miércoles, 26 de julio de 2017

José María Manzanares, eterna elegancia del toreo


Primera de las corridas de toros de la feria de Santiago de Santander, preciosa plaza, coqueta y engalanada, con un lleno en los tendidos que invita una vez más al optimismo en estos tiempos de prohibiciones y tonterías varias como la absurda idea de Baleares y la estupidez de las “corridas sin muerte”. En España desgraciadamente siempre queda sitio para un, o muchos, tontos más.
Toros de Hermanos García Jiménez (2º, 3º y 5º), Olga Jiménez (1º y 4º) y Peña de Francia (6º), ganaderías salmantinas de procedencia Juan Pedro Domecq Díez, hierros sin antigüedad, es decir, que aún han lidiado en la Monumental de Las Ventas puesto que la fecha que un hierro lidia bien una novillada o una corrida de toros marca este término taurino, y que sinceramente no tenía ni idea de su existencia. Corrida muy desigual de presentación y hechuras, muy justito de presencia el tercero, el quinto de Peña de Francia sin trapío suficiente para una plaza de segunda como Santander, y también desigual de juego, buenos y con clase tercero y sexto, nobles y manejables primero y cuarto y sin clase ni opciones segundo y quinto.
El salmantino Alejandro Marcos tomaba la alternativa de manos de un maestro que esta tarde ha demostrado que la clase, la elegancia y el empaque en el toreo tienen un nombre, José María Manzanares, teniendo como testigo de tal acontecimiento a Alejandro Talavante. Y no ha podido entrar el salmantino con mejor pie en el escalafón, de la manera que cualquier torero quiere hacerlo, abriendo la puerta grande tras cortar dos orejas al sexto, que bien podrían haber sido tres de acertar con la espada en el de su alternativa. Magnífica imagen la dejada por Marcos, variado con el capote, sensacional en el toreo a la verónica, vistoso y lucido en los quites, uno por tafalleras en el primero y otro galleando por chicuelinas para llevar al toro al caballo de Óscar Bernal en el sexto. impresionante con la muleta, templado, sereno, demostrando dotes y capacidad para el toreo, bien colocado, corriendo bien la mano, alargando el viaje, siempre por bajo, ligando las series con despaciosidad y mucho gusto al torear y administrando las pausas con mucho criterio, sensaciones de torero hecho, no de alternativa. A ello hay que sumar detalles por bajo cargados de sabor a toreo añejo, trincherazos bellísimos como colofón a la faena al toro de su alternativa, y las ganas, la entrega, la disposición y la exposición ante el sexto, un mastodonte de 650 Kg ante el que además de clase y torería ha demostrado tener valor a toneladas al plantarse con ambas rodillas en tierra en los primeros compases del trasteo para posteriormente dibujar una faena con tandas profundas por ambos pitones cargadas de emoción y sentimiento que ha calado profundamente en los aficionados santanderinos. Toreo hondo, templado, de verdad, rematado por un pinchazo y un estoconazo que no ha sido impedimento para poner en pie a los aficionados que han demandado ambos trofeos con mucha fuerza para el toricantano, petición atendida por el palco a mi juicio con acertado criterio.
Alejandro Talavante recibe con verónicas de mucho temple y un ramillete de chicuelinas a manos bajas de mucho gusto al tercero, un toro que mete la cara con clase en el capote del extremeño. Sensacional el quite por saltilleras tras salir del caballo que pone a los tendidos en pie. Toro noble y manejable al que Talavante ha toreado con el poderío, el mando y la facilidad a la que el extremeño nos tiene acostumbrado. Inicio de faena por estatuarios para hilvanar una faena cargada de clase y calidad. Toreo templado, perfecto de colocación, dominador absoluto de la escena, dibujando los muletazos con trazos suaves, despacioso, enroscándose al toro a la cintura, magníficos los naturales dándole el pecho, hondos, por bajo, improvisación e imaginación cuando el toro se fue parando pisando terrenos comprometidos, en un palmo de terreno, y emocionantes las bernardinas finales cambiando la trayectoria de la embestida en el último suspiro. Estocada entera arriba y un descabello merecen la oreja pedida mayoritariamente por los aficionados. Ante el quinto el extremeño demostró por qué es una figura del toreo. Toro sin clase ante el que se inventó una faena. Todo lo hizo el matador demostrando su conocimiento y sus recursos de maestro. A media altura, con suavidad, poniéndole la  muleta y enseñando a embestir al de Hermanos García Jiménez, para dejar series de redondos y naturales templados y ligados en series cortas y medidas pero repletas de calidad, con la superioridad tan apabullante que el pacense demuestra ante la cara del toro. Faena de enorme valor y mérito que hubiera valido los trofeos de no haber fallado con la espada, una lástima porque hubiera redondeado una tarde triunfal.
Hablar de José María Manzanares es hablar de elegancia, de clase, de empaque, de un maestro, de un figurón del toreo, de un torero de época. Un toreo que llena el ruedo con su presencia, su figura, la manera de moverse y andar delante de la cara de los toros rezuman gusto y aromas a torero grande, tocado con un don especial que le viene en los genes. Ninguna opción le dio el flojo segundo, un toro noblote pero soso y descastado, sin fuerzas ni emoción. Templado, suave, acariciando al toro para dibujar redondos y naturales lentos, lentísimos, con una maestría fuera de serie a pesar de la nulas condiciones del de Hermanos García Jiménez. Muy por encima el alicantino dejando  patente su gran capacidad lidiadora. Con el cuarto, un buen toro de Olga Jiménez, con clase, repetidor y con humillación, sencillamente ha bordado el toreo. Empaque y elegancia, clase y calidad, torería suprema, toreo templado, con una suavidad exquisita, acariciando su cara con el capote en unas verónicas sublimes, meciendo al toro en la muleta, acunando la embestida, series rotundas por ambos pitones, templadas, por bajo, componiendo la figura, aristocrática, regia diría yo, en perfecta armonía, belleza y plasticidad, ligando los muletazos con gracia y garbo, remates y adornos improvisados llenos de aromas, toreo eterno, una sinfonía grandiosa, una obra de arte nacida de la inspiración y el sentimiento de uno de los grandes de la historia de la tauromaquia. El estoconazo en la suerte de recibir que pasaporta al toro sin puntilla merece las dos orejas que el público ha pedido de forma abrumadora y que el presidente lógicamente ha concedido.Una tarde más la eterna elegancia del toreo se ha encarnado en la figura de José María Manzanares y ha rendido a sus pies a una ciudad y una afición que de elegancia sabe un rato.
Dos toreros a hombros traspasando el umbral de la puerta grande santanderina, la imagen real de la Fiesta, la pasión y la belleza en el ruedo, el triunfo y la alegría en la calle. ¡Y el que no quiera disfrutar de esta afición que no vaya! pero que nos deje a nosotros la libertad de soñar con la belleza del toreo, a los toreros crear Arte y a los ganaderos criar una especie que de no ser por las corridas de toros estaría extinguida hace mucho tiempo.

Antonio Vallejo


viernes, 14 de julio de 2017

La grandeza de Antonio Ferrera


Primero fue Sevilla, después Madrid, ahora Pamplona. Antonio Ferrera está cumbre,  en su cenit como torero, en plena madurez, todo temple, todo naturalidad, todo serenidad, todo armonía, todo clase, torería suprema. Se le ve seguro, firme, rotundo, poderoso, artista, entregado, solvente, todo cuanto podamos decir del balear-extremeño es poco. Un torerazo que se ha forjado en mil y un batallas lidiando todo lo que nadie quería, los encastes llamados toristas, las ganaderías duras, en una palabra, todo cuanto era inlidiable él lo recogía y lo sometía. Ahora saborea el premio a tanto esfuerzo y a tanto sacrificio, a tanto riesgo y tanta exposición mal reconocida y a veces peor pagada. Un hombre entero que por fin recibe el reconocimiento que se merece. 
Hoy, y de manera incomprensible, no ha cortado orejas en Pamplona, pero la torería con la que ha regado la plaza queda ahí. No sé si en vez de haber toreado ese toro en cuarto lugar lo hubiera toreado en cualquier otro que no coincidiera con la merienda habitual de cada tarde comiendo a dos carrillos y bebiendo más, atentos a las cazuelas y pasando de lo que ocurre en el ruedo, el resultado hubiera sido otro, porque Ferrera ha desarrollado sobre la arena pamplonesa una faena cargada se sabor y torería, una auténtica obra de arte que ha pasado desapercibida para una ¿afición? que hoy no ha estado a la altura. Con el primero, un toro alto y feo de hechuras que siempre echó la cara arriba, anduvo Ferrera muy firme, centrado y solvente con el capote , firme y seguro en banderillas, clavando en la cara con facilidad y verdad,  tratando someter en la muleta a este de Cuvillo que no humillaba ni se entregaba en ningún momento. Lo intentó por ambos pitones con superioridad y seguridad, muy por encima de las nulascondiciones del animal y se lo quitó de en medio de una estocada hábil fruto de sus años de experiencia en corridas imposibles.
Fue en el cuarto, el toro de la maldita merienda, cuando Ferrera sacó a relucir su clase, su calidad, su categoría como torero. La revolera de saludo casi de espaldas, el quite por delantales con una media a pies juntos y manos bajas repleta de gusto y sabor y un tercio de banderillas vibrante y exponiendo, sobre todo en un tercer par al quiebro arriesgadísimo y perfecto de ejecución, eran tan solo el anuncio de lo que estaba por llegar en la muleta. El inicio de faena con la muleta plegada sobre su hombro, aromas de México, dejando llegar la arrancada del de Cuvillo hasta muy cerca para desplegar entonces el engaño ligando una serie superior al natural con la figura relajada, templada, de excelente trazo, preciosos naturales acompasados, cargados de emoción y sentimiento. Un gran pitón izquierdo que permitió a Ferrera sentirse a gusto toreando, relajado, dejándose, con una torería y una emotividad mayúscula, toreo profundo, toreo eterno, toreo de verdad. Quizás fuera el pinchazo hondo arriba, en el sitio perfecto, y la tardanza del toro en doblar lo que hizo que la petición fuera insuficiente, aunque parece que la verdadera razón fue que la gente, no les puedo llamar aficionados, especialmente los tendidos de sol, aún no había digerido lo comido o había bebido en demasía y no se enteraron de lo que un maestro había hecho ante un toro bravo, encastado y enclasado, que tuvo movilidad, entrega y humillación. Si se lo han perdido que lo vean de nuevo en Canal Toros, como también podrán ver la tremenda voltereta que le ha propinado al descabellar de la que s esa repuesto como si nada tras un tremendo golpe contra el suelo y que les ha debido aparecer lo más normal del mundo. Así se darán cuenta de su innoble comportamiento,   eso si no están a estas horas con una indigestión o en estado de coma etílico. Cuando han estado a la altura, al menos en mi opinión, lo reconozco, pero hoy se han comportado de una manera indigna y vergonzosa con una escasa, ridícula, petición de oreja. Y aún lo entiendo menso cuando se han vuelto medio locos pidiendo una oreja a Talavante en el segundo, un toro que no se entregó, que embistió a media altura, derrotando sin clase al final del muletazo, una faena voluntariosa de Talavante, de acuerdo, técnicamente bien, vale,  pero que en ningún momento tomó vuelo, irregular, falta de ritmo y sin profundidad. Mató de una certera estocada pero, igual que dije ayer con la segunda de López Simón, no me parece suficiente para conceder una oreja en plaza de primera. Pero Pamplona es así y no les vamos a cambiar, pero hoy deben hacérselo mirar.
Ginés Marín, por su parte, venía a ocupar la vacante de Roca Rey tras su cogida de hace dos días. Una tarde más se le vio seguro, firme y decidido ante su primero, un toro imposible ante el que estuvo muy por encima, profesional y solvente. Igual que ante el sexto, un tor sin clase, de embestida descompuesta, sin recorrido, vulgar hasta decir basta. De nuevo dejó naturales de un trazo excelente, profundos, con sabor y torería. Es descomunal el manejo de la mano izquierda que tiene el jerezano. Con la espada, ¡un cañón! ¡Ay si ayer hubiera entrado la tizona en el tercero como hoy! Lo que ha quedado claro es que lo de Madrid y lo de ayer en Pamplona no es fruto de la casualidad y que Ginés Marín tiene por delante un futuro más que prometedor en el toreo, muy ilusionante de cara a lo que viene.
No he dicho mucho de los toros de Nuñez del Cuvillo, desiguales de hechuras, feos el primero y sexto, desproporcionados, con cierta movilidad y nobleza, pero sin clase, alguno bronco y con genio, como el primero, sosos y deslucidos en general. Siempre se dice lo mismo, las hechuras no aseguran que el toro embista, pero cuando un toro embiste casualmente tiene buenas hechuras, así que habrá que empezar por ahí. 
Pero hoy solo me quedo con la grandeza de un maestro, Antonio Ferrera, y me apena la actitud y la repuesta de la plaza de Pamplona, hoy no ha estad. ala altura, hoy no se le puede llamar aficionados, quizás el estómago rebosante les nublara la vista o el cerebro.

