martes, 9 de octubre de 2018

6ª de Otoño: Torería y verdad, pero ¡qué frío!


La Feria de Otoño tenía reservada para su cierre una de esas tardes para la historia, de las que se recuerdan por años, de las que engrandecen el toreo, de las que te hacen salir de la plaza toreando al aire, como la de aquel 2 de octubre de 2010, la despedida de Juan Mora de la plaza de Madrid en la que el de Plasencia cortó tres orejas a un encierro de Torrealta. Ayer domingo vivimos otra tarde cargada de emociones, de sentimientos, de pasión, de verdad y, sobre todo, de torería. Fue una auténtica y gran tarde de toros, porque ante todo eso es lo que hubo sobres ruedo de Madrid, toros, una magnífica corrida de Fuente Ymbro, muy bien presentada, de buenas hechuras, con trapío, muy seria, astifina a más no poder, una corrida de notable alto en lo que a juego y comportamiento se refiere, con un primero bueno y con clase aunque algo justo de duración, un segundo complicado, exigente y con mucho riesgo pero que en su peligro encerraba mucha emoción y ante el que había que estar con un par, un tercero y un cuarto de mucha clase, nobleza y bravos, que humillaron y repitieron, dos toros de sobresaliente, un quinto rajado a la defensiva, y un sexto que quedó en incógnita al quedar inválido en el caballo. Hay que dar la enhorabuena a Ricardo Gallardo por el encierro que trajo a Madrid, algo que no es nuevo, de hecho el pasado sábado 29 de septiembre también trajo una novillada que me gustó mucho, no solo por las magníficas hechuras, sino porque al menos hubo dos novillos magníficos que lamentablemente se fueron con la orejas puestas al desolladero. Y menos mal que hubo toros que pusieron emoción y tres toreros que pusieron el calor, porque si hay algo por lo que también vamos a quedarnos de la tarde de ayer es del frío. ¡Dios mío!, el otoño dijo que llegaba y llegó, a todo trapo, con un viento helador que os pilló desprevenidos, y eso que fui abrigado, pero el final de la corrida, ya de noche cerrada, a las nueve menos cuarto fue realmente desagradable. Pero así es el clima, como siempre, en verano ha hecho calor y ahora llega el otoño y empieza el frío...y en invierno nevará, seguro. Vamos, nada nuevo, que veo poco cambio climático. Pero el viento y el frío fueron lo de menos, porque la caldera de emociones en que se convirtió el ruedo de Las Ventas compensó todo, los olés calentaron las gargantas, las ovaciones calentaron las heladas manos y el frenético agitar de pañuelos pidiendo orejas fue el mejor calentamiento muscular para vencer al gélido viento. De ello se encargaron Diego Urdiales, Octavio Chacón y David Mora, si bien el madrileño sintió la crudeza de esta plaza cuando viene ya a la contra desde casa, cuando viene decidida tomar partido por unos y no por otros, cuando decide ponerse del lado del ganado y a lo mejor pasar algunas cuentas pendientes por Dios sabe qué motivos.
Sí, ya sé que los honores de la tarde se los llevaron Octavio Chacón al cortar una oreja de enorme peso por valor, verdad, entrega  y compromiso al jugarse la vida a cara de perro ante el tercero y no perder la cara ante el rajado quinto, y sobre todo Diego Urdiales, injusta e incomprensiblemente apartado de San Isidro y de las grandes ferias en plaza de primera, a excepción de Bilbao en la que resultó gran triunfador, y que cortó tres orejas en una tarde redonda, rotunda, pletórica, repleta de gusto y torería, torero de principio a fin, posiblemente la obra cumbre de su carrera, pero voy a comenzar por David Mora, que me pareció que para algunos ayer sobraba en el cartel, al que no tenían ganas de verle, venían a otra cosa, les parecía un intruso, al que no se le pasó ni media, lo tuvo todo a la contra desde salida y fue tratado de una manera a mi modo de ver totalmente injusta por un sector que acabó arrastrando a gran parte de la plaza. David Mora, todos creo que lo saben, es uno de los toreros a los que admiro y respeto profundamente, un hombre que casi s dejó la vida en esta plaza y que reapareció tras casi dos años de calvario y sufrimiento en los que demostró una capacidad de lucha y superación admirable, pero que al parecer cometió un pecado terrible. Ese pecado puede que se llame Malagueño, de Alcurrucén, ese pecado puede que se llamen dos orejas tras una faena antológica, ese pecado puede que se llame Puerta Grande. Y ayer creo que algunos le pasaron factura como a tantos otros han hecho una vez que han triunfado.
