Tarde de resaca la de ayer
en la Maestranza, tarde en la que aún resonaban el los tendidos los ecos de lo
vivido 24 horas antes con “Cubrediezmos” y Manuel
Escribano, ecos en el cielo del toreo. Cielo que lucía un azul limpio, con esa luz y
ese color que sólo Sevilla tiene. Cielo desde el que José Mari Manzanares padre
se disponía, seguro, a ver torear a su hijo en esta plaza en la que tan querido
es y en la que tantos triunfos ha logrado. Es José María Manzanares, sin duda alguna, torre o de Sevilla. Mucho habrá disfrutado el Maestro
viendo la elegancia y el temple del toreo de su hijo, ¡menuda herencia!. Y no
ha estado solo el Maestro Manzanares en su barrera celestial, de eso también estoy seguro. Ayer estaba
acompañado de todos los Maestros que desde el cielo ven los toros cada tarde,
quienes echaron un capote e hicieron un
quite providencial a José Garrido en el brutal enganchón y el consiguiente palizón que el tercero le
propinó al entra a matar. No es posible entender de otra manera que saliera por su pie de la violenta cogida al matar el tercero. Gracias a Dios y a esos capotes echados desde el
cielo la cosa quedó en un monumental susto. Las imágenes de televisión son espeluznantes.
De milagro salvó la vida el extremeño, menos mal que el pitón rasgó la
taleguilla de arriba abajo y que fue la pala del pitón y no la punta la que
levantó a Garrido por el vientre. De haber sido empitonado, bien en la ingle o
en el vientre, la cogida hubiera sido gravísima, quien sabe si desgraciada.
Pero nuestro Dios y la Virgen, a quienes los toreros se encomiendan cada día,
han obrado el milagro, ordenando a los
Maestros hacer el quite.
Seis toros de Nuñez del
Cuvillo para Sebastián Castella, José María Manzanares y José Garrido. Dos
toreros veteranos, consagrados, el francés y el alicantino, junto a otro de los
que viene arreando fuerte. Un año de alternativa, nada más, para el extremeño
Garrido, un torero de esta nueva hornada de matadores que tomaron la
alternativa la pasada temporada y que están dando muestras de una madurez y
unas hechuras de toreros cuajados. Seis toros correctos de presentación, buena
presencia, aunque desiguales de hechuras. Tampoco debe sorprender esto en Nuñez
del Cuvillo. Recordemos que esta ganadería gaditana procede de sangre Domecq,
Nuñez y Osborne, por lo que los cruces dan una gran variedad en cuanto a capa,
hechuras y pitones. De igual manera, desiguales de comportamiento, con distinto
juego. Noblote pero soso y blando el primero, muy buen toro el segundo, con
fondo, clase y transmisión, duro, complicado y con mucho peligro el tercero,
deslucido y rajado el cuarto, importante toro el quinto, con clase y bravura, y
malo, sin nada, ni casta ni fuerzas ni nada, el sexto.
Mala suerte ha tenido
Sebastián Castella con sus lotes en esta Feria de Abril. Salvando uno de los
tres de El Pilar que lidió en el mano a mano con López Simón, sus otros cuatro
toros poco juego y pocas opciones de triunfo le han dado al francés. Los dos de
esta tarde de jueves de feria tampoco han sido una excepción. El primero sale con bríos, humillando y
tomando bien el capote de Castella, buenas verónicas de saludo, ovacionadas.
Buen comportamiento en varas y banderillas, tiene clase y mete la cara, pero no
va sobrado de fuerzas. En la muleta es
noble, pasa y repite, pero le falta chispa, lo hace al tran-tran, le falta ese punto de emoción
para transmitir a los tendidos. Maneja muy bien la muleta Castella, se la pone
en la cara, le lleva bien, pero todo resulta deslucido por lo soso del animal.
Se acaba pronto el de Nuñez del Cuvillo, las pocas fuerzas anunciadas se
hicieron una realidad. Mata con solvencia. Silencio. El cuarto es bonito,
serio, muy fino de pitones. Poco lucido en los primeros tercios, sin pena ni gloria.
Animal noble, pero como su hermano, soso y justito de fuerzas. Brinda Castella
este su último toro de la feria a toda la afición sevillana y, por extensión, a
todos los que vemos la corrida por televisión. Inicio de faena rodilla en
tierra, por bajo, con gusto, con el toro metiendo la cara, con buen tranco.
Toreo en redondo de calidad de Castella en la primera serie….y la última.
Porque a partir de ahí el toro se viene abajo, y con él la faena y las
esperanzas de triunfo, que definitivamente se esfuman. Silencio para despedir
la actuación de Castella en esta Feria de Abril. Confiemos que en el futuro le
salgan mejores toros al francés. Valor lo ha demostrado durante años a
raudales, torería también, y, desde la pasada temporada, una madurez y un reposo
en su toreo de figura de la tauromaquia. Aún queda mucho por delante y le
veremos cortar orejas, seguro.
Yo sé que Manzanares es una
de mis debilidades. Soy consciente que estoy en las antípodas de la objetividad
cuando le veo torear y cuando cuento lo que le veo hacer delante de la cara de
un toro. Vaya eso por delante. A partir de aquí, ¡qué voy a decir! Dos orejas ha cortado el alicantino,
una a cada toro de su lote. Dos orejas premio a un toreo sensacional, el paradigma de la elegancia torera.
Bellísimas verónicas de saludo, ¡cómo maneja el capote!, a sus dos buenos toros, todo hay que decirlo.
Dos toros con clase, con nobleza, con casta y fondo, que han transmitido. Pero,
ojo, que hay que torearlos. Y eso ha hecho Manzanares bajo la atenta mirada de
su padre desde su barrera del cielo. Toreo elegante, clase infinita la de José
María, a quien con solo verle andar delante de la cara del toro basta para
comprender su arte. Templado, ligando los muletazos, en deliciosas series con la
diestra culminadas con antológicos cambios de mano de belleza infinita, todo
despacioso, disfrutando del toreo, paladeando el sabor de cada muletazo. Igual
por el pitón izquierdo, naturales con empaque, largos, ligados, bajos. Más complicado
el segundo de su lote, con más bravura que su primero, al que había que llevar
muy toreado, y así lo ha hecho Manzanares. Repito, toreo de mucha altura, rematado con la elegancia innata del maestro, herencia directa de su padre. Y
si además culmina la obra con dos espadazos en todo lo alto, hundiendo la
espada hasta la yema, a nadie le debe extrañar que cada toro se haya ido al
desolladero sin una de sus orejas. Para mi, y desde mi admiración y debilidad declarada por Manzanares, gran tarde del alicantino y triunfo de peso.
José Garrido es uno de los
grandes atractivos de la temporada. Quizás, junto al limeño Andrés Roca Rey,
las puntas de lanza de esta nueva hornada de matadores que tiene que tomar el
relevo de las figuras consagradas y constituir el futuro de la Fiesta.
Importantísima la actuación de José Garrido en el tercero de la tarde, primero de
su lote. Del sexto no merece la pena mencionar nada no aburrir al personal.
Toro sin nada, ni clase ni fondo, que no valía y ante el que Garrido ha estado más que digno y dispuesto, pero al que era imposible sacar un solo muletazo. El
tercero de la tarde era un toro con peligro, un toro con muchísimas
complicaciones, al que había mucho que torear. Extraordinario el saludo
capotero del extremeño, verónicas de lujo, algunas casi parecían delantales,
culminadas con una media a manos bajas con mucho gusto y sabor a toreo del
bueno. Igual que las chicuelinas al paso, galleando, con sabor a toreo antiguo,
para llevar al de Núñez del Cuvillo al caballo. Sensacional manejo del capote
el de Garrido, fuertemente ovacionado. Inicia la faena genuflexo, por bajo. El
toro se queda corto, revolviéndose, vamos, una joya, un auténtico regalo. No se
acobarda Garrido, le planta cara. Toma la muleta con la izquierda y saca una
serie de naturales de peso, templados y largos, limpios, aprovechando el mayor
recorrido del toro por ese pitón izquierdo. Despiertan los tendidos con olés.
Por el pitón derecho presenta muchas complicaciones, el viaje es corto y busca
con mala intenciones, pese a lo cual Garrido le pone la muleta y conduce la
embestida con mucha verdad y tremendo riesgo. Faena que quizás no haya tenido
el eco que debería, faena de mucho valor en la que me da la impresión que mucha
gente no ha visto las tremendas dificultades del toro y el peligro sordo que
encerraba. Peligro que se ha manifestado al entra a matar. Brutal cogida que ha
quedado en palizón gracias a Dios. Desgraciadamente, esos momentos de angustia se han tenido que
vivir para que mucha gente despertara. El toreo no son solo verónicas,
derechazos y naturales. El toreo es poder a un toro y someterlo, el toreo es
vaciarse en la cara del toro. Y eso es lo que José Garrido ha hecho en esta
importante tarde de jueves de feria de Sevilla. Olé por el extremeño. En
Madrid, en San Isidro, le esperamos con enorme expectación. Esta tarde, en
Sevilla, se ha ganado el respeto y la admiración de muchos aficionados. Por lo
menos el mío sí.
Antonio Vallejo
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