Paco Ureña firmó ayer su faena cumbre. En Bilbao, en las Corridas Generales, palabras mayores, descerrajando la puerta grande de Vista Alegre - precioso el detalle de Fortes al querer llevar al maestro a hombros camino de la gloria - tras cortar cuatro orejas, dos a cada uno de su lote gracias a una buena faena rematada con una gran estocada y una obra maestra que le elevan al Olimpo de las grandes figuras del toreo. No voy a ser yo quien a estas alturas vaya a reprochar nada a las cuatro orejas, mantengo mi criterio de siempre, que si hay que pecar que sea de exceso, pero sinceramente creo que con el tercero un torero hubiera sido los más justo. Tengo la impresión que Matías González debió pasar mala noche tras la canallada que cometió con Luis David, quizás también arrastrara en su conciencia la injusticia con Manzanares, y su Pepito Grillo particular debió andar revoloteando por su cabeza recordándole todo lo malo que había hecho, porque no llego a entender si no que tras dos días de cabezonería y negación de la justicia se prestara a sacar el pañuelo de la segunda oreja con tanta celeridad como hizo en ese tercero, teniendo en cuanta además que la petición había decrecido considerablemente. Un toro al que recibió de salida con verónicas templadas y acompasadas, jugando bien los brazos, rematando con una buena media y al que planteó un inicio de faena rebosante de torería y gusto con ayudados por alto que hilvanó con un trincherazo y dos naturales de inmensa hondura. A partir de ahí una faena de alto nivel, con muletazos de una profundidad máxima, auténticos carteles de toros por sí solos, toreo reposado, relajado, muy acoplado, todo muy natural, sin ese punto de aparente crispación en el rostro y esa cierta exageración en lagunas posturas que quizás sean una de las poquitas cosas que pueda criticar de Ureña, que cuando abre tanto el compás y se encorva tanto el conjunto resulta un tanto forzado a mi modo de ver. Alterna series en redondo y al natural en las que intercala grandes muletazos con otros de menor calado que en momentos puntuales rompen algo el ritmo del trasteo que vuelve a tomar vuelo con cambios de mano muy despaciosos y pases de pecho sensacionales. Sin duda la serie más reunida y compacta llegó por el pitón derecho ya avanzada la faena, casi en las postrimerías, muy ceñida, erguida la figura, metiendo los riñones, la mano baja, enroscándose al toro, temple sublime, belleza máxima, y todo muy natural. Intenta matar en la suerte de recibir en dos o tres ocasiones pero el Jandilla no se arranca por lo que decide entrar al volapié y deja una gran estocada en todo lo alto siendo acunado por los pitones afortunadamente sin consecuencias. Insisto, una buena faena con torería y emoción aunque quizás le faltara algo para alcanzar la plenitud más una gran estocada que para mi podría haberse quedado en una oreja, pero en cuya ecuación también me vale el resultado de las dos orejas que abrían la puerta grande Vista Alegre a Paco Ureña. Lógicamente nadie sabía si el sexto iba a ser como los del lote de Urdiales, infumables, o iba a ser un gran toro, por lo que Matías González no quiso exponerse a otra bronca como la de ayer, aunque es cierto que un sector bastante numeroso le criticó la segunda oreja. Es lo que tiene hacerlo mal y luego quiere arreglarlo deprisa y corriendo, que a veces metes la pata dos veces. El caso es que al tirar la moneda del sexto salió cara y hoy solo nos acordamos del grandísimo triunfo de Ureña y su salida a hombros tras cortar cuatro orejas. Y lo que es más importante, esa es la imagen que ha salido en los medios de comunicación generalistas, lo mejor para difundir la Fiesta y que el mundo vea la realidad, la alegría frente a la barbarie de la que nos acusan. Al sexto lo saluda también a la verónica, con gusto, suave, pero el toro echa las manos por delante y lleva la cara alta, le cuesta humillar y esa condición desluce un tanto ese recibo capotero. Pierde las manos al salir del caballo y no da muestras de grandes cualidades de cara a la muleta. El brindis de Ureña a Urdiales es una muestra más de la pasta con la que estrechos estos hombres. Emotivo y caballeroso brindis, de respeto y admiración, pero también de cariño de maestro a maestro. ¡Que grande es el toreo y que grandes son los toreros!. Otro inicio de faena torerísimo, con suavidad y temple, por bajo para llevarse al toro a los medios. Portentosa la primera serie por el pitón derecho, temple y ligazón, la mano muy baja, la figura erguida, sereno, natural, suelto, redondos de inmensa profundidad para rematar con un cambio de mano y uno de pecho superlativos. A partir de ahí una sinfonía de toreo, una obra maestra, todo muy despacio, muletazos templadísimos por ambos pitones, ligando con la mano muy baja, la figura natural, muy ceñido, metiendo los riñones, encajado y acoplado, con un ritmo y una cadencia magistral, alargando el viaje hasta unos límites inimaginables, máxima emoción en los tendidos que responden con olés rotundos, secos, sentidos, nacidos desde lo más profundo del corazón. Faena maciza y compacta llena de sabor y aromas a grandísimo toreo que epiloga clavando las zapatillas a la gris arena bilbaína para instrumentar pases por ambos pitones con recorrido y profundidad que hila con ayudados por bajo sublimes de sabor y unos naturales finalesquebrando la cintura, roto, abandonado que son el elixir de la suprema felicidad para todos cuantos pudimos verlos y sentirlos, realmente celestiales. Mata de otro volapié digno de premio hundiendo el acero hasta la empuñadura que fulmina al toro en tres o cuatro segundos sin puntilla. Dos orejas sin ningún tipo de contestación y el éxtasis en Bilbao rendida al torero de Lorca que me atrevo a decir ha firmado la obra cumbre de su carrera.
