sábado, 13 de julio de 2019

8ª de San Fermín: Cayetano, Rivera y Ordoñez


El toreo es sentimiento y pasión, es una emoción que no se puede explicar con la palabra ni la razón, es una sensación que te recorre de pies a cabeza, que te llena el alma y te lleva a un estado de gozo y embriaguez emocional único. Para alcanzarlo tan solo se necesita un toro y un torero, algo tan simple y tan complicado a la vez, algo mágico e hipnótico que hace que el  mundo se pare durante diez minutos y nada exista más allá. Ayer pamplona vivió la embriaguez del toreo y el éxtasis de la emoción. Fue con una corrida sensacional de Nuñez del Cuvillo y con tres matadores que sembraron de arte el coso de la Casa de Misericordia.
La corrida de Nuñez del Cuvillo fue, simplemente, perfecta. Matrícula de honor para D. Joaquín y todos los que en esas tierras gaditanas de Vejer de la Frontera y Medina Sidonia eligieron las reses de ayer para Pamplona. Seis toros de extraordinaria presentación, de magníficas hechuras, muy serios, tremendos, pero todos con armonía y proporción, toros de imponente y bellísima lámina, con el peso adecuado, entipados y con trapío. Siendo así, ¿cómo no iban a embestir como lo hicieron?. Una corrida con clase, nobleza, raza y bravura que cumplió con nota muy alta, que hubiera sido aún más apoteósica de lo que fue si la espada no se hubiera cruzado en el camino del triunfo histórico, una corrida en la que nombres como Turulato, Aguaclara, Arrojadizo, Pregonero y Rosito perdurarán en la memoria de los aficionados por ser grandísimos toros. Una corrida que debe ser sin duda la acaparadora de todos los premios de San Fermín  a la mejor corrida y de la que debe salir también el mejor toro de la feria a no ser que alguno de La Palmosilla hoy sábado o de Miura mañana domingo diga lo contrario, pero sinceramente lo dudo.
A ese superlativo encierro hay que sumar la presencia de tres matadores auténticas figuras del toreo, Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera y Cayetano, cada uno en su registro, que por una tarde lograron que la embriaguez alcohólica habitual de Pamplona se vinera abajo y se transformara en la embriaguez del arte y la emoción. Antonio Ferrera solo pudo lucir su toreo en el quite por chicuelinas puesto que el que abrió plaza fue el único que desentonó del encierro de Cuvillo al llegar a la muleta defendiéndose, soltando la cara, sin calidad alguna, pero el velar-extremeño mostró firmeza y seguridad en un faena sin brillo pero con enorme mérito por las dificultades del Cuvillo. Otra cosa fue el cuarto, ante el que desplegó ese toreo relajado, demayado, cadencioso, repleto de clase y gusto, andando delante de la cara con una torería infinita, enroscándose al toro en redondos de una calidad superior, esta vez con la ayuda montada, para alcanzar el culmen con unas tandas de naturales divinas, hondas, ligadas con un temple y una suavidad de lino y seda, naturales vaporosos al aire de Pamplona que remató con una entera arriba volcándose sobre el  morrillo sin tener miedo de no llegar a mañana. Una oreja de ley en el toro de la merienda que ayer se quedó a medio consumir ante los ojos atónitos de unos aficionados que rápido se dieron cuenta que era mucho más sabroso el toreo que cualquiera de los manjares que habitualmente degustan a esas horas. Tampoco en el quinto, Pregonero, pudieron seguir con la merienda, el toreo les iba a saciar de sobra. No hacía falta comida ni bebida para colmar las satisfacciones que cada cual quisiera disfrutar. Miguel Ángel Perera ya lo comenzó a apuntar en el segundo, un toro bravo y con raza al que, por ponerle un pero, le faltó algo más de duración, ante el que sacó a relucir su poderío y su mando, la mano baja, la figura vertical, rotundo, especialmente en tres tandas gloriosas por el pitón derecho, ligadas muy abajo, enroscándose al toro, él estático, dominando la embestida con un golpe suave de muñeca, emoción y transmisión, la llave que abre la caja de los sueños toreros. Lástima que la espada se le fuera abajo porque iba camino de una oreja. Como decía, esos apuntes del segundo se convirtieron en un torrente de toreo ante el quinto, haciendo que más de uno recogiera la merienda y se la guardara para otro momento mejor. Pregonero fue un jabonero precioso al que Javier Ambel lo cuidó y mimó en la brega, sensacional lidiador y banderillero, otro más de la larga lista de toreros de plata que llenan este momento de auténtico oro en este escalafón. El Cuvillo llegó a la muleta con una fuerza y una clase descomunal, pronto, bravo, repetidor, con humillación, embistiendo con nobleza desde el inicio del extremeño rodillas en tierra, llevándolo largo, por abajo para incorporarse, pegar un cambiado de auténtico lujo y comenzar a torear en redondo con una verdad y una profundidad que llevaron la locura a los tendidos. Poderoso y con inmensa calidad, redondos y naturales enroscándose al Cuvillo, siempre en el sitio, sin rectificar, series ligadas enganchando al toro con la muleta adelantada, con la mano muy baja, una maravilla de este inmenso torero que es Perera. Y cuando Pregonero comenzó a ir a menos acortó las distancias, pisó esos terrenos que en él son habituales y en las cercanías, metido entre los pitones, cuajó  omento de una intensidad estratosférica, todo con verdad, sin alivios, circulares limpios, pases por ambos pitones sin inmutarse, Pamplona desbordada. Lástima que un pinchazo precediera a la fantástica estocada y que todo quedara en una oreja de total justicia, porque todo apuntaba a las dos. Importantísima tarde de Perera que rozó el cielo.