Antonio Vallejo 

jueves, 13 de julio de 2017

San Fermín, suma y sigue


San Fermín no da tregua, suma dos puertas grandes más y sigue inmerso en el frenético ritmo que no decae ni un segundo. Si ayer fue Cayetano quien salió hombros y Roca Rey quien también lo hubiera hecho de no ser por resultar herido en el muslo y tener que salir por la puerta de la enfermería, hoy han sido Alberto López Simón y Ginés Marín los que han abierto la puerta grande al cortar dos orejas por coleta, el madrileño una a cada uno de su lote y el jerezano dos al sexto, aunque las de hoy merecen algunos matices. No se puede hablar de si han sido justas o no, porque lo han sido. A López Simón el público pamplonés le ha pedido la oreja con fuerza en cada uno de sus toros, y la señora presidente ha cumplido con el reglamento y la ha concedido, así que es justa. Otra cosa es que opinemos sobre si es merecida o excesiva, en cuyo caso me inclino por la segunda opción en el quinto toro. Particularmente yo no creo que ni la faena ni la estocada fueran de oreja. El público, inmerso en su particular atmósfera festiva, ha estado generoso y la ha pedido, pero a mi me ha parecido muy justita. Ahora bien, si al de Barajas le sirve para levantar un ánimo que se veía muy decaído en el pasado San Isidro, bienvenida sea la oreja y la puerta grande, me alegro por él, igual que me alegro por cualquier torero que triunfe. De las de Marín nada que reprochar, me parecen justísimas y muy merecidas. Hace escasas fechas saltó la noticia de que Alberto López Simón había roto su apoderamiento y comenzaba una nueva etapa. Al parecer los últimos meses habían supuesto un sufrimiento y un continuo quebradero de cabeza para el torero por problemas con su apoderado, lo que le tenía sumido en un profundo bache. No era  normal lo que le ocurrió el pasado agosto en Bilbao con aquella crisis de ansiedad, un auténtico ataque de pánico que le impidió continuar la lidia, ni tampoco era normal el bajo estado anímico y de forma que se evidenció en Madrid este año. Algo tenía que pasar que lo justificara y por ese cambio de rumbo en la dirección de su carrera puede venir la explicación, porque desde la Feria de Hogueras de San Juan de Alicante el madrileño es otro y se nota en su toreo. La otra cara es la de Ginés Marín, el triunfador de San Isidro que está que se sale, en un momento dulce y con el viento de cara. El jerezano se ha convertido en la revelación de la temporada, entre lo de Madrid y lo de hoy en Pamplona se lo rifan en todas las ferias que están por venir en este verano y veremos en las del otoño. De momento va a sustituir a Roca Rey en la corrida de Nuñez del Cuvillo anunciada para mañana jueves junto a Antonio Ferrera y Alejandro Talavante con todo merecimiento. 
La corrida de Victoriano del Río se puede catalogar de buena y con opciones, con dos partes bien diferenciadas a mi modo de ver: la primera con tres primeros toros buenos, enclasados, nobles y repetidores,  sobre todo el tercero, un toro de dos orejas, un gran toro, y una segunda parte con un cuarto sin opciones, un quinto manejable pero soso y deslucido y un sexto también manejable que gracias al buen hacer de Marín rompió en la muleta y se entregó finalmente. Terna muy atractiva para el aficionado la compuesta por Sebastián Castella, Alberto López Simón y Ginés Marín, nombres junto a los que hoy, al igual que hice ayer, quiero colocar los de otro magnífico elenco de toreros de plata: Domingo Siro, Jesús Arruga, José Antonio Carretero, Vicente Osuna, José Chacón y ese extraordinario picador, probablemente el número uno hoy en día, que es Tito Sandoval que protagonizó un gran tercio de varas en el segundo, picando arriba, delantero, midiendo el castigo a las mil maravillas.

Sebastián Castella es una figura contrastada del toreo que está, al menos así me lo parece, en una etapa de espléndida madurez, sereno, con la mente despejada y las ideas muy claras, disfrutando con su toreo, relajado, pero sin renunciar a su tauromaquia vibrante con la que tantos triunfos ha cosechado y con la que ha encandilado a tantos aficionados, sin perder ni una gota de la frescura que transmitió, por ejemplo, aquella lejana tarde del San Isidro de 2007 cuando le ví abrir por vez primera la Puerta Grande de Las Ventas. La sensación de serenidad que hoy ha transmitido en la corrida de Pamplona creo que refleja perfectamente ese estado de ánimo y ese momento esplendoroso que vive. Recibe al primero con verónicas templadas, suaves, ganando terreno, para rematar con una media y un recorte con gracia más allá de la segunda raya a un toro con movilidad y velocidad, que repite y muestra fijeza, que va pronto tanto al capote como al caballo y que mete la cara con clase. Un buen quite por chicuelinas del propio matador aprovechando las buenas condiciones del de Victoriano da paso a un tercio de banderillas con emoción en el que el toro muestra prontitud y fijeza, buenos augurios de cara a la muleta. Inicia la faena como tantas y tantas tardes le hemos visto al francés, por estatuarios sin inmutarse, con una tranquilidad pasmosa, pasándose al toro como si estuviera tomando una cerveza con unos amigos viendo la corrida por televisión, no delante de un toro de la seriedad de ese primero. Liga los estatuarios con un trincherazo divino y uno de pecho largo y de una calidad colosal. Por ambos pitones ha toreado templado y largo, lento, cadencioso, con ritmo y compás, bajando la mano y ligando los muletazos con gran clase, perfectamente colocado, los redondos y naturales surgen con naturalidad, espontaneidad y suavidad de sus muñecas, con una facilidad pasmosa y denotando una superioridad insultante delante de la cara del toro, andándole despacio, sin prisas, llevando cosido a la muleta a este buen toro de Victoriano que humilla y repite con fijeza. Series de mucho empaque, toreo clásico y ortodoxo del de Beziers que, sin embargo, no llega con la fuerza que tiene a los tendidos, que están a lo suyo. Se da cuenta de esa frialdad el galo y con inteligencia y maestría cambia el registro de la faena, acorta la distancias  y se mete en terrenos del toro, entre los pitones, como tantas veces le hemos visto hacer, con circulares invertidos que esta vez sí despiertan a los de sol. Se pasa al toro por la cadera, combina algunas trincheras y remata con manoletinas ajustadas típicas de su repertorio. Una gran estocada al volapié vale una oreja para Castella, otra más de las cortadas en su larga trayectoria en sanfermines. Pocas opciones para Sebastián con el cuarto, un toro imponente de presencia, tremendo de pitones, veleto, las puntas señalando al cielo, muy ofensivo. Lo recibe con una larga cambiada de rodillas en terrenos de adentro a la que siguen verónicas en las que el de Victoriano del Río no mete bien la cara, aunque se desplaza. No da buenos síntomas en le caballo y en banderillas se ve que se queda corto. Inicia la faena Castella junto a las tablas, con el antebrazo apoyado cual barra de bar, como si a su lado pasara un camarero y no el morlaco que lo hacía. El toro se desplaza, va y viene, pero lo hace con brusquedad, sin clase alguna, descompuesto, sin emoción ni transmisión. Lo intenta el francés en redondo, le pone la muleta, templado, intentando alargar la corta embestida del toro, pero no hay manera. Peor aún por el pitón izquierdo, echa la cara arriba, repone, imposible a todas luces. Quizás, y es solo una opinión, se haya pasado Castella un tanto de metraje a la vista de las nulas condiciones del toro, muy voluntarioso, sí, pero en una sucesión de pases sin argumento que no conducían a nada. Personalmente prefiero que el matador, cuando ha dejado claro que el toro no vale, tome la espada y abrevie, pero repito que es solo una opinión y que quien mejor sabe lo que hay que hacer delante de un toro es el torero, aún más en el caso de Castella, figura contrastada y consagrada.

