lunes, 22 de octubre de 2018

Adiós España, América espera


Como cada año, llegadas esta fechas, tenemos que decir adiós a la temporada española, un adiós en el que se dan cita sentimientos encontrados. Por un lado los buenos recuerdos y la alegría por haber disfrutado de tanto y tan buen toreo en esta sobresaliente temporada que tradicionalmente cierra Zaragoza con su Feria de El Pilar, y por otro lado la tristeza y la añoranza ante la llegada de esos meses de invierno que nos dejan ayunos de toros en nuestra Patria. Ya lo he comentado hace unos  días precisamente coincidiendo con la Feria de El Pilar, que cierto es que no es la última en celebrarse en España- la de San Lucas en Jaén este pasado sábado día 20 en una única tarde con Diego Ventura como máximo triunfador, algunos festivales por celebrar como el de Chinchón, Rodhilan en Francia, Alba de Tormes y Villanueva del Pardillo, una corrida mixta en Albox el 3 de noviembre y una novillada en la onubense Niebla echarán la persiana a nuestro año taurino - si que es la última gran feria en plaza de primera, la que pone el broche de oro cada año y que en este 2018 ha sido realmente especial.
Hablo de una temporada sobresaliente, sinceramente lo creo así, porque ha habido muchos y muy sonados triunfos, y porque han coincidido a lo largo y ancho de nuestra geografía dos efemérides que han marcado la temporada: los 20 años de alternativa de un maestro consagrado, un torero de leyenda, para la historia, Julián López "El Juli", y la despedida de otro maestro, un hombre que debiera servir de ejemplo para todos, en especial para esta juventud carente de tantos valores, un hombre que encarna el valor, la hombría, la capacidad de sacrificio, la capacidad de superación, la capacidad de sufrimiento, el tesón, el respeto y el amor a esta profesión, la dignidad y la verdad, Juan José Padilla, el Ciclón de Jerez, El Pirata. 
La temporada de Juli ha sido portentosa, triunfos allá donde ha toreado, plazas de primera, segunda y tercera, presente en todas las grandes ferias excepto Fallas, cortando orejas, abriendo puertas grandes, toreando como es, máxima figura del toreo, reposado, firme, con la inmensa técnica, el mando y poder que le ha caracterizado en estos 20 años, aunando una torería suprema, disfrutando de cada tarde, degustando cada capotazo, cada muletazo, arte puro. Ha habido muchas tardes para recordar, Madrid, Pamplona, Bilbao, Albacete, Málaga, Zaragoza...en las que nos ha hecho soñar el toreo, en las que se ha mostrado en una espléndida madurez. Pero sin duda hay una que queda grabada con el oro de sus vestidos de luces, la del 16 de abril en la Real Maestranza de Sevilla al indultar al toro Orgullito, de Garcigrande. Una tarde de abril sevillano en la que el azahar perfumó toda la España taurina, cuatro orejas, Puerta del Príncipe y Orgullo regresando con vida al campo. Sin duda esa fecha marca toda la temporada de Juli, para mi de matricula de honor.
