domingo, 26 de agosto de 2018

Oros, copas, espadas y bastos


Oro para Diego Urdiales que ayer se llevó todos los titulares y los halagos tras su triunfo de ayer en Bilbao, copas para degustar el toreo de Ponce y Juli, dos auténticos magos que se inventaron sendas faenas de ensueño al segundo y cuarto de la tarde donde no había nada, espadas las que truncaron que estos dos figurones de época cortaran orejas a estos dos toros, y los bastos para cuatro de los seis toros de Alcurrucén que no dieron opciones para el triunfo. Y fue una pena, porque la corrida que Pablo Lozano llevó a Bilbao era extraordinaria de hechuras,  muy seria, tremendamente astifina, seis toros muy para Bilbao, con trapío, armónicos y proporcionados, bellísimos de lámina. Pero tan solo tercero y sexto, el lote de Urdiales, tuvieron fondo. El resto nada, faltos de clase y raza, el primero manso y desentendido, el segundo parado y deslucido, el cuarto soso y sin casta y el quinto bronco, a la defensiva, soltando la cara, una joyita.
Una tarde que en la previa de Canal Toros descubría gracias a los apuntes siempre sorprendentes de ese auténtica computadora humana que es Maxi Pérez una serie de detalles realmente curiosos. Por ejemplo, que Ponce y Juli han compartido cartel nada más y nada menos que 303 veces en su carrera, una auténtica barbaridad, que el precioso vestido corinto y oro de Enrique sumaba su segunda puesta tras estrenarlo este mismo año en Sevilla para la corrida de Garcigrande con el que cortó una oreja, que el elegante azul marino y oro de Juli era el mismo que lució este pasado San Isidro el día de Licenciado, el toro de Alcurrucén con el que el madrileño montó un auténtico lío en Las Ventas, y que Diego Urdiales hacía su tercer paseíllo en esta temporada tras sumar sólo dos actuaciones en Arnedo y Alfaro. Datos curiosos y uno de ellos muy sorprendente y difícil de explicar, todavía más tras ver su antológico toreo en la tarde de ayer.
Cuesta mucho creer que Urdiales se haya quedado fuera de todas las plazas de primera y de segunda en esta temporada. Ayer se reivindicó y demostró el error de muchos la no contar con él en sus carteles. Digo yo que a partir de hoy cambiarán las tornas y su nombre aparecerá en todo lo que resta por celebrar. De momento ya sabemos que estará en ese famoso bombo con el que se van a sortear las combinaciones de la Feria de Otoño en Madrid que se celebrará el último fin de semana de septiembre y el primero de octubre.
Ayer Urdiales dio un recital de toreo al natural ante el mejor lote de la corrida. El tercero fue un toro exigente e importante, el sexto un gran toro por clase y nobleza, con raza, movilidad, humillación y repetición. Pero a esos toros hay que torearlos y cortarles las orejas, y eso no es fácil cuando se lleva casi un año sin torear. ¡Cuántos ejemplares hemos visto que se han ido con la orejas puestas cuando pedían cortárselas!. Inmenso, enorme, toreando con una hondura y una profundidad de auténtica figura, encajado, acoplado, con un temple y un ritmo superlativo, toreo caro, toreo de empaque, toreo largo, por bajo, todo naturalidad, muletazos limpios,  puros, series rotundas rematadas con gusto y torería por ambos pitones pero que alcanzaron la gloria al natural, extraordinario pitón en ambos alcurrucenes, de dulce, series excelsas, y para remate dos espadazos al volapié dignos de premio que pasaportaron sin puntilla a sus dos toros. Una oreja al tercero y dos al sexto sin discusión alguna para el riojano que ha dado un golpe en la mesa de cuantos le han dejado de lado. Tengo muchas, muchísimas ganas verle en Madrid dentro de un mes.
Como me encantaría ver de nuevo a Ponce y Juli que ayer, con cuatro toros infumables, demostraron de nuevo por qué están en lo más alto y no hay quien les baje del pedestal. Una vez más la magia ha surgido de su muleta para inventarse sendas faenas de donde no había nada. Enrique tapó todos los defectos, que eran infinitos, a sus dos toros, con paciencia, temple y técnica descomunal los acabó metiendo en los vuelos y por momentos cuajó tandas con enorme calidad, enroscándose al toro, desmayando la figura, con la suavidad y la elegancia que imprime a su toreo. No exagero que con el cuarto montó un lío, de verdad, lo olés retumbaron y los aficionados se frotaban los ojos al ver como componía las series en redondo, tapando la cara al de Alcurrucén, llevándolo embebido, ligando los muletazos de manera inverosímil, algo que solo el mejor de todos los tiempos es capaz de hacer. Juli no se quedó atrás, ni mucho menos. Juli arrancó la faena la segundo con las zapatillas clavadas al ceniciento ruedo de Vista Alegre, sin moverse un milímetro, pasándose al toro por ambos pitones, pero ahí se acabó el alcurrucén, no tuvo más, parado, deslucido, sin fondo alguno, solo el enorme esfuerzo de Juli por ponerle la muleta y tirar del animal sacado lances también inverosímiles. Por cierto, que el madrileño dejó un quite por faroles al primero cargado de sabor que levantó los primeros olés de la tarde, refrendando lo extraordinario capotero que siempre ha sido Julián. Y con el quinto bis sacó su faceta poderosa, de mando y capacidad lidiadora para someter a un toro áspero, brusco, que arrancaba por acometidas, descompuesto y sin clase ante el que estuvo enorme, valiente y firme, sin dejarse ganar terreno, imponiéndose finalmente a base de temple y de tragar para componer muletazos de mucha clase y mérito ante las horrorosa condiciones del toro. De no haber fallado con los aceros como lo hiciera Enrique y Juli estaríamos hablando de dos orejas más seguro, pero sobre todo faltarían suficientes adjetivos de elogio para ambas figuras.
Si duda Diego Urdiales tiene todas las papeletas para salir como claro triunfador de esta Corridas Generales 2018, y me alegro por él. Creo que se merece este triunfo, creo que es un magnífico torero que a lo largo de sus 17 años de alternativa ha dejado patente su categoría y que aún le quedan muchas alegrías por darnos. Ojalá la siguiente sea en Madrid y yo la vea.