Sumamente gratificante ha sido comprobar que Alberto López Simón parece volver a la senda por la que nos tenía acostumbrados desde su fulgurante irrupción hace dos años con la Puerta Grande de aquel domingo isidril aparentemente intrascendente y con poco reclamo a priori y la de una segunda por la vía de una sustitución. A partir de ahí una carrera meteórica con triunfos sonados en todas las ferias en las que se anunciaba, hasta el pasado verano donde se vio en Bilbao a un López Simón roto y extenuado. Preocupante fue verle el pasado San Isidro, no era él, se le escaparon varios toros de triunfo grande, algo tenía que ocurrirle. Parece ser que ese cambio de entorno y de dirección de su carrera que he comentado antes le han quitado un gran peso de encima y volvemos a ver al madrileño sonriente. Las verónicas cadenciosas y un tanto desmayadas ganando pasos a cada lance con las que recibió al segundo atestiguan este cambio. Sensacional Tito Sandoval en dos puyazos soberbios, agarrados arriba, sin rectificar, midiendo el castigo con maestría a este de Victoriano del Río que ha acudido pronto y con buen tranco al peto metiendo la cara abajo y empleándose, tanto que llegó a derribar a Tito en el primer encuentro. Bueno el toreo vertical del de Barajas, muy en su estilo, templado, tratando de llevar en largo y por bajo la noble y enclasada embestida del animal, rematando las series con pases de pecho vaciándose por arriba. En una de las últimas series por ese pitón hace el Victoriano por López Simón y lo lanza por los aires con la pala del pitón, afortunadamente sin consecuencias. Poco recorrido por el pitón izquierdo por el que tan solo lo ha probado en una serie de naturales sin emoción. Las manoletinas finales como epílogo clásico de faena dejan todo en manos de la espada. Tremenda, temeraria la manera en como se ha tirado a matar López Simón, sin hacer la cruz, encunado entre los pitones, lanzándose literalmente al vacío, o matar o morir, y se han vivido segundos dramáticos con el toro escupiendo por los aires al madrileño varios metros más allá, como un auténtico guiñapo, un muñeco a merced de una fiera. Tremenda paliza en la que San Fermín ha estado al quite y ha echado su capotillo, no se entiende de otra manera que solo haya recibido un varetazo en el glúteo. El toro rueda sin puntilla, oreja merecida al valor y la clase de López Simón. Al quinto lo recibe con lances a pies juntos para engarzar con un ramillete de verónicas templadas, con gusto. El toro mete bien la cara, humilla con clase y embiste con ritmo y compás, pero lleva la boca abierta ya desde el saludo. Esa falta de fuerzas que anuncia hace que se le mime en el caballo, casi no se le castiga, pero llega a la muleta desfondado. El inicio de la faena recuerda al de Castella, con el antebrazo en las tablas, por alto. Le obliga poco en las primeras series, el de Victoriano toma la muleta a media altura, con algunos enganchones a la tela, desluciendo el conjunto. Se lo lleva López Simón a los medios y en esos terrenos el toro comienza a lucir más, mete la cara con más calidad y empiezan a surgir los mejores pasajes de una faena que parecía que no iba a tomar vuelo, en series de redondos templadas y ligadas con la mano baja. Desde luego que si así ha sido se debe al tesón y la capacidad del madrileño que lo ha hecho absolutamente todo porque el toro, si bien ha tenido nobleza y ha sido manejable carecía de emoción, era soso y deslucido. Menos ritmo y continuidad tiene el pitón izquierdo, más corto de recorrido, naturales sueltos sin linea  de argumento. Los ayudados por alto buenos y bellos que dan paso a una estocada entera desprendida-caída, según lo generoso que se quiera ser, valen un trofeo, y aquí caben los matices. El público ha pedido la oreja de manera mayoritaria y la señora presidente la ha concedido atendiendo al reglamento, así que nada que objetar. Otra cosa es que yo no la hubiera pedido, no me ha parecido faena ni estocada para oreja en una plaza de primera, pero al público pamplonés sí y es su fiesta, así que tampoco nada que objetar. Al fin y al cabo lo que queda es la imagen del torero saliendo a hombros, algo muy necesario cada tarde. Cada cual tendrá su opinión, todas respetables.

El jerezano Ginés Marín llegaba a estos sanfermines avalado por su título de triunfador de San Isidro, la mejor carta de presentación posible. Y ha hecho honor a tal condición tanto por ganas y entrega, no ha perdonado ni un quite, como por clase y calidad en su toreo, especialmente al natural, una maravilla. Extraordinario con el capote toda la tarde, en las magníficas verónicas de saludo al tercero, templadas, a compás, con ritmo y cadencia, plenas de sabor, rematadas con una media de rodillas espectacular, y en los quites, uno variado y lucido intercalando chicuelinas y tafalleras al segundo de la tarde y otro clásico y templadísimo a la verónica con aromas a toreo añejo. Pero ha sido con la muleta con la que ha puesto patas abajo la plaza de Pamplona. Al que hacía tercero, el mejor toro de la corrida y candidato serio al mejor de la feria, un animal bravo y noble, con movilidad, fijeza y repetición, con recorrido y clase, que humillaba y hacía el avión que era una delicia, lo ha toreado con un temple, un gusto y una calidad sublime. Inicia la faena de rodillas, redondos largos y templados para incorporase y dejar un gran cambio de mano que levanta a los aficionados. Magníficas series por el pitón derecho, templadas, corriendo bien la mano, por bajo, ligadas, con una emoción y transmisión extraordinaria, coronadas con otro cambio de mano lentísimo y larguísimo, eterno, celestial, que recordó al de Madrid. Pero es por el pitón izquierdo por donde la faena rompe de manera estratósférica. ¡Qué manera de torear al natural!. Suaves, acariciando la cara del extraordinario Victoriano, largos, de un recorrido que parecía no tener fin, muy por bajo, arrastrando la muleta, encajadísimo, de auténtica locura cómo torea el jerezano. El final de faena toreando al natural hincado de rodillas en los medios quedará para el recuerdo, una auténtica obra de arte. Toro de dos orejas y faena de dos orejas de no haber manejado mal los aceros. Una auténtica lástima los tres pinchazos previos a una entera arriba con la que pasaportó a este gran toro premiado con la vuelta al ruedo. Igual que Ginés Marín, que no obtuvo trofeos pero que dejó un toreo imborrable de la memoria, una faena para recordar por mucho tiempo recompensada con una apoteósica vuelta al ruedo, recuperando además la importancia que siempre ha tenido ese premio y que cada día cae más en el olvido. El que hacía sexto no tuvo nada que ver con su hermano, no apuntaba grandes cosas de salida y pasó por los primeros tercios sin pena ni gloria, echando la cara arriba, sin emplearse. Inicio de faena a pies juntos intercalando pases por alto con trincherazos cargados de aroma a toreo del sur. Toma Marín la muleta con la diestra en una serie en redondo sosa y deslucida por las condiciones del toro, que va y viene pero sin humillar, soltando la cara, sin emoción. Con acierto cambia de pitón y comienza a torear al natural con mucha más prestancia. Por ahí el de Victoriano es mucho mejor, tiene más recorrido y se emplea más, metiendo la cara con nobleza y clase, y surgen tres naturales extraordinarios, templados, lentos, hondos, bellísimos. Poco a poco, a base de temple domina Marín la embestida del toro y lo mete en los vuelos de la muleta, más naturales templados, largos y bajos, obligando mucho al animal, que responde y mete la cara cada vez con más clase, ya no solo por ese pitón izquierdo, sino que por el derecho le permite pegar dos tandas en redondo cuajadas, llevando al Victoriano muy  toreado, una maravilla. Los naturales finales citando de frente, dando el pecho, dan muestra de la enorme dimensión de este joven jerezano que está rompiendo barreras a base de ganas y entrega, pero sobre todo por su arte y torería.La estocada entera arriba vale dos orejas y una puerta grande más que sumar en esta temporada de ensueño que está viviendo. Si de Madrid salió catapultado ya no sé cómo lo va a hacer de Pamplona. Vamos a tener mucha oportunidades de disfrutar de su toreo porque se ha convertido en el torero del momento y seguro que va estar acartelado en todas o casi todas las ferias que restan de aquí a octubre. 

Dos tardes consecutivas con salida a hombros son el suma y sigue de una Feria del Toro que no va a parar ni a bajar el ritmo hasta el viernes 14. Aún queda la corrida de Cuvillo y la mítica de Miura, que como embistan esto puede ser de órdago, y ojalá así sea sea y el mundo entero vea la enorme dimensión de la Fiesta, su alegría y el triunfo.

Antonio Vallejo

miércoles, 12 de julio de 2017

Pamplona, ¡el triunfo del toreo!