De Padilla poco más puedo decir de lo que tantas veces he dicho, me descubro ante él como torero y como persona. Un torero que siempre ha llevado la fidelidad y la verdad como bandera. Fidelidad a su tauromaquia y verdad, su verdad, ante todas las aficiones, sin imposturas. Un hombre que se ha mostrado transparente a lo largo de su carrera, tal como es,  sin engañar a nadie, quien iba a la plaza sabe perfectamente lo que iba a ver, le podía gustar o no, siempre fiel a su estilo, un portento en banderillas, un magnifico capotero, un sensacional lidiador y en estos últimos años también demostrando ser un gran torero con la muleta. Durante muchas, pero muchas, temporadas se las ha visto con lo más duro e ingrato del campo bravo, ha bregado con todas esas ganaderías que llaman toristas  en realidad auténticas alimañas, ha matado todos esos hierros que muchos rechazaban, se ha ganado el respeto de todos en todas las plazas porque siempre ha llevado la verdad como bandera. Tuvo que suceder una gravísima cogida en Zaragoza allá por octubre de 2011 para uniera otra bandera a su toreo, la pirata, por las secuelas que aquella cogida le dejó tras perder su ojo izquierdo. Aquel día nació la leyenda del Pirata y desde esa fecha su suerte dio un giro radical y comenzó a matar las ganaderías "artistas", es decir, las buenas, por las que se pelean las figuras. Esta temporada del adiós nos ha dejado para el recuerdo un Padilla en su máximo esplendor, manteniendo sus portentosa facultades físicas y sumando mucha torería, siempre manteniendo la fidelidad a su tauromaquia. Han sido muchas, si no todas, las despedidas triunfales, en cada plaza en la que ha toreado, en Madrid mismo recuerdo una tarde cargada de emociones, pero para mi ha habido dos que pude sentir gracias a la retransmisión de Canal Toros y que serán muy difíciles de olvidar. Pamplona, su Pamplona, en San Fermín, su San Fermín, y Zaragoza, su Zaragoza, en la Feria de El Pilar, su Pilar. Dos plazas que se entregaron al maestro Padilla tanto como él se entregó a ellas, dos aficiones que poblaron los tendidos de banderas piratas y en las que el Ciclón de Jerez cosechó dos triunfos rotundos en unas tardes cargadas de emociones y sentimientos que desbordaron a todos. No olvidaré las palabras al final de su adiós a la afición maña y con ello a toda la afición española: "no he devuelto ni la mitad de lo que me han dado". Solo puedo despedirle como siempre lo he hecho, de corazón, con la convicción de que el toreo le debe mucho y de que le echaremos mucho de menos: ¡Gracias, maestro Padilla!.
Pero la temporada ha tenido muchísimas tardes que reseñar, ocuparía cientos de páginas, por lo que voy a referirme a lo que en mi opinión ha marcado estos meses. Empezando por las Fallas de Valencia, allá por el mes de marzo, con un Enrique Ponce que abrió por trigésimo novena vez la puerta grande del coso de la calle Játiva. Faena redonda, extraordinaria, elegante, plena de gusto, de clase, de torería, en definitiva, lo que es Ponce, maestro de maestros, torero de leyenda, torero de época. 28 años de alternativa y no ha renunciado a ninguna de las plazas de primera, y en todas ha dejado grandes faenas, además de unas ganas, una entrega y un compromiso más propias de un joven novillero o un matador recién doctorado necesitado de contratos que de alguien que lleva los años que lleva en el toreo. Le hemos visto torear con la elegancia, el desmayo y el gusto que siempre impregna a su toreo, pero le hemos visto jugársela a cara de perro con toros mansos, con toros con un peligro supino, toros a los que muchos les hubieran dado tres o cuatro pases y a otra cosa ante las nulas condiciones, para acabar sacando faenas por arte de magia, de donde solo había riesgo y brusquedad ha surgido el toreo por bajo, ligado, enroscándose a los toros, exigiéndoles y exigiéndose, ante todo tipo de aficiones, y le hemos visto tirarse a matar como si no hubiera mañana. No sé las puertas grandes que ha abierto, son muchas, pero nunca superarán lo que significa su toreo y su actitud asumiendo su condición de primera figura de la historia. 
Junto a estos nombres, hay otro que marca la temporada, el de un peruano, un huracán venido de Lima, un hombre que está llamado a ser la máxima figura del toreo en un futuro cercano, André Roca Rey. Le vale cualquier toro, su capacidad y su valor le hace ponerse en sitios inverosímiles para hacer pasar por donde parece imposible al toro con movilidad y al parado, al bravo y al manso, al noble y al descastado. Junto con Ponce y Juli conforman el podio de la temporada. ¿El orden?, no sé, que cada cual ponga el que quiera, yo no sabría a quien poner delante o detrás. En todas la plazas por donde ha pasado en este año ha colgado el cartel de no hay billetes ha impactado y ha triunfado, ya sea Bilbao, Pamplona (algo apoteósico)   Málaga, Sevilla, Zaragoza, Albacete, Valladolid, Salamanca, etc, etc.  Otro que ni sé ni me importa las puertas grandes que ha abierto, son muchas, pero igual que digo con Ponce lo digo con Roca Rey, su toreo está por encima de los números. Cada tarde que le he visto me ha encogido el corazón, me ha cortado la respiración por su arrojo y por ese par que tiene muy bien puesto, desfiando a las leyes del miedo y del espacio, pero es que además ha ganado muchos enteros en reposo, toreando con una profundidad y un temple de lo que es, figura del toreo. Ha aunado el valor con la clase, el "¡ay!" con el "¡olé!", la entrega con el arte, generando la admiración de todos y el reconocimiento general, nadie quería perderse al peruano la tarde que toreaba, daba igual el lugar y el día, porque en él está el futuro de la Fiesta.
Pero además de este cuarteto de lujo al que me he referido hay muchos más toreros que han brillado con luz propia en este 2018. Por ejemplo, Alejandro Talavante, triunfador indiscutible de San Isidro con un toreo basado en el temple, la colocación y la profundidad, toreo caro, toreo de empaque, siempre por bajo, poderoso y artista y un cañón con la espada, un torerazo que el día 14 de octubre, nada más finalizar la Feria de El Pilar, anunció por sorpresa su retirada de los ruedos, una decisión seguramente avalada por poderosas razones y muy respetable, pero de igual manera inoportuna y muy poco adecuada por el momento, justo en plena apoteosis de despedida a Padilla. Inoportuno y falto de acierto, incluso diría que falta de educación, caballerosidad y respeto a un maestro como es el jerezano. Probablemente dos de las revelaciones de la temporada son Emilio de Justo y Octavio Chacón, a los que Madrid lanzó como cohetes y quienes han respondido con un toreo de muchos quilates, un toreo con una pureza y una verdad fuera de toda duda, presentes en las grandes ferias de la segunda mitad de temporada, recogiendo los frutos a tantos años de esfuerzo y perseverancia en plazas de Francia, con corridas duras y exigentes. Dos revelaciones y otros que a mi modo de ver ha refrendado lo que el pasado año demostraron. Se trata de Pepe Moral, un auténtico gladiador frente a Victorinos y Miuras, lidiando hierros duros y exigentes, batallador, poderoso, sin perder la cara al más exigente o peligroso de los toros, demostrando que además sabe torear y muy bien, y Ginés Marín, el que nos deslumbró con su toreo el 26 de mayo de 2017 al desorejar a un toro de Alcurrucén, y que en esta temporada ha demostrado que lo suyo no fue flor de un día. Portentoso su toreo al natural con el que tantas tardes nos ha emocionado por su hondura. En su debe creo que hay que poner el mal manejo de la espada que le ha privado de unos cuantos trofeos, pero el sentimiento de su toreo supera también los números. Y Diego Urdiales, ¡qué decir del riojano!, injustamente olvidado, increíblemente ausente de Valencia, Sevilla y Pamplona, tan solo Madrid le tuvo en cuenta en San Isidro,  hasta que llegó Bilbao y confió en él. Máximo triunfador de las Corridas Generales y de ahí a triunfador rotundo en la Feria de Otoño madrileña al cortar tres orejas a dos toros de Fuente Ymbro este pasado 8 de octubre y así atravesar la Puerta Grande de Madrid al cielo en la que para muchos es la mejor faena de la temporada, la más compacta, la más rotunda, la más pura, la de mayor calidad, la realizada al cuarto de Fuente Ymbro, Hurón de nombre, al que desorejó entre lágrimas de emoción. Nombres para el recuerdo de esta sensacional temporada en la que allá por mediados de mayo y en Jerez regresaba el duende, Morante de la Puebla, un genio del toreo, arte puro, esencia de la Fiesta, capaz de emocionarnos con el pellizco de una verónica, con una media que detiene el tiempo, con una trincherilla capaz de transportarnos al Paraíso. Morante, mi Morante, único, fundamental para el toreo, por encima de normas y leyes, pura imaginación, inspiración divina, el Casanova del toreo, capaz de enamorar a cualquier aficionado y rendirle a sus engaños. Que no se vaya nunca, que no muera su toreo, gotas del mejor aroma que uno pueda percibir, sabores eternos que jamás abandonan nuestro paladar.
Muchos más se me quedarán en el tintero, sin ir más lejos mi admirado Manzanares, clase y elegancia herencia de su padre, que ha tenido una temporada un tanto irregular en cuyo tramo final otra vez se ha visto al Jose Mari poderoso, artista, enclasado, elegante, llenando de nuevo el ruedo, el Jose Mari que anhelamos los aficionados, ese que tantas tardes nos ha hecho vibrar con el temple y la largura de sus muletazos, con sus chicuelinas de familia a manos bajas, con tantas y tantas cosas con las que es capaz de llenar mi alma taurina. Y lo siento de verdad, porque realmente cada uno de los que se han vestido de luces en esta temporada merecen toda mi admiración y respeto. Muchos de ustedes dirán, "hay que ver, no ha nombrado a tal o cual", y con toda la razón, seguro, y lo siento de veras, pero de igual manera añado que cualquier sugerencia a mi olvido será bienvenida y toda crítica aceptada, por supuesto. 
Más hay otro torero, esta vez a caballo, que no puede quedar en le olvido al tratar de contar lo más destacado de la temporada, Diego Ventura, que este año descerrajó por partida doble la Puerta Grande de Madrid, para sumar 17 salidas a hombros por esta puerta de los sueños toreros, el torero que más vese lo ha conseguido a lo largo de la historia. Sí, torero, a caballo, pero ante todo torero. No debemos olvidar que este Arte nació a caballo, que el rejoneo representa lo más puro del toreo y se merece el mismo respeto y tratamiento que el toreo a pie, mucho más posterior en el tiempo y en sus primeros días despreciado al considerarse del populacho. Fueron dos tardes históricas. Primero la del 9 de junio, en San Isidro, cinco orejas y un rabo, el que cortó a Bienplantao, de Los Espartales, marcando un hito en la historia de Las Ventas, el primero rabo cortado por un rejoneador y el primero que se cortaba tras el de Palomo Linares allá por el año 1972 a un toro de Atanasio Fernández, y hace pocos días, el 9 de octubre tras cortar tres orejas en su encerrona venteña  ante seis toros, dos de ellos nada más y nada menos que luciendo la divisa de Miura. En ambas tardes toreo mágico a lomos de nombres que ya son míticos para los aficionados: Bombón, Toronjo, Jaguar, Gitano, Fino, Morante, Bronce, Dólar, Lío, Nazarí, Remate y Sueño. Una auténtica maravilla de caballos, elegantes, preciosa lámina, que torean con su costado, llevando al toro con temple magistral como si fuera una muleta, realizando quiebros imposibles, llegando hasta la cara de los toros, con una gracilidad y una plasticidad difícil de igualar, convirtiendo el toreo a caballo en poesía, un soneto a la belleza. Sobre ellos el que por derecho se ha ganado el honor de ser considerado ya sin duda el mayor rejoneador de la historia, no solo amparado en sus triunfos, sino en su portentoso arte a caballo, espectacular doma, prodigiosa monta, figurón del toreo, dominando todas las suertes sobre sus monturas, ejecutándolas con pureza, además de crear un auténtico ballet alrededor de un toro, adornos y piruetas de ensueño que desbordan la pasión en los tendidos, unos tendidos llenos de niños y jóvenes aficionados en quienes es posible que nazca la afición gracias al maestro Ventura, niños y jóvenes que a deben ser el futuro de la Fiesta, y todo ello gracias a triunfos antológicos como el de Diego Ventura.
