La imagen refleja el valor de una tarde y me deja sin palabras. Un hombre solo, hecho un Ecce Homo, camino de la enfermería tras cortar una oreja de ley al sexto de la Corrida In Memoriam Antoñete de este domingo. El parte médico emitido tras la corrida es claro: "fractura desplazada del tercio medio de clavícula izquierda". En esas condiciones, aturdido, mareado, con un dolor insoportable, se ha enfrentado Paco Ureña a Ochavón, un muy bien hechurado colorado ojo de perdiz de Jandilla, dando una lección de entereza, capacidad de sufrimiento y superación, dignidad, honestidad, compromiso, valor y mucha verdad, eternos valores del toreo.
Una tarde de máxima expectación con el cartel de "no hay billetes" de nuevo colgado que discurría en caída libre hacia el fracaso absoluto. Una pena, porque la corrida de Jandilla traía buenas hechuras y puntas finas, pero le ha faltado bravura, raza, clase, empuje, entrega y fuerzas. Así es difícil por mucho que se empeñaran José María Manzanares, Alejandro Talavante y Paco Ureña.
Saltaba el primero, un manso de libro que se frenaba y huía de los capotes, que no quería ni ver al caballo, rebrincado, doliéndose, sin emplearse, parado totalmente en banderillas, la cara alta, y que en la muleta pasaba sin querer saber nada para salir suelto buscando las tablas, eso cuando no se venía por dentro llegando a voltear al alicantino afortunadamente sin consecuencias. Solo había una opción y la vio clara Manzanares, al abrigo de las tablas, poniéndole la muleta en la cara, tapándole mucho la salida y con la mano muy baja, para componer tres series cortitas, tres por el pitón derecho y una al natural, aprovechando lo poco que tragaba el manso, tres muletazos poderosos, profundos y ligados más el remate. Una entera ligeramente desprendida para pasaportarlo sin puntilla a y recibe una merecida ovación. Lo del cuarto fue de traca, devuelto por inválido, por lo que salta el primer sobrero de El Pilar, cuarto bis, con menos fuerzas aún que el titular siendo también devuelto a los corrales para que salga el cuarto tris, otro sobrero de El Pilar de mucha alzada, muy largo y ensillado, parecía un caballo más que otra cosa, aspecto destartalado, falto de remate, en las antípodas de las hechuras del toro que me enamora. Ni clase, ni fuerzas, ni poder, ni entrega, nada ha tenido en los primeros tercios, deslucido en el capote, las manos por delante, no pelea en el peto ni hace nada en banderillas y en la muleta va a peor si cabe, no pasa, la cara por las nubes, si le obliga lo mínimo se viene abajo, un auténtico despojo ante el que solo sirve abreviar, como acertadamente hizo Manzanares para que los matarifes den buena cuenta de sus carnes.
Decidido cruzó Talavante el ruedo para recibir a porta gayola al segundo. Sale parado, mirando, parece que va pero se frena, otro amago pero no se decide, hasta que a la tercera va la vencida y pasa prácticamente por encima del extremeño que se libar por los pelos del trance en unos segundos de angustia. Ya en pie dibuja delantales a pies juntos con desmayo y clase a un toro al que le cuesta humillar y echa las manos por delante, con poca entrega y fuerzas, dejándose pegar en el caballo, dormido en el peto y sin demasiada movilidad en banderillas, pese a lo cual Javier Ambel y Manuel Izquierdo cuajan un excelente tercio con mucha verdad, llegando a la cara con exposición para dejar tres pares perfectamente reunidos. Sin probaturas, por el pitón izquierdo, arranca Talavante una faena de altibajos en la que la falta de poder y empuje del toro han marcado la pauta. Primeras series al natural tratando de llevar conducida la embestida sin poder obligar al de Jandilla, noblote y manejable pero con poca gracia. Un natural tenía hondura, luego otro no aguantaba, otro a media altura sin más, y lo mismo cuando tomó la diestra, series faltas de ritmo y continuidad, bien concebidas, pero un sube y baja, poca transmisión, sin llegar a conectar con unos tendidos que, dicho sea de paso, creo que tampoco tenían excesivas ganas de buscar esa conexión. En ningún momento llegó a romper el trasteo, por momentos parecía que el toro se venía arriba y humillaba para después quedarse corto, llevar la cara y puntear las telas, por momentos Talavante estaba más acoplado y parecía que la cosa despegaba para después perder algo el sitio. Eso sin contar con que el de Jandilla aguantó un suspiro por lo que los últimos compases fueron una sucesión de pases sin demasiado sentido y nula emoción. El quinto no ha mejorado las condiciones de su hermano, con poca entrega y fuerzas en el capote, si bien Manuel Cid, despedido en medio de una gran ovación, ha dejado dos sensacionales puyazos agarrados arriba en los que el toro ha parecido emplearse algo más. Pero eso ha sido un simple espejismo, como el primer par de Alvaro Montes, sensacional, o la magistral brega de Javier Ambel, ya que en la muleta no ha tenido nada, mínimo recorrido, mínima entrega y nula humillación, sin completar el muletazo, la cara alta, punteando las telas, por ambos pitones igual, lo ha probado Talavante y era imposible, no pasaba, si trataba de bajarle la mano se derrumbaba estrepitosamente por su falta de fuerzas, y todavía algún listo, uno de los sabios, seguro, le ha reprochado la colocación y le ha exigido que se pusiera en el sitio. ¿Pero en qué sitio?, si es que no había sitio donde ponerse, daba igual, ese no era el problema, sino que ese toro estaba vacío de todo. En fin, lo que hay que escuchar.