Antonio Vallejo

sábado, 25 de agosto de 2018

Roca Rey conquista Bilbao


Una tarde más a la deriva que no hacía presagiar nada bueno. Es más, iba camino de otra decepción ganadera en la que de nuevo los matadores anduvieron muy por encima de la corrida. Cuvillo decepcionó, Garcigrande naufragó, Parralejo suspenso en toda regla, tres tardes consecutivas con poco o nada que llevarse a la boca, e iba la cosa directa y sin freno hacia la cuarta frustración. Tanto que hubo que esperar al sexto toro, el último, para que sobre la bocina el peruano Andrés Roca Rey rescatara del abismo gutural al que caminaba sin remedio la mansa, desigual y justa de presentación y trapío corrida de Victoriano del Río. Tan solo creo que por presencia y hechuras destacó el tercero, quizás también pueda salvarse algo el primero, mientras que los demás estuvieron muy justitos, incluso alguno, como el quinto, impropio de una plaza de la categoría de Bilbao.
Se inventó una faena ante un toro manso y rajado al que sometió con una firmeza, un mando, un temple, una valentía y una fe ciega propia de la figura del toreo en la que ya nadie tenemos duda que se ha convertido. Es muy difícil torear tan bien como lo ha hecho Roca Rey en esta tarde de viernes. Alto, muy alto ha dejado el listón, difícil de igualar, toreo caro, toreo de muchos quilates, poderoso y artista a la vez, demostración del excelente momento que atraviesa, le vale cualquier toro y es capaz de hacer bueno a uno manso y rajado como ese sexto de Victoriano del Río. Pero ojito, que este triunfo rotundo del peruano no hace sino abrir la caja de los truenos en espera que mañana hagan su segundo paseíllo en esta  Semana Grande dos monstruos de la tauromaquia, Enrique Ponce y Julián López "El Juli" que matarán junto a Diego Urdiales la corrida de Alcurrucén. Dinamita pura para la penúltima de las Corridas Generales. Viendo como están el valenciano y el madrileño presiento que vamos a ver algo muy grande en Vista Alegre puesto que ambos van a salir a comerse el mundo como si fuera la única tarde de la temporada. Así son estos dos grandísimos maestros, dos leyendas de la historia de la tauromaquia que no entienden más que de torear cada tarde con la máxima entrega y compromiso. Mañana más si cabe para dejar claro que ellos son los capos del toreo y que si les aprietan, responden.
Como ya he dicho, fue en el sexto, un toro largo, lavado de cara, cornidelantero y agradable de cara, desde luego nada exagerado de pitones. Un toro que no se entregó en el capote, que se quedaba abajo y buscaba con malas intenciones, un toro con peligro al que el limeño recibió por verónicas poniendo lo que el de Victoriano no tenía. Tremendo, emocionantísimo y variado el quite por saltilleras que levantó de los asientos a los aficionados, rubricado con gaoneras y una revolera que despertó a los hasta ese momento aletargados tendidos  y les puso alerta ante lo que podía venir. Cuestión de segundos, cuestión de firmeza y valor por parte de roca Rey para girar en 180 grados el transcurrir de una tarde tediosa. El inicio de faena por estatuarios encendió la mecha, marca de la casa, sin inmutarse, pasándose al toro como si nada, en su línea habitual. El de Victoriano hizo amago de rajarse, se iba suelto, desentendido, pero Roca Rey le puso la muleta planchada en la cara y al natural cuajó tres series majestuosas por el pitón izquierdo, encajado, bajando la mano, con largura. Los olés retumbaron en el Bocho, emoción a raudales, conexión perfecta torero-afición. Todo se lo hizo por bajo, barriendo la arena, lo enceló en la muleta a pesar de su mansedumbre que le hacía huir, firme y poderoso, por ambos pitones, adelantando la muleta, alargando el viaje, y también tragando más de un parón y mirada del de Victoriano. De nuevo se ha visto a un Roca Rey tremendo, con más reposo, toreando con una clase y un gusto exquisito, sin abandonar tampoco esa tauromaquia arrebatadora y escalofriante con la que cerró la faena, en una baldosa, sin mover las zapatillas ni un centímetro, clavado a la herrumbrosa arena, pases ligados por uno y otro pitón, pasándose al toro por la barriga, circulares, la locura, el delirio. No importó nada que pinchara en el primer encuentro y que fulminara en el acto tras hundir el acero con un espinazo monumental al segundo intento, las dos orejas se concedieron sin discusión alguna, y me parece muy bien, perfecta la petición y sensacional la interpretación del presidente. El toreo es lo que vimos ayer, no aritmética ni geometría, y por eso no s pierde ni un gramo de pureza ni de categoría. Negar las dos orejas al peruano tras su enorme faena a ese sexto hubiera sido un pecado, peor aún, una auténtica horterada, una cursilada de purista de quiero y no puedo, una auténtica mezquindad. El toreo, siempre lo he dicho y lo digo una vez más, es sentimiento y emociones y ayer Roca Rey inundó Vista Alegre de ambas cosas para abrir por tercera vez en su carrera la puerta grande de Bilbao. Lo hizo de novillero en la temporada 2015 días antes de tomar la alternativa en Nimes, repitió el año pasado y ayer hizo lo mismo. Y todo lleva a pensar que esa imagen triunfal se va a repetir por muchos años.
Pero si eso fue lo más impactante de la tarde de ayer sería injusto no recordar cómo estuvo Sebastián Castella con el primero, un toro exigente y con muchas complicaciones al que recibió a la verónica con temple y cadencia, un toro que mostró su condición de manso en el caballo, un toro que en la muleta tenía su miga y al que Castella sometió y toreó de escándalo. cargado de torería el inicio de faena, pegado a las tablas, metiendo la muleta abajo, trincherazos cargados de sabor para hacer humillar al de Victoriano, algo que no había hecho casa ese instante. Perfecto de colocación, toreo templado y encajado del francés, adelantando la muleta, cosiendo la tela a los pitones sin darle opción al mínimo enganchón, lección magistral de saber y madurez. El toro se movía, repetía y tenía emoción, además de peligro sordo y escondido, por momentos se paraba y medía, incluso en una ocasión se coló y a punto estuvo de prender al galo, tragó más de lo que parecía en una faena a más que de no haber sido por culpa de la espada creo que habría valido una oreja. De verdad, me encantó Castella, como también me gustó mucho José Garrido quien derrochó ganas y esfuerzo ante un lote infumable, con un segundo que solo aguantó el arranque por estatuarios ganado terrenos para rematar en los medios con un pase de desdén cargado de torería. A partir de ahí se rajó y se acabó la faena, algo que tampoco hubo con el quinto, toro feo y sin trapío para Bilbao, descastado, manso, parado, vacío de contenido ante el que el extremeño trató de sacar al menos un muletazo, misión imposible. Más ganas, más entrega y más compromiso no se le puede pedir a Garrido que se ganó el respeto de la afición bilbaína.

