lunes, 22 de octubre de 2018

Adiós España, América espera


Como cada año, llegadas esta fechas, tenemos que decir adiós a la temporada española, un adiós en el que se dan cita sentimientos encontrados. Por un lado los buenos recuerdos y la alegría por haber disfrutado de tanto y tan buen toreo en esta sobresaliente temporada que tradicionalmente cierra Zaragoza con su Feria de El Pilar, y por otro lado la tristeza y la añoranza ante la llegada de esos meses de invierno que nos dejan ayunos de toros en nuestra Patria. Ya lo he comentado hace unos  días precisamente coincidiendo con la Feria de El Pilar, que cierto es que no es la última en celebrarse en España- la de San Lucas en Jaén este pasado sábado día 20 en una única tarde con Diego Ventura como máximo triunfador, algunos festivales por celebrar como el de Chinchón, Rodhilan en Francia, Alba de Tormes y Villanueva del Pardillo, una corrida mixta en Albox el 3 de noviembre y una novillada en la onubense Niebla echarán la persiana a nuestro año taurino - si que es la última gran feria en plaza de primera, la que pone el broche de oro cada año y que en este 2018 ha sido realmente especial.
Hablo de una temporada sobresaliente, sinceramente lo creo así, porque ha habido muchos y muy sonados triunfos, y porque han coincidido a lo largo y ancho de nuestra geografía dos efemérides que han marcado la temporada: los 20 años de alternativa de un maestro consagrado, un torero de leyenda, para la historia, Julián López "El Juli", y la despedida de otro maestro, un hombre que debiera servir de ejemplo para todos, en especial para esta juventud carente de tantos valores, un hombre que encarna el valor, la hombría, la capacidad de sacrificio, la capacidad de superación, la capacidad de sufrimiento, el tesón, el respeto y el amor a esta profesión, la dignidad y la verdad, Juan José Padilla, el Ciclón de Jerez, El Pirata. 
La temporada de Juli ha sido portentosa, triunfos allá donde ha toreado, plazas de primera, segunda y tercera, presente en todas las grandes ferias excepto Fallas, cortando orejas, abriendo puertas grandes, toreando como es, máxima figura del toreo, reposado, firme, con la inmensa técnica, el mando y poder que le ha caracterizado en estos 20 años, aunando una torería suprema, disfrutando de cada tarde, degustando cada capotazo, cada muletazo, arte puro. Ha habido muchas tardes para recordar, Madrid, Pamplona, Bilbao, Albacete, Málaga, Zaragoza...en las que nos ha hecho soñar el toreo, en las que se ha mostrado en una espléndida madurez. Pero sin duda hay una que queda grabada con el oro de sus vestidos de luces, la del 16 de abril en la Real Maestranza de Sevilla al indultar al toro Orgullito, de Garcigrande. Una tarde de abril sevillano en la que el azahar perfumó toda la España taurina, cuatro orejas, Puerta del Príncipe y Orgullo regresando con vida al campo. Sin duda esa fecha marca toda la temporada de Juli, para mi de matricula de honor.
De Padilla poco más puedo decir de lo que tantas veces he dicho, me descubro ante él como torero y como persona. Un torero que siempre ha llevado la fidelidad y la verdad como bandera. Fidelidad a su tauromaquia y verdad, su verdad, ante todas las aficiones, sin imposturas. Un hombre que se ha mostrado transparente a lo largo de su carrera, tal como es,  sin engañar a nadie, quien iba a la plaza sabe perfectamente lo que iba a ver, le podía gustar o no, siempre fiel a su estilo, un portento en banderillas, un magnifico capotero, un sensacional lidiador y en estos últimos años también demostrando ser un gran torero con la muleta. Durante muchas, pero muchas, temporadas se las ha visto con lo más duro e ingrato del campo bravo, ha bregado con todas esas ganaderías que llaman toristas  en realidad auténticas alimañas, ha matado todos esos hierros que muchos rechazaban, se ha ganado el respeto de todos en todas las plazas porque siempre ha llevado la verdad como bandera. Tuvo que suceder una gravísima cogida en Zaragoza allá por octubre de 2011 para uniera otra bandera a su toreo, la pirata, por las secuelas que aquella cogida le dejó tras perder su ojo izquierdo. Aquel día nació la leyenda del Pirata y desde esa fecha su suerte dio un giro radical y comenzó a matar las ganaderías "artistas", es decir, las buenas, por las que se pelean las figuras. Esta temporada del adiós nos ha dejado para el recuerdo un Padilla en su máximo esplendor, manteniendo sus portentosa facultades físicas y sumando mucha torería, siempre manteniendo la fidelidad a su tauromaquia. Han sido muchas, si no todas, las despedidas triunfales, en cada plaza en la que ha toreado, en Madrid mismo recuerdo una tarde cargada de emociones, pero para mi ha habido dos que pude sentir gracias a la retransmisión de Canal Toros y que serán muy difíciles de olvidar. Pamplona, su Pamplona, en San Fermín, su San Fermín, y Zaragoza, su Zaragoza, en la Feria de El Pilar, su Pilar. Dos plazas que se entregaron al maestro Padilla tanto como él se entregó a ellas, dos aficiones que poblaron los tendidos de banderas piratas y en las que el Ciclón de Jerez cosechó dos triunfos rotundos en unas tardes cargadas de emociones y sentimientos que desbordaron a todos. No olvidaré las palabras al final de su adiós a la afición maña y con ello a toda la afición española: "no he devuelto ni la mitad de lo que me han dado". Solo puedo despedirle como siempre lo he hecho, de corazón, con la convicción de que el toreo le debe mucho y de que le echaremos mucho de menos: ¡Gracias, maestro Padilla!.
Pero la temporada ha tenido muchísimas tardes que reseñar, ocuparía cientos de páginas, por lo que voy a referirme a lo que en mi opinión ha marcado estos meses. Empezando por las Fallas de Valencia, allá por el mes de marzo, con un Enrique Ponce que abrió por trigésimo novena vez la puerta grande del coso de la calle Játiva. Faena redonda, extraordinaria, elegante, plena de gusto, de clase, de torería, en definitiva, lo que es Ponce, maestro de maestros, torero de leyenda, torero de época. 28 años de alternativa y no ha renunciado a ninguna de las plazas de primera, y en todas ha dejado grandes faenas, además de unas ganas, una entrega y un compromiso más propias de un joven novillero o un matador recién doctorado necesitado de contratos que de alguien que lleva los años que lleva en el toreo. Le hemos visto torear con la elegancia, el desmayo y el gusto que siempre impregna a su toreo, pero le hemos visto jugársela a cara de perro con toros mansos, con toros con un peligro supino, toros a los que muchos les hubieran dado tres o cuatro pases y a otra cosa ante las nulas condiciones, para acabar sacando faenas por arte de magia, de donde solo había riesgo y brusquedad ha surgido el toreo por bajo, ligado, enroscándose a los toros, exigiéndoles y exigiéndose, ante todo tipo de aficiones, y le hemos visto tirarse a matar como si no hubiera mañana. No sé las puertas grandes que ha abierto, son muchas, pero nunca superarán lo que significa su toreo y su actitud asumiendo su condición de primera figura de la historia. 
Junto a estos nombres, hay otro que marca la temporada, el de un peruano, un huracán venido de Lima, un hombre que está llamado a ser la máxima figura del toreo en un futuro cercano, André Roca Rey. Le vale cualquier toro, su capacidad y su valor le hace ponerse en sitios inverosímiles para hacer pasar por donde parece imposible al toro con movilidad y al parado, al bravo y al manso, al noble y al descastado. Junto con Ponce y Juli conforman el podio de la temporada. ¿El orden?, no sé, que cada cual ponga el que quiera, yo no sabría a quien poner delante o detrás. En todas la plazas por donde ha pasado en este año ha colgado el cartel de no hay billetes ha impactado y ha triunfado, ya sea Bilbao, Pamplona (algo apoteósico)   Málaga, Sevilla, Zaragoza, Albacete, Valladolid, Salamanca, etc, etc.  Otro que ni sé ni me importa las puertas grandes que ha abierto, son muchas, pero igual que digo con Ponce lo digo con Roca Rey, su toreo está por encima de los números. Cada tarde que le he visto me ha encogido el corazón, me ha cortado la respiración por su arrojo y por ese par que tiene muy bien puesto, desfiando a las leyes del miedo y del espacio, pero es que además ha ganado muchos enteros en reposo, toreando con una profundidad y un temple de lo que es, figura del toreo. Ha aunado el valor con la clase, el "¡ay!" con el "¡olé!", la entrega con el arte, generando la admiración de todos y el reconocimiento general, nadie quería perderse al peruano la tarde que toreaba, daba igual el lugar y el día, porque en él está el futuro de la Fiesta.
Pero además de este cuarteto de lujo al que me he referido hay muchos más toreros que han brillado con luz propia en este 2018. Por ejemplo, Alejandro Talavante, triunfador indiscutible de San Isidro con un toreo basado en el temple, la colocación y la profundidad, toreo caro, toreo de empaque, siempre por bajo, poderoso y artista y un cañón con la espada, un torerazo que el día 14 de octubre, nada más finalizar la Feria de El Pilar, anunció por sorpresa su retirada de los ruedos, una decisión seguramente avalada por poderosas razones y muy respetable, pero de igual manera inoportuna y muy poco adecuada por el momento, justo en plena apoteosis de despedida a Padilla. Inoportuno y falto de acierto, incluso diría que falta de educación, caballerosidad y respeto a un maestro como es el jerezano. Probablemente dos de las revelaciones de la temporada son Emilio de Justo y Octavio Chacón, a los que Madrid lanzó como cohetes y quienes han respondido con un toreo de muchos quilates, un toreo con una pureza y una verdad fuera de toda duda, presentes en las grandes ferias de la segunda mitad de temporada, recogiendo los frutos a tantos años de esfuerzo y perseverancia en plazas de Francia, con corridas duras y exigentes. Dos revelaciones y otros que a mi modo de ver ha refrendado lo que el pasado año demostraron. Se trata de Pepe Moral, un auténtico gladiador frente a Victorinos y Miuras, lidiando hierros duros y exigentes, batallador, poderoso, sin perder la cara al más exigente o peligroso de los toros, demostrando que además sabe torear y muy bien, y Ginés Marín, el que nos deslumbró con su toreo el 26 de mayo de 2017 al desorejar a un toro de Alcurrucén, y que en esta temporada ha demostrado que lo suyo no fue flor de un día. Portentoso su toreo al natural con el que tantas tardes nos ha emocionado por su hondura. En su debe creo que hay que poner el mal manejo de la espada que le ha privado de unos cuantos trofeos, pero el sentimiento de su toreo supera también los números. Y Diego Urdiales, ¡qué decir del riojano!, injustamente olvidado, increíblemente ausente de Valencia, Sevilla y Pamplona, tan solo Madrid le tuvo en cuenta en San Isidro,  hasta que llegó Bilbao y confió en él. Máximo triunfador de las Corridas Generales y de ahí a triunfador rotundo en la Feria de Otoño madrileña al cortar tres orejas a dos toros de Fuente Ymbro este pasado 8 de octubre y así atravesar la Puerta Grande de Madrid al cielo en la que para muchos es la mejor faena de la temporada, la más compacta, la más rotunda, la más pura, la de mayor calidad, la realizada al cuarto de Fuente Ymbro, Hurón de nombre, al que desorejó entre lágrimas de emoción. Nombres para el recuerdo de esta sensacional temporada en la que allá por mediados de mayo y en Jerez regresaba el duende, Morante de la Puebla, un genio del toreo, arte puro, esencia de la Fiesta, capaz de emocionarnos con el pellizco de una verónica, con una media que detiene el tiempo, con una trincherilla capaz de transportarnos al Paraíso. Morante, mi Morante, único, fundamental para el toreo, por encima de normas y leyes, pura imaginación, inspiración divina, el Casanova del toreo, capaz de enamorar a cualquier aficionado y rendirle a sus engaños. Que no se vaya nunca, que no muera su toreo, gotas del mejor aroma que uno pueda percibir, sabores eternos que jamás abandonan nuestro paladar.