Pero la tarde de ayer era para Cayetano, estaba escrito en algún sitio, tenía que ser y fue, alcanzó el cielo. Su abuelo y su padre ya lo hicieron en Pamplona, fueron toreros predilectos de la afición navarra, en México les llaman consentidos, como lo es ahora Ponce en el Embudo de Insurgentes. Tanto Antonio Ordoñez como Paquirri conquistaron San Fermín en su momento, como Padilla durante los últimos años o como lo hará Roca Rey en el futuro, seguro. Pero el caso de Cayetano y su idilio mutuo con Pamplona y San Fermín creo que es especial. Comenzaba esta entrada diciendo que el toreo es sentimiento y pasión, y Cayetano es eso. Cayetano es un imán que atrae por esas dos cualidades, es puro sentimiento y pasión, es raza y carácter, es entrega y dignidad, es verdad y transparencia, y a eso hay que añadirle clase y torería. Todos los que me conocen saben que Cayetano es uno de mis toreros predilectos, que le admiro tanto por lo que hace en las plazas como fuera de ellas, por su compromiso diario ante todas las aficiones y también por su compromiso en defensa de la tauromaquia, de nuestras esencias y tradiciones, en definitiva, de nuestra España. Muchos le tratan de desmerecer porque dicen que atrae a muchas mujeres a las plazas, argumento con le que quieren restar mérito a sus triunfos. ¡Como si fuera malo que las mujeres fueran a los toros! Vamos, que no soy precisamente sospechoso de gustarme las tonterías de la paridad y la igualdad, es más, por ejemplo en Las Ventas me encanta ver el aspecto de los tendidos las tardes que Cayetano ha toreado. Sí, como taurino que soy me gusta la belleza, y esas tardes la belleza de arte está en el ruedo y la femenina en los tendidos. Y uno disfruta viendo mujeres guapas, soy así, es un gusto disfrutar del toreo y la belleza femenina a la vez, y lo considero un honor. ¿Un orgullo? Pues miren, no, eso se lo dejo a quienes tienen el gusto desafinado.
Ayer no fue este el caso, ayer las peñas eran las de todos los días y los abonados de sombra los habituales, desmontando el argumentario de cierto sector purista. De igual modo Cayetano fue ayer el de siempre, sangre Rivera y sangre Ordoñez que se fundieron en el capote y la muleta del madrileño. Raza y pasión, arte y torería que hicieron que la afición pamplonesa llegara al delirio colectivo en dos faenas de enorme transcendencia. Su sangre Ordoñez empapó su capote en las verónicas de saludo al sexto, Rosito, exquisitas, templadas, suavidad, acunando al toro  con la misma dulzura que tantas veces habrá acunado a sus hijos, acompañando la embestida con la cintura y una media divina, aromas a Ronda, homenaje al toreo monumental de su abuelo. Clase y elegancia en la muleta ante el tercero, un toro con boyantía al que prologó su faena con pases por alto templados que hilvanó con un molinete de rodillas en el que vimos a su padre. Buen toro, con clase, que humilló y repitió, con largura en su embestida y buen son al que Cayetano muleteó con gusto y temple aunque quizás faltara un punto de ritmo para acabar de romper como parecía. Series en redondo y al natural con acople y gusto pero quizás con algo de falta de profundidad que culminó con un estoconazo brutal que pasaportó al de Cuvillo sin puntilla. Solo la estocada mecía la oreja, pero la afición pidió con insistencia y mucho ruido la segunda oreja que fue concedida por el presidente. Quizás fuera excesiva, quizás una oreja hubiera sido un justo premio, pero no hay que olvidar que el toreo es, en su origen, una fiesta, y que el público juzga según lo que siente. Ayer pamplona sintió a Cayetano en este tercero y pidió las dos orejas, y me parece bien. Cada plaza y cada afición tiene su idiosincrasia, y Pamplona quizás más que ninguna, así que me parece perfecto que Cayetano cortara las dos orejas a ese toro, si hay que pecar que sea por exceso, no por injusticia. ¡Ah! Y esa segunda oreja a nadie que tenga un mínimo de sensatez le puede parecer que reste un átomo de seriedad a Pamplona y sus sanfermines.
Con lo que para mi no hay discusión es con lo que ocurrió con Rosito, el sexto de Cuvillo, al que recetó las verónicas rondeñas que relataba tras saludarlo con una larga cambiada de rodillas paquirriana, sus dos sangres fluyendo juntas por sus venas para empapar el capote en un galleo por chicuelinas celestial para llevar a Rosito al caballo. Cayetano conoce Pamplona a la perfección y supo dar a la afición lo que pedía, y con ello nos dio a todos los aficionados el toreo que soñamos. Para empezar, brindó el toro a Indurain, ¿algo más para poner la plaza a sus pies?. El arranque de faena sentado en el estribo para después hincar ambas rodillas en tierra y llevar al toro en largo y por bajo en muletazos templadísimos puso a los tendidos en estado de ebullición. Todo lo que vino después fue una borrachera de toreo. Series en redondo ligadas con temple y clase, despacio, relajado, con largura y mano baja, perfecto de colocación y ritmo, series al natural que alcanzaron un nivel estratosférico, con una hondura suprema, ligadas con una suavidad pasmosa, embarcando la embestida en unos vuelos que flotaban en el aire. Toreo de primerísima calidad con Cayetano entregado y Pamplona rendida a su ídolo. En el epilogo de faena afloró el Rivera más puro y verdadero, una serie por el pitón derecho mirando al tendido, molinetes, pases afarolados y adornos finales de rodillas que hicieron que los tendidos deliraran de emoción. Se volcó a matar con un estoconazo fulminante y las dos orejas de Rosito se fueron al esportón de Cayetano sin discusión alguna. Vuelta al ruedo para este sexto, honor que compartió con el quinto para culminar una antológica tarde de Nuñez del Cuvillo en la que Ferrera y Perera perdieron la puerta grande por la espada, una puerta grande que el madrileño cruzó a hombros de unos aficionados enloquecidos que no olvidarán la tarde del 12 de julio de 2019 que tenía escrito en algún rincón de los sueños taurinos un nombre:
Cayetano, Rivera y Ordoñez, ¿hace falta añadir algo más?.


