Se veía venir, era el día, no aguantaban ya un día más tras el tremendo ridículo, el desastre total, el fiasco, el timo del torismo y sus corridas.Han sido cuatro días duros para los sabios toristas, todas sus proclamas se han ido al garete, han callado y han tragado con todo, toros de presencia discutible en unos cuantos casos y nulo juego en general pero ni un reproche, ni un grito, ni una palma de tango, nada de nada, eran sus protegidos, sus hierros favoritos, los garantes de la pureza del toreo. ¡Una mierda!, que se la han comido sin rechistar. Hoy no, hoy venía Victoriano del Río y han vuelto a traer los pañuelos verdes, han vuelto a protestar su presentación nada más saltar, otra vez el cansino y patético "toros, toros, toros", por supuesto el "miau", en fin , todo sus rancio repertorio revientafaenas que sus fobias impulsan. Son pocos, no más de una veintena o treintena, que hoy se han inventado lo del afeitado. De verdad, son patéticos, amén de pésimos aficionados, una banda de impostores. Y por si faltaba algo para coronar el absurdo y la desvergüenza se ha apuntado al circo el del palco, un tal José Luis González, González, un ladrón, solo puede llamarse así a quien roba la segunda oreja a Borja Jiménez pedida por toda la plaza tras una faena antológica y una estocada monumental al segundo. Un clamor, era para sacar los dos pañuelos a la vez, pero cuando el del palco es ladrón y cobarde pasa lo que pasa, que habrá claudicado ante el pánico a que veinte o treinta majaretas que acampan por los altos del 7 le critiquen y piense que así hace perder seriedad y exigencia a la plaza de Las Ventas. Y esto que digo no es ensoñación mía, es que hace dos años, en noviembre de 2022, la Asociación "el Toro" de Madrid, integrada por miembros que se sientan en el 7, escribió una carta al Jefe Superior del Cuerpo de Policía exigiendo que revisara los presidentes de la plaza de Madrid ya que según su criterio estaban desprestigiando la plaza y poco menos que indicaban o exigían los criterios que debían seguir. Vamos, si eso no es un chantaje en toda regla explíquenme lo que es. La bronca ha sido de las que pocas veces he presenciado, pero el tío ni se ha inmutado, supongo que sabedor que la banda de los impostores no le iba a molestar. Salvo equivocación o error por mi parte en el palco se siguen sentando ejerciendo de presidentes miembros de la policía, inspectores o comisarios, creo. Pues si el de esta tarde, el ladrón de orejas, José Luis González González, lo es, que Dios nos asista. Si este personaje se supone que debe hacer cumplir la leyes, perseguir el delito y protegernos de los delincuentes.... ¡menuda tropa!.
No digo que sea imposible, pero desde luego es muy difícil torear mejor que como lo ha ha hecho hoy Borja Jiménez, de principio a fin, desde que se fue a porta gayola a recibir a Dulce hasta que hundió la espada hasta la yema volcándose recto. Un recital de toreo antológico, desde la larga cambiada, los delantales templados y cadenciosos, las chicuelinas a manos bajas llenas de sabor y una revolera de remate que puso a la gente en pie. Toro bravo y enclasado, que metía la cara como su nombre, de dulce, noble, repetidor, con recorrido y un tranco extraordinario, se arranca ágil al caballo y empuja con celo, buena pelea, desde luego bastante mejor que la de muchos de las corridas toristas. En la muleta es donde todo ha reventado, la bravura de Dulce y la torería de Borja Jiménez. Los primeros compases por doblones han sido para enmarcar, la series por el pitón derecho una obra maestra de temple y profundidad, los naturales auténticas joyas de colección, todo ejecutado con un gusto exquisito, cada remate por bajo traía aromas de azahar y romero, Sevilla pura, auténticos carteles, toreo de duende, un pellizco en lo más profundo de cada ser. Relajado y entregado, erguido, natural, nada forzado, todo fluía hacia sus muñecas que manejaban la muleta con dulzura, no podía ser de otra manera con Dulce, enroscándose las embestidas, siempre la mano baja, la muleta barriendo la arena, el toro humillando y colocando la cara con una clase y condición suprema, dibujando en trazos curvos el toreo eterno, por ambos pitones, largura, recorrido, series rotundas, compactas, acople perfecto, encajado, trincherazos y pases de la firma, otros remates mirando al tendido, olés roncos, sentidos, un crujido a cada pase, y un final apoteósico, como al inicio, por bajo, genuflexo, ayudados por bajo y remates que nos transportan a la Maestranza sevillana, arte y torería, y un estoconazo en todo lo alto entrando recto y por derecho, fulminante. Un mar de pañuelos blancos que no cesaban, era para sacar los dos a la vez en le palco, pero había un ladrón de orejas que perpetró uno de los atracos mayores que se recuerdan en esta plaza. Espero que no vuelva a parecer nunca más, aunque lo dudo, ya se encargará de protegerle la banda de impostores que gritaron lo de "toros, toros, toros" a Dulce, una vez más puestos en evidencia, un ridículo más. Una oreja que paseó el sevillano en dos vueltas al ruedo apoteósicas y una vuelta al ruedo que merecía este toro bravo, con enorme clase, y que no fue por la mezquindad de José Luis González Gonzalez. Aún le quedaba, el quinto, también se va a porta gayola, le pega una larga cambiada emocionante y luego torea a la verónica con una cadencia extraordinaria, suaves, acariciando cada embestida para rematar con una media arrebujada de quitar el sentido. Toro de impresionante presencia y seriedad, grande, con