domingo, 13 de octubre de 2024

Sublimar el toreo al natural

Dice el diccionario de la R.A.E que sublimar el elevar algo a alguien a un grado moral o estético superior. No encuentro mejor forma de resumirles lo que en el día de la Fiesta Nacional vivimos en Las Ventas. Miguel Ángel Perera, Emilio de Justo, Victorino Martín y el Arte han alcanzado ese grado que yo considero supremo  en el que los sentimientos y la emoción han emanado de la mágica comunión entre toros y toreros para elevar el toreo al natural a una dimensión sobrenatural. Así ha sido, tres faenas en las que la belleza ha nacido fruto de la verdad, estética y moral, eso es la Tauromaquia, su pureza y su valor, algo que solo personajes mezquinos como Urtasun son incapaces de reconocer, y no por ignorancia, sería perdonable, sino por odio, algo deleznable. Y todo al natural.

Gran corrida la encajonada por Victorino Martín para esta fecha tan significativa. Un negro y seis cárdenos de excelente presentación, de enorme seriedad e imponente presencia, veletos y astifinos, que, salvo primero y quinto, además han dado un juego excelente sin olvidar su origen, siempre respondiendo a su sangre Albaserrada. Toros exigentes, sin conceder nada, a los que había que hacerles las cosas muy bien porque su instinto y su sentido no permitía el mínimo despiste, no digo ya el mínimo fallo, sabían lo que dejaban detrás, por el mínimo resquicio asomaban sus puntas con riesgo y peligro pero cuando se entregaban lo hacían con todo, empleándose, humillando, el hocico marcando surcos en  la mojada arena de La Monumental, persiguiendo la tela con celo, pelea de bravos. Sublime el ganadero - estética en las hechuras, moral en la honestidad con la que cría y elige sus toros - elevado hoy a un grado superior.

Y sublimes Perera y de Justo, la moral su entrega y la estética su arte, para desbordar la pasión, oleadas de sentimientos que solo con esta afición se pueden alcanzar. Para mi esta es la grandeza del toreo, lo he repetido mil veces, no los números ni las medidas, no una oreja más o menos, todo eso me da igual cuando se vive una tarde como la de ayer. Dejarse llevar, abandonarse sin pensar que pueda existir algo más en la vida, vibrar y sentir el escalofrío de la emoción, eso es lo más maravilloso del mundo, y eso lo consigue el toreo, algo único e imposible de borrar de la memoria. Los datos se olvidan, la ilusión es eterna, y una tarde de toros como la de este 12 de octubre es eso, ilusión para seguir soñando. 

No era precisamente para soñar el primero. No por sus líneas, preciosas, ni sus pitones, un desafío, un tanto abanto de salida, poca fijeza en el capote de Perera que lo para y lo fija echándole el capote a la cara y abajo, andándole hacia atrás hacia los medios, lidiando, en definitiva, fundamento del toreo. Sin emplearse en el caballo, se duerme en el peto y a la muleta llega justo de fuerzas y entrega, cara a media altura, punteando las telas, escaso recorrido, reponiendo y revolviéndose con  peligro, fiel a su encaste, incómodo, obligando a perder pasos, deslucido por ambos pitones. Pulcro y con una técnica indiscutible, a media altura, con enorme tacto, trato exquisito, ni una brusquedad, saca el pacense lo poco que lleva dentro, un par de series en redondo con la mano más baja pero de poca trasmisión, poco más se podía hacer. Peor lo tuvo en el quinto, extraordinarias hechuras pero nada más, apuntando querencia desde salida, sin decir nada, soso y deslucido de principio a fin. De nuevo técnica y aseo en el trasteo con la muleta a media altura, obligándole a pasar pero cero emoción, imposible. Una lástima que estos dos toros bajaran el gran nivel de la corrida de Victorino porque entre medias  había cortado Perera una oreja de peso al que hacía tercero, un cárdeno cornipaso impresionante, proporcionado y reunido, para enamorarse de sus hechuras, armonía y belleza en su máxima expresión, alegre y con movilidad de salida, humilla y repite en el capote con clase, verónicas templadas, cadenciosas, ritmo y compás, una por el pitón derecho a manos bajas lentísima, acompañando con la cadera, y una media de cartel para abrochar. Primeros compases de faena con la diestra, primero toreando a su favor, tanteando la buena embestida, después poder y mando en la muleta, baja la mano y embarca al albaserrada en un par de tandas profundas y ligadas, con clase y emoción que, como era de esperar, los habituales recriminaron por colocación porque no había otra cosa que criticar.  Y eso tampoco se podía criticar, porque si algo fue evidente es que el victorino se entregaba mucho más cuando el trazo no era curvo, lo que supone estar un poco al hilo, que a su vez conlleva más exposición en el embroque. Pero la ceguera del odio lleva a no ver lo evidente. Con esas premisas cambió de pitón, y con la zurda surgió un Perera imperial con un toreo al natural superlativo. Temple, hondura y ligazón, emoción desatada, toreo de muchos quilates, carísimo, series de locura, todo por bajo, pases eternos, todo muy despacio, por momentos a la mexicana, jugando las muñecas con suavidad, acariciando cada embestida, ni una brusquedad, los de pecho sensacionales, ligando uno y otro por ambos pitones con un cambio de mano celestial. Y el victorino, sublime, metiendo la cara, hipnotizado en la muleta, pero también con raza, sin conceder nada, pedía hacerlo todo bien, y Perera lo hizo. Para culminar una serie rotunda de poder y mando en redondo que puso a la plaza en pie y, una vez más, desnudó y dejó al aire las vergüenzas de los de siempre. Se tira a matar por derecho, recto, enterrando el acero hasta la yema, ¿algo traserita y tendida?, puede, poco me importa, el toro se tragó la muerte, la boca cerrada, minutos eternos, muerto en pie, dos avisos, el tiempo corría, puede que pasaran dos minutos, los habituales se reconvirtieron a cronometadores oficiales y se impacientaban porque el presidente no sacaba el pañuelo para el tercer aviso, era su ilusión. Pero lo siento, mala suerte, por una vez reinó la cordura y puede que pasaran los dos minutos reglamentarios, quizás fueron treinta, cincuenta segundos, o un minuto, me da igual. El toro por fin dobló y los pañuelos inundaron los tendidos. Oreja sin ninguna discusión. Señores, esto es arte, y no se mide por unos segundos de más. A ningún pintor se le exige que pinte un cuadro en equis minutos, lo que se le exige es una obra de arte. Y eso fue el toreo al natural de Miguel Angel Perera en el tercero, arte y emoción en su máxima expresión, una locura. 

Emilio de Justo lo tenía todo a favor, en la tarde de ayer desde la ovación tras romperse el paseíllo que saludó junto a Perera y que los habituales silbaron porque solo querían ver al cacereño, que es uno de "sus toreros", al menos de momento, ya veremos cuando decidan lo contrario, es la historia interminable. Una ovación a dos matadores que, junto a Roca Rey  Daniel Luque, creo que han sido los que han llevado el peso de la temporada. También a favor tuvo sus tres toros, magníficos, los tres de triunfo, pero con un matiz muy importante, que cuarto y sexto fueron tan buenos porque de Justo los hizo buenos. Estoy seguro que en otras muchas manos del escalafón hubieran pasado sin pena ni gloria, y fue la magistral capacidad de ver el fondo que llevaban guardado esos victorinos, la magistral capacidad para entender lo que pedían y la magistral capacidad para plasmarlo en muletazos de un trazo divino, las que hicieron que la tarde de Emilio fuera de triunfo rotundo. Sí, triunfo rotundo aunque "solo" cortara una oreja, aún sabiendo que perfectamente podía haberse llevado al esportón 3 ó 4 de no haber tenido tan mala suerte con la espada. Pero una vez más me da igual porque  desde el primer quite por chicuelinas a manos bajas ajustadísimas en el que abría plaza, la sensacional brega en el saludo capotero al exigente segundo andándole hacia atrás para fijarlo en los medios, los delantales maravillosos por templados y armoniosos en el quite al tercero, las tres faenas de muleta, sencillamente antológicas, hasta la última estocada todo ha sido un caudal interminable de emoción y pasión, vibrando con cada pase, disfrutando de la infinita belleza de un toreo carísimo que llega hasta los últimos rincones del alma y se queda ahí para siempre, el toreo eterno. No concedía nada el segundo, encastado y exigente, con mucho carácter, se quedaba en el capote, lo vio de Justo y bregó con una maestría y una estética superlativa, andándole hacia atrás, echándole el capote abajo, llevándolo cosido a la tela, enseña´ndole a embestir, para rematar con una media de cartel. Toro con buen tranco que completó una muy buena pelea en el caballo, metiendo los riñones y hundiendo la cara en las profundidades del peto y que en banderillas mantuvo ese magnífico son para que Juan José Domínguez y Pérez Valcarce cuajaran un extraordinario tercio, de poder a poder, exponiendo una barbaridad, cuadrando y reuniendo entre los pitones para dejar los rehiletes colocados con una pureza y una verdad máxima. Doblones con torería y una serie extraordinaria con la diestra para arrancar, echando la muleta alante, embroque poderoso, trazo firme, rotundo, ligando en el sitio, muletazos de mucha emoción, con olés roncos que hacían pensar en algo grande. Pero estos toros saben todo, tienen un sentido más que desarrollado y sacan su instinto. Así fue, cambió y comenzó a reponer, cada vez más corto, obligando a perder pasos a de Justo y buscar el pitón contrario, una lucha sin cuartel, ni un segundo de respiro, se palpaba el riesgo, se vencía el animal y sabía donde buscar carne. Mucha verdad y exposición del cacereño reconocida por los tendidos, se la jugó de verdad y supo imponerse a la exigencia del toro por ambos pitones. Iba para oreja, seguro, pero la mala fortuna con la espada se lo privó. El cuarto, otro veleto imponente, saltó frenándose en los capotes, rebrincado, echando la cara arriba, sin emplearse en el caballo, esperando en banderillas para luego hacer hilo, pares de mucha exposición y valor por parte de Abraham Neiro "EL Algabeño" y Pérez Valcarce, fuertemente ovacionados. Nada hacía pensar lo que iba a ocurrir en la muleta, es más, no dábamos un duro por ese toro, seamos sinceros. Una vez más nos equivocamos y de Justo nos dio una lección magistral de lo que es entender a un toro y someterlo. En el tercio le puso la muleta adelantada, un toque y el toro responde, magnífico tranco, embroque sensacional y un trazo de los muletazos solo al alcance de los superdotados para esta empresa. ¡Vaya series en redondo!, muletazos largos, profundos y ligados, ritmo y  continuidad, todo por bajo, templando la embestida y tirando del toro con magisterio, perdiendo el paso necesario para estar colocado ante un toro que también pedía mucho y sabía lo que dejaba atrás, tanto que en una de esas repone y se echa a Emilio a los lomos. Susto gordo pero sin más. Y de ahí, envalentonado, al natural, desafiando al pitón izquierdo, a pies juntos, dando el pecho, encajado, metiendo los riñones, pasándose al albaserrada por la barriga, muletazos para morirse, ni sé las series que le pegó, todas de una emoción arrebatadora, naturales de máxima expresión con la plaza totalmente entregada. Torería en el epílogo por bajo, trincherazos rebosantes de aromas que presagiaban al menos una oreja que no pudo ser por la espada. Quedaba el sexto, tenía que ser lo que no había podido ser en los anteriores, algo a todas luces inmerecido. Un toro de enorme volumen, 590 Kg, alto y largo, incluso me atrevería a decir que demasiado para la imagen que tengo de los albaserradas. Y serio hasta decir basta, menudas mazorcas y menuda puntas, tremendo. Humilló en el capote, pero se revolvía y reponía, corto recorrido y algo suelto en el ramillete de enclasadas verónicas, templadas y pausadas, que recetó de Justo, rematadas con una media de cartel. Sin emplearse en varas y sin fijeza en banderillas llegó a la muleta dejándonos con las mismas sensaciones del cuarto, poco dábamos por su juego...pero vistos los antecedentes todo era posible, así lo comentamos en el tendido, sin sospechar que lo que nos esperaba era una auténtica obra de arte, el mejor toreo que uno pueda soñar. Fueron portentosas las primeras series en redondo, la muleta planchada, adelantada para aprovechar el sensacional embroque del victorino y tirar de la embestida en recto, largo recorrido, la mano muy baja, derechazos profundos ligados con un ritmo embriagador, la emoción desatada y la plaza en pie. Nada comparado con los naturales, encajado, roto diría yo, de frente, los pies juntos, los riñones adentro, embraguetado, temple extremo, muy despacio, entrega absoluta de ambos, Emilio y Director, algo mágico. Faena perfectamente medida, de esas de veinte muletazos, ¡para que más si todos fueron de una profundidad abisal y una bellísima factura!, para poner a la plaza en pie y mantenerla así hasta el momento de la suerte suprema, totalmente entregada al maestro en el final por bajo, flexionado, tarzo largo, templado, trincherazos de crujir, los pelos de punta, éxtasis absoluto. Se tiró a matar con todo, estoconazo hasta la bola arriba, estallido de alegría, delirio, y, como en el segundo, Director con la boca cerrada, como todos sus hermanos, tragándose la muerte, minutos interminables, no doblaba, hasta que Emilio de Justo tuvo que tomar el verduguillo y, de certero golpe, pasaportó al gran victorino. Una oreja unánime en su petición que puso punto final a la corrida y a toda la temporada y que nos hizo salir de La Monumental con el alma torera que todos los aficionados llevamos dentro repleta de ilusión y sueños para la próxima que, por muchas trampas y trabas que nos pongan por el camino y pese a quien le pese, vendrá, y volveremos a sentir la emoción de este arte que es parte esencial de nuestras raíces, nuestra tradición y nuestra manera de ser. Ha sido en un 12 de octubre, día de nuestra Fiesta Nacional, precisamente de la mano de dos extremeños que 532 años después de la mayor gesta que la humanidad haya conocido, el descubrimiento de América, han honrado tal efeméride y, al igual que sus antepasados conquistadores extremeños, han alcanzado la gloria, con su toreo, y al natural, sublime.