Antonio Vallejo

viernes, 12 de julio de 2019

7ª de San Fermín: Por la vía del arte, adiós a los números


Ya en el colegio, siendo niños, se nos presentaba la disyuntiva de tener que elegir el camino que marcaría nuestro futuro. ¿Qué has cogido, ciencias o letras?, era la pregunta obligada. Ante nuestros ojos dos vías que te llevarían a tu futuro, dos vías muy distantes la una de la otra, en una mandaban los números, en la otra el arte. Como en la vida el toreo también tiene dos vías muy distintas para entenderlo, por un lado los números y por otro el arte. Muchos lo fían todo a la estadística, tantos o cuantos trofeos para valorar a un torero, otros solo contemplan distancias y centímetros aquí o allá, más o menos ángulo cruzado, haciendo del toreo una especie de ciencia matemática, física, geométrica o aritmética. Otros nos dejamos llevar por los caminos del arte, de los sentimientos y de la pasión para gozar del toreo. Vías distintas que hay veces que confluyen en el camino, el arte y los números de la mano, pero que muchas otras, la tarde de hoy ha sido un claro ejemplo, obligan al aficionado a elegir, como en el cole, ciencias o letras.
Y yo elijo letras, sin dudarlo. La ciencia nos diría que hoy se ha cortado una oreja por parte de Juli, cierto, innegable, exactitud y precisión. Pero las letras nos hablarían del arte y de la emoción que nos han transmitido todos los integrantes de la corrida de hoy. Por un lado los toros de Victoriano del Río, una muy buena corrida, de magnífica presentación, buenas hechuras, armonía en sus  líneas, seria y proporcionada, que además ha tenido un notable comportamiento en líneas generales. Toros con clase, nobleza y bravura en general, con algunos peros como cierta falta de fijeza en algunos con tendencia a salirse al final del muletazo o poca duración en otros para haber acabado de romper en las faenas, pero todos han permitido el toreo.
De eso se han encargado dos figuras contrastadas, Antonio Ferrera y Julián López "El Juli", junto a un joven que como siga por esta vía del arte en un par de estaciones ya estará catalogado como figura, Pablo Aguado. Ha sido una tarde para saborear el toreo, para dejarse llevar y abandonarse al temple y la suavidad de Ferrera, a su torería, al relajo y el reposo de cada paso, de cada movimiento, de cada lance da capa, de cada muletazo, naturalidad e improvisación, gusto, sabores intensos del toreo eterno, fluyendo de la mente a las muñecas para manejar  el capote, del corazón a la cintura para enroscarse al toro con la muleta. Cada instante de sus faenas han sido gotas del más puro aroma torero, esencias del más bello arte. El perfume de la torería ha bañado Pamplona con la figura de Ferrera. ¡Qué manera de torear!, en redondo, al natural, sin la ayuda, una vía directa al edén de la tauromaquia. Ha sido una tarde para rendirse una vez más al magisterio de Juli, figura de época, grande entre los grandes de la historia, un portento que tiene una virtud muy difícil de igualar, la capacidad de llevar por la misma vía la ciencia de la técnica y la belleza y la clase del arte. Para coronarse artista primero hay que tener mucho conocimiento del toro y gran técnica para poder mandar y someter, y pocos como Juli reúnen esa capacidad. Inmenso, magistral, nueva lección de mando para poder a sus toros y a partir de ahí componer dos faenas repletas de buen gusto, de toreo reunido, templado, profundo, bajando la mano, ligando con emoción. Primero concediéndoles todo a sus dos Victorianos, llevándolos siempre a favor, la distancia y la altura que pedían, para acabar rompiendo por abajo con intensa emoción, belleza y pasión, sabiendo además hacer un guiño al público pamplonés con alardes y circulares que les han vuelto locos. Todo, absolutamente todo, lo ha hecho perfecto el madrileño. Y ha sido una tarde en la que Pablo Aguado ha demostrado que los tiene muy bien puestos. Solo así puede presentarse en San Fermín, en ese ambiente de bullicio, jolgorio, ruido infernal y constante desenfreno un joven sevillano cuyo toreo pide silencio máximo que solo se rompe con los olés que salen del alma tras los crujíos que provoca en cada muletazo. No ha renunciado a su concepto, a ese toreo templado, despacioso, relajado, que te lleva a otras épocas, a la de oro y plata del toreo, a Belmonte y Bienvenida. Maravilloso hable visto torear con ese gusto, con ese empaque, encajado, vertical, pasándose a los toros con desmayo, infinita suavidad, exquisitez suprema en cada muletazo, elegancia en la ligazón, torería, torería y más torería. El desenfreno hoy ha estado en el ruedo, en el duende, detrás de un capote y una muleta manejados con muñecas de seda por Pablo Aguado, el desenfreno del sentimiento y la pasión por el toreo eterno. Lo decía esta mañana en TVE tras el encierro, cuando se torea con el alma cualquier afición sabe apreciarlo, y hoy Pamplona se ha enamorado de este sevillano que ya nos tiene hechizados a muchos.
Solo Juli ha cortado una oreja, y podríamos sumar a la estadística que Ferrera ha dado una vuelta al ruedo, incluso alguno con algo de mala lecha apuntaría los pinchazos que han malogrado la consecución de más trofeos que hubieran acercado mucho las vías de los números y del arte. Son datos, ciencia pura, efímera aunque les cueste creerlo, porque el alma del aficionado vive del arte y de lo que le genera, y eso perdura, no se borra de la memoria y los aromas del gran toreo, eterno, atemporal que no atiende a normas, que se rinde a las musas y la inspiración, ese que hoy hemos podido sentir desde Pamplona, llenarán nuestros sentidos por siempre.
Por favor, vean la corrida si pueden, y si no disfruten con el mayor número de videos y resúmenes que encuentren, llenen los pulmones de arte y respiren el aire puro del mejor toreo.

