atanasio-Lisardo, cambiando el ritmo y rompiendo de ese modo la monotonía en todos los sentidos, que tan empachoso para el paladar taurino es seis o siete días de Domecq seguidos como de estas ganaderías toristas. En cualquier caso es fácil echar la culpa al toro, al fin y al cabo no puede defenderse, pero también es cierto que no han cumplido con las expectativas que habían generado por nombre y tradición y que el nivel ganadero ha estado bajo, en un tono gris, con muchos, demasiados toros sosos y deslucidos a los que, para ser benévolos, se les ha aplicado el calificativo de nobles, esa cualidad que usamos como eufemismo cuando el toro mete la cara y pasa sin más, sin capacidad de emocionar ni transmitir a los tendidos. Confiemos que la cabaña brava remonte el vuelo y en un futuro no lejano salgan más toros con opciones de triunfo que los que han salido este año.
El segundo de estos capítulos "espinosos" y último de esta reflexión final de la feria es el del público. La afición es fundamental para la Fiesta y tiene una parte nada despreciable de responsabilidad y culpa en lo bueno y en lo malo que suceda. Lo primero que hay que pedir a los aficionados es que asistan a la plaza. En ese aspecto no ha estado mal. No es lo de antaño, lleno tras lleno todos los días, pero en general ha respondido y la entrada media ha sido superior a los tres cuartos de plaza, con varios llenos de "no hay billetes". Otra cosa ha sido la imposibilidad de apartar, aunque solo hubiera sido por este año, ciertos tics, manías y comportamientos censurables a mi modo de ver. Sí, me refiero una vez más al sector intransigente, el de los sabios, el que quiere imponer su criterio a toda costa, el que decide a quien hay que aplaudir y a quien hay que machacar con sus improperios y sus salidas de tono, el que se guía por sus filias y fobias y cambia el criterio según el nombre del torero o del hierro, el siete, o una pequeña parte de él realmente. Un año más han estado impertinentes, han perdonado a sus protegidos lo que a otros han criticado con muy mala educación, haciendo un flaco favor a la Fiesta. Con lo que sigue no quiero decir que esto se convierta en un cachondeo, ni mucho menos, pero pienso que el prestigio de las Ventas no iba a verse resentido si por una vez apartamos la intransigencia y levantamos la mano para que la imagen de nuestra Fiesta sea la del triunfo, algo que considero necesario hoy más que nunca. Pongo solo un ejemplo, discutir la segunda oreja a Roca Rey y a López Simón, que a lo mejor yo pienso igual que ellos sobre su justicia o injusticia, pero este año no, que hay que defender la Fiesta y la imagen del triunfo y la alegría, repito, es un argumento demoledor ante los que nos tachan de crueles y bárbaros, que solo disfrutamos con el maltrato y que nos califican de criminales y asesinos. Lo he dicho mil veces y lo repito una vez más. Son unos veinte mal contados, pero montan el espectáculo perfectamente coreografiados y acaban por arrastrar a un número no despreciable de espectadores, con un comportamiento indigno y absolutamente falto de la mínima educación y el mínimo respeto para quien se juega la vida ante un toro. El exponente máximo de esto que comento fue la bronca que se le montó a Uceda Leal, cuando solo dos días después se silbó y reprochó a Javier Castaño y Pérez Mota que siguieran delante de la cara del toro cuando desde el primer muletazo se veía que no había un pase que dar. Esa actitud, esa falta de criterio es vergonzosa, al menos para mi que me considero un aficionado. Si ellos son sabios es un honor ser un ignorante en esto de los toros.
A pesar de todo, a pesar de la línea un tanto plana de la feria, con picos de emoción altísimos pero con demasiados valles de letargo, ha sido un mes intenso y que se ha hecho corto. Nos quedamos con más ganas de toros. En el horizonte las tardes de domingo veraniego de Madrid, con mucho más cemento que público, Alicante como primera parada del camino que queda por hacer hasta final de temporada, Pamplona en julio, un coloso, cita importantísima, la Feria del Toro, Huelva, Almería y El Puerto como transición suave hasta culminar en agosto otra de las grandes cumbres de la temporada, Bilbao, con su Semana Grande y sus Corridas Generales.
