miércoles, 21 de marzo de 2018

Última de Fallas bajo el diluvio




Adios a las Fallas 2018, se acabó un año más la más madrugadora feria de primera, una feria de fallas que creo que ha sido de notable alto, en la que hemos visto muchas y muy buenas cosas, una feria a mi modo de ver muy bien confeccionada y en la que solo encuentro un lunar, muy preocupante y que debe hacernos reflexionar, que ha sido la escasa asistencia de público en la mayoría de las tardes. Si exceptuamos las tardes del viernes con la corrida de Nuñez del Cuvillo para Castella, Manzanares y Roca Rey, la del sábado con toros de Garcigrande y Domingo Hernández para Ponce, Talavante y Ureña y la del domingo para Ponce, Perera y López Simón que han llenado los tendidos, la sotas seis tardes que componían el ciclo gallero han registrado una, para mi parecer, muy pobre entrada. Ni un cuarto de plaza en las dos novilladas y, siendo generosos, media entrada en las cuatro corridas de toros restantes. Y eso que, repito, la confección de los carteles me ha parecido muy acertada tanto en el aspecto ganadero, en mi opinión Fuente Ymbro, Garcigrande, Nuñez del Cuvillo, Juan Pedro Domecq, Victoriano del Río, Alcurrucén o Jandilla son hierros de lujo y de reputación sobrada con presencia en todas las plazas de primera,  como en los matadores anunciados, pero parece ser que nombres como Antonio Ferrera, David Mora, José Garrido, Juan José Padilla, Fandi, Román, Luis David  Adame, Álvaro Lorenzo, Juan Bautista, Daniel Luque, Jesús Enrique Colombo o Ginés Marín no han sido suficiente atractivo para llenar la plaza en la primera de las grandes citas de la temporada. A mí me parece sorprendente, sobre todo en una plaza como Valencia que se caracteriza por un público entusiasta al que le gusta disfrutar de sus fiestas, pero así ha sido y me ha dado mucha pena el aspecto tan desolador de los tendidos que he podido ver por televisión. Sin ir más lejos, la tarde del lunes, 19 de marzo, día de San José, el día grande de Valencia, con una corrida de Victoriano Del Río para Antonio Ferrera, Ginés Marín y Jesús Enrique Colombo la plaza haya registrado una, en mi opinión, pobre media entrada siendo generoso una vez más y tirando un poco por lo alto. Bien es cierto que esa tarde la climatología no acompañaba, que cayó agua a mares, pero, demonios, era el día grande de las Fallas, festivo en Valencia, y el aspecto de los tendidos  fue deprimente no solo por el escaso público, también por la triste imagen de los aficionados parapetados tras un mar de paraguas. Una corrida que, al menos en mi modo de entender los toros y la Fiesta, no tenía que haberse celebrado. Hoy en día la previsión meteorológica es muy exacta, todos manejamos a diario cantidad de aplicaciones que nos predicen el tiempo por horas y con una exactitud tremenda. Planeamos viajes, actividades deportivas, celebraciones, etc según esos pronósticos. ¿Por qué los toros no?. Para mi una tarde de toros es un motivo para disfrutar de una arte, al menos con esa disposición voy a la plaza o, como en esta feria de Fallas, me siento frente al televisor para ver la retransmisión de Canal Toros. Cuando voy a la plaza lo que quiero ver es la fiesta de los toros en toda su dimensión, en toda su integridad, y para ello creo que deben darse unas condiciones mínimas. Y el lunes esas condiciones mínimas no se daban. He traído hasta esta entrada dos imágenes extraídas de Mundotoro que definen perfectamente por qué no debía haberse celebrado esa corrida. Juzguen ustedes, yo lo tengo claro. La primera muestra unos tendidos semipoblados de aficionados acurrucados bajo los paraguas, destemplados, ¿eso es disfrutar de los toros?. Lo tengo claro, no. Yo no disfruto arrugado bajo un diluvio, incómodo, lo siento, debo ser muy raro pero lluvia y toros me parecen incompatibles. ¿Y el barrizal en el que tuvieron que torear Ferrera, Marín y Colombo?. Estaba impracticable, asqueroso, vean la imagen. Además del peligro que eso genera en los toreros que de por sí juegan la vida ante la cara del toro, como para encima añadir más riesgos,  que deben tomar todas las precauciones y alguna más, y de lo que condiciona al toro que sobre ese barrizal no puede desarrollar sus condiciones al cien por cien. ¿Alguien se imagina que en la tierra batida de Roland Garros se jugara un partido de tenis sobre un lodazal parecido un día de lluvia?. Ni de coña, inimaginable. Viendo las previsiones (en Valencia se sabía que llovería a la hora de la corrida y así fue durante todo el festejo) se suspende, y en el caso de empezar sin lluvia y que se pusiera a diluviar durante el partido, también se suspende, por. mucho que insistieran los tenistas, por respeto al público y al integridad del espectáculo. Lo mismo debiera haber sucedido el lunes en Valencia. Si se hubiera aplicado la lógica no debiera haber celebrado, aunque los toreros hubieran insistido. Ya sé que es una pu...., perdón, un faena enorme para la empresa que si aplaza el festejo tendría que devolver el importe de sus localidades a quienes lo pidieran, que es difícil encontrar fecha y hora para celebra el festejo, que los toreros tiene compromisos firmados y puede que no tengan fechas, todo lo que quieran, pero la Fiesta debe celebrarse en toda su dimensión y con garantías. En esas condiciones resultaba imposible. Al menos esa es mi opinión, que cada cual saque sus conclusiones. 