Antonio Vallejo


viernes, 24 de agosto de 2018

Desde la tristeza


Esta mañana tenía muchas dudas sobre si hoy iba a escribir algo sobre la corrida de ayer en Bilbao en la que la ganadería El Parralejo hacía su presentación en tan importante plaza. Verano, sol, playa, ejercicio matinal, un poco de polo por las tardes, cenas con amigos, mucha diversión y sobre todo descanso, paz y tranquilidad en este oasis de Sotogrande en el que parece que el mundo se detiene. A todo eso tengo que sumarle el lujo que es para mi poder seguir en directo las corridas de Bilbao a las seis de la tarde cómodamente tumbado en mi hamaca a la orilla del mar gracias a las extraordinarias retransmisiones de canal toros que sigo a través de cualquier dispositivo móvil. Y la verdad es que lo que ayer pude ver da para poco y me daba mucha pereza ponerme delante del ordenador para no poder contar casi nada, más aún con la inmensa cantidad de planes que surgen por aquí a cada momento. 
Pero aunque la tarde de ayer fuera decepcionante he decidido escribir algo, aunque sea poco, por si le sirve de algo a un gran amigo y seguidor de este blog que hoy pasa por un momento tan duro y difícil como es la pérdida de una madre. Una madre tan taurina y aficionada como él y con la que unas cuantas ocasiones tuve el placer de compartir tardes de toros en Las Ventas. La tristeza y el vacío tan grande que deja ese hueco imposible de llenar no lo va a suplir nada en estos momentos, menos aún unos párrafos hablando de toros, pero si al menos vale para que durante cinco minutos este buen amigo pueda distraer su mente y dibujar aunque solo sea una mueca de alegría sabiendo que su querida madre vio la corrida de ayer desde esa barrera privilegiada que es el cielo, vale la pena vencer la pereza y ponerse a teclear en esta hora de  siesta veraniega. Estas letras son para ti, amigo, escritas desde mi Fe y con el cariño y el enorme aprecio que te tengo.
Ayer no viste la corrida. Pues no te perdiste nada. Seis toros fuera de tipo, desiguales de presentación, unos con muchos kilos, otros con una arboladura exagerada, para nada en lo que se supone a su procedencia Jandilla, encaste Domecq, más aún si se echa la vista atrás y a una plaza cercana a Vista Alegre, la de San Sebastián, en la que debutó hace un año con una corrida preciosa de hechuras que bien podría haberse lidiado en Sevilla. Aquellos fueron toros armónicos, los de ayer me parecieron desproporcionados. Y para colmo tampoco dieron juego, salvo que cumplieron en el caballo, lo único que se salvó de la quema, porque al último tercio llegaron vacíos, a la defensiva por su falta de condiciones, alguno con un puntito de nobleza pero sin empuje alguno, faltos de emoción los seis.
Por encima, muy por encima de sus oponentes los matadores que componían la terna de ayer: Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perea y Ginés Marín. Extraordinario Ferrera con lo que tuvo enfrente, derrochando torería y reposo, en la línea que le llevamos viendo las dos últimas temporadas tras su vuelta de la larga lesión de rodilla que le tuvo en el dique seco tantos meses. Al protestan primero le robó multemos cargados de sabor y buen gusto, relajado, natural, suave, toreo maduro y elegante, sobre todo al natural, con una par de series con hondura y largura, lo mejor de la faena. Al cuarto poco le pudo hacer, perdía las manos a la mínima, no se le podía obligar, todo fue a media altura, todo muy despacio, perfecto Ferrera pero sin poder generar emoción, aunque algunos muletazos tuvieron empaque y sabor a toreo caro, pero eran pinceladas sueltas que en ningún momento pudieron llenar el lienzo de la faena. Miguel Ángel Perera tuvo un segundo que se. vía con brío de salida, que mantuvo una muy buena pelea en el caballo, la cara abajo, metiendo los riñones, con celo, pelea de bravo. Tan solo aguantó las dos primeras series por el pitón derecho, metía la cara y se desplazaba bien. Pero fue cambiar de pitón y el toro se vino abajo, se rajó, se puso a la defensiva soltando la cara y ahí se acabó todo. El quinto era un prenda, medía, probaba, reponía, una alimaña, buscaba constantemente el cuerpo de Perera quien hizo lo mejor y lo único que se podía hacer, doblarse, machetazo por bajo y quitárselo de en medio a la mayor brevedad posible. Sinceramente no comparto los pitos que el extremeño escuchó de la afición bilbaína, esta vez creo que no tenían razón alguna para recriminar nada a Perera. Por su parte el jerezano Ginés Marín se las tuvo que ver con un lote totalmente falto de clase y empuje. Es cierto que el tercero tenía movilidad posiblemente por la inercia de sus kilos, pero pasaba por la muleta sin entregarse, iba y venía sin gracia alguna, nula emoción pese a que Ginés buscó siempre la colocación, le puso la muleta y trató de llevarlo con largura, pero no había tu tía, el de Parralejo a su aire, como su hermano que hizo sexto, idéntico, deslucido y soso, sin una gota de clase ni entrega. Así era imposible conectar con unos tendidos que aún no sé que vieron para aplaudir a alguno de los ejemplares en el arrastre. No creo que el hecho de que alguno derribara al caballo en el tercio de varas y que en general mostraran buena pelea en el peto cumpliera con sus expectativas. ¿A ver si la media plaza que ayer se registró esta ocupada por público proveniente de otro sitio o de otro tendido?. No me cuadra esa respuesta en una afición como la de Bilbao, algo falla.
Ya ves, amigo, no te perdiste nada. Tan solo deseo que estos minutos hayan distraído algo tu mente de la tristeza que comparto contigo en estos momentos. Un abrazo.

