miércoles, 12 de julio de 2017

Pamplona, ¡el triunfo del toreo!


Por fin la tarde soñada, la tarde en la que la conjunción de las partes hace que el todo resulte espléndido, la tarde en la que el toro es toro y los toreros están en toreros, la tarde anhelada, la tarde en la que lo que triunfa es la Fiesta. Así entiendo yo esta bendita afición, así he disfrutado y me he emocionado con esta tarde de San Fermín de dimensión mundial. Sí, dimensión mundial, porque guste o no a muchos antis, comunistas de salón, Pamplona está estos días plagado de extranjeros, especialmente norteamericanos, a los que la afición les hace recorrer miles de kilómetros y que volverán a sus casas contando maravillas de una tarde en la que vieron extraordinarios toros y a dos grandes toreros creando Arte y generando una emoción y un sentimiento que no tiene igual. Una tarde necesaria para la Fiesta, una tarde para que todo el mundo entienda el por qué de nuestra afición, una tarde alegre, como es la Fiesta, una tarde en la que ha triunfado Jandilla, una tarde en la que ha triunfado Cayetano, una tarde en la que ha triunfado Roca Rey, en definitiva, una tarde en la que ha triunfado el TOREO. Por eso estoy feliz. 
Siempre repetimos que el pilar fundamental de nuestra Fiesta es el toro. Pues bien, Borja Domecq ha llevado a Pamplona una extraordinaria corrida de toros que no hace sino refrendar sus triunfos repetidos en esta temporada, el último y más sonado el del pasado San Isidro. Una corrida seria, mucho, pero sin aparotosidad ni exageraciones, bien armada pero agradable de cara, enseñando las puntas, preciosa de hechuras, toros armónicos y proporcionados, de bellísima lámina, un canto a la belleza, auténtico trapío. Una corrida que no se ha quedado en la fachada, sino que además ha sacado un fondo de clase, nobleza, casta, bravura y raza de nota, importante tarde de Jandilla. Toda una corrida de toros en la que cuatro ejemplares se han ido sin un apéndice auricular al desolladero, uno se fue con las dos orejas por un fallo con la espada y otro debió marcharse desorejado si el señor presidente hubiera sido justo y hubiera tenido el mínimo de sensibilidad y sentido común para atender una petición clamorosa y unánime del segundo trofeo por parte de todos, absolutamente todos, los tendidos.
Para lidiar tan importante encierro una terna a la altura, no solo por atractivo del nombre, sino también por el magnífico toreo que han desplegado sobre el ruedo y por el magnífico resultado artístico final que ha redondeado una, para mi, gran tarde de toros. Miguel Ángel Perera, Cayetano Rivera Ordoñez (sí, ya sé que en los carteles se anuncia como Cayetano a secas pero hoy deben resaltarse sus dos apellidos porque han tenido mucho significado) y Andrés Roca Rey. Cartel de gran atractivo y reclamo tanto para el aficionado como para el gran público que hizo que, una tarde más, la plaza pamplonesa registrara otro lleno absoluto en los tendidos, norma habitual de los sanfermines, una auténtica gozada ver cada día la respuesta del público abarrotando todas las localidades.
Y si hablamos de toreros no puedo pasar sin hacer una mención especial al elenco de nombres de toreros de plata que ayer se reunión en el coso pamplonica. La nómina es espectacular, de auténtico lujo: Javier Ambel, Curro Javier, Guillermo Barbero, Iván García, Alberto Zayas, Juan José Domínguez, Francisco Durán "Viruta". Con tales nombres, maestros en la brega y en banderillas, todo se hace más fácil y los toros llegan a la muleta más cuidados y en perfectas condiciones para lucir todas las cualidades que llevaban dentro. ¡Qué importante es el trabajo de los de plata y que pocas veces se les reconoce como se merecen!. 
Miguel Angel Perera es una figura contrastada, poco queda por descubrir de su toreo y sí mucho por disfrutar. Un torero con un sello muy particular, poderoso y dominador, con un mando sobre los toros superlativo y un estilo vertical, ojedista, inconfundible, estilo que de nuevo desplegó en la tarde de ayer. Pocas opciones le dio el primero, un toro complicado y sin clase, el único del encierro que no permitió el lucimiento, sin ritmo, que embestía a arreones, soltando la cara, pegando tornillazos, al que el extremeño pudo dominar en cierta medida y con mucho mérito por su poderío y capacidad, pero carente de emoción. Lo pasaporta de una entera desprendida fulminante abreviando lo que era imposible. El cuarto, sin embargo, es un toro pronto, noble y repetidor al que Miguel Ángel toreó templado, bajando la mano para ligar buenas series por el pitón derecho sin un solo toque a la muleta, algo que fue fundamental para ahormar las embestidas del de Jandilla y hacer que fuera a más a medida que avanzaba la faena. Por el pitón izquierdo surgió lo mejor de su toreo, naturales templados, largos, por bajo, con mucha hondura, bellísimos, con una clase y una torería inmensa. Gran toreo del extremeño, firme, seguro, templado, que en el epílogo de la faena fue acortando las distancias para dibujar ese toreo vertical en las cercanías tan  personal y característico, clavando las zapatillas en la arena, hierático, sin rectificar ni mover los pies un milímetro, pasándose al toro por la cadera como si nada, sometiendo y dominando de manera portentosa al de Jandilla, el cual, al sentirse podido, se raja y se refugia en tablas complicando la suerte suprema. Impresionante una serie de redondos templados, llenísimos que el extremeño sacó en una baldosa. De no haber fallado con los aceros una oreja había caído seguro porque el toreo de Perera encandiló a los aficionados pamploneses, especialmente en la fase final de la faena, metido entre los pitones del toro. Gran ovación para Miguel Ángel Perera que de nuevo ha dejado patente que es figura del toreo.
