miércoles, 18 de abril de 2018

7ª de Abril: Suma y sigue, Sevilla, Manzanares, Talavante, ¡el Arte!


No se han apagado los ecos ni se apagarán tras la monumental e histórica de Juli al ya famoso Orgullito, estoy seguro que ayer los aficionados salieron de La Maestranza toreando al aire, felices, alegres, con la cabeza alta contando a todo el mundo lo que habían visto. Estoy seguro que ayer en las casetas del Real no había otro tema de conversación, la emoción no abandonaba a los que volvían de la plaza y los que lo escuchaban se contagiaban de la misma emoción, estoy seguro que en las sevillanas que ayer se bailaron quien más quien menos compuso la figura, adelantó la mano y en la primera llevó a su pareja con temple, lento, bajando la mano, gustándose, sintiendo el arte que en Sevilla es gloria. Si lo he sentido y vivido con inmensa pasión yo en Madrid, ¡imaginénse lo que ha tenido que ser allí!. Llevo el día entero contándolo a todos los amigos que me he encontrado por la calle, a todos en el trabajo, no he parado de twitear ni facebookear hora tras hora para poner mi granito de arena y que todo el mundo se entere de lo grande que es nuestra Fiesta. Estoy seguro que en el ánimo de los aficionados  que hoy han ido a La Real Maestranza estaba el deseo de volver a ver algo grande, de experimentar de nuevo esa catarata de sentimientos que solo el toreo puede despertar, de ver a más toreros saliendo a hombros y más toros tan bravos y con tanta clase que se ganen el honor de volver al campo con vida. Y por momentos ese anhelo, ese sueño casi imposible parecía que podía repetirse con las dos orejas que Jose Mª Manzanares había cortado al segundo. 
Estoy seguro que con ese ánimo y esa ilusión han ido todos cuantos han abarrotado una tarde más los tendidos  de ese verdadero teatro de los sueños que es La Maestranza en una preciosa y radiante tarde primaveral para ver otra de las corridas de claveles anunciadas en el ciclo, la de Nuñez del Cuvillo para los espadas Sebastián Castella, Jose Mª Manzanares y Alejandro Talavante. Una corrida para mi gusto bien presentada, también muy de Sevilla, seria y  astifina, con buenas hechuras, bajos, con el peso adecuado, pareja, con cara y trapío pero sin estridencias, que tuvo en los lidiados segundo y tercer turno dos magníficos toros, sobre todo el segundo, de vuelta al ruedo, saliendo los otros cuatro desiguales de juego y comportamiento. 

Lancea a la verónica con tremendo gusto y torería Sebastián Castella al primero, primero flexionándo la rodilla, alargando el viaje, ganando pasos para rematar en los medios templando con el capote las embestidas con la cara a media altura del toro para rematar con una media con gusto, el mismo que ha dejado el quite por chicuelinas que el propio galo  ha hecho al finalizar el tercio de varas. José Chacón se ha llevado la primera gran ovación de la tarde tras dos sensacionales pares de banderillas colocados en la misma cara del toro, de poder a poder, saliendo con una torería extraordinaria. Inicia la faena con gusto, ayudados por alto seguidos de pase por bajo con torería. Toro incómodo en la muleta, no humilla, protesta y echa la cara arriba, toca las telas y desluce los muletazos. Trata de darle distancia Castella porque si acorta que  protesta aún más, va y viene pero sin clase en una faena que no llega a tomar vuelo por la falta de raza del de Cuvillo. Por encima un Castella que  falló con la espada y escuchó silencio. Ofensivo por delante el cuarto, otro toro bien hecho, que toma con nobleza el capote de Castella en las verónicas de saludo. Toma una primera vara empujando con bravura, metiendo los riñones, sale suelto tras el segundo encuentro con el peto tras meter también riñones en un muy breve puyazo. Arriesgados pares de Rafael Viotti que recibe una gran ovación, otra más en la que los de plata han estado a una grandísima altura. Faena marca de la casa, cambiados por la espalda de inicio dándole mucha distancia, ajustadísimos, impasible el galo, como si nada, para enlazar con el toreo en redondo en una buena serie ligada con temple. Distancia y pausas son las recetas de Castella para tratar de exprimir las escasa condiciones del toro, y creo  ha estado muy firme y dispuesto, primero en largo y por ambos pitones, bajando la mano para posteriormente ir acortando las distancias a medida que el de Cuvillo se iba apagando y viniendo abajo para acabar pisando esos terrenos en las cercanías de los pitones en los que el de Bèziers se encuentra tan cómodo. Dispuesto, entregado y solvente Castella, por encima claramente de las condiciones de un animal sin emoción ni transmisión. Una vez más se atasca con la espada, algo que no es obstáculo para que el entendido aficionado sevillano haya sabido reconocer las ganas y el buen hacer de Castella con una cariñosa ovación de despedida saludada desde el tercio a mi modo de ver justa y merecida. Una vez más, y van muchas, lección de sensibilidad de esta buena afición.

Encendido se llamaba el que saltó segundo, 525 Kg, bajo, precioso de hechuras, con cuello, galopando ágil de salida, humilla, mete la cara con tremenda clase en el capote de Manzanares, verónicas con un gusto exquisito, templadas, cadenciosas, acompasadas, lentas, una de ellas monumental, parando el tiempo, eterna. Medido el castigo en el caballo, se le cuida mucho porque no parece ir muy sobrado de fuerzas. Extraordinario quite por delantales de Talavante en su turno reglamentario. Previamente había intentado otro por chicuelinas el propio Manzanares pero tan solo pudo dar una a manos bajas, curvando la figura, rememorando una vez más a su padre,¡pero qué chicuelina! de las que valen toda una tarde, solo había que escuchar el pedazo olé que salió del alma de los aficionados, eso es Sevilla, ¡sí señor!, que de nuevo obligó a desmonterarse a Rafael Rosa tras dos extraordinarios pares ejecutados con pureza y torería. La elegancia, la clase, el empaque, el sabor que ha impregnado el toreo de Manzanares durante toda la faena ha sido para volver a soñar con otro triunfo histórico. Inicio de faena con torería, templadísimo, conduciendo la embestida con una naturalidad y una suavidad portentosa. Series en redondo templadas, alargando el viaje, toreando largo, la mano baja, rematando la series con esos pases pecho monumentales que solo el alicantino sabe dar, de pitón a rabo. Los naturales salen hondos, templados, largos, bajos, ligados con una calidad infinita, una auténtica maravilla, encajado, una oda a la belleza con un toro que ha ido a más, que ha humillado, que ha repetido con fijeza, un gran toro. Otra borrachera de toreo del maestro Manzanares, un cambio de mano que dura una eternidad pone en pie a los tendidos, otro más de pecho que parecía que no iba a terminar nunca desencadena la locura, la última serie en redondo, lentísima, barriendo el albero con la muleta lleva a una hipnosis de la que todos los aficionados despiertan con un estoconazo monumental en la suerte de recibir con el que hace rodar sin puntilla a este grandísimo toro que es despedido con una vuelta al ruedo. Dos orejas sin discusión en una faena rotunda culminada con una de las mejores estocadas que recuerdo en toda mi vida. Manzanares ha bordado el toreo, una vez más nos ha elevado al paraíso de la tauromaquia, todo en el marco de la naturalidad y la elegancia innata, de la torería que corre por su sangre, una obra maestra, un triunfo rotundo de una grandísima figura del toreo. ¡Dios mío, que grande es esta Fiesta! ¡Saluda con una larga cambiada de rodillas al quinto!, increíble, para incorporarse y lancear a la verónica con su clase y elegancia habitual, coreadas con olés roncos. Fea pelea en el caballo, sin emplearse, dos puyazos solo señalados ante la evidente falta de fuerzas del Cuvillo. Toro a la defensiva por su blandura, echando la cara arriba, incómodo y deslucido, trata de someterlo por abajo Manzanares, le pone la muleta y conduce la embestida con suavidad, con mano de seda, cuidándole, en una demostración de técnica y capacidad torera sacando una tanda en redondo que parecía imposible, ligada, con temple, cierta largura y bajando la mano. Descompuesta embestida por el pitón izquierdo, acorta el recorrido, echa la cara arriba, naturales sueltos, sin continuidad y sin emoción, lo que lleva a Manzanares a volver al pitón derecho y de nuevo elevar algo el vuelo de la faena en una serie de derechazos con temple y ligazón acompañada por los olés de unos aficionados que estaban deseosos de haber visto otra faena de ensueño, de esas mágicas con las que el alicantino tantas veces nos ha hecho sentir emociones máximas. Una media arriba y un golpe de verduguillo liquidan al de Cuvillo y Manzanares se despide con dos orejas cortadas en su primero y una calurosa y cariñosa ovación en su segundo con cierta sensación d pena por no haber culminado su gran actuación con una nueva Puerta del Príncipe, algo que quién sabe si está esperando en la corrida de Juan Pedro Domecq. ¡Ojalá!.

Se ha desquitado Talavante de su desangelada actuación el día anterior con el tercero de la tarde, otro toro de magníficas hechuras, precioso de lámina, bajo, serio, armónico, con celo en el capote y movilidad, pero sin demasiado lucimiento. No se emplea en el caballo pero en banderillas mantiene su movilidad y prontitud, si bien no humilla en demasía y permite a Juan José Trujillo cuajar un muy buen tercio. Inicio de faena con doblones por bajo, largos, sometiendo al toro, con torería, arrancando los olés. Muy buenas tandas en redondo, templadísima, bajando la mano, con largura, encajado, metiendo los riñones, ligando los muletazos para rematar con grandes de pecho y trincherazos con aromas a ese toreo que hace vibra a Sevilla. Extraordinaria serie al natural, con hondura, templada, sometiendo mucho al de Cuvillo, alargando los muletazos, perdiendo un pasito para darle la distancia que pide el toro, de nuevo rematando las series con trincherillas cargadas de aromas a Romero. Otro muy buen toro que ha repetido con bravura y clase y que ha durado en la muleta de un talavante que ha puesto un broche de toro a su faena con una última serie en redondo monumental por larga, baja y despaciosa y una manoletinas ajustadas que preceden a otro estoconazo fulminante volcándose sobre el morrillo, tirándose recto, a triunfar o morir recibiendo un fuerte impacto en las costillas que gracias a Dios ha quedado en eso, un golpazo y un susto. Oreja de mucho peso y valor, sobre todo por su actitud, su inteligencia a la hora de componer una faena redonda y el mérito de volver a torear tan solo 24 horas después de la decepción del día anterior. ¡Este sí es el Talavante figura que estamos acostumbrados a ver! Lo dije ayer y lo repito, ese vestido negro y azabache que eligió para la corrida de Garcigrande... no sé, no sé, me da mal fario. El sexto ha sido el más feo de hechuras de la corrida, el menos rematado, suelto de carnes y, casualmente, el de peor juego y peores condiciones. Sin clase, sin raza, pasa sin pena ni gloria por los romeros tercios, sin emplearse, sin lucimiento. En la muleta no humilla, se frena, se defiende, Talavante le pone la muleta pero no va, embestida descompuesta, incierta, echando la cara arriba. Imposible, nada que sacar, con buen criterio decide acortar el extremeño y ahorramos un montón de pases o intentos de pases sin sentido, algo que personalmente siempre aplaudo. Si no hay, no hay, y ya está, haciendo buena una vez más la máxima del maestro Emilio Muñoz, que las buenas hechuras no garantizan que el toro embista, pero los que embisten siempre tienen buenas hechuras.
Sevilla y todos los aficionados seguimos bajo el embrujo, el hechizo de Juli y Orgullito. Manzanares ha bordado el toreo una vez más, dos orejas que suponen un triunfo extraordinario y Talavante se ha llevado una oreja de mucho peso. Y es que esto sigue y no para, ni va a parar mientras haya un toro, un torero y un aficionado. 

Antonio Vallejo



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