El viernes pasado abandonaba Las Ventas con la alegría y la emoción de la extraordinaria corrida de Santiago Domecq y la sensacional actuación de los tres espadas, Uceda Leal, Talavante y Borja Jiménez para soñar el toreo. Sueños e ilusiones hilvanados sin casi solución de continuidad a un vuelo destino Londres tan cargado de sueños e ilusiones esta vez de fútbol, tan intensos como los que cada tarde llevo a Las Ventas y también con ciertos nervios que nos acompañaron durante una inolvidable jornada disfrutando de esa ciudad maravillosa y que, no podía ser de otra manera, desembocó en un ciclón de emoción y alegría cuando el Real Madrid, mi Real Madrid, nuestro Real Madrid, el equipo más grande de la historia, elevó al cielo londinense la 15ª Copa de Europa. ¡Ya era nuestra!, una página más escrita con letras de oro en el deporte mundial gracias a un equipo de leyenda y un entrenador aún más de leyenda que se merecía haber salido a hombros por la puerta más grande que tuviera el estadio. No había fatiga, no había cansancio, la salida triunfal de todos los madridistas lo aguantaba todo, felicidad inmensa, ¡Hala Madrid y nada más!, para tomar de nuevo un vuelo que nos devolviera a Madrid para contar a todos lo que allí sentimos. Y de Wembley a Las Ventas tras unas horas de descanso rememorando el gol de Carva y de Vini una y otra vez, como rememoramos las verónicas y los naturales tras una tarde de triunfo rotundo. El Madrid y los toros, todo en 48 horas, ¿se puede pedir más?.
Nos esperaba una corrida de Pedraza de Yeltes, uno de los hierros predilectos de ese sector de la afición que se autodenomina torista remendada con uno de Torrestrella que, como tantas veces suele ocurrir, volvió a defraudar en las expectativas. Ni por presentación, desigual por hechuras y presencia, no fue ni mucho menos para enamorar, ni por su juego, baja de raza, sin entrega, sin poder, con las fuerzas un tanto justas y que, para más inri, defraudó en el tercio de varas, sin emplearse en el peto, precisamente donde más se esperaba a este hierro. Quienes no defraudaron fuero los tres acartelados para esa tarde de domingo isidril que registró una entrada bastante más discreta en relación a los llenos a los que prácticamente a diario hemos asistido. Quizás pesaran los días que van pasando y hacen mella, o quizás que para el gran público los nombres de Juan Leal, Franciso José Espada e Isaac Fonseca no les dijeran mucho. El caso es que se notó el bajón, mucho cemento al aire, siendo generosos unos dos tercios de plaza, una pena. Como decía, no defraudaron, estuvieron muy por encima de la decepcionante corrida torista, todo lo pusieron y, si exceptuamos al tercero de Pedraza, toro con clase y fondo, todo lo demás de calidad en la tarde fue mérito de los tres matadores, firmes, dispuestos, comprometidos y con un grado de responsabilidad y exposición que llevó al madrileño Espada y al mexicano Fonseca a la enfermería. Hay que dar muchas gracias a Dios que no ocurriera una tragedia. Fue en el sexto, el de Torrestrella, tremendamente ofensivo, un bicho de cuidado con nula clase y menos entrega aún, la cara alta, soltando derrotes, poco recorrido. Todo esto le daba igual al mexicano, venía de cortar una oreja de peso al tercero con una faena plena en la que la disposición y la clase fuero de la mano desde los primeros compases, un vibrante inicio de rodillas, llevándolo muy largo y por bajo, todo raza Fonseca, para componer