Por fin la tarde soñada, la tarde en la que la conjunción de las partes hace que el todo resulte espléndido, la tarde en la que el toro es toro y los toreros están en toreros, la tarde anhelada, la tarde en la que lo que triunfa es la Fiesta. Así entiendo yo esta bendita afición, así he disfrutado y me he emocionado con esta tarde de San Fermín de dimensión mundial. Sí, dimensión mundial, porque guste o no a muchos antis, comunistas de salón, Pamplona está estos días plagado de extranjeros, especialmente norteamericanos, a los que la afición les hace recorrer miles de kilómetros y que volverán a sus casas contando maravillas de una tarde en la que vieron extraordinarios toros y a dos grandes toreros creando Arte y generando una emoción y un sentimiento que no tiene igual. Una tarde necesaria para la Fiesta, una tarde para que todo el mundo entienda el por qué de nuestra afición, una tarde alegre, como es la Fiesta, una tarde en la que ha triunfado Jandilla, una tarde en la que ha triunfado Cayetano, una tarde en la que ha triunfado Roca Rey, en definitiva, una tarde en la que ha triunfado el TOREO. Por eso estoy feliz. 
Siempre repetimos que el pilar fundamental de nuestra Fiesta es el toro. Pues bien, Borja Domecq ha llevado a Pamplona una extraordinaria corrida de toros que no hace sino refrendar sus triunfos repetidos en esta temporada, el último y más sonado el del pasado San Isidro. Una corrida seria, mucho, pero sin aparotosidad ni exageraciones, bien armada pero agradable de cara, enseñando las puntas, preciosa de hechuras, toros armónicos y proporcionados, de bellísima lámina, un canto a la belleza, auténtico trapío. Una corrida que no se ha quedado en la fachada, sino que además ha sacado un fondo de clase, nobleza, casta, bravura y raza de nota, importante tarde de Jandilla. Toda una corrida de toros en la que cuatro ejemplares se han ido sin un apéndice auricular al desolladero, uno se fue con las dos orejas por un fallo con la espada y otro debió marcharse desorejado si el señor presidente hubiera sido justo y hubiera tenido el mínimo de sensibilidad y sentido común para atender una petición clamorosa y unánime del segundo trofeo por parte de todos, absolutamente todos, los tendidos.
Para lidiar tan importante encierro una terna a la altura, no solo por atractivo del nombre, sino también por el magnífico toreo que han desplegado sobre el ruedo y por el magnífico resultado artístico final que ha redondeado una, para mi, gran tarde de toros. Miguel Ángel Perera, Cayetano Rivera Ordoñez (sí, ya sé que en los carteles se anuncia como Cayetano a secas pero hoy deben resaltarse sus dos apellidos porque han tenido mucho significado) y Andrés Roca Rey. Cartel de gran atractivo y reclamo tanto para el aficionado como para el gran público que hizo que, una tarde más, la plaza pamplonesa registrara otro lleno absoluto en los tendidos, norma habitual de los sanfermines, una auténtica gozada ver cada día la respuesta del público abarrotando todas las localidades.
Y si hablamos de toreros no puedo pasar sin hacer una mención especial al elenco de nombres de toreros de plata que ayer se reunión en el coso pamplonica. La nómina es espectacular, de auténtico lujo: Javier Ambel, Curro Javier, Guillermo Barbero, Iván García, Alberto Zayas, Juan José Domínguez, Francisco Durán "Viruta". Con tales nombres, maestros en la brega y en banderillas, todo se hace más fácil y los toros llegan a la muleta más cuidados y en perfectas condiciones para lucir todas las cualidades que llevaban dentro. ¡Qué importante es el trabajo de los de plata y que pocas veces se les reconoce como se merecen!. 
Miguel Angel Perera es una figura contrastada, poco queda por descubrir de su toreo y sí mucho por disfrutar. Un torero con un sello muy particular, poderoso y dominador, con un mando sobre los toros superlativo y un estilo vertical, ojedista, inconfundible, estilo que de nuevo desplegó en la tarde de ayer. Pocas opciones le dio el primero, un toro complicado y sin clase, el único del encierro que no permitió el lucimiento, sin ritmo, que embestía a arreones, soltando la cara, pegando tornillazos, al que el extremeño pudo dominar en cierta medida y con mucho mérito por su poderío y capacidad, pero carente de emoción. Lo pasaporta de una entera desprendida fulminante abreviando lo que era imposible. El cuarto, sin embargo, es un toro pronto, noble y repetidor al que Miguel Ángel toreó templado, bajando la mano para ligar buenas series por el pitón derecho sin un solo toque a la muleta, algo que fue fundamental para ahormar las embestidas del de Jandilla y hacer que fuera a más a medida que avanzaba la faena. Por el pitón izquierdo surgió lo mejor de su toreo, naturales templados, largos, por bajo, con mucha hondura, bellísimos, con una clase y una torería inmensa. Gran toreo del extremeño, firme, seguro, templado, que en el epílogo de la faena fue acortando las distancias para dibujar ese toreo vertical en las cercanías tan  personal y característico, clavando las zapatillas en la arena, hierático, sin rectificar ni mover los pies un milímetro, pasándose al toro por la cadera como si nada, sometiendo y dominando de manera portentosa al de Jandilla, el cual, al sentirse podido, se raja y se refugia en tablas complicando la suerte suprema. Impresionante una serie de redondos templados, llenísimos que el extremeño sacó en una baldosa. De no haber fallado con los aceros una oreja había caído seguro porque el toreo de Perera encandiló a los aficionados pamploneses, especialmente en la fase final de la faena, metido entre los pitones del toro. Gran ovación para Miguel Ángel Perera que de nuevo ha dejado patente que es figura del toreo.
Cayetano, aunque se anuncia así en los carteles, es Rivera y es Ordoñez, toreo de dinastía por partida doble, en cuyas venas corre a raudales  pura sangre torera, y esa herencia le sale por los cuatro costados. Un caso peculiar en el toreo, un hombre que se hizo matador con mucha más edad de lo que es habitual. Con cuarenta años de edad, lleva once de alternativa y entre medias hubo un patrón de dos años, las cuentas son claras. Ayer fue su presentación en Pamplona, la expectación era máxima y me atrevería a decir que entró de pie y caló hondo en la afición pamplonica. Ayer nació un ídolo para la afición navarra que lo recibió y trató con respeto y cariño desde el mismo instante de iniciarse el paseíllo. Un torero al que muchos han tildado de figurín, al que se la ninguneado y minusvalorarlo, torero de Armani le llaman muchos, nada más lejos de la realidad. ¡Muchos como él necesitaría la Fiesta!. Dejando a un lado al público femenino que arrastra tras él, algo lógico por otro lado y que tanto se critica por algunos, lo verdaderamente relevante es su profesionalidad y evolución como matador, y eso es innegable. No es un maniquí temporal que pueda pasar de moda, dicho claro, no es un Jesulín, es un hombre que se toma muy en serio su profesión y que la honra tanto dentro como fuera de la plaza, que lo da todo en el ruedo y que no duda en ponerse a la cabeza de la defensa de la Fiesta fuera de la plaza, sin cortarse, sin pelos en la lengua, llamando a cada uno lo que es, tal y como ha demostrado tantas veces, como aquella tarde de octubre en Zaragoza brindando un toro al niño Adrián, ejemplar. Este año le he visto torear en Sevilla y en Madrid en vivo,  a través de la televisión en Valencia y Pamplona y qué les voy a decir, ¡me ha encantado!. Su toreo invoca esencias de su abuelo Ordoñez en lo clásico y artista y de su padre Rivera en la raza, esa sangre que lleva y que saca a relucir cada tarde. Como he apuntado antes, llegó tarde al toreo y se le notan algunas deficiencias técnicas, pero eso lo ha compensado con cantidades ingentes de entrega, disposición, ganas y generosidad, pero que cada vez son menos, fruto de una intensa preparación diaria y un afán por pulirse y crecer como torero digno de alabar y que ha tenido su recompensa en la tarde de ayer, en la que vimos a un maduro, sereno y firme Cayetano que estuvo a gran altura entendiendo a la perfección a su buen lote, toreando largo y templado cuando lo pedían y tirando de raza y recursos cuando lo precisaban, midiendo perfectamente las distancias, las pausas y la duración de las faenas, una tarde rotunda del madrileño. Con el capote lució en el saludo a sus toros, con dos largas cambiadas de rodillas al más puro estilo Rivera en el segundo que apasionaron a unos aficionados entregados a Cayetano y que se pusieron en pie a las primeras de cambio, unas verónicas templadísmas, con sabor añejo y una media de cartel a este mismo toro que olían a Ordoñez, tanto como el saludo capotero rodilla en tierra, flexionado, en verónicas templadas y largas, cadenciosas, con un gusto y una torería herencia de su abuelo que nos trajeron a la memoria imágenes en blanco y negro de un glorioso pasado. Y con la muleta estuvo inmenso ante dos toros realmente buenos, nobles, enclasados y repetidores que transmitieron y que, hay que decirlo, generaron emoción porque Cayetano los entendió y toreó de maravilla. El inicio de faena al quinto con unos ayudados por alto toreros a más no poder fue apasionante, toreo templado, largo, bajando la mano, llevando a sus toros en largo, apoteósico, redondos profundos y ligados sin un solo toque a la muleta, midiendo la distancia y cuidando la altura a la perfección, inconmensurable. Los naturales surgieron de sus muñecas con una naturalidad, una suavidad, una clase y una elegancia máxima, impregnados de torería, como los pases de pecho, largos, lentos, eternos. Toreo que sabía a Ordoñez y que no dudó en convertir en Rivera cuando los toros comenzaron a claudicar o a rajarse, como hizo el segundo. Ahí salió a escena la raza y la casta torera del madrileño. Con gran inteligencia aprovecha la querencia del toro y en las cercanías recetó a ese segundo circulares invertidos y desplantes mirando al tendido en los terrenos que pedía el animal. Desplantes que nos hacían recordar al gran Paquirri, como ese final de faena de rodillas con pases de pecho arebatadores y un desplante de espaldas arrojando la muleta que tantas veces hizo su padre, a lo que sumó una serie final de ayudados por bajo que fueron inolvidables por la torería que destilaban. Faenas que cada una valía una oreja, pero que en el caso del segundo debieron ser dos por el estoconazo que ejecutó volcándose sobre el morrillo, entrando por derecho y jugándosela sin miramientos, posiblemente recordando el rinconcito de su abuelo y que por sí solo valía otra oreja que la racanería del presidente negó a pesar de la unanimidad de la plaza en la petición. En cualquier caso da igual porque la puerta grande de Pamplona se abrió de par en par para que Cayetano saliera camino del Paseo de Hemingway a hombros de una afición entusiasmada que ya lo tiene como ídolo.
Andrés Roca Rey ha supuesto, con menos de dos años de alternativa, una auténtica revolución en el toreo, una convulsión que ha puesto patas arriba el escalafón y se ha convertido en el líder de una nueva generación de matadores llamados a liderar el toreo de las próximas décadas tomando el relevo de las actuales figuras. Torero que si tiene algo que le define y le hace destacar es su valor, su valentía rayando en la temeridad muchas veces por la colocación y los terrenos que pisa, que parecen imposibles. Da la impresión de despreciar el riesgo, el miedo no existe en él, quizás por eso su toreo resulte tan emocionante, un toreo que corta la respiración, que encoge el corazón y que tiene al aficionado en vilo toda la faena, un toreo por el que también es cogido tantas y tantas veces. De hecho ayer reaparecía en Pamplona tras un mes de convalecencia por la cornada sufrida en Badajoz al entrar a matar, y lo ha hecho como si nada hubiera pasado, el dolor no parece dejarle secuelas ni hacerle mella. Sólo así se entiende que al primer toro de su lote lo parara de salida  echándose la capa a la espalda por gaoneras, una caleserina, una especie de chicuelina envolviéndose en el capote y una revolera, lances vistosos y variados pero que hay que tenerlos muy bien puestos para ejecutarlos en le saludo, algo complicadísimo y muy arriesgado. Buen manejo del capote también con el precioso sexto, un jabonero imponente y bellísimo, de lo más bonito de lámina que he visto en muchos años, al que recibió a la verónica y al que recetó un impresionante y sobrecogedor quite por saltilleras porfiando con el capote a la espalda, moviéndolo de uno a otro lado, aguantando la arrancada del toro para cambiarle la trayectoria in extremis desatando la locura en los tendidos. Dos toros con movilidad, recorrido y fijeza a los que ha cortado una oreja de cada uno por dos faenas de corte muy similar. En su primer toro inicia de rodillas, por bajo y largo, incluso pegando un trincherazo con ambas rodillas en tierra, algo que no había visto hacer nunca, y en el sexto comienza por estatuarios pasándose los pitones a milímetros de la chaquetilla rematados por un ayudado por bajo muy torero. Cuando ha ejecutado el toreo digamos más clásico lo ha hecho con temple, bajando la mano y alargando el viaje, con mucha clase, encajado, ciñéndose el toro a la cintura. Series de redondos ligados de mucho empaque, conduciendo fenomenalmente el buen recorrido el toro. Igual que por el izquierdo, aunque por ese pitón ambos animales han lucido algo menos, pero el peruano ha sacado naturales de gran cuajo y hondura bajando la mano. Creo que ambos jandillas pedían distancia y lucían más si se les citaba en largo y se les dejaban pausas para respirar y recomponerse, y también creo que Roca Rey ha acortado las distancias en ambas faenas quizás un tanto pronto. En la fase final de cada trasteo los muletazos no han salido tan limpios, pero la tremenda exposición del peruano en esos terrenos ha puesto en pie a los tendidos, como con las manoletinas finales ajustadísmas de su primero, de las que quitan el hipo. Una oreja ha cortado de cada toro en dos faenas de toreo profundo en su primera mitad y de corte más efectista con los arrimones de la segunda mitad, pagando nuevo con sangre su entrega y sus valor, aunque en esta ocasión haya sido por la mala fortuna de romperse la empuñadura del estoque justo en el embroque, resultando cogido Roca Rey en la cara interna del muslo.
Una vez más se ha repetido la máxima torera de "o la puerta grande o la puerta de la enfermería". Roca Rey se ha ganado la puerta grande al cortar dos orejas pero ha abandonado el ruedo por la de los valientes, algo que a buen seguro le va importar poco y que no va a impedir que en breve espacio de tiempo le veamos nuevamente vestido de luces desafiando al riesgo.
Tras la tarde de ayer solo puedo sentir alegría y felicidad por lo que se vio y vivió en Pamplona. Triunfó Jandilla, triunfó Cayetano, triunfó Roca Rey, y cuando esto ocurre solo hay una conclusión posible, ayer el triunfo fue el de la Fiesta, en definitiva, ¡el triunfo del toreo!