mucha movilidad y repetición, que mete la cara con gran clase pero que va justo de fuerzas, al que Jiménez conduce al caballo galleando por chicuelinas, más aromas sevillanos, sentimientos a flor de piel, aún dolidos por el atraco sufrido. Se le mide en el caballo pero pierde las manos al salir, las protestas de la banda de los impostores suben decibelios, sacan los pañuelos verdes que estos cuatro días atrás tenían guardados, prohibidos con los toristas, está en su salsa, pero desde el palco cambian el tercio, se cabrean aún más, no imponen su criterio. Cierto es que el toro dio motivos para echarlo atrás, pero no más que unos cuantos de los hierros toristas, y ahí no dijeron ni mú estos sabios impostores. Se disponía a colocar banderillas la cuadrilla cuando el toro hizo un pequeño amago con una mano sin llegar a doblar y liaron la mundial y entonces sí sacó el pañuelo verde con el cabreo de Jiménez que veía la clase y las posibilidades del toro. Y además creo que no era momento para devolverlo si no lo hizo antes, bien podía haber esperado para ver si se caía otra vez, pero no, cedió a las protestas, ¿o lo que hizo fue obedecer?. El caso es que salió un sobrero de Torrealta, muy bonito de hechuras, bajo, cuajado y serio al que el sevillano también recibió a porta gayola. Estaba claro que iba a por todas para cortar la oreja que abriera la Puerta Grande. Una larga cambiada arriesgadísima para incorporarse y lancear por verónicas y chicuelinas a manos bajas, con desmayo, en los medios, de mucha plasticidad y belleza. Muy firme y sereno arranca la faena de muleta, estatuarios que hilvana a un toreo por bajo lleno de gusto, andándole despacio, llevándoselo a los medios, las trincherillas y el de desdén desatan la locura. De nuevo compone una faena de toreo caro, colocación perfecta, mano baja, recorrido, profundidad, ligando en una baldosa, enroscándose las embestidas, derechazos con empaque, detalles y remates por bajo que nos vuelven otra vez a su tierra, que clase y gusto en cada muletazo. Le cuesta más por el izquierdo, tiene que perderle pasos para quedar colocado y poder colocar, mucha técnica y conocimiento, para acabar sacando un par de naturales de los que detienen los relojes, muy lentos, una delicia. Toro a menos en una faena abrochados por unos ayudados por bajo, genuflexo, para morirse. Un pinchazo, y si hubieran sido tres hubiera dado igual, previo a otro estoconazo sensacional arriba no impide que los tendidos - salvo unos veinte o treinta, los de la banda, no la de música, la otra - se pueblen de pañuelos blancos pidiendo la llave de la Puerta Grande, a lo que no se pudo negar el presi porque hubiera sido para enchironarlo. Triunfo grande, triunfo de ley, rotundo como su toreo, que casi se va al garete por un robo indecente.
Muy poca suerte y escasa opciones tuvieron Emilio de Justo y Roca Rey con sus respectivos lotes. Creo que ambos anduvieron con enorme suficiencia, siempre trataron de hacerlo todo bien, buscaron la colocación, mostrarles la muleta y llevarlos siempre por bajo, pero las escasa condiciones de sus toros marcaron la pauta. Se movía el primero, buen embroque pero sin acabar de completar, con clase y nobleza, mete la cara, y quiere... pero no puede, escaso empuje y fuerzas las justas. Bonito y con mando el prólogo de muleta, por bajo, doblándose, derechazos con recorrido de mucha belleza. Pero se apaga en un suspiro, se queda debajo, obliga a perder pasos a Emilio, comienza a defenderse cabeceando, desluciendo el buen trato y el temple que el extremeño pretende aplicar para sacar algo lucido. Sin ninguna entrega el cuarto, la cara alta, pasa por los primeros tercios sin más y llega a la muleta prácticamente vacío y aguanta un par de series por el pitón derecho llevándolo con mucho temple, la mano muy baja, desmayado, pero no tiene más. Por el izquierdo no tiene nada. Por su parte Roca rey tuvo solo un toro, el tercero, ya que el sexto fue un manso de solemnidad de principio a fin. Huía de todo y de todos, no quería ni ver los capotes y menos aún al caballo y en la muleta, aunque el peruano le tapó siempre la cara, condujo los escasos muletazos que permitió con mucha técnica, pero era imposible sacar algo, acertando al abreviar. El tercero tampoco permitió mucho, sin entrega ni bravura, la cara alta y las manos por delante en los primeros tercios y con escasas condiciones en la muleta, sin rematar los viajes. Lo mejor fue el arranque de faena, de rodillas, en terrenos del 7, en terrenos de adentro, dos cambiados por la espalda de infarto, a milímetros de la chaquetilla, así como un par de series cortitas por el derecho con la multa muy puesta, la mano baja para así poder lucir el escaso fondo del de Victoriano. Nada tuvo por el izquierdo, protestaba y soltaba la cara. Para cuando quiso volver al derecho el toro dijo basta y se paró. No hubo más. Bueno sí, hubo algo más y el protagonista, ¿se imaginan quien fue?: Exacto, José Luis González González que para coronar su despropósito no tiene idea mejor que mandar le recado del primer aviso justo cuando Roca Rey se perfilaba para entrar a matar. No había otro momento, no podía esperar unos cinco segundos a que matara, no, por supuesto era imposible, me imagino al tío cronómetro en mano, diez minutos exactos y, ¡hala!, saco el pañuelo, que no digan que incumplo el reglamento. De verdad, además de lo otro es tonto, muy tonto, rematadamente tonto, tonto hasta decir basta.
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario