Se fue el agua, se fue el frío, salió el sol y Sevilla se mostró radiante para recibir a su feria que a las doce de esta noche arrancará con el alumbrado del Real. Sevilla ciudad en todo su esplendor, su cielo azul y esa luz, ese color y ese aroma a azahar único que tiene, que enamora a todo aquel que pise sus calles y que a buen seguro ha contribuido para ver de nuevo una Real Maestranza con los tendidos abarrotados ante la corrida de Victorino. Sevilla en todo su esplendor con los toros. Hoy sí que hemos visto al toro de Sevilla, hoy sí que Victorino ha traído una corrida al gusto de los aficionados hispalenses, hoy sí que los toros han estado en tipo, armónicos y proporcionados, de buenas hechuras, con el primero y el cuarto fuertemente ovacionados de salida por su presencia, muy serios, con trapío. Otra cosa ha sido el juego, pobre, escasa de fondo en general pero con muchos matices y mucho que ver, con las dificultades propias del encaste, con el peligro natural de la parte de sangre Saltillo que llevan dentro, pero también con notas de clase y humillación aunque fallaran las fuerzas en general y haya faltado algo de casta, empuje y chispa para generar más emoción. Pero lo primero que hay que exigir al ganadero que es la presentación, ¡olé! Y Sevilla en todo su esplendor con los aficionados maestrantes, una tarde más dando una lección de saber estar, de conocimiento de toros, de degustar cada detalle, de sensibilidad y de saber valorar con justicia a toros y toreros, sin fobias ni juicios preconcebidos, sin histrionismos ni falso purismo, sin modas ni modismos pasajeros dictados por unos pocos. El toreo es sentimiento y arte. Sevilla es sentimiento y vive por el arte. ¡Olé a esa afición que ha estado a la altura de la categoría de la plaza, de primera! ¿Por qué digo esto?. Porque a lo largo de toda la tarde han aplaudido lo que había que aplaudir, han protestado lo que se podía protestar y cuando debía hacerse, han vibrado cuando la emoción ha asomado al albero y han sabido reconocer el mérito de lo mucho que los matadores han hecho en función de las condiciones de sus oponentes. En otras plazas, al menos en una muy concreta, una tarde como la de hoy hubiera sido por momentos un auténtico infierno, con protestas continuas, descalificaciones sin razón y ondear de sábanas verdes sin otro motivo que dar la nota y quiere convertirse en protagonistas. Pero en Sevilla se ve y se siente la Fiesta de una manera especial y el respeto y la educación es la nota dominante, o al menos así me lo ha parecido siempre que he ido allí a ver toros. Da gusto ver como esa plaza es capaz de vibrar con un lance suelto cargado de torería y sabor en medio de una faena insulsa, da gusto ver como esa plaza respeta y reconoce a un torero como Daniel Luque que se ha jugado la vida a cara de perro ante un muy peligroso tercero sin estar toda la faena protestando que no se cruce (a la porra ya con tanto cruzarse y tanta tontería), da gusto ver como esa plaza se pone en pie a las primeras de cambio con Antonio Ferrera lidiando a la antigua en el saludo capotero al primero de la tarde, da gusto como se valora el riesgo asumido y el valor demostrado por Manuel Escribano al recibir a sus dos toros a porta gayola y en el quinto banderillear al quiebro pegado a las tablas sin prácticamente espacio para salir de la suerte en un par que encogía el alma y cortaba la respiración y le ha premiado con una vuelta al ruedo tras estoquear a ese quinto. Todo eso ha sido la tarde de los Victorinos, Sevilla en su máximo esplendor, aunque hubiera sido maravilloso que el juego de los albaserradas hubiera permitido el triunfo porque la entrega y la disposición de afición y matadores para lograrlo ha estado fuera de toda duda. Como tampoco hay duda que la sombra de Cobradiezmos es alargada y, se quiera o no, es inevitable el recuerdo y la esperanza de que salga otro igual, algo casi imposible. Pero de soñar se vive y el toreo, como arte que es, tiene mucho de sueños.
Extraordinario el saludo capotero de Antonio Ferrera al primero de la tarde. Lidia a la antigua, sobre los pies, bajando el capote, a ras del suelo, poniéndoselo en la cara, andándole hacia atrás al victorino para sacarlo a los medios, todo con torería suprema, aromas y sabor de toreo añejo. Eso, solo eso, ha bastado para que la Maestranza se rompiera a aplaudir ante la portentosa capacidad lidiadora de Ferrera. Lección de apreciar lo bueno por parte de los aficionados, lección de lo que es degustar el toreo y sentir al arte, una maravilla. Igual que la torería del balear-extremeño llevando a ese precios de hechuras primero al caballo, rematando con un gusto y una clase tremenda para dejarlo perfectamente colocado para recibir un primer puyazo al que acudió con buen son y que tomó con bravura. Pero en el segundo encuentro con el caballo acusó su escasez de fuerzas, se desfondó y su comportamiento en la muleta bajó muchos enteros. Toro noble y con cierta clase pero que por su debilidad se puso a la defensiva, echando la cara arriba, cortando el viaje con peligro, revolviéndose con ese giro de cuello tan de los alabaserradas. Tuvo que someterlo Ferrera tirando de técnica y experiencia. Le puso la muleta algo atrasada para aprovechar mejor el corto recorrido del toro y tiró de él con suavidad hasta medio muletazo, momento en el que había que andar despierto porque reponía y buscaba los tobillos, algo habitual en este encaste. Por encima Ferrera, seguro, profesional y solvente pero sin opciones algunas para el lucimiento. Tampoco colaboró el también precios de hechuras cuarto. Desde salida dejó patente su falta de fuerzas, tan solo l permitió a Ferrera dibujar alguna verónica suelta y en la muleta resultó deslucido, sin recorrido, derrumbándose en cuanto le bajaba la mano, soso y deslucido por su debilidad. Ganas y voluntad a miles por parte de Ferrera pero nada había que sacar. Eso sí, su torería y capacidad lidiadora han quedado patentes y así se lo ha reconocido la afición sevillana.
