Eran alrededor de las ocho y
veinte de la tarde. La Maestranza sevillana era un clamor de pañuelos blancos
pidiendo lo que hacía muchos años que no ocurría. Concretamente cinco, desde aquel 2011 que José María Manzanares indultó a "Arrojado", de Nuñez del Cuvillo. Y se cumplió el
sueño de un torero, Manuel Escribano, el de un ganadero, Victorino Martín, el
de los miles de aficionados que casi llenaban los tendidos de la plaza, el de
los cientos de miles que a través de la magnífica retransmisión de Canal Plus
Toros, y en todo el mundo, veíamos la corrida por televisión o a través de Internet
en multitud de dispositivos móviles, como se lleva en estos tiempos; Apareció
el pañuelo naranja en el palco presidencial: INDULTO para “Cobradiezmos”, un
precioso cárdeno de 562 Kg de la ganadería de Victorino Martín. Un nombre que
ya ha pasado a la historia de la tauromaquia con letras de oro, una fecha y una
plaza, 13 de abril de 2016 en la Real Maestranza de Caballería, que ya ocupa un
lugar de privilegio en esa historia. Este toro bravo, noble, con casta, con
raza, con fuerza, con una clase infinita, volverá al campo como semental, vivo
en premio a su lucha y sus condiciones. Esta es la grandeza de nuestra Fiesta,
totalmente alejada de la crueldad que la ignorancia antitaurina nos achaca.
Esta es la verdad de nuestra Fiesta, el amor a este bello animal que es el toro
bravo, que crece en el campo con los mejores cuidados que ningún otro animal
pueda tener, que vive para pelear, lo que lleva en sus genes, que se enfrenta
de igual a igual a un hombre y que cada día, en cada plaza, en cada corrida de
toros, tiene la oportunidad de regresar a ese campo para vivir aún mejor
cuidado y ser padre de nuevas camadas que seguirán haciendo grande nuestra
Fiesta. Señores antitaurinos, señores integristas de la prohibición por puro
odio, ¡esta es nuestra Fiesta!, entérense. Sinceramente, la emoción de lo que
he visto esta tarde es indescriptible. Lo reconozco y lo cuento como lo he sentido y vivido; no he
podido contener esa emoción, con los pelos de punta en el salón de mi casa, y
no he sido capaz de contener las lágrimas, he llorado, lágrimas de inmensa felicidad. Lágrimas
que realmente son de agradecimiento. De agradecimiento a Dios por haberme hecho
nacer en España y sentirme español, por haberme dado a un abuelo, mi abuelo
paterno Antonio, grandísimo aficionado, que siendo yo un niño de tan solo
cuatro años me llevó a ver mis primeras corridas de toros, becerradas,
novilladas, lo que fuera, por las plazas de la Costa del Sol, en la que pasaba
amplias temporadas de primavera y verano, que me inculcó el amor al toro y me
hizo aficionado a esta Fiesta que es única. Días como hoy son los que tantas y tantas veces he repetido que necesitamos, días de gloria, días de triunfo, días para enseñar al mundo la verdad del toreo.
El ganadero de Galapagar ha
traído a Sevilla una corrida en tipo de lo que es el encaste Albaserrada, bien
presentada en general aunque un tanto desigual, de juego variado, para la terna formada por Manuel
Escribano, Morenito de Aranda y Paco Ureña. Casi lleno en La Maestranza, tarde
soleada de primavera, preciosa para disfrutar de los toros, aunque ventosa,
como está siendo nota habitual en toda la feria.
Poca suerte para Morenito de
Aranda en su lote. Toro con mucho que hacer el segundo, primero de su lote,
interesante, al que había que darle su sitio y al que había que encontrar la
distancia. Le costó al burgalés acoplarse, la faena fue de menos a más,
consiguiendo en las últimas series buenos muletazos por ambos pitones. Toro con
las dificultades propias de este encaste y esta ganadería pero que exhibía
cierta dosis de nobleza, al que había que llevar muy toreado, con la muleta en
la cara y la mano baja. Ya digo, solo al final del trasteo ha logrado sacar lo
mejor del Victorino. El sexto, su segundo, un toro duro, complicado, al que se
ha ido a recibir a porta gayola y al que ha lanceado a la verónica con mucho
gusto, sobreponiéndose a la voltereta que le ha propinado el Victorino.
Comportamiento típico de este encaste ante el que el burgalés no se arrugó, dio
la cara y trató de llevar bien conducida la embestida del animal, pero la faena no tomó vuelo en ningún
momento. Silencio en ambos fue el veredicto de la afición sevillana para la
presentación del de Aranda de Duero en Sevilla.
Paco Ureña es un toreo
cuajado en multitud de batallas. Su historial de corridas “duras“ a lo largo de
su carrera es amplísimo. Pero es un torero que, aunque fajado en estas lides,
sabe torear y muy bien, y cuando le sale un toro que embiste ha demostrado con
creces su arte. Me remito al pasado San Isidro, sin ir más lejos y su Puerta
Grande. El quinto de la tarde fue un toro de poco recorrido, sin fuerzas, que
no se entregaba, que no obedecía al toque, ante el que era imposible dar ni
medio pase. Digno anduvo Ureña, poniéndose, incluso se llevó un susto cuando
toreaba por el pitón derecho. Mató de estocada al segundo viaje y dos golpes de
verduguillo. Pero venía el murciano de cortar las dos orejas a “Galapagueño”,
el segundo de la corrida, un sensacional toro que tomó de maravilla el capote
del murciano, metiendo la cara, con fijeza en los engaños. Tomó dos muy buenas
varas arrancándose largo, pelea de bravo en el caballo. Alegre en banderillas,
muy buen tercio. Y en la muleta de Ureña su comportamiento fue sobresaliente.
Humillaba, metía la cara, obedecía al toque, con nobleza y mucha calidad.
Extraordinario el manejo de las telas por el matador. Lo toreó despacio,
dándole distancia, largo y templado, muletazos con hondura por ambos pitones.
Muy seguro Ureña, con tremenda despaciosidad, disfrutando del magnífico
Victorino que estaba toreando. Más no se puede decir. Para remate, culminó con
un estoconazo que hace rodar sin puntilla al toro. Dos orejas de mucho peso
para Ureña, que sale catapultado de Sevilla para lo que viene por delante. Le
esperamos con ilusión en Madrid.
Para el final tengo que
dejar al cuarto de la tarde, el ya histórico “Cobradiezmos”. Precioso de
hechuras, muy serio, entipado, cárdeno de capa, un auténtico Albaserrada. Desde
salida ha mostrado una cualidades excelentes, fuera de serie. ¡Qué manera de
meter la cara en el capote!. Pronto, con fijeza, siguiendo el capote de Escribano, que lo torea a la verónica a
las mil maravillas. ¡Y cómo ha ido al
caballo!. En largo, galopando, empujando con celo, metiendo los riñones, sin
dolerse, pelea de bravo bravísimo. Y no
baja en el tercio de banderillas. Alegre y ágil, permitiendo al propio matador
(es costumbre habitual del sevillano banderillear a sus toros) colocar tres
magníficos pares. Visto lo visto, brinda al público. La faena de muleta es una
apoteosis del toreo, el éxtasis. El de Victorino humilla como nunca he visto,
arrastrando la cara, con el hocico lleno de arena, haciendo lo que llamamos “el
avión”, respondiendo al toque sin dudar. Además va largo, no se escapa de
salida, vuelve a la pelea, con una clase excepcional, con una nobleza de
órdago. Y da lo mismo el pitón, porque toma el vuelo de la muleta de igual
manera por el derecho que por el izquierdo. Todo bravura, todo nobleza, todo
casta, todo raza. Pero la obra no es completa si la otra parte fundamental de
la misma no está a la misma altura. ¡Cómo ha toreado Manuel Escribano!. Todos,
absolutamente todos los muletazos templados, ni un solo toque a la tela de la
muleta, perfectamente colocado para ligar los muletazos, que son largos y
profundos, con la mano baja, bajísima. Parece que con la muleta está barriendo
la arena, alisando el terreno por el que iba a pasar el extraordinario
“Cobradiezmos”. No sé las series que habrá dado el sevillano por ambos pitones.
Diez, quince, veinte, vientitantas… ¡yo qué sé!. Pero es que el toro repetía y
repetía, sin cambiar ni un ápice su embestida, como si acabara de salir de los
corrales. Ante esta borrachera de toro y torero, ante esta borrachera de toreo,
sólo existía una posibilidad. La locura en los tendidos, inundados de pañuelos
pidiendo el indulto del bravo toro. Y al final el sueño se hizo realidad.
Lágrimas en los ojos del matador y del ganadero, ambos abrazados junto al
mayoral, dando una apoteósica vuelta al ruedo, lágrimas en los ojos de los
aficionados, que aún no sabían si todo era un sueño, y lágrimas en los de muchos de quienes estábamos en casa viendo la corrida por televisión.
Pero no ha sido un sueño, ha
sido una realidad, una maravillosa realidad, el final que todos deseamos cada
tarde de toros, la máxima belleza del toreo, la verdad de nuestra Fiesta. La
imagen del toro regresando vivo a los corrales es un revulsivo para nuestra
Fiesta, para mostrar al mundo cómo se vive la tauromaquia de verdad. Y
precisamente en esta temporada, tan importante, en la que tanto nos jugamos anta los ataques, los insultos y la barbarie antitaurina, en la que imágenes como la de hoy en Sevilla traerán a muchos nuevos
aficionados a las plazas de toda España. Hoy ha sido un día grande, un día de los de salir de
la plaza toreando al aire, con la cara alta, alegres, gritando al mundo: ¡VIVA LA FIESTA DE LOS TOROS!
Antonio Vallejo
¡Qué emocionada crónica!
ResponderEliminarTransmite muy bien la pasión, cuestión imprescindible en la percepción del arte.
Es fundamental en la dialéctica del debate sobre los toros que haya argumentos tan entusiastas cómo el de Antonio.
¡Qué emocionada crónica!
ResponderEliminarTransmite muy bien la pasión, cuestión imprescindible en la percepción del arte.
Es fundamental en la dialéctica del debate sobre los toros que haya argumentos tan entusiastas cómo el de Antonio.