lunes, 17 de junio de 2024

Paco Ureña, sin palabras


La imagen refleja el valor de una tarde y me deja sin palabras. Un hombre solo, hecho un Ecce Homo, camino de la enfermería tras cortar una oreja de ley al sexto de la Corrida In Memoriam Antoñete de este domingo. El parte médico emitido tras la corrida es claro: "fractura desplazada del tercio medio de clavícula izquierda". En esas condiciones, aturdido, mareado, con un dolor insoportable, se ha enfrentado Paco Ureña a Ochavón, un muy bien hechurado colorado ojo de perdiz de Jandilla, dando una lección de entereza, capacidad de sufrimiento y superación, dignidad, honestidad,  compromiso, valor y mucha verdad, eternos valores del toreo.
Una tarde de máxima expectación con el cartel de "no hay billetes" de nuevo colgado que discurría en caída libre hacia el fracaso absoluto. Una pena, porque la corrida de Jandilla traía buenas hechuras y puntas finas, pero le ha faltado bravura, raza, clase, empuje, entrega y fuerzas. Así es difícil por mucho que se empeñaran José María Manzanares, Alejandro Talavante y Paco Ureña.  
Saltaba el primero, un manso de libro que se frenaba y huía de los capotes, que no quería ni ver al caballo, rebrincado, doliéndose, sin emplearse, parado totalmente en banderillas, la cara alta, y que en la muleta pasaba sin querer saber nada para salir suelto buscando las tablas, eso cuando no se venía por dentro llegando a voltear al alicantino afortunadamente sin consecuencias. Solo había una opción y la vio clara Manzanares, al abrigo de las tablas, poniéndole la muleta en la cara, tapándole mucho la salida y con la mano muy baja, para componer tres series cortitas,  tres por el pitón derecho y una al natural, aprovechando lo poco que tragaba el manso, tres muletazos poderosos, profundos y ligados más el remate. Una entera ligeramente desprendida para pasaportarlo sin puntilla a y recibe una merecida ovación. Lo del cuarto fue de traca, devuelto por inválido, por lo que salta el primer sobrero de El Pilar, cuarto bis, con menos fuerzas aún que el titular siendo también devuelto a los corrales para que salga el cuarto tris, otro sobrero de El Pilar de mucha alzada, muy largo y ensillado, parecía un caballo más que otra cosa, aspecto destartalado, falto de remate, en las antípodas de las hechuras del toro que me enamora. Ni clase, ni fuerzas, ni poder, ni entrega, nada ha tenido en los primeros tercios, deslucido en el capote, las manos por delante, no pelea en el peto ni hace nada en banderillas y en la muleta va a peor si cabe, no pasa, la cara por las nubes, si le obliga lo mínimo se viene abajo, un auténtico despojo ante el que solo sirve abreviar, como acertadamente hizo Manzanares para que los matarifes den buena cuenta de sus carnes.
Decidido cruzó Talavante el ruedo para recibir a porta gayola al segundo. Sale parado, mirando, parece que va pero se frena, otro amago pero no se decide, hasta que a la tercera va la vencida y pasa prácticamente por encima del extremeño que se libar por los pelos del trance en unos segundos de angustia. Ya en pie dibuja delantales a pies juntos con desmayo y clase a un toro al que le cuesta humillar y echa las manos por delante, con poca entrega y fuerzas, dejándose pegar en el caballo, dormido en el peto y sin demasiada movilidad en banderillas, pese a lo cual Javier Ambel y Manuel Izquierdo cuajan un excelente tercio con mucha verdad, llegando a la cara con exposición para dejar tres pares perfectamente reunidos. Sin probaturas, por el pitón izquierdo, arranca Talavante una faena de altibajos en la que la falta de poder y empuje del toro han marcado la pauta. Primeras series al natural tratando de llevar conducida la embestida sin poder obligar al de Jandilla, noblote y manejable pero con poca gracia. Un natural tenía hondura, luego otro no aguantaba, otro a media altura sin más, y lo mismo cuando tomó la diestra, series faltas de ritmo y continuidad, bien concebidas, pero un sube y baja, poca transmisión, sin llegar a conectar con unos tendidos que, dicho sea de paso, creo que tampoco tenían excesivas ganas de buscar esa conexión. En ningún momento llegó a romper el trasteo, por momentos parecía que el toro se venía arriba y humillaba para después quedarse corto,  llevar la cara y puntear las telas, por momentos Talavante estaba más acoplado y parecía que la cosa despegaba para después perder algo el sitio. Eso sin contar con que el de Jandilla aguantó un suspiro por lo que los últimos compases fueron una sucesión de pases sin demasiado sentido y nula emoción. El quinto no ha mejorado las condiciones de su hermano, con poca entrega y fuerzas en el capote, si bien Manuel Cid, despedido en medio de una gran ovación, ha dejado dos sensacionales puyazos agarrados arriba en los que el toro ha parecido emplearse algo más. Pero eso ha sido un simple espejismo, como el primer par de Alvaro Montes, sensacional, o la magistral brega de Javier Ambel, ya que en la muleta no ha tenido nada, mínimo recorrido, mínima entrega y nula humillación, sin completar el muletazo, la cara alta, punteando las telas, por ambos pitones igual, lo ha probado Talavante y era imposible, no pasaba, si trataba de bajarle la mano se derrumbaba estrepitosamente por su falta de fuerzas, y todavía algún listo, uno de los sabios, seguro, le ha reprochado la colocación y le ha exigido que se pusiera en el sitio. ¿Pero en qué sitio?, si es que no había sitio donde ponerse, daba igual, ese no era el problema, sino que ese toro estaba vacío de todo. En fin, lo que hay que escuchar. 
Falto de remate y lavado de cara a mi modo de ver el tercero, bastante protestado de salida, que en la línea general de la tarde ha carecido de entrega y fuerzas y que además parecía reparado de la vista por algunos movimientos peculiares que ha hecho durante toda la lidia. Ha pasado por los primeros tercios porque tenía que pasar, sin decir nada, sin clase y sin emplearse, la cara alta, algo que no ha sido obstáculo para que Agustín de Espartinas y Álvaro López "Azuquita" han completado un magnífico tercio de banderillas dejando los palos con oficio y pureza. Muy rebrincado y desclasado en la muleta, le echa las telas abajo Ureña y roba algunos muletazos ligados de mucho mérito por le pitón derecho con profundidad y emoción sometiendo la aspereza de las embestidas. Por el izquierdo no ha concedido nada, revolviéndose y soltando la cara, derrotes secos, a la defensiva, por lo que el lorquiano ha abreviado con criterio liquidando sin puntilla al animal con un espadazo monumental. 
Este camino tan desagradecido era le que conducía al fracaso que les comentaba al principio, fácil de entender visto lo visto. Pero vino Ochavón a dignificar esta corrida en recuerdo del maestro Antoñete que allí en el cielo debía estar que trinaba, un cigarrillo tras otro. Un toro precioso, bajo, cuajado, serio pero sin estridencias, con mucha movilidad, fijeza y repetición en las verónicas de saludo, metiendo bien la cara, humillando con el hocico limpiando la arena, pronto en varas, galope ágil y alegre, empujando con celo, la cara enterrada bajo el peto, metiendo los riñones, dos soberbios puyazos delanteros de Juan Melgar, fuertemente ovacionado al retirarse por el callejón, como ovacionado fue Curro Vivas por dos magníficos pares de banderillas clavados de poder a poder a este toro de gran tranco en ese tercio. Bravo y encastado en la muleta de Ureña, fijeza y repetición desde los primeros compases, ayudados por alto, un par de adornos por bajo y un natural de mucha hondura repleto de emoción que cala en los tendidos, olés roncos llenos de sentimiento. Ya en la primera tanda ha avisado que se venía por dentro, seguía humillando mucho pero se quedaba debajo, sin completar el viaje con peligro. Firme Ureña, poniéndole la muleta, mano muy baja, encajado, aguanta otra colada y a la tercera le engancha y le lanza por los aires como si fuera un muñeco de trapo para caer de muy fea manera quedando inerte, espeluznante, dejándonos la sangre helada, sin saber si hay cornada o si la atroz caída es aún más grave. Se lo llevan en volandas, dramático, pero en el callejón se paran y parece que Ureña vuelve a salir, increíble, y así es. Imagen dantesca, ensangrentado, la chaquetilla desmadejada, hecho un Ecce Homo, mareado y desequilibrado al andar, encorvado por el dolor, para plantarse en la cara del de Jandilla y ponerse a torear por le pitón derecho poniéndole la muleta y llevándolo sometido por bajo, aguantando además la tendencia a venirse por dentro y el ya menor recorrido del toro, peligroso a más no poder y con sentido desarrollado por si faltaba algo. Ha sido épico, ni idea de si han sido dos, tres o cuatro series, me da igual, no me importan las matemáticas, todo era mucho más grande, la verdadera dimensión del valor y el compromiso, cada muletazo que se completaba un alivio, cada vez que se quedaba corto un nudo en la garganta, pero la firmeza y la entereza siempre la misma. Por el izquierdo no podía, era imposible, aún no sabíamos que llevaba la clavícula fracturada, solo el hecho de intentarlo una vez dice mucho de la grandeza de Ureña. Y se ha tirado a matar como si nada, recto, dejando una casi entera arriba que pasaportado a Ochavón en segundos. Y Las Ventas un mar de pañuelos blancos para cobrar una oreja de ley en reconocimiento a un hombre íntegro cuya entrega le ha llevado a no dudar en dar incluso su vida por aquello que tanto ama y respeta. Una página en letras de oro de la historia épica del toreo.