Antonio Vallejo

jueves, 23 de agosto de 2018

Una mitad que sabe a poco


Quedarse a medias en lo que sea es una de las cosas más desilusionantes que a uno le puede pasar en la vida. Eso creo que es lo que ayer debieron pensar tanto el ganadero como los matadores y los aficionados en Bilbao. A medias la seria y bien presentada corrida de Garcigrande-Domingo Hernández, los tres primero toros no sirvieron para nada, cuarto, quinto y sexto tuvieron sus matices y aunque su juego no fue precisamente bueno al menos permitieron a Padilla, Juli y Manzanares lucir su tauromaquia. A medias los matadores, tan solo un toro para cada uno. Y a medias los aficionados que seguramente bostezaron con los tres primeros y que despertaron de la decepción con la segunda parte de la corrida. A todos les tuvo que saber a poco la tarde de ayer.
El único que se llevó un apéndice al esportón fue Juan José Padilla en la tarde de su despedida de Bilbao, una plaza en la que el jerezano es muy querido y en la que ha cuajado grandes actuaciones a lo largo de su carrera. Fue en el cuarto, lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas, luego un recital capotero con un extenso ramillete de verónicas, chicuelinas y una media cargada de sabor que puso en pie a unos tendidos entregados al jerezano. Tan entregados como el Pirata lo estuvo con ellos. Toro un tanto tardo, al que le costaba arrancarse y desplazarse, ante el que Padilla anduvo firme, dispuesto y solvente, sacándole los muletazos de uno en uno, poniéndolo todo, algunos naturales surgieron con una hondura tremenda, pero a la faena le faltaba ritmo y continuidad que el jerezano compensó con creces con su ilusión desbordante. Torero y aficionados entregados el uno con los otros, los otros con el uno, faena de emociones y de corazón, faena de sentimiento y de agradecimiento mutuo. Un espadazo monumental que fulminó al de Garcigrande fue argumento más que suficiente para premiar a este ejemplar torero con una oreja que paseó entre el clamor de todos y cada uno de los tendidos, una oreja que reconoce a un hombre que siempre ha vivido el toreo en toda su intensidad, siempre con la verdad por delante, su verdad, sin reservarse nada ni esconder nada, siempre de frente, dándole la cara al triunfo y al dolor, un ejemplo dentro y fuera de los ruedos.
Jose Mari Manzanares hacía su segundo paseíllo en estas Corridas Generales tras la decepcionante tarde de Cuvillo. Solo ante el sexto pudo mostrar su enorme poder, un toro brusco, áspero y exigente ante el que el alicantino no se arrugó lo más mínimo. Enorme esfuerzo de Manzanares poniéndole siempre la muleta adelantada, templado mucho las acometidas del Garcigrande, cuajando muletazos soberbios por ambos pitones, sobre todo por el derecho, mando y sometimiento en la muleta, naturalidad y elegancia en su figura, siempre Manzanares, herencia en su sangre. Faena que llevaba camino de oreja pero que tuvo un final inesperado con la espada, ese talismán que ayer no funcionó como habitualmente lo hace. Dos pinchazos mandaron al limbo el sueño de ver pasear al alicantino otra oreja en Vista Alegre. Pero la fuerte y cerrada ovación que escuchó tras la muerte del animal le compensó con creces. Ayer se me pasó comentarlo, hoy lo hago. El señorío y el saber de la afición bilbaína está fuera de toda duda. Ayer soportaron el petardo de Cuvillo sin una palabra altisonante ni un grito de más y superior valorar la enorme dimensión de Ponce y Roca Rey de manera ejemplar. La ovación a Manzanares al abandonar la plaza fue una vez más muestra de ese señorío y saber estar, aunque también debo decir que cuando mezclan política y toros algunos meten la pata, como el año pasado con Ferrera y Cayetano. Fueron minoría, pero no lo olvido.
Juli, sobran las palabras. Gran figura que ayer demostró una vez más que es un torero de leyenda. Extraordinaria faena al quinto, un toro que embestía con mucha movilidad y cierta brusquedad, incierto, sin acabar de definir sus acometidas. Poderoso Juli una vez más, mando supremo, capitán general en la plaza, desde los primeros compases le plantó la muleta en la cara y le consintió, le dio el sitio, la distancia y la altura que necesitaba, le concedió el ritmo que precisaba, administró las pausa que le pedía, todo a favor del de Garcigrande. Y así, con temple y suavidad le pudo y acabó toreando a placer, series rotundas por abajo, como debe ser, ligando los muletazos con un gusto exquisito, máxima expresión de belleza en su figura, relajado, todo delicadeza, muleta de seda y lino que sus muñecas manejaban con exquisitez, ni un toque a los engaños, redondos y naturales que se sucedieron entre los olés y la música que en esa plaza suena a orquesta sinfónica. Faena grande de Juli, compacta, rotunda, sin una fisura, salvo la maldita espada que le jugó una mala pasada y le privó de un triunfo sonado. Obra maestra de Juli, otra más de este auténtico. monstruo del toreo que hubiera valido una oreja seguro, y en mi opinión creo que las dos. 
Por lo menos lo mejor vino en la segunda mitad de la corrida. Pero en Bilbao, en su Semana Grande, la mitad sabe a poco, y quedarse a medias gusta aún menos.