Muchos más se me quedarán en el tintero, sin ir más lejos mi admirado Manzanares, clase y elegancia herencia de su padre, que ha tenido una temporada un tanto irregular en cuyo tramo final otra vez se ha visto al Jose Mari poderoso, artista, enclasado, elegante, llenando de nuevo el ruedo, el Jose Mari que anhelamos los aficionados, ese que tantas tardes nos ha hecho vibrar con el temple y la largura de sus muletazos, con sus chicuelinas de familia a manos bajas, con tantas y tantas cosas con las que es capaz de llenar mi alma taurina. Y lo siento de verdad, porque realmente cada uno de los que se han vestido de luces en esta temporada merecen toda mi admiración y respeto. Muchos de ustedes dirán, "hay que ver, no ha nombrado a tal o cual", y con toda la razón, seguro, y lo siento de veras, pero de igual manera añado que cualquier sugerencia a mi olvido será bienvenida y toda crítica aceptada, por supuesto. 
Más hay otro torero, esta vez a caballo, que no puede quedar en le olvido al tratar de contar lo más destacado de la temporada, Diego Ventura, que este año descerrajó por partida doble la Puerta Grande de Madrid, para sumar 17 salidas a hombros por esta puerta de los sueños toreros, el torero que más vese lo ha conseguido a lo largo de la historia. Sí, torero, a caballo, pero ante todo torero. No debemos olvidar que este Arte nació a caballo, que el rejoneo representa lo más puro del toreo y se merece el mismo respeto y tratamiento que el toreo a pie, mucho más posterior en el tiempo y en sus primeros días despreciado al considerarse del populacho. Fueron dos tardes históricas. Primero la del 9 de junio, en San Isidro, cinco orejas y un rabo, el que cortó a Bienplantao, de Los Espartales, marcando un hito en la historia de Las Ventas, el primero rabo cortado por un rejoneador y el primero que se cortaba tras el de Palomo Linares allá por el año 1972 a un toro de Atanasio Fernández, y hace pocos días, el 9 de octubre tras cortar tres orejas en su encerrona venteña  ante seis toros, dos de ellos nada más y nada menos que luciendo la divisa de Miura. En ambas tardes toreo mágico a lomos de nombres que ya son míticos para los aficionados: Bombón, Toronjo, Jaguar, Gitano, Fino, Morante, Bronce, Dólar, Lío, Nazarí, Remate y Sueño. Una auténtica maravilla de caballos, elegantes, preciosa lámina, que torean con su costado, llevando al toro con temple magistral como si fuera una muleta, realizando quiebros imposibles, llegando hasta la cara de los toros, con una gracilidad y una plasticidad difícil de igualar, convirtiendo el toreo a caballo en poesía, un soneto a la belleza. Sobre ellos el que por derecho se ha ganado el honor de ser considerado ya sin duda el mayor rejoneador de la historia, no solo amparado en sus triunfos, sino en su portentoso arte a caballo, espectacular doma, prodigiosa monta, figurón del toreo, dominando todas las suertes sobre sus monturas, ejecutándolas con pureza, además de crear un auténtico ballet alrededor de un toro, adornos y piruetas de ensueño que desbordan la pasión en los tendidos, unos tendidos llenos de niños y jóvenes aficionados en quienes es posible que nazca la afición gracias al maestro Ventura, niños y jóvenes que a deben ser el futuro de la Fiesta, y todo ello gracias a triunfos antológicos como el de Diego Ventura.
Pero por desgracia no todo han sido triunfos en esta temporada. La Fiesta es así, tiene su cara y su cruz, ésta en forma de percances. Muchos han sido, sobre todo al final de temporada, aunque gracias a Dios esta temporada no hemos sufrido el dolor inmenso de ver a un torero perder la vida en el ruedo, como ocurrió con Víctor Barrio e Iván Fandiño. Pero no se puede olvidar a Cayetano, que estaba cuajando una sensacional temporada y que en agosto fue volteado en Pontevedra sufriendo una fractura costal que le ha dejado en el dique seco en el tramo final de la temporada, de Emilio de Justo, cornada en en el muslo en Mont de Marsan, Pepe Moral en Nimes con un Victorino, Rubén Pinar y Ginés Marín en le otoño madrileño, Thomas Joubert que ha salvado la vida de milagro tras una gravísima cornada en Bayona que le arrancó la femoral, del torero de plata Vicente Varela, muy grave tras ser herido en Jaén por un toro de Partido de Resina corneó en el muslo con importantes daños musculares y grave  afectación de la vena femoral, del novillero Diego San Román en Nimes, otra cornada grave de dos trayectorias de 30 y 40 cm en el muslo, del también novillero mexicano José Sainz corneado en la plaza Arroyo en México mientras toreaba a puerta cerrada, o de Pablo Atienda cogido en la localidad madrileña de Villa del Prado, del rejoneador Emiliano Gamero herido por un novillo de Luis Albarrán en Los Yébenes al caer de su cabalgadura, o del picador José Quinta que va a las órdenes de Morenito de Aranda y que sufrió un fractura vertebral al caer del caballo durante el tercio de varas. Y muchas más que sumar a la lista de percances. Pero entre todos ellos ha habido uno que nos ha impactado sobremanera, el de Paco Ureña en Albacete cuando recibía de capote al cuarto de Alcurrucén y que le ha llevado a perder la visión de su ojo izquierdo tras un pitonazo seco, mostrando la cruda verdad de esta Fiesta, una pelea de igual a igual entre un toro bravo y un hombre armado simplemente con un trozo de tela. Y de esa lucha surge arte, esa es la magia del toreo, el que quiera que lo entienda y el que no, pues que no lo haga, pero al menos que nos respete y nos deje seguir disfrutando con este arte ancestral que además es tan nuestro, esto es lo que realmente les molesta a los antis, no les importa el toro, realmente no lo conocen ni saben de su vida, solo les ciega su antiespañolidad, ese es su problema.
Y aunque España cierre, América abre las puertas de sus plazas para que sigamos disfrutando del toreo. Esto no para, aquí y allá, cada día del año, en algún lugar del planeta un toro saltará a la arena y un torero se enfrentará a él para que unos aficionados sueñen el toreo eterno. España y Francia son historia por este 2018, el presente y el futuro próximo  está en plazas como las mexicanas de Guadalajara, Mérida, Querétaro, Tlaxcala, Aguascalientes, Pachuca o Nochistlán, las colombianas de Cali y Cartagena de Indias, las peruanas de Acho en Lima con la feria del Señor de los Milagros o la de Cajabamba, las colombianas de Cali y Cartagena de Indias o las ecuatorianas de Quito y Machachi, entre otras muchas que llenarán el invierno español y que trataré de seguir a través de las crónicas y las imágenes que por los diferentes portales y revistas taurinas nos irán llegando desde el otro lado del Atlántico.
Pero si hablamos de temporada americana hay una plaza que domina el panorama sin discusión alguna. Esa plaza es La México, al Monumental azteca, el embudo de Insurgentes, la plaza más grande del mundo con sus casi 50.000 localidades, una de las tres en las que se confirma alternativa, junto a Madrid y Nimes, y que ya ha presentado su Temporada Grande, equivalente en transcendencia a la Feria de  San Isidro. Una Temporada Grande que comienza el próximo domingo 11 de noviembre y que espero poder ver un año más a través de las retransmisiones de Canal Toros con la señal en directo de la televisión mexicana. Volverán entonces las madrugadas taurinas de invierno, frías noches que se calentarán con las emociones que el toreo es capaz de generar, con esa manera tan peculiar de entender la Fiesta en México y que siempre digo que es enriquecedora y que merece la pena vivir aunque sea por televisión, empezando por su peculiar Juez de Plaza, como llaman al presidente, para seguir con la  pasión como lo viven, por las ganas de disfrutar que tienen, buscando en cada momento lo bueno, disfrutando de cada capotazo, de cada detalle, de cada muletazo, con ese ritmo tan pausado que imprimen al toreo, a veces parece que se va a a parar, el toreo a la mexicana, como son ellos, con su pachorra que aveces es desesperante, aunque algunas cosas nos choquen, como la morfología, el tamaño y el trapío de los toros, impensable en España, pero allí es lo que piden y lo que les gusta, un toro pequeño, cornipaso y no precisamente desarrollado de pitones, que aquí serían abroncados nada más asomar por la puerta de toriles, o como entienden la suerte de varas, picotazos, puyazos simplemente señalados, incluso protestando como al matador se le ocurra decir a su varilargeuro que castigue al toro en el caballo, algo que ocurre con frecuencia en el caso de los matadores españoles y que reciben una pitadas brutales por tal motivo. Formas distintas de entender esta Fiesta que al menos a mi me hacen disfrutar de los domingos de invierno de manera especial, aunque para ello tenga que robar horas al sueño y los lunes sean una auténtica tortura. Porque esa es otra, ¡lo que duran las corridas en la México!, cerca de las tres horas, porque todo allí es lento. No se imagina como un torero corte oreja, la vuelta al ruedo es parsimoniosa y dura una eternidad  casi como una faena de muleta, y no digo nada como se rinda homenaje a alguien que se retira, ya sea torero, subalterno o cualquier empleado de la plaza, da una vuelta al ruedo acompañado de la familia, los amigos, alguien que ha conocido últimamente, los cuñados con los que ni se habla, compañeros del colegio si andan por allí cerca, y yo que sé cuanta gente más, todo el que se apunte. Aquello parece una manifestación. Pero son así y es realmente curioso y divertido, aunque cuando eso pasa a las dos de la madrugada se agradecería más brevedad, las cosas como son.
De momento se han presentado los carteles de la primera parte de esta Temporada Grande, la que va de noviembre a enero, y cuyas combinaciones son las siguientes:


DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE: Toros de Barralva y Villa Carmela para el rejoneador Diego Ventura y, a pie, el valenciano Enrique Ponce, Octavio García “El Payo” y Luis David Adame. 
DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE: Toros de La Estancia para Ignacio Garibay, quien se despide, Sebastián Castella y Diego Silveti. 
DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE: Toros de Arturo Gilio y Reyes Huerta para el rejoneador Andy Cartagena y, a pie, Arturo Macías y Leo Valadez. 
DOMINGO 2 DE DICIEMBRE: Toros de Xajay para Diego Urdiales, Octavio García “El Payo” y Sergio Flores. 
DOMINGO 9 DE DICIEMBRE: Toros de Santa Bárbara para Jerónimo, Antonio Ferrera y Juan Pablo Sánchez. 
MIÉRCOLES 12 DE DICIEMBRE: Corrida Guadalupana. Toros de diversa procedencia para Morante de la Puebla, Joselito Adame, Sergio Florez y Andrés Roca Rey. 
DOMINGO 16 DE DICIEMBRE: Toros de Boquilla del Carmen para Juan José Padilla, quien se despide, Arturo Saldívar y Fermín Espinosa “Armillita IV”.
DOMINGO 23 DE DICIEMBRE: Toros de Barralva para Alfredo Ríos “El Conde”, quien se despide, Uriel Moreno “El Zapata” y José Luis Angelino. 
DOMINGO 30 DE DICIEMBRE: Corrida para rejones. Toros de Enrique Fraga para Jorge Hernández Gárate, Emiliano Gamero y el colombiano Andrés Rozo, además de los Forcados de Mazatlán y los portugueses Amadores de Montemar. 
DOMINGO 6 DE ENERO DE 2019: Toros de Rancho Seco para Fabián Barba, Ernesto Javier “Calita” y Diego Sánchez. 