El riojano Diego Urdiales, por su parte, tuvo muy mala suerte con su lote, nulos para el lucimiento tanto primero como cuarto. Pero esas pobres condiciones del lote no fueron obstáculo para ver y disfrutar una vez más de la calidad y la clase de Urdiales, que inunda la plaza de torería en cada paso, a la hora de colocarse, la manera de andar ante el toro, su figura, el temple y la suavidad con los que impregna sus pases, que depende aromas a toreo caro, añejo, basado en un concepto clásico y elegante, algo que pudimos sentir en un precioso quite por chicuelinas al tercero jaleado con olés secos por parte de los aficionados. Ninguno de sus toros tuvo un pase, dos animales sin entrega, sin recorrido, que soltaban la cara con mucho peligro, reponiendo, especialmente el primero, ante el que hizo lo único que había que hacer, enseñar las dificultades del animal, probarlo por ambos pitones, ponerse en un alarde de valor y compromiso y liquidarlo a la mayor brevedad posible. El cuarto fue también un toro duro y áspero, complicado, también peligroso, que hacía hilo, se revolvía, soltaba la cara y sabía lo que dejaba atrás. Enorme esfuerzo el de Urdiales, enorme su actitud, tragó los derrotes secos del toro, siempre trató de llevarlo toreado por ambos pitones, no se guardó nada y expuso una barbaridad. faena encomiable, de lidiador, sin renunciar a nada, jugándosela con infinita verdad. Tras sudar la gota gorda intentándolo por ambos pitones acabó doblándose a la antigua, recibiendo una gran ovación que premió su extraordinaria faena, porque todo lo que hizo fue perfecto y torero, lidiando, arriesgando y pudiendo al toro, lejos de la plasticidad y la belleza que nos tiene acostumbrados. Pero a cada matador hay que juzgarle por el toro que tiene delante y ayer Diego Urdiales estuvo magnífico, con una vergüenza torera encomiable, cuando lo fácil hubiera sido tirar por la calle de en medio. Él no lo hizo y la afición bilbaína supo reconocérselo con una fuerte ovación que recogió desde los medios.
Cayetano mostró ayer toda la raza que lleva dentro, como siempre hace, además de la enorme calidad que atesora. Hace no mucho tiempo un buen amigo y buen aficionado se sorprendía y casi se hacía cruces al escucharme decir que Cayetano era un gran torero, una figura del toreo. Sí, lo digo y lo mantengo, y ayer volvió a demostrármelo. Primero por su claridad de ideas, en todo momento supo dar a sus toros la distancia, la velocidad y el ritmo que pedía. Segundo por su seguridad y la tranquilidad que mostró toda la tarde, muy templado y reposado. Y tercero, porque derramó gusto y clase por los cuatro costados. Sensacional a la verónica en sus dos toros, acompasadas, suaves, cadenciosas, máxima expresión de belleza, rematando con unas medias que eran auténticos carteles, extraordinario con un galleo por chicuelinas para poner en suerte al quinto ante el caballo y superlativo, demostrando la raza y la casta que lleva dentro en las dos réplicas a Ureña en su turno de quites. Quitó Ureña por gaoneras ceñidas en el segundo y respondió Cayetano por tafalleras de ensueño, quitó Ureña a la verónica en el quinto y replicó Cayetano por gaoneras repletas de belleza y emoción rematadas con una revolera y larga cordobesa sensacional. Y toreó de muleta con un temple, una suavidad, una seguridad, una tranquilidad y una naturalidad digna de un maestro, como es él. Al segundo solo pudo torearlo en las primeras tandas en redondo, acopladas, reunidas, temple y mano baja, ligadas con gusto y clase. No tuvo más, por el pitón izquierdo resultó imposible, soltaba la cara, tornillazos descomunales cargados de peligro ante los que Cayetano no le perdió ni un paso y se puso en el sitio demostrando su enorme valor. Lo mató de un volapié magnífico y recibió una merecida ovación. El quinto llegó vacío a la muleta, pasaba sin emoción, sin entrega, pero no renunció a nada Cayetano, le puso la muleta por ambos pitones, llevó perfectamente la sosa embestida, con una despaciosidad y un temple exquisito, muy seguro, intentándolo hasta lo imposible en una muestra irreprochable de compromiso y responsabilidad, llegando a meterse entre los pitones con verdad absoluta en un arrimón sin trampa ni cartón. Igual que al primero de su lote lo reventó de otro volapié magistral que le sirvió para recoger otra gran ovación de la mayoría del público tan solo rota por unos pocos a los que prefiero no aplicables el calificativo que estoy pensando y que aún no olvidan y siguen rabiosos desde que Cayetano puso banderillas con los colores de la bandera de España, nuestra nación y su nación, aunque les moleste. Otros que sobran.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario