Oro para Diego Urdiales que ayer se llevó todos los titulares y los halagos tras su triunfo de ayer en Bilbao, copas para degustar el toreo de Ponce y Juli, dos auténticos magos que se inventaron sendas faenas de ensueño al segundo y cuarto de la tarde donde no había nada, espadas las que truncaron que estos dos figurones de época cortaran orejas a estos dos toros, y los bastos para cuatro de los seis toros de Alcurrucén que no dieron opciones para el triunfo. Y fue una pena, porque la corrida que Pablo Lozano llevó a Bilbao era extraordinaria de hechuras, muy seria, tremendamente astifina, seis toros muy para Bilbao, con trapío, armónicos y proporcionados, bellísimos de lámina. Pero tan solo tercero y sexto, el lote de Urdiales, tuvieron fondo. El resto nada, faltos de clase y raza, el primero manso y desentendido, el segundo parado y deslucido, el cuarto soso y sin casta y el quinto bronco, a la defensiva, soltando la cara, una joyita.
Una tarde que en la previa de Canal Toros descubría gracias a los apuntes siempre sorprendentes de ese auténtica computadora humana que es Maxi Pérez una serie de detalles realmente curiosos. Por ejemplo, que Ponce y Juli han compartido cartel nada más y nada menos que 303 veces en su carrera, una auténtica barbaridad, que el precioso vestido corinto y oro de Enrique sumaba su segunda puesta tras estrenarlo este mismo año en Sevilla para la corrida de Garcigrande con el que cortó una oreja, que el elegante azul marino y oro de Juli era el mismo que lució este pasado San Isidro el día de Licenciado, el toro de Alcurrucén con el que el madrileño montó un auténtico lío en Las Ventas, y que Diego Urdiales hacía su tercer paseíllo en esta temporada tras sumar sólo dos actuaciones en Arnedo y Alfaro. Datos curiosos y uno de ellos muy sorprendente y difícil de explicar, todavía más tras ver su antológico toreo en la tarde de ayer.
Cuesta mucho creer que Urdiales se haya quedado fuera de todas las plazas de primera y de segunda en esta temporada. Ayer se reivindicó y demostró el error de muchos la no contar con él en sus carteles. Digo yo que a partir de hoy cambiarán las tornas y su nombre aparecerá en todo lo que resta por celebrar. De momento ya sabemos que estará en ese famoso bombo con el que se van a sortear las combinaciones de la Feria de Otoño en Madrid que se celebrará el último fin de semana de septiembre y el primero de octubre.
Ayer Urdiales dio un recital de toreo al natural ante el mejor lote de la corrida. El tercero fue un toro exigente e importante, el sexto un gran toro por clase y nobleza, con raza, movilidad, humillación y repetición. Pero a esos toros hay que torearlos y cortarles las orejas, y eso no es fácil cuando se lleva casi un año sin torear. ¡Cuántos ejemplares hemos visto que se han ido con la orejas puestas cuando pedían cortárselas!. Inmenso, enorme, toreando con una hondura y una profundidad de auténtica figura, encajado, acoplado, con un temple y un ritmo superlativo, toreo caro, toreo de empaque, toreo largo, por bajo, todo naturalidad, muletazos limpios, puros, series rotundas rematadas con gusto y torería por ambos pitones pero que alcanzaron la gloria al natural, extraordinario pitón en ambos alcurrucenes, de dulce, series excelsas, y para remate dos espadazos al volapié dignos de premio que pasaportaron sin puntilla a sus dos toros. Una oreja al tercero y dos al sexto sin discusión alguna para el riojano que ha dado un golpe en la mesa de cuantos le han dejado de lado. Tengo muchas, muchísimas ganas verle en Madrid dentro de un mes.
Como me encantaría ver de nuevo a Ponce y Juli que ayer, con cuatro toros infumables, demostraron de nuevo por qué están en lo más alto y no hay quien les baje del pedestal. Una vez más la magia ha surgido de su muleta para inventarse sendas faenas de donde no había nada. Enrique tapó todos los defectos, que eran infinitos, a sus dos toros, con paciencia, temple y técnica descomunal los acabó metiendo en los vuelos y por momentos cuajó tandas con enorme calidad, enroscándose al toro, desmayando la figura, con la suavidad y la elegancia que imprime a su toreo. No exagero que con el cuarto montó un lío, de verdad, lo olés retumbaron y los aficionados se frotaban los ojos al ver como componía las series en redondo, tapando la cara al de Alcurrucén, llevándolo embebido, ligando los muletazos de manera inverosímil, algo que solo el mejor de todos los tiempos es capaz de hacer. Juli no se quedó atrás, ni mucho menos. Juli arrancó la faena la segundo con las zapatillas clavadas al ceniciento ruedo de Vista Alegre, sin moverse un milímetro, pasándose al toro por ambos pitones, pero ahí se acabó el alcurrucén, no tuvo más, parado, deslucido, sin fondo alguno, solo el enorme esfuerzo de Juli por ponerle la muleta y tirar del animal sacado lances también inverosímiles. Por cierto, que el madrileño dejó un quite por faroles al primero cargado de sabor que levantó los primeros olés de la tarde, refrendando lo extraordinario capotero que siempre ha sido Julián. Y con el quinto bis sacó su faceta poderosa, de mando y capacidad lidiadora para someter a un toro áspero, brusco, que arrancaba por acometidas, descompuesto y sin clase ante el que estuvo enorme, valiente y firme, sin dejarse ganar terreno, imponiéndose finalmente a base de temple y de tragar para componer muletazos de mucha clase y mérito ante las horrorosa condiciones del toro. De no haber fallado con los aceros como lo hiciera Enrique y Juli estaríamos hablando de dos orejas más seguro, pero sobre todo faltarían suficientes adjetivos de elogio para ambas figuras.
Si duda Diego Urdiales tiene todas las papeletas para salir como claro triunfador de esta Corridas Generales 2018, y me alegro por él. Creo que se merece este triunfo, creo que es un magnífico torero que a lo largo de sus 17 años de alternativa ha dejado patente su categoría y que aún le quedan muchas alegrías por darnos. Ojalá la siguiente sea en Madrid y yo la vea.
Antonio Vallejo
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