miércoles, 13 de octubre de 2021

Gloria torera de Marín, Morante eterno, ¡ay mi Morante!, valor sin límite y pundonor de López Simón, ¡viva el toreo!


 Cuando las mulillas arrastraban al tercero de la tarde comentábamos en el tendido que con lo que habíamos visto a esa altura de la corrida todo lo que llegara, como dice el Evangelio, se nos daría por añadidura. ¿Por qué no aprendemos nunca que en los toros es mejor no hablar hasta que se arrastra al sexto?, ¡que hasta el rabo todo es toro!. Tal cual ha sido la tarde, un inicio de ensueño y un final de antología. De un Morante de la Puebla dueño del toreo eterno, duende y pellizco, a un Ginés Marín confirmado en figura del toreo a hombros camino de la gloria en la noche madrileña pasando por un Alberto López Simón que se la ha jugado con toda la verdad del mundo en un alarde de valor sin límite, una tarde  de toreo pleno, en todas sus versiones, valentía, pundonor, entrega, compromiso, naturalidad, imaginación, rivalidad,  profundidad, mando, clase, gusto, transmisión, emoción, sentimiento y pasión. Todo eso y mucho más que soy incapaz de expresar con palabras lo he vivido en este 12 de octubre, nuestra Fiesta Nacional, el Día de España que hoy he vivido en toda su extensión, honrando a nuestros Ejércitos por la mañana y en las Ventas por la tarde, más no se puede pedir.
Corrida de claveles para cerrar la Feria de Otoño y la temporada taurina en Madrid en un año atípico que gracias a Dios está acercándose cada vez más a lo que siempre hemos conocido y que ha hecho que los tendidos de La Monumental haya lucido un espléndido aspecto, lleno de "no hay billetes" y real, era difícil ver cemento al aire, una sensación maravillosa de recuperar esa vida nuestra tras el paréntesis de unos meses que espero pronto reposen en el rincón del olvido. Corrida que arrancaba poniéndonos la piel de gallina y los pelos de punta con un paseíllo bajo los acordes de "Suspiros de España" y un silencio sepulcral, no se oía ni el respirar, durante la interpretación del Himno Nacional, instantes en los que contener una lágrima no ha sido tarea fácil para quienes sentimos y amamos a España y nos sentimos honrados por el glorioso pasado de nuestra Patria. Corrida de Alcurrucén con unas hechuras y una presentación excelente, presencia imponente, y seriedad, mucha, astifinos, hondos, trapío impresionante, láminas bellísimas, que ha tenido un juego dispar pero que por uno u otro registro ha mantenido el interés de principio a fin. ¡Cómo habrá sido que hasta el silencio y el respeto ha estado presente toda la tarde y cuando ha habido que censurar con razón se ha hecho en tiempo y forma como corresponde en todos y cada uno de los tendidos!. Así me gusta mi plaza y así me gustaría que fuera siempre, exigente y severa pero educada y cabal, así se siente la afición de verdad, pasión sin crispación, la mejor manera de decir adiós a esta temporada.
Desde que saltó el primero se palpaba ese algo en el ambiente que hacía presagiar algo grande, y qué mejor que el duende para abrir de par en par la puerta de los sueños. Una sinfonía con el capote entre olés vibrantes que hicieron temblar los cimientos de la plaza. Un toro suelto de salida, sin fijeza, no tiene prisa Morante, deja que la cuadrilla lo fije, y ahí sale el maestro. ¡Que verónicas!, para morirse e irse directo al cielo, el mentón hundido, toreando con la cintura, encajadas, ganando pasos y una media de locura para poner a la plaza en pie. Más todavía al sacar al toro del primer encuentro con el caballo, otro ramillete de verónicas deteniendo el tiempo, a compás, ¡el delirio!, otra media de cartel, expresión única de un genio. Y si nos quedaban fuerzas para aplaudir y gritar olés un galleo por rogerinas andándole hacia atrás lleno de torería y aromas, toreo de hace un siglo pero con la velocidad y el temple del XXI para llevar al Alcurrucén de nuevo al peto. Y de nuevo la plaza en pie, ¡éxtasis!. La sinfonía no podía desafinar, de eso se encargaron Juan José Trujillo y Javier Sánchez Araujo con un tercio de banderillas extraordinario y una brega magistral de Antonio Jiménez "Lili", porque Morante ya tenía en la mano la muleta en la que a modo de pentagrama iba a terminar de componerla. Los compases iniciales de faena con ayudados repletos de sabor y una trincherilla personalísima dejando la mano al son de la imaginación son la antesala de cuatro series, cuatro, quince o veinte muletazos, no más, ni falta que hacía, en las que hemos visto el mismísimo paraíso del toreo. Series encajadas, derechazos profundos, enroscándose al toro, mano baja, ligados con suavidad y temple, y unos de pecho celestiales, naturales hondos, también enroscados, Morante entregado, torería en cada movimiento, muy despacio, parando el tiempo, olés sentidos, crujidos del alma. Una estocada hundida hasta la yema rubrica la sinfonía de Otoño del maestro Morante y vale una oreja paseada entre la locura colectiva y particular, como la mía, en una vuelta al ruedo como su toreo, eterna. Con el cuarto ha sido imposible cualquier acercamiento a la posibilidad que todos anhelábamos de ver salir al sevillano a hombros camino de la calle Alcalá. Un toro manso, desde salida, huyendo de los capotes, nula fijeza, la cara alta, sin rematar en los burladeros, frenándose, sin recorrido. No cumple en varas, se deja pegar sin más, espera en banderillas, corta y se defiende como manso. Lo único con cierto lucimiento en este toro fue la brega de Morante para llevarlo al caballo echando el capote al suelo, poniéndoselo en la cara, muy tapado, la única manera posible de conducirlo, y dos monumentales redondos que logró robar con la muleta, profundos y largos acompañados con la cintura. No hubo posibilidad de nada más aunque lo intentó por ambos pitones, toro sin fondo, manso, cara alto, nulo recorrido y a la defensiva con el que hizo lo que había que hacer, abreviar y pasaportarlo lo antes posible. 
El segundo, preciosas hechuras, cornidelantero, muy serio, tomó bien las verónicas de saludo templadas y con ritmo de López Simón pero pronto mostró su falta de bravura y clase. Suelto, sin querer pelea, huyendo con clara querencia, se fue hacia el que guardaba puerta y allí recibió un puyazo sin emplearse, cabecea y hace sonar el estribo. Espera en banderillas, reservón, mucho mérito Manuel Rodríguez "Mambrú" y Jesús Arruga  que dejan los palos con solvencia, haciéndolo todo ellos, acompañados de una muy buena lidia de José Chacón preceden a una faena de muleta que arrancó con un monumental susto que quedó solo en eso de manera milagrosa. En el centro del ruedo cita López Simón al Alcurrucén que se arranca con fuerza, viniéndose por dentro para arrollar al madrileño y lanzarlo por los aires primero y posteriormente hacer presa en el suelo y tratar de cornearle cuando quedó a su merced. No sé como fue posible que no le hiriera y todo quedara en un palizón del que cualquiera de nosotros no nos hubiéramos recuperado en semanas, pero por fortuna pudo recuperarse y volver a la cara del toro. Muy valiente y decidido, aguantando y tragando parones, miradas y derrotes bruscos de un toro que no pasaba, al que había que plantarle la muleta en la cara y no quitársela, perderle pasos entre muletazo y muletazo para no quedar descubierto y ser cogido porque sabía perfectamente lo que dejaba detrás. Gran esfuerzo y pundonor, vergüenza torera y mucho valor, por ambos pitones, sacando derechazos y naturales aislados con profundidad, quizás en algún momento más entregado a la batalla que a buscar algo más de colocación, pero no se le puede reprochar nada a mi modo de entender. Lo dio todo y además lo dio con mucha sinceridad profesional y mucha verdad, jugándosela en cada pase. Mató de un espadazo arriba que liquidó al toro sin puntilla. De verdad, me supo muy a poco la fuerte ovación que recibió López Simón, me pareció muy escasa la petición de oreja y me cuesta entender que no se valorara el esfuerzo y la entrega del torero ante las condiciones del toro además de la sensacional estocada, como más me cuesta entender que no se le pidiera con más fuerza la vuelta al ruedo. Pero esta es solo mi opinión y mi forma de ver lo que el madrileño hizo mientras otros muchos no lo consideraron igual  lo hicieron con respeto, cuando y como se debe, esto es la Fiesta. El quinto, un cornidelantero abrochadito de impresionante presencia,  bajo de agujas, con movilidad de salida, fijeza y repetición en los lances de recibo pero las manos por delante y justo de recorrido. Tardo en varas, sin emplearse y agarrado al piso en banderillas cuajando José Chacón y Arruga un tercio sensacional que les obligó a desmonterarse. Tuvo dos series en la muleta, las dos primeras en redondo, en las que el toreo de trazo largo y profundidad nos hizo tener esperanzas, series ligadas por bajo, templadas, rematadas con buenos de pecho. A partir de la tercera fue a menos, tragaba dos muletazos y al tercero se acostaba y soltaba la cara con peligro, defectos más acusados por el pitón izquierdo por donde el recorrido era mínimo. Toro a menos y faena sin posibilidad de levantar el vuelo a pesar de los intentos de López Simón. De nuevo una sensacional estocada hundiendo el acero hasta la empuñadura en todo lo alto que revienta al toro sin puntilla. Ha podido tener defectos, es posible que con algo más de distancias y un toreo más pausado en algunos tiempos su lote hubiera dado algo más, o no, pero la entrega y la verdad con la que ha estado toda la tarde, además de otros méritos, merecían algo más y me ha dado pena que se haya ido de vacío sin cobrar una oreja que me hubiera parecido justa y de ley.
Ginés Marín sale de Madrid consagrado en figura del toreo no solo con las dos orejas cortadas al sexto sino con la sensación que ha dado toda la tarde y que ya preveíamos y sabíamos desde hace tiempo que era un hecho que ocurriera. Conocíamos su gran capacidad con el capote, hoy lo ha vuelto a demostrar en el segundo, un toro con clase y bravura al que le ha faltado más duración en la muleta para romper. Las verónicas de recibo al segundo han sido bellísimas, cargadas de sabor, jugando bien los brazos, cerrando al toro para recogerlo y evitar la tendencia a irse y rematar con una media mirando al tendido de auténtico lujo, pero aún mejores las que le ha pegado al probarlo a la salida del primer puyazo, mecidas, suaves y cadenciosas, una maravilla. Ha sido al cerrase el tercio de varas cuando hemos vivido uno de los momentos de mayor intensidad de la tarde y me atrevería a decir, de la temporada. Morante aprovecha su turno de quites y nos lleva al cielo con unas chicuelinas como no he visto jamás, con las manos muy bajas, abandonado, sublimes, deteniendo el tiempo, y le replica Marín por el mismo palo, chicuelinas ceñidas y una larga a una mano de escándalo. La plaza en pie, rivalidad sana, como siempre ha sido entre figuras, recuerdos de otras épocas gloriosas del toreo que hay que recuperar. Una vez más destacar a los de plata en banderillas, esta vez Rafael Viotti y Fernando Pérez con  tres magníficos pares con máxima pureza en su ejecución. Arranca la faena de rodillas, el toro se viene por dentro, susto, se incorpora y traza un tanda de derechazos con temple, adelantando la muleta, enganchándole y llevándolo en largo, profundidad y ligazón, tanda compacta y reunida con el toro que humilla y repite. Otra serie más en redondo con la mano baja en la que el Alcurrucén evidencia falta de gasolina, posiblemente vaciado en los quites por lo mucho que se le obligó, tirando del toro para dibujar redondos de mucha profundidad. Por el izquierdo le cuesta ya un mundo tomar la muleta, se queda muy corto y pierde ritmo y continuidad lo que obliga a Ginés a buscar muletazos de uno en uno, dejándole respirar, mucha técnica y saber pero la emoción decae por el apagón del toro. Lástima que las fuerzas o lo que se le exprimió con el capote, para mi se le vació ahí hicieran que durara tan poco porque condiciones tenía. Pero después de haber visito ese pique en quites todo tiene menos importancia y se comprende y disculpa más. El sexto salión con mucha movilidad pero escasa fijeza, huyendo de los capotes, no quería nada, iba a su aire, en varas se le picó bien, puyazos delanteros agarrados sin rectificar, pero en banderillas resultó un caos, lidia desordenada con el toro campando a sus anchas. Una vez más pocos dábamos un duro por ese toro y una vez más nos equivocamos. Sabíamos que se movía pero nada más y resultó que rompió en la muleta con bravura, y Ginés bordó el toreo, gloria pura. Sin probaturas, se fue a las rayas entre el 6 y el 7 y allí le plantó la muleta, enganchando el viaje muy alante, aprovechando la movilidad en recto al hilo de las tablas, templado, derechazos de trazo muy largo, mano baja, profundidad, ligazón, toreo carísimo, emoción y olés que retumbaban en la noche. Fuero dos series de un nivel estratosférico, mando y clase en la muleta además de gusto y sabor en los de pecho y uno de desdén sensacional. Pero donde Ginés Marín alcanzó la gloria del toreo fue al natural, el toreo de verdad, una primera serie con hondura, largura, temple exquisito, ligazón, la muleta arrastrada por la arena, que alcanza su cénit en otra que inicia por el pitón derecho en un redondo cosido a un cambio de mano apoteósico que hila con unos naturales superlativos y uno de desdén para abrochar la serie que desata la locura. De nuevo por el derecho, redondos profundos y un cambio de mano aún más largo que le anterior para quedarse colocado e interpretar un natural eterno que no acaba y parece casi un circular que pone a la plaza en pie, para acabar con naturales a pies junto dando el pecho, hondos, todo naturalidad, relajado, bellísimos rubricados con uno de desdén maravillosos y uno de pecho que no terminaba nunca. Se tira recto a matar, volapié majestuoso que pasaporta al gran toro de Alcurrucén cuyas orejas van a parar a las manos de Ginés Marín sin discusión posible.
En un día como este 12 de octubre, después de vivir y sentir con tanta intensidad emociones indescriptibles solo puedo dar gracias a Dios por el inmenso privilegio de ser español y taurino y poder gritar: ¡Viva España!, ¡Viva el toreo!.

