domingo, 19 de agosto de 2018

Desde San Sebastián y Málaga a Bilbao... y siempre Ponce


Dice aquella canción que de Santurce a Bilbao viene por toda la orilla con la saya remangada, luciendo la pantorrilla y gritando por la calle ¿quién compra sardinas frescué?. No sé sin estos días llevarán de esa manera muchas sardinas, ni siquiera sé si esta es temporada de sardinas. Lo que sí que van a ir llegando a Bilbao durante los próximos días son los toros que serán lidiados en las Corridas Generales de su Semana Grande. Toros que van a llegar a la capital vizcaína procedentes de muchos puntos de la geografía española, desde Cádiz hasta Salamanca, pasando por Madrid. Toros como este de Victorino Martín,los primeros en llegar a los corrales de Vista Alegre procedente del campo cacereño y que serán los que abran las corridas de a pie. La verdad es que buenas hechuras aparenta, serio lo es, sin duda, trapío no parece faltarle, una muestra de lo que es el toro de Bilbao. Si la línea general en cuanto a presencia y presentación en estas Corridas Generales es esa, ¿por qué no soñar con esa máxima que dice que los toros que embisten siempre tienen buenas y bonitas hechuras?. Bilbao siempre ha cuidado mucho y ha dado vital importancia al trapío de las reses, allí no vale el medio toro, ni el desproporcionado, tanto por exceso artificial de kilos como por encornaduras fuera de lugar, no, en Vista Alegre no cuela. 
Y si llegan los toros llegarán los matadores, procedentes también de diferentes puntos de nuestra España, aunque básicamente de las dos ciudades que han celebrado durante esta semana sus ferias: San Sebastián y Málaga. Dos ciclos que han venido refrendar l que en la anterior entrada comentaba, que hay un trío de toreros que están en un momento esplendoroso. La verdad es que lo dos de ellos no es un momento, es prácticamente toda una vida, como también decía la canción. Uno lleva veinte años años así y el otro camino de treinta, Juli y Ponce, dos superfiguras, teniendo a Roca Rey no como promesa de futuro sino como en una realidad, convertido por méritos propios a claro aspirante a ocupar el trono del toreo tras los rotundos triunfos que ha cosechado en estas dos plazas, amén de otras tantas a lo largo del año, como Gijón por citar una de las últimas. 
La verdad es que no sabría por donde empezar a la hora de dibujar el escenario que se presenta en este teatro mágico que es el toreo, el único en el que todo es de verdad, en el que el triunfo, el dolor o la muerte no son fingidas, son auténtica realidad. Quizás debiera comenzar por San Sebastián, por el coso de Illumbe en el que Juli demostró una vez más que es un figurón del toreo cuajando dos extraordinarias faenas a sendos toros de Garcigrande-Domingo Hernández. Faenas basadas en el poderío y el mando del madrileño,  dos faenas de temple magistral, con muletazos de auténtico ensueño por ambos pitones, ligando con un gusto exquisito, fruto de una perfecta colocación, arte y torería con mayúsculas, relajado, sereno, disfrutando a cada lance, haciendo soñar a los aficionados donostiarras para coronar la obra con dos estocadas fulminantes y así abrir de par en par la puerta grande de esa bellísima ciudad que es San Sebastián. 
Si lo de Juli, a pesar de tantos años como figurón del toreo no deja de sorprendernos y por supuesto llenarnos de alegría, lo del peruano es algo descomunal, un vendaval, un ciclón, un huracán, una auténtica galerna que acecha al Bocho tras su paso por San Sebastián y Málaga. En la capital guipuzcoana Roca Rey cuajó una tarde que no creo que por allí olviden en muchos años. Cortó tres orejas, descerrajó la puerta grande y salió a hombros entre una mar de aficionados enloquecidos con lo que habían visto. Valiente, firme, totalmente entregado, con una autoridad insultante, explosivo, arrebatado, toreando con  temple, gusto, clase, profundidad y ligazón mientras sus toros aguantaron tanta firmeza y poder, acortando las distancias y pisando esos terrenos inverosímiles que el limeño frecuenta cuando al toro se le agota la gasolina y decide pasar al ataque, avasallando a us oponentes, despreciando al miedo, encogiendo los corazones y cortando la respiración de los aficionados. Todo, absolutamente todo fue perfecto en el toreo de Roca Rey, incluyendo ambas estocada, por derecho, sin mirar al mañana. Repitió dígitos en Málaga ayer mismo, tres orejas más al esportón, otra puerta grande que añadir a esta triunfal temporada. De nuevo emoción máxima en su toreo que arrancó con estatuarios de infarto seguidos de series por ambos pitones ligadas por bajo, templadísimas, repletas de torería, toreo caro, toreo de empaque para demostrar que la valentía no es su única virtud. Arrucinas, circulares, adornos, bernardinas, despliegue de recursos e improvisación para rematar la faena a su primero, un muy buen toro, valentía, arrojo y determinación frente a su segundo, un toro protestan y complicado, con peligro, protestan y a la defensiva al que sometió por coj... Imparable Roca Rey, imponiendo su ley, un fenómeno que puede marcar una época.