un par de series por el pitón derecho encajado, la mano baja, mucho temple, ligazón y profundidad, medidas, cortas, administrando las pausas y acabar rompiendo y poniendo a la plaza en pie con los naturales a pies juntos, toreo de muchos quilates, empaque, emoción, perfectamente colocado, siempre la muleta adelantada, enganchando la embestida y llevándolo metido en los vuelos para ligar con ritmo y compás. La plaza en pie y un estoconazo que pasaportó al buen toro de Pedraza, el de más entrega, para pasear el trofeo. Media Puerta Grande abierta, por eso le importaban poco las malas y peligrosas condiciones del Torrestrella. Un auténtico macho el mexicano, sin renunciar a la colocación y el toreo adelantando la muleta para intentar templar y llevarlo por bajo, sin esconder nada ni guardarse lo mínimo, lo entregó todo, casi la vida. Tragó lo indecible de la violencia del toro, derrotes secos, reponiendo, cada muletazo era un ¡ay!, mucho riesgo, no le importaba, o la Puerta Grande o la de la enfermería. Por el derecho le costaba pasar, se quedaba y soltaba la cara bruscamente, pero le plantó batalla y robó derechazos de mucho mérito. El cenit llegó de nuevo con los naturales, reunidos, firme, las zapatillas clavadas, girando sobre su eje, olés y máxima emoción, pero en la serie más rotunda, en el remate de pecho, el pitón se coló bajo la chaquetilla, el enganchón se hizo eterno, cuando se libró fue la cuadrilla a auxiliarle y rápidamente se lo llevaron a la enfermería, el cuerno había penetrado por el costado y nos dejó helados. Luego supimos que entre otro daños tenía una contusión pulmonar y fue trasladado a la UCI de un hospital. Gracias a Dios se encuentra a salvo y controlado, esperemos verle pronto recuperado y toreando en Madrid, se lo merece. Francisco José Espada también tuvo que abandonar la plaza por la enfermería y camino del hospital con cornada en el muslo y traumatismo craneoencefálico tras ser volteado y corneado por el quinto, otro marrajo de mucha aspereza que venía por dentro y sin entrega alguna, al que Espada trató de llevar siempre toreado, asumiendo un riesgo enorme y, claro, en uno de sus violentos arreones le arrolló dejándole sin sentido sobre la arena. Ni una opción había tenido con el sobrero de Chamaco que saltó tras ser devuelto por inválido al segundo titular, que tenía fondo de clase pero no se aguantaba en pie. Poco tuvo el deslucido sobrero, lo intentó el madrileño, todo trató de hacerlo bien pero era imposible, colocación y temple, lo llevó bien conducido, cuidando la altura, pulcro, pero faltaba emoción por la mediocridad del de Chamaco, pero la imagen de Espada fue realmente buena, por supuesto muy por encima de su lote, aunque se pasara un tanto de faena. La papeleta que tuvo que resolver el parisino Juan Leal fue de aúpa. No solo tuvo que pasaportar sus dos toros, que no decían nada, con aceptable embroque pero mal final, sin completar el muletazo, sin acabar de entregarse, pasaban sin más, sin transmitir nada, sino que tuvo que matar al quinto y sexto por los percances de sus compañeros. Aseado y muy por encima Leal, hizo lo que pudo con el material que tuvo y les sacó lo pco que había, como unos doblones con gusto y torería al quinto y una par de tandas en redondo con mucha clase, temple y mano baja a ese mismo quinto entre pitos de censura por parte del público que consideraba que al toro que hirió a su compañero debía haberlo matado directamente.