DOMINGO 13 DE ENERO: Toros de San Mateo para Federico Pizarro, quien se despide, Fermín Rivera y Gerardo Adame.
Realmente atractivos, muchos argumentos para soñar, como ver a Diego Ventura y Enrique Ponce abrir esta Temporada Grande, un auténtico privilegio, así como poder asistir a la que será la retirada definitiva del toreo de Juan José Padilla, en una tarde mexicana, madrugada española, que a buen seguro resultará apoteósica. Solo queda esperar y que el domingo 11 de noviembre, a la once y media de la noche, ponga el Canal Toros y por  la puerta de toriles de La México vea saltar al primero de los toros que harán apasionantes esas madrugadas. Adiós España, ¡Buenas noches, América!.
Antonio Vallejo

P.D: Por cierto, ¿alguien se acuerda de la plaza de Algeciras?. Una temporada la hacen estos hombres que han dado la cara en todas las plazas, de todas las categorías y ante todas las aficiones, incluida Algeciras, como Juli, Perera, Morante, Roca Rey, Ginés Marín, José Garrido o Joaquín Galdós, que estuvieron allí y allá, muchas tardes, decenas, con dignidad y profesionalidad, sin egos exaltados ni anuncios propios de estrellas del rock, simplemente haciendo grande el toreo.


martes, 16 de octubre de 2018

El adiós soñado del "Pirata". ¡Gracias, maestro!


Cualquier escenario hubiera sido bueno, cualquier plaza de España hubiera tenido argumentos de sobra para que Juan José Padilla dijera adiós a los ruedos españoles – aún le quedan algunas corridas firmadas en América antes de que acabe el año - pero no tengo ninguna duda que la plaza de Zaragoza en el cierre de la Feria de El Pilar era el mejor posible. Es más, no podía ser de otra manera, debía ser allí, en la plaza en la que perdió su ojo izquierdo además de otras graves secuelas, en la que casi se dejó la vida aquella dramática tarde del 7 de octubre de 2011. Desde aquel día nació una leyenda, “El Pirata”, mejor dicho, nació un ejemplo a seguir, un ejemplo de lucha, de superación, de esfuerzo, de sacrificio, de ganas de vivir por y para el toreo, un ejemplo de los valores que definen a estos hombres que cada tarde honran con su arte, su sangre o su vida esa profesión única. Ayer se presentó vestido de blanco y oro, el mismo vestido que lució el pasado mes de julio en su despedida de otra plaza talismán para el ciclón de Jérez, la de Pamplona. Un terno que tiene mucho significado, puesto que tradicionalmente es el escogido por los matadores el día de su alternativa o de su confirmación, un terno cargado de simbolismo en el día de su despedida en España ante una plaza a reventar con el cartel de “no hay billetes” colgado desde hace días y en una tarde intensa, cargada de emociones y de emotividad para el propio Padilla, para todos los aficionados, para la cantidad de matadores que quisieron acompañar al maestro en su adiós, para todos los que amamos y sentimos el toreo. Aún me emociono al recordar la atronadora ovación nada más asomar El Pirata por la puerta del patio de cuadrillas, ensordecedora, inagotable, cientos de banderas con la calavera ondeando en unos tendidos rendidos ya a Padilla. Pero no se quedó ahí la emoción, para nada, es más, fue in crescendo a cada momento. Inolvidable será el momento en el que el jerezano sube al balconcillo donde se encontraba el Dr. Val-Carreres, quien le salvó la vida hace 7 años y al que le hizo entrega del último capote de paseo, ambos fundido en un abrazo de hermanos, difícil contener alguna lágrima, o cuando toda la plaza en pie reclama a Padilla que salga al mismo centro del anillo para recoger otra estremecedora ovación que pone los pelos de punta, sobre todo viendo la expresión en la cara del maestro, conteniendo las emociones a duras penas. Todo fue muy bonito, quedará para el recuerdo, y todo salió muy bien, tenía que ser así, los toros de Nuñez del Cuvillo cumplieron, nobles y con buenas condiciones y juego, muestra de ello es que cinco de ellos fueron ovacionados en el arrastre, los aficionados estuvieron entregados toda la tarde al buen toreo que se pudo disfrutar gracias a la terna hizo por su disposición, clase y torería en esa tarde tan especial. Todo fue bonito,  muy bonito, y culminó con la imagen que yo creo que todos deseábamos, la salida a hombros de Juan José Padilla, llevado por su cuadrilla, acompañado de sus compañeros de profesión que le arroparon en su despedida triunfal, el final soñado, pero al que se le unió escasos minutos más tarde un invitado inesperado, una noticia que cogió a todo el  mundo con el paso cambiado, el anuncio de la retirada de los ruedos por tiempo indefinido de Alejandro Talavante. Quizás por eso puedo explicarme un detalle que me llamó la atención antes de la corrida, ver que el extremeño lucía un terno también en blanco y oro, algo que no me gusta nada, ver a dos matadores vestidos igual. Antiguamente había una costumbre y era que los mozos de espadas hablaban unos con otros antes de la corrida y preguntaban cómo iba a ir vestido su torero para no repetirse. Esa, como otras muchas costumbres, se han perdido, por desgracia, y tiene narices que eso haya pasado en esta era de las comunicaciones y las redes sociales. Aunque quizás no fuera una casualidad que vistiera igual que Padilla en su despedida y que estaba muy meditado, porque lo que tengo claro es que no ha sido una decisión tomada a la ligera, que llevaba tiempo sopesándola y que escogió la última tarde de su temporada española para hacerlo público, algo que, al menos a mi, me parece bastante inoportuno, impropio, a destiempo y fuera de sitio. Repito que creo que es una decisión que estaba ya tomada hace tiempo, los motivos serán los que sean, respetables al máximo y posiblemente cargados de razón, pero hay ocasiones en las que se debe mostrar caballerosidad y saber estar. Oportunidades para anunciar su retirada las podía tener el extremeño a cientos, pero hacerlo minutos después de ver salir a hombros a Juan José Padilla en “su” tarde me parece, además de todo lo dicho, de poco compañeros. Hablando claro, Talavante ha metido la pata hasta el fondo, no era momento ni lugar.