Antonio Vallejo

sábado, 8 de junio de 2024

No ha llovido


 No ha llovido, algo que parecía difícil a tenor de lo que ha caído esta tarde en Madrid, y eso que los pronósticos coincidían en que a la hora de los toros no iba a llover, aunque fíate de las aplicaciones - "apps" que dicen los cursis - de los teléfonos, fallan más que una escopeta de feria. Sin duda alguna eso ha sido lo mejor de la tarde, que hemos salido secos, y eso que quien más quien menos llevábamos material preparado para aguantar chaparrones, gabardinas, paraguas, gorros, viseras...No han hecho falta. Tampoco han estado mal las almendritas de Antonio "El Cordobés" de las que como casi todos los días hemos tenido nuestra dosis, nunca fallan, si van a Las Ventas no duden en comprarlas, los vendedores se identifican perfectamente en todos los tendidos y están de muerte. Y si sigo con las cosas buenas, ¡cómo no!, las conversaciones que hemos tenido durante toda la tarde, tan divertidas como cada día. Compartir una tarde de toros con quienes cada día lo hago convierte todo en fácil y ameno, su amistad no tiene precio. Si continúo rebuscando para sacar algo más de positivo podría decirles que la entrada de hoy ha salido rentable ya que hemos visto saltar ocho toros por el precio de seis. Algo es algo.
El resto, lamentable. No he visto peores toros todos juntos en una misma tarde en mi vida. Piensen en todas las cualidades y virtudes que le pueden pedir a un toro y que no pienso enumerar para no aburrir. Pues ni una sola de esas cualidades, repito, ni una, han tenido los seis de Román Sorando y  los sobreros de José Vázquez y Montalvo. ¡Que horror de toros!, ¿de dónde los han sacado?. No merece la pena gastar una línea más hablando de  estos desechos.
Poco se puede decir de Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado que nada han podido hacer porque nada había para hacer. Bastante han tenido con aguantar toda la tarde con la dignidad y vergüenza torera que lo han hecho. Destellos aislados del empaque del riojano, alguna verónica de Aguado y la lidia con el capote al sexto, a la antigua, sobre los pies, y un par de remates por bajo de Ortega con gusto. El resto ha sido la nada, el vacío absoluto, la desesperación ante lo imposible. Lo mejor que podían hacer es lo que han hecho, abreviar, no andarse con intentos absurdos de pases inexistentes que no conducen a nada. Frente a eso lo peor de todo, que alguno en algún tendido aún les ha recriminado. ¿Qué demonios querían que hicieran con semejantes desperdicios?, ¿aburrirnos y cabrearnos más?. En fin, que en España y en Las Ventas siempre cabe un tonto más.
Lo dicho, no ha llovido, un alivio.

Antonio Vallejo

Un ladrón de orejas y la banda de impostores

Se veía venir, era el día, no aguantaban ya un día más tras el tremendo ridículo, el desastre total, el fiasco, el timo del torismo y sus corridas.Han sido cuatro días duros para los sabios toristas, todas sus proclamas se han ido al garete, han callado y han tragado con todo, toros de presencia discutible en unos cuantos casos y nulo juego en general pero ni un reproche, ni un grito, ni una palma de tango, nada de nada, eran sus protegidos, sus hierros favoritos, los garantes de la pureza del toreo. ¡Una mierda!, que se la han comido sin rechistar. Hoy no, hoy venía Victoriano del Río y han vuelto a traer los pañuelos verdes, han vuelto a protestar su presentación nada más saltar, otra vez el cansino y patético "toros, toros, toros", por supuesto el "miau", en fin , todo sus rancio repertorio revientafaenas que sus fobias impulsan. Son pocos, no más de una veintena o treintena, que hoy se han inventado lo del afeitado. De verdad, son patéticos, amén de pésimos aficionados, una banda de impostores. Y por si faltaba algo para coronar el absurdo y la desvergüenza se ha apuntado al circo el del palco, un tal José Luis González, González, un ladrón, solo puede llamarse así a quien roba la segunda oreja a Borja Jiménez pedida por toda la plaza tras una faena antológica y una estocada monumental al segundo. Un clamor, era para sacar los dos pañuelos a la vez, pero cuando el del palco es ladrón y cobarde pasa lo que pasa, que habrá claudicado ante el pánico a que veinte o treinta majaretas que acampan por los altos del 7 le critiquen y piense que así hace perder seriedad y exigencia a la plaza de Las Ventas. Y esto que digo no es ensoñación mía, es que hace dos años, en noviembre de 2022, la Asociación "el Toro" de Madrid, integrada por miembros que se sientan en el 7, escribió una carta al Jefe Superior del Cuerpo de Policía exigiendo que revisara los presidentes de la plaza de Madrid ya que según su criterio estaban desprestigiando la plaza y poco menos que indicaban o exigían los criterios que debían seguir. Vamos, si eso no es un chantaje en toda regla explíquenme lo que es.  La bronca ha sido de las que pocas veces he presenciado, pero el tío ni se ha inmutado, supongo que sabedor que la banda de los impostores no le iba a molestar. Salvo equivocación o error por mi parte en el palco se siguen sentando ejerciendo de presidentes miembros de la policía, inspectores o comisarios, creo. Pues si el de esta tarde, el ladrón de orejas, José Luis González González, lo es, que Dios nos asista. Si este personaje se supone que debe hacer cumplir la leyes, perseguir el delito y protegernos de los delincuentes.... ¡menuda tropa!.
No digo que sea imposible, pero desde luego es muy difícil torear mejor que como lo ha ha hecho hoy Borja Jiménez, de principio a fin, desde que se fue a porta gayola a recibir a Dulce hasta que hundió la espada hasta la yema volcándose recto. Un recital de toreo antológico, desde la larga cambiada, los delantales templados y cadenciosos, las chicuelinas a manos bajas  llenas de sabor y una revolera de remate que puso a la gente en pie. Toro bravo y enclasado, que metía la cara como su nombre, de dulce, noble, repetidor, con recorrido y un tranco extraordinario, se arranca ágil al caballo y empuja con celo, buena pelea, desde luego bastante mejor que la de muchos de las corridas toristas. En la muleta es donde todo ha reventado, la bravura de Dulce y la torería de Borja Jiménez. Los primeros compases por doblones han sido para enmarcar, la series por el pitón derecho una obra maestra de temple y profundidad, los naturales auténticas joyas de colección, todo ejecutado con un gusto exquisito, cada remate por bajo traía aromas de azahar y romero, Sevilla pura, auténticos carteles, toreo de duende, un pellizco en lo más profundo de cada ser. Relajado y entregado, erguido, natural, nada forzado, todo fluía hacia sus muñecas que manejaban la muleta con dulzura, no podía ser de otra manera con Dulce, enroscándose las embestidas, siempre la mano baja, la muleta barriendo la arena, el toro humillando y colocando la cara con una clase y condición suprema, dibujando en trazos curvos el toreo eterno, por ambos pitones, largura, recorrido, series rotundas, compactas, acople perfecto, encajado, trincherazos y pases de la firma, otros remates mirando al tendido, olés roncos, sentidos, un crujido a cada pase, y un final apoteósico, como al inicio, por bajo, genuflexo, ayudados por bajo y remates que nos transportan a la Maestranza sevillana, arte y torería, y un estoconazo en todo lo alto entrando recto y por derecho, fulminante. Un mar de pañuelos blancos que no cesaban, era para sacar los dos a la vez en le palco, pero había un ladrón de orejas que perpetró uno de los atracos mayores que se recuerdan en esta plaza. Espero que no vuelva a parecer nunca más, aunque lo dudo, ya se encargará de protegerle la banda de impostores que gritaron lo de "toros, toros, toros" a Dulce, una vez más puestos en evidencia, un ridículo más. Una oreja que paseó el sevillano en dos vueltas al ruedo apoteósicas y una vuelta al ruedo que merecía este toro bravo, con enorme clase, y que no fue por la mezquindad de José Luis González Gonzalez. Aún le quedaba,  el quinto, también se va a porta gayola, le pega una larga cambiada emocionante y luego torea a la verónica con una cadencia extraordinaria, suaves, acariciando cada embestida para rematar con una media arrebujada de quitar el sentido. Toro de impresionante presencia y seriedad, grande, con mucha movilidad y repetición, que mete la cara con gran clase  pero que va justo de fuerzas, al que Jiménez conduce al caballo galleando por chicuelinas, más aromas sevillanos, sentimientos a flor de piel, aún dolidos por el atraco sufrido. Se le mide en el caballo pero pierde las manos al salir, las protestas de la banda de los impostores suben decibelios, sacan los pañuelos verdes que estos cuatro días atrás tenían guardados, prohibidos  con los toristas, está en su salsa, pero desde el palco cambian el tercio, se cabrean aún más, no imponen su criterio. Cierto es que el toro dio motivos para echarlo atrás, pero no más que unos cuantos de los hierros toristas, y ahí no dijeron ni mú estos sabios impostores. Se disponía a colocar banderillas la cuadrilla  cuando el toro hizo un pequeño amago con una mano sin llegar a doblar y liaron la mundial y entonces sí sacó el pañuelo verde con el cabreo de Jiménez que veía la clase y las posibilidades del toro. Y además creo que no era momento para devolverlo si no lo hizo antes, bien podía haber esperado para ver si se caía otra vez, pero no, cedió a las protestas, ¿o lo que hizo fue obedecer?. El caso es que salió un sobrero de Torrealta, muy bonito de hechuras, bajo, cuajado y serio al que el sevillano también recibió a porta gayola. Estaba claro que iba a por todas para cortar la oreja que abriera la Puerta Grande. Una larga cambiada arriesgadísima para incorporarse y lancear por verónicas y chicuelinas a manos bajas, con desmayo, en los medios, de mucha plasticidad y belleza. Muy firme y sereno arranca la faena de muleta, estatuarios que hilvana a un toreo por bajo lleno de gusto, andándole despacio, llevándoselo a los medios,  las trincherillas  y el de desdén desatan la locura. De nuevo compone una faena de toreo caro, colocación perfecta, mano baja, recorrido, profundidad, ligando en una baldosa, enroscándose las embestidas, derechazos con empaque, detalles y remates por bajo que nos vuelven otra vez a su tierra, que clase y gusto en cada muletazo. Le cuesta más por el izquierdo, tiene que perderle pasos para quedar colocado y poder colocar, mucha técnica y conocimiento, para acabar sacando un par de naturales de los que detienen los relojes, muy lentos, una delicia. Toro a menos en una faena abrochados por unos ayudados por bajo, genuflexo, para morirse. Un pinchazo, y si hubieran sido tres hubiera dado igual, previo a otro estoconazo sensacional arriba no impide que los tendidos - salvo unos veinte o treinta, los de la banda, no la de música, la otra - se pueblen de pañuelos blancos pidiendo la llave de la Puerta Grande, a lo que no se pudo negar el presi porque hubiera sido para enchironarlo. Triunfo grande, triunfo de ley, rotundo como su toreo, que casi se va al garete por un robo indecente.
Muy poca suerte y escasa opciones tuvieron Emilio de Justo y Roca Rey con sus respectivos lotes. Creo que ambos anduvieron con enorme suficiencia, siempre trataron de hacerlo todo bien, buscaron la colocación, mostrarles la muleta y llevarlos siempre por bajo, pero las escasa condiciones de sus toros marcaron la pauta. Se movía el primero, buen embroque pero sin acabar de completar, con clase y nobleza, mete la cara, y quiere... pero no puede, escaso empuje y fuerzas las justas. Bonito y con mando el prólogo de muleta, por bajo, doblándose, derechazos con recorrido de mucha belleza. Pero se apaga en un suspiro, se queda debajo, obliga a perder pasos a Emilio, comienza a defenderse cabeceando, desluciendo el buen trato y el temple que el extremeño pretende aplicar para sacar algo lucido. Sin ninguna entrega el cuarto, la cara alta, pasa por los primeros tercios sin más y llega a la muleta prácticamente vacío y aguanta un par de series por el pitón derecho llevándolo con mucho temple, la mano muy baja, desmayado, pero no tiene más. Por el izquierdo no tiene nada. Por su parte Roca rey tuvo solo un toro, el tercero, ya que el sexto fue un manso de solemnidad de principio a fin. Huía de todo y de todos, no quería ni ver los capotes y menos aún al caballo y en la muleta, aunque el peruano le tapó siempre la cara, condujo los escasos muletazos que permitió con mucha técnica, pero era imposible sacar algo, acertando al abreviar. El tercero tampoco permitió mucho, sin entrega ni bravura, la cara alta y las manos por delante en los primeros tercios y con escasas condiciones en la muleta, sin rematar los viajes. Lo mejor fue el arranque de faena, de rodillas, en terrenos del 7, en terrenos de adentro, dos cambiados por la espalda de infarto, a milímetros de la chaquetilla, así como un par de series cortitas por el derecho con la multa muy puesta, la mano baja para así poder lucir el escaso fondo del de Victoriano. Nada tuvo por el izquierdo,  protestaba y soltaba la cara. Para cuando quiso volver al derecho el toro dijo basta y se paró. No hubo más. Bueno sí, hubo algo más y el protagonista, ¿se imaginan quien fue?: Exacto, José Luis González González que para coronar su despropósito no tiene idea mejor que mandar le recado del primer aviso justo cuando Roca Rey se perfilaba para entrar a matar. No había otro momento, no podía esperar unos cinco segundos a que matara, no, por supuesto era imposible, me imagino al tío cronómetro en mano, diez minutos exactos y, ¡hala!, saco el pañuelo, que no digan que incumplo el reglamento. De verdad, además de lo otro es tonto, muy tonto, rematadamente tonto, tonto hasta decir basta.