Antonio Vallejo

lunes, 11 de octubre de 2021

Valor, compromiso, mando e importancia en Las Ventas

 

Apuramos los últimos sorbos de una Feria de Otoño que encara su recta final con una corrida de Santiago Domecq remendada con dos toros de la Ventana del Puerto que no respondió a lo que se esperaba de este hierro. Pero decepción no es sinónimo de tedio, no fue una tarde plomiza, para nada, tampoco fue triunfal, ni de lejos. Fue, en mi opinión, una tarde de muchos matices, en la que vimos muchas cosas buenas, y muy buenas, tanto por parte de la terna acartelada para matarla, Julián López "El Juli", Miguel Ángel Perera y Daniel Luque, como por parte de sus cuadrillas que nos brindaron una brega y unos tercios de banderillas extraordinarios, de una emoción, una verdad, una pureza y una torería superlativa. Pero por desgracia fue una tarde en la que tuvimos que asistir a un comportamiento lamentable por parte de ese sector de la plaza que, una vez más, no paró de molestar a destiempo y de una manera avergonzante a los que se la estaban jugando delante de unos toros que, si bien no tuvieron la presencia de otras veces - recordemos la de hace dos temporadas, imponente - nunca olvidemos lo que son, toros bravos que en un segundo, y ayer pudo ocurrir perfectamente, pueden herir e incluso matar al torero. Me parece intolerable lo que ocurrió en el quinto de la tarde, una vez más, cuando las verónicas de saludo de Perera a este toro fueron coreadas por ese minúsculo grupo con "miaus". Lo digo una vez más y claramente, lo de este sector minoritario de espectadores, me niego a llamarles aficionados, es penoso, con la actitud predeterminada con la que viene a la plaza siempre que se anuncian los nombres que todos sabemos. El otro día le tocó a Manzanares, ayer Juli era la diana principal de sus iras y Perera otro de los objetivos a abatir, sus fobias son claras, y no pararon de dar la nota toda la tarde enrareciendo el ambiente de manera insoportable. Miren, voy a comentarles tan solo un detalle que me parece muy significativo. Ayer fui acompañado por un buen amigo y aficionado, extremeño de nacimiento y malagueño de adopción, que estos días está en Madrid con su familia disfrutando de nuestra maravillosa ciudad. Lo pasó muy bien en los toros, disfrutó y sacó jugo de los muchos detalles y algo más que detalles que sucedieron en la tarde, pero al terminar la corrida me dijo que le había llamado mucho la atención el constante ambiente de crispación constante generada por "tan pocos". Sabía y había oído hablar de ellos pero no se imaginaba que en vivo fuera algo tan exagerado y desagradable. ¿Es esta la sensación que se llevan aficionados que vienen a Las Ventas desde otros puntos de España?. Mucho me temo que sí, y a este paso se van a cargar esta plaza. De verdad, no daba crédito al bochornoso espectáculo y le decepcionó ver a esta plaza sumida en lo chabacano.

Pero dejemos a un lado lo malo y vayamos a lo que realmente nos gusta a los aficionados, el toreo, lo que pasó en el ruedo y lo que nos emocionó y por instantes nos hizo vibrar. Y en este aspecto creo que hoy voy a empezar por la actuación de los toreros de plata, que se lo merecen por su extraordinaria actuación en la tarde de ayer. Lo de la cuadrilla de Perera fue apoteósico, en sus dos toros, portentosa la lidia y brega de Javier Ambel al segundo como Curro Javier al quinto y unos tercios de banderillas antológicos acompañados de Vicente Herrera, dejándose llegar a la cara, cuadrando y clavando de poder a poder, con pureza y verdad, saliendo del embroque andando con una torería suprema. En ambos toros tuvieron que responder montera en mano a unos tendidos puestos en pie que vibramos con su actuación. Como sensacional fue el tercer par que Álvaro Montes colocó al cuarto, en la misma cara dándole todas las ventajas al toro, o el segundo par de Zayas en el tercero de la tarde y el también extraordinario el tercio protagonizado por Juan Contreras y Alberto Zayas al que cerraba plaza, más emoción imposible, tres pares con los pitones en la mismísima barriga, arriesgadísimos, dejando los palitroques a la perfección para abandonar la cara del toro con torería y también tener que desmonterarse ante el clamor de todos. Y aunque es cierto que a alguno de los ejemplares lidiados no se les picó bien sí que hubo un tercio de varas extraordinario que fue el del sexto con J.M García "El Patilla" que dejó dos puyazos delanteros y arriba llenos de belleza y emoción, abandonado el ruedo en medio de otra gran ovación. Solo por estos tercios que disfrutamos ayer vale la pena pagar una entrada y sentir esa emoción, sin "miaus" ni otras tonterías.

Pero hubo más, a pesar de los intentos de los reventadores profesionales. Muy mala suerte tuvo Juli con su lote, deslucido y descompuesto el primero, sin fuerzas, sin emplearse, mínimo recorrido, la cara alta, vamos, que mantenerlo en pie fue un éxito. Tampoco es que mejorara mucho el cuarto, aunque al menos le permitió lancear a la verónica con gusto en el saludo de capa. Protestón en la muleta, soltando la cara, sin ritmo ni continuidad, un pase lo tomaba bien y hacía por meter la cara, al siguiente se quedaba a medio viaje y cortaba, poca clase, por lo que fue un auténtico milagro fruto de la técnica, el mando y la capacidad lidiadora de Juli una tanda que compuso por el pitón derecho de un trazo y una profundidad superior, posiblemente de los mejores si no los mejores derechazos de la tarde y que pasaron tristemente medio desapercibidos entre las constantes protestas contra cualquier cosa que haga el madrileño por parte  de los de siempre. Fue despedido con palmas de reconocimiento que ya imaginan a quienes no les parecieron bien, ¡olé el respeto!.

Mejor fue el lote de Miguel Ángel Perera, con más calidad y clase aunque les fallaron las fuerzas y se apagaron pronto. Buenas fueron las verónicas al segundo, templadas y acompasadas, rematadas con una media llena de sabor, inédito con el capote ante el quinto, un toro que no se empleó en los primero tercios, y por encima de sus dos oponentes en la muleta. Posiblemente el segundo, de la Ventana del Puerto, fue el toro con más clase del encierro. Vibrante arranque faena en el centro del anillo, citando en largo, las zapatillas clavadas, dos cambiados por la espalda escalofriantes, estatuarios, uno de pecho y un cambio de mano soberbio. Magnífico prólogo para un toro con movilidad, repetición y que humillaba en las primeras series por el pitón derecho, poderosas, por bajo, ligadas en el sitio, mucho temple, ni un toque a las telas. Lo que no sé es lo que no les convenció a los que no pararon de recriminarle, pero así fue. Tampoco lo entendía mi buen amigo que estaba encantado viendo a su paisano extremeño, no daba crédito y se preguntaba por qué no se podía mantener el respeto y el silencio y esperar al momento de expresar aprobación o reprobación una vez pasaportado el toro. Eso para mi es una aficionado, sí señor. Por el izquierdo no tuvo ese comportamiento, le cuesta arrancarse, corta el viaje, se para y busca, aguanta parones y derrotes Perera, quietud y valor para acabar de imponerse con el mando que le caracteriza y robar algún natural con enjundia. Y ahí se acabó el toro, no dio para más, recurriendo el extremeño a las cercanías, vertical, estático, firme, entre los pitones, terrenos que maneja como si estuviera mirando un escaparate, sacando pases de mucho mérito. Una entera desprendida y una para mi merecida ovación con saludos cerraron su primer capítulo. El quinto fue uy protestado de salida y, como pueden imaginar, todo fue a la contra. Deslucido en el capote y sin emplearse en el caballo despertó en un lucido quite de Luque por ajustadas chicuelinas y una bonita larga cordobesa previo al extraordinario tercio de banderillas que les relataba a cargo de Ambel y Herrera y que duró un suspiro en la muleta, tan solo los estatuarios de inicio hilvanados con otro cambiado por la espalda y uno de desdén lleno de aromas en los que la inercia de su movilidad pusieron emoción al asunto y un par de series compactas en redondo, ligadas en el sitio y con trazo muy bajo, mandón el extremeño. No hubo más, por el izquierdo se venía,  por dentro, peligroso, sin ritmo, por el derecho dejó de pasar y recurrió al toreo vertical entre los pitones marca de la casa, comprometido y valiente. Estoconazo arriba volcándose que fulminó al de Santiago Domecq en segundos para recoger otra ovación que, como no podía ser de otra manera fue protestada con los aspavientos de siempre por los de siempre.

Importante tarde la de Daniel Luque,  valiente y comprometido, firme y decidido toda la tarde, fajándose con dos toros que no permitían el mínimo despiste, con mucho  peligro y mucho que lidiar, toros  a los que les costaba salir de los vuelos, que se quedaban debajo revolviéndose y soltando la cara con muy malas intenciones y a los que el sevillano no les perdió la cara ni un instante. Todos sabemos lo buen capotero que es el sevillano y también hemos visto la gran evolución que ha tenido con la muleta en las últimas temporadas, y todo eso lo confirmó y reafirmó ayer en Las Ventas. Buenas las verónicas de recibo al tercero - toro con clara querencia desde que saltó - temple y gusto, ganando pasos a un toro con brío y genio que apretaba y que llegó a la muleta con la cara alta y poco recorrido, viniéndose por dentro, reponiendo con peligro, buscando herir, sin clase alguna. Tragó lo intragable el de Gerena, firme y valiente, poniéndole la muleta, sin quitársela de la cara, muy tapado, tirando del astado para componer series en redondo de mucho mando y valor cargadas de emoción por el peligro claro. Por el izquierdo era aún más acusado el riesgo, se la jugó con mucha verdad, cada pase era un nudo en la garganta, enorme Luque sacando pases que parecían imposibles de la única manera posible  a mi modo de ver, la muleta en la cadera para poder así alargar el escaso recorrido del de Domecq, siempre pendiente de la reposición y los hachazos que soltaba. Toda esa firmeza y verdad la rubricó con una estocada monumental tirándose recto en un volapié majestuoso. Oreja de ley y mucho valor. Ante el sexto dibujó un ramillete de verónicas de lujo, jugando los brazos con una gracia y una suavidad gloria pura, acompañando el viaje con la cintura, lances llenos de plasticidad, belleza y armonía, media de cartel, desvanecida, que llenó el aire de aromas de azahar maestrante, como el recorte a una mano con el que dejó colocado al toro en le primer puyazo, exquisito. De nuevo se la jugó a cara de perro en la muleta ante un toro que no embestía, nulo recorrido, con la cara alta, defendiéndose, brusco y bronco, una alimaña. Otra vez firme y valiente a más no poder el sevillano, todo lo puso y lo hizo él, se metió entre los pitones sin imposturas, poniéndole la muleta en la cara y bajando la mano para someter los arreones constantes, lucha sin tregua de la que salió victorioso. Inmenso el esfuerzo y el compromiso, yendo a más, robando muletazos imposibles, para cerrar el combate con unas manoletinas en las que se jugó la vida sin trampa ni cartón. Lástima que la espada no ayudara porque iba para otra oreja por la gran dimensión que demostró durante toda su actuación. Y reconozco que me hubiera encantado verle salir a hombros, no le hubiera puesto el mínimo pero, los de siempre seguro que sí.

