Primera de las corridas de
toros de la feria de Santiago de Santander, preciosa plaza, coqueta y
engalanada, con un lleno en los tendidos que invita una vez más al optimismo en
estos tiempos de prohibiciones y tonterías varias como la absurda idea de Baleares
y la estupidez de las “corridas sin muerte”. En España desgraciadamente siempre
queda sitio para un, o muchos, tontos más.
Toros de Hermanos García
Jiménez (2º, 3º y 5º), Olga Jiménez (1º y 4º) y Peña de Francia (6º),
ganaderías salmantinas de procedencia Juan Pedro Domecq Díez, hierros sin
antigüedad, es decir, que aún han lidiado en la Monumental de Las Ventas puesto
que la fecha que un hierro lidia bien una novillada o una corrida de toros
marca este término taurino, y que sinceramente no tenía ni idea de su
existencia. Corrida muy desigual de presentación y hechuras, muy justito de
presencia el tercero, el quinto de Peña de Francia sin trapío suficiente para
una plaza de segunda como Santander, y también desigual de juego, buenos y con
clase tercero y sexto, nobles y manejables primero y cuarto y sin clase ni
opciones segundo y quinto.
El salmantino Alejandro
Marcos tomaba la alternativa de manos de un maestro que esta tarde ha
demostrado que la clase, la elegancia y el empaque en el toreo tienen un
nombre, José María Manzanares, teniendo como testigo de tal acontecimiento a
Alejandro Talavante. Y no ha podido entrar el salmantino con mejor pie en el escalafón, de la
manera que cualquier torero quiere hacerlo, abriendo la puerta grande tras
cortar dos orejas al sexto, que bien podrían haber sido tres de acertar con la
espada en el de su alternativa. Magnífica imagen la dejada por Marcos, variado
con el capote, sensacional en el toreo a la verónica, vistoso y lucido en los
quites, uno por tafalleras en el primero y otro galleando por chicuelinas para
llevar al toro al caballo de Óscar Bernal en el sexto. impresionante con la muleta, templado,
sereno, demostrando dotes y capacidad para el toreo, bien colocado, corriendo
bien la mano, alargando el viaje, siempre por bajo, ligando las series con
despaciosidad y mucho gusto al torear y administrando las pausas con mucho
criterio, sensaciones de torero hecho, no de alternativa. A ello hay que sumar detalles por bajo cargados de sabor a toreo
añejo, trincherazos bellísimos como colofón a la faena al toro de su
alternativa, y las ganas, la entrega, la disposición y la exposición ante el
sexto, un mastodonte de 650 Kg ante el que además de clase y torería ha
demostrado tener valor a toneladas al plantarse con ambas rodillas en tierra en
los primeros compases del trasteo para posteriormente dibujar una faena con
tandas profundas por ambos pitones cargadas de emoción y sentimiento que ha
calado profundamente en los aficionados santanderinos. Toreo hondo, templado,
de verdad, rematado por un pinchazo y un estoconazo que no ha sido impedimento
para poner en pie a los aficionados que han demandado ambos trofeos con mucha
fuerza para el toricantano, petición atendida por el palco a mi juicio con acertado criterio.
Alejandro Talavante recibe
con verónicas de mucho temple y un ramillete de chicuelinas a manos bajas de mucho
gusto al tercero, un toro que mete la cara con clase en el capote del
extremeño. Sensacional el quite por saltilleras tras salir del caballo que pone
a los tendidos en pie. Toro noble y manejable al que Talavante ha toreado con
el poderío, el mando y la facilidad a la que el extremeño nos tiene
acostumbrado. Inicio de faena por estatuarios para hilvanar una faena cargada
de clase y calidad. Toreo templado, perfecto de colocación, dominador absoluto
de la escena, dibujando los muletazos con trazos suaves, despacioso,
enroscándose al toro a la cintura, magníficos los naturales dándole el pecho,
hondos, por bajo, improvisación e imaginación cuando el toro se fue parando
pisando terrenos comprometidos, en un palmo de terreno, y emocionantes las
bernardinas finales cambiando la trayectoria de la embestida en el último
suspiro. Estocada entera arriba y un descabello merecen la oreja pedida
mayoritariamente por los aficionados. Ante el quinto el extremeño demostró por
qué es una figura del toreo. Toro sin clase ante el que se inventó una faena.
Todo lo hizo el matador demostrando su conocimiento y sus recursos de maestro.
A media altura, con suavidad, poniéndole la
muleta y enseñando a embestir al de Hermanos García Jiménez, para dejar
series de redondos y naturales templados y ligados en series cortas y medidas
pero repletas de calidad, con la superioridad tan apabullante que el pacense
demuestra ante la cara del toro. Faena de enorme valor y mérito que hubiera
valido los trofeos de no haber fallado con la espada, una lástima porque hubiera
redondeado una tarde triunfal.
Hablar de José María
Manzanares es hablar de elegancia, de clase, de empaque, de un maestro, de un
figurón del toreo, de un torero de época. Un toreo que llena el ruedo con su
presencia, su figura, la manera de moverse y andar delante de la cara de los
toros rezuman gusto y aromas a torero grande, tocado con un don especial que le
viene en los genes. Ninguna opción le dio el flojo segundo, un toro noblote
pero soso y descastado, sin fuerzas ni emoción. Templado, suave, acariciando al
toro para dibujar redondos y naturales lentos, lentísimos, con una maestría
fuera de serie a pesar de la nulas condiciones del de Hermanos García Jiménez.
Muy por encima el alicantino dejando
patente su gran capacidad lidiadora. Con el cuarto, un buen toro de Olga
Jiménez, con clase, repetidor y con humillación, sencillamente ha bordado el
toreo. Empaque y elegancia, clase y calidad, torería suprema, toreo templado,
con una suavidad exquisita, acariciando su cara con el capote en unas verónicas
sublimes, meciendo al toro en la muleta, acunando la embestida, series rotundas
por ambos pitones, templadas, por bajo, componiendo la figura, aristocrática,
regia diría yo, en perfecta armonía, belleza y plasticidad, ligando los
muletazos con gracia y garbo, remates y adornos improvisados llenos de aromas, toreo
eterno, una sinfonía grandiosa, una obra de arte nacida de la inspiración y el
sentimiento de uno de los grandes de la historia de la tauromaquia. El
estoconazo en la suerte de recibir que pasaporta al toro sin puntilla merece
las dos orejas que el público ha pedido de forma abrumadora y que el presidente
lógicamente ha concedido.Una tarde más la eterna elegancia del toreo se ha encarnado en la figura de José María Manzanares y ha rendido a sus pies a una ciudad y una afición que de elegancia sabe un rato.
Dos toreros a hombros
traspasando el umbral de la puerta grande santanderina, la imagen real de la
Fiesta, la pasión y la belleza en el ruedo, el triunfo y la alegría en la
calle. ¡Y el que no quiera disfrutar de esta afición que no vaya! pero que nos
deje a nosotros la libertad de soñar con la belleza del toreo, a los toreros
crear Arte y a los ganaderos criar una especie que de no ser por las corridas
de toros estaría extinguida hace mucho tiempo.
Antonio Vallejo
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