Antonio Vallejo

martes, 11 de julio de 2017

Puerto de San Lorenzo y Fuente Ymbro, se esperaba más


Sigue y no para, los sanfermines no dan respiro, como los encierros de Puerto de San Lorenzo, que debutaba en Pamplona, y Fuente Ymbro, hierro jalonado de triunfos en esta plaza. Dos encierros muy rápidos y limpios, sin cornadas aunque con los inevitables traumatismos que lógicamente se producen con la aglomeración de mozos corriendo delante de los toros, sobre todo el domingo, que parecía imposible que la manada pasara entre la multitud, menos Huracán, de Puerto de San Lorenzo, que hizo todo el recorrido él solito y a su paso la gente se abría para dejar paso al rey de la calle. La expectativas en ambas corridas eran muchas, se esperaba más y, a decir verdad, han resultado decepcionantes. Lo que sigue sin decepcionar es la afición pamplonica que no desfallece y persiste con la misma alegría, la misma algarabía y el mismo estruendo de cada tarde, las charangas sin parar un segundo, eso sin olvidar las pantagruélicas meriendas, algo fundamental para pasar la tarde aunque en el ruedo no haya poco que emocione y, dicho sea también, para empapar los litros y litro de calimocho, vino, cerveza y demás aderezos líquidos que elevan el ánimo y las ganas de juerga de los mozos.
Ayer domingo se cumplía el primer aniversario de la trágica muerte de Víctor Barrio en Teruel, motivo por el cual Paco Ureña y José Garrido hicieron el paseíllo envueltos en un capote de paseo negro en señal de luto, y respeto por el torero segoviano. Por desgracia ese fue el único recuerdo para tal desgraciado aniversario, porque la Casa de Misericordia, propietaria de la plaza, no tuvo a bien guardar un minuto de silencio en memoria de Víctor Barrio. Me imagino que tendría sus razones, pero yo no alcanzo a comprenderlas y me parece increíble que una plaza de la categoría de Pamplona no se sumara al homenaje. En la novillada de las Ventas sí se guardó ese minuto de silencio de manera ejemplar. Una auténtica lástima, una decisión indigna de Pamplona. 

Estos dos matadores, Ureña y Garrido, eran parte de la terna que, junto a Curro Díaz, estaban anunciados para matar la corrida de Puerto de San Lorenzo, una corrida muy grande, con mucha caja, con mucha alzada, con mucho pecho, toros elefantiásicos, algunos como un bisonte y con una arboladura descomunal, muy abiertos de pitones, astifina, por supuesto.  Es cierto que los Atanasios de Puerto de San Lorenzo son grandes de por sí y que para Pamplona se eligen los más...¡pero tanto!. Desde luego que no se puede negar  que fuera seria e imponente de presencia, pero al final de lo que se trata es de que embista, y si salvamos al segundo y algo al sexto, la corrida fue infumable, un auténtico desastre, sin clase, sin raza, sin casta, manseando y encima con genio y peligro sordo. Y voy a lo de siempre, trapío no son kilos y kilos de carne y pitones descomunales, trapío son buenas hechuras, armonía y proporción para darnos un conjunto que conforma el toro que definimos como de bien hecho y entipado, que al final es el que embiste y genera emoción.
Pocas, muy pocas las opciones que le ha dado al jienense Curro Díaz su lote. El primero mansea de salida, se defiende con la cara arriba y echa las manos por delante. No había dado casi tiempo a sentarse cuando es cogido Pablo Saugar "Pirri" de manera feísima por el abdomen, en unos segundos dramáticos en los que queda prendido del pitón izquierdo y que hacen temer lo peor. La cogida es tremenda y los destrozos más, es operado durante más de dos horas en la misma plaza y gracias a Dios a estas horas ya ha salido de la UVI y descansa en planta, pero su recuperación va a ser larga y compleja. Ojalá pronto le veamos de nuevo vestido de luces. Se tiene que sobreponer Curro Díaz a este grave percance, algo que no creo que le resultara fácil precisamente en estos días tan cargados de tristes recuerdos, la muerte de Víctor Barrio, él recogió del suelo el cuerpo ya sin vida del segoviano, la de Iván Fandiño, amigo y con el que compartía cartel en Pamplona un día después de la tragedia de Teruel, demasiadas cosas para ponerse delante de la cara del toro, pero estos superhombres son de otra pasta, seres admirables en sus valores de sacrificio, pundonor y entrega. El de Puerto de San Lorenzo se defiende con la cara siempre por alto, pega derrotes y embiste a arreones, sin clase. Pese a estas malas condiciones la clase, el gusto y la torería inmensa de Curro Díaz permiten sacar algunos redondos largos y por bajo en dos tandas de mucho mérito, que es lo único posible, porque por el pitón izquierdo no tiene ni medio pase y es imposible templar las acometidas en forma de tornillazos del animal. Muy por encima el jienense, haciéndolo todo bien, incluso finalizando la faena con detalles por bajo plenos de sabor y torería que merecen la recompensa de la ovación que saluda desde el tercio tras pasaportar el toro. No es mejor el cuarto, abanto de salida, sin fijeza y que desde el segundo uno marca querencia. Toma el capote de Díaz con embestida descompuesta, soltando la cara, defendiéndose. El inicio de faena destila de nuevo torería con el sello particular de este jienense que compone la figura con enorme plasticidad, pero el del Puerto no responde y embiste soltando hachazos por ambos pitones. No obstante logra el jienense sacar un par de naturales hondos de categoría, bellísimos, largos y templados arrastrando la muleta. Otro toro imposible al que lo único y lo mejor que pudo hacer fue quitárselo de en medio sin contemplaciones, no había más. Muy por encima de su lote Curro Díaz, con clase, gusto, torería y mucha profesionalidad.
El murciano Paco Ureña se ha llevado el mejor toro de la corrida, el segundo, curiosamente un toro no cargado de kilos, más armónico y proporcionado, muy serio pero sin exageraciones, para mi gusto con mejores y más bonitas hechuras, muy en tipo Atanasio. Lo recibe con verónicas templadas y una media con gracia y gusto. Ya en el capote apuntaba buenas maneras el del Puerto, algo confirmado en banderillas, tercio al que acude pronto y con ritmo alegre. Inicia la faena por estatuarios en los medios sin moverse ni rectificar para encadenar posteriormente varias tandas por el pitón derecho templadas, con largura y la mano baja, redondos profundos vaciando el muletazo por debajo de la pala del pitón a un buen toro, enclasado, encastado, con recorrido, que humilla y repite con fijeza. Un toro que, me dio la impresión, pedía distancia para lucir todas sus cualidades, ya que en cuanto el murciano acortó distancias se defendía y bajaba la calidad y la emoción de los muletazos. Igual que por el pitón izquierdo, de menos clase y claridad, con naturales menos limpios  en series quizás faltas de continuidad que finalmente han llevado a una faena con altibajos y algo carente de ritmo. Un espadazo  en el hoyo de las agujas que hace rodar al toro sin puntilla culmina una faena que vale una oreja mientras el toro de Puerto de San Lorenzo es despedido con una fuerte ovación por parte de los aficionados, sobre todo por la muerte de bravo que tuvo. El quinto, segundo del lote de Ureña es deslucido en el capote, no se entrega y derriba al caballo en los dos encuentros más por inercia que por verdadero empuje y pelea de bravo. En la muleta embiste también a arreones, la nota dominante de la corrida, sin clase alguna, otro ejemplar descastado que espera, mide, se defiende soltando la cara y repone a medio muletazo. No hay más que la entrega y disposición de Paco Ureña ante un toro imposible que además lleva dentro mucha mala leche y un peligro que me dio la impresión que gran parte del público no percibió, atento en esa fase de la corrida a terminar de devorar la merienda de cada día más que a lo que ocurría en el ruedo.
Dos largas de rodillas son la tarjeta de visita con la que el extremeño José Garrido se presentaba en Pamplona dejando bien claras sus intenciones. Curiosamente Garrido no había toreado en esta plaza ni en su etapa de novillero, tan solo actuó una vez como becerrista en un festival. Verónicas de saludo a las que el del Puerto responde sin fijeza, rematando con media garbosa. Manso, muestra querencia a chiqueros desde los primeros compases, un toro que pide mando y poderío, un toro al que hay que someter y luego torear si se puede. Y así lo entiende el pacense al inicio de faena doblándose por bajo para dominarle. El del Puerto se defiende, no se entrega, andarín, soltando la cara con violencia, un manso de libro que no quiere pelea, que corta el viaje y busca con peligro, ante el que Garrido se muestra firme y decidido, plantándole cara, poniéndole la muleta y tragando lo indecible. Mucho mérito el del torero, por encima de su enemigo. El sexto, segundo de su lote pertenece a La Ventana del Puerto, segundo hierro de Lorenzo Fraile, de procedencia Domecq. De buenas hechuras y más agradable de cara, toma bien el capote en un primer ramillete de verónicas a pies juntos, pero sin razón alguna y de buenas a primeras cambia su comportamiento y se hace un tanto desconcertante. Mejora en un quite a la verónica que el propio matador ejecuta tras la suerte de varas con ese estilo capotero barroco tan suyo. Inicia la faena arrebatado, con ambas rodillas en tierra despertando y calentando a un público que estaba bastante desconectado, distraído y desentendido de la tarde. Sin duda Garrido ha puesto la raza que le ha faltado a la corrida y ha sabido llegar a los tendidos mezclando con maestría e inteligencia pasajes de toreo ortodoxo en la primera mitad de la faena, redondos corriendo bien la mano y alargando el viaje, por bajo, ligados, con clase y profundidad, junto a molinetes, circulares invertidos y otros recursos más efectistas con los que se ha metido al público en el bolsillo sobre todo en la segunda mitad de la faena, acortando las distancias cuando el toro iba a menos, metiéndose entre los pitones, para rematar la obra con manoletinas ceñidas que ponen a los tendidos en pie. Intenso y entregado José Garrido que arranca una oreja ganada a pulso a un buen toro que ha tenido movilidad, entrega, clase y que ha humillado, si bien ha sido un tanto discontinuo y falto de algo más de ritmo en su embestida para redondear la faena, aparte de no ir sobrado de fuerzas,  pero un buen toro en líneas generales, sobre todo si se compara con el resto del encierro.