No salió como esperaba esta tarde de domingo de otoño pero me reafirmó que cuando sobre la arena los toreros de oro y plata muestran el valor, el compromiso, el mando y la importancia que ayer hicieron gala Juli, Perera y Luque puedo salir contento por lo que vi, aunque en el corazón me quede el dolor de ese juicio acertado de un buen aficionado que disfrutó mucho de cuanto sucedió en el ruedo pero al que lo que por desgracia más le llamó la atención fue el ambiente tan enrarecido y crispado en el que unos pocos quieren envolver a esta querida plaza y que no se lo merece. Creo que merece la pena reflexionar sobre este problema cada día más insoportable. Gracias, amigo Agustín.

Antonio Vallejo



domingo, 10 de octubre de 2021

Ureña al natural y un señorial Manzanares, el sentido de la emoción


 Preciosa y luminosa tarde de toros que invitaba a ir a la plaza y soñar el toreo con una cartel rematado tanto en el apartado ganadero como en el de los espadas: Toros de Jandilla (los tres primeros) y Victoriano del Río (cuarto, quinto y sexto) para Diego Urdiales, José María Manzanares  y Paco Ureña. Así que era de esperar el magnífico aspecto que en esta tarde de viernes ha presentado Las Ventas, cualquier otra cosa hubiera sido preocupante. Una entrada de no hay billetes en función de lo permitido por unas normas de aforo que no acabo de entender. ¿Por qué el fútbol ya tiene el 100% de aforo?, ¿por qué cines y teatros también abren ya con el 100% de aforo?, ¿por qué  los toros no?. Seguro que hay alguna explicación que mis cortas entendederas no alcanzan a descifrar. El caso es que por unos o por otros siempre es el toreo el que caba perdiendo. Pero da igual, la ilusión, la pasión y la afición no nos la van a quitar ya tardes como la de hoy las seguiremos saboreando en el futuro, cuando todo vuelva a ser como antes. Curioso el pasado es el futuro añorado, nuestro pasado es lo mejor que tenemos, aunque muchos renieguen, a izquierda y supuesta derecha.
Como decía, seis toros de dos hierros distintos, Jandilla y Victoriano del Río, seis ejemplares bien presentados, cada uno en tipo respecto a su procedencia, variadas y buenas hechuras, muy serios, con trapío, con más volumen y kilos los de Victoriano pero sin los excesos que otras veces hemos padecido en Madrid. Dos han sido los que han destacado en el encierro, tercero y quinto, dos toros con bravura y clase, con recorrido y humillación, dos toros que han peleado en el caballo metiendo los riñones, con fijeza, celo y codicia, dos toros que si se han ido con las orejas puestas ha sido por la mala fortuna de Ureña y Manzanares con la espada. Estoy seguro que hubieran cortado un apéndice por coleta. El resto han tenido un comportamiento desigual, muy blando y escaso de fuerzas el primero, colaborador pero sin empuje ni poder, fondo de nobleza el segundo aunque corto de viaje y sosote, deslucido, sin raza ni bravura el cuarto, e intoreable el sexto, agarrado al piso, embestida descompuesta, a la defensiva y sin recorrido.
El peor lote fue a parar a manos de Diego Urdiales que bastante hizo con dejarnos en el primero detalles de su toreo con sabores añejos. Un toro de Jandilla precioso que desde salida mostró su falta de fuerzas, las manos por delante, si bien se movía aunque con escasa fijeza. No se le pegó en el caballo ante la evidencia y la lidia tuvo que hacerse con los capotes por las nubes, y a pesar de todo perdió las manos varias veces con la consecuente bronca, que fue a más en el tercio de banderillas a pesar del cuidado que tuvieron Pablo Simón y José Ángel Muñoz "Perico" de no obligarle lo mínimo, junto a una lidia primorosa de Víctor García "El Victor". Ni un pase soportó por el pitón derecho en la muleta, a media altura y ni por esas, y con mucha suavidad y mimo por parte del riojano, pero se iba al suelo una y otra vez. Fue por el izquierdo donde vi ese torero de empaque y seriedad de Urdiales, sabor a otras épocas, robándole naturales de enjundia, hondos y con más recorrido que el de Jandilla toleró mejor. La segunda tanda fue sin duda la más compacta y ligada porque a partir de esa solo aguantó dos muletazos para quedarse debajo en el tercero. Cerró la faena con trincherillas y remates por bajo de suprema torería para pasaportar al animal con una entera arriba dejada con gran facilidad. Pero fue el cuarto, un toro de Victoriano imponente, alto, muy serio, astifino, cornidelantero, ancho de sienes y generoso de mazorcas. Buenas las verónicas de saludo, templadas, cadenciosas, ganado pasos, y el toro repitiendo y metiendo la cara. Puro espejismo, hasta ahí llegó. Sin emplearse en el caballo, parado en banderillas y sin recorrido, excelentes los pares de "El Víctor" y "Perico", haciéndolo todo, llegando hasta la cara del toro y clavando con pureza. Nada en la muleta, la cara alta, embistiendo a arreones, hachazos a un lado y a otro, sin salirse de los vuelos, sin clase alguna, deslucido y sin emoción. Voluntarios, correcto y pulcro Urdiales con la muleta, más no pudo hacer.
Se encontró Manzanares con un segundo de Jandilla que tuvo su guasa, muy serio, abierto de cara, protestado me imagino por los kilos de la tablilla porque para mi gusto era un toro de buenas hechuras, armónico y con trapío, pero acorde a su procedencia, es decir, entipado. ¿Hace falta algo más?. Lo recibió con un ramillete de verónicas preciosas, ajustadas, el mentón hundido, a compás, ganando pasos, y el toro humilla y repite, buenas condiciones de salida, para rematar el saludo con una media de cartel. Se arranca con brío al caballo tomando un puyazo metiendo la cara de inicio pero desentiéndose de la pelea pronto para soltar la cara y hacer sonar el estribo. Pierde las manos a la salida por lo que el segundo puyazo tan sólo es señalado. Ureña no renuncia a su turno de quites e interpreta uno por gaoneras ajustadas en el que que el Jandilla se queda en los vuelos y engancha el capote desluciendo la suerte. Bueno el tranco en banderillas, movilidad en un extraordinario tercio a cargo de Daniel Duarte y Luis Blázquez, quienes respondieron desmonterados la gran ovación. Este comportamiento y el arranque de faena por doblones, largos, con gusto, tirando del toro hacia los medios hacían pensar en algo bueno. Pero el animal sacó genio y brusquedad, se vino por dentro ya en la primera tanda por el pitón derecho cortando el viaje, revolviéndose y pegando derrotes secos. Complicado y peligroso, un toro para poder y someter, exigente, pidiendo temple y mano baja. Por ambos pitones tuvo comportamiento similar, se quedaba en los vuelos, sin salir del muletazo, toma un pase de cada serie y al segundo corta y busca. En mi opinión Manzanares estuvo firme, valiente y con mando, bien colocado, poniéndole la muleta en la cara y, sin quitársela cuajar una par de series en redondo ligadas  de mucha emoción y calidad, rematadas con esos pases de pecho larguísimos marca de la casa. Repito, compromiso y esfuerzo del alicantino frente a este toro de peligro sordo que me da la impresión pasó desapercibido para muchos, al que pudo y mató de pinchazo arriba y un monumental volapié recibiendo una fuerte ovación. El quinto fue un torazo de Victoriano del Río, magníficas hechuras, bellísima lámina, imponente seriedad, bajo y hondo, un torazo. De nuevo verónicas de lujo, clase y elegancia en el capote, ritmo y compás, acompañadas con la cadera para rematar con una garbosa revolera, una auténtica delicia. Toro que humilla, repite y muestra fijeza, como demostró en varas, arrancándose en largo, buen galope, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones en dos soberbios puyazos a cargo de Paco María que recibió una gran ovación al abandonar el ruedo. Otro sensacional tercio de banderillas de poder a poder, con toda la verdad por delante, ejecutado por Manuel Rodríguez "Mambrú" y Luis Blázquez a los que acompañó con una lidia magistral Daniel Duarte acabando los tres montera en mano ante la atronadora ovación. Magnífico toro en los primeros compases de la faena, inicio torerísimo, flexionado, llevándolo en largo, mucho temple, elegante, señorial, un cambio de mano de lujo y un pase de pecho llevándoselo a la hombrera contraria que pone en pie a los tendidos. Tres series rotundas en redondo, ligadas por bajo, mucho mando, mucho temple, mucha belleza, mucha emoción, profundidad y recorrido, la muleta adelantada, tirando del toro, temple, sublime, cosido a la muleta, alargando el viaje, todo arrastrando la franela, y el toro humilla y embiste de bravo. No fue igual por el izquierdo, menos limpio, la cara alta, toca las telas y desluce. Persiste Manzanares y acaba embarcándolo en una portentosa serie de naturales divinos, hondos, rematados con uno de pecho enorme. Cambió el toro y también el torero. Toro a menso, acortando el viaje , reponiendo y buscando, tanto que en una de esas le engancha por la pala sin llegara a herir. Valiente y entregado Manzanares que se repone y le planta cara por ambos pitones en un final de faena de poder, de no dejarse ganar el terreno y demostrar quién manda a base de someter por bajo. Para mi sensacional José Mari, demostrando el torero que es, poderoso y artista, épica y estética para dominar las complicaciones de este toro exigente y encastado en el que algunos recriminaron aún no sé qué. Y tiene todo el derecho del mundo a pensarlo y expresarlo, pero no cómo y cuando lo hicieron. Como era de esperar tuvo que saltar el listo de turno con la frasecita preparada para la ocasión, "se va sin torear", la que traía de casa y no había encontrado cuando soltar. Y me perece bien que lo piense y lo exprese, esa es la gracia del torero, la diferencia de gustos y opiniones, pero no  dichas cuando este lo hizo, mientras Manzanares se perfilaba para entrar a matar. Ahí pierde toda la razón el que grita y demuestra, primero, pésima educación, segundo una ignorancia supina y tercero que no es aficionado. Será espectador pero no aficionado, quien hace eso no puede considerarse aficionado. Ya tendrá tiempo para expresarlo cuando muera el toro, como hizo la grandísima mayoría de la plaza con la ovación que le tributó a Manzanares. Ese es el momento, a ver si lo aprenden algunos. Por cierto, más de uno respiró aliviado cuando el maestro pinchó varias veces porque de matar a la primera la cosa iba de oreja y le hubiera dado el telele.
Paco Ureña solo tuvo un toro, el tercero,  porque el sexto fue una nulidad, el peor del encierro. Buenas hechuras y nada más, rebrincado de salida, descompuesto y sin clase, tardo, sin recorrido, la cara lata y defendiéndose, soltando tornillazos a uno y otro lado. El murciano hizo con él lo que debía, macheteo por bajo y matar, no había más. Otra edición había sido el tercero, un muy buen toro al que Ureña recibió por verónicas ajustadas y templadas, jugando bien los brazos, y una media a pies juntos como para morirse, ¡que belleza!. Muy buena la pelea en varas, mete la cara y se emplea con celo, metiendo los riñones en dos magníficos puyazos de Óscar Bernal. Arranca la faena sometiendo por bajo, doblones con recorrido y humillación rematados con un pase de la firma de escándalo. Toreo en redondo profundo, acoplado, encajado, muletazos ceñidos, metiendo los riñones, trazo largo, ligazón, todo por abajo, ritmo y emoción, series rotundas, un cambio de mano celestial y unos de pecho para abrochar las series realmente sensacionales. Por el izquierdo le cuesta más al de Jandilla tomar la muleta, protesta, puntea, más deslucido. Paciencia y colocación del murciano, temple y mando, poco a poco, demostrando quien manda comenzó a dibujar la pureza y la verdad al natural. Cruzado, dando le pecho, los pies juntos, dándole toda las ventajas al toro, la muleta adelantada fue plasmando sobre la arena madrileña naturales majestuosos, de una hondura inigualable, robados de uno en uno, volviéndose a cruzar, otro, y otro, y otro...así no sé si fueron seis o siete, todos ellos antológicos, para terminar por someter a este buen toro  en series de naturales ligadas por bajo de volverse loco. Luego una más por el derecho completamente entregado, redondos profundos, muy largos, ligazón y emoción máxima y el toro sin dejar de humillar y repetir, fijeza y codicia, bravura. Y una más por el izquierdo de regalo, abandonado, tanto que en uno le lanza por los aires, no pasa nada, vuelve a la cara del toro con la verdad y la pureza de su toreo al natural. Un final con ayudados por bajo exquisitos, de gusto y clase, dejan todo en manos de la espada. Y ésta dijo que no, se atascó y se escapó la o las orejas, no sé. Yo le hubiera dado las dos de matarlo a la primera, sinceramente. 
Pero el sabor que me ha dejado esta tarde de viernes vale mucho más, Ureña al natural y un siempre señorial Manzanares dieron rienda suelta a la emoción, para mi eso es el toreo. 