Manuel Escribano, Sevilla, Victorino y Cobradiezmos quedarán unidos por siempre en la historia del toreo y quien más, quien menos, tiene la esperanza de volver a ver otro toro como aquel. Y por un momento ese sueño parecía que podía hacerse realidad en el quinto. Un toro muy en tipo al que ha recibido el de Gerena a porta gayola con una espeluznante larga cambiada en la que casi es arrollado, al que ha recetado otras dos largas cambiadas de rodillas al hilo de las tablas y al que ha pegado unas verónicas de escándalo, templadas, acompasadas y muy emocionantes que han hecho sonar la música y han puesto en pie a todos los tendidos en otra lección de los que es apreciar y disfrutar con el toreo. Un toro con movilidad y fijeza que desde salida ha humillado una barbaridad al que ha cuidado mucho en el caballo porque evidenciaba justeza de fuerzas. Extraordinario y vibrante ha sido el tercio de banderillas protagonizado por el mismo matador y con la música acompañando la suerte. Pares de poder a poder, llegando a la cara en los dos primeros, reuniendo y clavando a la perfección, con un tercer par escalofriante, citando al toro sentado en el estribo, dejándole llegar y esperando al último segundo para ponerse en pie y con la espalda apoyada sobre las tablas colocar los palos al quiebro en un espacio imposible. Tremendo par que de nuevo ha puesto en pie a toda la plaza en una lección de sensibilidad obligando a Escribano a saludar desde los medios la atronadora ovación. Toro con mucha clase, que ha tomado dos varas con bravura, con humillación y repetidor pero que ha llegado a la muleta muy justo de fuerzas y es posible que mermado en sus facultades por un segundo puyazo muy trasero que ha podido hacer mucho daño al Victorino y condicionar su embestida. Muy templado Escribano, llevando al toro con una suavidad exquisita, con una despaciosidad pasmosa que por momentos nos rememoraba el toreo mexicano, al ralentí, dibujando algunos muletazos en redondo de enorme belleza, bajando la mano, con el toro llevando el hocico por el albero. Pero la falta de fuerzas ha hecho que la faena no tuviera continuidad y tomara vuelo, pero en la memoria quedarán redondos y naturales sueltos de enorme belleza. Mató de una estocada entera y la entendida afición sevillana le recompensó con una merecida vuelta al ruedo en reconocimiento a su labor con el capote, al arriesgadísimo tercio de banderillas en el que se jugó la vida y a su toreo templado en una nueva lección de sensibilidad. Una vuelta al ruedo que supo a gloria a Manuel Escribano y que al menos a mi, que estaba viendo la corrida por televisión a 500 Km de Sevilla, me produjo una emoción tremenda pero sobre todo una envidia sana de una afición que ha dado ejemplo de señorío y de lo que es saber estar en una plaza de toros. ¡Ay que falta haría esa educación y ese respeto en otros tendidos!. No hay que olvidar que Escribano venía de haber recibido también al segundo de la tarde a porta gayola y que asimismo lo toreó de capote con unas verónicas arrebatadas que encendieron a los aficionados. Protagonizó, de igual manera, un gran tercio de banderillas, de poder a poder, cuadrando en la cara y colocando los pares de fuera a dentro con enorme calidad y mérito. En la muleta se encontró un toro a la defensiva, con la cara alta y escaso recorrido que tan solo permitió al de Gerena sacar un par de tandas con cierto lucimiento por un pitón derecho complicado por el que se acostaba. Mejoró por el izquierdo en una tanda de naturales templados y más largos, metiendo mejor la cara, pero un inoportuno desarme echó por tierra las pocas opciones de triunfo. Cambió el comportamiento del animal, echó mal cara arriba, no se dejó hacer y la faena fue a menos a pesar de la disposición del sevillano. Pero tras lo visto hoy no hay duda que al Manuel escribano se le espera con entusiasmo el próximo día 22 con la corrida de Miura en el mano a mano con Pepe Moral que cerrará esta Feria de Abril.
Otro sevillano, Daniel Luque, también nacido en Gerena, completaba el cartel de este sábado. Grandísimo capotero desde siempre. Aún recuerdo el tremendo tercio de quites que protagonizó en Las Ventas junto a Morante de la Puebla en 2010. Réplicas y contrarréplicas por verónicas, por chicuelinas, a cual más bella, en una tarde para la historia. No recuerdo los que fueron, pero si digo que cada uno entró cuatro veces a hacer quites no creo que me equivoque mucho. Fue una locura, algo antológico. Hoy sus dos toros no le han permitido lucir con el capote como nos tiene acostumbrados. Tan solo alguna verónica con su sello de clase particular pero se ha topado con dos toros que no han colaborado nada, con la cara alta y con mucho peligro. Que se lo digan si no a Juan Contreras que ha salvado la vida de milagro al parear al tercero, dejándose ver, llegando hasta la cara, tanto que al clavar el toro le ha rebañado la taleguilla con el pitón en el costado a la altura de la cintura. Gracias a Dios no ha llegado a clavar el pitón porque en esa región una cornada hubiera resultado gravísima. ¡Ah! y sin olvidar como ha echado su capote Francisco Javier Sánchez Araujo en un quite milagroso cuando Contreras estaba tendido sobre el albero a merced del de Victorino. Toro con mucho peligro este tercero, sin recorrido, que cortaba el viaje, que reponía, se revolvía y buscaba con saña los tobillos. Comportamiento muy típico de este encastre Albaserrada, un toro que no permitía la mínima duda ni el mínimo despiste, ante el que Luque ha demostrado una firmeza, una serenidad y una seguridad tremenda, algo que desde la pasada temporada ya viene mostrando allá donde torea, dejando clara su evolución y el extraordinario momento que atraviesa, acercándose a pasos agigantados hacia una madurez como torero que se vislumbra cercana. Se la ha jugado a pecho descubierto, de verdad, con pureza, sin esconderse ni dejarse nada, dando una lección de profesionalidad. Ha expuesto y a base de mando, de consentir y tragar lo indecible ha llegado a someter las brusquedades del toro e incluso ha llegado a estirarse en redondos de enorme mérito y a cuajar una par de tandas con ligazón. Faena de mucho valor en todos los sentidos que, de no haber faltado de manera tan clamorosa con la espada, creo que hubiera merecido una oreja. Repito, lo que ha hecho Daniel Luque a este tercero ha sido una lección de firmeza y mando, además de responsabilidad y valentía descomunal. La gran ovación con la que los aficionados le han premiado así lo reconoce. Otra vez más lección de saber y sensibilidad por su parte. El sexto fue un toro con más nobleza y corta clase pero muy justo de fuerzas y que fue a menos. Lo mejor de este sexto fue sin duda el magnífico tercio de varas protagonizado por Juan de Dios Quinta y los sensacionales pares de banderillas a cargo de Raúl Caricol y Alfredo Cervantes que saludaron desmonterados al finalizar el tercio. En la muleta poco o nada pudo lucirse Luque ante un toro de escaso recorrido que se defendía por su falta de fuerzas, deslucido. Tan solo algunos muletazos sueltos con temple y calidad pero sin continuidad ni emoción. Un pinchazo y una estocada fueron el epílogo a una actuación más que digna de un Daniel Luque que en mi opinión sale reforzado de la tarde de hoy.
Y para acabar dejo reservadas unas líneas para un nombre que en La Maestranza es especial. Antes ha hablado de Escribano, Victorino y Cobradiezmos, pero esta tarde de sábado pisaba el albero sevillano un hombre de dinastía, José Manuel Montoliú, hijo de aquel gran torero de plata que fue Manolo Montoliú y que perdió la vida el 1 de mayo de 1992 al banderillear en esta misma plaza a un toro de Atanasio Fernández. Lo he contado muchas veces, aquella corrida la retransmitía en directo TVE con Fernando Fernández Román como comentarista. Recuerdo perfectamente las imágenes del cuerpo inerte de Montoliú colgado del pitón del toro, recuerdo la voz entrecortada de Fernández Román, recuerdo a Jose Mª Manzanares padre, en cuya cuadrilla formaba Montoliú, roto de dolor, llorando sin consuelo, recuerdo las imágenes del público sevillano con las cabezas hundidas entre las manos, jamás lo olvidaré. Hoy no he podido evitar que se me vinieran d renuevo aquellas imágenes al ver como José Manuel Montoliú, hoy a las órdenes de Antonio Ferrera, tomaba los palos y caminaba por los mismos terrenos que aquel triste día pisó su padre con la misma forma de andar hacia el toro, con brazos bajos para sacar el par de abajo a arriba y colocarlo en la cara del toro. Grande hoy también José Manuel Montoliú y grande también la acción sevillana que en la ovación que le ha dedicado seguro que llevaba el recuerdo a su padre.
Por todo esto es por lo que creo que hoy hemos visto a Sevilla en todo su esplendor, aunque nos hubiera gustado que el juego de los toros de Victorino hubiera sido mejor para redondear la tarde.
Antonio Vallejo
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