Cayetano, aunque se anuncia así en los carteles, es Rivera y es Ordoñez, toreo de dinastía por partida doble, en cuyas venas corre a raudales  pura sangre torera, y esa herencia le sale por los cuatro costados. Un caso peculiar en el toreo, un hombre que se hizo matador con mucha más edad de lo que es habitual. Con cuarenta años de edad, lleva once de alternativa y entre medias hubo un patrón de dos años, las cuentas son claras. Ayer fue su presentación en Pamplona, la expectación era máxima y me atrevería a decir que entró de pie y caló hondo en la afición pamplonica. Ayer nació un ídolo para la afición navarra que lo recibió y trató con respeto y cariño desde el mismo instante de iniciarse el paseíllo. Un torero al que muchos han tildado de figurín, al que se la ninguneado y minusvalorarlo, torero de Armani le llaman muchos, nada más lejos de la realidad. ¡Muchos como él necesitaría la Fiesta!. Dejando a un lado al público femenino que arrastra tras él, algo lógico por otro lado y que tanto se critica por algunos, lo verdaderamente relevante es su profesionalidad y evolución como matador, y eso es innegable. No es un maniquí temporal que pueda pasar de moda, dicho claro, no es un Jesulín, es un hombre que se toma muy en serio su profesión y que la honra tanto dentro como fuera de la plaza, que lo da todo en el ruedo y que no duda en ponerse a la cabeza de la defensa de la Fiesta fuera de la plaza, sin cortarse, sin pelos en la lengua, llamando a cada uno lo que es, tal y como ha demostrado tantas veces, como aquella tarde de octubre en Zaragoza brindando un toro al niño Adrián, ejemplar. Este año le he visto torear en Sevilla y en Madrid en vivo,  a través de la televisión en Valencia y Pamplona y qué les voy a decir, ¡me ha encantado!. Su toreo invoca esencias de su abuelo Ordoñez en lo clásico y artista y de su padre Rivera en la raza, esa sangre que lleva y que saca a relucir cada tarde. Como he apuntado antes, llegó tarde al toreo y se le notan algunas deficiencias técnicas, pero eso lo ha compensado con cantidades ingentes de entrega, disposición, ganas y generosidad, pero que cada vez son menos, fruto de una intensa preparación diaria y un afán por pulirse y crecer como torero digno de alabar y que ha tenido su recompensa en la tarde de ayer, en la que vimos a un maduro, sereno y firme Cayetano que estuvo a gran altura entendiendo a la perfección a su buen lote, toreando largo y templado cuando lo pedían y tirando de raza y recursos cuando lo precisaban, midiendo perfectamente las distancias, las pausas y la duración de las faenas, una tarde rotunda del madrileño. Con el capote lució en el saludo a sus toros, con dos largas cambiadas de rodillas al más puro estilo Rivera en el segundo que apasionaron a unos aficionados entregados a Cayetano y que se pusieron en pie a las primeras de cambio, unas verónicas templadísmas, con sabor añejo y una media de cartel a este mismo toro que olían a Ordoñez, tanto como el saludo capotero rodilla en tierra, flexionado, en verónicas templadas y largas, cadenciosas, con un gusto y una torería herencia de su abuelo que nos trajeron a la memoria imágenes en blanco y negro de un glorioso pasado. Y con la muleta estuvo inmenso ante dos toros realmente buenos, nobles, enclasados y repetidores que transmitieron y que, hay que decirlo, generaron emoción porque Cayetano los entendió y toreó de maravilla. El inicio de faena al quinto con unos ayudados por alto toreros a más no poder fue apasionante, toreo templado, largo, bajando la mano, llevando a sus toros en largo, apoteósico, redondos profundos y ligados sin un solo toque a la muleta, midiendo la distancia y cuidando la altura a la perfección, inconmensurable. Los naturales surgieron de sus muñecas con una naturalidad, una suavidad, una clase y una elegancia máxima, impregnados de torería, como los pases de pecho, largos, lentos, eternos. Toreo que sabía a Ordoñez y que no dudó en convertir en Rivera cuando los toros comenzaron a claudicar o a rajarse, como hizo el segundo. Ahí salió a escena la raza y la casta torera del madrileño. Con gran inteligencia aprovecha la querencia del toro y en las cercanías recetó a ese segundo circulares invertidos y desplantes mirando al tendido en los terrenos que pedía el animal. Desplantes que nos hacían recordar al gran Paquirri, como ese final de faena de rodillas con pases de pecho arebatadores y un desplante de espaldas arrojando la muleta que tantas veces hizo su padre, a lo que sumó una serie final de ayudados por bajo que fueron inolvidables por la torería que destilaban. Faenas que cada una valía una oreja, pero que en el caso del segundo debieron ser dos por el estoconazo que ejecutó volcándose sobre el morrillo, entrando por derecho y jugándosela sin miramientos, posiblemente recordando el rinconcito de su abuelo y que por sí solo valía otra oreja que la racanería del presidente negó a pesar de la unanimidad de la plaza en la petición. En cualquier caso da igual porque la puerta grande de Pamplona se abrió de par en par para que Cayetano saliera camino del Paseo de Hemingway a hombros de una afición entusiasmada que ya lo tiene como ídolo.