Antonio Vallejo



viernes, 8 de octubre de 2021

Ferrera en Ferrera, los Adolfos en Adolfos, el show final y mi ojo


 Mucho ha pasado desde el domingo y no estoy acostumbrado a escribir sobre lo que he visto en la plaza con tanto lapso de tiempo, pero todo tiene su explicación y sus ventajas, también sus inconvenientes. Creo que empezar por el final, los motivos, o el motivo de esta tardanza, es lo mejor, y no es otro más que un problema, afortunadamente sin gravedad ni secuelas a posteriori, en mi ojo izquierdo que me ha tenido medio fuera de combate prácticamente hasta ayer. ¡La izquierda siempre fastidiando! Si ya lo digo, ¡la izquierda solo tenía que estar permitida en el toreo!. Pero esto es pasado y no tiene más trascendencia, así que aquí estoy de nuevo dando guerra. 
Más importante es valorar lo que estos días me han aportado de cara a analizar lo que el domingo vivimos en las Ventas, una corrida en la que se lidiaban toros de Adolfo Martín para un único espada, Antonio Ferrera. Y a eso vamos. Lo primero, solo a un personaje tan peculiar y especial como Antonio Ferrera se le puede ocurrir la idea de esta encerrona, hay que echarle mucho valor y para mi merece todo el respeto y reconocimiento. Casi diría que es una locura que solo a este bendito loco - dicho con todo cariño, no en sentido peyorativo ni insultante - se le podía ocurrir. Y Ferrera estuvo en Ferrera, toda la tarde, con esa escenografía que en los últimos años ha desarrollado que en ocasiones puede resultar hasta exagerada, pero que es su tauromaquia, la misma que nos ha emocionado mucho y muchas tardes. Ya desde que se rompió el paseíllo estuvo en Ferrera, recogiendo la ovación que toda la plaza le tributó- un inciso, sorprendentemente no se llenó, incluso para mi la entrada fue muy inferior a la que esperaba - haciéndose acompañar de todas las cuadrillas de banderilleros y picadores que le acompañaron en esa tarde. Bonito detalle muy propio de Antonio. Y luego durante el desarrollo de la lidia, con cosas como hacer abandonar el ruedo al picador que guardaba puerta para que el segundo Adolfo no se arrancara hacia ese caballo, o el papel constantemente participativo que dio a los dos sobresalientes, en quites y a la salida y entrada al caballo en el tercio de varas, o lo del toro de regalo y el tercio de banderillas que protagonizó junto a Fernando Sánchez, José Chacón y Joao Diego Ferreira en ese sobrero de Pallarés que se lidió séptimo. En fin, cosas del maestro, algunas discutibles, como lo del picador, pero que no es nuevo puesto que una vez ya le vi, en una corrida de la Temporada Grande de La México, ordenar al piacdor ir al centro del ruedo y ejecutar la suerte de varas en esos terrenos, antípodas de la ortodoxia. Pero lo del toro de regalo lo dejaré para el final, que también tuvo su aquel. Otra cosa que también me gustaría comentar es si la lidia que dio a algunos de los toros fue la más adecuada o si esa manera de interpretar el toreo que en las dos o tres últimas temporadas ha encumbrado a Ferrera fue la más idónea para sacar lo mejor de los toros de Adolfo Martín, especialmente el sexto, el de más recorrido y calidad, pero me parece un atrevimiento ni tan siquiera sugerirlo y menos aún discutir lo que un torero hace delante de la cara del toro. Ellos están ahí y nosotros tranquilamente sentados en los tendidos y solo ellos saben lo que es el toro y ven lo que no vemos. Esa lección nos la recordó Emilio de Justo el sábado, convendría que no la olvidáramos. Y digo lo de siempre, cada maestro tiene su tauromaquia y sus estilo y cuando vas a verle ya sabes lo que hay, y Ferrera es Ferrera y estuvo en Ferrera, para bien o para mal, y volveré a verle torear, claro que sí.
Al igual que el matador los toros de Adolfo Martín estuvieron en Adolfo, también lo sabemos cuando vamos a una corrida anunciada con este hierro. ¿Decepción? No sé si para tanto, pero sí que al menos la sensación de que alguno de los ejemplares llevaba dentro algo más de lo que se le sacó. Nada que objetar en mi opinión a la presentación, en tipo, muy serios, veletos, todos astifinos, auténticos puñales, alguno protestado en el sector habitual por sus kilos, lo de siempre. Otra cosa el juego y desilusionante, en general flojos y justos de fuerzas, algunos con carácter y esa reposición tan característica de su encaste, revolviéndose desde debajo de la muleta, aunque tampoco fueron las alimañas inlidiables de otras ocasiones. Tampoco se comportaron mal en el caballo, concretamente segundo, tercero y sexto se emplearon en varas y nos dejaron en la retina tercios vibrantes con sensacionales puyazos a cargo de Antonio Prieto, Pedro Prieto y Carlos Prieto, ¡también es casualidad, debe darlo el apellido!. Sin duda el de mejores condiciones del encierro fue el sexto, con más recorrido y humillación pero que duró poco y del que a lo mejor había que haber tirado un poco más al final del muletazo para que rompiera. Otros tuvieron calara querencia y el primero tuvo nobleza y colaboración, pero en general hubo tan solo momentos de emoción aislados, tandas de derechazos y naturales sueltas  en el segundo, toro con fondo de nobleza y clase, o la salida del peto en el quinto con unos delantales arrebujaditos andándole hacia atrás llenos de torería, pero fueron detalles en un conjunto que para mi careció del ritmo y la continuidad necesarios para levantar la tarde. Detalles que sobresalieron en lo tercios de banderillas y la lidia de las cuadrillas, sin duda donde se alcanzaron las más altas cotas de emoción. ¡Cómo estuvieron los de plata!, ¡que tercios de banderillas!. Fernando Sánchez,  José Chacón, Manuel Izquierdo, Joao Diego Ferreira, José manuel Montoliú, Javier Valdeoro, Jesús Díez "Fini", Miguel Murillo y Antonio Vázquez, todos estuviero a grandísima altura y unos cuantos tuvieron que saludar desmonterados las fortísimas ovaciones que recibieron al fianlizar los tercios de banderillas. Un auténtico lujazo. Así que los Adolfos estuvieron en Adolfos, y tuvo que salir un sobrero de Pallarés para que Ferrrera cortara la única oreja de la tarde.
Y ahí es donde comenzó el show final. Visto el desarrollo de la corrida y la imposibilidad de triunfo el maestro Ferrera solicitó algo que en España es más que inusual pero que en México es una costumbre arraigada y aceptada, el toro de regalo. ¿Excentricidad?. No lo sé, pero creo que a pocos se le hubiera ocurrido hacerlo tras seis toros para él, con eso se considera más que suficiente y, si no ha salido bien y no hay triunfo, pues mala suerte. El caso es que lo pidió y el palco se lo concedió. ¿Mi impresión y mi opinión?. Pues que la plaza lo aceptó de buenas y con cariño en agradecimiento y reconocimiento al esfuerzo que Ferrera hizo, y me parece bien. El resultado es que saltó el sobrero de Pallarés y dio juego, vivimos el emocionantísimo tercio de banderillas que relataba antes, con el matador, Fernando Sánchez, José Chacón y Joao Diego Ferreira colocando cuatro pares monumentales saludando desmonterados desde el tercio en medios de una locura total, y los momentos de mejor toreo por ambos pitones, adornado también de cierta teatralidad, para matar  de una casi entera, cortar una oreja pedida casi por unanimidad y dar una vuelta al ruedo apoteósica. Pero se le ocurre, al final de esa vuelta al ruedo con la oreja, ¡pedir otro de regalo!, el inicio del show. Yo di por sentado que un toro de regalo ya era bastante y, ya de noche y fría y con mi ojo izquierdo jodiéndome (con perdón) me despedí de mis amigos y enfilé hacia el vomitorio cuando oigo que me llaman y me dicen que pedía el segundo. Mi respuesta fue que gracias pero que con un regalo ya era de sobra, me iba a mi casa. Se anunció por megafonía ese segundo sobrero y cuando bajaba las escaleras para slair a la calle oigo por la misma megafonía que no, que aunque el palco dijo que sí al segundo de regalo el reglamento decía que no. Un show, más bien un circo impropio de la primera plaza del mundo. El presidente accedió pero alguien debió decirle que ya bastaba, que era tardísimo y que otro de regalo con el propósito de intentar cortar otra oreja y abrir la Puerta Grande no era serio, y para mi no lo es, pero se hace de otra manera, diciendo no desde el principio. A todo esto el matador desde el ruedo diciendo que el toro lo paga él, gesticulando con golpes en le pecho, lo dicho, un show que sobraba, pero así fue el final.
Y ahora me voy de nuevo a los toros para ver la corrida del día 24 de septiembre aplazada por la lluvia. Una preciosa tarde más primaveral que otoñal, temperatura perfecta, viento en calma y un cielo de un azul purísima precioso que invitan a soñar con lo mejor. En el cartel toros de Victoriano del Río y Jandilla para Diego Urdiales, José maría manzanares y Paco Ureña, ¡casi nada al aparato!. Voy feliz y afortunadamente repuesto y dispuesto a disfrutar de esta bendita locura que es el toreo y que, aunque lo quiten del bono-fraude-compradevotos por 400€ con el que el gobierno comunista pretende sobornar a los que cumplen 18 años en este 2021, ¡a nosotros no nos lo van a quitar!. Quizás por benditos locos como Ferrera capaces de enfrentarse a este bello animal que es el toro bravo y que tantos ignorantes desconocen.