La de Fuente Ymbro ha sido una corrida muy seria, para mi gusto impecable de presentación, con trapío, toros proporcionados, armónicos, muy ofensivos por delante, descarados de pitones, abiertos de cara y muy astifinos, auténticos puñales, pero también decepcionante en cuanto a juego y comportamiento con dos toros con calidad y posibilidades, el tercero, bravo, con clase, movilidad y repetidor y el quinto, noble y manejable. Corrida anunciada para una terna de toreros-banderilleros compuesta por Juan José Padilla, todo un ídolo en Pamplona, David Fandila "Fandi" y Manuel Escribano que, curiosamente, no ha destacado precisamente por los tercios de banderillas. Como es habitual los tres matadores han compartido pares en sus respectivos primeros toros y ha habido de todo, al violín, a la moviola, al quiebro, algunos de corte clásico, casi todos vistosos y muy del gusto de la afición snaferminera y, para ser sinceros, tres pares realmente mediocres y deslucidos en el segundo toro. Sin embargo, cuando han banderilleado en solitario a sus respectivos segundos toros han brillado más. Bueno, realmente solo Fandi y Escribano porque Padilla no ha colocado los palos al cuarto al ver las nulas condiciones del astado, con pares más comprometidos y arriesgados, mejores de reunión y ejecución.
Juan José Padilla, el ciclón de Jerez, el Pirata, es un auténtico ídolo en Pamplona, y el idilio es recíproco. Siempre ha afirmado el jerezano que es una de las plazas en la que más cómodo se siente. Desde su primera actuación, y son con la ayer 25 las ocasiones en las que ha hecho el paseíllo en sanfermines, la conexión con la afición pamplonesa ha sido total. Brutal, bestial de arboladura el primero del Pirata, con un pitón izquierdo tremendo, larguísimo, que se parte nada más saltar al ruedo y derrotar con tremenda fuerza en burladero. No solo se parte el pitón sino que también se daña la médula y tiene que ser devuelto a los corrales. Como primero bis salta un sobrero también del hierro titular al que recibe Padilla con una larga cambiada de rodillas que vuelve locos los tendidos. No se emplea en el capote ni en el caballo y no apunta buenas cosas en banderillas de cara a la muleta. Entre que el toro no era  precisamente una maravilla, gazapón, andarín, incómodo y con complicaciones, un tanto reservón, sin entrega, que suelta la cara y arremete contra las telas, midiendo y probando, y que tampoco se ha visto al jerezano especialmente confiado la faena de muleta ha transcurrido en un suspiro, ha sido un visto y no visto y Padilla no ha dudado en cortar por lo sano sin porfiar lo más mínimo ante un animal con tan pocas opciones. Tampoco es mejor el cuarto, otro que tampoco se emplea en los capotes, con una embestida incierta y sin humillar, a lo que hay que añadir la desconfianza de Padilla que tuerce el gesto tras los primeros lances. ¡Cómo vería el Pirata al toro para no banderillear y dejar que sea su cuadrilla quien ejecute el tercio de banderillas!. la faena no ha existido, tres o cuatro machetazos por bajo y estocada al segundo intento ante los arreones y brusquedades del fuenteymbro. Inédito Padilla en su paso por Pamplona.
Con una larga cambiada de rodillas y un ramillete de verónicas vistosas y con garbo recibe Fandi al segundo. El toro repite y mete la cara abajo. Chicuelinas al paso con gusto para llevar al toro al caballo dejando patente lo buen capotero que es el granadino. El fuenteymbro se cuela por el pitón derecho en los primeros muletazos y también se defiende soltando la cara y embistiendo bronco y con genio, mostrando su falta de casta y su punto de mansedumbre. tampoco hay faena, toma la espada ante las complicaciones manifiestas del animal y a por otro, es lo que ha debido pensar el granadino. Al menos lo ha pasaportado de un espadazo fulminante a la primera. Ese otro a por el que iba era el quinto, al que ha recibido con cuatro largas cambiadas de rodillas en el tercio volviendo loca a la parroquia pamplonesa. y y despertando del letargo a los tendidos. Buenas verónicas que el fuenteymbro toma con clase, humillando y con fijeza. Bonitas también las chiquilinas al paso con las que lo lleva al caballo y lucido quite por lopecinas que intenta y que le propina un susto de aúpa al ser casi empitonado en el abdomen tras quedarse el capote enredado en uno de los complicados lances. Vibrante tercio de banderillas el que protagoniza Fandi con el despliegue físico habitual en él y su amplio y variado repertorio de suertes. Inicio de faena de rodillas calentando el ambiente para proseguir el toreo por el pitón derecho en series irregulares en las que se alternan redondos templados, con largura y por bajo con otros muletazos menos limpios. Por el izquierdo le cuesta más al toro tomar la muleta y las series bajan un punto la emoción, momento que con habilidad e inteligencia aprovecha el granadino para tirar de recursos y oficio y completar una faena muy fiel a su estilo, más efectista que profunda, pero que llega a los tendidos. A Fandi se le puede criticar lo que uno quiera, pero lo que es indudable es que es fiel a su manera de concebir e interpretar el toreo y no engaña a nadie, torea con honradez y quien vaya a la plaza cuando se anuncia ya sabe lo que hay. Recibe una fuerte y cariñosa ovación tras una faena que él solito se inventó.
Otro que tampoco esconde nada es Manuel Escribano. Luego pueden salirle mejor o peor las cosas pero siempre sale con plena disposición, como en la tarde de ayer al irse a recibir a sus dos toros a porta gayola con sendas largas cambiadas, más lucida la del tercero. Toma bien el capote del de Gerena este tercero e interpreta un bonito galleo por chicuelinas para llevar al toro al caballo que también nos pega otros susto al tropezar con su propio capote y perder los pies quedando tendido en el suelo a merced del fuenteymbro. Sensacional, oprtunísimo quite de Antonio Manuel Punta que libró a Escribano de una más que posible cornada. Inicia la faena en los medios con cambiados por la espalda y estatuarios ajustados cargados de emoción. Toro con clase, que humilla y mete bien la cara ligando buenas series en redondo templadas y por bajo. Aún mejor es el comportamiento del fuenteymbro por el pitón izquierdo, de dulce, por el que toma los vuelos con clase y nobleza enorme. naturales lentos, templados, bajos, con hondura, magnífica serie. Es un toro que, a mi modo de ver, lucía más dándole distancia, sin atosigarle y en series cortas y medidas porque no era un dechado de fuerza, uno toro de 20 ó 25 muletazos para mantener el ritmo. Es posible que el sevillano alargara quizás en demasía la faena y el final bajara en emoción e intensidad, pero a ver quien es el que, estando en una plaza de primera y ante un toro que va con mucha clase se resiste a exprimirlo hasta la última gota, como las manoletinas finales con el toro ya extenuado. Quizás ese exceso de metraje y el mal manejo de la espada han privado a Escribano de un más que posible trofeo. Gran ovación en cualquier caso que saluda desde el tercio. Lógicamente se queda con las ganas y sale de nuevo a por todas ante el sexto otra vez a porta gayola, siendo casi arrollado a la salida del toro. Poco lucimiento en el capote y buena pelea en varas, metiendo los riñones con celo, como bueno  ha sido el tercio d banderillas a cargo del propio matador, sobre todo en un tercer par quebrando por los adentros y clavando al violín, arriesgadísimo. Faena sin embargo intrascendente que se diluye entre muletazos sin ritmo, sin continuidad, carente de emoción ante un toro de poco recorrido que va a media altura sin entregarse y al que Escribano no tiene posibilidad de sacar algo en claro.

Así que, al menos yo, esperaba algo más de dos hierros con renombre y mucho cartel en cualquier feria que han decepcionado. Creo que a estas ganaderías hay que pedirles mucho más que presencia y hechuras, mucho más que detalles sueltos o algún toro aislado con bravura, raza y casta, igual que se exige a las figuras. Lo dicho, se esperaba más.

Antonio Vallejo

domingo, 9 de julio de 2017

Pamplona, sin lugar al aburrimiento


Tras el aperitivo de la novillada del miércoles y la de rejones del jueves, San Fermín está en plena ebullición. Día y noche, sin parar un segundo, ritmo frenético, juerga y desenfreno a veces desmedido, pero estas fiestas son así y así hay que entenderlas, sin olvidar que el centro de todo, el motivo se su existencia es solo uno, el toro. La verdad es que un auténtico lujo disfrutar de esta Feria del Toro con la comodidad y la calidad con la que es posible hacerlo desde casa gracias a las extraordinarias emisiones matinales de TVE que se vuelca con la retransmisión de los encierros y que, por boca de todos sus presentadores y reporteros, hace cada mañana una defensa y una difusión de los toros y de la Fiesta que llega a todo el planeta gracias también al canal internacional. Me ha encantado ver que en el programa previo al encierro en directo hacen un amplio resumen del festejo de la tarde anterior y, se lo he oido varias veces, dejan muy claro que el encierro no tiene sentido alguno sin la corrida de la tarde y que el toro de lidia se habría extinguido hace mucho tiempo sin la Fiesta. Me encanta oír esta afirmaciones en estos tiempos, aunque en realidad debiera ser motivo de entristecimiento y pena que nos sorprenda que alguien en público defienda algo tan elemental y tan nuestro, pero es así. De igual manera que es un lujo disfrutar de la retransmisión que Canal Toros hace da cada corrida, que nos hace sentir como si estuviéramos en la misma plaza, donde está claro que el aburrimiento no tiene lugar. Si lo que sucede en el ruedo no emociona ya se encargarán los tendidos de sol, las peñas y sus charangas de entretener al personal con su repertorio clásico en el que "El Rey" y "La chica ye-ye" son los temas estrella, además de los bailes, el no parar, el barullo generalizado y el ruido infernal y continuo que solo se toma un ligero respiro durante la merienda entre el tercero y cuarto toro. Ambiente ensordecedor que sinceramente creo que está financiado por la casa Bayer para que al salir todo el mundo compre cajas y cajas de aspirinas para combatir el dolor de cabeza que te producen.  Merienda que, por cierto,  no es tal, es un banquete diario, una auténtica bacanal,  comida a raudales, bocadillos, empanadas, tortillas, cazuelas de guisos tan apetitosos como callos, magro con tomate, rabo de toro y cerdo a la naranja, algo que sé porque Chapu Apaolaza se ha encargado de apuntar durante la retransmisión lo que distintas peñas llevaban en sus viandas. Lo que sí supe en su día es que algunos llevan albóndigas, como también supe que en algunos tendidos hay una curiosa tradición que es volcar lo que sobra sobre el resto de espectadores, entre los que hace muchos años estaba yo, en mis años de universitario, que como es lógico tenía que conformarme con una entrada de sol y que me encontré con mi espalda y mi precioso y reluciente polo blanco que llevaba como manda la tradición enfangado en salsa de albóndigas, trocitos de carne, zanahorias y algún guisante que se colaba por el hueco del cuello y sentía caliente y viscos por mi espalda , además del vino con el que te duchan constantemente. Pueden imaginarse la sensación asquerosa que sentí y el suplicio que fue aguantar los últimos toros, un infierno que no olvidaré jamás. Así que se está mucho mejor en casa viendo cómodo y limpio la retransmisión de Canal Toros
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Y si en los tendidos no hay lugar para el aburrimiento tampoco lo ha habido en las dos primeras corridas de toros con los de Cebada Gago y José Escolar como protagonistas. Dos ganaderías con fama de peligrosas en el encierro y en la lidia, algo que en ambos casos se ha cumplido. Si para algo sirven lo sneciervos, además de la emoji´n y el espectáculo que suponen, es para apuntar posibles comportamientos de los toros en la plaza. Si no que se lo digan al sexto de Cebada Gago que se hizo dueño y señor de la calle generando auténtico terror y peligro y que por la tarde salió altivo y desafiante, dominador también del ruedo, y al cuarto de José Escolar, el que quedó descolgado nada más salir de los corrales e hizo todo el recorrido en solitario con nobleza y sin un solo gesto feo, siendo por la tarde uno de los mejores toros de la corrida.

