lunes, 1 de junio de 2015
Vigésimocuarta de San Isidro: Gris comienzo de la semana torista
Sin darnos cuenta han ido pasando los días, llevamos ya 24 tardes consumidas de este ciclo y nos queda por delante tan solo una semana, la última, la reservada para lo que se conocen como ganaderías "duras", la semana llamada torista, con el paréntesis de la Beneficencia. No soy ni partidario ni detractor de estas corridas duras. No hay duda que se ven toros de preciosa estampa, pero también es cierto que, opinión personal basada en lo que durante tantos años he visto, suelen dar un escaso juego y pocas posibilidades de lucimiento. Lo que tengo claro es que voy a la plaza a ver un tipo de toro que exige una lidia diferente a la que estamos acostumbrados, con unas condiciones particulares y unas dificultades especiales, sin juicios preconcebidos, ni a favor ni en contra de toros o toreros. Digo esto porque en la primera de estas corridas "duras", la de Baltasar Ibán de esta tarde, he visto cosas, detalles, que me llaman la atención. Ha sido una corrida seria, muy seria, bien armada, de buena presentación, ni mejor ni peor que otras muchas que se han lidiado en este ciclo. Sin embargo, las protestas a la presentación tan frecuentes otros días han brillado por su ausencia. Pongo un ejemplo. El quinto de la tarde de hoy era un toro de 529 Kg, con unos pitones impresionantes, abierto, astifino, una arboladura tremenda, que en mi opinión sobresalía respecto la caja y la cara que lo portaba. A mi me ha parecido un señor toro, de presencia imponente, y parece ser que a los que saben de esto también les ha parecido así. El pasado jueves día 28, saltó en tercer lugar un toro de, curiosamente, 529 Kg, con unas hechuras idénticas al de hoy, unos pitones idénticos, una cara y una caja idéntica. Pues a ese se le protestó de forma escandalosa por parte de los que se supone que saben de esto. ¿Por qué?, porque era de Victoriano del Río, porque lo mismo es distinto según el apellido o el hierro, porque la tremenda sapiencia y coherencia de algunos les lleva estas situaciones que, como dije ayer, no hacen más que dejarles en evidencia, o en el mayor de los ridículos. Por tanto, corrida de muy buena presentación la de Ibán, pero escasa de juego, deslucida en general, con movilidad pero escasa de clase, venida a menos, salvando quizás al tercero, el de más calidad.
Fernando Robleño ha estado digno con sus dos oponentes. Ninguno de sus dos toros le han dado mucha opción de triunfo. Escaso juego en los primeros tercios, sin opciones de lucirse con el capote, comportamiento irregular en el tercio de varas, mal ejecutado en general, sobre todo en el segundo puyazo al cuarto, que se ha arrancado de lejos y al que Francisco Javier González no ha agarrado bien, teniendo que rectificar varias veces hasta colocar la puya, y tercios de banderillas sacados adelante por su cuadrilla con oficio, sin complicarse la vida pero sin excesivo lucimiento que se diga. En la muleta del madrileño han ido a menos. Es cierto que metían la cara, pero en seguida se han venido abajo, se les ha parado el motor muy rápido. Inicio garboso, con mucho gusto en su primero, sacando al toro a los medios con muletazos templados y limpios, arrancando una de las pocas ovaciones de la tarde. A partir de ahí la faena ha ido decayendo, a pesar de la firmeza, la madurez y la solvencia que ha demostrado el madrileño. Ha llevado conducidos a sus dos toros por bajo, corriendo la mano, templando, sin enganchar la muleta, pero sin ese punto de emoción que hace que llegue a los tendidos, motivado por la falta de energías de los dos Ibanes que ha sorteado. Sensacional manejo de la tizona con dos magníficas estocadas enteras a la primera, firmes candidatas a premio. Ovación en sus dos toros para Robleño, que pasado mañana, frente a los de Cuadri, tiene una nueva oportunidad de demostrar sus dotes como torero.
Serafín Marín no ha tenido un lote de los, digamos, soñados. Deslucidos sus dos toros, bonitos sí, serios también, presencia impecable sin duda, pero nada más que fachada, porque dentro llevaban muy poco; poca fuerza y justitos de clase. Escaso o mínimo lucimiento en los primeros tercios (¿no he dicho esto antes?). Ni el saludo con el capote ha sido espectacular, ni se han empleado en el caballo, dejándose pegar sin empujar, sin lucha de bravo, durmiéndose en el peto de Francisco María el segundo de la tarde. Banderillas con oficio en el segundo de la tarde y deslucido, por no decir malo, este tercio en el quinto, desordenado, mal colocados los pares. En la muleta el catalán ha demostrado técnica suficiente, pero sin hondura. Ambas faenas, a mi juicio, al hilo del pitón, carentes de emoción y transmisión, pases y pases con técnica, incluso sobrado, pero que no han llegado a los tendidos. Mata de entera desprendida y trasera a su primero y de pinchazo con casi entera efectiva al segundo encuentro. Silencio para el de Montcada en sus dos faenas.
Luis Bolívar ha seguido, más o menos, la misma suerte que sus dos compañeros de terna, con el agravante de tener que lidiar el primer sobrero de Torrealta por lesión en la mano izquierda del sexto de la tarde, un castaño de preciosas hechuras. Al menos el colombiano nos ha dejado en el tercero unas chicuelinas al paso bajas y ceñidas, graciosas y con gusto, para llevar al toro al caballo que montaba Luis Miguel Leiro, que ha agarrado una buena vara en buen sitio ante la arrancada en largo del de Baltasar Ibán, midiendo el castigo ante la evidente escasez de fuerzas del toro, lo que ha generado algunas protestas de un sector del público. Más o menos igual el tercio de varas al sobrero, sexto bis de la corrida, prácticamente señaladas, con poco castigo ante la justeza de fuerzas. En banderillas hemos visto lo más lucido de la tarde a cargo de Raúl Adrada, que ha colocado dos extraordinarios pares al tercero, saliendo airoso y torero de la reunión y ganándose la ovación del público, al que responde montera en mano desde la boca del burladero. El tercero de la tarde ha sido, sin duda, el más encastado de la corrida, que empezó embistiendo por abajo, con prontitud y repetición, pero que se fue apagando hasta quedar exhausto, y al que Bolívar ha toreado largo y bajo por el pitón derecho arrancando los únicos olés de la tarde. Mientras ha habido toro ha habido torero, y cuando se ha acabado el toro, seguía habiendo torero, aunque fuera misión imposible sacar algo lucido de la sosa embestida final del animal. Mata de 2 pinchazos y entera caída. Como ya he dicho, ha tenido que lidiar al sobrero de Torrealta, con más genio y temperamento que otra cosa, sin humillar, echando la cara arriba, al que Bolívar ha tratado de someter con voluntad y firmeza, como ha estado toda la tarde, firme y dispuesto. Pero la embestida del de Torrealta no permitía mucho más. Bastante era evitar los enganchones por los continuos derrotes del toro. Mata de pinchazo y entera tendida suficiente para hacer doblar al toro. Escucha silencio en ambos.
Como se puede deducir, no ha sido una tarde para enamorarse de la Fiesta, pero esto es así, no todos los días son como el viernes. Solo espero que lo de hoy, la primera de las corridas duras, torista o como se quieran llamar, no sea la norma en esta semana que nos queda por delante. Porque tantos días viviendo de hechuras y presencia, de un par de arrancadas al caballo y un puyazo bueno, como se dice ahora, no me pone.
Antonio Vallejo
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