Antonio Vallejo
 

viernes, 7 de junio de 2024

Ferrera, Escribano y Garrido

Podría comenzar diciendo que la tarde llevaba camino del naufragio y que vinieron a rescatarla los tres matadores acartelados, pero mentiría ya que no han salvado nada, la corrida de Adolfo Martín ha ido ella solita y por méritos propios al naufragio, al desastre absoluto, porque al igual que toda esta serie infumable de tardes toristas que se nos han hecho mucha bola, hasta atragantarnos y hacernos vomitar de asco viendo el comportamiento de los exigentes sabios, no ha tenido ni bravura, ni casta, ni raza, ni entrega, ni poder, ni empuje. Lo de los tres primeros todos ha sido de vergüenza, parados, sin una gota de fuerza, blandeando y perdiendo las manos una y otra vez, cero entrega, deslucidos, una auténtica porquería y ¡ni un reproche de los "sabios exigentes"!. Sí, esos que se adueñan la capacidad de ser los garantes de la pureza del toreo, esos que tantas tardes y según con que ganaderías gritan lo de "toros, toros, toros", esos que vocean "miaus" y el clásico en su repertorio "¡qué emoción!" con toros de mucho más trapío y condiciones que alguno de los que han saltado en estos días, esos que si lo que hemos visto hoy en los tres primeros le ocurre a Morante con uno de Jandilla, o Garcigrande, o Alcurrucén, o Cuvillo, o tantas otras, hubieran montado tal bronca que la tercera guerra mundial sería un juego infantil a su lado, esos auténticos impostores han callado como eso en estos días demostrando que lo único que les mueve son sus fobias, una falsa afición y no sé qué tipo de intereses ocultos que persiguen. Por eso digo que Antonio Ferrera, Manuel Escribano y José Garrido no han rescatado a nada ni a nadie del naufragio, porque si algo bueno ha aflorado en la segunda parte de la corrida no ha sido por las condiciones de los toros, tan faltos de entrega y poder como los demás, sino porque han dado un paso adelante, un paso firme, con mucha decisión, tirando la moneda al aire y saliendo en medio del diluvio con una dignidad y una vergüenza torera de muchos quilates. Ellos solos lo han  hecho todo, les han puesto la muleta y han tirado de unos animales que llevaban muy poco dentro para así componer series de auténtica magia, otras de mucho valor, otras de profundidad y todas de mucha, muchísima, verdad. La bravura, la raza, la casta y la entrega la han puesto estos tres hombres. El ridículo y el absurdo, una vea más, ha venido de los que parece que se contentan con cuernos exagerados como los de hoy aunque detrás no haya más, o en tercios de varas jaleados al estilo del circo romano aunque la pelea no se precisamente para ponerse como se ponen por una simple arrancada al galope. 
Solo así entiendo lo que se ha inventado ese loco magnífico que es Antonio Ferrera en el cuarto, un toro que no se ha empleado nada en los primeros tercios, sin poder ni fuerzas, además en medio de una tormenta de viento y agua que ha dejado los tendidos prácticamente vacíos y que complicaba aún más las cosas al azotar la muleta y dejar descubierto al balear. Poco le ha importado, de su mente y su alma han ido brotando unas series perfectamente medidas, cortas, lo que aguantaba el toro. Primero toreando a su favor, concediéndole todo, altura y distancia, un temple exquisito para ir embarcando al animal en los vuelos. Luego la magia, toreo al natural surgido de la imaginación de este genio, al natural, relajado, entrega absoluta, estado de cuasi trance, abandonado, roto, toreando para él, la mano baja, muy despacio, a cámara lenta, toreando a la mexicana, enroscadas las embestidas que provocaba el balear, haciendo que el escaso recorrido del de Adolfo pareciera largo, lección de mando y torería. Solo la espada empañó la magia, pero el embrujo brilla en la memoria, eso vale más que orejas.
De igual manera solo puedo explicar que Manuel Escribano se haya ido por dos veces a porta gayola a recibir a sus toros, aguantando una salida indecisa, parados, mirando y midiendo, para arriesgar mucho en dos largas que solo puede ejecutar alguien que desprende valor y entrega por todos sus poros. Igual que solo la decisión y el compromiso del sevillano explican los dos extraordinarios tercios de banderillas que ha cuajado, de poder a poder, cuadrando en la cara, haciéndolo todo ante dos Adolfos que esperaban y no se entregaban ni lo mínimo, máxima exposición, dejando pares de enorme riesgo como el segundo y tercero al quinto de la tarde, por dentro, junto a las tablas, ¡con la que estaba cayendo!, la dificultad añadida del estado del ruedo por el tremendo aguacero, el último un quiebro al violín que parecía imposible, valor infinito y verdad absoluta, sin guardarse nada. Muestra de esa entrega sin límite es el arranque de faena, en los medios, un cambiado por la espalda electrizante, una sacudida de angustia al ver pasar los pitones rozando la chaquetilla para ponerse a torear con raza, tirando de la embestida, buen embroque pero ahí se quedaba, había que obligarle a seguir porque le costaba un mundo, muy poco poder tenía. Tres series ligadas por el pitón derecho con la muleta puesta, llevándole cosido a las telas, temple y mando, bajando la mano, ligazón y clase, con emoción, haciendo que incluso pareciera bueno. Pero como se veía venir, al toro le faltaba de todo, raza y fuerzas, en un natural se quedó debajo y se llevó por los aires a Escribano, afortunadamente acunado por la pala y no herido por el pitón, sin que por eso se amilanara ni siguiera tirando del toro en cada embestida para robar con un esfuerzo y una entereza ejemplar muletazos de uno en uno, derechazos y naturales de gran mérito. Se tiró a matar sin esconder nada, todo verdad, para fulminar al Adolfo con una entera levemente desprendida. Imposible valorar si la petición era mayoritaria o no, a esas alturas los tendidos estaban casi despoblados y solo en gradas y andanadas afloraban los pañuelos. Si atendemos al ruido la petición era mayoritaria, pero lo que cuenta son los pañuelos. Merecidísima vuelta al ruedo para Escribano y bronca al palco. 
Y con José Garrido me pasa lo mismo, que solo su compromiso absoluto me permite explicar lo que sacó al que cerraba plaza, que es cierto que tuvo algo más de recorrido que sus hermanos pero que iba igual de vacío de poder, empuje y entrega que ellos, además de mostrar querencia desde salida, abanto, sin querer saber nada de los capotes, por lo que gana mucho peso lo que ha sido capaz de sacar de este toro. Muy bueno, enclasado, templado y con ritmo el saludo capotero con una ramillete de verónicas ganando pasos, acompasadas, para rematar con una garbosa media en medio del último chaparrón de la tarde y a un toro que parecía imposible, eso es querer y poder. No tenía mala embestida en la muleta, pero no le acompañaba el final, siempre tendiendo a llevar la cara alta y derrotar con cierta brusquedad. Sin porfiar Garrido, lo apostó todo a adelantar la muleta y tirar del toro para hacerle pasar, perfecta colocación, perdiendo pasos cuando había que hacerlo, ganándolos para atacarle y sacar lo mejor que tenía el Adolfo por el pitón derecho. Cabeza y corazón, inteligencia y arrojo, con todo eso jugó el extremeño, firme, con mando, de nuevo haciéndolo prácticamente todo. Series perfectamente medidas y cuidadas por el pitón derecho, ligadas con profundidad, qué capacidad para sacar algo de la casi nada y que sinceridad en los últimos naturales a pies juntos, robados de uno en uno, dándole el pecho, muy por bajo, hondura y emoción en la muleta de Garrido. Se tiró con todo a matar y la entera se fue baja, liquidando al último en segundos. 
Una ovación en reconocimiento a la generosa entrega del extremeño y sus dos compañeros de terna puso punto final a esta deslucida tarde que comenzó con bochorno, primero ambiental, 36º marcaba el mercurio, luego por la bochornosa, valga la redundancia, actitud de los "sabios", y que acabó en tormenta desde el cielo y un diluvio desde el toreo desatado por la decisión, la entrega y la verdad de tres hombres que merecen todos los honores: Ferrera, Escribano y Garrido.