Corrida áspera, dura, con muchas complicaciones la de Cebada Gago, ganadería de gran tradición en Pamplona, de imponente presencia e impresionante arboladura, muy ofensiva por delante, seria y astifina, tremenda en algunos casos, como el cuarto, con un pitón izquierdo que daba pánico, una auténtica percha afilada como una daga, con variedad de capas y dispar de hechuras que en general ha prestado pocas opciones para el lucimiento por su comportamiento bronco, sin clase y falta de algo fundamental, humillación, toda la corrida con la cara arriba y embistiendo a media altura, o más. Para esta primera de las corridas de toros y en el día del Santo Patrón se anunciaba la terna compuesta por el francés Juan Bautista, veterano matador que está atravesando un momento de esplendorosa madurez, el sevillano Javier Jiménez, todo corazón que ya demostró el pasado año y en esta misma plaza que tiene un par bien puesto al salir a matar en contra del criterio médico a su segundo toro con una fractura de apófisis de una vértebra cervical, y el valenciano Román, triunfador en Valencia y que está dejando una magnífica impresión allá por donde torea.
El francés Juan Bautista ha cuajado una actuación portentosa en cuanto a lo que a técnica y conocimiento se refiere ante dos toros que no humillaban lo más mínimo, siempre con la cara alta, soltando derrotes a diestro y siniestro, a los que les ha dado las dosis de suavidad y altura que precisaban, a los que ha tapado los defectos y de los que ha conseguido sacar algo lucido gracias precisamente a ese mando y esa enorme técnica que atesora, más en este momento de su carrera en el que se le ve andar delante de los toros con una firmeza, un seguridad, una solvencia, un oficio y una profesionalidad de muchos quilates. Precioso de pelaje y de lámina su primero, un bellísimo melocotón de capa con 610 Kg en la tablilla que los aguantaba perfectamente por su caja, armónico y proporcionado, muy serio y bien armado pero sin exageración alguna. Sin fijeza de salida en el capote del de Arles que dibuja verónicas sueltas con clase y una media de remate con auténtico sabor y gusto, tanto como el de las chicuelinas al paso para llevar al de Cebada Gago al caballo, en el que no se emplea en demasía. Desde que ha saltado al ruedo ha mostrado querencia, algo bastante habitual en Pamplona ya que los toros recuerdan perfectamente por dónde entraron a la plaza durante  el encierro de esa misma mañana y buscan escape por ahí, pero este melocotón ha manseado claramente en los dos encuentros con el caballo y ha resultado complicado en banderillas, tercio en el que ha esperado y cortado a Raúl Adrada e Ismael González poniéndoles en apuros y complicaciones que han resuelto ambos con oficio. Como he dicho, firme, seguro y con una técnica enorme ante un toro que es cierto que iba y venía pero lo hacía sin humillar y sin clase alguna, de escaso recorrido, carente de emoción y de difícil lucimiento, dejando patente su facilidad para entender la altura, distancia y ritmo que necesitaba el de Cebada Gago y así haber conseguido sacar algunos muletazos por ambos pitones de enorme mérito por la escasa colaboración del animal. Mata de casi entera algo perpendicular y un descabello. Colaboración que tampoco ha encontrado en el cuarto, un ejemplar de arboladura descomunal, veleto, con un pitón izquierdo que cortaba la respiración solo con verlo, una percha auténtica, astifino a extremos máximos, una daga, ¡que digo!, una verdadera lanza por su longitud. Deslucido en el capote, también con la cara alta, muy arriba siempre, no toma los vuelos, arremete contra lo que se mueve sin clase ni calidad. En el caballo se deja pegar aunque empuja algo más en al segundo puyazo, pero en ningún momento mete la cara abajo. Igual que su hermano resulta complicado en banderillas, también mide, espera y corta a Rafael González y Raúl Adrada. En la muleta no varía un ápice su comportamiento. Embiste rebrincado, difícil de dominar, pero Juan Bautista lo va sometiendo con un derroche de técnica tras un inicio por bajo cargado de torería. Magnífico trasteo del galo, tapándole defectos al toro y haciéndole mejor de lo que era, sabiendo perderle ese pasito necesario para ligar los escasos pases a los que se prestaba, aguantando su escaso recorrido y la constante reposición que el de Cebada mostraba a medio muletazo. Lo pasaporta con un estoconazo fulminante en todo el hoyo de las agujas y recibe una calurosa, cariñosa y más que merecida ovación como premio y reconocimiento a su oficio, su profesionalidad y su dignidad en esa tarde del viernes.
Javier Jiménez regresaba a Pamplona tras su épica actuación del pasado año en la que dejó un recuerdo magnífico en la afición al matar a su segundo toro en unas condiciones físicas precarias, poniendo incluso en riesgo su salud, debido a una fractura cervical sufrida ante su primero. El de Espartinas es todo corazón, un tío que no se echa atrás salga lo que salga por la puerta de chiqueros y que engancha a los aficionados con su entrega, sus ganas y su ilusión desbordante. Preciso de hechuras el segundo, muy serio y astifino, al que recibe con verónicas a pies juntos que alterna con otras a compás abierto de gran gusto rematadas con una revolera vistosa y lucida. Toro justo de fuerzas que pasa sin historia por los primeros tercios, que por lo menos tiene la cualidad de humillar algo, pero lo hace solo en la primera parte del muletazo, porque en cuanto toma los vuelos de la tela echa la cara arriba fruto de sus escasas energías, el mismo motivo por el que su recorrido es tan escaso. Lo pone todo el sevillano, firme, dispuesto, con ganas infinitas, pero donde no hay no se puede sacar y la faena discurre sin emoción. Lo intenta por ambos pitones, le pone la muleta y trata de tirar del de Cebada, pero si le obliga se derrumba y si le lleva a media altura resulta deslucido, tremenda encrucijada que salva Jiménez con toneladas de entrega, como las manoletinas finales, ceñidísimas, exponiéndose  una barbaridad, dándolo todo. Una entera algo contrario en la suerte de recibir y varios golpes con el estoque de cruceta no empañan su decidida actuación en este toro. Tampoco se lo pone fácil el sobrero de Herederos de Salvador García de Cebada que saltó al ser devuelto el quinto tras partirse el pitón derecho en un derrote contar el burladero. Sobrero terciado y desproporcionado de pitones, feo de hechuras a mi gusto. Buenas verónicas de saludo, con clase y ritmo que creo que son lo más destacable de la actuación del sevillano, porque ni en el caballo, ni en el tercio de banderillas ni en la muleta ha lucido el toro ni ha permitido lucirse a Javier Jiménez. Igual que toda la corrida ha sido un toro áspero, bronco, que no ha humillado, soltando cabezazos, defendiéndose, sin recorrido en la muleta, ante el que el de Espartinas ha estado tremendamente voluntarioso, dispuesto a robarle un muletazo a cualquier precio, pero ha sido imposible ante este toro que, además, tenía mucho peligro por su pitón izquierdo por el que medía y buscaba con mala intenciones. Se lo quita de en medio con habilidad, que es lo mejor que podía hacer Javier Jiménez, un torero que una tarde más ha desparramado sobre el ruedo ganas, ilusión, entrega, disposición y mucho valor. Hay un dato que me parece muy revelador de cara la futuro de este torero. Resulta que en lo que va de temporada ha toreado seis tardes, y todas ellas en plazas de primera, Valencia, Sevilla, Madrid y Pamplona. Y no me extraña, porque, al menos es mi opinión, es alguien a seguir muy de cerca y que, como le salga un toro que embista, le va a formar un lío por su desbordante alegría y sus buenas cualidades como torero. Se irá viendo.
El valenciano Román es otro de los nombres que ha sonado mucho y que también ha estado presente en las grandes ferias que hasta la fecha se llevan celebradas, especialmente tras su triunfo en Fallas. Otro de los jóvenes que irradia ilusión al verle con su eterna sonrisa delante de la cara de los toro y que no se le borra aunque, como en la tarde del viernes, fuera  cogido y volteado por el tercero, un ejemplar tremendamente ofensivo, cornidelantero, de tremenda arboladura, también muy astifino. Variado y lucido con el capote, primero de rodillas con una larga cambiada y posteriormente incorporado intercalando verónicas y gaoneras vistosas. Toro complicado en el tercio de banderillas pero que apuntaba algunas cualidades buenas, en este caso la movilidad, la fijeza y la repetición. No es que haya sido un dechado de virtudes, pero al menos ha conseguido que el valenciano conecte con los tendidos en una faena firme, valiente y con emoción  ante un toro que llevaba la cara a media altura y se defendía cabaceando, de embestida un tanto descompuesta y bronco en cuanto a comportamiento. No le ha importado nada de eso al valenciano que ha dado una lección de poderío y rotundidad, exponiéndose mucho, muy valiente, haciéndolo todo él, plantándole la muleta en la cara y tirando del toro con todo el temple que se podía para sacar algunos redondos y naturales de calidad, especialmente si los medimos y valoramos en función de las cualidades del animal. Las manoletinas finales ajustadísimas dan muestra de la disposición con la que Román ha ido a Pamplona, dispuesto a jugarse la vida por triunfar, como así fue al entrar a matar, volcándose, despreciando al riesgo y resultando volteado aparatosamente sin consecuencias aparentemente serias. Corta una oreja, mejor dicho, arranca una oreja que premia el valor y la entrega de un joven que quiere ser figura del toreo y que pienso que cualidades no le faltan. Cualidades que de nuevo ha mostrado ante el sexto, un toro alto, hecho cuesta arriba, altivo y desafiante, dominador del ruedo con su mirada que ha apretado en el capote a Román y que en el caballo ha sido pronto y alegre empujando con codicia. Como ya he dicho, siempre con la cara arriba, desafiante, con mirada incluso chulesca, diciendo "aquí estoy yo y soy el que manda", que no humillaba y que reponía en cada muletazo, sobre todo por el pitón derecho, muy complicado. Por el pitón izquierdo tenía más recorrido y tomaba mejor los vuelos y ha sido al natural donde han surgido los mejores y más emocionantes muletazos. Series de naturales templadas, con largura y ligazón, hondos, de mucho mérito y calidad que han despertado al fin los olés en los tendidos. Clase en el toreo de Román y también mucho valor aguantando los parones y las coladas por el pitón derecho de este complicado y exigente toro. De nuevo la firmeza, rotunda y calidad del valenciano hacían oler a oreja que permitiría abrir la puerta grande, pero una entera desprendida insuficiente y varios golpes de verduguillo han difuminado esa posibilidad. Pero las sensaciones que ha dejado Román tras su paso por San Fermín quedan ahí y son motivo de sobra para seguirle también muy de cerca.



