jueves, 18 de junio de 2015

Salamanca: Arte, tradición y toros





Por motivos profesionales estoy pasando unos magníficos días en Salamanca, ciudad universitaria por excelencia. Junto a Santiago de Compostela y Alcalá de Henares, la cuna de nuestras humanidades, guardianes del saber y de la cultura. Pasear por sus calles es un placer, cada esquina rezuma arte, cada edificio es un monumento, se respira la tradición forjada por tanto siglos, de cuyas aulas tantas y tan insignes figuras han salido. Pero esta tierra salamantina no es solo campo del conocimiento, es también campo bravo, es sinónimo de tierra de toros y de grandes toreros. Decir Salamanca es hablar del campo charro en el que tantas ganaderías y de tanto prestigio pastan. Y decir Salamanca es traer a la memoria nombres de grandes toreros. Toro y toreo, el binomio perfecto para la Fiesta, se fusionan en esta tierra castellano-leonesa, cuna de la tauromaquia. A pocos kilómetros de esta tierra, en la vecina localidad zamorana de Toro, asoman los primeros vestigios de nuestra Fiesta. En los capiteles del convento de San Ildefonso, tallados entre 1285 y 1290, se nos muestran ya escenas taurinas. Tan solo un siglo más tarde, en el año 1384, hay datadas pinturas en el burgalés monasterio de Santo Domingo de Silos en las que se representan escenas de caza y de una primitiva tauromaquia, a caballo y a pie, con una lanza y una capa desplegada respectivamente, para enfrentarse a su enemigo, el toro. Recordemos que el origen de nuestra Fiesta está en el toreo a caballo, a cargo de la nobleza de entonces, mientras el pueblo llano corría y “toreaba” a pie. De hecho, la Iglesia tan solo permitía el toreo a caballo, considerando los juegos de toros del pueblo llano un acto impuro. Tampoco podemos pasar por alto que en otra localidad muy próxima a Salamanca, la también zamorana Benavente, se nos aporta el primer testimonio de una corrida de toros, en el año 1506 con motivo del encuentro de Felipe “El Hermoso” y Fernando “El Católico” tras el fallecimiento de la reina Isabel. Esta tradición continúa con la afición de los Habsburgo a los “juegos de toros”, siendo el propio Carlos I el que impulsó la construcción en 1561 de la Plaza Mayor de Valladolid para estos juegos, siendo el mismo monarca quien lanceó varios toros. Su hijo, Felipe II, si bien no participó en lancear toros, si que fue un gran aficionado a estos juegos, embrión de las corridas de toros. No es extraño, por tanto, que esta tierra salmantina, vecina de Zamora, Valladolid y de la algo más lejana Burgos, tenga tan arraigada su tradición taurina en su doble vertiente, ganadera y torera.
Basta alejarse unos pocas kilómetros de la ciudad universitaria para darnos cuenta de la magnitud del campo charro. ¿Cuántos nombres de ganaderías se nos viene a la cabeza al hablar de Salamanca?. Infinidad, la lista es enorme. Actualmente hay 64 adscritas a la Unión de Criadores de Toros de Lidia, con nombres y encastes de renombre. A nadie se le escapa que el campo charro es la cuna y el reservorio del encaste Atanasio y Atanasio-Lisardo. Nombres tales como Puerto de San Lorenzo, Ventana del Puerto, Valdefresno, Los Bayones, Moisés Fraile, Hnos Fraile Mazas, Charro de Llen… Ganaderías que luchan por el mantenimiento de esta mítica sangre, de este encaste que tantas tardes de gloria nos ha dado. Pero no es esta la única sangre que campa por esta tierras charras. ¡Qué decir de Santa Coloma!. Sánchez Cobaleda con Vega-Vilar y Alipio Pérez-Tabernero trabajan duro, día a día, para preservar la supervivencia de este encaste mítico, el del Conde de Santa Coloma. Labor encomiable y que debemos agradecer cuantos amamos a esta noble especie que es el toro bravo. Si no es por el enorme esfuerzo de Sánchez Cobaleda, de Alipio y otros tantísimos nombres, este y otros encastes ya habrían desaparecido, lo que parece no importar a los llamados antitaurinos. Pero no solo de Atanasio y Santa Coloma vive esta tierra. No es, en absoluto, despreciable la presencia del encaste Domecq, en su doble vertiente, Domecq Díez y Domecq Solís. Nombres como Aldeanueva, El Pilar, Garcigrande, La Glorieta (antigua propiedad del gran Julio Robles, tristemente fallecido), Montalvo, Pedraza de Yeltes… por resaltar algunas de las más conocidas. Tantos nombres ganaderos y tal variedad de encastes nos dan idea de la grandeza del campo charro.
Y, claro, con tal materia prima no es extraño que esta tierra haya dado tantos y tan grandes toreros. La lista también es enorme, sin duda, pero hay tres nombres que sobresalen por encima de todos. Estos son Santiago Martín “El Viti”, Julio Robles y Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”. Terna de lujo, ¡menudo cártel!.