Antonio Vallejo

domingo, 3 de octubre de 2021

Emilio de Justo, dueño y señor de Madrid


Se ha apoderado de Madrid, es suyo, rendido a sus pies, una afición que ya le ha adoptado como "su" torero, entregada al maestro, rendida a sus pies, hechizada por su arte y su poder, enloquecida tras lo vivido y sentido ayer en Las Ventas. Ya era un hecho desde este 4 de julio con su magistral Puerta Grande en la Corrida de la Cultura mano a mano con Antonio Ferrera, aunque el idilio venía de antes, desde aquella Feria de Otoño de 2018, un 30 de septiembre, al desorejar aun toro de Puerto de San Lorenzo y salir a hombros en una tarde épica por las circunstancias. Dos días antes toreaba en Mont de Marsan, su padre falleció ese mismo día, un toro le corneó en el muslo y fue operado en la misma plaza. No podría haber vivido sin despedirle y para eso viajó en una ambulancia hasta su tierra natal, para dar el último adiós a su padre. Y del cementerio a Madrid, donde le esperaba ese mano a mano con Antonio Ferrera, porque su integridad y su profesionalidad tampoco le permitían fallar a algo que ama por encima de todo, el toreo, y a algo que respeta y honra, la afición. Aquella tarde fue muy intensa en emociones, de Justo convaleciente, los ojos llorosos recordando a su padre, dos orejas, Puerta Grande, la plaza volcada con él, sentimientos desbordados, el reconocimiento y la consagración de una figura del toreo con una carrera forjada en el sur de Francia, rechazado y olvidado en España, enfrentándose a encastes y hierros de esos que llaman "duros", durísimos diría yo. Nunca abandonó ni renunció a nada, mató lo que ponían delante, como dicen los versos de Calderón, "Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo como ha de ser es ni pedir ni rehusar". Honradez y sacrificio han sido las señas de identidad de este hombre de verdad durante años y han tenido su recompensa. Si aquella tarde de septiembre de 2018 vivimos emociones desbordadas, si el 4 de julio vivimos la pasión por el arte y la torería, lo que ayer vivimos superó a todo, algo incontrolable y muy difícil de expresar con palabras, todos los calificativos serían pocos. Me cuesta recordar olés tan roncos y sentidos como los de ayer, me cuesta recordar una plaza en pie en cada serie porque no aguantábamos estar sentados, me cuesta recordar unos gritos de "TORERO, TORERO" que retumbaran como los de ayer, pero nunca me costará recordad que ayer 2 de octubre de 2021 vi a Emilio de Justo cortar dos orejas a un toro de Domingo Hernández de nombre Farolero y salir a hombros en medios de un mar de aficionados y gargantas enloquecidas al grito de ¡TORERO, TORERO, TORERO!.
Un toro de 623 kg, muy grande, alto, con mucha caja y  acongojante por delante, menudos leños. Un toro con poca movilidad en el capote, "si es que con tantos kilos cómo se va a mover, estos toros solo le valen a Toribio" comentábamos en el tendido. Entra al caballo al tran-tran y Juan Bernal agarra un buen puyazo delantero y medido en el castigo, sin que el de Domingo-Hernández se empleara, dormido en le peto, dejándose pegar sin más. "Verás tú como llega a la muleta, dos pase y a matarlo, no puede ni con el alma" , seguíamos comentando, esperando mientras Ángel Gómez y José Manuel Pérez Valcarce banderilleaban con una solvencia y una facilidad pasmosa para lo que tenían delante, un bicho de proporciones y cuernos descomunales. ¡Por qué no habríamos estado calladitos!. Pero no solos nosotros, todos, absolutamente todos los que estábamos en Las Ventas. Solo dos pensaban distinto, solo dos sabían lo que iba a pasar, un toro y un torero. Farolero sabía de su bravura, su raza y su casta, además de sus fuerzas y Emilio de Justo, ¡ay cuanto ha aprendido este hombre en las plazas francesas para enfrentarse a toros como ese! El fruto de tantos sustos, cornadas y malos ratos lo recogió ayer en una faena antológica que nadie habíamos visto hasta que tomó la muleta y por doblones lo sacó hacia lo medios con una suavidad, un cariño y un trato exquisito, obligándole, sometiendo la fiereza que llevaba dentro, todo por abajo, alargando el viaje, flexionado, torería y mando para rematar con uno de pecho descomunal. Esa y solo esa era la única manera de meter a ese toro en la muleta y sacar todo el fondo que llevaba, ese era el inicio que hizo posible todo lo que vino a continuación, y sólo estaba en la cabeza portentosa de un figurón del toreo como es Emilio de Justo. Todo lo que vino fue un tsunami de emociones incontenidas, de principio a fin, ritmo y continuidad, una serie tras otra con la plaza inmersa en un estado de excitación que, lo digo de verdad, no recuerdo haber vivido en una plaza de toros,  en pie al final de cada tanda por uno y otro pitón, sin decaer ni un ápice la intensidad, olés y más olés roncos, desde lo más profundo del alma y las palmas rotas a aplaudir. Seriesrotundas y compactas por el pitón derecho, muletazos largos, tirando del toro que se arrancaba con brío, lo que junto a la inercia y la fiereza de su embestía transmitía y emocinaba hasta la extenuación, metía la cara, exigía por cuanto buscaba las telas y hacía por ellas, pero de Justo, perfecto de colocación, encajado y acoplado, nos enseñó lo que es le temple, llevándolo cosido a la muleta sin que ni una sola vez tocara la franela, técnica y mando descomunal. Esas series en redondo fueron de escándalo, ligazón y profundidad, muy por bajo, con le clímax en la tercera, para ver repetida una y mil veces, rematadas todas ellas por unos de pecho de pitón a rabo, llevándoselo a la hombrera contraria, largos no, eternos, yo creo que alguno aún no ha acabado, y todos en pie con la piel erizada. Y por el izquierdo naturales de una hondura impensable, ligados, dándole el pecho, metiendo los riñones, la mano baja, largos, antología del toreo, también rematando con más de pecho tan largos y bellos como los anteriores, y ni un toque a la muleta, temple, señores, temple, eso es. Ni se cansaba Emilio ni se cansaba Farolero, embistiendo con la misma bravura, fuerza y fiereza que llevaba dentro, una lucha de poder a poder entre toro y torero siempre en los medios culminada con derechazos majestuosos hilvanando un cambio de mano que por sí solo vale para pagar una entrada y el último de pecho desarbolando las leyes del tiempo. Parecía todo hecho, la cumbre de su carrera, pero aún se guardaba un último regalo, una joya de torería vestida en obispo y oro tras tomar el estoque de verdad. Lo tira sobre la arena y compone un epílogo a pies juntos, derechazos al natural, dándole el pecho, y un ramillete de pase por bajo andándole hacia las rayas del tercio, trincherazos y adornos por bajo, auténticos carteles, bellísmos, con el toro y el torero entregados y la plaza entera en pie a gritos de ¡TORERO, TORERO! en éxtasis, un estado de comunión perfecta  toro-torero-afición, un solo ente para elevarnos al nirvana. Se tiró con todo a matar, recto, por derecho, desafiando a los 623 Kg y los pitones que le apuntaban, para dejar un estoconazo monumental que hizo rodar a Farolero desatando la histeria colectiva. ¡Como fue la cosa que hasta el palco se sumó a la comunión  toro-torero-afición y sacó los dos pañuelso sin que fuera necesario montar la de siempre para conceder la segunda oreja!. Después, imagínense, una vuelta al ruedo de las que pocas veces vemos, casi diez minutos, recogiendo de Justo todo lo que le llovía   desde los tendidos, locura desbordada e incontenida. Eso sí, cuando se abrieron la puertas de chiqueros para que saltara el sexto, tenía el cuerpo como si me hubieran dado una paliza tras el caudal de emociones vividas con un hombre que se merece este triunfo apoteósico, Emilio de Justo, dueño y señor de Madrid.

Antonio Vallejo

P.D: Reseñar, como debe ser porque también estuvieron a un nivel supremo aunque las cotas alcanzadas en ese quinto eclipsan todo, a Julián López "El Juli" y a Juan Ortega que cada cual en su estilo cuajaron una gran faena la primero y al sexto. Y decir también que la corrida de Garcigrande-Domingo Hernández estuvo magníficamente presentada, muy seria y ofensiva, buenas hechuras los seis y comportamiento dispar. Tuvo Juli un primero enclasado al que toreó a placer tras un arranque de trasteo flexionado, por abajo con temple y suavidad, ganando terreno, enorme plasticidad y belleza. El poder y le mando de Juli, basado en una técnica fuera de serie y un conocimiento del toro difícilmente igualable le permitió torera a placer a este noble toro. Series reunidas por ambos pitones, la mano baja, largura de trazo, ligadas en el sitio, haciéndolo todo muy despacio, con gusto y clase, derechazos y naturales pasándose al de Domingo Hernández muy cerca, embraguetado, rematando con sensacionales de pecho para abrochar la faena por bajo, trincherillas de escándalo y uno de pecho larguísimo a la hombrera contraria. Deja una entera volcándose y tiene que recurrir a un golpe de descabello para pasaportar al toro. Una oreja para mi justa y merecida que 10 ó 12  protestaron, como hicieron durante toda la faena, los reventadores que le tienen en el punto de mira, como le pasa a Manzanares o al mismísimo Morante. En fin, siempre la misma cantinela. El sevillano Juan Ortega nos relajó en el sexto tras el palizón emocional de Farolero con una faena exquisita de gusto, elgancia y naturalidad, azahar sevillano en vena, desde el arranque, por bajo, trincherillas  al paso, despacio, hacia los medios, aromas a toreo del "güeno". Templado y acoplado, componiendo la figura en cada pase, bellísimo trazo, sentimiento en cada tanda, profundidad, hondura, como quieran llamarlo, metiendo los riñones, desmayado, muy despacito, saboreando derechazos y naturales de estrella Michelín a los que los tendidos respondimos con más olés que retumbaron en la ya noche madrileña. Abrochó la faena con toreo caro por bajo, trincherillas y pases de la firma hilvanados con seda más unos naturales dándole el pecho maravillosos perdiendo una oreja segura por el fallo a espadas. Pero el sabor y el regusto que nos dejó vale más que un apéndice y se sumó a lo que ayer vivimos en Las Ventas, algo que se resume muy fácil en dos palabras. EL TOREO.

sábado, 2 de octubre de 2021

No se les puede hacer ésto


 Ayer recuperábamos el pulso taurino con una novillada de Lopez Gibaja como arranque del segundo fin de semana de esta Feria de Otoño venteña que nos dejó una sabor de completa decepción. Así de claro. Seis novillos se lidiaron y solo uno se salva de la quema. Seis novillos de hechuras dispares, algunos toros por hechuras y edad, a punto de cuatreños,  como el primero, tercero, cuarto y sexto, cuajados, hondos, tremendamente ofensivos por delante, en contraste con segundo, muy protestado por cara y falta de remate por detrás,  y quinto  largo que tampoco gustó a parte de los aficionados. Seis novillos que, para resumir y no repetir cinco veces lo mismo, sin juego, deslucidos, sin raza, sin fuerzas, alguno con cierta nobleza, que es como decir algo para no decir nada. Una decepción. El único que tuvo fondo y emoción fue el tercero, un animal con movilidad y teclas que tocar, exigente y encastado al que Alejandro Adame creo que hubiera cortado una oreja de no marrar con el descabello. No hubo más. 
A esto se tuvieron que enfrentar tres novilleros, el cacereño Alejandro Fermín, el toledano Ignacio Olmos y el mexicano Alejandro Adame, que seguro venían a Madrid con una maleta llena de sueños e ilusiones y que se marcharon con tan solo una pesada mochila repleta de decepción, como salimos de la plaza todos los aficionados. Yo no les puedo poner ni un pero a ninguno de los tres, hicieron cuanto pudieron con un ganado imposible para el triunfo, ganas y compromiso no les faltó, voluntad y decisión tampoco, lo demostraron con el capote, con la muleta, en los quites aunque los novillos no colaboraran, pero una y otra vez chocaron con el muro de la falta de bravura, o con el de la invalidez, caso de Fermín con el primero, o con el de la masedumbre, caso de Olmos con el segundo. Repito, intentaron darlo todo. 
Así  Fermín dibujó en el saludo capotero al primero dos lances al hilo de las tablas bellísimos, a una mano, dejando el capote lacio, una larga con suavidad y gusto, relajado, con desmayo incluso, y con la muleta mostró buenas maneras, bien colocado, templado, tratando de bajar la mano y alargar el recorrido, buena capacidad técnica y gusto, algunos derechazos y naturales tuvieron importancia y profundidad pero con las escasa cualidades de sus novillos el conjunto no tuvo ritmo ni emoción. Más o menos lo mismo le pasó a Olmos, incluso peor, porque su lote fue aún más deslucido. Al segundo, manso de solemnidad, siempre huyendo a tablas, trató de agarrarlo en las rayas del tercio pero el de Gibaja se defendía a arreones, tornillazo tras tornillazo, sin que en ningún momento el toledano le perdiera la cara, valiente, firme y decidido, y con el quinto no tuvo la mínima opción, novillo agarrado al piso que pasaba con menos gracia que un turista japonés en un tablao flamenco. Puso toda su voluntad pero era imposible sacar nada de un bicho sin fondo. 
Solo Adame pudo llevar emoción a los tendidos con un tercero de magníficas hechuras y preciosa lámina, muy serio, con cuajo y hondura, con movilidad, fijeza y repetición de salida, metiendo bien la cara en el capote del mexicano que lo recibió a la verónica, a pies juntos, mucho temple y compás, jugando los brazos, ganando pasos, suavidad y gusto, bellísimo saludo rematado con una media de cartel. Si los olés resonaron en el capote mayor fue el retumbar de las palmas en el caballo. ¡Que gran tercio de varas a cargo de Óscar Bernal!, ¡que maravilla!, ¡cuanta belleza y emoción encierra este tercio cuando se ejecuta así!. Se arrancó en largo el novillo, pronto, con buen tranco, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones, dos puyazos majestuosos de Bernal agarrados arriba y delanteros, como debe ser. Atronadora ovación para el picador en su retirada por el callejón. En la muleta fue, a mi modo de ver, un novillo exigente, con movilidad y más genio que clase, pero que tuvo emoción y para mi estuvo muy bien Adame, firme, decidido y valiente desde el principio con una cambiado por la espalda de escalofrío, colocándose bien, siempre en el sitio, tragando y aguantando mucho, sobre todo a partir del tercer muletazo de cada tanda con el novillo rebañando y buscando carne, bajando la muleta, con temple, tratando de alargar el viaje para sacar muletazos por ambos pitones de mucho merito y gran calidad, como el epílogo de faena con ayudados por bajo cargados de sabor. Se tiró a matar por derecho, recto, volcándose sobre el morrillo para colocar una entera delantera que acabó escupiéndose. Creo que si llega a haber acertado en el primer golpe de verduguillo  se le hubiera pedido una oreja y me hubiera parecido muy justo, sinceramente. Con el que cerraba plaza no tuvo opción alguna, un novillo sin fondo y a la defensiva a base de tornillazos. Lo mejor que hizo fue quitárselo de en medio con prontitud.
Creo que una vez más debemos pararnos a pensar en el futuro de la Fiesta. Ese futuro está en tardes como la de ayer, está en los novilleros, los que un día podrán llegar a matadores, y hay que cuidarles. Para empezar, si son novilleros tiene que lidiar novillos, con edad y hechuras de novillos, serios por delante pero novillos y hay que juzgarles como novilleros, no como matadores. En Madrid, y ayer volvió a ocurrir, hay un sector que, en mi opinión, confunde exigencia con exceso y pide toros en vez de novillos, y como salga un ejemplar con hechuras, peso y presencia de tres años en seguida se le protesta, además de exigirles lo que no son. Ya vimos la pasada semana el trato injusto a Manuel Perera y ayer otra vez lo mismo con Adame. Cuando  se perfilaba para entrar a matar tuvo que saltar el listo de turno con ese cántico que aburre de "hay que torear", después de lo que hizo y tragó el mexicano. A ese sujeto habría que llevarle un día a ver los toros desde el callejón para que respetara a quienes se ponen delante de esos bichos. Sí, digo al callejón y no digo al ruedo, porque alguien capaz de gritar eso en ese momento tan inoportuno  no merece el honor de pisar la arena de Las Ventas, eso lo primero, y segundo, no llegaría abajo porque se lo haría antes todo en los pantalones. Nos estamos acostumbrando a que los novilleros maten auténticos toros antes de tomar la alternativa y creo que no debe ser así, que es un error y perjudica mucho a estos jóvenes que vienen a Las Ventas a dar todo lo que llevan y se encuentran con animales como los de ayer. Es la eterna discusión entre los que consideramos el trapío como proporción, armonía y seriedad y quienes lo consideran peso, volumen y aparatosidad por delante, y así seguirá siendo, porque la verdad de la Fiesta realmente es esa, la diferencia de opiniones, criterios  y gustos de todos y cada uno de los aficionados, siempre que se lleven y expresen con respeto, algo que por desgracia se pierde muchas veces en Las Ventas. 
Sinceramente lo creo, a los novilleros no les puede hacer ésto.