Para el sábado venía programada una corrida de José Escolar que, en mi opinión, no ha defraudado y ha cumplido con lo que se espera de este hierro y de este encaste Albaserrada. Corrida muy seria, entipada, astifina y con trapío, echando por tierra la idea de equiparar trapío y presencia con kilos y carne. Basta decir que cuatro de los seis escolares han estado entre los 485 y los 505 Kg y eran unos tíos, no hace falta más. Además, en cuanto a comportamiento, se han mostrado acorde a la sangre Saltillo que llevan. Corrida dura, complicada, con raza y encastada en la que ha sobresalido un gran quinto toro, un tercero y cuarto buenos, con clase y calidad, un primero complicado y con peligro sordo y un sexto que era una auténtica alimaña, algo a lo que Escolar nos tiene acostumbrados y que es marca de la casa. Para estoquearlos estaban acartelados el toledano Eugenio de Mora que  ha demostrado firmeza, experiencia y profesionalidad, el sevillano Pepe Moral templado y muy poderoso al natural, y el madrileño Gonzalo Caballero, muy entregado ante el exigente tercero, el único que ha podido matar al resultar cogido al ejecutar la suerte suprema y tener que ser intervenido en la misma enfermería de la plaza de una cornada de 12 cm en el glúteo con afectación del nervio ciático y un puntazo en el abdomen sin lesiones internas, gracias a Dios. 
Serio, abierto de cara y ancho de sienes el primero. Ya en el capote de Eugenio de Mora anuncia sus complicaciones colándose por el pitón izquierdo en las verónicas de saludo. Se defiende y cabecea en el peto del picador que le pega fuerte en el primer puyazo. Vivo en banderillas, aprieta y pone en apuros a José Ignacio Rodríguez "El Puchi" y Víctor Cañas. No humilla, echa la cara arriba en cada muletazo y no se entrega, se defiende y corta el viaje, con conocimiento de lo que deja atrás, un toro con mucho sentido desarrollado, complicado, un comportamiento muy habitual en este encaste. Muy firme, solvente y  profesional ha estado Eugenio de Mora con este primero aplicando la experiencia de sus 20 años de alternativa,  poniéndole la muleta en la cara, tirando del de Escolar, tratando de bajarle la mano para someterlo pero sin llegar a transmitir por la fea embestida del animal. A eso hay que unirle que el toledano ha tenido que estar permanentemente en guardia al final de cada muletazo para no ser prendido, con todos los sentidos alerta, porque el peligro era patente y las complicaciones muchas para el escaso lucimiento que permitía el toro. Lo ha matado de entera al segundo encuentro y escucha silencio. Claro, que si comparamos a este primero con el sexto que por antigüedad ha tenido que lidiar debido a la cogida de Caballero, era un hermanita de la caridad. Un toro de 505 Kg, cornipaso, muy abierto de cara y que de salida ya muestra querencia. Poco lucido en el capote, pelea en el caballo con cierta codicia pero en ningún momento mete la cara abajo y resulta peligroso y complicado en banderillas, esperando y apretando a Fernando Téllez y Víctor Cañas. Con esas premisas se presenta en la muleta y, como se suponía, gazapón, embiste con genio, pegando hachazos, corta el viaje y busca presa, vamos, una auténtica alimaña ante el que Eugenio de Mora ha estado enorme, valiente y con una firmeza, una seguridad y generosidad muy elogiable. Toro para hacer lo que a mi juicio ha hecho a la perfección el toledano tras intentarlo todo, tras ponerle la muleta y tratar de dominar y conducir su imposible embestida, toro para machetearlo por bajo y quitárselo de en medio sin contemplaciones, lo que ha hecho con un sensacional espadazo enterrando el acero hasta la bola con habilidad. La ovación con la que le ha despedido la afición pamplonica hace justicia al enorme esfuerzo y el valor demostrado ante este sexto, y también premia la muy buena labor del toledano ante el cuarto que personalmente creo que merecía más, una oreja que casi seguro habría de no haber sido por el intenso aguacero, un auténtico diluvio que ha dejado despoblados los tendidos de sol durante la lidia del cuarto y quinto toro y que ha hecho que la petición fuera escasa. Un toro veleto, muy descarado de pitones, enseñando las puntas, con un trapío imponente ¡y con "solo" 480 Kg!, queda todo dicho para los amantes del elefantoro. De salida no apunta lo que luego ha demostrado, distraído y sin gran fijeza en los primeros tercios para romper en la muleta. El inicio de faena doblándose por bajo, sometiendo al toro, derrocha clase. El de Escolar humilla y repite con nobleza y aparente codicia y fijeza a los toques de Eugenio de Mora con la diestra, firme, bajándole la mano, poderoso, sometiéndolo para llegar a sacar buenas series por ambos pitones, templadas y con largura, naturales hondos y redondos con recorrido y profundidad. Bueno el toreo de Mora, con clase, calidad y gusto ante este buen toro, que no fácil, que tenía mucho que torear sin olvidar los matices y las características propias de este encaste y de la sangre que llevan. Como apuntaba al inicio de esta entrada, curioso detalle de este cuarto de José Escolar. Ha sido el toro que se ha dado la vuelta y ha quedado descolgado de la manada nada más salir de los corrales de Santo Domingo, haciendo todo el recorrido solo, demostrando nobleza, sin un mal gesto en todo el trayecto, en una carrera limpia, un comportamiento que ha corroborado en la plaza. Con un estoconazo en todo lo alto pasaporta a este buen toro, enrazado, encastado y con buenas dosis de calidad tras una faena que no ha tenido el eco merecido por la aparición de la inoportuna tormenta. Sin duda merecía más premio.
El sevillano Pepe Moral hacía su segundo paseíllo de la temporada tras su rotunda actuación en la corrida de Miura de la Feria de Abril en la que cortó dos orejas y de nuevo se ha mostrado poderoso y dominador al natural, cuajando una excepcional faena ante el quinto, un torazo de 580 Kg que tenía un pitón izquierdo excepcional, al que ha cortado una oreja de ley. Apunta buenas cosas de salida el de Escolar, remata en burladeros y toma con clase el capote de Pepe Moral. Toro muy vivo, pendiente de todo, del caballo, de los capotes, del público... que tiene sentido y que pone en apuros a Juan Sierra en banderillas, esperando, buscándole los muslos, quien a pesar de eso coloca dos pares con mucho riesgo y mérito aguantando el trago. Con suavidad y por bajo lo lleva Moral a los medios. El toro mete bien la cara, se desplaza y repite, aunque hay que estar muy firme ante él porque mira, mide y sabe perfectamente lo que hay detrás de la muleta, no permite la mínima duda, producto de su genética. Pero tiene un pitón izquierdo fuera de serie por el que Pepe Moral ha bordado el toreo con sensacionales naturales de magnífico trazo, templados, largos, suaves, hondos, rematados con extraordinarios pases de pecho, toreo con la mano izquierda de muchos quilates, con un mando que no es frecuente ver. Por el pitón derecho no va tan largo ni se entrega igual, acorta el final de la embestida y suelta la cara. Pese a ello Moral se muestra decidido y seguro, bajándole la mano para someter al toro, pero las series no alcanzan el nivel de los naturales. La entera arriba tras un metisaca vale una oreja de ley pedida con fuerza por los aficionados y la ovación con la que es despedido el toro en el arrastre es también justo premio a este buen toro de José Escolar. Viendo a Pepe Moral en Sevilla y Pamplona se hace difícil entender por qué no goza de muchos más contratos, misterios incomprensibles. Ya en el segundo había dejado patente su categoría y su buen manejo de los engaños. Otro toro abierto de cara que remata bien en burladero, que humilla y se desplaza con ritmo y clase en el capote del sevillano, quien torea con gusto a la verónica. También mete la cara abajo en el caballo, empujando y empleándose con celo. Pero su falta de fuerzas le hace acabar ahí. Ya en banderillas se desplaza menos, espera y corta, algo que se hace más acusado en la muleta. Es cierto que humilla y que embiste con clase, pero lo hace de manera sosa y deslucida, sin ritmo ni emoción, acortando el recorrido más y más en cada lance, parándose con cierto peligro. Templada y pulcra labor de Pepe Moral sobre todo al natural, firme, tirando del toro pero sin llegar a conectar con los tendidos por la sosería del toro. Muy por encima el sevillano a pesar de atascarse con los aceros.
El madrileño Gonzalo Caballero ha resultado cogido al entrar a matar al tercero, un toro de 485 Kg muy entipado, un auténtico Albaserrada, inconfundible por hechuras y pelaje, estrecho de sienes, muy serio, otro que enseñaba las puntas y con trapío, sin necesidad de kilos. Un toro encastado y exigente que no ha lucido en los primeros tercios pero que sin embargo requería de mucho oficio y experiencia en este tipo de encastres porque tenía mucho que torear. Gazapeo molesto al inicio de la faena de muleta, difícil de acoplarse y al que había que llevar bien para que no desarrollara sentido, en definitiva, un toro para poder y someter que corta y repone por ambos pitones pero que mostraba más recorrido por el izquierdo. Enormemente dispuesto Caballero, lleno de ganas y entrega, perdiéndole un paso para poder ligar la series y bajando la mano para dominar la embestida y la tendencia del Escolar a echar la cara arriba, aunque sin la experiencia que pedía el animal, algo lógico por su edad. Pero repito, no se le puede reprochar nada porque ha puesto todo lo que tiene, si bien el toro necesitaba algo más para someterlo y sacar lo que creo que llevaba dentro. Se ha volcado Caballero al entrar a matar y ha resultado prendido primero por el abdomen y luego por el glúteo en unos segundos dramáticos que hacían temer una cornada grave. Impresionantes las imágenes e impresionante ver cómo Miguel Abellán, que estaba viendo la corrida en un burladero del callejón, ha saltado al ruedo para hacer el quite al toro a cuerpo limpio cuando tenía a su merced a Gonzalo Caballero. Un gesto que denota cómo es este torero al que particularmente admiro y respeto como profesional y que como persona ha demostrado su valía al no dudar en exponerse para salvar a un compañero que además es gran amigo suyo. En volandas ha llevado Abellán a Caballero camino de la enfermería, con su camiseta manchada de la sangre de su amigo en una actuación que le honra. Por fortuna la cornada más grave que se temía no se ha producido y ha podido salir a matar a este tercero, eso sí, malherido y corneado en el glúteo, enterrando la espada hasta la bola. Cariñosa y respetuosa ovación al madrileño que se ha retirado por su propio pie camino de la enfermería entre gritos de "torero, torero", detalle de sensibilidad por parte de los aficionados.

Como decía al inicio de esta entrada, en Pamplona y en estos días no hay lugar para el aburrimiento. En los toros o en la calle, durante el encierro o en la plaza, en el ruedo o en los tendidos, en los bares,  de día y de noche, la diversión está asegurada para quien se acerque por allí. Eso sí, si va a los tendidos de solo que lleve una maleta repleta de ropa limpia, de camisas, polos o camisetas, es solo un consejo. Luego que nadie se queje de verse rociado en vino o con restos de los sabrosos guisos que se llevan como "merienda" decorando su vestimenta, jejeje.

Antonio Vallejo