El Ciclón de Jerez estuvo ayer, sencillamente, sublime. Cualquiera que le viera torear al primero lo último que podía pensar es que estuviera ante la última tarde de su carrera. Todo corazón, todo pundonor, todo entrega ante un toro deslucido y rajado, al que buscó con el capote hasta componer un quite por chicuelinas que levantó los primeros olés, al que en la  muleta supo sacarle, robarle mejor dicho, lo poco que llevaba dentro a base de ponerle la muleta en la cara, de no quitársela, tapándole la salida, cerrándole la puerta por la que ansiaba escaparse, ligando así series en redondo que parecían imposibles, algunos redondos acabaron en circulares al no retirarle la tela de los pitones, algunos naturales surgieron sueltos con hondura y empaque, el final rodilla en tierra, alargando el poco viaje que le quedaba al de Cuvillo, despertó los olés, los aficionados supieron reconocer el esfuerzo y el compromiso de este hombre que parecía que estaba empezando, con la misma actitud de siempre, como los años y años que se pasó matando lo más duro e ingrato que había en el campo bravo, un torero forjado en mil y un batallas, siempre con su verdad por delante, sin esconder nada, puro y transparente, y mira por donde, los últimos años de su carrera disfrutando del las ganaderías de lujo, matando nada más y nada menos que una corrida de Cuvillo en su despedida. Tanto esfuerzo, tanto tesón, tanto trabajo y tanta humildad, sin levantar jamás la voz, sin engañar a nadie tuvieron su merecido premio en el cuarto de la tarde, su último toro en España, Tortolito, colorado, muy ofensivo, al que recibe de rodillas con una larga cambiada al hilo de las tablas para hilvanar acto seguido un ramillete de verónicas templadas de ensueño, acompasadas, cadenciosas, con ritmo, a las que el de Cuvillo responde con clase, fijeza y humillación, mayúsculo el saludo capotero, rematado con una media cargada de sabor. Las chicuelinas al paso para llevar al toro al primer encuentro con el picador rebosa aromas a otra épocas, la torería con la que le deja en suerte es puro arte, el quite por faroles a la salida del primer puyazo desata la locura en los tendidos, la serpentina con el que lo corona, bellísima. Gran toro, con fenomenal tranco, pronto y alegre en el galope al caballo, pelea con fijeza. El tercio de banderillas protagonizado por El Pirata resulta apoteósico, arrebatado el jerezano, con un poderío y una demostración de facultades físicas espectacular, dos pares en línea clásica, de fuera a dentro y un tercero al violín de dentro a fuera que entusiasma al público. El brindis a su mujer e hijos demuestra lo que es Padilla, hombre recto, de principios sólidos, claro en sus ideas y creencias, como la familia, el pilar fundamental de su vida, en quien encontró la ayuda fundamental en los peores momentos, la que hizo aún más grande su Fe. Difícil contener las emociones una vea más en esta tarde. Inicia la faena de rodillas ligando una serie por el pitón derecho con muletazos templados y largos, a los que el Cuvillo responde con fijeza y humillando, enorme clase y nobleza, para rematar con uno de pecho sensacional. Firme y seguro El Pirata en las tandas en redondo, perfecta colocación, temple supremo, enganchando al toro alante, alargando el viaje, conduciendo la embestida con tremenda suavidad, por bajo, muy bajo, preciosa la figura. Los naturales surgen hondos, con largura, la mano baja, temple absoluto, rotundo Padilla, toreo de muchos quilates. No se cansa el toro, hace el avión que es un primor, en los mismos medios compone nuevas tandas en redondo y al natural cargadas de emoción y transmisión, muletazos profundos, arrastrando la muleta, los olés hacen temblar a la capital maña. Con el toro a menos acorta las distancias y en una baldosa se pasa al toro por ambos pitones a milímetros de la taleguilla, un circular eterno pone patas arriba a la plaza, dos pases de rodillas hace saltar a los tendidos y el desplante de rodillas es lo más, indescriptible cómo lo ha vivido  la afición zaragozana, todos en pie, agitando las bandeas piratas en un espectáculo que tardaré en olvidar. Remata la faena acariciando los pitones del Cuvillo, pases por bajo  mirando al tendido y uno de pecho como colofón extraordinario para cuadrar al toro y matar de un estoconazo monumental en el mismísimo centro del ruedo que pasaporta a este extraordinario toro bravo, noble, enclasado, pronto, con fijeza, humillación y duración. Dos orejas pedidas por aclamación y una vuelta al ruedo apoteósica en medio del delirio de la afición, envuelto en una bandera de España, enarbolando en su mano la pirata, abrazos y más abrazos, todos sentidos con verdad, estremecedores los que recibe de otros maestros como Ferrera o Escribano, besa el suelo, se lleva en el corazón un puñado de la arena que casi le ve morir y hoy le ve triunfar, el final soñado, ver salir a hombros al Ciclón de Jerez, al Pirata, a un maestro que se va, al que la Fiesta le debe mucho y al que vamos a echar mucho de menos, Juan José Padilla.
José María Manzanares volvió a ser el Manzanares poderoso y artista que en los últimos meses echábamos en falta. Se llevó dos orejas, una a cada uno de su lote por dos faenas basadas en el mando, el temple, la colocación, la clase, el gusto y la elegancia natural que nace de su sangre. Sensacional toreo de capa al segundo, verónicas cadenciosas, acompañando la embestida, preciosas, como el quite por  chicuelinas, a manos bajas, con el nombre del padre grabado a cada lance. La muleta renació poderosa en las muñecas de Manzanares, series rotundas por ambos pitones en sus dos toros, componiendo la figura con una elegancia suprema, de nuevo llenando la plaza, su andar, su colocación, la manera de pasarse a los toros, cómo alargó los muletazos, redondos profundos, todos por bajo, una auténtica maravilla. Pero donde rompió la tarde el alicantino fue con el toreo al natural, majestuoso, encajado, tandas rotundas, con empaque, con emoción y transmisión, una auténtica delicia, maestría a raudales, el mejor Manzanares de nuevo en acción. Y hay que decirlo, tuvo dos toros de nota, bravos y enclasados que colaboraron para que el conjunto rematara con la armonía que lo hizo. Un conjunto que hubiera acabado en puerta grande de no haber pinchado en el primer encuentro al matar al cuarto, una pena, algo poco frecuente en Jose Mari, un cañón a la hora de matar, como demostró al pasaportar de un estoconazo bestial al segundo, que le hizo rodar en tres segundos. Una pena porque reconozco que me hubiera encantado ver salir a hombros a Manzanares junto al maestro Padilla, con quien tuvo un detalle de grandeza, brindarle el cuarto toro en señal de respeto, reconocimiento y agradecimiento por lo mucho que significa para la Fiesta.
De Talavante ya he hablado al principio y es una pena que, al menos para mi, haya empañado una tarde tan especial con un anuncio tan inoportuno como lo hizo. Una pena porque quien torea a un toro como el tercero, un toro de premio, debe saber estar también fuera del ruedo, una vez terminada la corrida. Una pena porque cuajó una faena portentosa, poderosa, con un toreo de capa descomunal, parando al toro a una mano, una media  a pies juntos mirando la tendido fue majestuosa, como el toreo al natural, series y series con un temple, una hondura y una clase descomunal, o los redondos, encajado, metiendo los riñones, o la arrucina y dos de pecho cosidos uno a otro al final de la faena. Una pena que en vez de quedarme con todo ese gran toreo que Talavante desplegó en Zaragoza me quede con el sabor amargo de un anuncio que no debió hacer como hizo. Sus motivos y razones tendrá, y serán poderosas, seguro, también le vamos a echar mucho de menos durante el tiempo que esté apartado de los ruedos, pero a las figuras creo que hay que pedirles que lo sean dentro y fuera de la plaza, cada día y a cada momento, y este domingo, a mi modo de ver, no estuvo a la altura de la figura que es.
En nuestra memoria solo quedará el sueño hecho realidad de un hombre íntegro, un torero de pies a cabeza que ayer dijo adiós a los ruedos, ¡gracias maestro Padilla!



Antonio Vallejo

lunes, 15 de octubre de 2018

Juli, 20 años de pasión



Así rezaba el mosaico que adornaba el ruedo de Zaragoza para cerrar la temporada española de Julián López "El Juli" que conmemora sus 20 años de alternativa. Una temporada redonda, rotunda, triunfal, con un Juli en plenitud, espléndida madurez, reposado, disfrutando del toreo, cuajando faenas de antología, cuyo epílogo tenía que estar a la altura. El escenario no podía ser mejor, la Feria de El Pilar de Zaragoza, siendo nada más y nada menos que una encerrona con seis toros de distintas ganaderías el formato elegido por el maestro de Velilla de San Antón para la ocasión. Gesto valiente, gesto de figura en la última feria de primera que se celebra en nuestra piel de toro, gesto de responsabilidad y de riesgo, porque ya se sabe que estos desafíos pueden resultar un calvario si la tarde se tuerce. Pero si en el panorama taurino hay un hombre capaz de afrontar el reto con garantías ese es Juli, un figurón del toreo, con capacidad y recursos suficientes para poder a cualquier toro, con infinita variedad de suertes con el capote y con un mando portentoso en la muleta, capaz de no hacer decaer el ritmo, la intensidad, la atención y la emoción durante seis toros. Siempre lo he dicho, estas gestas solo están al alcance de unos pocos, de auténticas figuras, y Juli lo es. Cierto es que el resultado final no ha sido el esperado y deseado, que dos orejas saben a poco, que todos soñábamos con una salida triunfal a hombros, pero bien por las condiciones de los toros, bien por la falta de acierto en el manejo de la espada, la realidad es que la tarde no llegó a alcanzar las cotas de altura torera que anhelábamos. Pero eso no significa que sobre el ruedo de Zaragoza no se haya visto a Juli en toda su dimensión, un compendio perfecto de lo que han sido estos 20 años siempre en lo alto del escalafón. Extraordinario torero de capa, variado vistoso, de los mejores de la historia, poderoso, mandón y con una técnica descomunal en la muleta, dominador de todo tipo de hierros y encastes a lo largo de su carrera, torería y clase. Resumiendo, todo lo que ha significado Juli en estos 20 años. Vestido con un precioso y elegante terno goyesco negro con ribetes en blanco ha afrontado un paseíllo cargado de sentimientos, de recuerdos y de ilusiones, sintiendo el respeto, el cariño y admiración que goza en esa plaza, cuyos aficionados le han tributado una cerradísima ovación en reconocimiento a toda una carrera plagada de triunfos, muchos y muy sonados en esta plaza hoy abarrotada con el cartel de "no hay billetes", y que ha recogido desde los medios visiblemente emocionado. Ante sí seis toros de diferentes hierros - Garcigrande, Nuñez del Cuvillo, Puerto de San Lorenzo, Los Maños, Parladé y El Pilar - representando a los encastes Domecq, Atanasio-Lisardo y Santa Coloma, con esa parte de Nuñez y Osborne que lleva Cuvillo en su sangre, pero quizás he echado de menos en esta tarde tan especial la presencia de un toro de Alcurrucén, puro Nuñez, un hierro y una sangre que le ha proporcionado a Juli rotundos triunfos. Seis toros que, con tan diferente procedencia, eran todos muy parejos, con buenas hechuras, serios, de nota alta en cuanto a presentación.
Abrió plaza un toro de Garcigrande que en el capote apuntó excelentes condiciones de humillación, fijeza y repetición pero se partió un pitón en un derrote en burladero y tuvo que ser devuelto. Salta uno de Nuñez del Cuvillo que desde salida muestra nobleza aunque una justeza de fuerzas más que aparente. Con sumo cuidado lo trata en los primeros tercios, los capotes arriba, no se le exige en varas,  prácticamente señalados los dos puyazos, para interpretar una faena basada en el temple y la suavidad en la que sacó a relucir toda su técnica, midiendo la altura y la distancia a la perfección, dándole las pausas necesarias al Cuvillo para que recobrara el aliento, sin obligarle al principio, mimando la embestida, con suavidad. Series ligadas a media altura al inicio del trasteo, con clase, para ir bajando la mano poco a poco y alcanzar la mayor emoción en dos tandas rotundas por el pitón derecho mediada la faena. Redondos profundos, la mano baja, largo el recorrido, enroscándose al toro, los de pecho son de lujo, largos, de pitón a rabo, una par de cambios de mano soberanos que arrancan olés y una tremenda ovación. Por el pitón izquierdo le cuesta algo más, a media altura, puntea las telas en un par de ocasiones pero surge el mando que caracteriza a Juli y finalmente dibuja una serie de naturales con empaque, sobre todo uno de desprecio mirando al tendido. Los adornos finales por bajo, trincherillas repletas de sabor y una fenomenal estocada volcándose sobre el morrillo sirven para que pasee una oreja sin contestación.
El segundo, de Los Maños, Santa Coloma puro, cárdeno, vuelto de pitones,sale con buen tranco y humilla pero lleva justitas la fuerzas. Casi no se le pega en el caballo, prácticamente señalados los puyazos. Precioso quite por faroles rematado con una revolera aflorando el mejor Juli capotero. Toro con clase al que Juli lleva a media altura en los primeros compases, mucho temple, surgen un par de naturales de mucha hondura y redondos ligados sin quitarle la muleta de la cara, el toro va aunque se vence por el pitón derecho y suelta alguna que otra mirada. Faena poderosa, bajando la mano y templando mucho, con mucha despaciosidad a un toro que embiste al paso, al que hay que perderle un pasito para quedarse colocado, por. momentos toreo muy de La México, con esa lentitud que tanto gusta por aquellas tierras que en breve verán comenzar su temporada. Soberbio Juli, entendiendo a la perfección la embestida del santacoloma, con la técnica y el conocimiento que atesora el maestro. Se atasca con los aceros y todo queda en silencio.
En tercer lugar salta el primer sobrero de El Pilar, alto y serio, estrecho de sienes, entipado, que se desplaza con buen tranco por ambos pitones, tiene fijeza, mete la cara con clase, humilla y repite. Empuja con celo aunque con un solo pitón y en paralelo en un primer puyazo largo, medido el segundo, antes de un maravilloso quite por lopecinas, espectacular, bellísimo, ejecutado perfectamente, para rematar con una media y revolera que pone a la plaza en pie. Brinda el toro a todos los toreros heridos en este accidentado final de temporada con especial recuerdo al maestro Ureña, detalle de sensibilidad y de lo que es este torero. Muletazos de tanteo a media altura, suaves, probando la embestida para citar en largo, compone dos buenas series por el pitón derecho, con recorrido, el toro repite y humilla, redondos profundos, por abajo, rematadas con uno de pecho y un trincherazo cargado de aromas. Por el izquierdo tira del toro con suavidad, temple magistral, llevándole muy toreado, naturales con hondura, largos, bajando la mano, magistral Juli. El toro va a menos y Juli ataca para poner la emoción que le falta a la embestida del toro en otra serie en redondo obligando mucho al de El Pilar, magníficos muletazos con largura y mano baja para acortar las distancias, en terrenos de cercanías, estático, pasándose al toro por ambos pitones, sensacional medida de la faena, en cada momento el ritmo y la distancia que precisaba, en maestro. Mata de entera en todo lo alto y pasea una oreja de este buen toro premiado con una gran ovación en el arrastre.
El cuarto luce el hierro de Puerto de San Lorenzo, un torazo de 616 Kg, muy hondo, muy serio, acapachado y abrochadito de pitones, preciosas hechuras. Poco lucido en el capote, no acaba de pasar, algo bastante común en este encaste Atanasio. Se emplea en un primer puyazo largo, muy medido el segundo, para probar al del Puerto con otro quite esta vez por chicuelinas sin demasiada emoción por la sosería en la embestida del toro. Faena pulcra y de mucha técnica, luciendo más cuando somete al del Puerto, brusco, áspero y un tanto descompuesto, sin acabar de entregarse. Por encima Juli, mostrando su capacidad lidiadora y su mando aunque la faena no tome vuelo ni transmita por las condiciones del toro, que va a menos, acorta el viaje y se defiende. Mata de un estoconazo fulminante volcándose, en recto, y escucha silencio.
En quinto lugar salta uno de Garcigrande muy ofensivo por delante, alto, algo desproporcionado, escurridizo de cuartos traseros, lo que ha generado tibias protestas por falta de remate. Un ramillete verónicas templadas y espaciosas de saludo, ganando terrenos,  rematadas a una mano con mucha clase y un quite por cordobinas rematado por una serpentina en una alarde de variedad capotera que tiene continuidad con otro quite más esta vez por rogerinas, magistral capotero tanto por su amplio repertorio como por la dificultad de las suertes y su perfección a la hora de ejecutarlas. Toro pronto y con mucha movilidad ante el que se planta de rodillas para comenzar la faena, pundonor y entrega del madrileño. Embestida con cierta brusquedad y sin demasiada clase, Juli le somete y se siente podido, cabecea, enorme Juli, templado, aguanta las acometidas, a base de bajo la mano y obligarle saca una serie en redondo ligada y con emoción. Por el izquierdo protesta aún más, se siente podido, suelta la cara y tiende a rajarse, pero Juli lo fija, no le quita la muleta de la cara y sigue firme y seguro, sensacional lección de mando, perfecto de colocación, tapándole la salida, haciendo pasar al de Garcigrande por donde no quería, como un circular que acaba en un prodigioso cambio de mano, inventándose una faena, entregado, como ha acabado el público, rendido a la ambición, el coraje, la raza y la verdad de Julián. Lástima que de nuevo se le atragantara la espada porque estoy convencido que otra oreja habría caído en sus manos. La tremenda ovación que ha recibido creo que así lo confirma.
Al sexto, de Parladé, cuajado, precioso de hechuras, lo recibe Juli con una arrebatada larga de rodillas, pero tiene que ser desafortunadamente  devuelto a los corrales al lesionarse los cuartos traseros. En su lugar salta el segundo sobrero, también de El Pilar, alto, ofensivo, deslucido en el capote, la cara alta y las manos por delante, sin emplearse en el caballo, sin clase, haciendo sonar el estribo. Cede el quite a ambos sobresalientes en un bonito detalle y ambos responden con verónicas, aseados, correctos, lo mejor la media de remate de ambos. Sensacional tercio de banderillas a cargo de Raúl Cervantes y Jesús Arruga que respondieron con saludos a la gran ovación del público, igual que hizo Arruga al parear al tercero junto a Gómez Escorial, extraordinarios banderilleros. Brindis al público en señal de agradecimiento a esta afición no solo por la tarde de este sábado, sino por tantos años de respeto en esta plaza de la Misericordia. Inicio suave, por estatuarios, muy templado, el toro no muestra gran recorrido. Por el pitón derecho tira del toro para alargar el viaje, le baja la mano en un par de derechazos soberbios, vaciando la embestida, extraordinario Juli, otra vez con mando, obligando al toro en un par de tandas con emoción y clase por parte del maestro, porque el toro no demuestra tal clase, incierto, desconcertante, se para, incluso mira y suelta un par de amagos buscando el cuerpo de Julián y ahí se acaba el toro. No duda Juli, se mete entre los pitones, arrimón de verdad, exponiendo, pundonor y compromiso máximo de un figurón del toreo. Se tira a matar con un espadazo hundiendo el estoque hasta la empuñadura y recibe otra grandísima ovación tras petición insuficiente que despide una tarde que, si nos quedamos con los números, el balance es de "solo" dos orejas, pero que ha mostrado la enorme dimensión torera de Julián, un maestro de leyenda, torero de época, 20 años arriba, en una lección de entrega, compromiso, responsabilidad, profesionalidad y mucha torería, extraordinario capotero, variado y muy lucido, con mando y poder en la muleta, amén de una técnica portentosa que le ha llevado a entender a la perfección a los seis toros que ha matado, dándoles la distancia, la altura, la lidia y la medida que precisaban, con exactitud y firmeza. Tan solo ha fallado la espada para que no estemos hablando de un triunfo antológico. Pero apelo a lo de siempre, este Arte no entiende de números, este Arte es mucho más que eso, es sentimiento y pasión, como los 20 años de Juli.