Antonio Vallejo 

jueves, 11 de julio de 2019

6ª de San Fermín, la triste soledad de otra oreja


A la sexta tenía que ser la vencida. Tras el fulgurante arranque de los sanfermines con Diego San Román y Leonardo Hernández abriendo de par en par la puerta grande del coso de la Casa de Misericordia la cosa no acaba de tomar vuelo. Parece que la decepción que cada mañana se está implantando en los corredores pamploneses que ven que un día, y otro, y otro, son los cabestros los que dirigen el encierro y los toros van arropados en manada haciendo prácticamente imposible hacerse un hueco para correr en los pitones, se está trasladando por la tarde a la plaza de toros. Hoy parecía que era uno de los días indicados para el triunfo, asomaban por fin las primeras figuras y los toros eran de un hierro de postín. Diego Urdiales, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey hacían el paseíllo para matar una corrida de Jandilla, ganadería que tiene su historial jalonado de éxitos en esta plaza y en otras muchas. Pero no ha podido ser. Una tarde más hay que hablar de decepción también por la tarde. Son muchas las críticas que se están vertiendo por parte de los mozos más experimentados en esto de correr el encierro contra los organizadores. Muchas críticas por el antideslizante que cada mañana se echa sobre el recorrido y que evita los resbalones de los toros, por ahí bien, pero eso conlleva que la manada no se fragmente, que no queden toros sueltos que den emoción máxima a las carreras por el riesgo que conllevan. Y también muchas críticas por el nivel de entrenamiento al que se ha sometido a los cabestros que ahora son más veloces que los toros, y claro, para un corredor de verdad no es lo mismo hacerlo delante de un manso o en paralelo al lomo del toro que hacerlo delante de los pitones, como toda la vida. 
Decepción a todos los niveles a la que se han sumado los jandillas. Una corrida muy dispar en todo. Empezando por la presentación, totalmente desigual, difícil encontrar dos animales iguales. Desde un tercero bajo, fino de cabos, fino de mazorca y pitones, fino de cuerpo y bien hechurado, armónico, hasta un cuarto muy alto, zancudo, casi equino, con dos perchas descomunales, veleto es poco, astifino a más no poder, pitones que parecían haber pasado por la máquina de un afilador, destartalado y feo de hechuras, ha habido de todo, como en su juego, con tan solo primero y tercero con opciones reales y algo de la manejabilidad del quinto. Lo demás, también decepcionante, sin clase, escasos de raza, a media altura, soltando la cara, a la defensiva, sobre todo el muy manso cuarto.
Diego Urdiales dejó retazos de ese toreo añejo cargado de gusto que lleva dentro con le primero, un toro que decía poco en los primero tercios, con la cara alta, sin entregarse,  pero que en la muleta sacó su fondo de bravo y encastado. Templado y natural el riojano, aprovechando el buen tranco del jandilla por el pitón derecho, bajando la mano, acoplado, muletazos largos y profundos repletos de torería, redondos de mucha belleza, ligazón y temple, la receta mágica de la emoción. Da gusto ver torear a Urdiales, sereno, relajado, puro y clásico, elegante, metiéndose a la plaza en el bolsillo. Lástima el mal manejo de la espada porque la faena iba para oreja. Con el grandón cuarto no tuvo opción alguna. Un manso desde salida, marcando querencia, huyendo a tablas como quien ve al demonio. Voluntad y disposición del de Arnedo, tratando de ponerle la muleta en la cara a este toro andarín y reservón, que no pasaba, sin entregarse, que soltaba la cara con peligro, defendiéndose. Pues a pesar de eso Urdiales consiguió robarle algunos naturales que parecían algo base de ponerle la muleta muy en la cara y llevarlo a media altura y muy templada sacando algo del fondo de nobleza que debía tener guardado el animal. Lo pasaportó con enorme facilidad para lo complicado que tenía que ser pasar por semejantes perchas como portaba el de Jandilla.
Sebastián Castella recibió al segundo por chicuelinas, el toro iba y metía la cara, pero fue un espejismo. Fue a menos de manera vertiginosa y llegó a la muleta también con clara querencia y a la defensiva, arreones y más arreones, hachazos, tornillazos, toda la gama de brusquedades que puedan imaginarse. Absolutamente imposible. Al quinto también le pudo lancear de capa por chicuelinas, manejable y con nobleza pero al que le faltaba clase y un punto de chispa y empuje para transmitir más. El galo dio una lección de técnica y de recursos de maestro y veteranía. Comenzó la faena de forma vibrante, en el centro del anillo, estatuarios y cambiados por la espalda que se sucedieron arrancando los olés que por una vez se escucharon más que los cánticos atronadores de las peñas. Hizo al toro mejor de lo que era gracias a una faena paciente, poniéndole la muleta adelantada, esperando que arrancara para tirar de él con mucho temple, conduciendo la embestida con suavidad y a la altura que pedía el toro. Ni un toque a las telas en las series en redondo y al natural que compuso, con gran firmeza e inteligencia, faena de figura a un toro que no llegaba ni a mediocre. A medida que se fue apagando el de Jandilla fue acortando distancias  Castella para acabar metido entre los pitones pisando terrenos comprometidos que tanto le gustan y donde se le ve realmente cómodo. Un estoconazo hundido hasta la yema fue suficiente para la concesión de una oreja, la única de la tarde. Ya sabemos que Pamplona es como es, y una de las cosas que las hace diferente es que son capaces d conceder una oreja solo por una gran estocada, algo impensable en otras grandes plazas hoy en día. Particularmente me ha parecido que Castella ha estado fenomenal, técnico y en figura, pero la faena ha carecido de la emoción como para pensar en una oreja. La estocada sí, sin duda. Yo no la hubiera pedido, pero esto es Pamplona y San Fermín, el público manda y la ha pedido, y el palco la ha concedido. Así que nada que objetar, me parece perfecto.
Andrés Roca Rey es un auténtico ídolo en Pamplona. Casi me atrevería decir que el peruano viene a recoger el testigo del maestro Juan José Padilla en ese aspecto. Solo había que ver una pancarta colocada en una barrera de sol. "Silencio, por favor, torea Roca Rey". Y es verdad, el nivel de decibelios se ha desplomado, la chica ye-ye se ha ido tomar unos vinos y "El Rey" estaba en el ruedo durante las faenas del peruano. Sensacional, grandísima faena al tercero, el mejor toro del encierro, también el que me ha parecido de mejores hechuras. Lo recibió  pies juntos, relajado, verónicas suaves que parecían delantales, lances con gusto y mucha clase que tuvieron continuación en un sensacional quite por chicuelinas y tafalleras que remató con una media de cartel y una larga brionesa cargada de sabor. Comenzó la faena de rodillas, llevando al toro muy por bajo, sometido, en largo, una maravilla de prólogo, para incorporarse y embriagarnos con un pase de desdén mirando al tendido que ha vuelto locos a los tendidos de sol. Toro pronto, repetidor, con clase, humillando, que se desplazaba con muy buen son al que Roca Rey toreó a placer, muy templado, bajando la mano, ligazón y emoción en cada tanda, especialmente las que instrumentó en redondo, poderosas, ajustadas, toreo encajado y de perfecto acople. Le costó algo más embestir por el pitón izquierdo pero al final los naturales también surgieron poderosos, mando de mano baja, hondos, ligados con emoción. Faena de mucha intensidad y transmisión que caló muy hondo en los aficionados de sombra y en toda esa maraña del público de sol que por un día estuvieron atentos al ruedo y no se perdieron una grandísima faena. Por si faltaba algo para poner a mil a los tendidos las manoletinas finales elevar la caldera casa más allá del punto de ebullición, una locura desenfrenada. La pena es que Roca Rey llegaba con una lesión en el hombro que le mermaba claramente sus facultades físicas. Los gestos de dolor eran evidentes y se le notaba que no tenía fuerza para poder ejecutar con garantías la suerte suprema. pasó un calvario con la espada y el verduguillo, pero al final pasaportó al Jandilla. Lección de compromiso y verdad del peruano que ha toreado muy mermado pero que no ha querido defraudar a la que es "su" afición. Ante el sexto tuvo muy escasa opciones. Un toro a la defensiva que no humilló, bronco y con peligro, sin clase ni entrega al que el peruano trató de llevar siempre conducido, templando e intentando bajarle la mano, pero era imposible. Para colmo el dolor cada vez iba a más y en esas condiciones lo mejor era quitárselo de en medio a la mayor brevedad. Bastante pudor ha demostrado como para censurable nada con la espada. Pasó otro calvario para matar al toro pero demostró que es una figura no solo por su toreo, sino por su compromiso con la tauromaquia y su profesionalidad, presente en todas las ferias, en todas las plazas y ante todo tipo de aficiones, sin buscar solo el aplauso fácil de seguidores incondicionales de una sola tarde. Lo malo es que en el aire queda la duda para dentro de 48 horas, ¿estará en condiciones de salir a matar sus dos toros?. A lo mínimo que pueda no dudo que lo hará. 
Hoy Roca Rey se hubiera llevado una o dos orejas con el tercero de no estar lesionado, y otra Urdiales con el primero, pero la tarde ha sido como ha sido y al final, aunque lo que nos quede sea el recuerdo del gran toreo del peruano y el sabor toreo eterno del riojano, pero el balance numérico final no pude ser otro más que la triste soledad de una oreja ante unos decepcionantes jandillas.