Decía unos párrafos atrás que no tenía claro por donde quería empezar, porque lo que sí tenía claro es con quién iba a terminar. Por supuesto, por el más grande, no podía ser de otra manera, por Enrique Ponce. Lo suyo es algo que desborda todas las leyes del espacio y el tiempo, se escapa a la lógica y a la razón, supera todas las barreras establecidas y conocidas, es algo sobrenatural, cuasi divino, que le hace seguir en lo más alto tras 28 años de alternativa sigue como el primer día, fresco, con la misma ilusión de cuando empezaba, sin perder ni un átomo de entrega y compromiso, siempre arriba, siempre número uno. Muchos han llegado durante años, solo hay uno que siempre se queda, Enrique Ponce. Lo que ha hecho en San Sebastián y Málaga, repito, no tiene explicación con las leyes de la razón. Va mucho más allá de su técnica portentosa, de su infinito conocimiento del toro y de los terrenos, va mucho más allá incluso de su mando, es algo celestial. En San Sebastián, en el mano a mano con Roca Rey, inundó de sabiduría el coso de Illumbe ante dos toros que en cualquier otra muleta se habrían ido al desolladero sin nada que contar. Con Enrique no, con Enrique nacieron muletazos exquisitos al ponerles la muleta planchada, desbordando de gusto y clase cada lance, relajado, natural, elegante, haciendo buena unas medianías de toros. Le quedaba un último toro y había visto como el peruano había puesto Illumbe patas arriba. Lección de entrega, de compromiso, de ganas y de profesionalidad sin límites. Arrebatado, como si fuera el día de su alternativa fue a por todas, con un inicio de trasteo genuflexo, marca de la casa, suave, mano de seda, acariciando la embestida, largo, profundo, belleza máxima. Muletazos largos y bajos por ambos pitones de descomunal profundidad, especialmente por el izquierdo, naturales de ensueño, abandonado al toreo, desmayado, poncinas y adornos finales, el delirio. Lástima de una estocada defectuosa que dejó la cosa en una oreja y le privó de otra salida a hombros. Da igual, su toreo quedará para siempre retenido en la memoria, recuerdos imborrables, la esencia de la eternidad de su toreo. Desde la bahía de la Concha cruza España para llegar a Málaga, a esa plaza que el pasado año le vio componer una de las más grandes sinfonías de la historia universal. Dos tardes le esperaban a orillas del Mediterráneo. En su primera actuación con toros de La Palmosilla y El Vellosino derrochó temple y suavidad en una faena fruto del poso que deja la madurez y la experiencia ante un toro totalmente desentendido que no hacía nada por embestir pero al que a base de técnica y saber metió en la muleta e incluso llega sacar muletazos suelto de gran calidad, magia pura, un auténtico ejercicio de prestidigitación. Algo parecido con su segundo toro, que iba y venía sin clase alguna y al que también sometió en la muleta, si bien era imposible genera emoción y transmisión por las escasas cualidades del animal. Una vez más a dos toros malos, muy malos, les hizo medio buenos, incluso quizás algo más. Ayer sábado sin embargo cambiaron la tornas. No fue con el primero tris, un toro de La Palmosilla de trapío más que discutible para una plaza de primera, que no humillaba y blandeaba al que Ponce consintió llevándolo a media altura, con un temple y una suavidad extraordinaria, tandas cortas, pausas perfectamente administradas llegando a cuajar un par de series por ambos pitones de gran calidad. Una vez más la magia surgió de las manos y los trastos del valenciano. Pero en el cuarto, ¡ay en el cuarto!, ¡cómo estuvo Ponce!. Gloria pura, relajado, toreo desmayado, ligando con una clase imperial, toreo profundo, largo, ligado, elegancia y naturalidad, belleza, belleza y más belleza, adornos y remates de oro, técnica y plasticidad de la mano, la cadencia y el ritmo perfectos, un auténtico vals en el que el maestro dejó pequeños a los más grandes bailarines de la historia, aunando a todo ello una ilusión y una alegría más propia de un novillero que de un figurón consagrado, por algo es el más grande de todos los tiempos. Dos orejas y apoteósica salida hombros junto a Roca Rey.
Entonces, después de todo esto, ¿por qué no vamos a soñar con que se repitan sonoros triunfos sobre la arena gris de Vista Alegre?. Bilbao puede ser apoteósico, mimbres hay, en poco más de una hora lo veremos y soñaremos con el toreo inmortal.

Antonio Vallejo

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