Antonio Vallejo

lunes, 7 de octubre de 2024

Dura y exigente corrida en medio de una hostilidad insoportable


 Tremenda la corrida que Ricardo Gallardo ha enlotado para la tarde de hoy en el cierre de la Feria de Otoño. Impecable presentación, magníficas y parejas hechuras, enorme presencia y una seriedad imponente, todos terroríficamente astifinos, auténticos puñales que apuntaban al cielo. Y al igual que tantas veces hemos tenido que hablar de mucha fachada y poco contenido hoy tenemos que cambiar el guión y añadir y destacar el juego que han dado los fuenteymbros, más que notable. Una corrida con raza y encastada,  dura y con muchas complicaciones, muy exigente, ante la que había que estar muy firme, de esas de echar la moneda e ir a por todas, cara o cruz, de las que, como reza el dicho taurino, te piden el carnet. Una corrida en la que a lo largo de la tarde han podido aflorar multitud de sensaciones, sentimientos, estados de ánimo o como queramos llamarlo. En esta tarde ha tenido cabida la emoción, el miedo, los sustos, la alegría, el desencanto, la rabia, el cabreo, la discusión, la bronca, el escándalo, la vergüenza y ni sé cuantas cosas más en cada uno de los 24.000 aficionados que hemos llenado Las Ventas hasta colgar el "no hay billetes". Todo ha cabido menos el aburrimiento, ese enemigo del toreo que tanto nos duele se ha visto desterrado y no ha tenido ni una rendija para colarse. Del primero al último de los lidiados ha sido una montaña rusa sin respiro. Si no era por el interesante juego de los toros era por el valor, la decisión y la entrega de los tres matadores. Y  si hubiera faltado algo de eso ya se ha encargado esa minoría de los reventadores del 7 alto de organizar su show y desatar una bronca entre ellos y la inmensa, casi totalidad, de la plaza y que no ha terminado en pelea de milagro. Creo que no exagero si les digo que han estado a muy poco de llegar a las manos, los ánimos estaban muy encendidos, y la plaza hoy ha dicho basta ya y que estamos hartos de la intransigencia y  la imposición de unos pocos, los veinte o treinta de todos los días. Gritos de "fuera, fuera", cada vez con más decibelios y que iban dando paso a insultos y recuerdos a los progenitores de unos y otros. ¿Motivo?. Muy sencillo, toreaba Roca Rey, su fóbico argumento, ¡qué triste!,  y había que ir a por él, daba igual lo que hiciera, la consigna la traían clara de casa, había que reprocharle todo desde el principio, hostilidad insoportable, lo sabíamos, son muy maleducados, previsibles y cansinos, pero hoy han llegado a cotas insufribles, indignas de un aficionado al toreo, uno de cuyos valores fundamentales es el RESPETO, al toro y al hombre que se juega la vida ante él. Y como tantas veces demuestran no tener ese respeto sólo puedo concluir que no respetan al toreo y que llamarles aficionados no es posible. No sé lo que será, pero aficionados no...y sabios menos, porque la cagan una y otra vez.
Todo ha ocurrido, no podía ser de otra manera, durante la lidia del que hacía segundo, el primero de Roca Rey, al que paró y enceló en el capote andándole hacia atrás con enorme mando para sacarlo a los medios y rematar con una media de lujo. Ya en varas empezó el run run y los pitos por parte del sector revientafaenas al no acertar Sergio Molina en el primer puyazo tras la arrancada del toro muy en largo como un obús y posteriormente dejar un segundo muy medido de castigo. Pedían otra entrada más al peto y se cambió. el tercio a petición de Roca Rey que, les recuerdo a los sabios, SIEMPRE deja cruditos a sus toros en este tercio, y eso es algo perfectamente lícito mientras entre al menos dos veces al caballo, como indica el reglamento. No sé si enredados más en molestar al peruano que a atender lo que pasaba se perdieron el extraordinario tercio de banderillas que Francisco Durán "Viruta" y Paquito Algaba, tres pares resueltos con uno oficio y una facilidad pasmosa reuniendo y clavando en la cara con mucha pureza aprovechando la movilidad y el buen tranco del toro, condiciones que mantuvo en la muleta y que aportaron transmisión y emoción en una faena de cara o cruz. De rodillas se plantó Roca Rey tras brindar al público para hilvanar tres derechazos largos y un cambiado por la espalda vertiginoso pasándose los pitones a milímetros del bordado de la chaquetilla, espeluznante e incorporarse para dibujar un derechazo profundo y uno bueno de pecho. Mucho mando y poder en las primeras tandas reunidas con la diestra, asentado, la mano muy baja y trazo largo, exponiendo mucho ya que el fuenteymbro se venía por dentro y tendía a puntear.  Y empezaron las hostilidades, que si la colocación, que si estaba más o menos fuera al ligar el segundo o tercer muletazo, otro listo que cuando llevaba unos 15 ó 20 muletazos dados le gritó "¿cuando empiezas?", en fin, lo de siempre. Por el izquierdo no iba, se vencía y avisaba con peligro, le puso la muleta, dibujó los naturales con mucha exposición, apretando, sin guardarse nada, enorme valor y mérito además de poder. De nuevo con la diestra otra serie rotunda por bajo hasta que quedó descubierto al ir a ejecutar el de pecho por no rectificar y desdibujar la ligazón. Ahí le prendió de la hombrera, del brazo, del pecho, de la espalda, ni idea, aquellos segundos con Roca Rey a merced del toro resultaba interminables y angustiosos, daba la impresión que le podía haber corneado en cualquier parte. Y fue tras voltearle cuando los afilados pitones traspasaron como si fuera mantequilla la región glútea y el muslo dejando dos cornadas de 15 cm cada una. Y ahí se montó la marimorena, la plaza en pie abroncado a la minoría reventadora, y los otros respondiendo, y cada vez subía más el tono y los insultos, lamentable, no por la mayoría que hizo perfectamente, ¡basta ya!, sino por la chulería y prepotencia de los sabios, una vez más puestos en evidencia. Aturdido y cojeando volvió enrabietado a la cara del toro, se fue a los terrenos del 7 y dio una lección de pundonor y hombría con unos derechazos muy apretados antes de pasaportar al toro con una entera arriba al segundo intento volcándose sin miedo a nada. Flamear de pañuelos y una oreja de enorme valor para mi sin discusión posible, me da igual la espada a la segunda, hace falta ser mezquino para valorar eso antes que todo lo que Roca Rey había hecho. 
Paco Ureña tuvo pocas opciones con el que abría plaza, el más voluminoso, 617 Kg, que para mi gusto desentonó un poco frente a la armonía del resto. Ojo, era un torazo, pero si los otros cinco eran todos tan parejos de peso, solo 12 Kg entre el de menos y más peso, ¿no había otro que redondeara la excelente presentación?. Pero bueno, eso es solo mi opinión basada en mi gusto. Y lo malo es que los kilos pesaron, le faltaba fuelle para moverlos, además de más raza y celo. Más bien desentendido y tardo desde el capote, con poco recorrido en la muleta y escasa transmisión. Lo intentó el murciano, algunos derechazos y naturales sueltos tuvieron cierta enjundia, pero no daba para más. Menos aún dio el que cerró plaza y que tuvo que estoquear Ureña ya que Roca Rey fue operado en la propia enfermería y, evidentemente, no pudo salir a matar este que hacía quinto en el orden de lidia. Un manso de solemnidad que no tuvo ni medio pase, ni una gota de movilidad, ni nada de nada. El espectáculo en banderillas fue realmente bochornoso, un marmolillo que no se movía nada, colocando las banderillas de una en una y de mala manera, horrible. Ureña hizo lo único que se podía hacer, machetear por bajo, a matar y sanseacabó. Otra historia muy distinta fue el cuarto, bravo y con entrega, el mejor del encierro, seguro, aunque en el capote escondió sus virtudes, no mostraba mucho celo, pero que dejó entrever su fondo en una arrancada galopando en largo al caballo que montaba Juan Melgar que agarró un muy buen puyazo.Tras los ayudados por alto y un remate por bajo con sabor tomó la muleta con la zurda para componer los mejores trazos de su faena aprovechando ese gran pitón que tenía el animal. Series compactas y hondas, naturales de mucho calado, muy encajado, dándole el pecho, la mano muy baja, coreadas con olés roncos, enorme transmisión. Por el derecho le cuesta algo más, recorrido más corto y tiende a puntear los engaños, pero firme el de Lorca, lo embarca en redondos de mérito aunque el ritmo no es el mismo, por lo que vuelve al pitón bueno y epiloga la faena con naturales sueltos ante la venida a menos del fuenteymbro, de uno en uno, de frente, a pies juntos, la mano baja, enorme hondura, y los olés acompañando cada pase. Lástima que la entera caída emborronara lo que estoy convencido que iba para oreja, pero al final quedó en una fuerte ovación recogida desde el tercio.
No ha podido dejar mejor sabor de boca Víctor Hernández con su actuación esta tarde. Dejó muy clara su decisión en el quite al segundo, gaoneras ajustadísimas de mucho riesgo, impasible, y con el saludo capotero al tercero, variado y vistoso, verónicas mezcladas con saltilleras y caleserinas. Esa decisión la mantuvo en la muleta, siempre bien colocado, todo queriéndolo hacer por bajo y templado, toreo despacioso, buen trazo, derechazos profundos, un trincherazo y uno de desdén sublimes, repletos de aroma a toreo eterno, naturales hondos, ligados por bajo, también sabiendo aguantar algunas brusquedades de un toro cuya mayor virtud era la movilidad aunque quizá le faltaba un poco de raza y buscaba la salida a tablas. Mucho mérito del madrileño al taparle la salida dejándole la muleta puesta y ligar las series con mucha suavidad. En los compases finales se echó la muleta a la espalda y en el primer muletazo se lo llevó por delante y se lo echó a los lomos, otro susto afortunadamente sin consecuencias. Luego las bernadinas muy ceñidas para calentar el ambiente y dejarlo a punto para la estocada, entera y efectiva aunque algo tendida, fueron argumento suficiente para que una mayoría de pañuelos hicieran que una oreja acabara en sus manos para pasearla en una vuelta al ruedo que disfrutó como nadie. Media Puerta Grande abierta a la espera del sexto que salió quinto al correrse turno por la cornada reseñada. Sin demasiado celo en el capote sí que cumplió en varas en un extraordinario puyazo de Agustín Collado digno de premio, y en la muleta se mostró encastado y exigente, nada fácil, pedía mando y distancia, y se lo dio Hernández. A por todas desde los primeros compases, estatuarios y un cambiado por la espalda electrizante buscando la ansiada oreja. Muy bueno el pitón derecho y muy buena la diestra del madrileño. Series de derechazos profundas y reunidas de mucha emoción, con recorrido, ligadas en el sitio, siempre buscando la colocación y hacer las cosas bien, buen concepto del toreo. Por el izquierdo protesta más, menos recorrido, repone y suelta gañafones con brusquedad, pero aguanta y compone algunos naturales de mérito. Como dije, muy buen sabor de boca el que me ha dejado. Una pena que la espada echara por tierra las ilusiones de este madrileño que pide paso y que creo se ha ganado un sitio en la próxima temporada.
Al final, después de todas las hostilidades, todo en orden, supongo que los reventadores satisfechos de su "hazaña"  diciendo que salvo ellos todos los demás no tenemos ni idea y que poco menso que ellos son el toreo, todos camino de su casa. ¿Todos? Uno no, se lama Roca Rey, es un TORERO y a estas horas está en un hospital. Pero para ellos eso no merece el mínimo respeto, es más importante su fobia.