Antonio Vallejo
 

jueves, 6 de junio de 2024

Corrida de la Prensa, otra desilusión

Enfilamos la recta final de este San Isidro 2024 con la Corrida de la Prensa, el viernes la de la Cultura, el sábado la de Homenaje 200 Aniversario Policía Nacional, el domingo la de Beneficencia y el día 16 la Corrida in Memoriam de Antoñete, estas dos últimas "fuera" del abono. No sé si queda algo más por celebrar con otra extraordinaria, si se les ocurre propónganlo a la empresa, a lo mejor hay hueco. Y espero que salgan mejores que la que de Victorino Martín en esta calurosa tarde con otro lleno de "no hay billetes". Llevamos tres seguidas con hierros de los llamados toristas, Pedraza de Yeltes, Escolar y Victorino, mañana toca la de Adolfo Martín... ufff, como siga por la senda de estos días no va a ser fácil de digerir.
No ha estado mal presentada, muy seria y ofensiva, cinco veletos, desafiantes, todos muy astifinos, auténticos puñales, con disparidad de hechuras y pesos pero todos puros albaserradas, salvo el cuarto, para mi gusto demasiado alto y voluminoso, largo, enorme, demasiado en mi opinión para lo que es este encaste, pero en cualquier caso un toro imponente. Y de nuevo desilusión por el juego. Creo que solo el segundo y algo el tercero han dado opciones, los demás muy poco o nada. Una corrida correosa, ingrata, que tuvo muy poca entrega y escasa humillación, alejada de la bravura y nada encastada, con una pelea muy discreta en el caballo, quizás el sexto fue el que más se empleó en la suerte de varas metiendo la cara abajo y empujando con más celo, pero en general llevaron la cara alta en el peto - y en todos los tercios - y se dejaron pegar más que otra cosa, porque lo poco que se emplearon lo hicieron muchas veces con un solo pitón y de manera intermitente, sin demasiado celo. Tampoco mostraron raza y anduvieron justitos de empuje y fuerza, además de escaso recorrido, quedándose bajo las telas, revolviéndose y reponiendo, algo habitual en este encaste, pero otras veces lo hacían por encastados, peleando, exigiendo mucho, hoy me ha parecido más por sus escasa condiciones, reservones, esperando, parados, midiendo y mirando, mucho, sobre todo en banderillas, mucho riesgo resuelto con oficio por los peones de las dos cuadrillas,
Si metemos todo lo dicho en una coctelera es difícil que el resultado sea otro distinto la que ha sido, desilusión. Mucho más se espera siempre de Victorino, hoy no ha sido el día. Además hay que sumar unas fuerzas en el límite, unos cuantos han perdido las manos en repetidas ocasiones pero entiendo que siempre ha pilado al personal atendiendo otras cosas, porque no se ha oído ningún silbido de reproche, ni gritos reclamando toros, ni miaus, ni nada, los fenómenos paranormales de las tardes toristas.
Repitiendo lo dicho en las dos últimas tardes creo que tanto Paco Ureña como Borja Jiménez han estado por encima de la corrida, firmes y valientes, intentando siempre ponerles la muleta y llevarlos tapados y sometidos, pero la falta de humillación, el escaso recorrido, la falta de empuje y la sosería de varios ejemplares ha deslucido el conjunto. Es cierto que han sacado ese carácter que llevan en la sangre y que obligan a tener siempre los cinco sentidos alertas. Las miradas, los parones, las embestidas por dentro, el quedarse a medio muletazo y reponer soltando derrotes, buscando puntear las telas son sus señas de identidad y hoy han aparecido, pero no por bravos y encastados. 
La entrega de ambos matadores creo que queda fuera de toda duda, no se han guardado nada, siempre buscando la colocación al pitón contrario, poniéndose y exponiéndose, adelantando la muleta para llevar muy tapado el viaje del toro y la mano baja, y han llegado a sacar series y muletazos de mucho mérito y muy bella factura con sus respectivos lotes. Así Ureña ha tenido en el tercero y quinto pasajes de toreo ligado y profundo por el pitón derecho , series reunidas y compactas de mucho mérito, naturales sueltos con empaque ya que ambos toros no permitieron nada de nada por el pitón izquierdo. Pero nunca les perdió la cara ni renunció a nada. Una vuelta al ruedo como premio a su labor en el tercero es el único balance destacable de toda la tarde, lo demás todo ha acabado en silencio... para los toreros, otra cosa han sido las ovaciones en el arrastre a algunos toros. Misterios indescifrables de estas tardes en las que parece que los toreros son los malos de la película y viene dispuestos a fastidiar el espectáculo. Ni el mismísimo Urtasun lo podría interpretar mejor. 
Sí que estuvo justificada la gran ovación al segundo, el único bravo, encastado y exigente, que ha humillado de principio a fin, que le ha permitido a Borja Jiménez recitar lances de saludo a la verónica con temple y compás, meciendo la embestida, manos bajas, muy despacio, jugando la cintura, ganando pasos para llevarlo a los medios y rematar con una media  cargada de gusto. Prologó el trasteo por bajo, doblones poderosos, mucho mando para someter al Victorino, transmisión y emoción en este vibrante arranque. Series por el pitón derecho templadas y profundas, dibujando líneas curvas, enroscado a la cadera, con largura, ligazón, ritmo e intensidad. Avanzada la faena el albaserrada se vio podido y comenzó a ir por dentro, con peligro, pero Borja no se arrugó, siempre por bajo, aguantando viajes que buscaban rebañar, muy firme y asentado. Por el izquierdo se dejaba poco, punteando las telas, menos entrega, cara alta, bajando el nivel de la faena, pero siguió fiel a su verdad, colocarse y llevar la mano baja para robar algunos naturales de mucho mérito y calidad. Lástima que se atascara con los aceros porque parecía encaminado al menos a una oreja. Mató mal y anduvo muy desacertado con el descabello, pero leso creo que no debe quitar que lo que hizo con el capote y la muleta, todo con verdad, sincero y comprometido, debía haber merecido al menos una ovación recogida desde el callejón. Pero ni eso, silencio. Me parece francamente injusto en comparación a la ovación merecida para el toro. El resto de su lote no tuvo nada, deslucidos, incluso sosos, sin fondo y con muy poco fuelle, defendiéndose de mala manera con la cara alta, sin pasar, soltando derrotes. Muy digno y firme el sevillano que siempre buscó hacer las cosas por los cánones de la ortodoxia, cuando lo único que merecían era una lidia por bajo, sobre los pies, macheteo y a matar, sin más contemplaciones. Pero su verdad le llevó a asumir riesgos innecesarios y encima tuvo que aguantar que un imbécil, perdonen, pero es la forma más educada de calificar a ese canalla, le gritara "¡Borja, así no se viene a Madrid!" mientras se jugaba el físico con el sexto. Realmente miserable quien fuera.
Y para terminar con la desilusión de hoy al menos reflejar algo muy positivo, de enorme importancia, y que espero se repita con más frecuencia, la presencia del Rey Felipe VI en el Palco Real  dando apoyo y realce a la Fiesta Nacional, acompañado por Isabel Díaz Ayuso y el ministro de agri...cultura. El de cultura no tiene ni un átomo de lo que un hombre debe tener para dar la cara, cobarde.
A la presidenta del gobierno madrileño estamos acostumbrados a verla con frecuencia por el callejón, siempre dando la cara por el toreo, nos gustaría ver al rey en el palco o en cualquier lugar de la plaza, pero que venga más, que se implique y comprometa como hoy lo han hecho Ureña y Jiménez. Atacar la fiesta es atacar a España, su Reino, no lo olvide.