Antonio Vallejo

miércoles, 10 de julio de 2019

5ª de San Fermín: Solitaria oreja con los de Escolar


La de hoy ha sido una jornada con doble cara. Por la mañana los de José escolar han protagonizado un encierro muy rápido y limpio para lo que suelen acostumbrar. Lo normal es que al menos uno de los toros se quede rezagado, haga el recorrido por libre, se vuelva siembre el pánico por donde pasa, pero hoy no ha sido así. Un día más muchas quejas de los mozos porque también han sido los cabestros los que han liderado el encierro y los seis escolares han ido arropados y sin hacer prácticamente ni un gesto feo, esos derrotes secos que lanzan a diestro siniestro cuando sacan a relucir su sangre, su  mala leche y sin comportamiento de alimañas, unos auténtico cabrones, con perdón. En el aire quedaba la duda sobre cual sería su comportamiento en el ruedo, y ahí demostraron su dureza y complicaciones, soltando la cara, revolviéndose y buscando con peligro, al menos primero, cuarto y quinto. 
Seis toros cárdenos muy bien presentados, muy serios y entipados, abiertos de cara, vueltos de pitones, todos claramente reconocibles en su procedencia Albaserrada pero que en cuanto a juego han tenido mucha disparidad, desde las alimañas que como ya he comentado han sido primero, cuarto y quinto, hasta otros con nobleza e incluso cierta bondad, como segundo, tercero y sexto pero que no significa que fueran fáciles, para nada, exigían mando porque a la mínima te buscaban las cosquillas. Todo ello en una tarde en la que ha vuelto a brillar el sol tras el diluvio de ayer y la plaza pamplonesa ha lucido otro lleno a reventar para ver una de las ganaderías favoritas para esta afición que ha vuelto a inundar la tarde con la algarabía, el jolgorio, el bullicio, el desenfreno de comida, bebida, cánticos y el no parar quieto en los tendidos tras el silencio de ayer sin lo  que Pamplona no sería Pamplona. Otra vez "El Rey", "la chica ye-ye", Tony Ronald y su "help, ayúdame" dirigidos por las charangas de las peñas que copan el sol. En ese ambiente auténticamente infernal se han visto las caras con los de José Escolar los integrantes de la terna, Fernando Robleño, Javier Castaño y Pepe Moral, los tres sobrados conocedores de este encaste, los tres forjados en mil batallas con estos hierros llamados duros.  Sinceramente, hay que tener mucha capacidad de concentración y abstracción para torear allí, encima a unas alimañas como suelen ser estos albaserradas que desarrollan sentido a la mínima - si no lo traen ya de casa - y que no permiten el mínimo fallo ni la mínima distracción. Me descubro ante estos hombres.
Una corrida en la que yo creo ha habido mucho que lidiar y que en muchas fases requería un toreo a la antigua, con los pies, sometiendo por bajo, sin miedo a doblarse y echar las telas al suelo para hacer humillar a los de Escolar y de esa manera poder instrumentar muletazos con profundidad y ligazón en algunos siendo totalmente imposible en otros que en todo momento se revolvían, llevaban la cara alta y soltaban los tornillazos habituales.
El peor lote se lo ha llevado el madrileño Fernando Robleño que ha demostrado su conocimiento, madurez y veteranía ante este tipo de corridas. Sensacional en la lidia, que es lo que requerían sus dos toros, lidiarlos y poderles, siempre por bajo, con enorme firmeza y seguridad, bien colocado, poniéndoles la muleta, provocándoles la embestida  tirando de los toros, perdiéndoles pasos en cada muletazo cuando los de Escolar se revolvían y buscaban, magnífico Robleño, serio y capaz, ante unos tendidos indiferentes a lo que estaba tragando y las faenas de tanto mérito que estaba desarrollando. Pero es lo que tiene Pamplona cuando te toca abrir plaza y el toro de la merienda, que una mayoría de la plaza está más por la chica ye-ye, los bocadillos, los guisos y los litros de alcohol que por un hombre que con enorme valentía y dignidad se está jugando la vida. Dos silencios que para mi han sido muy escaso  premio a la generosa y muy buena labor de Robleño, torero toda la tarde, firme y seguro, lidiando a la perfección sin que muchos lo apreciaran, una lástima, pero así es esto.
Pepe Moral parece volver a levantar el vuelo que parte tener algo perdido en esta temporada. En conjunto creo que le ha correspondido el lote de mayores opciones, con un tercero al que recibió a la verónica con temple, gusto y suavidad y que en la muleta pedía mucho mando porque si no tendía a soltar la cara con serio peligro. Inició la faena por bajo, doblándose, poderoso, poco a poco, a base de colocación y ponerle la muleta fue metiendo al de Escolar en los vuelos. Embestía al paso, había que aguantarle y alejarse de cualquier brusquedad para que humillara. Mejor por el pitón derecho, menos acople por el izquierdo pero creo que ha vuelto a apuntar el toreo que tantas tardes nos ha emocionado. El sexto tuvo nobleza en su embestir, pero había que sacarle los muletazos de uno en uno, le costaba humillar y la mayoría de las veces salía por encima del palillo desluciendo el conjunto. Firme y paciente el sevillano hasta conseguir hilar unas series de derechazos con ligazón y profundidad a mitad de faena que llegaron a los tendidos.  Lástima de los pinchazos en ambos toros que precedieron a las estocadas porque de haber enterrado el acero a la primera las dos ovaciones con saludos que recibió podrían haber sido algo más.
La única oreja de la tarde fue a parar al esportón de Javier Castaño con el segundo, un toro al que entendió a las mil maravillas dándole el ritmo, la velocidad, la distancia y la trayectoria que pedía. Un toro noble al que había que esperar más que tirar de él, sin obligarle demasiado, llevándolo más en recto que enroscado, con mucho temple, dándole las ventajas al inicio para ir bajando la mano poco a poco y alargar el viaje para ligar series de clase y mucho mérito que curiosamente no tuvieron el eco que debían en los tendidos de sol, que sin embargo se volvieron locos con la gran estocada con la que pasaportó a ese segundo y que le valió el preciado trofeo. El quinto salió con todo el sentido desarrollado, parecía incluso corraleado, soltando la cara, quedándose corto, reponiendo, buscando los tobillos, los muslos, el costado, lo que fuera. Toro duro, toro peligroso, la típica alimaña a la que Escolar nos tiene acostumbrados, toro para hombres, como es Javier Castaño. Meritoria brega del salmantino, extraordinaria me atrevería decir, macheteando por bajo, lidia a la antigua como decía al principio que no fue ni entendida ni apreciada por quienes estaban bien cargaditos a esa altura de la corrida, más entretenidos en cantar desenfrenadamente que en apreciar y valorar a un torero que estaba hecho un jabato. No tenía nada más ese toro, hizo lo que había que hacer, abreviar  y dejarlo listo para el tiro de mulillas con una estocada efectiva y habilidosa. Otro silencio que para mi tampoco hace justicia a la firmeza y valentía de Javier Castaño. 
No quiero pasar sin mencionar una vez más a un toreo de plata que es un fuera de serie, Fernando Sánchez, quien esta tarde ha vuelto a sembrar de torería el ruedo pamplonica con dos pares de banderillas monumentales a dos toros nada fáciles, andándoles con su estilo habyrula, cuadrando en la cara, exponiendo hasta el límite o algo más, dejando los palos reunidos para salir andando con chulería, como si nada. Junto a su compañero Joao Ferreira han tenido que saludar desmonterados tras cuajar dos tercios de banderillas de máximo nivel. Grandes toreros de plata, sí señor.
Pero esto sigue, en unas horas otro encierro, el de Jandilla, que por la tarde será estoqueado por Diego Urdiales, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey mientras Pamplona sigue inmersa en una fiesta continua, y no habrá que perdérselo.

