A la sexta tenía que ser la vencida. Tras el fulgurante arranque de los sanfermines con Diego San Román y Leonardo Hernández abriendo de par en par la puerta grande del coso de la Casa de Misericordia la cosa no acaba de tomar vuelo. Parece que la decepción que cada mañana se está implantando en los corredores pamploneses que ven que un día, y otro, y otro, son los cabestros los que dirigen el encierro y los toros van arropados en manada haciendo prácticamente imposible hacerse un hueco para correr en los pitones, se está trasladando por la tarde a la plaza de toros. Hoy parecía que era uno de los días indicados para el triunfo, asomaban por fin las primeras figuras y los toros eran de un hierro de postín. Diego Urdiales, Sebastián Castella y Andrés Roca Rey hacían el paseíllo para matar una corrida de Jandilla, ganadería que tiene su historial jalonado de éxitos en esta plaza y en otras muchas. Pero no ha podido ser. Una tarde más hay que hablar de decepción también por la tarde. Son muchas las críticas que se están vertiendo por parte de los mozos más experimentados en esto de correr el encierro contra los organizadores. Muchas críticas por el antideslizante que cada mañana se echa sobre el recorrido y que evita los resbalones de los toros, por ahí bien, pero eso conlleva que la manada no se fragmente, que no queden toros sueltos que den emoción máxima a las carreras por el riesgo que conllevan. Y también muchas críticas por el nivel de entrenamiento al que se ha sometido a los cabestros que ahora son más veloces que los toros, y claro, para un corredor de verdad no es lo mismo hacerlo delante de un manso o en paralelo al lomo del toro que hacerlo delante de los pitones, como toda la vida.
Decepción a todos los niveles a la que se han sumado los jandillas. Una corrida muy dispar en todo. Empezando por la presentación, totalmente desigual, difícil encontrar dos animales iguales. Desde un tercero bajo, fino de cabos, fino de mazorca y pitones, fino de cuerpo y bien hechurado, armónico, hasta un cuarto muy alto, zancudo, casi equino, con dos perchas descomunales, veleto es poco, astifino a más no poder, pitones que parecían haber pasado por la máquina de un afilador, destartalado y feo de hechuras, ha habido de todo, como en su juego, con tan solo primero y tercero con opciones reales y algo de la manejabilidad del quinto. Lo demás, también decepcionante, sin clase, escasos de raza, a media altura, soltando la cara, a la defensiva, sobre todo el muy manso cuarto.
Diego Urdiales dejó retazos de ese toreo añejo cargado de gusto que lleva dentro con le primero, un toro que decía poco en los primero tercios, con la cara alta, sin entregarse, pero que en la muleta sacó su fondo de bravo y encastado. Templado y natural el riojano, aprovechando el buen tranco del jandilla por el pitón derecho, bajando la mano, acoplado, muletazos largos y profundos repletos de torería, redondos de mucha belleza, ligazón y temple, la receta mágica de la emoción. Da gusto ver torear a Urdiales, sereno, relajado, puro y clásico, elegante, metiéndose a la plaza en el bolsillo. Lástima el mal manejo de la espada porque la faena iba para oreja. Con el grandón cuarto no tuvo opción alguna. Un manso desde salida, marcando querencia, huyendo a tablas como quien ve al demonio. Voluntad y disposición del de Arnedo, tratando de ponerle la muleta en la cara a este toro andarín y reservón, que no pasaba, sin entregarse, que soltaba la cara con peligro, defendiéndose. Pues a pesar de eso Urdiales consiguió robarle algunos naturales que parecían algo base de ponerle la muleta muy en la cara y llevarlo a media altura y muy templada sacando algo del fondo de nobleza que debía tener guardado el animal. Lo pasaportó con enorme facilidad para lo complicado que tenía que ser pasar por semejantes perchas como portaba el de Jandilla.