Antonio Vallejo

lunes, 27 de septiembre de 2021

Feria de Otoño, lo importante es volver


 Así lo veo yo, lo importante era volver. Volver a los toros, volver a ver Las Ventas con este magnífico aspecto, volver a reencontrarnos con los abonados de siempre,  en definitiva, volver a lo que estábamos acostumbrados, volver a sentir la vida como siempre la hemos sentido. Cierto es que tuvimos el 2 de mayo - ¡que lejos queda aquel día de tantas emociones -, y que tuvimos dos corridas extraordinarias el 26 de junio y el 4 de julio con las que recuperamos sentimientos y emociones añoradas durante los meses de cruda pandemia. Fueron rayos de esperanza de cara a un futuro que gracias a Dios ya es presente y que nos anuncia un futuro en el que lo único que queremos es que vuelva a ser como el pasado. Durante muchos meses estuvimos huérfanos de lo que tanto nos  apasiona, el toreo, que para muchos es la vida. Se torea como se es, decía Juan Belmonte, y se es como se torea, podríamos añadir, porque el toreo es nuestra identidad y nuestra forma de ser y sentir, porque es la vida, nuestra vida, la que hemos conocido y la que queremos volver a disfrutar. Recuerdo los días en que, tras los meses de encierro absoluto, se comenzó a anunciar alguna corrida de toros, incluso alguna feria adaptada a las circunstancias, los días que se presentó la llamada gira de reconstrucción como tabla de salvación de una tauromaquia que agonizaba, recuerdo también la envidia sana que nos generaba Francia el pasado año cuando veíamos la cantidad de localidades del sur galo en los que se lidiaron toros, más tarde una nueva temporada que poco a poco iba tomando forma y un verano como este de 2021 en el que los festejos iban surgiendo a lo largo y ancho de nuestra España. Poco a poco volvíamos a lo de siempre, la normalidad, no nueva, como dijo cierto personaje al que espero pronto quitemos de en medio. Pero en todo momento echamos en falta los dos pilares fundamentales de nuestra Fiesta que, guste o no guste, son Madrid y Sevilla. Y están ya aquí, Sevilla con una feria de San Miguel espectacular en la que están todas las figuras y todas las ganaderías de primer orden y que estoy disfrutando como nunca a través de Canal Toros. ¡Ay lo de Morante en La Maestranza el pasado domingo 19!, solo eso vale toda una feria. Y desde este fin de semana es Madrid quien se suma a tirar del carro del toreo con su Feria de Otoño, un ciclo que arrancó el viernes con una corrida de Victoriano del Río y Jandilla para Diego Urdiales, José María Manzanares y Paco Ureña que tuvo que ser aplazada al próximo 8 de octubre por las inclemencias meteorológicas, una novillada de Fuente Ymbro para Manuel Diosleguarde, Isaac Fonseca y Manuel Perera, y la corrida de Victorino Martín este domingo para López Chaves, Alberto Lamelas y Jesús Enrique Colombo, a las que seguirán las programadas para los dos próximos fines de semana y que nos han vuelto a hacer sentir que la vida, el toreo, vuelve a ser como siempre. Para mi esto es lo más importante, volver, y después quedarse para siempre, que nada ni nadie nos robe ni prohiba lo que es nuestro, la afición, la emoción, la pasión, la Fiesta, porque somos como somos, somos lo que somos, españoles, con mucho honor.
De nuevo sentado en mi abono - como hemos debido hacer la mayoría de abonados venteños, elegir nuestra localidad de siempre para volver a nuestra plaza - he sentido que el tiempo pasado estará en el recuerdo, que no en el olvido, de aquí a nada. Pudo ser el viernes pero la fuerte tormenta que cayó en Madrid a primeras horas de la tarde dejó el ruedo de La Monumental completamente impracticable. No había otra opción, por mucho que nos doliera, echar para adelante esa corrida hubiera sido una temeridad y un fraude viendo el barrizal en que se había convertido la arena venteña. Solo un pero a la acertada decisión, que se tardó mucho en comunicar y que no puede ser que durante alg más de 45 minutos tuviéramos que estar los aficionados aguantando en nuestros asientos una determinación que a las seis de la tarde, hora del comienzo del festejo, era más que evidente. Tan solo con que los matadores, la presidencia y la empresa hubieran salido a inspeccionar el lamentable estado del ruedo a las seis y diez o y cuarto hubiera bastado, ahorrándonos una espera sin sentido. Pero al menos imperó la lógica y la cordura y el próximo 8 de octubre disfrutaremos del festejo en toda su integridad... si el tiempo no lo vuelve a impedir.
Ayer sábado fue una muy seria e interesante novillada de Fuente Ymbro - algunos eran auténticos toros - la que nos hizo olvidar todo lo pasado y no recordó que el toreo estará siempre presente. Tres jóvenes novilleros que representan el futuro de la Fiesta y que demostraron valor, entrega, compromiso y buenas maneras como toreros. Una valiosa oreja cortó Manuel Diosleguarde al cuarto, un fuenteymbro que hasta la muleta no se definió y al que el salmantino toreó con largura y profundidad por el pitón derecho, mano baja y ligazón, encajado, metiendo los riñones, si bien por el izquierdo se descompuso el trasteo por varios enganchones a las telas que deslucieron las tandas de naturales, para rematar la faena con preciosos ayudados por alto. Ya en el primero, un toro que se venía por dentro especialmente por el pitón izquierdo, demostró sus buenas maneras en el toreo en redondo, temple, poniéndole la muleta en la cara, llevándolo muy metido para remachar con unas bernadinas ajustadísmas, de infarto. A ambos novillos los mató a la primera por lo que me parece justa y merecida la oreja cobrada. El mexicano Isaac Fonseca demostró valor ante el segundo, un novillo con mucha movilidad y más peligro. Embestía a arreones, se echó a los lomos a Perera en un quite y volteó a Fonseca varias veces durante la faena de muleta, pero se repuso como si nada, nunca le perdió la cara, siempre estuvo en el sitio, poniéndole la muleta, bajándole la mano para tratar de someter la brusquedad de su embestida terminado por imponerse en un par de tandas portentosas en redondo, templadas, profundas y ligadas. Lo mató de un espadazo sensacional y recibió una fuerte ovación. El quinto le dio pocas opciones, parado, deslucido, sin emoción, pero Fonseca lo intentó todo, poniéndose, ofeciéndole la muleta planchada, tratando de llevarlo siempre toreado, pulcro, pero el novillo se vino abajo prácticamente desde el inicio del trasteo, completamente desfondado. Po su parte el extremeño Manuel Perera dejó claro lo que es, un torero al que nada le puede parar, ni siquiera la gravísima cornada que recibió en mayo en Vistalegre y que pudo costarle la vida. El valor y arrojo que ha mostrado este sábado en las Ventas lo atestigua. Da igual que el segundo le volteara en el turno de quites, da igual que el tercero le arrollara violentamente al inicio de la faena de muleta cuando toreaba con ambas rodillas en tierra, se repuso de la conmoción y poco a poco fue sometiendo al exigente y encastado fuenteymbro a base colocación, temple y poder acabando en una sensacional serie por el pitón derecho dejándole la muleta en la cara y un arrimón de verdad, sin trampas. Mató de una certera estocada y recibió una merecida ovación. Poco pudo hacer frente al sexto, al que recibió a portagayola, otra muestra más de  como debe venir un novillero a Las Ventas, a por todas, estando a punto de ser arrollado. Arrancó la faena con cambiados por la espalda y una serie de derechazos, buscando siempre la ligazón. Pero no sé por qué algunos le afearon la colocación y, claro, de esa manera el toreo ligado y con ritmo desapareció al tener que recurrir Perera a pases de uno en uno, eso sí, cruzándose, para no herir sensibilidades puristas. Una pena porque de haber continuado con los registros iniciales la cosa hubiera sido distinta, o eso me pareció a mi. 
Y hoy domingo se completó este primer fin de semana de Otoño con una corrida de Victorino que ha tenido dos toros buenos, segundo y quinto, el lote de Alberto Lamelas, pero que en el resto no ha cumplido con lo que esperábamos de este hierro. Seis cárdenos que salvo el tercero, terciado y lavado de cara aunque con dos pitones de aúpa, para mi han estado bien presentados, entipados, albaserradas de pitones a rabo, muy serios, abiertos de cara, vueltos los pitones, apuntando al cielo, especialmente los reseñados segundo y quinto, imponente presencia ambos, dos auténticos leños por delante. El primero se mueve de salida, mete bien la cara en el capote y repite aunque tiene poco recorrido y va justo de fuerzas. Bien llevado al caballo por López Chaves, andándole hacia atrás, echando el percal abajo, donde recibe dos puyazos en los que se deja pegar, sin emplearse, perdiendo las manos al salir del peto, lo que hace aumentar el nivel de las protestas. Llega a la muleta corto de recorrido, con la cara alta, a la defensiva, acusando su falta de fuerzas, aunque tuvo cierta nobleza y ganas de meter la cara en los engaños que con suavidad y buena técnica le puso en la cara el salmantino, buen trato, perdiendo pasos entre muletazo y muletazo para poder colocarse, todo bien, pero sin llegar a conectar con los tendidos. Un pinchazo arriba y una casi entera tendida feuron suficientes para hacer doblar al victorino. Otro de los que asustaba por presencia fue el cuarto, que desde que saltó dio muestras de blandura perdiendo los cuartos traseros y al que se le pegó mucho en el caballo. No sé cual habrá sido el motivo, si lo justo que iba de fuerzas, si el castigo en varas o ambas cosas a la vez, el caso es que a la muleta llegó parado, le costaba arrancarse y cuando lo hacía pasaba como si nada, soso y deslucido, sin ritmo, con la cara a media altura. Voluntarioso López Chaves, justificándose, pero sin conseguir nada, por lo que creo que debió haber cortado la faena mucho antes de cuando lo hizo. 
Alberto Lamelas se fue a recibir a los dos toros de su lote a portagayola, declaración de intenciones, ganas y disposición, es lo mínimo que se debe pedir. El resto hay que demostrarlo. Tuvo el jienense el mejor lote, dos victorinos que tuvieron movilidad, recorrido y raza, dos toros que metían la cara y repetían pero que llevaban la sangre que llevaban y a los que había que hacerles muy bien las cosas. Magnífico el saludo de capa a ambos toros, echando le capote abajo, lidiando, sometiéndolos, ganándoles terreno para rematar más allá de la segunda raya. Para mi tanto el segundo como el quinto fueron toros con serias opciones de trofeo, con recorrido y movilidad, pero con las dificultades propias del encaste, dos toros para hacerles todo bien, con mucho temple, fundamental,  porque a la mínima desarrollan sentido y se complican. Fue bueno el arranque de faena en los dos toros, pro el pitón derecho, series reunidas, compactas, con temple, profundidad, mano baja y ligazón, vibrantes, con emoción, a las que los tendidos respondieron con olés. Es posible que algunos toques a las telas en el segundo o que el tirar del toro en los muletazos  que creo que pedía el quinto fueran las causas de que ambas faenas no tomaran más vuelo y que perdieran algo de ritmo, especialmente por el pitón izquierdo de ambos donde el recorrido y la continuidad bajaron de nivel. Naturales sueltos, algunos de gran hondura y bellísimos, teniendo que perder pasos entre cada pase rebajaron el nivel de emoción que presagiaba el arranque de faena y retornaron el trasteo a los derechazos, pero por ahí ya se revolvían antes y sabían lo que se dejaban detrás. De lo que no hay duda es de la firmeza de Lamelas, que siempre estuvo en el sitio, plantándoles la muleta en la cara y tratando de llevarlos toreados, pero repito, creo que le faltó algo de temple y tirar más de la embestida. Mató de entera desprendida al segundo y entera caída al quinto y recibió ovación con saludos como premio en su primero. Por cierto, ambos toros fueron ovacionados en el arrastre, a mi entender con buen criterio y sigo pensando que llevaban más dentro y que se les podía haber sacado. 
Jesús Enrique Colombo nada pudo hacer ante el terciado y anovillado tercero, un toro de escaso recorrido que se revolvía y permitía poco. Lo mejor en este tercero, y quizás también del sexto, fue el manejo del capote, echándolo al suelo, muy bajo andándole hacia atrás para sacarlo a los medios, así como el tercio de banderillas, derroche de potencia y facultades físicas, reuniendo y clavando en la cara del toro, con pureza, especialmente el tercer par en ambos casos. Sin recorrido ni fuerzas llegó el tercero a la muleta, cara a media altura, defendiéndose, reponedor, sin acabar de pasar, por lo que el venezolano acortó con acierto y mató de un espectacular estoconazo que pasaportó al victorino  de manera fulminante. El sexto fue un toro que se dejó hacer, con cierta nobleza, que iba pero al que había que enganchar alante y tirar de él para sacar algo lucido. Tremendamente voluntarioso anduvo Colombo pero al victorino le faltaba un punto de calidad y alguno más de empuje para transmitir y generar algo de emoción. Bien el venezolano, disposición y querer a raudales, pero sin poder sacar más porque realmente no lo había. Se tiró a matar con decisión y colocó otra sensacional estocada para firmar el fin de esta primera entrega de la Feria de Otoño a la que aún le quedan siete episodios más que esperemos respondan a las ilusiones que tenemos todos los aficionados.