Pero por desgracia no todo han sido triunfos en esta temporada. La Fiesta es así, tiene su cara y su cruz, ésta en forma de percances. Muchos han sido, sobre todo al final de temporada, aunque gracias a Dios esta temporada no hemos sufrido el dolor inmenso de ver a un torero perder la vida en el ruedo, como ocurrió con Víctor Barrio e Iván Fandiño. Pero no se puede olvidar a Cayetano, que estaba cuajando una sensacional temporada y que en agosto fue volteado en Pontevedra sufriendo una fractura costal que le ha dejado en el dique seco en el tramo final de la temporada, de Emilio de Justo, cornada en en el muslo en Mont de Marsan, Pepe Moral en Nimes con un Victorino, Rubén Pinar y Ginés Marín en le otoño madrileño, Thomas Joubert que ha salvado la vida de milagro tras una gravísima cornada en Bayona que le arrancó la femoral, del torero de plata Vicente Varela, muy grave tras ser herido en Jaén por un toro de Partido de Resina corneó en el muslo con importantes daños musculares y grave  afectación de la vena femoral, del novillero Diego San Román en Nimes, otra cornada grave de dos trayectorias de 30 y 40 cm en el muslo, del también novillero mexicano José Sainz corneado en la plaza Arroyo en México mientras toreaba a puerta cerrada, o de Pablo Atienda cogido en la localidad madrileña de Villa del Prado, del rejoneador Emiliano Gamero herido por un novillo de Luis Albarrán en Los Yébenes al caer de su cabalgadura, o del picador José Quinta que va a las órdenes de Morenito de Aranda y que sufrió un fractura vertebral al caer del caballo durante el tercio de varas. Y muchas más que sumar a la lista de percances. Pero entre todos ellos ha habido uno que nos ha impactado sobremanera, el de Paco Ureña en Albacete cuando recibía de capote al cuarto de Alcurrucén y que le ha llevado a perder la visión de su ojo izquierdo tras un pitonazo seco, mostrando la cruda verdad de esta Fiesta, una pelea de igual a igual entre un toro bravo y un hombre armado simplemente con un trozo de tela. Y de esa lucha surge arte, esa es la magia del toreo, el que quiera que lo entienda y el que no, pues que no lo haga, pero al menos que nos respete y nos deje seguir disfrutando con este arte ancestral que además es tan nuestro, esto es lo que realmente les molesta a los antis, no les importa el toro, realmente no lo conocen ni saben de su vida, solo les ciega su antiespañolidad, ese es su problema.
Y aunque España cierre, América abre las puertas de sus plazas para que sigamos disfrutando del toreo. Esto no para, aquí y allá, cada día del año, en algún lugar del planeta un toro saltará a la arena y un torero se enfrentará a él para que unos aficionados sueñen el toreo eterno. España y Francia son historia por este 2018, el presente y el futuro próximo  está en plazas como las mexicanas de Guadalajara, Mérida, Querétaro, Tlaxcala, Aguascalientes, Pachuca o Nochistlán, las colombianas de Cali y Cartagena de Indias, las peruanas de Acho en Lima con la feria del Señor de los Milagros o la de Cajabamba, las colombianas de Cali y Cartagena de Indias o las ecuatorianas de Quito y Machachi, entre otras muchas que llenarán el invierno español y que trataré de seguir a través de las crónicas y las imágenes que por los diferentes portales y revistas taurinas nos irán llegando desde el otro lado del Atlántico.
Pero si hablamos de temporada americana hay una plaza que domina el panorama sin discusión alguna. Esa plaza es La México, al Monumental azteca, el embudo de Insurgentes, la plaza más grande del mundo con sus casi 50.000 localidades, una de las tres en las que se confirma alternativa, junto a Madrid y Nimes, y que ya ha presentado su Temporada Grande, equivalente en transcendencia a la Feria de  San Isidro. Una Temporada Grande que comienza el próximo domingo 11 de noviembre y que espero poder ver un año más a través de las retransmisiones de Canal Toros con la señal en directo de la televisión mexicana. Volverán entonces las madrugadas taurinas de invierno, frías noches que se calentarán con las emociones que el toreo es capaz de generar, con esa manera tan peculiar de entender la Fiesta en México y que siempre digo que es enriquecedora y que merece la pena vivir aunque sea por televisión, empezando por su peculiar Juez de Plaza, como llaman al presidente, para seguir con la  pasión como lo viven, por las ganas de disfrutar que tienen, buscando en cada momento lo bueno, disfrutando de cada capotazo, de cada detalle, de cada muletazo, con ese ritmo tan pausado que imprimen al toreo, a veces parece que se va a a parar, el toreo a la mexicana, como son ellos, con su pachorra que aveces es desesperante, aunque algunas cosas nos choquen, como la morfología, el tamaño y el trapío de los toros, impensable en España, pero allí es lo que piden y lo que les gusta, un toro pequeño, cornipaso y no precisamente desarrollado de pitones, que aquí serían abroncados nada más asomar por la puerta de toriles, o como entienden la suerte de varas, picotazos, puyazos simplemente señalados, incluso protestando como al matador se le ocurra decir a su varilargeuro que castigue al toro en el caballo, algo que ocurre con frecuencia en el caso de los matadores españoles y que reciben una pitadas brutales por tal motivo. Formas distintas de entender esta Fiesta que al menos a mi me hacen disfrutar de los domingos de invierno de manera especial, aunque para ello tenga que robar horas al sueño y los lunes sean una auténtica tortura. Porque esa es otra, ¡lo que duran las corridas en la México!, cerca de las tres horas, porque todo allí es lento. No se imagina como un torero corte oreja, la vuelta al ruedo es parsimoniosa y dura una eternidad  casi como una faena de muleta, y no digo nada como se rinda homenaje a alguien que se retira, ya sea torero, subalterno o cualquier empleado de la plaza, da una vuelta al ruedo acompañado de la familia, los amigos, alguien que ha conocido últimamente, los cuñados con los que ni se habla, compañeros del colegio si andan por allí cerca, y yo que sé cuanta gente más, todo el que se apunte. Aquello parece una manifestación. Pero son así y es realmente curioso y divertido, aunque cuando eso pasa a las dos de la madrugada se agradecería más brevedad, las cosas como son.
De momento se han presentado los carteles de la primera parte de esta Temporada Grande, la que va de noviembre a enero, y cuyas combinaciones son las siguientes:


DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE: Toros de Barralva y Villa Carmela para el rejoneador Diego Ventura y, a pie, el valenciano Enrique Ponce, Octavio García “El Payo” y Luis David Adame. 
DOMINGO 18 DE NOVIEMBRE: Toros de La Estancia para Ignacio Garibay, quien se despide, Sebastián Castella y Diego Silveti. 
DOMINGO 25 DE NOVIEMBRE: Toros de Arturo Gilio y Reyes Huerta para el rejoneador Andy Cartagena y, a pie, Arturo Macías y Leo Valadez. 
DOMINGO 2 DE DICIEMBRE: Toros de Xajay para Diego Urdiales, Octavio García “El Payo” y Sergio Flores. 
DOMINGO 9 DE DICIEMBRE: Toros de Santa Bárbara para Jerónimo, Antonio Ferrera y Juan Pablo Sánchez. 
MIÉRCOLES 12 DE DICIEMBRE: Corrida Guadalupana. Toros de diversa procedencia para Morante de la Puebla, Joselito Adame, Sergio Florez y Andrés Roca Rey. 
DOMINGO 16 DE DICIEMBRE: Toros de Boquilla del Carmen para Juan José Padilla, quien se despide, Arturo Saldívar y Fermín Espinosa “Armillita IV”.
DOMINGO 23 DE DICIEMBRE: Toros de Barralva para Alfredo Ríos “El Conde”, quien se despide, Uriel Moreno “El Zapata” y José Luis Angelino. 
DOMINGO 30 DE DICIEMBRE: Corrida para rejones. Toros de Enrique Fraga para Jorge Hernández Gárate, Emiliano Gamero y el colombiano Andrés Rozo, además de los Forcados de Mazatlán y los portugueses Amadores de Montemar. 
DOMINGO 6 DE ENERO DE 2019: Toros de Rancho Seco para Fabián Barba, Ernesto Javier “Calita” y Diego Sánchez. 

DOMINGO 13 DE ENERO: Toros de San Mateo para Federico Pizarro, quien se despide, Fermín Rivera y Gerardo Adame.
Realmente atractivos, muchos argumentos para soñar, como ver a Diego Ventura y Enrique Ponce abrir esta Temporada Grande, un auténtico privilegio, así como poder asistir a la que será la retirada definitiva del toreo de Juan José Padilla, en una tarde mexicana, madrugada española, que a buen seguro resultará apoteósica. Solo queda esperar y que el domingo 11 de noviembre, a la once y media de la noche, ponga el Canal Toros y por  la puerta de toriles de La México vea saltar al primero de los toros que harán apasionantes esas madrugadas. Adiós España, ¡Buenas noches, América!.
Antonio Vallejo

P.D: Por cierto, ¿alguien se acuerda de la plaza de Algeciras?. Una temporada la hacen estos hombres que han dado la cara en todas las plazas, de todas las categorías y ante todas las aficiones, incluida Algeciras, como Juli, Perera, Morante, Roca Rey, Ginés Marín, José Garrido o Joaquín Galdós, que estuvieron allí y allá, muchas tardes, decenas, con dignidad y profesionalidad, sin egos exaltados ni anuncios propios de estrellas del rock, simplemente haciendo grande el toreo.


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