Antonio Vallejo

miércoles, 5 de junio de 2024

De Wembley a Las Ventas

El viernes pasado abandonaba Las Ventas con la alegría y la emoción de la extraordinaria corrida de Santiago Domecq y la sensacional actuación de los tres espadas, Uceda Leal, Talavante y Borja Jiménez para soñar el toreo. Sueños e ilusiones hilvanados sin casi solución de continuidad a un vuelo destino Londres tan cargado de sueños e ilusiones esta vez de fútbol, tan intensos como los que cada tarde llevo a Las Ventas y también con ciertos nervios que nos acompañaron durante una inolvidable jornada disfrutando de esa ciudad maravillosa y que, no podía ser de otra manera, desembocó en un ciclón de emoción y alegría cuando el Real Madrid, mi Real Madrid, nuestro Real Madrid, el equipo más grande de la historia, elevó al cielo londinense la 15ª Copa de Europa. ¡Ya era nuestra!, una página más escrita con letras de oro en el deporte mundial gracias a un equipo de leyenda y un entrenador aún más de leyenda que se merecía haber salido a hombros por la puerta más grande que tuviera el estadio. No había fatiga, no había cansancio, la salida triunfal de todos los madridistas lo aguantaba todo, felicidad inmensa, ¡Hala Madrid y nada más!, para tomar de nuevo un vuelo que nos devolviera a Madrid para contar a todos lo que allí sentimos. Y de Wembley a Las Ventas tras unas horas de descanso rememorando el gol de Carva y de Vini una y otra vez, como rememoramos las verónicas y los naturales tras una tarde de triunfo rotundo. El Madrid y los toros, todo en 48 horas, ¿se puede pedir más?.
Nos esperaba una corrida de Pedraza de Yeltes, uno de los hierros predilectos de ese sector de la afición que se autodenomina torista remendada con uno de Torrestrella  que, como tantas veces suele ocurrir, volvió a defraudar en las expectativas. Ni por presentación, desigual por hechuras y presencia, no fue ni mucho menos para enamorar, ni por su juego, baja de raza, sin entrega, sin poder, con las fuerzas un tanto justas y que, para más inri, defraudó en el tercio de varas, sin emplearse en el peto, precisamente donde más se esperaba a este hierro. Quienes no defraudaron fuero los tres acartelados para esa tarde de domingo isidril que registró una entrada bastante más discreta en relación a los llenos a los que prácticamente a diario hemos asistido. Quizás pesaran los días que van pasando y hacen mella, o quizás que para el gran público los nombres de Juan Leal, Franciso José Espada e Isaac Fonseca no les dijeran mucho. El caso es que se notó el bajón, mucho cemento al aire, siendo generosos unos dos tercios de plaza, una pena. Como decía, no defraudaron, estuvieron muy por encima de la decepcionante corrida torista, todo lo pusieron y, si exceptuamos al tercero de Pedraza, toro con clase y fondo, todo lo demás de calidad en la tarde fue mérito de los tres matadores, firmes, dispuestos, comprometidos y con un grado de responsabilidad y exposición que llevó al madrileño Espada y al mexicano Fonseca a la enfermería. Hay que dar muchas gracias a Dios que no ocurriera una tragedia. Fue en el sexto, el de Torrestrella, tremendamente ofensivo, un bicho de cuidado con nula clase y menos entrega aún, la cara alta, soltando derrotes, poco recorrido. Todo esto le daba igual al mexicano, venía de cortar una oreja de peso al tercero con una faena plena en la que la disposición y la clase fuero de la mano desde los primeros compases, un vibrante inicio de rodillas, llevándolo muy largo y por bajo, todo raza Fonseca, para componer un par de series por el pitón derecho encajado, la mano baja, mucho temple, ligazón y profundidad, medidas, cortas, administrando las pausas y acabar rompiendo y poniendo a la plaza en pie con los naturales a pies juntos, toreo de muchos quilates, empaque, emoción, perfectamente colocado, siempre la muleta adelantada, enganchando la embestida y llevándolo metido en los vuelos para ligar con ritmo y compás. La plaza en pie y un estoconazo que pasaportó al buen toro de Pedraza, el de más entrega, para pasear el trofeo. Media Puerta Grande abierta, por eso le importaban poco las malas y peligrosas condiciones del Torrestrella. Un auténtico macho el mexicano, sin renunciar a la colocación y el toreo adelantando la muleta para intentar templar y llevarlo por bajo, sin esconder nada ni guardarse lo mínimo, lo entregó todo, casi la vida. Tragó lo indecible de la violencia del toro, derrotes secos, reponiendo, cada muletazo era un ¡ay!, mucho riesgo, no le importaba, o la Puerta Grande o la de la enfermería. Por el derecho le costaba pasar, se quedaba y soltaba la cara bruscamente, pero le plantó batalla y robó derechazos de mucho mérito. El cenit llegó de nuevo con los naturales, reunidos, firme, las zapatillas clavadas, girando sobre su eje, olés y máxima emoción, pero en la serie más rotunda, en el remate de pecho, el pitón se coló bajo la chaquetilla, el enganchón se hizo eterno, cuando se libró fue la cuadrilla a auxiliarle y rápidamente se lo llevaron a la enfermería, el cuerno había penetrado por el costado y nos dejó helados. Luego supimos que entre otro daños tenía una contusión pulmonar y fue trasladado a la UCI de un hospital. Gracias a Dios se encuentra a salvo y controlado, esperemos verle pronto recuperado y toreando en Madrid, se lo merece. Francisco José Espada también tuvo que abandonar la plaza por la enfermería y camino del hospital con cornada en el muslo y traumatismo craneoencefálico tras ser volteado y corneado por el quinto, otro marrajo de mucha aspereza que venía por dentro y sin entrega alguna, al que Espada trató de llevar siempre toreado, asumiendo un riesgo enorme y, claro, en uno de sus violentos arreones