Hasta entonces queda mucho por ver y contar, seguro.
Antonio Vallejo
El galo Sebastián Castella apostó fuerte en este San Isidro, gesto importante, con cuatro tardes anunciado. Cuatro tardes en las que ha tenido en contra tanto al ganado que ha tenido que lidiar como al público, que de manera incomprensible, injusta y caprichosa, dirigido desde el sector "sabio", la ha tomado en contra de Castella. A mi modo de ver bueno el paso del francés por Madrid, demostrando que es figura del toreo, sacando a cada toro lo poco que llevaba dentro, muy firme y entregado todas las tardes, con un toreo templado cuando fue posible y en distancias cortas, exponiéndose de verdad, cuando sus toros se apagaban. Y se le ha escapado alguna oreja por el mal manejo de los aceros, una lástima, pero su esfuerzo y su enterga merecen una mención y un reconocimiento especial.
Otro de esos casos es el de Alejandro Talavante, muy digno y por encima de sus toros las tres tardes que actuó, deslumbrando con una soberbia labor el día 18 de mayo con un toro de Fuente Ymbro. Templado y firme estuvo en su primero, del que perdió una oreja con la espada, y maestro con mayúsculas en su segundo, un manso al que exprimió con unas dosis de poder, mando y torería solo al alcance de una gran figura del toreo. Se fue donde pedía el toro, le dio todas las ventajas y cuajó una faena extraordinaria en terrenos del cinco, sacando una obra de arte de lo que parecía imposible. La oreja valió por mucho, sin duda.
Y la última mención especial es la del maestro Enrique Ponce, figura de época, quien el jueves 19 de mayo rindió Las Ventas a sus pies con un toreo excelso, templadísimo, relajado, disfrutando de lo que hacía, con ese porte, esa clase y ese estilo único que el maestro de Chiva lleva dentro. ¡Cómo sería que hasta el siete se rindió a la evidencia!, los que tanto le han maltratado con tanta injusticia y falta de razones. Da igual que la espada le privara de trofeos, en la memoria quedará su faena al toro de Puerto de San Lorenzo.
Analizado el capítulo "toreros", nos quedan un par de ellos más espinosos. Uno es el ganadero. Por supuesto que toros sueltos han salido buenos, muy buenos, con raza, con clase y bravura. No hay duda alguna que "Malagueño" de Alcurrucén fue el mejor de la feria y que el premio es más que justo, que "Dalia", el de Victoriano del Río al que Manzanares desorejó fue de vuelta al ruedo y que ha habido otros que han dado muy buen juego, por supuesto. Pero en líneas generales el tono medio ha sido discreto, con falta de casta y bravura en general, con alarmante falta de fuerzas en la mayoría de los casos y con tan solo una corrida que pueda considerarse completa, la de Victoriano del Río, escaso resultado a todas luces. Ya sé que es complicadísimo criar un toro, que es muy difícil elegirlos, que aunque sobre el papel todo diga que son buenos, solo en la plaza se ve el resultado final. Y muchos de los toros lidiados no cumplían con lo que Madrid exige, dejando a un lado la vergonzosa tarde de Saltillo, impropia de la primera plaza del mundo y que debe llevar a la reflexión de muchos. Por ejemplo, a lo mejor merece la pena reflexionar si es conveniente mantener la llamada semana turista, con las ganaderías consideradas "duras" todas seguidas, que año tras año suponen un fiasco y que discurren entre el bostezo y el hartazgo, difíciles de digerir en dosis tan repetidas. Quizás fuera conveniente insertarlas a lo largo de la feria como ocurre con encastes como Nuñez y Atanasio-Lisardo, cambiando el ritmo y rompiendo de ese modo la monotonía en todos los sentidos, que tan empachoso para el paladar taurino es seis o siete días de Domecq seguidos como de estas ganaderías toristas. En cualquier caso es fácil echar la culpa al toro, al fin y al cabo no puede defenderse, pero también es cierto que no han cumplido con las expectativas que habían generado por nombre y tradición y que el nivel ganadero ha estado bajo, en un tono gris, con muchos, demasiados toros sosos y deslucidos a los que, para ser benévolos, se les ha aplicado el calificativo de nobles, esa cualidad que usamos como eufemismo cuando el toro mete la cara y pasa sin más, sin capacidad de emocionar ni transmitir a los tendidos. Confiemos que la cabaña brava remonte el vuelo y en un futuro no lejano salgan más toros con opciones de triunfo que los que han salido este año.