Para mi ha sido un triste y gris final para una muy buena feria. Una feria en la que para mí ha sobresalido el compromiso, la entrega y la disposición de todos los toreros, con un nivel artístico de sobresaliente en muchas tardes, en la que me ha encantado ver a los novilleros con las ganas y la ilusión de quienes empiezan y tiene que abrirse camino en este difícil mundo del toreo, que ha estado como debe ser, como toda la vida se ha dicho, en novilleros. Una feria que, como todas, ya ha anunciado su premios en las diferentes categorías, una feria que tiene un nombre por la que será recordada para siempre: Enrique Ponce, majestuoso. Sus cuatro orejas y dos puertas grandes en el plazo de veinticuatro horas son algo histórico, su arte magistral, celestial, su torería le convierten en el gran triunfador de las Fallas sin discusión posible. Igual que Jesús Chover como novillero triunfador tras las dos orejas cortadas al sexto de Fernando Peña, indiscutible. Como mejor corrida ha sido elegida la de Alcurrucén, en un ciclo que a mi modo de ver se ha caracterizado por unas corridas serias y bien presentadas, quizás la de Garcigrande haya sido la más discreta en este apartado, pero las hechuras me han parecido muy buenas en general y han salido muchos toros de bellísima estampa. Hablando de toros, el premio al mejor toro de la feria se lo ha llevado Economista, de Alcurrucén, al que David Mora cortó una oreja, en pugna con Rosito, de Nuñez del Cuvillo que  Roca Rey desorejó la tarde del viernes. Y en cuanto al mejor subalterno le ha correspondido el honor a Ángel Otero, a las órdenes de David Mora, con tan solo un voto de diferencia sobre otro de los grandes del toreo de plata, Javier Ambel, a las órdenes de Miguel Ángel Perera. Sinceramente, creo que una tan buena feria como ha sido la de estas Fallas merecía un final mejor. Pero como siempre, las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran.
Gris final por el color del cielo, triste final por el pobre aspecto de los tendidos el día del patrón de la ciudad. Una corrida de Victoriano del Río que me gustó en cuanto a presencia y seriedad, de buenas y variadas hechuras excepto el primero, muy feo, la verdad, y con trapío suficiente para una plaza de primera, de juego desigual, con un gran toro, el cuarto, premiado con la vuelta al ruedo, deslucidos y sin opciones el primero, quinto y sexto, complicado y exigente el tercero y con movilidad y clase el segundo. Una corrida en la que la terna ha estado por encima del juego de los toros, con la duda de si el pésimo estado del ruedo ha influido en el comportamiento de alguno de los ejemplares lidiados. 
Antonio Ferrera cuajó en 2017 una temporada portentosa tras su calvario por una grave  lesión de los ligamentos de su rodilla , en plena madurez, con una torería superior, triunfador en Sevilla, extraordinario en Madrid en San Isidro y nos dejó con la miel en los labios al no poder verle en Otoño por la cogida sufrida en los sanmateos de Logroño. Muy solvente, técnico y académico anduvo con su primero, un toro feo d hechuras y de comportamiento, de embestida descompuesta y con nulas opciones para el lucimiento. Lo mejor fue la estocada para quitarse de en medio al de Victoriano del Río. Nada que ver el cuarto, segundo del lote del balear, un toro con ritmo, clase y nobleza que humilló y tomó la muleta con celo, repetidor, y que permitió a Ferrera disfrutar con un toreo de ensueño, encajado, templado, suave, despacio, cadencioso, abandonándose por momentos, dibujando redondos y naturales cargados de emoción y belleza, torería máxima. Toreó con el alma, dejando que todo surgiera del sentimiento, dejando que mandara la inspiración, con naturalidad, toreo nacido de ese corazón tan grande que tiene. El final de faena con ayudados por alto, bellísimos, fueron el epílogo perfecto para una obra maestra que fue una pena que no se culminara con un espadazo porque estoy seguro que las dos oreja hubieran caído en sus manos. Pero más allá de los trofeos el toreo es sentimiento, pasión y emoción, y eso lo ha tenido a toneladas la faena de Antonio Ferrera a este gran cuarto de Victoriano del Río.