Antonio Vallejo

miércoles, 18 de agosto de 2021

La imbecilidad humana no tiene límites...pero sí nombre


 Se preguntarán los habituales lectores de este blog, acostumbrados a las fotos que habitualmente ilustran mis entradas, que es este adefesio que posiblemente haya dañado su ojos y por qué aparece en este blog. Este ser se llama Ana González, socialista, no podía ser de otra manera, y resulta ser alcaldesa de Gijón. Resulta que a este ser se le ha ocurrido la brillante idea de ¡prohibir! las corridas de toros en Gijón. ¿Motivo?. Agárrense bien a cualquier asidero que tiene a mano, que la cosa es de traca. Bueno, de traca no, de espanto, de horror, como es el socialismo y comunismo que engendros físicos como ese representan. A este ser le parece que puede prohibir un arte que es patrimonio cultural de todos los españoles porque el pasado domingo 15 de agosto, en la Feria de Begoña de Gijón, se lidiaron toros de Daniel Ruiz que tenían por nombre Feminista, lidiado por el maestro Morante de la Puebla como primero de la tarde y dos Nigeriano, lidiados como segundo por el maestro Juli y como cuarto de nuevo por Morante. En serio, ese es el "motivo", por eso les decía agárrense. A esta tal Ana González eso le parece algo terrorífico, algo dañino para la humanidad, algo que, por supuesto, jamás debe permitirse. Les juro que he buscado y rebuscado declaraciones de este ser que ocupa el cargo de alcaldes de Gijón en las cuales se pronuncie, por ejemplo, por Afganistán y lo que les viene encima a las mujeres de aquel país, pero no he encontrado nada, silencio, callada como una...para eso no tienen lo que hay que tener. Ya sabemos que los socialistas y comunistas, valga la redundancia, conectan muy bien con los terroristas, los islamistas y los talibanes, valga también la redundancia, y que lo que pase a las mujeres por esos lares les parece hasta bien - aún espero la reacción de la ministra Montero o la etarra Belarra, me ha salido rima, qué bien - pero que poner esos nombres a unos toros de lidia es algo que posiblemente acabe con la humanidad. Y ya no les digo si encima los mata Morante, ¡de VOX!, ¡fascista!, ahí seguramente se la pase por la cabeza resucitar las checas.
De verdad, este ser es rematadamente imbécil. Para empezar una inculta de tomo y lomo que desconoce que en las ganaderías, desde hace siglos, a los toros se les pone el nombre de la madre, que para más señas es una vaca, alcaldesa, y eso se mantiene durante generaciones aunque le cueste creerlo. Mire, según me he informado, hace 58 años nacieron unas vacas en la ganadería de Daniel Ruíz dos vacas a las que les pusieron por nombre Feminista y Nigeriana, sin más, y esas vacas engendraron toros que se llamaron Nigeriano y Feminista (porque Feministo no existe en español aunque no se lo crea), y seguramente más vacas que, siguiendo la tradición, adoptaron esos mismos nombres, así hasta llegar a los toros lidiados el domingo en Gijón. Si tuviera un mínimo de sustancia gris, leyera y se informara se daría cuenta que hay nombres de toros legendarios en distintos hierros (hierro es algo equivalente a ganadería, para su información, alcaldesa) que se repiten década tras década, y no pasa nada, es lo normal. Pero a usted, obsesionada como todo socialista o comunista, de nuevo la redundancia, en acabar con España y todo lo que suene a español se le ha encendido una lucecita - me imagino que será la de reserva neuronal, como la de gasolina en los coches - y ha buscado su minuto de gloria prohibiendo los toros en Gijón. A ver, una idiotez la puede decir cualquiera, usted también como ha demostrado, pero es que prohibir algo que es patrimonio cultural porque le sale de donde le sale, del odio puro, puede ser algo peor, porque usted debe saber que prohibir algo a sabiendas que no puede hacerlo creo que se llama prevaricar, y ahí está pisando terrenos cenagosos. Con todos los problemas que tendrá Gijón, con todo lo que habrá por resolver y gestionar, con la situación que estamos viviendo, con los dramas que muchas familias gijonesas han sufrido y sufren por la pandemia,  a esta tipa solo se le ocurre esta tontería. En fin, sobran más palabras.
No sé en qué acabará todo esto pero lo que me queda claro, transparente, cristalino, es que la imbecilidad humana no tiene límites pero por lo menos tiene un nombre, Ana González, alcaldesa de Gijón.

Antonio Vallejo

domingo, 8 de agosto de 2021

Si Morante no hubiera existido tendríamos que habérnoslo inventado

Único, irrepetible, tocado por la varita mágica del toreo, un genio, duende y embrujo, así es Morante, figura inigualable, por encima de las leyes del tiempo, maestro de época, de todas las épocas, a las que cada tarde nos transporta en su capote y su muleta con suertes rescatadas de siglos pasados, torero para la historia y la eternidad. Podríamos decir nombres míticos de cualquier época , podríamos incluso intentar compararle con maestros más o menos lejanos en el tiempo, pero el intento sería vano, jamás encontraríamos otro igual. 

Sí, todo eso es Morante, imprevisible, sin guiones escritos ni tauromaquias teledirigidas por normas y leyes, sin las rigideces de ese falso purismo preocupado por medir hasta el milímetro con escuadra y cartabón  una supuesta perfección, en las antípodas de lo cartesiano, poesía pura, no un manual predeterminado, en el que todo surge desde la imaginación y el sentimiento para transformarlo en emoción y pasión, en arte, en definitiva, el TOREO. Pero sería muy injusto y superficial si me quedara ahí y obviara que Morante es mucho más que todo eso. Morante encierra un conocimiento del toro y los terrenos magistral, solo así es posible llegar a torear como él lo hace. Morante demuestra un compromiso y un valor fuera de toda duda, a pesar de lo que digan por ahí, tanto dentro como fuera de la plaza. Solo así es posible una encerrona como la de ayer en El Puerto de Santa María ante  seis toros de Prieto de la Cal, algo que ningún otro estaría dispuesto a hacer, porque Morante los tiene muy bien puestos, en la plaza frente al toro y en la vida frente a quienes tan solo desean la destrucción de España y el toreo. 

La de ayer en El Puerto significó mucho más que una tarde de toros, precisamente en esa plaza de la que Joselito  dijo en su día que quien no había visto toros en El Puerto no sabe lo que es una tarde de toros. La de ayer no se puede medir y valorar con la matemática, porque sería un cero absoluto si nos atenemos al resultado numérico de trofeos, vueltas al ruedo, ovaciones o toros aplaudidos en el arrastre. No lo fue, al revés, creo que fue una tarde en la que el maestro de La Pueble del Río dio un paso al frente y un golpe en la mesa ante la anestesia de la vulgaridad. Lo hizo él solo, sin miedo, aún sabiendo que la probabilidad de que sobre el albero de El Puerto sucediera lo que sucedió. ¡Dios mío lo que se hubiera oido hoy si los seis toros hubieran sido de otro hierro! Pero no, eran de Prieto de la Cal y salieron como salieron, mejor dicho, como era más que previsible que salieran. Seis animales sin casta ni raza, sin un átomo de poder, imposibles no digo para cualquier lidia, imposibles para el mínimo atisbo de imaginación de algo, ni tan siquiera amago de alucinación. Uno tras otro fueron saltando, vacíos, sin fondo, tampoco sin hechuras que al menos hicieran alegrar la vista, quizás en el tercer hubo un amago de soñar la gloria en las verónicas de Morante, intentó estirarse pero fue un visto y no visto, posiblemente el quinto bis, un sobrero de Parladé bien hecho con más clase y calidad que quizás recibió en el caballo más castigo del que requería, invitó a despertar del letargo en el quite y en las primeras tandas de muleta con profundidad y sabor, pero no llegó a romper. Toros a la defensiva en los que la emoción era imposible de sentir, ni siquiera presentir, que en su falta de todo llevaban un peligro indigno, que se lo digan a Juan José Trujillo o a Lili que las pasaron canutas, incluso el mismo Morante, que finalmente tuvo que torear con los pies, a la antigua, por bajo, doblándose para someter a un toro ingobernable y con mucho riesgo, pero además haciéndolo como él lo hace, un ballet lleno de armonía y aromas lejano al rock and roll acrobático o el break dance callejero en lo que tantas veces se convierte el macheteo vulgar. ¿Es o no tener valor enfrentarse en solitario a una tarde como esta de ayer? 

Para mi mucho, y con esa decisión creo que Morante, además, ha tirado por tierra muchos falsos mantras puristas sobre la variedad de encastes y hierros. Como aficionado que soy me encanta ver todo tipo de toros y toreros, a todos los respeto, valoro y defiendo, creo firmemente que en nuestra Fiesta deben encajar todos y que la grandeza de este arte es que a cada aficionado le llega más un toreo que otro. Pero dicho esto también hay que decir y repetir que tengo mi gusto y que la emoción me llega por el toreo profundo de mano baja y trazo largo, el toreo acoplado y reunido con el toro humillando y repitiendo. Y ese toreo lo he sentido con encaste Domecq, Nuñez o Albaserrada, por supuesto, pero por mala suerte o desgracia han sido tantas las tardes en las que me he tragado corridas "duras", "toristas", "encastes minoritarios", en las que la "emoción" solo estaba en el riesgo y el miedo máximo ante animales prácticamente inlidiables, con la respiración cortada y el corazón en un puño, el "uy" o el "¡ay!" en lugar del olé que a mi sale del corazón cuando la emoción me llena por la belleza de un muletazo hondo, que al final elijo unos carteles antes que otros. 