El segundo de estos capítulos "espinosos" y último de esta reflexión final de la feria es el del público. La afición es fundamental para la Fiesta y tiene una parte nada despreciable de responsabilidad y culpa en lo bueno y en lo malo que suceda. Lo primero que hay que pedir a los aficionados es que asistan a la plaza. En ese aspecto no ha estado mal. No es lo de antaño, lleno tras lleno todos los días, pero en general ha respondido y la entrada media ha sido superior a los tres cuartos de plaza, con varios llenos de "no hay billetes". Otra cosa ha sido la imposibilidad de apartar, aunque solo hubiera sido por este año, ciertos tics, manías y comportamientos censurables a mi modo de ver. Sí, me refiero una vez más al sector intransigente, el de los sabios, el que quiere imponer su criterio a toda costa, el que decide a quien hay que aplaudir y a quien hay que machacar con sus improperios y sus salidas de tono, el que se guía por sus filias y fobias y cambia el criterio según el nombre del torero o del hierro, el siete, o una pequeña parte de él realmente. Un año más han estado impertinentes, han perdonado a sus protegidos lo que a otros han criticado con muy mala educación, haciendo un flaco favor a la Fiesta. Con lo que sigue no quiero decir que esto se convierta en un cachondeo, ni mucho menos, pero pienso que el prestigio de las Ventas no iba a verse resentido si por una vez apartamos la intransigencia y levantamos la mano para que la imagen de nuestra Fiesta sea la del triunfo, algo que considero necesario hoy más que nunca. Pongo solo un ejemplo, discutir la segunda oreja a Roca Rey y a López Simón, que a lo mejor yo pienso igual que ellos sobre su justicia o injusticia, pero este año no, que hay que defender la Fiesta y la imagen del triunfo y la alegría, repito, es un argumento demoledor ante los que nos tachan de crueles y bárbaros, que solo disfrutamos con el maltrato y que nos califican de criminales y asesinos. Lo he dicho mil veces y lo repito una vez más. Son unos veinte mal contados, pero montan el espectáculo perfectamente coreografiados y acaban por arrastrar a un número no despreciable de espectadores, con un comportamiento indigno y absolutamente falto de la mínima educación y el mínimo respeto para quien se juega la vida ante un toro. El exponente máximo de esto que comento fue la bronca que se le montó a Uceda Leal, cuando solo dos días después se silbó y reprochó a Javier Castaño y Pérez Mota que siguieran delante de la cara del toro cuando desde el primer muletazo se veía que no había un pase que dar. Esa actitud, esa falta de criterio es vergonzosa, al menos para mi que me considero un aficionado. Si ellos son sabios es un honor ser un ignorante en esto de los toros.
A pesar de todo, a pesar de la línea un tanto plana de la feria, con picos de emoción altísimos pero con demasiados valles de letargo, ha sido un mes intenso y que se ha hecho corto. Nos quedamos con más ganas de toros. En el horizonte las tardes de domingo veraniego de Madrid, con mucho más cemento que público, Alicante como primera parada del camino que queda por hacer hasta final de temporada, Pamplona en julio, un coloso, cita importantísima, la Feria del Toro, Huelva, Almería y El Puerto como transición suave hasta culminar en agosto otra de las grandes cumbres de la temporada, Bilbao, con su Semana Grande y sus Corridas Generales.
Hasta entonces queda mucho por ver y contar, seguro.
Antonio Vallejo
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