Sebastián Castella recibió al segundo por chicuelinas, el toro iba y metía la cara, pero fue un espejismo. Fue a menos de manera vertiginosa y llegó a la muleta también con clara querencia y a la defensiva, arreones y más arreones, hachazos, tornillazos, toda la gama de brusquedades que puedan imaginarse. Absolutamente imposible. Al quinto también le pudo lancear de capa por chicuelinas, manejable y con nobleza pero al que le faltaba clase y un punto de chispa y empuje para transmitir más. El galo dio una lección de técnica y de recursos de maestro y veteranía. Comenzó la faena de forma vibrante, en el centro del anillo, estatuarios y cambiados por la espalda que se sucedieron arrancando los olés que por una vez se escucharon más que los cánticos atronadores de las peñas. Hizo al toro mejor de lo que era gracias a una faena paciente, poniéndole la muleta adelantada, esperando que arrancara para tirar de él con mucho temple, conduciendo la embestida con suavidad y a la altura que pedía el toro. Ni un toque a las telas en las series en redondo y al natural que compuso, con gran firmeza e inteligencia, faena de figura a un toro que no llegaba ni a mediocre. A medida que se fue apagando el de Jandilla fue acortando distancias Castella para acabar metido entre los pitones pisando terrenos comprometidos que tanto le gustan y donde se le ve realmente cómodo. Un estoconazo hundido hasta la yema fue suficiente para la concesión de una oreja, la única de la tarde. Ya sabemos que Pamplona es como es, y una de las cosas que las hace diferente es que son capaces d conceder una oreja solo por una gran estocada, algo impensable en otras grandes plazas hoy en día. Particularmente me ha parecido que Castella ha estado fenomenal, técnico y en figura, pero la faena ha carecido de la emoción como para pensar en una oreja. La estocada sí, sin duda. Yo no la hubiera pedido, pero esto es Pamplona y San Fermín, el público manda y la ha pedido, y el palco la ha concedido. Así que nada que objetar, me parece perfecto.
Andrés Roca Rey es un auténtico ídolo en Pamplona. Casi me atrevería decir que el peruano viene a recoger el testigo del maestro Juan José Padilla en ese aspecto. Solo había que ver una pancarta colocada en una barrera de sol. "Silencio, por favor, torea Roca Rey". Y es verdad, el nivel de decibelios se ha desplomado, la chica ye-ye se ha ido tomar unos vinos y "El Rey" estaba en el ruedo durante las faenas del peruano. Sensacional, grandísima faena al tercero, el mejor toro del encierro, también el que me ha parecido de mejores hechuras. Lo recibió pies juntos, relajado, verónicas suaves que parecían delantales, lances con gusto y mucha clase que tuvieron continuación en un sensacional quite por chicuelinas y tafalleras que remató con una media de cartel y una larga brionesa cargada de sabor. Comenzó la faena de rodillas, llevando al toro muy por bajo, sometido, en largo, una maravilla de prólogo, para incorporarse y embriagarnos con un pase de desdén mirando al tendido que ha vuelto locos a los tendidos de sol. Toro pronto, repetidor, con clase, humillando, que se desplazaba con muy buen son al que Roca Rey toreó a placer, muy templado, bajando la mano, ligazón y emoción en cada tanda, especialmente las que instrumentó en redondo, poderosas, ajustadas, toreo encajado y de perfecto acople. Le costó algo más embestir por el pitón izquierdo pero al final los naturales también surgieron poderosos, mando de mano baja, hondos, ligados con emoción. Faena de mucha intensidad y transmisión que caló muy hondo en los aficionados de sombra y en toda esa maraña del público de sol que por un día estuvieron atentos al ruedo y no se perdieron una grandísima faena. Por si faltaba algo para poner a mil a los tendidos las manoletinas finales elevar la caldera casa más allá del punto de ebullición, una locura desenfrenada. La pena es que Roca Rey llegaba con una lesión en el hombro que le mermaba claramente sus facultades físicas. Los gestos de dolor eran evidentes y se le notaba que no tenía fuerza para poder ejecutar con garantías la suerte suprema. pasó un calvario con la espada y el verduguillo, pero al final pasaportó al Jandilla. Lección de compromiso y verdad del peruano que ha toreado muy mermado pero que no ha querido defraudar a la que es "su" afición. Ante el sexto tuvo muy escasa opciones. Un toro a la defensiva que no humilló, bronco y con peligro, sin clase ni entrega al que el peruano trató de llevar siempre conducido, templando e intentando bajarle la mano, pero era imposible. Para colmo el dolor cada vez iba a más y en esas condiciones lo mejor era quitárselo de en medio a la mayor brevedad. Bastante pudor ha demostrado como para censurable nada con la espada. Pasó otro calvario para matar al toro pero demostró que es una figura no solo por su toreo, sino por su compromiso con la tauromaquia y su profesionalidad, presente en todas las ferias, en todas las plazas y ante todo tipo de aficiones, sin buscar solo el aplauso fácil de seguidores incondicionales de una sola tarde. Lo malo es que en el aire queda la duda para dentro de 48 horas, ¿estará en condiciones de salir a matar sus dos toros?. A lo mínimo que pueda no dudo que lo hará.
Hoy Roca Rey se hubiera llevado una o dos orejas con el tercero de no estar lesionado, y otra Urdiales con el primero, pero la tarde ha sido como ha sido y al final, aunque lo que nos quede sea el recuerdo del gran toreo del peruano y el sabor toreo eterno del riojano, pero el balance numérico final no pude ser otro más que la triste soledad de una oreja ante unos decepcionantes jandillas.
Antonio Vallejo
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