Antonio Vallejo


martes, 9 de julio de 2019

No hubo 4ª de San Fermín, sensatez bajo el diluvio


Este era el aspecto de la Monumental pamplonesa a la hora fijada para dar comienzo la cuarta del abono sanferminero, las seis y media de la tarde. Una imagen que vale por mil palabras, más propia de una piscina o un parque acuático que de una plaza de toros. No había parado de llover sobre la capital navarra durante todo el día, no se había colocado la lona para proteger el ruedo del intenso diluvio y las previsiones no eran precisamente optimistas. El público parapetado en sus localidades bajo la protección de los paraguas, enfundados en ponchos de mil colores, las luces encendidas por la oscuridad de la tarde, en definitiva, condiciones impropias para lidiar una corrida de toros. Pese a todos estos condicionantes la terna actuante en esta cuarta de San Fermín, Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo decidieron dar una moratoria de 30 minutos esperando que dejara de diluviar y pudiera echarse la corrida de Cebada Gago. No solo no paró de llover, sino que lo hacía cada vez con más intensidad por lo que José María Marco, Presidente de la Comisión Taurina de la Casa de Misericordia, propietaria y responsable de la plaza, decidió dar por suspendido el festejo tras hablarlo con los matadores. Entiendo las ganas de los tres espadas por matar esa corrida en Pamplona, es lógico, es una de las tardes que tenían señaladas en el calendario como las más importantes, pero ante todo debe prevalecer la razón y la coherencia, en definitiva, la sensatez y hubiera sido una auténtica irresponsabilidad cualquier otra decisión. Primero, por la seguridad y las mínimas garantías para los toreros y sus cuadrillas, exponiéndose de manera absurda a una percance grave. Segundo, por respeto al público y a lo que debe ser una corrida de toros, algo artístico, bello y emocionante y ene las condiciones era imposible, sería degradar, mutilar diría yo, la esencia del toreo. Y tercero, quizás lo más importante, por respeto al toro bravo, una animal altivo y desafiante que mantiene toda su dignidad en el campo y en la plaza cuando pelea y vende cara su vida pero que en ese lamentable estado del ruedo quedaría ridiculizado, resbalando, cayendo al suelo, empapada su imponente estampa, perdiendo toda esa dignidad y respeto que se merece. No podía ser de otra manera y gracias a Dios se ha impuesto la sensatez de la lógica.
Así que nos quedaremos con las ganas de saber si los de Cebada Gago hubieran hecho honor a su leyenda o no. Si atendemos a la carrera de esta mañana de lunes no se puede decir que hayan sembrado el pánico como suele ser habitual con este hierro. Seis toros de una ofensividad brutal, con unas defensas descomunales, astifinos a más no poder, muy abiertos de cara, amplia cuna, que sin embargo han corrido reunidos tras los cabestros que han conducido el encierro desde los corrales de Santo Domingo hasta la plaza de toros. El comentario general ha sido que el encierro era limpio, no hicieron ni un gesto feo, los percances y heridos han sido más por culpa de los propios mozos al buscar su sitio para correr en la cara de los toros que por otra cosa, pero que ha sido un encierro decepcionante porque realmente han ido siempre delante de los cabestros, no de los cebadas. Salvo en el último tramo, tras recorrer Estafeta y llegar a la curva de Telefónica que la manada se ha abierto y separado algo más. Ahí sí se han podido ver algunas carreras buenas a cargo de mozos expertos. Pero una cosa es ver a los toros corriendo por la calle junto a los cabestros y otra muy distinta verle en la plaza, frente a frente al matador, ahí es donde toda su raza y bravura sale a la luz.
Así no hay mal que por bien no venga y esta suspensión me ha permitido comentar cosas que otros días se quedan en el tintero. Y como estamos en Pamplona y en San Fermín he tenido margen para poder  hablar del encierro de esta mañana, y también de los demás días, de lo que son y significan para la Fiesta. Digo esto porque esta mañana, tras la retransmisión en directo que cada día hace TVE a las ocho de la mañana, han entrevistado a un joven corredor de 24 años, Alberto Munero, quien, por lo que han dicho los comentaristas es hijo de un conocidísimo y reconocido corredor de encierros. Ha sido una conversación deliciosa, ha hablado y razonado con una sencillez tremenda cargando todas sus palabras de razón y argumento. Le preguntaban por el relevo generacional, como era su caso y si él creía que se estaba produciendo o si, por el contrario, la afición esta decreciendo. Lo ha dicho muy claro, que para nada era así, que él solo era uno de los muchos jóvenes pamploneses que viven el encierro y la afición a los toros, ambas cosas íntimamente ligadas y para él imposibles de separar, y que va a más. Da gusto escuchar a un joven hablar así, diciendo además que es parte de nuestra tradición española, algo que hoy en día cuesta escuchar en público porque es políticamente incorrecto. Y ha ido más allá. Ha dicho que le parece muy bien que venga mucha gente de fuera a los encierros, por supuesto, pero que correr delante de un toro es algo muy serio y que no todo el mundo debiera poder hacer, que debiera exigirse unos mínimos para poder entrar en el recorrido por respeto tanto a los mozos que saben de esto como al propio toro que luciría mucho más su estampa y su bravura. Comentaba algo muy lógico, si entra gente a cientos o miles, gente que no tiene ni idea de lo que es un toro y un encierro, lo único que hacen es entorpecer y poner en peligro a quienes conocen los entresijos del recorrido, los tramos y como hay que conducir a los toros, sin tocarlos, una manía que detestan quienes de verdad saben lo que es correr en Pamplona. Y ha ido un poco más allá, afirmando que le parece fatal que no se obligue a correr de blanco, por respeto a la tradición y que no entiende que la gente vaya con camisetas de equipos de fútbol, o de todos los colores menos blanco (en eso los madridistas tenemos ventaja). En resumen, que Alberto Munero, joven pero veterano en sus ideas, ha hecho una defensa de nuestras tradiciones con una espontaneidad maravillosa, algo que por desgracia nos extraña tanto en esta sociedad medio enferma que padecemos, basta con haber estado en Madrid este pasado fin de semana. Ojalá cunda el ejemplo y sus reflexiones lleven a los responsables de la organización a tomar medidas para regular el acceso al recorrido. Para empezar, el blanco obligatorio, como en Winbledon. 