Ayer día de descanso y hoy otra llegaba otra corrida como la del domingo, torista, la de José Escolar. Y que quieran que les diga, que ha mejorado muy poco lo anteriormente contado. Por lo menos la presentación de hoy ha sido buena, dispar de hechuras pero todos perfectamente reconocibles en su encaste, muy serios, descarados de pitones, tendiendo a veletos, con mucha seriedad. Otra cosa ha sido el juego, para mi claramente diferenciado entre la primera y la segunda parte de la corrida. Todos han tenido las complicaciones propias de su encaste Albaserrada y la sangre Saltillo que llevan, no permiten el mínimo descuido, se quedan debajo, repone, y tienen sentido, miden y buscan, con un peligro sordo que siempre está ahí, pero los tres primeros han sido manejables, han humillado algo más en el embroque pero a la salida del muletazo tendían a llevar la cara alta, dejando al menos torear con ligazón y mano baja mientras les han durado las fuerzas. Los tres últimos ni eso, reponiendo y revolviéndose con más riesgo del que muchos en la plaza no han visto o no han querido ver. Miren, cuando en Las Ventas viene estos hierros llamados duros o toristas ocurren fenómenos paranormales. Por ejemplo, si estos animales, como ha ocurrido en la tarde de hoy, blandean y pierden las manos en los primeros tercios o al salir del caballo no pasa nada, no se pita, ni se monta la bronca, ni se grita lo de "toros, toros, toros", se tolera todo y se tragan todo, igualito que con otras ganaderías. Un misterio. Igual que el numerito de los tercios de varas que hemos visto hoy, una decepción, sin emplearse en el peto, dejándose pegar, alguno con pelea más de manso que otra cosa, varios no querían arrancarse ni de coña, pero daba igual, se pitaba a los picadores y a los toreros que no les querían dejar largos. ¡Pero sino querían entrar!. Lo del segundo ha sido ya de risa, el toro ha gran distancia del caballo, atento a todo menos al caballo, ni amago de arrancarse, y cuando por fin lo ha hecho porque Alberto Sandoval ha montado de manera excepcional y ha logrado reclamar su atención dejando un puyazo agarrado delantero y arriba en el que el de Escolar se ha arrancado, ha llegado al peto y ha empujado lo justo, se ha montado la mundial en el sector torista, todos en pie, enloquecidos, aplaudiendo como si no hubiera mañana, entiendo que a Sandoval que lo ha hecho todo, o eso espero. Y otro fenómeno paranormal es el que lleva a los toristas a ponerse de parte del toro y minusvalorar, ningunear y despreciar al torero. Hoy ha sido alucinante, o estaban todos comiendo pipas sin parar o tomando copas como si no hubiera mañana porque no comprendo la indiferencia ante lo que estaban haciendo Fernando Robleño, Damián Castaño y Gómez del Pilar, tremendamente superiores a sus lotes, dando una imagen de seriedad, solvencia y firmeza que ha pasado casi desapercibida. No entiendo nada, ha habido que esperar hasta el quinto cuando han despertado y por fin se han dado cuenta de la verdad con la que los tres matadores estaban haciendo todo, exponiendo una enormidad y aguantando con una entereza y una dignidad fuera de toda duda las miradas y derrotes de los de Escolar que tenían mucho peligro escondido sin llegar a ser las alimañas de otras tardes. ¡Lo que le ha costado a muchos verlo!. Ni bravura ni raza han tenido los de Escolar, además de ir muy justos de fuerza. Como decía, solo los tres primeros han permitido a Robleño, Castaño y del Pilar torear con temple, largura y profundidad, pero han durado lo que un azucarillo, un par de series, no más, y ahí se han apagado. Y tampoco ha tenido entrega la corrida, algo han humillado los citados tres primeros, pero en dos tandas, luego lo mismo que todos, la cara alta, poco recorrido, a la defensiva. Muy firmes los tres matadores, ellos sí han tenido raza y entrega, siempre han buscado la colocación, han perdido los pasos necesarios para poder robar los muletazos de uno en uno, algunos con una hondura enorme, derechazos y naturales de mucho mérito y calidad, jugándosela con verdad absoluta, muy por encima de los de Escolar. Y lo malo es que mañana y pasado tenemos más torismo, Victorino Martín y Adolfo Martín, más de lo mismo. A ver lo que pasa...
Mientras tanto, como decía aquel anuncio de televisión en los años noventa, "y el Madrid qué, ¿otra vez campeón de Europa?. Pues sí, la 15ª, de Wembley a Las Ventas.
¡Hala Madrid!
Antonio Vallejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario