viernes, 12 de julio de 2019

7ª de San Fermín: Por la vía del arte, adiós a los números


Ya en el colegio, siendo niños, se nos presentaba la disyuntiva de tener que elegir el camino que marcaría nuestro futuro. ¿Qué has cogido, ciencias o letras?, era la pregunta obligada. Ante nuestros ojos dos vías que te llevarían a tu futuro, dos vías muy distantes la una de la otra, en una mandaban los números, en la otra el arte. Como en la vida el toreo también tiene dos vías muy distintas para entenderlo, por un lado los números y por otro el arte. Muchos lo fían todo a la estadística, tantos o cuantos trofeos para valorar a un torero, otros solo contemplan distancias y centímetros aquí o allá, más o menos ángulo cruzado, haciendo del toreo una especie de ciencia matemática, física, geométrica o aritmética. Otros nos dejamos llevar por los caminos del arte, de los sentimientos y de la pasión para gozar del toreo. Vías distintas que hay veces que confluyen en el camino, el arte y los números de la mano, pero que muchas otras, la tarde de hoy ha sido un claro ejemplo, obligan al aficionado a elegir, como en el cole, ciencias o letras.
Y yo elijo letras, sin dudarlo. La ciencia nos diría que hoy se ha cortado una oreja por parte de Juli, cierto, innegable, exactitud y precisión. Pero las letras nos hablarían del arte y de la emoción que nos han transmitido todos los integrantes de la corrida de hoy. Por un lado los toros de Victoriano del Río, una muy buena corrida, de magnífica presentación, buenas hechuras, armonía en sus  líneas, seria y proporcionada, que además ha tenido un notable comportamiento en líneas generales. Toros con clase, nobleza y bravura en general, con algunos peros como cierta falta de fijeza en algunos con tendencia a salirse al final del muletazo o poca duración en otros para haber acabado de romper en las faenas, pero todos han permitido el toreo.
De eso se han encargado dos figuras contrastadas, Antonio Ferrera y Julián López "El Juli", junto a un joven que como siga por esta vía del arte en un par de estaciones ya estará catalogado como figura, Pablo Aguado. Ha sido una tarde para saborear el toreo, para dejarse llevar y abandonarse al temple y la suavidad de Ferrera, a su torería, al relajo y el reposo de cada paso, de cada movimiento, de cada lance da capa, de cada muletazo, naturalidad e improvisación, gusto, sabores intensos del toreo eterno, fluyendo de la mente a las muñecas para manejar  el capote, del corazón a la cintura para enroscarse al toro con la muleta. Cada instante de sus faenas han sido gotas del más puro aroma torero, esencias del más bello arte. El perfume de la torería ha bañado Pamplona con la figura de Ferrera. ¡Qué manera de torear!, en redondo, al natural, sin la ayuda, una vía directa al edén de la tauromaquia. Ha sido una tarde para rendirse una vez más al magisterio de Juli, figura de época, grande entre los grandes de la historia, un portento que tiene una virtud muy difícil de igualar, la capacidad de llevar por la misma vía la ciencia de la técnica y la belleza y la clase del arte. Para coronarse artista primero hay que tener mucho conocimiento del toro y gran técnica para poder mandar y someter, y pocos como Juli reúnen esa capacidad. Inmenso, magistral, nueva lección de mando para poder a sus toros y a partir de ahí componer dos faenas repletas de buen gusto, de toreo reunido, templado, profundo, bajando la mano, ligando con emoción. Primero concediéndoles todo a sus dos Victorianos, llevándolos siempre a favor, la distancia y la altura que pedían, para acabar rompiendo por abajo con intensa emoción, belleza y pasión, sabiendo además hacer un guiño al público pamplonés con alardes y circulares que les han vuelto locos. Todo, absolutamente todo, lo ha hecho perfecto el madrileño. Y ha sido una tarde en la que Pablo Aguado ha demostrado que los tiene muy bien puestos. Solo así puede presentarse en San Fermín, en ese ambiente de bullicio, jolgorio, ruido infernal y constante desenfreno un joven sevillano cuyo toreo pide silencio máximo que solo se rompe con los olés que salen del alma tras los crujíos que provoca en cada muletazo. No ha renunciado a su concepto, a ese toreo templado, despacioso, relajado, que te lleva a otras épocas, a la de oro y plata del toreo, a Belmonte y Bienvenida. Maravilloso hable visto torear con ese gusto, con ese empaque, encajado, vertical, pasándose a los toros con desmayo, infinita suavidad, exquisitez suprema en cada muletazo, elegancia en la ligazón, torería, torería y más torería. El desenfreno hoy ha estado en el ruedo, en el duende, detrás de un capote y una muleta manejados con muñecas de seda por Pablo Aguado, el desenfreno del sentimiento y la pasión por el toreo eterno. Lo decía esta mañana en TVE tras el encierro, cuando se torea con el alma cualquier afición sabe apreciarlo, y hoy Pamplona se ha enamorado de este sevillano que ya nos tiene hechizados a muchos.
Solo Juli ha cortado una oreja, y podríamos sumar a la estadística que Ferrera ha dado una vuelta al ruedo, incluso alguno con algo de mala lecha apuntaría los pinchazos que han malogrado la consecución de más trofeos que hubieran acercado mucho las vías de los números y del arte. Son datos, ciencia pura, efímera aunque les cueste creerlo, porque el alma del aficionado vive del arte y de lo que le genera, y eso perdura, no se borra de la memoria y los aromas del gran toreo, eterno, atemporal que no atiende a normas, que se rinde a las musas y la inspiración, ese que hoy hemos podido sentir desde Pamplona, llenarán nuestros sentidos por siempre.
Por favor, vean la corrida si pueden, y si no disfruten con el mayor número de videos y resúmenes que encuentren, llenen los pulmones de arte y respiren el aire puro del mejor toreo.

Antonio Vallejo 

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