Antonio Vallejo


sábado, 13 de octubre de 2018

12 de octubre, Día de la Patria. Madrid, Zaragoza y siempre Ponce, eterno Maestro


Día grande, 12 de octubre, día de la Patria, y que mejor forma de celebrarlo que con nuestra Fiesta Nacional, aunque realmente para mi cada día es el día de mi Patria, cada día de mi vida tengo a mi España presente, no un día al año, ¡que triste!, todos los días, todos los minutos, todos los segundos porque soy español, porque a mi Patria le debo todo, porque la quiero como me enseñaron a quererla y porque en su día le presté juramento eterno, a ella y su bandera. Así que decidí ir a Las Ventas a ver la corrida programada para este antaño Día de la Raza. Y por si me quedaba con ganas, ¡hala!, doble ración, porque había dejado grabando en Canal Toros la corrida del día grande de Zaragoza, el Día de El Pilar, y la he visto tranquilamente en casa. Españolidad (sinceramente me gusta más ese término que el de Hispanidad, demasiado amplio) y toros, binomio perfecto.
Por orden cronológico no tengo otro remedio que empezar por la corrida de Partido de Resina con el remiendo de uno de José Luis Pereda programada en Madrid. La verdad es que no me ha sorprendido, ni siquiera me ha decepcionado su pobre juego. La verdad es que lo que ha salido era lo que me esperaba. Empezaré diciendo que su leyenda de toros guapos es verdad, no en vano son los Pablo Romero de toda la historia, sinónimo de torazo, complicado y duro. Cinco animales de extraordinaria presentación, cada ejemplar de lámina, auténtica belleza, magníficas hechuras, imponentes, impresionantes, acongojantes, enseñando las puntas, astifinos como puñales, bajos, armónicos,  todos cárdenos, el primero, segundo y sexto se han llevado una ovación monumental por su presencia, tremenda. Pero igual que han hecho honor a sus hechuras también han dado el juego al que tristemente nos tienen acostumbrados en los últimos años, justos de fuerzas, faltos de humillación y entrega, peligrosos sí, pero por estar a la defensiva y soltar la cara, por revolverse ante su escaso recorrido, frenándose, parones y miradas, pero mínimas opciones al lucimiento. La única opción de la terna encargada de estoquear este encierro, Rubén Pinar, Javier Cortés y Gómez del Pilar, pasaba por hacer lo que hicieron, echarle muchas dosis de arrojo y valor, ponerse delante y tragar lo indecible. Para mi claramente por encima los tres, jugándosela y ganando la partida a toda la corrida, incluido el remiendo de José Luis Pereda, indigno de Madrid, toro sin trapío ni hechuras para esta plaza ni para otras muchas, para colmo si fuerzas, sin clase, sin raza, sin casta, un despojo de fin de temporada que jamás debió haber saltado al ruedo venteño. Un encierro que ha tenido un comportamiento homogéneo, falto de humillación y entrega, sin recorrido, reponiendo y a la defensiva, la cara alta, soltando derrotes, auténticos tornillazos. Se la jugó Rubén Pinar sin perder la cara al primero, un toro que de salida apuntó querencia, que a la mínima oportunidad que tuvo saltó limpiamente al callejón, le puso la muleta, trató de llevarlo, algunos lances en redondo sueltos tuvieron enorme mérito, pero las condiciones del toro no permitían florituras. En uno de los brutales derrotes que soltaba desarmó al albaceteño y le empitonó por el muslo derecho dejándolo colgado del pitón cabeza abajo durante unos segundos de angustia. Cornada de la que emanaba la sangre con abundancia, luego hemos conocido de su gravedad, que no le impidió volver arrebatado a la cara del toro para enjaretar la única tanda en redondo con ligazón y bajura. Titánico esfuerzo de Pinar por mantenerse en pie y matar a este peligroso primero. Vuelvo a repetir lo de tras veces, creo que en estos casos debe existir una norma para obligar al matador a retirarse a la enfermería porque ponen en serio riesgo su salud y su vida al verse tan mermado d facultades, pero son de una pasta que les impide dar un paso atrás y, si los genes del toro bravo le llevan a pelear hasta la muerte, estos superhombres también llevan esos genes. Gran ovación para Pinar mientras se retira por su propio pie a la enfermería. Del resto de la corrida tan solo puedo destacar el valor de Gómez del Pilar al irse a recibir a sus dos toros a porta gayola y pegarle al tercero unos delantales de saludo que fueron sin duda lo mejor de la tarde en lo que a toreo de capa se refiere, templados, en los medios, preciosos. Fue precisamente este tercero el único que permitió al madrileño lucir algo en la muleta, especialmente al inicio del trasteo, muy poderoso por bajo, sometiéndolo con doblones de mucho mando, tanto que el de Partido de Resina se vio podido y poco a poco rechazó la pelea, cada vez más corto y defendiéndose. Algunos redondos y naturales tuvieron enjundia pero a la faena le faltó algo de ritmo y continuidad para romper por las condiciones del toro. Mató de sensacional estocada y hubo petición insuficiente para Gómez del Pilar que dio una merecida vuelta al ruedo. También hay que destacar el extraordinario tercio d banderillas protagonizado por ese extraordinario torero de plata que es Ángel Otero, obligado a desmonterarse para responder la atronadora ovación de la media plaza que se dio cita en esta corrida. Y merece destacarse la entrega y disposición de Javier Cortés que tuvo que lidiar su lote y el que hacía cuarto y correspondía al herido Pinar. Tres toros parados, sin recorrido, a la defensiva, que se revolvían y buscaban, soltaban la cara, auténticas alimañas a las que no les perdió la cara, a las que trató de someter por bajo e intentó en todo momento llevarlas toreadas, misión imposible. Sigo pensando que a estos toros hay que darles una lidia a la antigua, con los pies, someterlos por bajo, machetearlos, y si luego se puede, torear, ya se verá, pero primero poderles y dejarles claro quien manda. Poco más se le pudo pedir ayer a Cortés, que en 2017 se vistió de luces tres tardes, que en esta temporada creo que tan solo ha toreado dos tardes en Madrid, la del 2 de mayo en la que resultó cogido, y la del 24 de junio, escaso bagaje para ponerse delante de toros como los de Partido de Resina (antes Pablo Romero) que exigen mucha experiencia, papeleta que resolvió con gran dignidad y compromiso. Pero ya se sabe que estos hierros no los quiere nadie salvo la cantidad de matadores que por desgracia carecen de contratos y se las tiene que ver con lo que le pongan por delante sin poder dejar pasar ni la mínima oportunidad. Desde luego, si además alguien ve la tremenda cogida de José Antonio Prestel en el segundo no es de extrañar que nadie de medio escalafón para arriba quiera matar estas corridas. Al igual que el primero sale desentendido, barbeando en tablas y apuntando querencia. Le correspondía a Prestel colocar el segundo par, cuadra en la cara y deja los palos, el toro hace hilo y el d plata alta el olivo. ¡Y que se creen!, el de Partido de Resina también, le persigue en el aire y le empuja con los pitones al tejadillo que cubre los burladeros del callejón, ¡casi  manda a Prestel a la barrera!, caen toro y banderillero al callejón , dramático, no alcanzo a ver si le cornea o no, pero da igual, lo que llevaba en el cuerpo ya era de órdago. Jamás había visto algo similar y no creo que lo vuelva a ver. En resumen, que volví a casa despidiendo a la Monumental hasta la próxima temporada tras una corrida que cumplió lo que esperaba, bellísimas estampas, peligro y poco más.