Antonio Vallejo

Toreros sin toros en Bilbao


Decía el gran Rafael Guerra "Guerrita" que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Así fue el regreso de los toros de Nuñez del Cuvillo tras cuatro años sin comparecer en Bilbao. Una pena, demasiada decepción para la inmensa expectación que la afición de Vista Alegre tenía depositada en la tarde de ayer. Aún más tras la interesante corrida de Victorino Martín lidiada el domingo en la que Manuel Escribano estuvo muy por encima de su complicado lote, desbordante de entrega y compromiso, a porta gayola con ambos, jugándosela de verdad, tragando los arreones típicos de este encaste, en la que Fortes anduvo igualmente firme, valiente y jugándosela, tanto que resultó herido por su segundo, un toro que reponía con enorme peligro, que buscaba las zapatillas, una alimaña ante el que el malagueño derrochó verdad a mares, y en la que Álvaro Lorenzo cortó una oreja de mucho peso a su primero en una faena en la que entendió a las mil maravillas la buena condición del victorino, lo llevó muy toreado, sin un solo tirón, alargando la buena embestida del toro, series con profundidad y largura, bajando la mano, excelente carta de presentación en el Bocho. Expectación e ilusión la que también había generado la magnifica corrida de Torrestrella del lunes que arrancó la ovación de la afición bilbaína en el arrastre de los seis toros, algo poco habitual de ver, por no decir imposible, si bien creo que en algunos de los casos fue un poco excesiva y que los tendidos creo que estuvieron más de parte del toro que de los toreros.  Seis toros preciosos de hechuras, con una seriedad imponente, con trapío, auténticos torazos,  con movilidad y agresividad más que clase, la verdad, pero que generaron emoción y creo que eso, unido a su bellísima lámina pesó mucho a la hora de emitir juicio tan favorable.  Tremendamente serio y firme Román ante su lote, complicado, dos toros que no acabaron de entregarse, un tanto a la defensiva, con riesgo, a los que el valenciano le presentó batalla y se la ganó a base de firmeza y un par bien puesto, tremendamente profesional y comprometido Gonzalo Caballero que pudo a un rebrincado segundo a base de mando y de tragar lo indecible y que en el quinto, un toro con movilidad y fuerza, fue volteado provocándole una luxación de hombro pese a lo cual lo mató en un alarde de pundonor y profesionalidad, y tremendamente torero anduvo Luis David Adame ante el tercero, un animal precioso en el que se lució con el capote, verónicas, chiquilinas y zapopinas que hicieron vibrar a los tendidos de Vista Alegre, para posteriormente confeccionar una faena que tuvo momentos de gran calidad por el pitón derecho en tres tandas templadas y ligadas por bajo, perfectamente acoplado para matar de una certera estocada en la suerte de recibir que se premió con una oreja de mucho valor.
En definitiva, que el ambiente en Bilbao estaba calentito, no solo por las altas temperaturas que el norte de España está disfrutando este verano, sino en lo estrictamente taurino, sobre todo porque para matar la corrida de Cuvillo se anunciaban nada más y nada menos que Enrique Ponce, Jose Mari Manzanares y Andrés Roca Rey, tres de las máximas figuras del panorama actual. De Enrique y Bilbao poco se puede añadir que  no haya comentado tantas veces, su comunión en perfecta, su idilio eterno. A Manzanares se le quiere y respeta mucho en Bilbao y tras dos años de ausencia se le espera con máxima expectación. Y a Roca Rey nadie quiere perdérselo, es el fenómeno del momento sin ninguna duda. Cuatro años llevaba Nuñez del Cuvillo sin ir a Bilbao, otro dato más a añadir y así entender el ambiente previo a la corrida y en las tertulias taurinas tan frecuentes en Bilbao durante su Semana Grande entre las que la del Hotel Ercilla posiblemente se lleve la palma, es todo un acontecimiento y uno de los actos sociales de cada día que un aficionado que esté por allí no debe perderse. Durante unos cuantos años tuve el placer de frecuentarla y debo decirles que es una auténtica delicia. 
Pero volviendo a lo que nos ocupa, de nada vale que el cartel luzca radiante con tanto nombre de relumbrón si luego el toro no sale. Bueno, el toro sí que salió ayer si hablamos de presencia, porque los de Cuvillo portaban unas hechuras, un trapío y una presencia extraordinaria para mi gusto. Una corrida sensacional de presentación, por ahí nada que objetar. Pero tan bello escaparate carecía de contenido. Sin fondo, sin fuerza, nada, vacíos, los seis, aunque se pueda acudir al tópico de que dos de ellos tuvieron cierta nobleza y clase. Nada, no hay excusas, uno tras otro fueron saltando los seis cuvillos a la arena de Vista Alegre todos con el mismo patrón, blandos, no se les pudo picar, tan solo señalar los puyazos, los dos últimos además rajados desde el principio, una auténtica decepción precisamente con un hierro que suele ser sinónimo de clase, emoción y triunfo. Nada pudo hacer Manzanares con su lote, imposible, aunque también es cierto que el alicantino no está en su mejor momento, pero lo que tuvo enfrente no le dio opción alguna. Nada que reprocharle, con independencia que Jose Mari sea una de mis toreros predilectos, una de mis debilidades, ayer no había nada que hacer. Lo que sí hizo fue matar como en él es habitual a sus dos toros. Una auténtico cañón con la espada, dos estoconazos fulminantes para pasaportar a sus dos enemigos. Tampoco Ponce tuvo enemigo en su primero, devuelto a los corrales, ni en su primero bis, un toro que se caía  a la mínima, sin un gramo de fuerza, algo indigno para la categoría de Bilbao, ni Roca Rey en el rajado sexto, al que pudo tanto que huía despavorido de la muleta del peruano. Y tampoco el tercero ni cuarto de la corrida eran buenos, ni tenían fuerza, ni eran encastados, eran toros sin fondo, pero se encontraron que delante estaban Roca Rey y Enrique Ponce. Ahí había dos toreros sin toros y en Bilbao para hacer posible lo se anunciaba imposible. De verdad, nunca he visto a Andrés Roca Rey torear tan despacio, dentro de una concepto tan clásico y ortodoxo del toreo como lo hizo ayer al tercero de Cuvillo. Un toro al que tan solo le pudo dar dos o tres capotazos con su estilo habitual, un toro al que en el caballo tan solo se le pudieron señalar dos simulacros de puyazo - está bien que el castigo se mida en función de las condiciones del animal pero en una plaza como Bilbao hay que pedir algo o mucho más y lo de ayer no es de recibo-, un toro al que el limeño le anestesió en la muleta, con enorme temple, acariciando su embestida, muy despacio, con una suavidad exquisita, relajado, firme y poderoso, como es él, pero alejado de ese toreo efervescente que encoje el alma por su arrojo y abrazado al toreo que embruja, lento, cadencioso, a veces a la mexicana, cargado de gusto y aromas de tierras del sur. Gran dimensión de Roca Rey que creó arte de la nada, que se inventó una faena de donde no había materia, que envolvió a los tendidos en una emoción que apareció como la magia, sin explicación, tan solo por la brutalidad de toreo que encierra el limeño. Si Roca Rey puso en pie a Vista Alegre con el tercero no puedo decirles lo que fue Ponce con el cuarto. Otro toro igual, sin fuerzas ni raza al que Enrique mimó durante los primeros tercios. Un toro malo al que el de Chiva llegó a convertir en bueno, de nuevo el hechizo, de nuevo la magia, de nuevo el embrujo, de nuevo Ponce. Unos minutos antes Roca Rey había puesto en pie a la plaza de Bilbao. Y Enrique dijo, un momento, esta es "mi" plaza. Y lo dejó bien claro. Espoleado por la faena del peruano salió a comerse el mundo, ¡28 años después!. ¡Cuántas tardes le hemos visto a Enrique I del mundo hacer bueno a un toro sin fondo alguno!. Ni idea, la lista sería infinita, daría para varias enciclopedias, y ayer fue un capítulo más de los muchos que aún quedan por ver y por contar. Ponce hipnotizó a Bilbao, lo envolvió en ese halo de misterio indescifrable que tiene su arte, de la nada sacó muletazos relajados, desmayando la figura, templadísimos, ni un toque a los engaños, redondos y naturales ligados en series cortas, medidas, dándole respiro al pobre animal, ¡hasta poncinas! un ejercicio de funambulismo sobre la cuerda floja de la ausencia de fuerzas que puede llevar a pique cualquier intento de lucimiento. Pero no en Enrique, no en el número uno. Una vez más Vista Alegre se rindió a "su" torero, una vez más se frotaron los ojos los aficionados en sus tendidos y los que veíamos la corrida a través de Canal Toros, una vez más Enrique aunando conocimiento, sabiduría, técnica y gusto para hacernos soñar el toreo. Y una vez más tirándose a matar como si no hubiera mañana, quedando prendido entre los pitones en unos segundos de angustia ¡y tras 28 años de alternativa!. Tengo clarísimo que de no haber tardado en doblar tanto el toro de Roca Rey como el de Ponce y de no haber fallado con el descabello ambos hubieran cortado una oreja de ley y de enorme peso creada de la nada. Gran mérito el del peruano, joven matador, no olvidemos que aún no llega a tres años que tomó la alternativa, que viene para romper moldes, pero mérito multiplicado por 28 el del grandísimo Enrique Ponce, que sigue diciendo aquí estoy yo, como el primer día, demostrando lo que es ser figura del toreo, toreo de época y la leyenda más grande de la tauromaquia.