El cartel de ayer tenía un nombre, Morante de la Puebla, que encarna ese toreo que a mi me llena, aún sabiendo que los toros podían mandar al limbo todas mis ilusiones y sueños, esos con los que siempre voy a la plaza y que el duende y el embrujo de Morante son capaces de colmar con una verónica, una media, un trincherazo o un natural. Sin ese sentimiento no existiría el toreo y si Morante no hubiera existido tendríamos que habérnoslo inventado.

Antonio Vallejo

lunes, 5 de julio de 2021

Emilio de Justo, la consagración de una figura para reventar una temporada

¿Qué es la cultura? Si uno acude al diccionario de la R.A.E se define como conjunto de conocimientos  que permite a alguien desarrollar su juicio crítico y también como conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Esta calurosa tarde de domingo de julio en Madrid se anunciaba la Corrida de la Cultura con un cartel de lujo que no me extraña que llevara a colgar el "no hay billetes" en la taquilla de Las Ventas, el formado por Antonio Ferrera y Emilio de Justo en un mano a mano con toros de Victoriano del Río. Desde luego que ambas definiciones van que ni pintadas aplicadas a nuestra Fiesta. No hay duda  que cualquier aficionado, con sus conocimientos del toreo, puede realizar un juicio de una tarde de toros y tampoco tengo dudas de que el toreo, como dice el diccionario, es un modo de vida y costumbres, diría más, es un modo de vivir y sentir único, sin igual, basado en unos valores hoy en desuso, sacrificio, compromiso, respeto, en las antípodas del relativismo y buenismo imperante, y que los toreros, Emilio de Justo lo ha demostrado claramente, atesoran conocimientos y grado artístico en cantidades astronómicas. Quizás los antitaurinos debieran dar un repaso al diccionario, y a tantas cosas, antes de volcar su odio en pos de la prohibición, demuestran mucha incultura. 
Ha sido una tarde plena, de principio a fin, empezando por unos toros de Victoriano del Río con una presentación extraordinaria, imponente presencia y trapío los seis, magníficas hechuras, serios a más no poder, ofensivos y astifinos, desafiantes, amplios de cuna, preciosas láminas y con un juego realmente bueno salvo el quinto. Toros con opciones de triunfo, cada uno a su manera y con su carácter, que en general han peleado bien en los caballos, que han tenido unos emoción, otros clase, otros incertidumbre, también genio  pero que no han dejado a nadie indiferente y han mantenido la atención de principio a fin, incluso el manso sexto que ha roto a más y ha acabado entregado en la muleta de Emilio de Justo de una manera que ninguno salvo el matador fuimos capaces de sospechar, destacando sobremanera el bravo cuarto al que desorejó Emilio de Justo y que fue premiado con la vuelta al ruedo. Enhorabuena al ganadero, excelente selección fruto del trabajo diario en el silencio y la soledad del campo que para mi le convierte con justicia en el otro triunfador de la tarde.
Sin toros no hay toreros y sin toreros no hay toros, una máxima que suena a tópico pero es la verdad, como ha quedado patente esta tarde en Las Ventas. ¿Cómo podría haber triunfado si no Emilio de Justo si sus toros no hubieran tenido bravura, emoción y transmisión? y ¿cómo ha sido posible que un toro como el sexto al que ninguno le vimos nada de nada, en el que pensábamos que la faena de muleta no iría más allá de unos intentos de pases y se acabó, casi se va la desolladero sin una o las dos orejas?. La respuesta es fácil, la conjunción mágica, ha habido toros y un torero que hoy se ha consagrado como figura en Madrid, refrendando así aquella Puerta Grande en septiembre de 2018 con una corrida de Puerto de San Lorenzo. Lo ha hecho cortando tres orejas, una al primero de su lote, Esmerado, al que saludó de capa por chicuelinas en los medios rematadas con una media repleta de clase y en el que vimos esa rivalidad en quites que tanto se echa de menos en el toreo actual. Primero fue Ferrera por verónicas templadísimas de gran belleza para replicar de Justo con unas chicuelinas excelsas, rematando ambos con sendas medias a cual mejor. Si bien los primeros compases de la faena por el pitón derecho, a media altura, con poco recorrido y el de Victoriano cabeceando no invitaban a echar las campanas al vuelo fue al cambiar a la zurda donde emergió el toreo al natural para alcanzar cotas de enorme belleza y transmisión. Naturales con hondura, colocación, temple y poder, bajando la mano, recorrido y repetición, series ligadas, acople perfecto, cadencia y ritmo, toreo de muchos quilates que se transladó al otro pitón en una tanda en redondo profunda, ligada por bajo, maravillosa, previa a un apoteósico final con naturales a pies juntos dándole el pecho culminando la obra con una grandísima entera de efecto fulminante que valió una oreja de mucho peso. Como cuarto se anunciaba un toro con nombre de los que a cualquier aficionado al toreo le gusta, Duende. Preciosa estampa, cornidelantero, que en los capotes no demostró precisamente fijeza ni celo aunque sí que mostró movilidad y cumplió con creces en varas, protagonizando un tercio de banderillas que fue ciertamente caótico, desorden en la lidia y más palos en la arena que clavados en el toro. Pero este Duende tenía todo su fondo esperando a la muleta, ahí iba a derramar todas sus facultades para que Emilio de Justo compusiera una sinfonía magistral en medio de una borrachera del mejor toreo. Movilidad, fijeza, recorrido, humillación, repetición y duración fueron los acordes que se fundieron con los olés desde las primeras series en redondo, profundidad y ligazón basadas en le temple y la colocación, ritmo y compás, la mano muy baja, mando y dominio, gusto y belleza, acoplado,  y un toro con clase y bravura descomunal. Si Duende era bueno por el derecho no lo era menos por el izquierdo, mismas condiciones, humillación, recorrido y humillación, naturales hondos, también ligados en el sitio, todo por abajo y muy templado, despacio para concluir la composición por donde empezó, por el pitón derecho, apoteósicos derechazos totalmente entregado, el compás muy abierto, despatarrado, alargando el viaje para recogerlo y ligar con una emoción y transmisión máximas que pusieron a la plaza en pie rendida a Emilio de Justo. Unos adornos finales por bajo llenos de aromas y torería dejaron todo en manos de la espada. Y no dudó de Justo. Recto, por derecho, volcándose sobre el morrillo en un volapié monumental pasaportó a este magnífico Duende premiado con una merecida vuelta al ruedo. Dos orejas sin discusión alguna en mi opinión que paseó Emilio de Justo entre el clamor de unos tendidos extasiados y que suponen su consagración como primera figura en el Olimpo  del toreo. Y aún pudieron ser más lo trofeos de no marrar con el descabello en el que cerraba plaza, un desafiante colorado chorreado con la puntas apuntando al cielo que desde salida mostró querencia, sin fijeza, huyendo de los capotes, yéndose a por el caballo que guardaba puerta hasta en tres ocasiones, doliéndose del castigo y saliendo rebrincado de fea manera, para ser finalmente picado donde correspondía haciéndole entra por dentro y tapándole la salida en una vara en la que se durmió en el peto sin emplearse. Visto lo visto y que en banderillas tampoco cambió de comportamiento la faena de muleta se presumía poco menos que inexistente, más aún tras lo primeros muletazos que tomó a la defensiva, protestando, la cara alta, punteando las telas. Repito, nadie en los tendidos veíamos nada en ese sexto, nadie, y quien diga lo contrario se está soltando un farol, por no decir que miente. Solo una persona, la que estaba frente al toro vio el fondo que tenía. Y no solo lo vio sino que conocía la fórmula para sacarlo. ¿Por qué?Porque solo estos súperhombres, los que cada tarde que se visten de luces y miran cara a cara a los toros y a la muerte son capaces de ver lo que para los demás es ceguera. Tragó los derrotes Emilio de Justo, aguantó, paciente, poniéndole la muleta, enseñándole el camino, la manos baja, obligándole, llevándolo tapado, muy toreado, sin quitársela de la cara y así surgieron como por arte de magia naturales que se desgranaban de uno en uno, con una hondura tremenda, cruzándose, entre olés roncos y la admiración de todos, para culminar con una serie en redondo templada, ligada por bajo, profunda, de ensueño, con el toro sometido, humillando, persiguiendo la muleta con codicia. Una entera desprendida y la mala suerte con el verduguillo privaron a Emilio de Justo de una y quien sabe si dos orejas más porque lo que hizo ante ese último de Victoriano no solo tiene mucho mérito sino que refleja lo que es una primera figura del toreo cargada de conocimiento y técnica. 
Antonio Ferrera se ha ido de vacío de Las Ventas, cierto, pero creo que de haber tenido más fortuna con la espada una oreja al menos hubiera acabado en sus manos. Perfectamente pudo ser así en el que abría plaza, un toro alto y grande, de enorme amplitud de cara, veleto, que salió con la manso por delante y blandeando. No se empleó en los dos primeros puyazos, salió escupido del peto nada más sentir el acero y decidió Ferrera picarlo en los medios con la consecuente bronca por una amplia parte de los tendidos que consideran que el tercio de varas debe realizarse en unos terrenos concretos y en en esta digamos frivolidad de Ferrera una afrenta al sentir de esta plaza. El caso es que entre las protestas de unos y la ovación de otros el toro empujó con codicia y tomó un puyazo empleándose. Al final la ovación fue claramente mayoritaria aunque, debo decirlo, a mi me encanta el tercio de varas, me parece de una gran belleza y disfruto mucho por lo vibrante y emocionante que es, pero me gusta ejecutado con pureza y donde debe, en la contraquerencia. Como recurso o anécdota puedo aceptar lo que ha hecho Ferreras, tampoco me voy a rasgar las vestiduras y lo entiendo dentro del contexto de la tauromaquia llena de sorpresas a la que nos tiene acostumbrados el maestro, pero no más que eso. Arranca la faena por bajo, con suavidad, alargando el viaje, rematando con sabor también por bajo. Creo que supo medir perfectamente la distancia, la altura, la velocidad y las pausas que pedía el toro a base de temple, bajando la mano, con profundidad, series cortas y ligadas con clase por ambos pitones, sabiendo alargar el recorrido un tanto escaso del animal en un alarde de técnica y recursos de maestro veterano, todo ello enmarcado en cierta teatralidad con las que adorna sus faenas, como la forma de entrar a matar desde muy lejos, unos 10 metros, andando hacia el toro con la espada armada para finalmente estoquear al encuentro, algo muy difícil y que hoy le ha jugado una mala pasada ya que el defecto de la estocada le ha privado de una oreja casi segura. El tercero ha permitido a Ferrera lancear a la verónica con vistosidad por la movilidad y fijeza del de Victoriano adornándose con un afarolado y una media de remate que era un cartel por sí misma. Mucho se le pegó en varas, excesivo castigo a mi modo de ver, lo que hizo mucha mella en las fuerzas del toro. Entre eso y un tercio de banderillas en el que el desorden fue la nota dominante el caso es que llegó a la muleta andando, defecto que transformó en cualidad Ferrera para componer una faena a la mexicana, en corto, todo muy despacio, citando en la cadera para poder alargar más el recorrido y ligar las series, todas ellas muy medidas. Muletazo a muletazo fue cuajando redondos y naturales de tronío, muy relajado, a cámara lenta, recordando sus faenas en Insurgentes. Finaliza la faena en algo ya clásico en su toreo, con la derecha y sin la ayuda, series de redondos al natural podríamos llamarlas, hundiendo las zapatillas, en una baldosa, jaleadas con olés. De nuevo se perfila muy de lejos, igual que en su primero, andándole en pasitos cortos, matando en la suerte de recibir para dejar una entera caída que difumina la posibilidad de trofeo. El quinto tan solo tuvo historia en banderillas, un tercio antológico protagonizado por Antonio Chacón y Fernando Sánchez que clavaron de poder a poder, llegando hasta la cara del toro, asomándose al balcón, con la punta de los pitones en la barriga, exposición y riesgo máximo, saliendo del embroque con torería. Ambos saludaron desmonterados la tremenda ovación de todos los tendidos puestos en pie. En la muleta no tuvo nada, embestida descompuesta, sin recorrido, protestando, soltando derrotes, deslucido e imposible para el lucimiento.
En resumen, una gran tarde de toros, los de Victoriano del Río, magnífica corrida de presentación y juego,  y un nombre propio, Emilio de Justo, consagrado como figura y dando un golpe en la mesa que va a poner a todos en guardia de cara a lo que resta de temporada. Tres orejas de ley y la Puerta Grande que lleva al cielo del toreo abierta revientan una temporada y pone muy caro el toreo. 

Antonio Vallejo