le arrolló dejándole sin sentido sobre la arena. Ni una opción había tenido con el sobrero de Chamaco que saltó tras ser devuelto por inválido al segundo titular, que tenía fondo de clase pero no se aguantaba en pie. Poco tuvo el deslucido  sobrero, lo intentó el madrileño, todo trató de hacerlo bien pero era imposible, colocación y temple, lo llevó bien conducido, cuidando la altura, pulcro, pero faltaba emoción por la mediocridad del de Chamaco, pero la imagen de Espada fue realmente buena, por supuesto muy por encima de su lote, aunque se pasara un tanto de faena. La papeleta que tuvo que resolver el parisino  Juan Leal  fue de aúpa. No solo tuvo que pasaportar sus dos toros, que no decían nada, con aceptable embroque pero mal final, sin completar el muletazo, sin acabar de entregarse, pasaban sin más, sin transmitir nada, sino que tuvo que matar al quinto y sexto por los percances de sus compañeros.  Aseado y muy por encima Leal, hizo lo que pudo con el material que tuvo y les sacó lo pco que había, como unos doblones con gusto y torería al quinto y una par de tandas en redondo con mucha clase, temple y mano baja a ese mismo quinto entre pitos de censura por parte del público que consideraba que al toro que hirió a su compañero debía haberlo matado directamente. 
Ayer día de descanso y hoy otra llegaba otra corrida como la del domingo, torista, la de José Escolar. Y que quieran que les diga, que ha mejorado muy poco lo anteriormente contado. Por lo menos la presentación de hoy ha sido buena, dispar de hechuras pero todos perfectamente reconocibles en su encaste, muy serios, descarados de pitones, tendiendo a veletos, con mucha seriedad. Otra cosa ha sido el juego, para mi claramente diferenciado entre la primera y la segunda parte de la corrida. Todos han tenido las complicaciones propias de su encaste Albaserrada y la sangre Saltillo que llevan, no permiten el mínimo descuido, se quedan debajo, repone, y tienen sentido, miden y buscan, con un peligro sordo que siempre está ahí, pero los tres primeros han sido manejables, han humillado algo más en el embroque pero a la salida del muletazo tendían a llevar la cara alta, dejando al menos torear con ligazón y mano baja mientras les han durado las fuerzas. Los tres últimos ni eso, reponiendo y revolviéndose con más riesgo del que muchos en la plaza no han visto o no han querido ver. Miren, cuando en Las Ventas viene estos hierros llamados duros o toristas ocurren fenómenos paranormales. Por ejemplo, si estos animales, como ha ocurrido en la tarde de hoy, blandean y pierden las manos en los primeros tercios o al salir del caballo no pasa nada, no se pita, ni se monta la bronca, ni se grita lo de "toros, toros, toros", se tolera todo y se tragan todo, igualito que con otras ganaderías. Un misterio. Igual que el numerito de los tercios de varas que hemos visto hoy, una decepción, sin emplearse en el peto, dejándose pegar, alguno con pelea más de manso que otra cosa, varios no querían arrancarse ni de coña, pero daba igual, se pitaba a los picadores y a los toreros que no les querían dejar largos. ¡Pero sino querían entrar!. Lo del segundo ha sido ya de risa, el toro ha gran distancia del caballo, atento a todo menos al caballo, ni amago de arrancarse, y cuando por fin lo ha hecho porque Alberto Sandoval ha montado de manera excepcional y ha logrado reclamar su atención dejando un puyazo agarrado delantero y arriba en el que el de Escolar se ha arrancado, ha llegado al peto y ha empujado lo justo, se ha montado la mundial en el sector torista, todos en pie, enloquecidos, aplaudiendo como si no hubiera mañana, entiendo que a Sandoval que lo ha hecho todo, o eso espero. Y otro fenómeno paranormal es el que lleva a los toristas a ponerse de parte del toro y minusvalorar, ningunear y despreciar al torero. Hoy ha sido alucinante, o estaban todos comiendo pipas sin parar o tomando copas como si no hubiera mañana porque no comprendo la indiferencia ante lo que estaban haciendo Fernando Robleño, Damián Castaño y Gómez del Pilar, tremendamente superiores a sus lotes, dando una imagen de seriedad, solvencia y firmeza que ha pasado casi desapercibida. No entiendo nada, ha habido que esperar hasta el quinto cuando han despertado y por fin se han dado cuenta de la verdad con la que los tres matadores estaban haciendo todo, exponiendo una enormidad y aguantando con una entereza y una dignidad fuera de toda duda las miradas y derrotes de los de Escolar que tenían mucho peligro escondido sin llegar a ser las alimañas de otras tardes. ¡Lo que le ha costado a muchos verlo!. Ni bravura ni raza han tenido los de Escolar, además de ir muy justos de fuerza. Como decía, solo los tres primeros han permitido a Robleño, Castaño y del Pilar torear con temple, largura y profundidad, pero han durado lo que un azucarillo, un par de series, no más, y ahí se han apagado. Y tampoco ha tenido entrega la corrida, algo han humillado los citados tres primeros, pero en dos tandas, luego lo mismo que todos, la cara alta, poco recorrido, a la defensiva. Muy firmes los tres matadores, ellos sí han tenido raza y entrega, siempre han buscado la colocación, han perdido los pasos necesarios para poder robar los muletazos de uno en uno, algunos con una hondura enorme, derechazos y naturales de mucho mérito y calidad, jugándosela con verdad absoluta, muy por encima de los de Escolar. Y lo malo es que mañana y pasado tenemos más torismo, Victorino Martín y Adolfo Martín, más de lo mismo. A ver lo que pasa...
Mientras tanto, como decía aquel anuncio de televisión en los años noventa, "y el Madrid qué, ¿otra vez campeón de Europa?. Pues sí, la 15ª, de Wembley a Las Ventas.
¡Hala Madrid!