Antonio Vallejo

domingo, 19 de agosto de 2018

Desde San Sebastián y Málaga a Bilbao... y siempre Ponce


Dice aquella canción que de Santurce a Bilbao viene por toda la orilla con la saya remangada, luciendo la pantorrilla y gritando por la calle ¿quién compra sardinas frescué?. No sé sin estos días llevarán de esa manera muchas sardinas, ni siquiera sé si esta es temporada de sardinas. Lo que sí que van a ir llegando a Bilbao durante los próximos días son los toros que serán lidiados en las Corridas Generales de su Semana Grande. Toros que van a llegar a la capital vizcaína procedentes de muchos puntos de la geografía española, desde Cádiz hasta Salamanca, pasando por Madrid. Toros como este de Victorino Martín,los primeros en llegar a los corrales de Vista Alegre procedente del campo cacereño y que serán los que abran las corridas de a pie. La verdad es que buenas hechuras aparenta, serio lo es, sin duda, trapío no parece faltarle, una muestra de lo que es el toro de Bilbao. Si la línea general en cuanto a presencia y presentación en estas Corridas Generales es esa, ¿por qué no soñar con esa máxima que dice que los toros que embisten siempre tienen buenas y bonitas hechuras?. Bilbao siempre ha cuidado mucho y ha dado vital importancia al trapío de las reses, allí no vale el medio toro, ni el desproporcionado, tanto por exceso artificial de kilos como por encornaduras fuera de lugar, no, en Vista Alegre no cuela. 
Y si llegan los toros llegarán los matadores, procedentes también de diferentes puntos de nuestra España, aunque básicamente de las dos ciudades que han celebrado durante esta semana sus ferias: San Sebastián y Málaga. Dos ciclos que han venido refrendar l que en la anterior entrada comentaba, que hay un trío de toreros que están en un momento esplendoroso. La verdad es que lo dos de ellos no es un momento, es prácticamente toda una vida, como también decía la canción. Uno lleva veinte años años así y el otro camino de treinta, Juli y Ponce, dos superfiguras, teniendo a Roca Rey no como promesa de futuro sino como en una realidad, convertido por méritos propios a claro aspirante a ocupar el trono del toreo tras los rotundos triunfos que ha cosechado en estas dos plazas, amén de otras tantas a lo largo del año, como Gijón por citar una de las últimas. 
La verdad es que no sabría por donde empezar a la hora de dibujar el escenario que se presenta en este teatro mágico que es el toreo, el único en el que todo es de verdad, en el que el triunfo, el dolor o la muerte no son fingidas, son auténtica realidad. Quizás debiera comenzar por San Sebastián, por el coso de Illumbe en el que Juli demostró una vez más que es un figurón del toreo cuajando dos extraordinarias faenas a sendos toros de Garcigrande-Domingo Hernández. Faenas basadas en el poderío y el mando del madrileño,  dos faenas de temple magistral, con muletazos de auténtico ensueño por ambos pitones, ligando con un gusto exquisito, fruto de una perfecta colocación, arte y torería con mayúsculas, relajado, sereno, disfrutando a cada lance, haciendo soñar a los aficionados donostiarras para coronar la obra con dos estocadas fulminantes y así abrir de par en par la puerta grande de esa bellísima ciudad que es San Sebastián. 
Si lo de Juli, a pesar de tantos años como figurón del toreo no deja de sorprendernos y por supuesto llenarnos de alegría, lo del peruano es algo descomunal, un vendaval, un ciclón, un huracán, una auténtica galerna que acecha al Bocho tras su paso por San Sebastián y Málaga. En la capital guipuzcoana Roca Rey cuajó una tarde que no creo que por allí olviden en muchos años. Cortó tres orejas, descerrajó la puerta grande y salió a hombros entre una mar de aficionados enloquecidos con lo que habían visto. Valiente, firme, totalmente entregado, con una autoridad insultante, explosivo, arrebatado, toreando con  temple, gusto, clase, profundidad y ligazón mientras sus toros aguantaron tanta firmeza y poder, acortando las distancias y pisando esos terrenos inverosímiles que el limeño frecuenta cuando al toro se le agota la gasolina y decide pasar al ataque, avasallando a us oponentes, despreciando al miedo, encogiendo los corazones y cortando la respiración de los aficionados. Todo, absolutamente todo fue perfecto en el toreo de Roca Rey, incluyendo ambas estocada, por derecho, sin mirar al mañana. Repitió dígitos en Málaga ayer mismo, tres orejas más al esportón, otra puerta grande que añadir a esta triunfal temporada. De nuevo emoción máxima en su toreo que arrancó con estatuarios de infarto seguidos de series por ambos pitones ligadas por bajo, templadísimas, repletas de torería, toreo caro, toreo de empaque para demostrar que la valentía no es su única virtud. Arrucinas, circulares, adornos, bernardinas, despliegue de recursos e improvisación para rematar la faena a su primero, un muy buen toro, valentía, arrojo y determinación frente a su segundo, un toro protestan y complicado, con peligro, protestan y a la defensiva al que sometió por coj... Imparable Roca Rey, imponiendo su ley, un fenómeno que puede marcar una época.