Santiago Martín, apodado “El Viti” por ser natural de Vitigudino, es posiblemente la máxima figura del toreo salmantino. Torero de estética clásica, revestido con la sobriedad característica de la escuela castellana, salmantina en este caso, representa la seriedad, el temple y la cadencia, con un tremendo dominio del toreo de capa y de muleta, rayando la perfección, a lo que sumó su gran capacidad como estoqueador. Por ello, y haciendo un juego de siglas con sus iniciales, fue conocido como S.M, Su Majestad “El Viti”. Este maestro salmantino ostenta, además, el record de Puertas Grandes en la plaza de Las Ventas. Nada más y nada menos que en 16 ocasiones ha cruzado a hombros la Puerta Grande de Madrid, dos como novillero y catorce como matador de toros. Un figurón del toreo, un maestro de época, sin duda alguna. Su estatua ante la puerta grande de la plaza de toros salmantina, La Glorieta, es reflejo de la importancia de El Viti para esta ciudad. Como de costumbre, los vándalos antiturinos, haciendo gala de su respeto y tolerancia habitual, la han destrozado con pintura. Muy graciosos los chicos (y chicas, para que no se molesten)
Pedro Gutiérrez Moya, “El Niño de la Capea”, gran figura de los años 70, en dura pugna y sana rivalidad con El Viti durante los años que coincidieron en los ruedos, siendo famosas las disputas en el coso de La Glorieta entre partidarios de uno y otro maestro. Torero de carácter, de mando, valiente y valeroso, luchador hasta extremos máximos, con un sentido del temple único, y de ambición sin límites, demostrada desde aquel junio de 1974, día de su confirmación en Las Ventas, con Palomo Linares de padrino y Paquirri como testigo, ante toros de la ya tristemente desparecida ganadería salmantina de Atanasio Fernández. ¡Cómo conocería a los toros de su tierra el Capea para cortar tres orejas esa tarde a su lote y abrir la Puerta Grande de Madrid tal día!. A partir de ahí una metórica carrera repleta de triunfos,  carrera que aún continúa como ganadero, El Capea se llama su hierro, y con un hijo, El Capea, ¡cómo si  no!,  en el escalafón que trata de seguir los pasos de su progenitor, harta difícil tarea.
Para el final dejo a un nombre y un hombre que nos dejó un 14 de enero de 2001 en su querida Salamanca, en el campo charro que tanto amaba, tras once durísimos años en silla de ruedas por su gravísima cogida en Béziers ante un toro de Cayetano Muñoz en agosto de 1990 que le provocó una tertraplejía. Ese es D. Julio Robles. Decir Julio Robles es decir clasicismo, es decir seriedad, es decir elegancia, es decir pureza, es decir calidad, es decir torería. Figura esbelta, alargada, un tanto amanoletada, su toreo nos llevaba a la plenitud, a la auténtica gloria, tal era la manera de embarcar al toro en su muleta. En tres ocasiones abrió la Puerta Grande de Las Ventas, y hubieran sido muchas más de no haber sufrido el fatal percance. Su memoria es honrada por cuantos amamos esta grandísima afición que es nuestra Fiesta, sobre todo tras la vergonzosa profanación de su tumba por un grupo de criminales antitaurinos, no pueden llamarse de otra manera, que en 2008 cometieron tal atrocidad, robando el busto del matador y diciendo que no lo devolverían hasta que “termine la masacre de toros”. ¡Viva la educación y el respeto, viva la tolerancia!. Desde el cielo el maestro verá con lágrimas en sus ojos cuán desalmados pueden ser algunos. Pero su arte y si toreo siempre estarán con nosotros.

Como decía en el encabezamiento de este comentario, Salamanca es arte, tradición y toros, como reza uno de sus lemas. Esta ciudad es cuna de nuestra cultura, y cultura, arte y tradición es nuestra Fiesta, los toros. No podía ser de otra manera que el campo charro y su centenario coso de La Glorieta hayan visto a largo de los años tantas tardes de gloria.

Antonio Vallejo

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