domingo, 23 de mayo de 2021

La magia de Ortega y el mando de Juli, el toreo pleno

Cuando el mando, el poder y la clase bajan a la tierra pueden pasar cosas como la de Juli con el tercero de la tarde de hoy. Cuando la elegancia, la delicadeza y el gusto bajan a la tierra pueden pasar cosa como las de Juan Ortega en el tercero y sexto de la tarde de hoy. Tres faenas inolvidables, tres obras maestras, tres razones para seguir amando esta afición como a nada en el mundo, tres monumentos al toreo eterno.

Una tarde de máxima expectación, se palpaba ambiente de día grande, buena la respuesta de la afición hoy, y no era para menos, un cartelazo de lujo una tarde más: Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y Juan Ortega frente a toros de Garcigrande. Una vez más agradecer a la casa Matilla, empresa de esta plaza de Vistalegre, el esfuerzo y el magnífico trabajo para confeccionar en estos tiempos difíciles un ciclo de San Isidro tan completo y rematado como el que nos han brindado, un regalo con el que no contábamos y que significa mucho para el futuro de esta Fiesta.

Solo como preámbulo voy a referirme un día más en la formidable presentación de los seis toros de Garcigrande, todos cinqueños, como es y va a ser la tónica de esta temporada, incluso dos de ellos rondando los seis años, el cuarto y quinto. Corrida con mucha seriedad por delante, astifina y variada de hechuras, bonitas láminas y todos con presencia de plaza de primera. Un día más felicitar a Justo Hernández por la selección en el campo. Una corrida también variada de comportamiento con tres toros, tercero, quinto y sexto con calidad y clase que marcaron la tarde.

Lo de Juli al quinto es para no olvidar. faena rotunda, faena plena, de principio a fin, en la que ha aunado la técnica, el conocimiento, el mando, el poder y la clase. Faena de maestro consagrado en la que ha demostrado la inmensa capacidad  que tiene para entender y someter a los toros para desembocar en los caminos del arte y la belleza que llevan directos a la emoción. Desde que saltó a la arena este imponente quinto, grande, muy armado, se le vio el buen tranco. Tomó con celo y repetición, metiendo bien la cara, el ramillete de extraordinarias verónicas, suaves y garbosas, jugando los brazos con sutileza, que le presentó Juli en el saludo. Temple en el capote del madrileño, movilidad y recorrido del toro, buenos augurios que llegaron a la muleta. En el caballo empujó con codicia y la cara abajo, magnífica pelea, y en banderillas mantuvo el son, moviéndose y acudiendo pronto a los reclamos de los banderilleros, buen tercio. Para morirse el comienzo de faena, por bajo, mandón, rodilla en tierra, llevándolo toreado por ambos pitones, con suavidad y largura, ganado terreno para rematar este canto a la belleza con un cambio de mano eterno y uno de pecho largo sensacional. A partir de ahí la composición de una excelsa sinfonía de toreo pleno por ambos pitones. Por el derecho abrió el compás, enganchó al toro con la muleta adelantada, perfectamente cogida la distancia y la altura a este toro con mucho brío que pedía mando. Y lo tuvo en Juli. Perfecto de colocación, acoplado, encajado, metiendo los riñones y con la mano muy baja instrumentó series en redondo antológicas, templadísimas, muleta a ras de suelo, trazo largo, ligazón, y repetición del buen toro que mantenía la movilidad y ya llevaba la cara abajo, sometido. Para rematar las series un cambio de mano exquisito y unos de pecho eternos, monumentales, que pusieron a la plaza en pie. Protesta algo por el pitón izquierdo el de Garcigrande al verse dominado, pero la rebeldía le dura un par de muletazos. La portentosa técnica y capacidad de someter a los toros que siempre ha tenido el de Velilla sale a relucir en tandas de naturales maravillosos, tandas rotundas, hondas, la mano muy baja, alargando el viaje, recogiendo la salida para ligar en el sitio, técnica y estética, poder y belleza de la mano. Una vez más los de pecho con los que abrochó las series fueron de escándalo. Finaliza por donde empezó, toreando en redondo con una profundidad solo al alcance de unos pocos maestros, rotundidad, toreo pleno, pletórico que adornó con un martinete y otro cambio de mano majestuoso para poner la guinda al delicioso pastel que nos ha servido en su muleta. La rúbrica a tal obra maestra no podía ser otra que la entera que hundió arriba al volcarse sobre el morrillo. Da igual que cayera ligeramente trasera y que el buen toro de Garcigrande - que tuvo movilidad, recorrido, entrega, clase, transmisión y emoción - tardara unos segundos más en doblar, las dos orejas eran de ley, aunque por momentos pensé que el presidente no estaba por la labor de dar la segunda. No fue así, gracias a Dios, ya que hubiera sido una injusticia mayúscula. Julián López " El Juli", maestro de maestros, figurón del toreo.