Andrés Roca Rey ha supuesto, con menos de dos años de alternativa, una auténtica revolución en el toreo, una convulsión que ha puesto patas arriba el escalafón y se ha convertido en el líder de una nueva generación de matadores llamados a liderar el toreo de las próximas décadas tomando el relevo de las actuales figuras. Torero que si tiene algo que le define y le hace destacar es su valor, su valentía rayando en la temeridad muchas veces por la colocación y los terrenos que pisa, que parecen imposibles. Da la impresión de despreciar el riesgo, el miedo no existe en él, quizás por eso su toreo resulte tan emocionante, un toreo que corta la respiración, que encoge el corazón y que tiene al aficionado en vilo toda la faena, un toreo por el que también es cogido tantas y tantas veces. De hecho ayer reaparecía en Pamplona tras un mes de convalecencia por la cornada sufrida en Badajoz al entrar a matar, y lo ha hecho como si nada hubiera pasado, el dolor no parece dejarle secuelas ni hacerle mella. Sólo así se entiende que al primer toro de su lote lo parara de salida  echándose la capa a la espalda por gaoneras, una caleserina, una especie de chicuelina envolviéndose en el capote y una revolera, lances vistosos y variados pero que hay que tenerlos muy bien puestos para ejecutarlos en le saludo, algo complicadísimo y muy arriesgado. Buen manejo del capote también con el precioso sexto, un jabonero imponente y bellísimo, de lo más bonito de lámina que he visto en muchos años, al que recibió a la verónica y al que recetó un impresionante y sobrecogedor quite por saltilleras porfiando con el capote a la espalda, moviéndolo de uno a otro lado, aguantando la arrancada del toro para cambiarle la trayectoria in extremis desatando la locura en los tendidos. Dos toros con movilidad, recorrido y fijeza a los que ha cortado una oreja de cada uno por dos faenas de corte muy similar. En su primer toro inicia de rodillas, por bajo y largo, incluso pegando un trincherazo con ambas rodillas en tierra, algo que no había visto hacer nunca, y en el sexto comienza por estatuarios pasándose los pitones a milímetros de la chaquetilla rematados por un ayudado por bajo muy torero. Cuando ha ejecutado el toreo digamos más clásico lo ha hecho con temple, bajando la mano y alargando el viaje, con mucha clase, encajado, ciñéndose el toro a la cintura. Series de redondos ligados de mucho empaque, conduciendo fenomenalmente el buen recorrido el toro. Igual que por el izquierdo, aunque por ese pitón ambos animales han lucido algo menos, pero el peruano ha sacado naturales de gran cuajo y hondura bajando la mano. Creo que ambos jandillas pedían distancia y lucían más si se les citaba en largo y se les dejaban pausas para respirar y recomponerse, y también creo que Roca Rey ha acortado las distancias en ambas faenas quizás un tanto pronto. En la fase final de cada trasteo los muletazos no han salido tan limpios, pero la tremenda exposición del peruano en esos terrenos ha puesto en pie a los tendidos, como con las manoletinas finales ajustadísmas de su primero, de las que quitan el hipo. Una oreja ha cortado de cada toro en dos faenas de toreo profundo en su primera mitad y de corte más efectista con los arrimones de la segunda mitad, pagando nuevo con sangre su entrega y sus valor, aunque en esta ocasión haya sido por la mala fortuna de romperse la empuñadura del estoque justo en el embroque, resultando cogido Roca Rey en la cara interna del muslo.
Una vez más se ha repetido la máxima torera de "o la puerta grande o la puerta de la enfermería". Roca Rey se ha ganado la puerta grande al cortar dos orejas pero ha abandonado el ruedo por la de los valientes, algo que a buen seguro le va importar poco y que no va a impedir que en breve espacio de tiempo le veamos nuevamente vestido de luces desafiando al riesgo.
Tras la tarde de ayer solo puedo sentir alegría y felicidad por lo que se vio y vivió en Pamplona. Triunfó Jandilla, triunfó Cayetano, triunfó Roca Rey, y cuando esto ocurre solo hay una conclusión posible, ayer el triunfo fue el de la Fiesta, en definitiva, ¡el triunfo del toreo!

Antonio Vallejo

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