Antonio Vallejo

sábado, 5 de octubre de 2024

Sin ritmo y sin fondo

Creo que si hay algo que, en mi opinión, define la tarde de hoy en Las Ventas es la falta de ritmo y de fondo. Un querer y no poder en el que sobre la base de una línea plana de poca emoción aparecían picos de sierra, trazos ascendentes ilusionantes que por unos u otros motivos se tornaban en pendientes de decepción. Parecía que sí, pero enseguida se volvía no, casi todo condicionado por el juego de los toros de Puerto de San Lorenzo y la Ventana del Puerto, más un sobrero de Juan Pedro Domecq, que han sido lidiados por José María Manzanares, Román y Tomás Rufo, cartel sin duda  de máximo interés con lleno en los tendidos. Toros muy serios y bien presentados en general, que si bien han sido nobles en general, ninguno ha hecho cosas "feas", no han sido de los que reponen con peligro, ni han sido broncos, digamos que se han dejado hacer, pero han carecido de fondo, poder y empuje para transmitir y generar emoción, envolviendo la tarde en un ambiente de sosería y  deslucimiento del que salíamos por momentos. Cuando parecía que algo iba a tomar vuelo ahí estaban los veinte o treinta de siempre que se encargaron de echar todo por tierra con sus protestas dirigidas contra sus objetivos en esta tarde, Manzanares y Rufo. Los reventadores en estado puro, no podía ser de otra manera, una tarde más queriendo imponer sus fobias.

Pronto empezaron su repertorio, en el primero, me imagino que molestos por las verónicas templadas y cadenciosas de Manzanares, acompasadas, acompañando con la cintura, bellísimas, para rematar con una media llena de sabor. Fue un toro noble y colaborador, pero poco más, apuntaba a manso y su poder era muy escaso. Dibujó el alicantino una primera serie en redondo reunida, de mucho empaque, la mano baja, trazo largo, profundidad y ligazón para rematar con uno de pecho soberbio, a la hombrera contraria, casi un circular. Era mucho aguantar, ya no podía seguir así, no se podía tolerar que la faena llegara a algo y comenzaron los reproches ya en la segunda serie, también ligada con mucha clase y gusto, y no pararon hasta el final, por uno y otro pitón. Se colocaba Manzanares, ejecutaba el primer muletazo, ligaba el segundo y al tercero ya estaban protestando que estaba fuera, pitos y gritos tratando de empañar la faena. Es siempre lo mismo, da igual, no lo soportan, y montaron el numerito. Al final respiraron aliviados con el fallo a espadas. Con el cuarto no tuvieron sobresaltos, tranquilidad, el toro  decía poco, noblote, pasaba sin más, deslucido por sus escasa fuerzas y, aunque Manzanares trató de robar muletazos con cierta calidad el trasteo discurrió en la línea plana que marcaba el toro. Respiraron aliviados. 

Román se encargó de romper ritmo plano en el segundo y generar esperanzas para lo que quedaba de corrida. Un toro de 637 Kg enorme, una exageración, un mastodonte, un volumen y una masa de carne  en las antípodas del toro que me enamora, ese reunido, armónico, fino de cabos y bajo de agujas, que en los primeros tercios no mostró más que querencia y mansedumbre. Nada hacía pensar que el valenciano compusiera una faena como la que nos brindó. Faena cara, toreo de muchos quilates, ideas claras y una enorme capacidad y calidad en todo cuanto hizo y, por encima de todo, mucha, pero que mucha verdad. En el centro del anillo, dándole mucha distancia, la muleta planchada, adelantada, citando en largo, para embarcar la embestida aprovechando la inercia de los kilos en tres tandas vibrantes llenas de emoción,  la mano baja, ligando con poder y mando, sin quitarle la muleta de la cara, tapándole la salida y buenos de pecho para abrocharlas y poner a la plaza en pie. Por el izquierdo empezó a rajarse, no iba igual, más los naturales tuvieron hondura y emoción en otra seire de mucha intensidad. Más en corto y en los adentros robó otra más por el derecho dejándole la muleta muy puesta, llevándolo de  nuevo muy tapadito para evitar su huida, sensacional. Era cuestión de tiempo que el toro se rajara del todo al verse podido, pero el valenciano insistió, le perseguía donde fuera y, auténticamente, le obligaba a embestir, hasta el final por bernadinas, ajustadas, obligándole a pasar. Absolutamente todo lo dio Román que de no haber marrado con los aceros tenía una oreja asegurada, de ley y de peso, más que el del toro, por su valor y capacidad. No pudo ser, pero la emoción vivida me vale  tanto o más y nos hacía pensar que la tarde podía remontar la planicie. 

Pero no fue así, el tercero fue devuelto por inválido y en su lugar saltó un sobrero de Juan Pedro Domecq que lo único que tuvo fue movilidad, adoleciendo de clase, entrega y ritmo. No se guardó nada el toledano, ambas rodillas en tierra para un arranque de faena un tanto embarullado y en el que pasó algún que otro apuro. Trató de bajar la mano y templar, pero el juanpedro iba y venía con embestida descompuesta y poca continuidad resultando complicado y de poca transmisión, devolviéndonos a la monotonía de la línea plana que continuó con el ya mencionado cuarto de Manzanares y el quinto para Román, un toro sin nada, vacío de fondo y más que justo fuerzas al que buscó las cosquillas por todas partes pero era inúitil, no había nada que sacar. Solo quedaba uno, el que cerraba plaza, para romper la línea plana que empezaba a resultar cansina e incluso aburrida, lo peor que se puede decir en una tarde de toros. En esas estábamos cuando saltó como un cohete un precioso toro negro de 574 Kg de magníficas hechuras e imponente presencia por su seriedad, dos pitones en puntas desafiantes. ¡Cómo fueron las verónicas de Rufo! No sé cuantas, diez o doce perfectamente, a compás, ganando pasos, una delicia, acunando la embestida, entre olés y la mayoría en pie. Toro con mucha clase y ritmo, movilidad y entrega, era el mejor de la corrida, de largo, y el milagro, aunque tarde y al final, parecía posible. Extraordinaria la primera serie en redondo, profunda y ligada, en el sitio, de intensa emoción. ¡Y el cambio de mano!, magistral, de locura, demasiado para algunos que inmediatamente comenzaron a incordiar. Insufrible, de verdad, todo reproches, idéntico modus operandi que con Manzanares, la consigna era reventar lo que parecí podía ser un gran faena, no le perdonan las puertas grandes de su primera temporada, aunque alguna fuera discutible y generosa, pero de ahí a odiar así a Rufo hay un trecho, y denota la falta de educación y las fobias de ese sector minoritario. Se colocaba cruzado, ejecutaba el primer muletazo y ya estaba la bronca, era imposible ligar, tenía que colocarse porque ellos lo dijeran. Menos mal que más de los 23.000 que estábamos en Las Ventas reaccionamos hartos de los veinte o treinta notas de siempre acallándoles con olés y ovaciones. Está claro que la emoción surge de la ligazón, y para ligar las series es imposible estar siempre cruzado, y no lo entienden... según quien esté toreando. Es cierto que en algunos naturales se quedó algo fuera por la trayectoria del toro, pero Rufo tuvo la capacidad de abstraerse del infernal ambiente y torear con mucha decisión, calidad y profundidad, la mano baja el trazo limpio, meritoria e importante tarde del toledano. Estoy seguro que si mata bien y a la primera se le hubiera pedido la oreja y se hubiera montado la mundial, pero de nuevo respiraron tranquilos, les bajaron las pulsaciones y se fueron tranquilos, misión cumplida.

Solo una cosa más, ¿te ha gustado, Lola?


Antonio Vallejo



viernes, 4 de octubre de 2024

Belleza vacía

Una pena que ejemplares de tanta hermosura como los que esta tarde de otoño madrileño han saltado al ruedo de Las Ventas hayan tenido tan poco fondo. Belleza vacía, que además ha generado confusión, la de aquellos que han querido ver  bravura en lo que solo era  movilidad y casta en lo que era genio y brusquedad. 
Nada se puede reprochar a esta novillada de Fuente Ymbro en lo que a presentación se refiere, muy buenas hechuras, especialmente segundo y cuarto, estampas preciosas, armonía y proporción, salvo el quinto, un tanto basto entre tanta finura de líneas, todos imponentes de presencia, de una seriedad incontestable y con trapío más propio de toros que de novillos. Y no debe extrañarnos esa sensación de estar viendo toros, tercero, cuarto y quinto venían reseñados en el programa de mano como nacidos en octubre de 2020, es decir, que si mis nefastas matemáticas no fallan, cumplen 4 años, y el primero nacido en noviembre de 2020, o sea, a un mes de cumplirlos. Que cada uno saque sus conclusiones, sobre todo después de ver su juego tan escaso y su comportamiento tan deslucido. Dirán que se han movido, y es cierto, lo han hecho, pero hay que ver cómo lo han hecho, esa es la cuestión. Sin clase ni entrega, pasaban, iban y venían, pero sin humillar, con recorrido limitado, las caras altas y las manos por delante, varios derrotando con peligro, defendiéndose por su falta de poder y fuerzas y otros, como el quinto, declarado manso. Solo se ha adivinado ese fondo de clase y bravura que Fuente Ymbro tiene en el segundo, que metía la cara con clase pero al que le faltó empuje para llegar al tendido. Belleza vacía.
Esto se han encontrado los novilleros Valentín Hoyos, Nek Romero y Alejandro Chicharro en esta tarde. Esto y lo que a mi me ha parecido una ceremonia de la confusión que ha derivado en incomprensión y ha culminado en injusticia. Personalmente nada, absolutamente nada puedo reprochar a estos tres jóvenes, ni tan siquiera el poco acierto con los aceros. Nada tenían delante y nada podían sacar, era imposible a todas luces, a pesar de lo cual han dado la cara, no han perdonado quites, unos más lucidos, otros menos, han intentado hacer bien las cosas, se han puesto, buscando la colocación, en todo momento han tratado de bajar la mano y conducir la embestida en largo, pero salvo destellos aislados - muletazos sueltos, un par de series en redondo ligadas y con cierta profundidad de Romero al segundo o las que ha recetado al manso quinto al abrigo de las tablas del 9 llevándolo muy tapado para esconder la salida-  todo resultaba baldío. Valentín Hoyos navegó entre la sosería de sus dos oponentes con dignidad. No decían nada, deslucidos a más no poder, sin celo ni empuje, nula entrega, y máxima disposición del salmantino que trató de tocar todas las teclas a ver si aquello dejaba de desafinar, pero nada más pudo hacer ante el vacío. Y si además a todo esto sumamos a un público que a medida que oscurecía y caía la noche, no sé si por cansancio o por esas cosas difíciles de explicar que  pasan en Las Ventas, pasó de la indiferencia a tomar parte decidida por los novillos, pasan cosas como las del quinto y, especialmente, el que cerraba plaza, que me resultan incomprensibles. Quiero creer que las sombras de la noche ejercieron de influjo en la ceremonia de la confusión, transformando la visión y la mente para envolver a muchos que equivocaron términos, que vieron un novillo que se movía y pensaron que era bravo, cuando lo que hacía realmente era defenderse, soltar gañafones y revolverse con un riesgo que no vieron o no quisieron ver, pensando que era casta lo que solo era aspereza y brusquedad. En medio de esa incomprensión Chicharro se plantó con un par de cojones, dijo aquí estoy yo, tragó y aguantó como un jabato, se la jugó de verdad, vio pasar los afilados pitones a milímetros de su pecho y su cara y, por si fuera poco, trató de bajarle la mano, ¿se le puede pedir más?. Pero todo resultaba imposible, el de Fuente Ymbro solo buscaba herir, ¡y algunos aún se lo reprochaban!,  incomprensible e indecente. Eso solo tiene un nombre, injusticia.

Antonio Vallejo
 

domingo, 11 de agosto de 2024

Apoteosis de Manzanares en El Puerto, sentimiento de Aguado y detalles de oro de Morante


 "Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe lo que es un día de toros", célebre frase de Joselito "El Gallo", no puede ser más cierta. Ver toros en cualquier plaza ya es por sí un placer, pero sentir y vivir el toreo en El Puerto de Santa María tiene algo muy especial, y no es ningún tópico ni una exageración. Un año más, otro verano más del sur de nuestra España, he tenido el privilegio de comprobarlo en primera persona gracias a la gentileza y generosidad de Gonzalo y María que de nuevo nos han invitado y agasajado como no sé si merecemos mi mujer y yo. Anfitriones de primera, amables y cariñosos, pendientes de todo y cuidando hasta el último detalle, con los que compartir un fin de semana como este es una delicia. Si le sumamos el marco y el entorno se convierte en un lujo, y si además de sale una corrida como la de este sábado 10 de agosto, se agotan los calificativos. Solo puedo decirles gracias, gracias, gracias y repetírlselo miles de veces, de corazón.
Una corrida de Jandilla y El Freixo bien presentada en líneas generales, buenas hechuras, si bien un tanto desigual de presencia y con un par de toros que podían pecar de cierta falta de remate por delante, pero con la seriedad y el  trapío suficiente. Igualmente desigual en cuanto a juego y comportamiento, con un fondo de clase y nobleza pero a la que le ha faltado poder y empuje para romper. Deslucido y con escasas opciones el lote de Morante de la Puebla, el mejor lote para Manzanares, muy enclasado el segundo de El Freixo, con un pitón izquierdo sensacional, y un gran toro el quinto de Jandilla, bravo y exigente, con mucha entrega en la muleta, mientras que Pablo Aguado tuvo dos ejemplares nobles pero a los que la falta de fuelle les impidió entregarse más y dar continuidad y ritmo a las faena. 
No parecía para nada que el quinto, un imponente Jandilla, preciosa lámina y tremenda seriedad rompiera como lo hizo en la muleta. Manseó en los primeros tercios, la cara alta, huidizo, buscando la salida, malos presagios para todos menos para José María Manzanares que pronto vio cómo y por dónde someterlo. Sin probaturas y con la diestra, entre las dos rayas, el compás abierto, la muleta adelantada, la mano muy baja y el trazo largo, poder y mando para componer series en redondo de una profundidad inmensa, ritmo y ligazón, una belleza insuperable, muñecas de seda que acariciaban cada embestida, para rematar con unos de pecho al pitón contrario eternos. Perfecta comunión toro-torero, el de Jandilla metía la cara con una categoría descomunal y Manzanares lo llevaba con temple magistral, arrastrando la muleta, entre los olés que retumbaban en toda la bahía, la plaza en pie y la música que sonaba celestial, ¡que maravilla de banda!, mejor que una sinfónica. Emoción máxima, el toreo en su máxima expresión, también por el pitón izquierdo, tandas al natural de mucha hondura, dando el pecho, ligadas en un palmo, una obra maestra. Una estocada al volapié que fulminó al bravo Jandilla y dos orejas pedidas por unanimidad que el presidente atendió sin esperas absurdas. Cumbre de Manzanares, de nuevo el mejor Manzanares, poder y arte de la mano, inmensa alegría para quienes, como yo, tenemos al alicantino entre nuestras debilidades y que no fue más que el remate a una gran tarde precedida de una oreja en el segundo, un toro de enorme clase pero al que su fuelle no le dio para acabar de entregarse. Empaque y torería además de una demostración de técnica y conocimiento por parte de José Mari, a favor del toro en los primeros compases, concediéndole la altura, sin obligarle en demasía, sabedor de sus condiciones, para poco a poco bajarle mano y torear con un empaque y una calidad enorme. Buenas fueron las tandas por el pitón derecho, pero por donde el de El Freixo sacó su fondo y Manzanares bordó el toreo fue con los naturales hondos y ligados con temple y trazo suave, repletos de emoción, para pasaportar al animal de un estoconazo marca de la casa y pasear una oreja de ley.
Tuvo el lote de Pablo Aguado clase y nobleza, querían pero no podían por su falta de empuje, lo que impidió que sus faenas mantuvieran el ritmo y la continuidad deseados. Todos sabemos como maneja el capote el sevillano, esa interpretación tan personal de la verónica que pudo sentir en el saludo al tercero, un par de ellas de locura, y otras dos o tres de mucha elegancia al sexto. Pero donde la expresividad fue máxima y el sentimiento desbordó todo fue en el garboso galleo por chicuelinas para llevar al caballo al sexto de El Freixo, un precioso colorado ojo de perdiz, que hizo tronar la ovación. Ambas faenas de muleta tuvieron el mismo sello, un sube y baja en el que se alternaron series con profundidad, por abajo, con ritmo y ligazón en las que los toros se entregaban y la emoción subía enteros, junto a otras en las que se quedaban cortos, no acababan de entregarse ni de pasar, con la cara alta, en las que Aguado mostró firmeza y se expuso con mucha verdad. Para nunca olvidar y volver a soñar el arranque de faena al tercero, unos ayudados por alto divinos de una belleza máxima, con el sevillano abandonado. Repito, creo que estuvo por encima de su lote, demostró mucha capacidad técnica al retrasar la muleta y así componer series templadas aprovechando la inercia del toro así como saber darles la altura que en cada momento requerían. Mató de manera extraordinaria a ambos toros, volcándose, dejando sendas enteras fulminantes que valieron una oreja en cada uno y la salida a hombros junto a Manzanares.
Muy deslucido el lote de Morante, imposible el cuarto de Jandilla, manso y sin un pase, defendiéndose, la cara alta, soltando arreones bruscos. Hizo lo único que se podía hacer y lo mejor en estos casos, abreviar y quitárselo de en medio sin andarse con tonterías ahorrándonos ese festival de pases ficticios que tantas veces aguantamos y que no valen para nada más que para aburrir al personal y consumir minutos sin sentido. Un detalle, el toro fue clamorosamente pitado en el arrastre, una parte nada despreciable de los aficionados aplaudimos al de La Puebla, sobran más explicaciones, así entendemos el toreo. Con el que abría plaza, uno de El Freixo con 570 Kg con enorme presencia y seriedad, paró los relojes, detuvo el tiempo, la eternidad delante de nuestros ojos en un quite a la verónica, acompasadas, hundiendo el mentón, acunando la embestida, muy despacio, de auténtico crujido. Solo eso ya vale una entrada. Bueno, eso y el inicio de faena, genuflexo, por bajo, en largo, muletazos de ensueño junto a las tablas hilvanados a un molinete, un redondo y un trincherazo de cartel con los que puso a la plaza en pie. Por lo demás oca fijeza y celo tuvo ese primero en la muleta, a menos, permitiendo tan solo una serie en redondo llena de naturalidad y suavidad, y algunos derechazos y naturales sueltos con ese porte que caracteriza Morante, relajado, pasándoselo por la barriga con elegancia y mucho temple que sirvieron para una calurosa ovación saludada desde el tercio. Fueron detalles, todos llenos de aromas y sabor, azahar y romero, detalles de toreo eterno y caro, muy caro, para paladares exquisitos. Es Morante, es un genio, es el pellizco, el duende.
En definitiva, una tarde de las que te llenan, de esas en las que la pasión por este Arte se desborda y el toreo se vive par disfrutar y no para reventarlo, sin crispación, sin gritos ni salidas de tono, sin fobias, con respeto y educación, premiando lo bueno y sabiendo cuando y cómo recriminar lo que no está bien. Da gusto ir a esta plaza que sabe mucho, pero que mucho, de toros. A lo mejor es por eso por lo que se comportan como lo hacen. Y no quiero terminar sin destacar a la banda, parece más una orquesta, que maravilla, cómo suena la música, aún se me ponen los pelos de punta recordando los compases de "Suspiros de España"  durante la faena de muleta de Morante, y todas y cada una de las piezas que acompañaron a las de Manzanares y Aguado. Casi por eso también merece la pena una entrada.
Quien no haya visto toros en El Puerto... que haga lo imposible por ir.

Antonio Vallejo

lunes, 17 de junio de 2024

Paco Ureña, sin palabras


La imagen refleja el valor de una tarde y me deja sin palabras. Un hombre solo, hecho un Ecce Homo, camino de la enfermería tras cortar una oreja de ley al sexto de la Corrida In Memoriam Antoñete de este domingo. El parte médico emitido tras la corrida es claro: "fractura desplazada del tercio medio de clavícula izquierda". En esas condiciones, aturdido, mareado, con un dolor insoportable, se ha enfrentado Paco Ureña a Ochavón, un muy bien hechurado colorado ojo de perdiz de Jandilla, dando una lección de entereza, capacidad de sufrimiento y superación, dignidad, honestidad,  compromiso, valor y mucha verdad, eternos valores del toreo.
Una tarde de máxima expectación con el cartel de "no hay billetes" de nuevo colgado que discurría en caída libre hacia el fracaso absoluto. Una pena, porque la corrida de Jandilla traía buenas hechuras y puntas finas, pero le ha faltado bravura, raza, clase, empuje, entrega y fuerzas. Así es difícil por mucho que se empeñaran José María Manzanares, Alejandro Talavante y Paco Ureña.  
Saltaba el primero, un manso de libro que se frenaba y huía de los capotes, que no quería ni ver al caballo, rebrincado, doliéndose, sin emplearse, parado totalmente en banderillas, la cara alta, y que en la muleta pasaba sin querer saber nada para salir suelto buscando las tablas, eso cuando no se venía por dentro llegando a voltear al alicantino afortunadamente sin consecuencias. Solo había una opción y la vio clara Manzanares, al abrigo de las tablas, poniéndole la muleta en la cara, tapándole mucho la salida y con la mano muy baja, para componer tres series cortitas,  tres por el pitón derecho y una al natural, aprovechando lo poco que tragaba el manso, tres muletazos poderosos, profundos y ligados más el remate. Una entera ligeramente desprendida para pasaportarlo sin puntilla a y recibe una merecida ovación. Lo del cuarto fue de traca, devuelto por inválido, por lo que salta el primer sobrero de El Pilar, cuarto bis, con menos fuerzas aún que el titular siendo también devuelto a los corrales para que salga el cuarto tris, otro sobrero de El Pilar de mucha alzada, muy largo y ensillado, parecía un caballo más que otra cosa, aspecto destartalado, falto de remate, en las antípodas de las hechuras del toro que me enamora. Ni clase, ni fuerzas, ni poder, ni entrega, nada ha tenido en los primeros tercios, deslucido en el capote, las manos por delante, no pelea en el peto ni hace nada en banderillas y en la muleta va a peor si cabe, no pasa, la cara por las nubes, si le obliga lo mínimo se viene abajo, un auténtico despojo ante el que solo sirve abreviar, como acertadamente hizo Manzanares para que los matarifes den buena cuenta de sus carnes.
Decidido cruzó Talavante el ruedo para recibir a porta gayola al segundo. Sale parado, mirando, parece que va pero se frena, otro amago pero no se decide, hasta que a la tercera va la vencida y pasa prácticamente por encima del extremeño que se libar por los pelos del trance en unos segundos de angustia. Ya en pie dibuja delantales a pies juntos con desmayo y clase a un toro al que le cuesta humillar y echa las manos por delante, con poca entrega y fuerzas, dejándose pegar en el caballo, dormido en el peto y sin demasiada movilidad en banderillas, pese a lo cual Javier Ambel y Manuel Izquierdo cuajan un excelente tercio con mucha verdad, llegando a la cara con exposición para dejar tres pares perfectamente reunidos. Sin probaturas, por el pitón izquierdo, arranca Talavante una faena de altibajos en la que la falta de poder y empuje del toro han marcado la pauta. Primeras series al natural tratando de llevar conducida la embestida sin poder obligar al de Jandilla, noblote y manejable pero con poca gracia. Un natural tenía hondura, luego otro no aguantaba, otro a media altura sin más, y lo mismo cuando tomó la diestra, series faltas de ritmo y continuidad, bien concebidas, pero un sube y baja, poca transmisión, sin llegar a conectar con unos tendidos que, dicho sea de paso, creo que tampoco tenían excesivas ganas de buscar esa conexión. En ningún momento llegó a romper el trasteo, por momentos parecía que el toro se venía arriba y humillaba para después quedarse corto,  llevar la cara y puntear las telas, por momentos Talavante estaba más acoplado y parecía que la cosa despegaba para después perder algo el sitio. Eso sin contar con que el de Jandilla aguantó un suspiro por lo que los últimos compases fueron una sucesión de pases sin demasiado sentido y nula emoción. El quinto no ha mejorado las condiciones de su hermano, con poca entrega y fuerzas en el capote, si bien Manuel Cid, despedido en medio de una gran ovación, ha dejado dos sensacionales puyazos agarrados arriba en los que el toro ha parecido emplearse algo más. Pero eso ha sido un simple espejismo, como el primer par de Alvaro Montes, sensacional, o la magistral brega de Javier Ambel, ya que en la muleta no ha tenido nada, mínimo recorrido, mínima entrega y nula humillación, sin completar el muletazo, la cara alta, punteando las telas, por ambos pitones igual, lo ha probado Talavante y era imposible, no pasaba, si trataba de bajarle la mano se derrumbaba estrepitosamente por su falta de fuerzas, y todavía algún listo, uno de los sabios, seguro, le ha reprochado la colocación y le ha exigido que se pusiera en el sitio. ¿Pero en qué sitio?, si es que no había sitio donde ponerse, daba igual, ese no era el problema, sino que ese toro estaba vacío de todo. En fin, lo que hay que escuchar. 
Falto de remate y lavado de cara a mi modo de ver el tercero, bastante protestado de salida, que en la línea general de la tarde ha carecido de entrega y fuerzas y que además parecía reparado de la vista por algunos movimientos peculiares que ha hecho durante toda la lidia. Ha pasado por los primeros tercios porque tenía que pasar, sin decir nada, sin clase y sin emplearse, la cara alta, algo que no ha sido obstáculo para que Agustín de Espartinas y Álvaro López "Azuquita" han completado un magnífico tercio de banderillas dejando los palos con oficio y pureza. Muy rebrincado y desclasado en la muleta, le echa las telas abajo Ureña y roba algunos muletazos ligados de mucho mérito por le pitón derecho con profundidad y emoción sometiendo la aspereza de las embestidas. Por el izquierdo no ha concedido nada, revolviéndose y soltando la cara, derrotes secos, a la defensiva, por lo que el lorquiano ha abreviado con criterio liquidando sin puntilla al animal con un espadazo monumental. 
Este camino tan desagradecido era le que conducía al fracaso que les comentaba al principio, fácil de entender visto lo visto. Pero vino Ochavón a dignificar esta corrida en recuerdo del maestro Antoñete que allí en el cielo debía estar que trinaba, un cigarrillo tras otro. Un toro precioso, bajo, cuajado, serio pero sin estridencias, con mucha movilidad, fijeza y repetición en las verónicas de saludo, metiendo bien la cara, humillando con el hocico limpiando la arena, pronto en varas, galope ágil y alegre, empujando con celo, la cara enterrada bajo el peto, metiendo los riñones, dos soberbios puyazos delanteros de Juan Melgar, fuertemente ovacionado al retirarse por el callejón, como ovacionado fue Curro Vivas por dos magníficos pares de banderillas clavados de poder a poder a este toro de gran tranco en ese tercio. Bravo y encastado en la muleta de Ureña, fijeza y repetición desde los primeros compases, ayudados por alto, un par de adornos por bajo y un natural de mucha hondura repleto de emoción que cala en los tendidos, olés roncos llenos de sentimiento. Ya en la primera tanda ha avisado que se venía por dentro, seguía humillando mucho pero se quedaba debajo, sin completar el viaje con peligro. Firme Ureña, poniéndole la muleta, mano muy baja, encajado, aguanta otra colada y a la tercera le engancha y le lanza por los aires como si fuera un muñeco de trapo para caer de muy fea manera quedando inerte, espeluznante, dejándonos la sangre helada, sin saber si hay cornada o si la atroz caída es aún más grave. Se lo llevan en volandas, dramático, pero en el callejón se paran y parece que Ureña vuelve a salir, increíble, y así es. Imagen dantesca, ensangrentado, la chaquetilla desmadejada, hecho un Ecce Homo, mareado y desequilibrado al andar, encorvado por el dolor, para plantarse en la cara del de Jandilla y ponerse a torear por le pitón derecho poniéndole la muleta y llevándolo sometido por bajo, aguantando además la tendencia a venirse por dentro y el ya menor recorrido del toro, peligroso a más no poder y con sentido desarrollado por si faltaba algo. Ha sido épico, ni idea de si han sido dos, tres o cuatro series, me da igual, no me importan las matemáticas, todo era mucho más grande, la verdadera dimensión del valor y el compromiso, cada muletazo que se completaba un alivio, cada vez que se quedaba corto un nudo en la garganta, pero la firmeza y la entereza siempre la misma. Por el izquierdo no podía, era imposible, aún no sabíamos que llevaba la clavícula fracturada, solo el hecho de intentarlo una vez dice mucho de la grandeza de Ureña. Y se ha tirado a matar como si nada, recto, dejando una casi entera arriba que pasaportado a Ochavón en segundos. Y Las Ventas un mar de pañuelos blancos para cobrar una oreja de ley en reconocimiento a un hombre íntegro cuya entrega le ha llevado a no dudar en dar incluso su vida por aquello que tanto ama y respeta. Una página en letras de oro de la historia épica del toreo.

Antonio Vallejo

sábado, 8 de junio de 2024

No ha llovido


 No ha llovido, algo que parecía difícil a tenor de lo que ha caído esta tarde en Madrid, y eso que los pronósticos coincidían en que a la hora de los toros no iba a llover, aunque fíate de las aplicaciones - "apps" que dicen los cursis - de los teléfonos, fallan más que una escopeta de feria. Sin duda alguna eso ha sido lo mejor de la tarde, que hemos salido secos, y eso que quien más quien menos llevábamos material preparado para aguantar chaparrones, gabardinas, paraguas, gorros, viseras...No han hecho falta. Tampoco han estado mal las almendritas de Antonio "El Cordobés" de las que como casi todos los días hemos tenido nuestra dosis, nunca fallan, si van a Las Ventas no duden en comprarlas, los vendedores se identifican perfectamente en todos los tendidos y están de muerte. Y si sigo con las cosas buenas, ¡cómo no!, las conversaciones que hemos tenido durante toda la tarde, tan divertidas como cada día. Compartir una tarde de toros con quienes cada día lo hago convierte todo en fácil y ameno, su amistad no tiene precio. Si continúo rebuscando para sacar algo más de positivo podría decirles que la entrada de hoy ha salido rentable ya que hemos visto saltar ocho toros por el precio de seis. Algo es algo.
El resto, lamentable. No he visto peores toros todos juntos en una misma tarde en mi vida. Piensen en todas las cualidades y virtudes que le pueden pedir a un toro y que no pienso enumerar para no aburrir. Pues ni una sola de esas cualidades, repito, ni una, han tenido los seis de Román Sorando y  los sobreros de José Vázquez y Montalvo. ¡Que horror de toros!, ¿de dónde los han sacado?. No merece la pena gastar una línea más hablando de  estos desechos.
Poco se puede decir de Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado que nada han podido hacer porque nada había para hacer. Bastante han tenido con aguantar toda la tarde con la dignidad y vergüenza torera que lo han hecho. Destellos aislados del empaque del riojano, alguna verónica de Aguado y la lidia con el capote al sexto, a la antigua, sobre los pies, y un par de remates por bajo de Ortega con gusto. El resto ha sido la nada, el vacío absoluto, la desesperación ante lo imposible. Lo mejor que podían hacer es lo que han hecho, abreviar, no andarse con intentos absurdos de pases inexistentes que no conducen a nada. Frente a eso lo peor de todo, que alguno en algún tendido aún les ha recriminado. ¿Qué demonios querían que hicieran con semejantes desperdicios?, ¿aburrirnos y cabrearnos más?. En fin, que en España y en Las Ventas siempre cabe un tonto más.
Lo dicho, no ha llovido, un alivio.

Antonio Vallejo

Un ladrón de orejas y la banda de impostores

Se veía venir, era el día, no aguantaban ya un día más tras el tremendo ridículo, el desastre total, el fiasco, el timo del torismo y sus corridas.Han sido cuatro días duros para los sabios toristas, todas sus proclamas se han ido al garete, han callado y han tragado con todo, toros de presencia discutible en unos cuantos casos y nulo juego en general pero ni un reproche, ni un grito, ni una palma de tango, nada de nada, eran sus protegidos, sus hierros favoritos, los garantes de la pureza del toreo. ¡Una mierda!, que se la han comido sin rechistar. Hoy no, hoy venía Victoriano del Río y han vuelto a traer los pañuelos verdes, han vuelto a protestar su presentación nada más saltar, otra vez el cansino y patético "toros, toros, toros", por supuesto el "miau", en fin , todo sus rancio repertorio revientafaenas que sus fobias impulsan. Son pocos, no más de una veintena o treintena, que hoy se han inventado lo del afeitado. De verdad, son patéticos, amén de pésimos aficionados, una banda de impostores. Y por si faltaba algo para coronar el absurdo y la desvergüenza se ha apuntado al circo el del palco, un tal José Luis González, González, un ladrón, solo puede llamarse así a quien roba la segunda oreja a Borja Jiménez pedida por toda la plaza tras una faena antológica y una estocada monumental al segundo. Un clamor, era para sacar los dos pañuelos a la vez, pero cuando el del palco es ladrón y cobarde pasa lo que pasa, que habrá claudicado ante el pánico a que veinte o treinta majaretas que acampan por los altos del 7 le critiquen y piense que así hace perder seriedad y exigencia a la plaza de Las Ventas. Y esto que digo no es ensoñación mía, es que hace dos años, en noviembre de 2022, la Asociación "el Toro" de Madrid, integrada por miembros que se sientan en el 7, escribió una carta al Jefe Superior del Cuerpo de Policía exigiendo que revisara los presidentes de la plaza de Madrid ya que según su criterio estaban desprestigiando la plaza y poco menos que indicaban o exigían los criterios que debían seguir. Vamos, si eso no es un chantaje en toda regla explíquenme lo que es.  La bronca ha sido de las que pocas veces he presenciado, pero el tío ni se ha inmutado, supongo que sabedor que la banda de los impostores no le iba a molestar. Salvo equivocación o error por mi parte en el palco se siguen sentando ejerciendo de presidentes miembros de la policía, inspectores o comisarios, creo. Pues si el de esta tarde, el ladrón de orejas, José Luis González González, lo es, que Dios nos asista. Si este personaje se supone que debe hacer cumplir la leyes, perseguir el delito y protegernos de los delincuentes.... ¡menuda tropa!.
No digo que sea imposible, pero desde luego es muy difícil torear mejor que como lo ha ha hecho hoy Borja Jiménez, de principio a fin, desde que se fue a porta gayola a recibir a Dulce hasta que hundió la espada hasta la yema volcándose recto. Un recital de toreo antológico, desde la larga cambiada, los delantales templados y cadenciosos, las chicuelinas a manos bajas  llenas de sabor y una revolera de remate que puso a la gente en pie. Toro bravo y enclasado, que metía la cara como su nombre, de dulce, noble, repetidor, con recorrido y un tranco extraordinario, se arranca ágil al caballo y empuja con celo, buena pelea, desde luego bastante mejor que la de muchos de las corridas toristas. En la muleta es donde todo ha reventado, la bravura de Dulce y la torería de Borja Jiménez. Los primeros compases por doblones han sido para enmarcar, la series por el pitón derecho una obra maestra de temple y profundidad, los naturales auténticas joyas de colección, todo ejecutado con un gusto exquisito, cada remate por bajo traía aromas de azahar y romero, Sevilla pura, auténticos carteles, toreo de duende, un pellizco en lo más profundo de cada ser. Relajado y entregado, erguido, natural, nada forzado, todo fluía hacia sus muñecas que manejaban la muleta con dulzura, no podía ser de otra manera con Dulce, enroscándose las embestidas, siempre la mano baja, la muleta barriendo la arena, el toro humillando y colocando la cara con una clase y condición suprema, dibujando en trazos curvos el toreo eterno, por ambos pitones, largura, recorrido, series rotundas, compactas, acople perfecto, encajado, trincherazos y pases de la firma, otros remates mirando al tendido, olés roncos, sentidos, un crujido a cada pase, y un final apoteósico, como al inicio, por bajo, genuflexo, ayudados por bajo y remates que nos transportan a la Maestranza sevillana, arte y torería, y un estoconazo en todo lo alto entrando recto y por derecho, fulminante. Un mar de pañuelos blancos que no cesaban, era para sacar los dos a la vez en le palco, pero había un ladrón de orejas que perpetró uno de los atracos mayores que se recuerdan en esta plaza. Espero que no vuelva a parecer nunca más, aunque lo dudo, ya se encargará de protegerle la banda de impostores que gritaron lo de "toros, toros, toros" a Dulce, una vez más puestos en evidencia, un ridículo más. Una oreja que paseó el sevillano en dos vueltas al ruedo apoteósicas y una vuelta al ruedo que merecía este toro bravo, con enorme clase, y que no fue por la mezquindad de José Luis González Gonzalez. Aún le quedaba,  el quinto, también se va a porta gayola, le pega una larga cambiada emocionante y luego torea a la verónica con una cadencia extraordinaria, suaves, acariciando cada embestida para rematar con una media arrebujada de quitar el sentido. Toro de impresionante presencia y seriedad, grande, con mucha movilidad y repetición, que mete la cara con gran clase  pero que va justo de fuerzas, al que Jiménez conduce al caballo galleando por chicuelinas, más aromas sevillanos, sentimientos a flor de piel, aún dolidos por el atraco sufrido. Se le mide en el caballo pero pierde las manos al salir, las protestas de la banda de los impostores suben decibelios, sacan los pañuelos verdes que estos cuatro días atrás tenían guardados, prohibidos  con los toristas, está en su salsa, pero desde el palco cambian el tercio, se cabrean aún más, no imponen su criterio. Cierto es que el toro dio motivos para echarlo atrás, pero no más que unos cuantos de los hierros toristas, y ahí no dijeron ni mú estos sabios impostores. Se disponía a colocar banderillas la cuadrilla  cuando el toro hizo un pequeño amago con una mano sin llegar a doblar y liaron la mundial y entonces sí sacó el pañuelo verde con el cabreo de Jiménez que veía la clase y las posibilidades del toro. Y además creo que no era momento para devolverlo si no lo hizo antes, bien podía haber esperado para ver si se caía otra vez, pero no, cedió a las protestas, ¿o lo que hizo fue obedecer?. El caso es que salió un sobrero de Torrealta, muy bonito de hechuras, bajo, cuajado y serio al que el sevillano también recibió a porta gayola. Estaba claro que iba a por todas para cortar la oreja que abriera la Puerta Grande. Una larga cambiada arriesgadísima para incorporarse y lancear por verónicas y chicuelinas a manos bajas, con desmayo, en los medios, de mucha plasticidad y belleza. Muy firme y sereno arranca la faena de muleta, estatuarios que hilvana a un toreo por bajo lleno de gusto, andándole despacio, llevándoselo a los medios,  las trincherillas  y el de desdén desatan la locura. De nuevo compone una faena de toreo caro, colocación perfecta, mano baja, recorrido, profundidad, ligando en una baldosa, enroscándose las embestidas, derechazos con empaque, detalles y remates por bajo que nos vuelven otra vez a su tierra, que clase y gusto en cada muletazo. Le cuesta más por el izquierdo, tiene que perderle pasos para quedar colocado y poder colocar, mucha técnica y conocimiento, para acabar sacando un par de naturales de los que detienen los relojes, muy lentos, una delicia. Toro a menos en una faena abrochados por unos ayudados por bajo, genuflexo, para morirse. Un pinchazo, y si hubieran sido tres hubiera dado igual, previo a otro estoconazo sensacional arriba no impide que los tendidos - salvo unos veinte o treinta, los de la banda, no la de música, la otra - se pueblen de pañuelos blancos pidiendo la llave de la Puerta Grande, a lo que no se pudo negar el presi porque hubiera sido para enchironarlo. Triunfo grande, triunfo de ley, rotundo como su toreo, que casi se va al garete por un robo indecente.
Muy poca suerte y escasa opciones tuvieron Emilio de Justo y Roca Rey con sus respectivos lotes. Creo que ambos anduvieron con enorme suficiencia, siempre trataron de hacerlo todo bien, buscaron la colocación, mostrarles la muleta y llevarlos siempre por bajo, pero las escasa condiciones de sus toros marcaron la pauta. Se movía el primero, buen embroque pero sin acabar de completar, con clase y nobleza, mete la cara, y quiere... pero no puede, escaso empuje y fuerzas las justas. Bonito y con mando el prólogo de muleta, por bajo, doblándose, derechazos con recorrido de mucha belleza. Pero se apaga en un suspiro, se queda debajo, obliga a perder pasos a Emilio, comienza a defenderse cabeceando, desluciendo el buen trato y el temple que el extremeño pretende aplicar para sacar algo lucido. Sin ninguna entrega el cuarto, la cara alta, pasa por los primeros tercios sin más y llega a la muleta prácticamente vacío y aguanta un par de series por el pitón derecho llevándolo con mucho temple, la mano muy baja, desmayado, pero no tiene más. Por el izquierdo no tiene nada. Por su parte Roca rey tuvo solo un toro, el tercero, ya que el sexto fue un manso de solemnidad de principio a fin. Huía de todo y de todos, no quería ni ver los capotes y menos aún al caballo y en la muleta, aunque el peruano le tapó siempre la cara, condujo los escasos muletazos que permitió con mucha técnica, pero era imposible sacar algo, acertando al abreviar. El tercero tampoco permitió mucho, sin entrega ni bravura, la cara alta y las manos por delante en los primeros tercios y con escasas condiciones en la muleta, sin rematar los viajes. Lo mejor fue el arranque de faena, de rodillas, en terrenos del 7, en terrenos de adentro, dos cambiados por la espalda de infarto, a milímetros de la chaquetilla, así como un par de series cortitas por el derecho con la multa muy puesta, la mano baja para así poder lucir el escaso fondo del de Victoriano. Nada tuvo por el izquierdo,  protestaba y soltaba la cara. Para cuando quiso volver al derecho el toro dijo basta y se paró. No hubo más. Bueno sí, hubo algo más y el protagonista, ¿se imaginan quien fue?: Exacto, José Luis González González que para coronar su despropósito no tiene idea mejor que mandar le recado del primer aviso justo cuando Roca Rey se perfilaba para entrar a matar. No había otro momento, no podía esperar unos cinco segundos a que matara, no, por supuesto era imposible, me imagino al tío cronómetro en mano, diez minutos exactos y, ¡hala!, saco el pañuelo, que no digan que incumplo el reglamento. De verdad, además de lo otro es tonto, muy tonto, rematadamente tonto, tonto hasta decir basta.


Antonio Vallejo
 

viernes, 7 de junio de 2024

Ferrera, Escribano y Garrido

Podría comenzar diciendo que la tarde llevaba camino del naufragio y que vinieron a rescatarla los tres matadores acartelados, pero mentiría ya que no han salvado nada, la corrida de Adolfo Martín ha ido ella solita y por méritos propios al naufragio, al desastre absoluto, porque al igual que toda esta serie infumable de tardes toristas que se nos han hecho mucha bola, hasta atragantarnos y hacernos vomitar de asco viendo el comportamiento de los exigentes sabios, no ha tenido ni bravura, ni casta, ni raza, ni entrega, ni poder, ni empuje. Lo de los tres primeros todos ha sido de vergüenza, parados, sin una gota de fuerza, blandeando y perdiendo las manos una y otra vez, cero entrega, deslucidos, una auténtica porquería y ¡ni un reproche de los "sabios exigentes"!. Sí, esos que se adueñan la capacidad de ser los garantes de la pureza del toreo, esos que tantas tardes y según con que ganaderías gritan lo de "toros, toros, toros", esos que vocean "miaus" y el clásico en su repertorio "¡qué emoción!" con toros de mucho más trapío y condiciones que alguno de los que han saltado en estos días, esos que si lo que hemos visto hoy en los tres primeros le ocurre a Morante con uno de Jandilla, o Garcigrande, o Alcurrucén, o Cuvillo, o tantas otras, hubieran montado tal bronca que la tercera guerra mundial sería un juego infantil a su lado, esos auténticos impostores han callado como eso en estos días demostrando que lo único que les mueve son sus fobias, una falsa afición y no sé qué tipo de intereses ocultos que persiguen. Por eso digo que Antonio Ferrera, Manuel Escribano y José Garrido no han rescatado a nada ni a nadie del naufragio, porque si algo bueno ha aflorado en la segunda parte de la corrida no ha sido por las condiciones de los toros, tan faltos de entrega y poder como los demás, sino porque han dado un paso adelante, un paso firme, con mucha decisión, tirando la moneda al aire y saliendo en medio del diluvio con una dignidad y una vergüenza torera de muchos quilates. Ellos solos lo han  hecho todo, les han puesto la muleta y han tirado de unos animales que llevaban muy poco dentro para así componer series de auténtica magia, otras de mucho valor, otras de profundidad y todas de mucha, muchísima, verdad. La bravura, la raza, la casta y la entrega la han puesto estos tres hombres. El ridículo y el absurdo, una vea más, ha venido de los que parece que se contentan con cuernos exagerados como los de hoy aunque detrás no haya más, o en tercios de varas jaleados al estilo del circo romano aunque la pelea no se precisamente para ponerse como se ponen por una simple arrancada al galope. 
Solo así entiendo lo que se ha inventado ese loco magnífico que es Antonio Ferrera en el cuarto, un toro que no se ha empleado nada en los primeros tercios, sin poder ni fuerzas, además en medio de una tormenta de viento y agua que ha dejado los tendidos prácticamente vacíos y que complicaba aún más las cosas al azotar la muleta y dejar descubierto al balear. Poco le ha importado, de su mente y su alma han ido brotando unas series perfectamente medidas, cortas, lo que aguantaba el toro. Primero toreando a su favor, concediéndole todo, altura y distancia, un temple exquisito para ir embarcando al animal en los vuelos. Luego la magia, toreo al natural surgido de la imaginación de este genio, al natural, relajado, entrega absoluta, estado de cuasi trance, abandonado, roto, toreando para él, la mano baja, muy despacio, a cámara lenta, toreando a la mexicana, enroscadas las embestidas que provocaba el balear, haciendo que el escaso recorrido del de Adolfo pareciera largo, lección de mando y torería. Solo la espada empañó la magia, pero el embrujo brilla en la memoria, eso vale más que orejas.
De igual manera solo puedo explicar que Manuel Escribano se haya ido por dos veces a porta gayola a recibir a sus toros, aguantando una salida indecisa, parados, mirando y midiendo, para arriesgar mucho en dos largas que solo puede ejecutar alguien que desprende valor y entrega por todos sus poros. Igual que solo la decisión y el compromiso del sevillano explican los dos extraordinarios tercios de banderillas que ha cuajado, de poder a poder, cuadrando en la cara, haciéndolo todo ante dos Adolfos que esperaban y no se entregaban ni lo mínimo, máxima exposición, dejando pares de enorme riesgo como el segundo y tercero al quinto de la tarde, por dentro, junto a las tablas, ¡con la que estaba cayendo!, la dificultad añadida del estado del ruedo por el tremendo aguacero, el último un quiebro al violín que parecía imposible, valor infinito y verdad absoluta, sin guardarse nada. Muestra de esa entrega sin límite es el arranque de faena, en los medios, un cambiado por la espalda electrizante, una sacudida de angustia al ver pasar los pitones rozando la chaquetilla para ponerse a torear con raza, tirando de la embestida, buen embroque pero ahí se quedaba, había que obligarle a seguir porque le costaba un mundo, muy poco poder tenía. Tres series ligadas por el pitón derecho con la muleta puesta, llevándole cosido a las telas, temple y mando, bajando la mano, ligazón y clase, con emoción, haciendo que incluso pareciera bueno. Pero como se veía venir, al toro le faltaba de todo, raza y fuerzas, en un natural se quedó debajo y se llevó por los aires a Escribano, afortunadamente acunado por la pala y no herido por el pitón, sin que por eso se amilanara ni siguiera tirando del toro en cada embestida para robar con un esfuerzo y una entereza ejemplar muletazos de uno en uno, derechazos y naturales de gran mérito. Se tiró a matar sin esconder nada, todo verdad, para fulminar al Adolfo con una entera levemente desprendida. Imposible valorar si la petición era mayoritaria o no, a esas alturas los tendidos estaban casi despoblados y solo en gradas y andanadas afloraban los pañuelos. Si atendemos al ruido la petición era mayoritaria, pero lo que cuenta son los pañuelos. Merecidísima vuelta al ruedo para Escribano y bronca al palco. 
Y con José Garrido me pasa lo mismo, que solo su compromiso absoluto me permite explicar lo que sacó al que cerraba plaza, que es cierto que tuvo algo más de recorrido que sus hermanos pero que iba igual de vacío de poder, empuje y entrega que ellos, además de mostrar querencia desde salida, abanto, sin querer saber nada de los capotes, por lo que gana mucho peso lo que ha sido capaz de sacar de este toro. Muy bueno, enclasado, templado y con ritmo el saludo capotero con una ramillete de verónicas ganando pasos, acompasadas, para rematar con una garbosa media en medio del último chaparrón de la tarde y a un toro que parecía imposible, eso es querer y poder. No tenía mala embestida en la muleta, pero no le acompañaba el final, siempre tendiendo a llevar la cara alta y derrotar con cierta brusquedad. Sin porfiar Garrido, lo apostó todo a adelantar la muleta y tirar del toro para hacerle pasar, perfecta colocación, perdiendo pasos cuando había que hacerlo, ganándolos para atacarle y sacar lo mejor que tenía el Adolfo por el pitón derecho. Cabeza y corazón, inteligencia y arrojo, con todo eso jugó el extremeño, firme, con mando, de nuevo haciéndolo prácticamente todo. Series perfectamente medidas y cuidadas por el pitón derecho, ligadas con profundidad, qué capacidad para sacar algo de la casi nada y que sinceridad en los últimos naturales a pies juntos, robados de uno en uno, dándole el pecho, muy por bajo, hondura y emoción en la muleta de Garrido. Se tiró con todo a matar y la entera se fue baja, liquidando al último en segundos. 
Una ovación en reconocimiento a la generosa entrega del extremeño y sus dos compañeros de terna puso punto final a esta deslucida tarde que comenzó con bochorno, primero ambiental, 36º marcaba el mercurio, luego por la bochornosa, valga la redundancia, actitud de los "sabios", y que acabó en tormenta desde el cielo y un diluvio desde el toreo desatado por la decisión, la entrega y la verdad de tres hombres que merecen todos los honores: Ferrera, Escribano y Garrido.

Antonio Vallejo
 

jueves, 6 de junio de 2024

Corrida de la Prensa, otra desilusión

Enfilamos la recta final de este San Isidro 2024 con la Corrida de la Prensa, el viernes la de la Cultura, el sábado la de Homenaje 200 Aniversario Policía Nacional, el domingo la de Beneficencia y el día 16 la Corrida in Memoriam de Antoñete, estas dos últimas "fuera" del abono. No sé si queda algo más por celebrar con otra extraordinaria, si se les ocurre propónganlo a la empresa, a lo mejor hay hueco. Y espero que salgan mejores que la que de Victorino Martín en esta calurosa tarde con otro lleno de "no hay billetes". Llevamos tres seguidas con hierros de los llamados toristas, Pedraza de Yeltes, Escolar y Victorino, mañana toca la de Adolfo Martín... ufff, como siga por la senda de estos días no va a ser fácil de digerir.
No ha estado mal presentada, muy seria y ofensiva, cinco veletos, desafiantes, todos muy astifinos, auténticos puñales, con disparidad de hechuras y pesos pero todos puros albaserradas, salvo el cuarto, para mi gusto demasiado alto y voluminoso, largo, enorme, demasiado en mi opinión para lo que es este encaste, pero en cualquier caso un toro imponente. Y de nuevo desilusión por el juego. Creo que solo el segundo y algo el tercero han dado opciones, los demás muy poco o nada. Una corrida correosa, ingrata, que tuvo muy poca entrega y escasa humillación, alejada de la bravura y nada encastada, con una pelea muy discreta en el caballo, quizás el sexto fue el que más se empleó en la suerte de varas metiendo la cara abajo y empujando con más celo, pero en general llevaron la cara alta en el peto - y en todos los tercios - y se dejaron pegar más que otra cosa, porque lo poco que se emplearon lo hicieron muchas veces con un solo pitón y de manera intermitente, sin demasiado celo. Tampoco mostraron raza y anduvieron justitos de empuje y fuerza, además de escaso recorrido, quedándose bajo las telas, revolviéndose y reponiendo, algo habitual en este encaste, pero otras veces lo hacían por encastados, peleando, exigiendo mucho, hoy me ha parecido más por sus escasa condiciones, reservones, esperando, parados, midiendo y mirando, mucho, sobre todo en banderillas, mucho riesgo resuelto con oficio por los peones de las dos cuadrillas,
Si metemos todo lo dicho en una coctelera es difícil que el resultado sea otro distinto la que ha sido, desilusión. Mucho más se espera siempre de Victorino, hoy no ha sido el día. Además hay que sumar unas fuerzas en el límite, unos cuantos han perdido las manos en repetidas ocasiones pero entiendo que siempre ha pilado al personal atendiendo otras cosas, porque no se ha oído ningún silbido de reproche, ni gritos reclamando toros, ni miaus, ni nada, los fenómenos paranormales de las tardes toristas.
Repitiendo lo dicho en las dos últimas tardes creo que tanto Paco Ureña como Borja Jiménez han estado por encima de la corrida, firmes y valientes, intentando siempre ponerles la muleta y llevarlos tapados y sometidos, pero la falta de humillación, el escaso recorrido, la falta de empuje y la sosería de varios ejemplares ha deslucido el conjunto. Es cierto que han sacado ese carácter que llevan en la sangre y que obligan a tener siempre los cinco sentidos alertas. Las miradas, los parones, las embestidas por dentro, el quedarse a medio muletazo y reponer soltando derrotes, buscando puntear las telas son sus señas de identidad y hoy han aparecido, pero no por bravos y encastados. 
La entrega de ambos matadores creo que queda fuera de toda duda, no se han guardado nada, siempre buscando la colocación al pitón contrario, poniéndose y exponiéndose, adelantando la muleta para llevar muy tapado el viaje del toro y la mano baja, y han llegado a sacar series y muletazos de mucho mérito y muy bella factura con sus respectivos lotes. Así Ureña ha tenido en el tercero y quinto pasajes de toreo ligado y profundo por el pitón derecho , series reunidas y compactas de mucho mérito, naturales sueltos con empaque ya que ambos toros no permitieron nada de nada por el pitón izquierdo. Pero nunca les perdió la cara ni renunció a nada. Una vuelta al ruedo como premio a su labor en el tercero es el único balance destacable de toda la tarde, lo demás todo ha acabado en silencio... para los toreros, otra cosa han sido las ovaciones en el arrastre a algunos toros. Misterios indescifrables de estas tardes en las que parece que los toreros son los malos de la película y viene dispuestos a fastidiar el espectáculo. Ni el mismísimo Urtasun lo podría interpretar mejor. 
Sí que estuvo justificada la gran ovación al segundo, el único bravo, encastado y exigente, que ha humillado de principio a fin, que le ha permitido a Borja Jiménez recitar lances de saludo a la verónica con temple y compás, meciendo la embestida, manos bajas, muy despacio, jugando la cintura, ganando pasos para llevarlo a los medios y rematar con una media  cargada de gusto. Prologó el trasteo por bajo, doblones poderosos, mucho mando para someter al Victorino, transmisión y emoción en este vibrante arranque. Series por el pitón derecho templadas y profundas, dibujando líneas curvas, enroscado a la cadera, con largura, ligazón, ritmo e intensidad. Avanzada la faena el albaserrada se vio podido y comenzó a ir por dentro, con peligro, pero Borja no se arrugó, siempre por bajo, aguantando viajes que buscaban rebañar, muy firme y asentado. Por el izquierdo se dejaba poco, punteando las telas, menos entrega, cara alta, bajando el nivel de la faena, pero siguió fiel a su verdad, colocarse y llevar la mano baja para robar algunos naturales de mucho mérito y calidad. Lástima que se atascara con los aceros porque parecía encaminado al menos a una oreja. Mató mal y anduvo muy desacertado con el descabello, pero leso creo que no debe quitar que lo que hizo con el capote y la muleta, todo con verdad, sincero y comprometido, debía haber merecido al menos una ovación recogida desde el callejón. Pero ni eso, silencio. Me parece francamente injusto en comparación a la ovación merecida para el toro. El resto de su lote no tuvo nada, deslucidos, incluso sosos, sin fondo y con muy poco fuelle, defendiéndose de mala manera con la cara alta, sin pasar, soltando derrotes. Muy digno y firme el sevillano que siempre buscó hacer las cosas por los cánones de la ortodoxia, cuando lo único que merecían era una lidia por bajo, sobre los pies, macheteo y a matar, sin más contemplaciones. Pero su verdad le llevó a asumir riesgos innecesarios y encima tuvo que aguantar que un imbécil, perdonen, pero es la forma más educada de calificar a ese canalla, le gritara "¡Borja, así no se viene a Madrid!" mientras se jugaba el físico con el sexto. Realmente miserable quien fuera.
Y para terminar con la desilusión de hoy al menos reflejar algo muy positivo, de enorme importancia, y que espero se repita con más frecuencia, la presencia del Rey Felipe VI en el Palco Real  dando apoyo y realce a la Fiesta Nacional, acompañado por Isabel Díaz Ayuso y el ministro de agri...cultura. El de cultura no tiene ni un átomo de lo que un hombre debe tener para dar la cara, cobarde.
A la presidenta del gobierno madrileño estamos acostumbrados a verla con frecuencia por el callejón, siempre dando la cara por el toreo, nos gustaría ver al rey en el palco o en cualquier lugar de la plaza, pero que venga más, que se implique y comprometa como hoy lo han hecho Ureña y Jiménez. Atacar la fiesta es atacar a España, su Reino, no lo olvide.

Antonio Vallejo

miércoles, 5 de junio de 2024

De Wembley a Las Ventas

El viernes pasado abandonaba Las Ventas con la alegría y la emoción de la extraordinaria corrida de Santiago Domecq y la sensacional actuación de los tres espadas, Uceda Leal, Talavante y Borja Jiménez para soñar el toreo. Sueños e ilusiones hilvanados sin casi solución de continuidad a un vuelo destino Londres tan cargado de sueños e ilusiones esta vez de fútbol, tan intensos como los que cada tarde llevo a Las Ventas y también con ciertos nervios que nos acompañaron durante una inolvidable jornada disfrutando de esa ciudad maravillosa y que, no podía ser de otra manera, desembocó en un ciclón de emoción y alegría cuando el Real Madrid, mi Real Madrid, nuestro Real Madrid, el equipo más grande de la historia, elevó al cielo londinense la 15ª Copa de Europa. ¡Ya era nuestra!, una página más escrita con letras de oro en el deporte mundial gracias a un equipo de leyenda y un entrenador aún más de leyenda que se merecía haber salido a hombros por la puerta más grande que tuviera el estadio. No había fatiga, no había cansancio, la salida triunfal de todos los madridistas lo aguantaba todo, felicidad inmensa, ¡Hala Madrid y nada más!, para tomar de nuevo un vuelo que nos devolviera a Madrid para contar a todos lo que allí sentimos. Y de Wembley a Las Ventas tras unas horas de descanso rememorando el gol de Carva y de Vini una y otra vez, como rememoramos las verónicas y los naturales tras una tarde de triunfo rotundo. El Madrid y los toros, todo en 48 horas, ¿se puede pedir más?.
Nos esperaba una corrida de Pedraza de Yeltes, uno de los hierros predilectos de ese sector de la afición que se autodenomina torista remendada con uno de Torrestrella  que, como tantas veces suele ocurrir, volvió a defraudar en las expectativas. Ni por presentación, desigual por hechuras y presencia, no fue ni mucho menos para enamorar, ni por su juego, baja de raza, sin entrega, sin poder, con las fuerzas un tanto justas y que, para más inri, defraudó en el tercio de varas, sin emplearse en el peto, precisamente donde más se esperaba a este hierro. Quienes no defraudaron fuero los tres acartelados para esa tarde de domingo isidril que registró una entrada bastante más discreta en relación a los llenos a los que prácticamente a diario hemos asistido. Quizás pesaran los días que van pasando y hacen mella, o quizás que para el gran público los nombres de Juan Leal, Franciso José Espada e Isaac Fonseca no les dijeran mucho. El caso es que se notó el bajón, mucho cemento al aire, siendo generosos unos dos tercios de plaza, una pena. Como decía, no defraudaron, estuvieron muy por encima de la decepcionante corrida torista, todo lo pusieron y, si exceptuamos al tercero de Pedraza, toro con clase y fondo, todo lo demás de calidad en la tarde fue mérito de los tres matadores, firmes, dispuestos, comprometidos y con un grado de responsabilidad y exposición que llevó al madrileño Espada y al mexicano Fonseca a la enfermería. Hay que dar muchas gracias a Dios que no ocurriera una tragedia. Fue en el sexto, el de Torrestrella, tremendamente ofensivo, un bicho de cuidado con nula clase y menos entrega aún, la cara alta, soltando derrotes, poco recorrido. Todo esto le daba igual al mexicano, venía de cortar una oreja de peso al tercero con una faena plena en la que la disposición y la clase fuero de la mano desde los primeros compases, un vibrante inicio de rodillas, llevándolo muy largo y por bajo, todo raza Fonseca, para componer un par de series por el pitón derecho encajado, la mano baja, mucho temple, ligazón y profundidad, medidas, cortas, administrando las pausas y acabar rompiendo y poniendo a la plaza en pie con los naturales a pies juntos, toreo de muchos quilates, empaque, emoción, perfectamente colocado, siempre la muleta adelantada, enganchando la embestida y llevándolo metido en los vuelos para ligar con ritmo y compás. La plaza en pie y un estoconazo que pasaportó al buen toro de Pedraza, el de más entrega, para pasear el trofeo. Media Puerta Grande abierta, por eso le importaban poco las malas y peligrosas condiciones del Torrestrella. Un auténtico macho el mexicano, sin renunciar a la colocación y el toreo adelantando la muleta para intentar templar y llevarlo por bajo, sin esconder nada ni guardarse lo mínimo, lo entregó todo, casi la vida. Tragó lo indecible de la violencia del toro, derrotes secos, reponiendo, cada muletazo era un ¡ay!, mucho riesgo, no le importaba, o la Puerta Grande o la de la enfermería. Por el derecho le costaba pasar, se quedaba y soltaba la cara bruscamente, pero le plantó batalla y robó derechazos de mucho mérito. El cenit llegó de nuevo con los naturales, reunidos, firme, las zapatillas clavadas, girando sobre su eje, olés y máxima emoción, pero en la serie más rotunda, en el remate de pecho, el pitón se coló bajo la chaquetilla, el enganchón se hizo eterno, cuando se libró fue la cuadrilla a auxiliarle y rápidamente se lo llevaron a la enfermería, el cuerno había penetrado por el costado y nos dejó helados. Luego supimos que entre otro daños tenía una contusión pulmonar y fue trasladado a la UCI de un hospital. Gracias a Dios se encuentra a salvo y controlado, esperemos verle pronto recuperado y toreando en Madrid, se lo merece. Francisco José Espada también tuvo que abandonar la plaza por la enfermería y camino del hospital con cornada en el muslo y traumatismo craneoencefálico tras ser volteado y corneado por el quinto, otro marrajo de mucha aspereza que venía por dentro y sin entrega alguna, al que Espada trató de llevar siempre toreado, asumiendo un riesgo enorme y, claro, en uno de sus violentos arreones le arrolló dejándole sin sentido sobre la arena. Ni una opción había tenido con el sobrero de Chamaco que saltó tras ser devuelto por inválido al segundo titular, que tenía fondo de clase pero no se aguantaba en pie. Poco tuvo el deslucido  sobrero, lo intentó el madrileño, todo trató de hacerlo bien pero era imposible, colocación y temple, lo llevó bien conducido, cuidando la altura, pulcro, pero faltaba emoción por la mediocridad del de Chamaco, pero la imagen de Espada fue realmente buena, por supuesto muy por encima de su lote, aunque se pasara un tanto de faena. La papeleta que tuvo que resolver el parisino  Juan Leal  fue de aúpa. No solo tuvo que pasaportar sus dos toros, que no decían nada, con aceptable embroque pero mal final, sin completar el muletazo, sin acabar de entregarse, pasaban sin más, sin transmitir nada, sino que tuvo que matar al quinto y sexto por los percances de sus compañeros.  Aseado y muy por encima Leal, hizo lo que pudo con el material que tuvo y les sacó lo pco que había, como unos doblones con gusto y torería al quinto y una par de tandas en redondo con mucha clase, temple y mano baja a ese mismo quinto entre pitos de censura por parte del público que consideraba que al toro que hirió a su compañero debía haberlo matado directamente. 
Ayer día de descanso y hoy otra llegaba otra corrida como la del domingo, torista, la de José Escolar. Y que quieran que les diga, que ha mejorado muy poco lo anteriormente contado. Por lo menos la presentación de hoy ha sido buena, dispar de hechuras pero todos perfectamente reconocibles en su encaste, muy serios, descarados de pitones, tendiendo a veletos, con mucha seriedad. Otra cosa ha sido el juego, para mi claramente diferenciado entre la primera y la segunda parte de la corrida. Todos han tenido las complicaciones propias de su encaste Albaserrada y la sangre Saltillo que llevan, no permiten el mínimo descuido, se quedan debajo, repone, y tienen sentido, miden y buscan, con un peligro sordo que siempre está ahí, pero los tres primeros han sido manejables, han humillado algo más en el embroque pero a la salida del muletazo tendían a llevar la cara alta, dejando al menos torear con ligazón y mano baja mientras les han durado las fuerzas. Los tres últimos ni eso, reponiendo y revolviéndose con más riesgo del que muchos en la plaza no han visto o no han querido ver. Miren, cuando en Las Ventas viene estos hierros llamados duros o toristas ocurren fenómenos paranormales. Por ejemplo, si estos animales, como ha ocurrido en la tarde de hoy, blandean y pierden las manos en los primeros tercios o al salir del caballo no pasa nada, no se pita, ni se monta la bronca, ni se grita lo de "toros, toros, toros", se tolera todo y se tragan todo, igualito que con otras ganaderías. Un misterio. Igual que el numerito de los tercios de varas que hemos visto hoy, una decepción, sin emplearse en el peto, dejándose pegar, alguno con pelea más de manso que otra cosa, varios no querían arrancarse ni de coña, pero daba igual, se pitaba a los picadores y a los toreros que no les querían dejar largos. ¡Pero sino querían entrar!. Lo del segundo ha sido ya de risa, el toro ha gran distancia del caballo, atento a todo menos al caballo, ni amago de arrancarse, y cuando por fin lo ha hecho porque Alberto Sandoval ha montado de manera excepcional y ha logrado reclamar su atención dejando un puyazo agarrado delantero y arriba en el que el de Escolar se ha arrancado, ha llegado al peto y ha empujado lo justo, se ha montado la mundial en el sector torista, todos en pie, enloquecidos, aplaudiendo como si no hubiera mañana, entiendo que a Sandoval que lo ha hecho todo, o eso espero. Y otro fenómeno paranormal es el que lleva a los toristas a ponerse de parte del toro y minusvalorar, ningunear y despreciar al torero. Hoy ha sido alucinante, o estaban todos comiendo pipas sin parar o tomando copas como si no hubiera mañana porque no comprendo la indiferencia ante lo que estaban haciendo Fernando Robleño, Damián Castaño y Gómez del Pilar, tremendamente superiores a sus lotes, dando una imagen de seriedad, solvencia y firmeza que ha pasado casi desapercibida. No entiendo nada, ha habido que esperar hasta el quinto cuando han despertado y por fin se han dado cuenta de la verdad con la que los tres matadores estaban haciendo todo, exponiendo una enormidad y aguantando con una entereza y una dignidad fuera de toda duda las miradas y derrotes de los de Escolar que tenían mucho peligro escondido sin llegar a ser las alimañas de otras tardes. ¡Lo que le ha costado a muchos verlo!. Ni bravura ni raza han tenido los de Escolar, además de ir muy justos de fuerza. Como decía, solo los tres primeros han permitido a Robleño, Castaño y del Pilar torear con temple, largura y profundidad, pero han durado lo que un azucarillo, un par de series, no más, y ahí se han apagado. Y tampoco ha tenido entrega la corrida, algo han humillado los citados tres primeros, pero en dos tandas, luego lo mismo que todos, la cara alta, poco recorrido, a la defensiva. Muy firmes los tres matadores, ellos sí han tenido raza y entrega, siempre han buscado la colocación, han perdido los pasos necesarios para poder robar los muletazos de uno en uno, algunos con una hondura enorme, derechazos y naturales de mucho mérito y calidad, jugándosela con verdad absoluta, muy por encima de los de Escolar. Y lo malo es que mañana y pasado tenemos más torismo, Victorino Martín y Adolfo Martín, más de lo mismo. A ver lo que pasa...
Mientras tanto, como decía aquel anuncio de televisión en los años noventa, "y el Madrid qué, ¿otra vez campeón de Europa?. Pues sí, la 15ª, de Wembley a Las Ventas.
¡Hala Madrid!

Antonio Vallejo