Juan Ortega es uno de los tocados por la varita de las musas, un torero en el que todo fluye de con naturalidad, de la inspiración, de la mente a las muñecas, de manera mágica. Hoy nos ha cautivado, nos ha hipnotizado con su toreo desbordante de sutileza, delicadeza, gusto, sabor y, sobre todo, verdad. El tercero apretó mucho en el capote con tendencia a irse por dentro, tanto que puso en aprietos al sevillano al que por los pelos no se llevó por delante en un par de ocasiones. También apretó en banderillas, extraordinario el tercer par de Andrés Revuelta con gran exposición, cuadrando en la cara, de poder a poder, para reunir a la perfección. Atronadora la ovación para este magnífico torero de plata que tuvo que responder desmonterado. El arranque de faena fue, sencillamente, antológico. Por bajo, andándole despacio, con torería, sometiéndole mucho, detalles de enorme gusto, aromas a toreo del bueno en cada pase, elegancia y dominio para dejarlo en los medios y en ese terreno cuajar una faena de las grandes. Toro con clase y ritmo, embiste con celo y la cara abajo, y lo hace al ralentí. Así lo ha toreado Ortega, muy despacio, cogida la distancia y el compás, todo suavidad, mucho más que temple, toreo en redondo largo, profundo, dos tandas apoteósicas que pone a la plaza entera en pie rompiéndose a aplaudir, dos tandas que remata por bajo, con elegancia en la figura, una auténtica maravilla. Por el izquierdo surgen  naturales soberbios, relajado, la manera de hacer llegar al toro, el embroque, todo es armonía, acoplado, la mano baja, muletazos con hondura, máxima expresión de la belleza, dos tandas coreadas con olés que retumban y que con los remates por bajo, repletos de sabor a toreo eterno, hacen estallar los sentimientos desbordados de la emoción suprema. Indescriptible el gusto y la clase de Ortega, todo muy despacio, a la misma velocidad que embestía el de Garcigrande, fusión perfecta en cuatro tandas, dos por cada pitón, faena de 16 ó 18 muletazos, ¿y para qué  más?. Una pintura no es mejor por el tamaño del marco, lo es por la calidad del lienzo, y la pintura torera que Juan Ortega ha dibujado hoy en la arena de Vistalegre la hubiera firmado el mismísimo Velázquez. Lástima que la espada privara al sevillano de lo que para mi hubieran sido dos orejas, pero la verdad es que me da igual. Lo que me quedará para siempre son los aromas intensos y el sabor inagotable de su toreo. El sexto fue otro toro imponente por lo ofensivo, alto, de muy buenas hechuras y fino de cabos que humilló en el capote pero que al igual que en su anterior oponente se vino por dentro en un lance por el pitón izquierdo al hilo de las tablas y a punto estuvo de enganchar a Ortega. Se le pega en el peto, puyazo largo y con castigo, aparentemente sale desfondado del caballo y en banderillas complica las cosas a Jorge Fuentes y José Ángel Muñoz "Perico" que colocan los palos de sobaquillo aunque el toro tiene clase, se le ve, humilla y tiene fijeza. Un aparte para mencionar la extraordinaria brega de Andrés Revuelta, ni un capotazo de más para dejar al toro perfectamente colocado en suerte. Los primeros compases de faena vuelven a hipnotizarnos, ayudados por bajo preciosos, ejecutados muy despacio, templados, ganándole pasos hasta los medios. El toro humilla y repite en los primeros compases por el pitón derecho, derechazos repletos de gusto, cada muletazo un cartel, componiendo la figura, finura en el embroque y elegancia en la conducción, todo por abajo, siempre. Poco a poco le va cogiendo el punto a la embestida humillada y con recorrido del Garcigrande trasladando al tendido la sensación de que de nuevo íbamos a ver algo grande. Donde rompió la faena fue por el izquierdo. Por ahí fueron surgiendo los naturales mágicos, sueltos, cobrados de uno en uno, cierto, pero es que fueron de locura, perfecto de colocación, dándole el pecho, figura elegante, adelantando la muleta, tirando del toro con suavidad, ni un tirón, temple, muy despacio, superlativos, hondos, cada uno seguido de un olé ronco, emoción desbordada. faena de menos a más y, como la de su anterior toro, perfectamente medida, cabeza despejada y claridad de mente, sin agrandar el metraje ni un minuto más de lo preciso, lo justo y necesario que decimos en misa, para llevarnos en un delicioso estado de  hipnosis a un epílogo de faena apoteósico, los brazos desmayados, la muleta caída, trincherillas de ensueño y cambios de mano gloriosos hilvanados a una serie final que desprendía torería de norte a sur y de este a oeste, con desmayo en la figura, embraguetado, pasándoselo muy cerca, y todo con la delicadeza y elegancia que toda la tarde ha mostrado. Un pinchazo arriba y una casi entera ligeramente desprendida no son obstáculo para que Ortega cobrara una oreja de ley y justicia no solo por lo hecho en este toro sino por su actuación en el conjunto de la tarde que puede definirse con esa palabra tan bella que lo dice todo: Torería.

Morante de la Puebla no ha tenido opciones con el peor lote de la corrida. Tan solo las verónicas de recibo al primero, con el mentón hundido, cadenciosas, preciosas, con el sello único del maestro, pueden destacarse.No hubo toro, no se sostenía por su falta de fuerzas. faena imposible aunque lo intentó a media altura, pero como le bajara la mano lo mínimo el animal se derrumbaba. Un par de series y visto  lo que era evidente optó por el único camino posible, cortar por lo sano y entrar a matar. Más de lo mismo en el cuarto, se quedaba muy corto, sin recorrido ni fuerzas, pero es que para colmo éste se revolvió y repuso con peligro. No dudó ni un segundo Morante y abrevió con una entera colocada con enorme habilidad que nos ahorró minutos sin sentido. Bastantes le pitaron, les respeto y lo entiendo, pero a mi me parece que hizo lo correcto. No había de donde sacar, exponerse para nada y prolongar artificialmente un pegapases sin sentido sí me hubiera paracido censurable. De Morante admiro muchas cosas, su toreo me parece único y me proporciona emociones y sentimientos también únicos, pero haya algo que le reconozco y aplaudo, su honestidad, no engaña a nadie y sabemos perfectamente como es y como entiende el toreo. Y hoy ha sido honesto. ¡Ah! y en la memoria nos ha dejado dos delantales divinos y una media celestial al llevar al cuarto al caballo. Solo por eso, por ese embrujo y ese duende de Morante que Juan Ortega ha heredado, tan solo por eso, hubiera valido la pena pagar una entrada.

Antonio Vallejo
 

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