Recibió al tercero, un toro precioso, de unas hechuras maravillosas, serio y armónico, con unas verónicas sedosas, templadísimas, acompasadas, hundiendo el mentón, ganando terreno para rematar con una media de auténtico lujo. Recibo capotero repleto de gusto, clase y torería que para mi fue el mejor toreo de capote de la tarde de largo, pero como todo, es opinable. Un toro que demostró mi¡movilidad, fijeza, repetición y humillación, un gran toro, sin duda, eso no es discutible. Por cierto, un toro al que Jose Antonio Carretero le dio una brega excepcional y al que Ángel Otero colocó un tercer par de banderillas de lo mejor que hayamos visto en la temporada y que llegó a la muleta en plenitud de facultades. El inicio de faena no pudo ser más torero, junto a las tablas del 7, por bajo, templando, un trincherazo para parar las primeras embestidas fue extraordinario, gusto y clase, muletazos de tanteo con recorrido seguidos con olés. Por el pitón derecho cuaja dos series templadas, corriendo la mano, alargando el viaje, siempre por abajo, cargadas de gusto, enroscándose al toro, rematando con otra trinchera muy torera, siguen los olés pero ya en la segunda serie comienzan los pitos del sector habitual que empieza a recriminar ¡la ligazón! porque a su modo de entender "se queda fuera". Por supuesto, porque si queremos ligazón, que es lo que aporta transmisión y emoción al toreo ¡es imposible estar siempre cruzado!. Si quieren el pase suelto, y luego parar, cruzarse mucho o un poco más, otro pase suelto, volver al cruzado mágico y, ¡hala!, otro pase suelto, así hasta el día del juicio final, pues vale, pero me quedo con le toreo ligado y por bajo, como el de Juli o el de Ponce, por poner dos ejemplos de toreros que han sufrido el suplicio del "crúzate" y que creo que no son malos. Tanto fue que en esa segunda serie Mora tuvo que pedir calma y, añado yo, respeto, pero por un oido les entraba y por otro les salía. A partir de ahí la situación empezó a ser irrespirable, las protestas salían ante cualquier cosa, daba igual, sin dejar en ningún momento expresarse al madrileño. Por el pitón izquierdo los naturales salieron menos limpios y hubo menos acople, es cierto, pero el nivel de la protesta subía y subía, incluso cuando al final pegó una tanda de naturales dándole el pecho, templados y con hondura, entre una sonora pitada que había arrastrado a gran parte de la plaza. E insisto, es cierto que faltó acople en la segunda mitad de la faena y que el toro tenía unas condiciones excepcionales, pero no es menos cierto que nada se le valoró y que la única intención era reventar cualquier cosa que hiciera David Mora y en esa situación la deriva era clara, todo se iba a protestar por una mayoría que se dejó arrastrar por el criterio una vez más caprichoso de un sector predeterminado. Comparto la ovación al sensacional toro en el arrastre pero me pareció totalmente exagerada y artificialmente alimentada la bronca que se llevó el madrileño, desproporcionada todas luces. Con el sexto bis, un sobrero de El Tajo, no tuvo opción alguna, con la plaza casi vacía, de noche cerrada, un frío que pelaba, ante un toro sin fondo, que pasaba e iba sin emoción alguna, sin clase, descastado, al que intentó ponerle la muleta y llevarlo, pero era imposible sacar algo que transmitiera. Así lo vi y así lo siento, es mi forma de entender lo de ayer, que para algunos será una barbaridad y para otros tendrá cierta lógica, pero sigo pensando que ayer había unas consignas a favor y otras en contra, nada nuevo en esta plaza.
Octavio Chacón venía avalado por su condición de torero revelación del pasado San Isidro y cumplió con creces las expectativas generadas a base d vereda, de pureza, de entrega, de compromiso y de mucha, mucha, pero que mucha valentía. El segundo de la tarde mostró sus condiciones y su peligrosidad de salida. resrvón, se frenaba en el capote, huía, cuando embestía lo hacía con brusquedad, a oleadas. Lidia desordenada, con el fuenteymbro campando a sus anchas, de un lado a otro del ruedo, sin fijeza, comportamiento de manso a todas luces. El inicio de faena es el lógico ante un toro de estas condiciones, por bajo, doblones para someterlo, un trincherazo cargado de sabor arranca una gran ovación. Sigue midiendo, se acuesta por el pitón derecho, sabe perfectamente lo que hay y al tercer muletazo le pega el primer susto a Chacón, desgarrándole la taleguilla. No le pierde la cara, traga miradas, arreones, derrotes, el toro repone, busca constantemente donde herir, enorme el gaditano, siempre poniéndole la muleta, plantándole batalla, le saca algunos redondos de enorme mérito, templados, por bajo, pero el fuenteymbro traga uno, al segundo se revuelve y busca los tobillos, los muslos o lo que sea, una alimaña, manso con enorme peligro ante el que Chacón estuvo con mucha verdad, la muleta adelantada, exponiendo una barbaridad, hecho un auténtico titán, lección de pundonor y entrega, cada lance es un trago, se corta la respiración, de nuevo le voltea y se lo echa a los lomos, y Chacón sigue en la batalla, otra vez poniéndole la muleta, ¡enorme!. Faena que, por supuesto, mantiene en vilo a los tendidos, faena en la que la emoción nace de la condición peligrosa de un manso que se defiende y de un torero con una par que le puede y le somete con un trozo de tela, todo de verdad y con pureza, ya lo he dicho pero hay que repetirlo una y mil veces porque el valor de lo que hizo lo merece, porque lo fácil era justificarse con un macheteo por bajo ante tanta brusquedad y adversidad, tantas veces lo hemos visto. Un estoconazo tirándose por derecho, sin guardarse nada, que fulmina al toro sin puntilla es motivo más que suficiente para una oreja de enorme peso que premia el arrojo y la verdad de este torero. No es mejor el quinto, un tío, alto y largo, muy serio, también se frena en los capotes, mide,  derriba aparatosamente al caballo lanzando al picador por los aires, sembrando el pánico en el ruedo, campando a sus anchas, como su hermano. De igual manera desarrolló peligro en la muleta, rajado, a la defensiva, en cuanto veía la salida huía. Tan solo poniéndole la muleta muy la cara, llevándolo muy tapadito, sin quitársela, pudo el gaditano sacar una tanda en redondo al abrigo de las tablas del 4 con temple y ligazón, con la mano baja, de mucho mérito. Esa era la única manera de sacar algo en claro de la mansedumbre del fuenteymbro, pero resultó imposible y solo se puede destacar el empeño y la tremenda voluntad de Chacón que en ningún momento perdió el ánimo. En cualquier caso, importante tarde de Octavio Chacón que se ha hecho con un lugar en esta plaza y que, al menos de momento, va a gozar con el apoyo y el respeto de esta plaza, o al menos de cierto sector que decide quien vale o no. Ya veremos más adelante si abre la Puerta Grande.
Pero la tarde de este domingo tiene un nombre propio, Diego Urdiales, que dejó en evidencia a cuantos le han apartado de las plazas de primera en esta temporada. Desconozco los por qué, pero visto lo que el riojano hizo en Bilbao y lo que este domingo ha hecho en Madrid parece difícilmente comprensible su ausencia. Torero querido, valorado y respetado (al menos hasta ayer) por la plaza de Madrid al que se esperaba con enorme entusiasmo. Y no defraudó, es más, creo que superó todas las expectativas. Tarde redonda, rotunda, que puede definirse con esa palabra que tanto nos gusta y que tanto dice por sí sola: torería. Todo fue perfecto, una sinfonía de toreo, la obra cumbre de su carrera ante el cuarto, probablemente una de las faenas más completas y compactas que hemos visto en años. Desde luego que no exagero si digo que es la mejor faena de la temporada. Ya el saludo capotero al primero presagiaba intensas emociones. Verónicas templadas, primero flexionando la rodilla, luego echando la pata alante, con enorme clase, desatan los primeros olés. El galleo por chiquilinas para llevar al toro al primer encuentro con el caballo rememora toreo d otras épocas, de enorme belleza, como el ajustadísimo quite por chicuelinas, electrizante. El toro tiene clase y nobleza, tiene movilidad y galopa con brío, lo somete por abajo en los primeros muletazos, con gusto, todo muy torero. Por el pitón derecho se acuesta y el viento descubre a Urdiales, por el izquierdo va menos claro, es un toro exigente, para poderle con paciencia y técnica, poco a poco, y así lo hace Urdiales para acabar descubriendo la clase y la nobleza del toro. En las tablas del 6 cuaja series en redondo templadas tapándole la cara, con la mano baja, derechazos con profundidad, ligados, naturales con hondura, lentos, alguno eterno, cargados de sabor, para escribir sobre la arena un epílogo muy torero, por bajo, trincherazos de lujo, pases de desdén que entusiasman, adornos, más redondos y naturales lentos y suaves, todo temple, una delicia. Una entera para pasaportar al toro vale la primera oreja y media puerta abierta. La locura llegó con el cuarto, un toro que no se entregó en los primeros tercios, que recibió una lidia desordenada, sin emplearse en el caballo, deslucido en banderillas, pero que rompió en la muleta a partir de un derechazo monumental que cambió el sino de la faena. Toreo acoplado, encajado, con pureza y verdad, series en redondo templadas, profundas, bajando la mano, enroscándose al toro, los de pecho son monumentales, por el izquierdo naturales de ensueño, suaves, acariciando la cara del fuenteymbro, con recorrido, remates de pecho de pitón a rabo, la plaza en pie, las manos rotas, todo son aromas a toreo caro, esencias que surgen en cada muletazo, los trincherazos crujen a la plaza, los adornos derriten los sentidos, molinetes, kikirikís, más trincherillas, todo es torería, todo es belleza, todo es puro y todo es de verdad. No se cansa de torear, las series finales al hilo de las tablas del 5 por ambos pitones son rotundas, la mano muy baja, redondos de antología, naturales lentísimos, olés y olés sin parar, un desplante de rodillas desborda las emociones, gritos de "torero, torero". Se tira a matar como si no hubiera mañana, un estoconazo fulminante, un auténtico cañonazo que pasaporta a este buen toro al que Urdiales le cortó las dos orejas sin discusión alguna. Repito, obra maestra, suprema, celestial, que hace justicia a un hombre que siempre ha llevado la verdad del toreo por delante y que en esta Feria de Otoño ha escrito uno de esos capítulos apoteósicos que quedarán para siempre grabados en letras de oro en la historia de Las Ventas.

Antonio Vallejo

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