Ginés Marín tuvo que vérselas y pelear con su lote y con un diluvio tremendo que cayó durante la lidia de sus dos toros. Solo en el segundo pudo el jerezano lucir su extraordinario toreo. Sensacional con el capote, verónicas templadas, cadenciosas, ganando pasos y una media de remate de cartel demostrando lo magnífico capotero que es. Sorprendió al rescatar un quite casi olvidado, el de la media luna, con el capote plegado en esa forma, que luego he sabido y leído que se llama morelianas, siendo volteado afortunadamente sin consecuencias debido probablemente al lamentable estado del barrizal en el que se estaba jugando la vida, lo mismo que hizo con un quite por chiquilinas ajustadas que puso en pie a la plaza, algo nada fácil con tanto paraguas. Extraordinario con la muleta, por ambos pitones, templado, encajado, ligando la series con gusto y una clase enorme, recordando en algunos lances a la grandísima faena que el pasado San Isidro cuajó a Barberillo, el toro de Alcurrucén al que desorejó el día de su confirmación de alternativa. Toreo caro, toreo con empaque que fue una pena que se quedara sin premio por el fallo con los aceros. En su descargo tengo que insistir en que a la hora de entrar a matar la cortina de agua que caía hacía casi imposible ver. El mérito que tiene matar a un toro en esa condiciones me parece que está por encima de los apéndices que se puedan cortar. Con el quinto, sin clase, deslucido, sin raza alguna y con más diluvio y barro para aburrir bastante hizo con estar delante de su cara y sacarle algún muletazo. Pundonor y vergüenza torera de un joven que quiere y tiene pinta que va a ser figura del toreo. Lo mostrado ayer lunes en Valencia así lo corrobora.
El venezolano Jesús Enrique Colombo volvía a la plaza en la que fue corneado el pasado mes de octubre, la misma a la que deslumbró en la pasada feria de Fallas por su entrega y valor, aparte de unas condiciones físicas descomunales que le hacen ejecutar unos tercios de banderillas con una potencia y una emoción fuera de serie. Y volvió a hacerlo, alucinante, sobre el lodazal, con muchísimo riesgo y peligro porque un resbalón en este tercio puede suponer una cogida grave, pero le dio igual. Tremendo, cómo coloca los pares este tío, parece que vuela delante de la cara del toro y cuando clava los palos da la impresión que va a reventar al toro. Y con le ruedo como estaba, se le ocurre poner un par al violín y por adentro, ¡la leche!. No es de extrañar que fuera volteado, quedando solo en un susto. El tercero se quedó ahí, se desfondó en el capote y en banderillas y en la muleta fue reservón, medía, buscaba con mala intenciones debido a su falta de fuerzas. Le dio igual a Colombo, le plantó cara, aguantó parones y miradas, tragó lo indecible, valiente y firme, derrochando entrega y disposición. No se le puede pedir más ente ese toro y las condiciones horribles del suelo. Mató de un espadazo y cortó una oreja de ley, premio a su valor sincero. Con el que cerraba plaza y feria solo pudo mostrar ganas y tesón. Un toro desarmado y deslucido que no tenía ni medio pase. Voluntad a raudales pero era imposible cualquier atisbo de lucimiento. Eso sí, el sabor de boca que ha dejado el venezolano invita a repetir, le veremos en muchas plazas, concretamente en Madrid el 30 de mayo confirmando alternativa con Ponce como padrino y Castella como testigo. 
Por tanto, adios a Fallas y ¡hola a todo lo que viene!. En cinco días el Domingo de Ramos en Las Ventas con los victorinos, luego Resurrección en Sevilla, palabras mayores para abrir la temporada maestrante, y Madrid. Sin darnos cuenta el abril sevillano y por después San Isidro. ¡Una locura!, bendita locura.

Antonio Vallejo

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