Decía unos párrafos atrás que no tenía claro por donde quería empezar, porque lo que sí tenía claro es con quién iba a terminar. Por supuesto, por el más grande, no podía ser de otra manera, por Enrique Ponce. Lo suyo es algo que desborda todas las leyes del espacio y el tiempo, se escapa a la lógica y a la razón, supera todas las barreras establecidas y conocidas, es algo sobrenatural, cuasi divino, que le hace seguir en lo más alto tras 28 años de alternativa sigue como el primer día, fresco, con la misma ilusión de cuando empezaba, sin perder ni un átomo de entrega y compromiso, siempre arriba, siempre número uno. Muchos han llegado durante años, solo hay uno que siempre se queda, Enrique Ponce. Lo que ha hecho en San Sebastián y Málaga, repito, no tiene explicación con las leyes de la razón. Va mucho más allá de su técnica portentosa, de su infinito conocimiento del toro y de los terrenos, va mucho más allá incluso de su mando, es algo celestial. En San Sebastián, en el mano a mano con Roca Rey, inundó de sabiduría el coso de Illumbe ante dos toros que en cualquier otra muleta se habrían ido al desolladero sin nada que contar. Con Enrique no, con Enrique nacieron muletazos exquisitos al ponerles la muleta planchada, desbordando de gusto y clase cada lance, relajado, natural, elegante, haciendo buena unas medianías de toros. Le quedaba un último toro y había visto como el peruano había puesto Illumbe patas arriba. Lección de entrega, de compromiso, de ganas y de profesionalidad sin límites. Arrebatado, como si fuera el día de su alternativa fue a por todas, con un inicio de trasteo genuflexo, marca de la casa, suave, mano de seda, acariciando la embestida, largo, profundo, belleza máxima. Muletazos largos y bajos por ambos pitones de descomunal profundidad, especialmente por el izquierdo, naturales de ensueño, abandonado al toreo, desmayado, poncinas y adornos finales, el delirio. Lástima de una estocada defectuosa que dejó la cosa en una oreja y le privó de otra salida a hombros. Da igual, su toreo quedará para siempre retenido en la memoria, recuerdos imborrables, la esencia de la eternidad de su toreo. Desde la bahía de la Concha cruza España para llegar a Málaga, a esa plaza que el pasado año le vio componer una de las más grandes sinfonías de la historia universal. Dos tardes le esperaban a orillas del Mediterráneo. En su primera actuación con toros de La Palmosilla y El Vellosino derrochó temple y suavidad en una faena fruto del poso que deja la madurez y la experiencia ante un toro totalmente desentendido que no hacía nada por embestir pero al que a base de técnica y saber metió en la muleta e incluso llega sacar muletazos suelto de gran calidad, magia pura, un auténtico ejercicio de prestidigitación. Algo parecido con su segundo toro, que iba y venía sin clase alguna y al que también sometió en la muleta, si bien era imposible genera emoción y transmisión por las escasas cualidades del animal. Una vez más a dos toros malos, muy malos, les hizo medio buenos, incluso quizás algo más. Ayer sábado sin embargo cambiaron la tornas. No fue con el primero tris, un toro de La Palmosilla de trapío más que discutible para una plaza de primera, que no humillaba y blandeaba al que Ponce consintió llevándolo a media altura, con un temple y una suavidad extraordinaria, tandas cortas, pausas perfectamente administradas llegando a cuajar un par de series por ambos pitones de gran calidad. Una vez más la magia surgió de las manos y los trastos del valenciano. Pero en el cuarto, ¡ay en el cuarto!, ¡cómo estuvo Ponce!. Gloria pura, relajado, toreo desmayado, ligando con una clase imperial, toreo profundo, largo, ligado, elegancia y naturalidad, belleza, belleza y más belleza, adornos y remates de oro, técnica y plasticidad de la mano, la cadencia y el ritmo perfectos, un auténtico vals en el que el maestro dejó pequeños a los más grandes bailarines de la historia, aunando a todo ello una ilusión y una alegría más propia de un novillero que de un figurón consagrado, por algo es el más grande de todos los tiempos. Dos orejas y apoteósica salida hombros junto a Roca Rey.
Entonces, después de todo esto, ¿por qué no vamos a soñar con que se repitan sonoros triunfos sobre la arena gris de Vista Alegre?. Bilbao puede ser apoteósico, mimbres hay, en poco más de una hora lo veremos y soñaremos con el toreo inmortal.

Antonio Vallejo

domingo, 12 de agosto de 2018

¡Llega Bilbao!