Falto de remate y lavado de cara a mi modo de ver el tercero, bastante protestado de salida, que en la línea general de la tarde ha carecido de entrega y fuerzas y que además parecía reparado de la vista por algunos movimientos peculiares que ha hecho durante toda la lidia. Ha pasado por los primeros tercios porque tenía que pasar, sin decir nada, sin clase y sin emplearse, la cara alta, algo que no ha sido obstáculo para que Agustín de Espartinas y Álvaro López "Azuquita" han completado un magnífico tercio de banderillas dejando los palos con oficio y pureza. Muy rebrincado y desclasado en la muleta, le echa las telas abajo Ureña y roba algunos muletazos ligados de mucho mérito por le pitón derecho con profundidad y emoción sometiendo la aspereza de las embestidas. Por el izquierdo no ha concedido nada, revolviéndose y soltando la cara, derrotes secos, a la defensiva, por lo que el lorquiano ha abreviado con criterio liquidando sin puntilla al animal con un espadazo monumental.
Este camino tan desagradecido era le que conducía al fracaso que les comentaba al principio, fácil de entender visto lo visto. Pero vino Ochavón a dignificar esta corrida en recuerdo del maestro Antoñete que allí en el cielo debía estar que trinaba, un cigarrillo tras otro. Un toro precioso, bajo, cuajado, serio pero sin estridencias, con mucha movilidad, fijeza y repetición en las verónicas de saludo, metiendo bien la cara, humillando con el hocico limpiando la arena, pronto en varas, galope ágil y alegre, empujando con celo, la cara enterrada bajo el peto, metiendo los riñones, dos soberbios puyazos delanteros de Juan Melgar, fuertemente ovacionado al retirarse por el callejón, como ovacionado fue Curro Vivas por dos magníficos pares de banderillas clavados de poder a poder a este toro de gran tranco en ese tercio. Bravo y encastado en la muleta de Ureña, fijeza y repetición desde los primeros compases, ayudados por alto, un par de adornos por bajo y un natural de mucha hondura repleto de emoción que cala en los tendidos, olés roncos llenos de sentimiento. Ya en la primera tanda ha avisado que se venía por dentro, seguía humillando mucho pero se quedaba debajo, sin completar el viaje con peligro. Firme Ureña, poniéndole la muleta, mano muy baja, encajado, aguanta otra colada y a la tercera le engancha y le lanza por los aires como si fuera un muñeco de trapo para caer de muy fea manera quedando inerte, espeluznante, dejándonos la sangre helada, sin saber si hay cornada o si la atroz caída es aún más grave. Se lo llevan en volandas, dramático, pero en el callejón se paran y parece que Ureña vuelve a salir, increíble, y así es. Imagen dantesca, ensangrentado, la chaquetilla desmadejada, hecho un Ecce Homo, mareado y desequilibrado al andar, encorvado por el dolor, para plantarse en la cara del de Jandilla y ponerse a torear por le pitón derecho poniéndole la muleta y llevándolo sometido por bajo, aguantando además la tendencia a venirse por dentro y el ya menor recorrido del toro, peligroso a más no poder y con sentido desarrollado por si faltaba algo. Ha sido épico, ni idea de si han sido dos, tres o cuatro series, me da igual, no me importan las matemáticas, todo era mucho más grande, la verdadera dimensión del valor y el compromiso, cada muletazo que se completaba un alivio, cada vez que se quedaba corto un nudo en la garganta, pero la firmeza y la entereza siempre la misma. Por el izquierdo no podía, era imposible, aún no sabíamos que llevaba la clavícula fracturada, solo el hecho de intentarlo una vez dice mucho de la grandeza de Ureña. Y se ha tirado a matar como si nada, recto, dejando una casi entera arriba que pasaportado a Ochavón en segundos. Y Las Ventas un mar de pañuelos blancos para cobrar una oreja de ley en reconocimiento a un hombre íntegro cuya entrega le ha llevado a no dudar en dar incluso su vida por aquello que tanto ama y respeta. Una página en letras de oro de la historia épica del toreo.
Antonio Vallejo
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