Antonio Vallejo

lunes, 8 de julio de 2019

3º de San Fermín: Sin raza ni bravura



Día del patrón, primera de las corridas de toros de estos sanfermines, lleno a reventar en los tendidos, sol, calor y el jolgorio, mejor dicho, el desenfreno habitual en las tardes de toros pamplonesas. No ha faltado de nada, cerveza, vino, champán, bocadillos, tortillas, cazuelas de magro con tomate, guisos de carne, vamos, lo habitual para merendar durante el cuarto toro cumpliendo con la costumbre de la plaza. Todo eso en medio de cánticos y bailes sin parar toda la corrida, otra de las costumbres de la plaza y que convierten a los tendidos de sol en un auténtico infierno. Es decir, la plaza de Pamplona en todo su esplendor, tirando del repertorio musical habitual que no cesa en todo el festejo. Empieza con el primer toro, la sintonía de Eurovisión, ¡toma ya!, se reservan para el segundo los dos temas estrellas del hit parade sanferminero, la famosa ranchera "El Rey" y "La chica ye-ye", para seguir en el tercero con el conocidísimo "Help, ayúdame" de Tony Ronald o el "canta y o llores" que también es un clásico. A partir del cuarto, entre tanta comida y más bebida, empieza a ser indescifrable lo que cantan, algo parecido a lo que se grita en el fútbol para cerrar el festival de aullidos con "el Rey" mientras la peñas abandonan el ruedo a su manera. Pero este año me ha parecido escuchar durante la retransmisión de la corrida por Canal Toros algo que me ha llamado mucho la atención y que supone una agradable novedad si de verdad es lo que me ha parecido escuchar por parte de un sector. Resulta que durante la faena al cuarto, el toro de la merienda, desde un tendido han comenzado a cantar "Que viva España" y ese otro que se ha puesto tan de moda, "yo soy español". Se ve que han aprovechado el momento en que la gente tiene la boca y las manos ocupadas porque los pitos y abucheos de los radicales no han conseguido acallarles. No sé, mañana estaré atento a ver si se repite y realmente es eso lo que he escuchado. Porque, para ser sinceros, como la corrida de mañana salga como la de hoy posiblemente sea lo más apasionante de la tarde. Salvando un par de tandas de naturales Ginés Marín al tercero, su entrega y disposición además de robarle otro par de tandas de naturales al sexto, y la faena de Emilio de Justo al cuarto, también durante la merienda por lo que ha pasado desapercibida para todo el sector de sol (que allí es muy amplio), el resto de la corrida del Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto ha tenido nobleza a excepción del complicado y peligroso primero pero ha resultado tremendamente sosa, deslucida, carente de raza y de fuerzas, sin empuje, con nulas opciones para el triunfo de una muy interesante terna integrada por Emilio de Justo, Alberto López Simón y Ginés Marín.
Una corrida muy seria, tremendamente ofensiva, abriendo la cara, vuelta de pitones en general, animales altos, grandes, mucha caja, largos, variados de hechuras, alguno incluso un tanto destartalado. Sí que es cierto que en varios se reconocía perfectamente su origen Atanasio, pero en otros he visto desproporciones que se alejaban del concepto de trapío. Una vez más hay que insistir que para que un toro tenga trapío no necesita obligatoriamente sobrepasar los  600 Kg y tener unos pitones descomunales. 
Emilio de Justo abría plaza con un toro frío y sin fijeza de salida, con las manos por delante y muy justo de fuerzas que no dijo nada en el capote pero que empujó metiendo los riñones en un primer puyazo largo. Parado y sin humillar a la salida del caballo, reservón y probón en banderillas, midiendo a Morenito de Arles y José Miguel Pérez Valcarce que exponen y resuelven con enorme valor y oficio. Imposible en la muleta, sin recorrido alguno, correosos, áspero, a la defensiva, soltando la cara con mucho peligro. Muy firme, asentado  y serio Emilio de Justo, con mucha verdad, poniéndole la muleta por ambos pitones, tratando de llevarlo toreado, tragando una inmensidad para tratar de robarle aunque fuera un solo pase. Más no se le puede pedir al extremeño, valiente y seguro, que además mató de entera con habilidad. Decía que el cuarto había sido sin duda el mejor toro del encierro, siendo curiosamente es el que me ha parecido más feo de hechuras. También distraído y sin fijeza de salida, va a buscarlo de Justo a los medios y allí lo fija y le hace humillar en unas verónicas de mérito que remata con una revolera. Magnífica la lidia del propio matador, siempre por bajo, echando el capote al suelo para llevarlo al caballo con temple. Fea pelea en el peto, de manso, cabecea, hace sonar el estribo, y sale suelto mostrando querencia. Muy complicado en banderillas, mide, espera y suelta la cara poniendo en apuros a Ángel Gómez y Pérez Valcarce. El inicio de faena rezuma torería, la rodilla flexionada, adelantando la muleta, llevándolo muy toreado, sin quitársela de la cara, sensacional. Por el pitón derecho Emilio de Justo ha dibujado series de gran calidad, siempre con los mismos registros, la muleta adelantada, muy puesta, tirando del toro con temple y mano baja para cerrar las series con unos de pecho magníficos, a la hombrera contraria, muy lentos, firmeza y seguridad para ligar los muletazos con naturalidad y  mucha verdad, combinando a la perfección técnica y clase, dándole la distancia que requería, perdiéndole un pasito al final del muletazo para quedarse perfectamente colocado, regalándonos a la vez detalles de inmenso sabor, como un cambio de mano sensacional, un lujo para los sentidos. Por el pitón izquierdo el de La Ventana del Puerto no tenía la misma claridad, pero de Justo sí. Con idéntica firmeza le ha puesto la muleta para terminar por robarle naturales muy templados y lentos, con hondura, adornados con una trincherilla y uno de desdén precioso antes de abrochar el trasteo con una última serie en redondo rematada por bajo como magnífico colofón a una faena muy importante del extremeño que ha pasado desapercibida para una gran cantidad de los espectadores más preocupados de zamparse las viandas de la merienda que de lo que estaba pasando en le ruedo. Pero ya sabemos que así es Pamplona y que no la vamos a cambiar, es lo que hay. Unas manoletinas ajustadas preceden a una estocada entera delantera y perpendicular que retrasa la caída del toro, lo que sumado al fallo con el estoque de cruceta evapora la posibilidad de una oreja que me hubiera parecido justísima. Pero una vez más el concepto del toreo puro, clásico y con verdad de Emilio de justo ha brillado con luz propia. 
Alberto López Simón no ha tenido precisamente suerte con su lote. Dos toros que en cuanto a su comportamiento y juego han sido como fotocopias. Es cierto que el segundo se ha dejado en el capote, al menos parecía que humillaba y le ha permitido al madrileño recibirlo por verónicas intercaladas con chicuelinas y una revolera de remate, porque el quinto nada de nada, se frenaba en el capote, echaba las manos por delante, la cara alta, suelto a la salida del lance, muy deslucido. Ninguno se ha empleado en el caballo y los dos han tenido el mismo comportamiento en banderillas, parados, esperando, obligando a exponer una enormidad a Yelco Álvarez, Vicente Osuna y Jesús Arruga en sus respectivos pares. Las dos faenas de muleta las ha comenzado de igual manera, con ambas rodillas en tierra, llevándolos en largo, por ambos pitones, y con los dos toros tomando bien la tela y repitiendo. Pero ahí se ha acabado todo. El segundo no ha aguantado ni una tanda, sin una gota de fuerza, parado, no pasaba y cuando lo hacía era tan cansino que casi mejor que siguiera agarrado al piso. Voluntarioso el madrileño pero no tenía donde rascar. Exactamente lo mismo ha sido la faena al quinto tras el idéntico arranque con ambas rodillas en tierra, no ha tenido más toro por mucho que lo haya intentado por ambos pitones, pero el toro iba a lo suyo, desentendido, con la cara alta, sin emoción alguna y si intentaba darle la mano se derrumbaba por su escasez de fuerzas  Ante la adversidad ha tirado de dignidad y valor pegándose un arrimón que ha llegado a los tendidos por su entrega y verdad. Ha pasaportado al de Puerto de San Lorenzo con una entera que le ha valido para dar una vuelta al ruedo en medio del reconocimiento general de unos tendidos que han valorado su disposición.
Ginés Marín ha vuelto a hacer gala de la capacidad que tiene para ver a la primera cual es el pitón bueno de sus toros y de la grandísima clase que lleva dentro. Al distraído tercero lo ha saludado a la verónica, con suavidad, pero el del Puerto echaba las manos por delante y  mostraba querencia a la salida del lance, lo mismo que hizo tras el encuentro con le caballo del picador. Un toro que llegó a la muleta con la cara alta, defendiéndose pero al que Ginés supo aprovechar por su pitón bueno, el izquierdo. Magistral el sentido de la distancia y la velocidad, temple maravilloso, adelantando la muleta, bajando la mano y alargando el muletazo para vaciar la embestida por debajo del palillo en unas tandas de naturales rotundas, con hondura, sin quitarle la muleta de la cara para frenar la tendencia a huir a la salida. Por el pitón derecho presentaba enormes complicaciones, si iba por dentro y buscaba con peligro, pero Ginés se ha mostrado firme y valiente y en ningún momento le ha perdido la cara. Muy por encima del toro sin duda alguna. El sexto pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios, deslucido en el capote, sin emplearse en el caballo, parado y reservón en banderillas y llegó a la muleta sin fuerzas ni empuje. A la mínima que le bajaba la mano se derrumbaba, por lo que Ginés le planteó la faena a media altura, leyendo a la perfección las necesidades del toro pero sin llegara a conectar con los tendidos por la sosería del animal. De nuevo aprovechó lo poco que tenía el del Puerto para sacar tres series de naturales realmente exquisitos, templadísimos, muy lentos, con el toro embistiendo al paso, a la mexicana , soberbios, largos, tirando del toro con maestría. Para mi estuvo muy por encima de su lote y sacó por el pitón izquierdo lo que parecía imposible, demostarndo una tarde más el pedazo de torero que es.
Lo dicho, que como mañana la corrida de Cebada Gago siga por los mismos derroteros lo más apasionante va a ser intentar descifrar los cánticos de la peñas y confirmar si el "Que Viva España" es lo que se canta. Pero antes habrá que ver el encierro, digo yo, ¿no?.

Antonio Vallejo

domingo, 7 de julio de 2019

De San Isidro a San Fermín


Parece que entre santo y santo no ha pasado el tiempo, da la impresión que era ayer cuando me despedía de un San Isidro largo por el que a priori apostábamos bastante poco y por el que, entre ellos me cuento, no dábamos un duro,  y ya estamos metidos de lleno en San Fermín, en la Feria del Toro, en una semana apasionante en la que el toro va a acaparar todo el protagonismo desde el amanecer hasta la noche, desde que cada mañana se encienda la mecha en los corrales de Santo Domingo para dar inicio al encierro hasta que una vez concluida la corrida, a eso de las diez de la noche, los toros del día siguiente sean trasladados desde los corrales del Gas hasta los de Santo Domingo. Así un día tras otro hasta el próximo 14 de julio. Unas fiestas únicas e inimitables, con sus peculiaridades y particularidades, que son fundamentales para la Fiesta y que, aunque personalmente no comparta muchas cosas de lo que en la capital navarra ocurre en estos días, deben mantenerse tal como son, en toda su integridad, porque en eso está su grandeza. Son como son y no hay que cambiarlas. 
Como decía, San Isidro es ya historia, buena, muy buena me atrevería a decir, pero historia la fin y al cabo. Para unos jurados fue Ureña el triunfador de la feria, para otros fue Ferrera el merecedor de dicho premio, y para mi también fue Ferrera. Tanto uno como otro nos hicieron vibrar, llevaron la emoción y los sentimientos a límites insospechados, pero para mi el reposo torero, el relajo, la naturalidad, en definitiva, la torería de Ferrera, superó la pasión y la entrega de Ureña, toreo más de arrebato y valor, también de clase, pero un puntito más bajo de gusto, elegancia y sabor que el de Antonio Ferrera. Y nunca olvidaré la estocada al toro Bonito, de Zalduendo, en la suerte de recibir, dándole mucha distancia, 5 metros,¡casi nada!, la estocada de la feria sin duda. Eso sin contar el hecho que Ferrera cortó tres orejas en una sola tarde, algo que era mi tiene valor doble, aunque en el cómputo total Ureña se llevará cuatro en sus tres actuaciones. Es algo así como en el fútbol, que los goles fuera de casa valen doble en caso de empate, que es lo que pudo haber en el aspecto artístico, porque hay que reconocer que el murciano jugaba en casa, con el público muy a favor y el balear-extremeño no tanto. Pero repito que eso es historia, como también lo es todo lo que ha pasado en estas tres semanas, que no parezca que hasta la fecha solo ha habido toros en las tres grandes ferias de primera, Valencia, Sevilla y Madrid esperando al curato coloso de la temporada, Pamplona. Ni mucho menos. Desde aquel 16 de junio ha sido un no parar. Tras Madrid llegó Alicante con una apoteósica Feria de Hogueras en la que Ginés Marín, Castella, Manzanares, Roca Rey y Juli abrieron la puerta grande, luego Toledo y su Corpus, Juli y Álvaro Lorenzo a hombros en una sensacional tarde, Badajoz fue testigo del indulto de Antonio Ferrera a Jilguero, de Victoriano del Río, en una tarde para la historia en la que salió a hombros junto a Ginés Marín, como el Corpus en Granada se "enfandiló" con su torero y vio también a un inmenso José Garrido salir a hombros, además de la corrida-peregrinación de José Tomás, del que ya no hay más noticias, y en la que el pobre Sergio Galán tragó con inmensa dignidad el papelón. Léon y Algeciras también han sido testigos de la vuelta de Pablo Aguado tras la cornada en Madrid en la Corrida de la Prensa del 16 de junio, y ambas ciudades han podido soñar ese toreo que te lleva a otros tiempos, el temple y el gusto del sevillano que parece tocado por la varita mágica del duende, Miguel Angel Perera repito puerta grande precisamente en Algeciras, como hizo el año pasado en esa misma plaza cuando aparentemente iba de comparsa, Soria celebró su feria de San Pedro viendo triunfar a Manuel Escribano, Diego Urdiales, Rubén Pinar, Castella, Emilio de Justo y Diego Ventura, Manzanres y Juli también triunfaron en Zamora en esa misma fecha y Burgos celebró su tradicional feria de San Pedro y San Pablo en la que Fandi y Toñete abrieron la puerta grande, Pablo Aguado sembró de torería el ruedo burgalés y dejó para el recuerdo una tarde que difícilmente podrán olvidar en la ciudad castellana aunque la espada le privara del triunfo, pero que quedará marcada por la histórica tarde de Rubén Pinar con la magnífica corrida de Victorino Martín. Tres orejas en una jornada apoteósica y que acaparó todos los premios de la feria burgalesa. Y mucho más que ha habido en España, en Francia y también en América, México y Perú en concreto, que esto no para, y eso que algunos se empañan en decir que el toreo no tiene tirón y que no atrae.
No sé lo que pensarán esos antis ante la avalancha de gente que va allegar a Pamplona estos días. Hoy mismo se ha podido comprobar en el primer encierro con los toros de Puerto de San Lorenzo, a reventar, una multitud que por momentos hacía que pareciese imposible que los toros pudiesen avanzar. Me imagino que entre semana será menor la afluencia pero prometen ser un espectáculo que no hay que perderse. Como tampoco me voy a perder una Feria de San Fermín que Canal Toros va a retransmitir íntegra y que cuenta con unos carteles que a mi juicio son muy del gusto de la afición pamplonesa, tanto por los hierros escogidos como por los matadores anunciados:


Viernes 5 de julio. Novillos de Ganadería de Pincha para Francisco de Manuel, Antonio Grande y Diego San Román.
Sábado 6 de julio. Toros de El Capea y San Pelayo para los rejoneadores Pablo Hermoso de Mendoza, Leonardo Hernández y Roberto Armendáriz.
Domingo 7 de julio. Toros de Puerto de San Lorenzo para Emilio de Justo, López Simón y Ginés Marín.
Lunes 8 de julio. Toros de Cebada Gago para Manuel Escribano, Rubén Pinar y Juan del Álamo.
Martes 9 de julio. Toros de José Escolar para Fernando Robleño, Javier Castaño y Pepe Moral.
Miércoles 10 de julio. Toros de Jandilla para Diego Urdiales, Sebastián Castella y Roca Rey.
Jueves 11 de julio. Toros de Victoriano del Río para Antonio Ferrera, El Juli y Pablo Aguado.
Viernes 12 de julio. Toros de Núñez del Cuvillo para Miguel Ángel Perera, Cayetano y Roca Rey.
Sábado 13 de julio. Toros de La Palmosilla para José Garrido y Javier Marín y Luis David Adame, que sustituye a Román (el herido más grave de San Isidro). 

Domingo 14 de julio. Toros de Miura para Rafaelillo, Octavio Chacón y Juan Leal.

Aún no han comenzado las corridas de toros y ya hay que contar dos puertas grandes en Pamplona, la del novillero mexicano Diego San Román al desorejar a un novillo de Pincha de vuelta al ruedo con un toreo de temple, largura, mano baja y mucha clase, entendiendo a la perfección la embestida del novillo, conduciéndolo con inmensa suavidad por ambos pitones alcanzando muletazos de altísimo nivel para matar por derecho de una entera fulminante. En esa tarde del viernes Francisco de Manuel mostró de nuevo su solvencia y su facilidad ante dos novillos con escasa opciones pero a los que pudo y sacó lo que llevaban dentro dejando claro, como hizo en Madrid, que debe estar ya a las puertas de la alternativa. Y ayer sábado fue el rejoneador Leonardo Hernández quien reventó la puerta grande al cortar cuatro orejas en dos faenas de ensueño a lomos de Calimocho, Xarope, Enamorado o Alcochete, nombres míticos de la extraordinaria cuadra del extremeño. Faenas de altísimo nivel, toreo puro a caballo, quiebros y recortes increíbles siempre en la cara, además de dos rejonazos de muerte fulminantes. Pablo Hermoso de Mendoza sembró una vez más cátedra con su toreo elegante y puro pero tuvo que conformarse con una oreja en el cuarto al fallar con el rejón de muerte en el primero. Pero para ir abriendo boca no ha estado nada mal. Y un detalle muy importante, algo más de tres cuartos de entrada el vienes para la novillada y lleno ayer sábado para los rejones, teniendo en cuenta que lo gordo empieza hoy con las peñas llenado todo el sol, lo que es muestra clara de que el toreo interesa, y mucho, sobre todo contemplando unos tendidos llenos de familias y enorme cantidad de niños aprovechando que son tardes de tranquilidad y sosiego en las que se puede disfrutar del toreo sin el bullicio y el escándalo que a diario se va montar en la plaza. Lo repito cada año, no sé cómo los toreros pueden mantener la concentración con ese ambiente desenfrenado de los tendidos. Pero Pamplona es así y así debe seguir siendo. Para quienes nos gusta vivir y sentir el toreo de otra manera es algo inexplicable, yo estuve una vez en San Fermín y ya he cubierto el cupo. 
De momento preparémonos para una semana en la que habrá de todo menos aburrimiento, seguro. ¡Viva San Fermín!

Antonio Vallejo