A estas alturas del verano llevamos ya consumida más de media temporada, así, sin apenas darnos cuenta, en un abrir y cerrar de ojos. Mucho y bueno ha sido cuanto hemos visto en estos meses, ha sido un no parar en España y Francia, con la llama del toreo más encendida y ardiente que nunca en una temporada que me atrevería a calificar de excelente hasta el momento, con muchos y sonados triunfos. Probablemente esa sucesión ininterrumpida de grandes faenas en todas las plazas haya sido la que nos haya mantenido en vilo durante este tiempo, sin poder perder detalle cada día, atentos a las noticias que llegaban en aluvión desde cualquier punto de nuestra España. 
En el último número del mes de julio de la revista 6 Toros 6 aparecía publicado un reportaje y un detallado análisis numérico de lo que ha sido esta primera mitad de temporada a la que hago referencia. Recogían datos de los festejos celebrados hasta mediados de julio en plazas de primera y segunda, valorando con un coeficiente distinto las orejas cortadas y las puertas grandes logradas en Valencia, Sevilla, Madrid y Pamplona -las cuatro grandes que hasta la fecha habían celebrado sus seriales- que las restantes de segunda. El análisis y los resultados que mostraba el reportaje eran concluyentes, con un podio ocupado en su lugar más alto por Enrique Ponce, a escasa distancia Julián López "El Juli" y en tercer lugar Andrés Roca Rey. Por supuesto que en la siguientes posiciones los nombres son los esperados, Talavante, Cayetano, Manzanares, Castella, Perera, Padilla... algo que a nadie le debe extrañar y que es de pura lógica; son los que más torean, y torean tanto porque triunfan en todo tipo de plazas y de ferias, ante todas las aficiones, desde las más duras y exigentes hasta las más distendidas y festivales por decirlo de alguna manera. Personalmente estoy encantado de ver a Ponce y Juli encaramados a lo más alto del escalafón, mandando un año más, sin que parezca que el tiempo pase, entregándose cada tarde como si fuera la última o la primera para ganarse contratos, demostrando un compromiso con la Fiesta de auténtico elogio, sabiendo que son figuras y respondiendo a esa responsabilidad. Todos ustedes saben mi debilidad extrema por Enrique Ponce y su toreo, como también conocen mi adoración por la tauromaquia de Juli, algo que he repetido muchas veces y seguiré repitiendo durante mucho tiempo, porque no parece que el final de su carrera esté cercano. Más allá de su técnica, de su mando, de su poderío, de su capacidad lidiadora, del conocimiento supremo del toro y de los terrenos que les lleva a hacerse con todo tipo de hierros y encastes, a hacer del toro malo algo aceptable, del medio bueno un toro más que bueno y con el que ya es bueno crear maravillosas obras de arte con un capote y una muleta, está su naturalidad, su elegancia y su dedicación dentro y fuera de la plaza. Llevan décadas de alternativa y a ambos se les ve tan frescos como el primer día, con el añadido del reposo que da la experiencia y la veteranía, y eso es un lujo que no sé si veremos repetido. Carreras tan longevas, con esa calidad y esa intensidad creo que jamás se habían visto en la historia de la tauromaquia, en una sana competencia, creo que es más acertado llamarlo así que rivalidad, que les lleva a que si uno torea sublime el otro lo hace excelso, si una cuaja una faena divina el otro la hace celestial, si uno nos lleva al cielo el otro lo alarga hasta el paraíso.
Pero todo eso es pasado. Aún queda media temporada en la que no tengo ninguna duda que el punto más alto, el Everest de este mes de agosto desde luego, es Bilbao. En el recuerdo que Santander y su Feria De Santiago en la que de nuevo Ponce hizo soñar el toreo a orillas del cantábrico con una faena a un toro que tendía a huir al que le consintió y le dio todas las ventajas de inicio, haciéndole creer que era quien mandaba, cediéndole los terrenos, enseñándole a embestir para acabar diciendo hasta aquí hemos llegado y someterlo en su muleta con la magia poncista que hipnotiza al animal y le hace humillar y repetir al dictado del maestro, demostrando quien era el que realmente mandaba. Una faena que cautivó al público santanderino, una faena a los acordes de "La Misión" en la que Ponce acabó abandonado a la inspiración y el arte, una faena cuyos ecos aún resuenan en ese mar Cantábrico, olés que la brisa trae cada tarde a orillas del Sardinero. Y Juli, ¡cómo toreó Juli!. Mando, pureza y torería divina, supremo Juli, torero Juli, aromas de gloria, a hombros juntos, la imagen más repetida de la temporada, ¡los viejos rockeros nunca mueren!. Pero también eso es pasado, dulce pasado que no estaba incluido en la estadística a la que hacía mención y que apuntala más si cabe el puesto de honor del maestro de Chiva y al de Velilla, ¡vaya dúo!. 
El presente pasa a otras orillas, las del Mediterráneo, lo dicta Málaga en su semana de feria.  En La Malagueta estarán Ponce, Juli, Roca Rey, Manzanares, Padilla, Cayetano....No sé si se repetirá el éxtasis de la corrida Crisol del año pasado, no me extrañaría. Es más, tengo la corazonada que en la feria malagueña se van a ver grandes triunfos, con los matices que se le puedan poner a una plaza peculiar que siempre he pensado que debe cuidar un poco más la presencia del ganado, en mi opinión su punto más débil, con toros que muchas tardes he visto sin el trapío acorde a la categoría de la plaza y de la feria. Luego está su famoso y polémico palco, algo ya tradicional y fuente de discusión y controversia constante, pero ese es un mal endémico que extiende como la peste por todas las plazas, si bien es cierto que Málaga siempre ha destacado por los caprichos de su palco.
Y el futuro inmediato está también a orillas de una ría que desemboca en el Cantábrico, en Bilbao, sus Corridas Generales, una plaza de máxima seriedad, una afición muy entendida y que siempre ha cuidado al máximo la presentación y la presencia del toro. El toro de Bilbao es único, es el toro-toro, imponente de trapío, serio y de buenas hechuras. Eso es algo que toda la vida se ha llevado a rajatabla en Vista Alegre y de lo que su afición presume orgullosa. ¡Ya sabemos cómo son en Bilbao!. Bromas aparte, es así, allí el toro manda y todo se juzga a partir de él, como debe ser dicho sea de paso. Por la grisácea arena bilbaína también harán el paseíllo todas las figuras que ya he nombrado y que no voy a repetir para no resultar cansino y raro será que no veamos otra maravilla de Enrique Ponce en la que es "su" plaza y ante una afición que le adora y le tiene como "su" torero. La lista de triunfos rotundos, incluso históricos, de Enrique en Bilbao es extensísima, el último el pasado año. Vista Alegre siempre se prepara de manera especial para recibir al valenciano, este año no va ser menos en sus dos tardes, las mismas que Juli y Roca Rey, por lo que de nuevo este trío de ases estoy convencido que seguirá computando al alza en el escalafón. 
Pasado, presente y futuro de una temporada que aún nos va hacer sentir y soñar el toreo muchas tardes, con Bilbao a punto de abrir su puertas. Si he hablado de un podio de figuras también hay para mi un podio de plazas; Madrid, Sevilla y Bilbao están por encima del resto cada una por sus razones. Si Madrid es exigencia, Sevilla es arte y sentimiento y Bilbao es seriedad, cada una con sus matices, cada una con su peculiaridades para bien y para mal. La que llega es Bilbao, y eso es mucho.

Antonio Vallejo