El 9 de octubre es el día elegido como día Internacional de la Tauromaquia para rendir tributo a un arte ancestral que constituye una de las señas de identidad más profundas y de mayor arraigo en nuestra historia y nuestra cultura, y Valencia ha sido la encargada de acoger a cuantos profesionales y aficionados han acudido a la capital del Turia para sumarse a todos los actos, exposiciones, conferencias y coloquios que a lo largo de la jornada se han desarrollado y que han tendido como traca final un magnífico festival taurino que ha conseguido que la plaza de toros de la calle Játiva haya lucido un espectacular lleno a pesar de la mala climatología dejando patente una vez más que los toros tiene mucho tirón y que para nada están muertos. Bastaba ver la cantidad de niños y jóvenes que abarrotaban los tendidos de la plaza valenciana, el futuro de la afición, el futuro de la Fiesta. Enhorabuena por tanto a la Fundación Toro de Lidia por tan magnífica organización y el agradecimiento eterno por la defensa constante que hace de la Tauromaquia a lo largo y ancho de nuestra España. Agradecimiento que hay que sumar a canal toros que ha tenido la gran idea de retransmitir en directo este festival para que toda España haya podido disfrutar con una tarde de toros magistral y triunfal en la que se ha visto un toreo de enorme dimensión de principio a fin.
El elenco ganadero y torero que se presentaba en el cartel hacía presuponer que lo raro es que no se viviera una tarde plena para soñar con el toreo eterno de los maestros allí reunidos. Un toro de Fermín Bohórquez y otro de Daniel Ruiz más novillos de Garcigrande, Nuñez del Cuvillo, Juan Pedro Domecq y Fuente Ymbro para el rejoneador Fermín Bohórquez, los matadores Enrique Ponce, Julián López "El Juli", José Mari Manzanares, Román, Álvaro Lorenzo y el novillero de la tierra Borja Collado. Todas las reses han tenido una magnífica presentación, serios, de buenas hechuras, y han proporcionado un juego más que notable, especialmente el de Garcigrande, un sensacional novillo que ha sido premiado con una vuelta al ruedo. Lo de menos han sido las once orejas cortadas; una para Bohorquez, Manzanares y Román, mientras que Ponce, Juli, Lorenzo y Collado han cortado dos orejas por coleta. Lo importante es el toreo que se ha visto sobre la arena de la plaza de Valencia, toreo profundo, toreo elegante, toreo de poder, toreo de clase, toreo de sabor, toreo de aromas, toreo pleno, toreo inmortal, toreo eterno, ¡qué más se puede pedir!. Así es imposible que la Fiesta muera, así los niños que hoy han ido con ilusión a ver toros volverán una y mil veces porque han vivido en primera persona eso que tantas veces les contamos los mayores, que el toreo es algo único capaz de generar emociones y sentimientos que nada en el mundo puede igualar. Esta es la raíz de la fiesta, este es el misterio la Tauromaquia, la pasión que genera en aquel que la vive, una pasión que te atrapa y no te suelta hasta la muerte, porque el toreo es muy grande y tardes como la de hoy en Valencia le hacen un gigante invencible aunque algunos se empeñen en derribarlo.
De principio a fin el Arte ha inundado el ruedo y los tendidos valencianos. Abriendo plaza un Fermín Bohórquez que para nada ha dado sensación de estar ya apartado de los ruedos, es más, se la ve fresco y en perfecta forma para torear cualquier tarde y en cualquier plaza. Ha rejoneado un toro del hierro de su propiedad con maestría absoluta, con pureza y clasicismo, elegante, exhibiendo una doma espectacular, con pasmosa facilidad, llevando al novillo cosido al costado de sus caballo, templando y toreando, clavando banderillas a una y dos manos con una verdad y una belleza extraordinaria, todo enmarcado en el gusto y la elegancia de su toreo. Acertadísima por cierto la idea de contar con un rejoneador el día que se rinde tributo a la Tauromaquia, porque el toreo a caballo es el origen de este Arte, no lo olvidemos. De haber faltado el toreo a caballo el homenaje hubiera quedado absolutamente cojo. Una faena la de Bohórquez que le valió una oreja y que hubieran sido dos de haber sido más certero en la colocación del rejón de muerte. Por cierto, un detalle que me ha encantado del maestro jerezano, que desde la banderola del primer rejón de castigo hasta la última banderilla ha lucido solo los colores de nuestra bandera, así me gusta, reivindicando la españolidad de nuestra Fiesta, que se vea, ¡sí señor!.
Una vez más hemos podido disfrutar con otra faena magistral del número uno del toreo, de ahora y de siempre, Enrique Ponce, a un toro cinqueño enclasado, noble, con humillación y enorme calidad en su embestida, aunque le fallaran las fuerzas y le faltara algo más de duración. Lección de responsabilidad y entrega, de compromiso con la Fiesta, da igual la plaza, da igual ante qué afición, ya sea el mismísimo San Isidro o el festival de ayer, su disposición es siempre máxima y su toreo surge mágico sin importar donde ni cuando, aunque se lleven 28 años de alternativa, con las ganas del primer día, eso es ser figura máxima, así se honra y se hace grande este Arte. Ya los lances a la verónica, colmados de temple y
suavidad, acompasados, capote de seda en las muñecas de Ponce, acariciando la
cara del toro, acompañando la embestida con la cintura, elegante, presumían
otra faena de ensueño del de Chiva. Más aún las chicuelinas a manos bajas,
portentosas, para probar al toro a la salida del caballo, rematando el quite
con una media de cartel y una larga cordobesa realmente sublime que elevaban la
temperatura de unos tendidos entregados a su paisano. Toro con clase, noble
pero justo de fuerzas al que Enrique supo cuidar, mimar, en la muleta para
sacar una vez más lo mejor que llevaba dentro. Le dio la altura que pedía, le
administró las pausas a la perfección, todo despacio, temple infinito, suave,
suave, suave, desmayando la figura, elegancia plena, enroscándose al toro,
magia en su muleta. Redondos de precioso trazo, naturales acompañados con la
cintura, remates de pecho largos, toreo nacido del alma, profundo, hondo,
exquisito, y llevado a la práctica con el inacabable saber y el conocimiento
que Ponce atesora. Todo enamora, todo embelesa, imposible no rendirse cautivo
ante su maestría. Se tira a matar recto, estoconazo que pasaporta al de Daniel
Ruiz sin puntilla y dos orejas que ponen cara la tarde y atiza el vendaval de
toro, emoción y pasión que barrió Valencia esa tarde del 9 de octubre.
De maestro a maestro, de figurón a figurón, de Ponce
a Juli, 20 años de alternativa le contemplan, 20 años siempre encaramado a lo
alto del escalafón, 20 años de toreo poderoso, 20 años de mando, 20 años de
arte para celebrarlos en una esplendorosa madurez, con el reposo del tiempo y
el saber acumulado en todas las plazas del planeta. Borrachera de toreo, faena
perfecta, toreando a placer, abandonado, degustando cada lance, saboreando cada
remate, un compendio de toreo, una enciclopedia de tauromaquia en la que
encontró un colaborador de lujo, comunión perfecta toro y torero, un novillo de
Garcigrande precioso de hechuras que fue bravo, noble, enclasado, con
humillación, ¡cómo hizo el avión de principio a fin!, con fijeza, repetidor y
con duración infinita, no se cansó de embestir, no dejó de perseguir la muleta
planchada de Juli con el hocico por la arena, un novillo premiado con una
apoteósica vuelta al ruedo. El recibo capotero a la verónica fue,
sencillamente, maravilloso, templado y suave, despacioso, un placer para los
sentidos, hilvanadas con unas chicuelinas a mano baja de ensueño y una media
que en sí sola es un canto a la perefección que
levanta al público de sus localidades, pero nada si lo comparamos con
arrebatado quite por lopecinas bajando la mano de manera portentosa, con una
gracilidad y una plasticidad portentosas, eso desencadena un delirio masivo del
que nadie quiere escapar y que va a más en la muleta. Inicio por estatuarios,
poderoso, sin moverse un milímetro, tremendo, para rematar con un pase de
desprecio de auténtica antología como prólogo a una de las faenas cumbres de la
carrera de Juli. Series en redondo encajado, metiendo los riñones, bajando la mano,
obligando y exigiendo al extraordinario novillo que no se cansa de humillar y
repetir. Incontables las tandas en redondo, todas ligadas en el sitio, por
abajo, cambios de mano sublimes para quedarse colocado y engarzar
naturales de ensueño, temple mayúsculo,
suavidad y hondura, arrastrando la muleta,
toreo embriagador, molinetes, adornos, pases de pecho para abrochar las
series que parecen no tener fin, por un pitón, por el otro, se pasa a toro sin
rectificar, trincherillas, circulares por la espalda, ¡hasta tres uno tras
otros sin pausa! Para poner la guinda al más exquito pastel que el mejor
repostero del mundo pueda hacer con una luquecina cosida a un farol nacida de
la imaginación y la capacidad de improvisación de este otro mago del toreo que
es Juli. Un estoconazo que hace rodar sin putilla a este Garcigrande de vuelta
al ruedo vale por dos orejas de mucho peso aunque sea un festival, porque este
Arte no distingue de lugares ni de tamaños, te llega, te enamora y te llena de
pasión, emoción y sentimientos. Eso fue el faenón de Juli.
¡No se vayan, que aún hay más! Debió ser le grito de
guerra en esta maravillosa tarde del Día Internacional de la Tauromaquia, que
nadie se mueva que viene José Mari Manzanares para estoquear a otro novillo
también magnífico de hechuras que lucía la divisa de Núñez del Cuvillo. Una
pena que esas hechuras no hayan venido acompañadas de mejores condiciones para
la lidia. Deslucido en el capote, echa las manos por delante, las pierde en
varias ocasiones, apunta justeza de fuerzas, suelta la cara, a la defensiva. Lo
aguanta en el ruedo el alicantino gracias a su portentosa capacidad técnica y
lidiadora para componer una faena repleta de mando y dominio, de conocimiento
del toro y de los terrenos, cuidando la altura, mimando al novillo, acariciando
la embestida, temple celestial, todo enmarcado con la elegancia natural que
lleva en su sangre, herencia y legado de su añorado padre, y que envuelve todo
su toreo. De nuevo la magia del toreo surge de la muleta de un maestro, le baja
la mano, liga series en redondo y el
novillo responde, humilla y no se cae. Por el izquierdo no va, deslucido, se
defiende, peligroso, Manzanares vuelve al derecho para dibujar un final
poderoso, tandas rotundas ligadas por bajo, sometiendo al novillo que ya estaba
a la defensiva, soltando la cara, con peligro, pero el mando del alicantino
puede con todo y los redondos de colofón hacen que los aficionados se froten
los ojos ante tal lección. Entra como un auténtico cañón a la hora de matar
dejando una entera en todo lo alto que liquida al de Cuvillo. Oreja de ley,
oreja de poder.
Con el quinto llega el relevo generacional. Los
maestros consagrados, los figurones del toreo dejan paso a los jóvenes que
vienen arreando, los que encarnan el futuro de la Fiesta. El valenciano Román
lidia al quinto, de Juan Pedro Domecq, extraordinarias hechuras, muy serio,
abrochado de pitones, espectacular de lámina. Con su eterna sonrisa en la cara
recta Román un saludo capotero lucido, templado y repleto de gusto por
chicuelinas y una revolera apasionante y apasionada que pone patas arriba al
coso valenciano, y sorprende después con un variado y lucidísimo quite por
chicuelinas, tafallera, caleserina, gaonera y revolera, ¿alguien da más?.
Imposible describir el estado de emoción incontenible de unos tendidos
entregados a esa bendita locura que es esta afición. Inicia el trasteo por
estatuarios, ayudados por alto sin enmendar la figura para cerrar este prólogo
con un ajustado cambiado por la espalda escalofriante y uno largo de pecho.
Novillo con brío, fuerza y movilidad, novillo exigente que pide mando y que no permite la mínima
duda, no es fácil, pero Román no pierde la sonrisa y a base de temple lo somete
por el pitón derecho en una tanda poderosa, bajándole la mano, perfecto d
ecolocación, ligando los muletazos en el sitio, magnífico el valenciano. Los
naturales también surgen con poder, hondos, con largura, por bajo, el novillo
repite, encastado, Román firme y seguro, todo en los medios, gran dimensión de
su toreo, sin dejarse ganar terreno por el juanpedro, de nuevo le obliga y lo
encela en la muleta en otra tanda de derechazos apabullante. Faena larga de un
entregado y comprometido Román que acabó pasándose al novillo por ambos pitones
sin enmendar la figura en el mismo centro del anillo, acongojante, como las
bernardinas finales, ajustadísimas, escalofriantes que preceden a dos pinchazos
y una entera que no son obstáculo para que los aficionados pidan masivamente
una meritoria oreja premio a la entrega, la firmeza y la capacidad de
sometimiento de este exigente novillo cargado de transmisión.
De nuevo otro ejemplar de Daniel Ruiz en el ruedo
haciendo sexto cuya lidia corresponde al toledano Álvaro Lorenzo que lo saluda
con verónicas templadas acompañadas con la cintura, garbosas y llenas de sabor,
para rematar con una buena media antes de deleitar con un magnífico quite por
rogerinas y revolera de remate cargado de quietud y gusto. Los estatuarios con
los que arranca la faena de muleta se suceden sin rectificar su posición, firmeza
y valor para rematar con un pase de pecho cadencioso, eterno, sensacional,
magistral. Toreo en redondo guiado por el temple, con despaciosidad, bajando la
mano, ligando con clase, encajado, poderoso, los de pecho que finiquitan cada
tanda son largos y lentos, maravillosos, de pitón a rabo. Naturales hondos, más
y más temple, alarga el viaje, siempre por abajo, firmeza, toreo con empaque,
toreo poderoso, mando en plaza con el descaro de su juventud. Todo en largo
mientras el novillo tuvo recorrido, sin dudar a la hora de acortar las
distancias, pisar terrenos comprometidos y meterse entre los pitones, arrimón
de verdad, rozando el fajín, sin inmutarse, valor a raudales, entrega absoluta,
dignidad torera. Una entera arriba cobra las dos orejas como premio a una faena
importante y de enorme calado de Álvaro Lorenzo, exponente de la nueva
generación que viene pisando fuerte.
Decía al principio que ha sido un acierto, más bien
de justicia, contar con un rejoneador en una día tan especial para la
Tauromaquia puesto que sin el toreo a caballo la Fiesta queda coja. Lo mismo
digo con la decisión de incluir a un novillero, además valenciano, en el
cartel. Los novilleros son el futuro, hay que cuidar ese escalafón como oro en
paño, hay que darles sitio y oportunidades para que no se queden por un camino
que cada vez es más difícil para ellos. En este Día Internacional de la
Tauromaquia el elegido para tal honor fue Borja Collado, y no defraudó. Salió
como debe salir un novillero, a comerse el mundo, a porta gayola y tres largas
cambiadas de rodillas a un complicado y exigente novillo de Fuente Ymbro.
Enorme la disposición del joven valenciano que vivió una tarde que jamás
olvidará, como el brindis que hizo a todos los maestros que le arroparon en tan
importante ocasión. El fuenteymbro, como he dicho, no fue nada fácil, esperaba,
medía, buscaba, con malísimas intenciones, sobre todo por el pitón izquierdo
por el que se acostaba con descaro. Inmenso el valor demostrado por Collado que
en todo momento se sobrepuso a las miradas y parones de un toro que se colaba a
la mínima. Por el pitón derecho cuajó series de enorme mérito, templadas,
bajando la mano para someter al novillo y ligar los muletazos con gusto, que no
todo fue valor y arrestos en su trasteo, mostró buenas maneras toreando en
redondo. Se volcó a la hora de matar, por derecho, recto, dejando un espadazo
hundido hasta la bola en el mismísimo hoyo de las agujas. Dos orejas para este
jovencísimo novillero que jamás olvidará que un día de octubre hizo el paseíllo
en la plaza de su tierra junto a grandes maestros.
Lo vivido en Valencia en esta jornada de homenaje a
nuestras raíces, a nuestra cultura, a nuestra Fiesta, ha supuesto un motivo
para sentirse honrados de sentir esta afición a la vez que para estar seguros y
firmemente convencidos de la inmortalidad del toreo. La gran afluencia de niños
y jóvenes a los tendidos confirman que este Arte gusta e interesa, que somos
muchos más y vamos a dejar sembrada la semilla de la afición en nuestros hijos.
Y la reunión de maestros consagrados junto a las figuras del futuro es motivo
más que de sobra para estar convencidos que mientras haya un toro, un torero y
un aficionado la Tauromaquia nunca morirá. Ayer, hoy y siempre la Fiesta está
viva.
Antonio Vallejo
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