Y como decía al principio, en casa me esperaba la corrida de  la Feria de El Pilar de Zaragoza. Toros de Puerto de San Lorenzo para Diego Urdiales y Miguel Ángel Perera que completaban la terna con quien marcó la tarde del 12 de octubre en la capital maña, el maestro de maestros, el más grande, D. Enrique Ponce, quien una vez más dejó dos faenas de antología, de saber y conocimiento, de técnica y temple, de dominio absoluto de la escena, Ponce de nuevo en máxima figura de la historia, otra vez más, la enésima en la que saca de donde no hay ni nadie lo espera, que a toros vacíos, a toros que no parecían nada, les hace hasta buenos. De nuevo la magia, de nuevo el hechizo de su tauromaquia, de nuevo Enrique obrando el milagro del toreo.
Al primero de la Ventana del Puerto, noble y con clase pero justísimo de fuerzas, lo saluda a la verónica con exquisitez, suave, jugando las muñecas con dulzura, la cadera acompañando la embestida, gana pasos, el encanto de su capote hechiza al coso de Pigantelli. Con la luz de reserva más que encendida llega el atanasio a la muleta, dudas todas las del mundo y alguna más por los eu pudiera aguantar en pie. Su muleta de seda, su temple infinito, su saber medir la altura, su paciencia para administrar las pausas y darle aire, su acompañar el viaje sin obligarle al principio, ni un tirón, ni una brusquedad, todo suavidad, dosis perfectas de la medicina adecuada para cada toro, todo mimo, todo acariciar la embestida, ni un toque a la tela, magia pura, hasta se nos llega a olvidar que le toro no tenía fuerzas. Por ambos pitones, relajada la figura, desmayado, enroscándose al toro, le baja la mano, liga las series con el toro cosido a la muleta. Redondos de ensueño, naturales hondos, molinetes garbosos para quedar perfectamente colocado y dibujar las tandas con ritmo, largas, increíbles, de ensueño, darnos, remates por bajo con Enrique abandonado, una tanda final por el pitón derecho flexionándola la rodilla, alargando el viaje, pone en pie a los tendidos, una vez más faena nacida de la infinita torería de Enrique Ponce. Un estoconazo en todo lo alto, algo tendido quizás, hace doblar al de La Ventana de El Puerto. Un mar de pañuelos puebla la plaza, pero n parece suficiente para que un ta Antonio Placer, otro presidente como ese tal Sánchez, otro okupa, esta vez del palco de Zaragoza, le niega la oreja a Ponce, como hizo el otro día con Fandi, o con Ferrera. Otro de esos tipos que se ven ahí sin haber hecho mérito alguno para ello, que se cree algo, personajillos accesorios incapaces de oír y ver lo que toda la plaza pedía. Se le entendió todo a Ponce, se le leía en los labios a la perfección gracias a las extraordinarias imágenes de Canal Toros desde el callejón, y con toda la razón, es más, se quedó corto merced a su exquisita educación y profesionalidad. Pero maestro, su Arte es tan grande que las orejas son poco premio. Ahí queda su obra, otra más, para que apreciemos, degustemos y recordemos por siempre. Y si un personajillo de tres al cuarto no lo entiende, allá él con su incapacidad.
Pero claro, todo lo dicho cuando a Enrique se refiere puede quedar desfasado en minutos. Así fue con el cuarto de Puerto de San Lorenzo, que todo se queda corto, si es que eso es aún posible. Sí, sí lo es, porque con este maestro de leyenda siempre hablaremos de su penúltimo magisterio, de su penúltima obra de arte, de su penúltima lección de antología, de su penúltimo milagro. Total, solo lleva 28 años haciéndolo, ¡y los que le quedan!. Un toro soso, de andar cansino, descompuesto en su embestida, deslucido en los primeros tercios, desentendido, que pasó por los primeros tercios sin pena ni gloria, sin fuerzas por si le faltaba algo y, para colmo, absolutamente rajado en la muleta. El inicio de faena no apuntaba nada bueno. El de  Puerto de San Lorenzo huía despavorido, no quería saber nada de la muleta de Ponce. Algunos se impacientan y desde algunos tendidos se escuchan silbidos y protestas. Ponce se para, mira y pide calma, tranquilos, que estoy yo aquí, ¿no lo veis?. Dicho y hecho, le planta la muleta en la cara y, ¡olé, toma ya!, el toro mete la cara, persigue el engaño ¡y repite! en una tanda por el pitón derecho mágica, surgida de la mente y la maestría prodigiosa de Enrique. Redondos ligados por bajo, temple celestial, toreo divino, solo al alcance del más grande, de un Dios del toreo. Relaja la figura una vez más, con desmayo, embraguetado, se pasa al toro por la cintura por ambos pitones, le concede los terrenos, sin quitarle la muleta, tapándole la salida, siempre muy toreado, los remates de pecho saben a gloria bendita, la ocupar en los tendidos, se frotan los ojos, yo también en casa, aunque ya realmente nada me extraña ni sorprende cuando Ponce está toreando. Dos redondos apoteósicos detienen las agujas de los relojes, congelan el tiempo, lentos, largos, eternos, circulares y cambios de mano supremos, sabiduría, mando, poder y torería en la muleta de Ponce. Un toro rajado y malo que acaba teniendo transmisión y emoción porque el maestro le cuajó una faena plena en los únicos terrenos posibles, por dentro, con la plaza en pie rompiéndose las manos a aplaudir, delirio, locura y pasión. Las poncinas finales suponen el éxtasis, la estocada casi entera con la que pasaporta al toro desata el desenfreno, los tendido se inundan de pañuelos, se tiñen de blanco, una oreja que el ocupa concede a regañadientes, esperando a no sé qué, ni un pañuelo cede, ni uno vuelve al bolsillo, se pide la segunda con la misma insistencia, pero el personajillo que dice que no. Broca monumental y más que merecida para el tal Antonio Placer, ser de tercera que busca su segundo de protagonismo cuando realmente no es nada ni nadie. Un día va a pasar algo gordo en una plaza por la actitud chulesca de estos presidentes con afán de notoriedad y la responsabilidad y culpa va a ser solo suya. Ayer Enrique debió haber salido a hombros tras cortar tres orejas que merecía y que un palco absurdo e indigno le negó. También pude contemplar en las imágenes su cara de indignación y también se leyó perfectamente en los labios lo que pensaba, con más razón aún si cabe.
Maestro Ponce, a usted no le llegan ni a la altura de la suela de sus majestuosas zapatillas, su leyenda y su arte no se va a ver resentido ni un átomo por la actitud de unos que no tienen ni idea de que es el toreo y lo que supone nuestra Fiesta. 
Gracias por siempre, maestro.

Antonio Vallejo