Antonio Vallejo

sábado, 1 de junio de 2024

En la bravura está la verdad


 Lleno a reventar, un día más de "no hay billetes", máxima expectación, no era para menos, cartel de lujo con el hierro triunfador del pasado San Isidro, Santiago Domecq, y una terna compuesta por Uceda Leal, Alejandro Talavante y Borja Jiménez, argumentos más que suficientes para que nadie quisiera perderse la tarde. Más aún viniendo de lo de ayer, infame, y con un un sol y una temperatura que invitaba a ir a los toros. Buenos mimbres sobre los que depositar las ilusiones de los aficionados que hoy sí se han visto colmadas. Extraordinaria la corrida de Santiago Domecq, remendada por uno de Luis Algarra, tanto por presentación y presencia como por juego, emoción y transmisión. Y todo por algo que es clave, la piedra angular del toreo sobre la que se edifica todo, la bravura, que encarna la verdad del toreo y la razón de ser y la esencia de la Fiesta. Bravos han sido los toros y bravos han sido los toreros, entrega por ambas partes, un ciclón de sensaciones y una aluvión de sentimientos de principio a fina, desde el primero hasta el sexto. Belleza y nobleza, clase y calidad, raza y casta, exigencia y emoción, todo lo ha tenido esta tarde para dimensionar la grandeza de este Arte.
Uceda Leal, madrileño, torero de pies a cabeza, ha encarnado en esta tarde el toreo eterno con la serenidad que da el poso de los años. Todo lo ha hecho con naturalidad y elegancia, desprendiendo torería en cada paso, en la manera de estar en la cara, componiendo la figura, todo suave, despacio, relajado, armonía en cada muletazo. Desde el saludo capotero al que abría plaza, verónicas mecidas con dulzura y una media de cartel se percibían los aromas del su toreo, empaque, gusto y clase. Toro con buen embroque pero no tan buen final, humilla de entrada pero protesta al salir cuando lo lleva en redondo buscando la línea curva al que Uceda sabe dar la altura y la distancia para meterlo poco a poco y aprovechar el buen pitón izquierdo del animal, series de naturales con mucho temple y una clase suprema, muy despacio, con mucha hondura, ligados en un palmo de terreno, por momentos con cierto abandono, toreando para él, disfrutando, administrando los tiempos y las pausas, dando aire a este toro noble y enclasado que humillaba y repetía pero al que le ha faltado poder para transmitir más. Con la espada como toda la vida ha sido Uceda, un cañón. Bien hechurado el cuarto de Luis Alagarra, cuajado y muy serio, mete bien la cara pero va justo de recorrido en el capote, dormido en el peto para salir suelto apuntando querencia. Los primeros compases del trasteo son un tratado de torería, por bajo, andándole con elegancia, cada paso, cada trincherilla, cada detalle rezuma clase, para seguir por el pitón derecho, relajado, con desmayo, ligando con la mano baja, suavidad, despacio, torea sin prisas, temple, y otro toro noble que mete bien la cara, humilla,  quiere pero también le falta poder y duración, se apaga muy pronto, apenas dos o tres tandas,  porque podía haber sido de lío. Ha sido un placer disfrutar del porte y la elegancia de Jose Ignacio Uceda Leal, torero.
Si quedaban dudas acerca del regreso del mejor Talavante y de su excelente momento hoy han quedado disipadas. No hay duda que ha recuperado el sitio, el mando, el temple y el trazo que durante unos años creíamos perdido. Con lo de hoy no son sospechas, es una realidad, bendita realidad. Decidido y dispuesto desde el principio, el quite por chicuelinas en el primero es una declaración de intenciones. Con el segundo, precioso toro, bajo, con una presencia imponente, dibuja unas verónicas casi delantales de mucha calidad en el saludo capotero aprovechando la nobleza y la clase del de Santiago Domecq, que apunta ir poco sobrado de fuerzas. En la muleta esa falta de empuje es bastante manifiesta desde los muletazos de tanteo por bajo, en cuanto le obliga claudica. Muy inteligente Talavante administrando la altura y la cadencia, con mucha suavidad, magnífico trato, ligando a media altura, sin obligarle, derroche de técnica y temple que llega poco a los tendidos por la sosería del toro, otro que quería y no podía, que tenía nobleza y clase pero le faltaba poder y empuje. Estoconazo certrero fulminante ejecutado a la perfección, recto y arriba. El quinto, alto y grande, un tanto equino, de 600 Kg, que los soportaba muy bien, de mucha seriedad por delante, tiene buen tranco en el capote y mete la cara con calidad en el saludo, tiene movilidad, fijeza y repetición. Empuja y se emplea en el caballo, siempre abajo, pelea de bravo, manteniendo buen son en banderillas permitiendo a Javier Ambel completar un tercio de banderillas sensacional, pureza, verdad y torería. Variado y vistoso el arranque de faena, primero por alto, mucho temple, bajando la mano poco a poco, suave,  para rematar esos primeros compase con trincherazos rotundos de categoría. Le da distancia por el pitón derecho, toro con movilidad y bravo, pronto, le enagancha delante y lo lleva metido en los vuelos con mucho temple, muletazos largos, ligazón y recorrido, mucha emoción, el toro repite con codicia, mete la cara de dulce, celo en su embestida, y nobleza, humilla, transmisión y emoción reflejada en los olés roncos que hacen crujir. Por el izquierdo le costaba más, protestaba algo pero el temple hace milagros y compone un par de naturales con hondura que valen oro. No se cansa de embestir el de Santiago Domecq, el pitón derecho es una mina, y no se cansa de torear el extremeño, ¡que sinfonía!, redondos ceñidos arrastrando la muleta, muy encajado, con recorrido, y uno de pecho mirando al tendido que desata la locura. Torería suprema en el epílogo por bajo, como me gusta, trincherazos de cartel, derechazos genuflexo de enorme largura para la fase en la que estaba, la muleta barriendo la arena, para entrar a matar atracándose de toro en una entera que precisó de varios golpes de verduguillo y que esfumó la oreja que se veía venir. Pero me quedo con el Talavante renacido a pesar de las protestas de algunos a no sé qué. 
El tercero, de nombre Experto, va para toro de la feria. Si hay que definir el trapío creo que este es un magnífico ejemplo, impresionante. Movilidad y fijeza en el capote, humilla y repite, bravo y encastado, cualidades que más tarde sobresaldrían en la muleta de Borja Jiménez. Ya con los primeros muletazos pone a Las Ventas patas arriba, rota en olés y en aplausos, genuflexo, llevándolo muy toreado y en largo, pura belleza, luego hinca una rodilla y ejecuta otro derechazo igual de largo y profundo, luego las dos en tierra, y sigue toreando en redondo, emoción a raudales en este vibrante arranque. A partir de ahí el toreo en su máxima expresión, la bravura frente al temple, una lucha titánica entre la fiera y el hombre. Toro muy bravo y encastado, con enorme fijeza, perseguía con celo la muleta, sin parar ni cansarse de seguirla, humillando con enorme clase, pero también con una exigencia tremenda, que obligaba al sevillano a estar con todas las alertas encendidas, como perdiera un segundo la muleta sabía lo que había detrás y apretaba. Portentoso Jiménez por ambos pitones, adelantando la muleta, embarcándolo con un temple supremo, frenado las embestidas producto de la incansable movilidad del animal, llevándolo metido en redondos y naturales ligados con una clase descomunal, perfectamente colocado y acoplado, muy ceñidos, encajado, series rotundas y poderosas, todo por bajo, y la plaza en pie. Además detalles de gusto en los cambios de mano y los remates por bajo, toreo caro, poder y belleza, como los últimos detalles para cerrar una faena de máxima entrega de ambos, toro y torero, trincherillas de ensueño y un pase de desdén para morirse. Hunde el acero hasta la yema al segundo intento, el pinchazo previo se lleva una oreja, pero pasea otra entre el delirio colectivo que sabe a Puerta Grande. Una pena que ese anhelo que se respiraba en Las Ventas no se cumpliera en el que cerraba plaza, un toro con muy poca entrega que pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios, parado y deslucido, sin emplearse en le caballo a pesar de los dos extraordinarios puyazos delanteros de Alberto Sandoval que abandonó el ruedo envuelto en una gran ovación. Esa falta de entrega lastró la faena de muleta que inició Borja por estatuarios, un par de doblones y un remate por bajo muy torero. Nunca humilló el de Santiago Domecq, la cara alta, pero el sevillano plantó las zapatillas, muy firme, poniéndole la muleta, obligándole a embestir, templando con mucho mérito la tendencia a soltar la cara, siempre buscándole las cosquillas por bajo para poder ligar los muletazos, además de tragar lo suyo cuando se quedaba debajo y buscaba los muslos. Gran firmeza y valor de Borja Jiménez que con otra estocada sensacional ha completado una tarde de mucho peso e importancia que nos deja con el cosquilleo de querer que lleguen ya sus dos próximas comparecencias la próxima semana.
Pero eso ya llegará, de momento quedémonos con lo de hoy, con la emoción de la bravura, la verdad de nuestra Fiesta.

Antonio Vallejo