lunes, 2 de abril de 2018

Álvaro Lorenzo: Gloria en Resurrección



Viajar es una de las cosa que siempre se ha dicho que más enriquece a la persona. No me cabe ninguna duda que conocer otros países, otras ciudades, otras culturas, otros modos de entender la vida, otras gastronomías, etc, además de lo divertido que es para unos días de turista con la familia. Son experiencias y vivencias que aportan mucho a la persona, es más, creo que son necesarias y te abren la mente. Pero de igual modo pienso, al menos a título muy personal, que lo mejor que tiene viajar a otras ciudades y conocer mundo, como suele decirse, es volver a casa y darse cuenta de la gran nación que tenemos, de lo maravillosa que es nuestra patria, de lo grandes que hemos sido, de que no tenemos que tener complejos ante nada ni nadie y del inmenso honor que supone haber nacido en España, ser español y sentirse español. ¿A qué viene todo esto?. Muy sencillo. He tenido la oportunidad de pasar esta Semana Santa con mi familia a muchos kilómetros de España, al otro lado del Atlántico, en la ciudad de Nueva York. Una ciudad única, fascinante, con un ritmo de vida frenético, sin descanso, día y noche, 24 horas sin parar. Una ciudad que te sorprende a cada instante, en cada calle, en cada esquina, que no te deja indiferente y cargada de mil contrastes. Apasionante, sin duda. Alejado en kilómetros pero con mi cabeza pendiente de lo que se quedaba en España durante una semana tan especial, sin poder olvidar el Jueves Santo, con mi Cristo de la Buena Muerte, Nuestra Señora de la Soledad de Mena y la Legión. Como tampoco he podido olvidar mi afición los toros. Tan solo horas antes de despegar mi vuelo la madrugada del Domingo de Ramos al Lunes Santo estaba en mi tendido de Las Ventas viendo la corrida de Victorino y ayer, también unas pocas horas después de aterrizar de nuevo en Madrid, con el jet-lag, o sea, un resacón del quince dicho en castizo, no dudé en ir a Las Ventas a la corrida del Domingo de Resurrección. Mi mujer y mis hijas me decía que estaba chalado, que como se me ocurría ir a los toros con el palizón. Precisamente por esta bendita locura que es la afición, algo único y de lo que en pocas partes del mundo se puede disfrutar, y si hay un lugar en el mundo donde los toros son la Fiesta Nacional ese es España. Cierto es que al emblemático toro de Wall Street, que realmente está al inicio de la calle Broadway, le pegué un par de redondos al aire que hicieron crujir a Manhattan, dejando patente de donde soy y el honor que supone ser español, llevar nuestra bandera y nuestras tradiciones allá donde vaya, sin complejos y con la cara bien alta, que para eso fuimos quienes descubrimos aquel continente.
Y mereció la pena ir a Las Ventas para ver toros en un día tan taurino como es el Domingo de Resurrección. Mereció la pena por ver a Álvaro Lorenzo torear como los ángeles y abrir la Puerta Grande en la segunda corrida de la temporada. Es cierto que hablar de toros y Resurrección te lleva inmediatamente a Sevilla, más aún con un cartel como el de ayer en la Maestranza: Antonio Ferrera, Jose Mari Manzanares y Andrés Roca Rey ante toros de Victoriano del Río con una Real Maestranza llena hasta la bandera. Pero Madrid no se queda atrás y esta fecha siempre ha sido una de las más señaladas de la temporada y pare este año se anunciaba un cartel que, al menos a modo de ver, era muy interesante: David Mora, Daniel Luque y Álvaro Lorenzo frente a reses de El Torero, un cartel que fácilmente podría darse en San Isidro, que cuenta con muchos alicientes pero parece que fuera del ciclo isidril no resulta suficiente para el gran público.  Una vez más hay que volver a incidir en algo de lo que en las últimas semanas ya he hecho casi hasta el hastío. Siendo generosos podría decir que Las Ventas registraron ayer media entrada, un aspecto bastante pobre y desangelado. Si al cartel le cambian los nombres y le pone, por ejemplo, a Juli, Perera, López Simón, Castella o Cayetano el panorama seguro que hubiera dio muy distinto, con independencia de la divisa que luciera los toros. Queda por tanto patente qué es lo que atrae al público, algo que, nos guste o no, es así. Está claro que solo con aficionados la Fiesta no tira, es necesario que el gran público venga a los toros, y eso se consigue con nombres de resonancia y relumbrón, además de dinero, que al final es la clave de todo. Solo basta comparar el aspecto de los tendidos venteños y los maestrantes, estos últimos abarrotados de un público más allá de los aficionados. 
Para mi gusto la de ayer fue una corrida de El Torero, procedencia Domecq Díez, muy seria por delante, bien presentada en general, quizás el tercero fuera el de menor presencia, variada de hechuras pero buenas en general, astifinos, como corresponde a Madrid, y con un juego desigual. Noble en general, con clase y bondad el primero pero con muy poquita fuerza, manejable  el segundo pero soso y deslucido, con raza y humillación el tercero, un manso de solemnidad el cuarto, sin raza ni casta el quinto y un gran sexto, Viscoso de nombre, un toro bravo, con fijeza, repetidor, con mucha clase al que Álvaro Lorenzo desorejó y que fue premiado con una vuelta al ruedo protestada por algunos espectadores pero que a mi me pareció justa.
David Mora tan solo pudo lucir detalles de su torería ante el primero. Jugó bien las muñecas y corrió bien la mano con el capote en las verónicas de recibo, templadas y con gusto, amén de dos medias de escándalo  Un toro noble y con clase pero que desde salido se vio que tenía más que justas las fuerzas. Poco pudo hacer el madrileño, cuidando la altura en la muleta para que no se viniera abajo, pudiendo dibujar tan solo algunos derechazos y naturales templados y con cierta ligazón con el gusto, la elegancia y la clase que le imprime a su toreo. Un par de trincherazos arrancaron los olés pero, repito, fueron detalles sueltos que no permitieron a la faena coger vuelo, si bien escuchó palmas y saludó desde el tercio trasmutar de manera certera a este primero, un espadazo volcándose sobre el morrillo siendo enganchado por la pala del pitón, afortunadamente. El que sí arrancó una tremenda ovación fue Ángel Otero con dos sensacionales pares de banderillas que le obligaron a desmonterarse para corresponder a los tendidos. El cuarto fue un manso de libro, desde que saltó a la arena cantó la gallina. clara querencia, huía d los capotes y hubo de picarlo el  que guardaba puerta. Se lo llevó Mora a terrenos del 7 y allí, cerrado en la primera raya le puso la muleta en la cara y sin quitársela, tapándole la salida, le plantó batalla. Sacó tandas por el pitón derecho sublimes, templadas y ligadas por bajo, erguida la figura  con su desmayo de brazos peculiar, sin mover las zapatillas, girando sobre su talones, una maravilla.  Al natural también le puso la muleta en la cara, pero por ahí aún era más acusada la mansedumbre de Vigio. No obstante algunos naturales tuvieron ese sabor que impregna el toreo del madrileño. Para mi gusto faena de gran mérito porque creo que pocos o ninguno de los que estábamos en la plaza dábamos un duro por ver algo con ese manso de solemnidad. Mató de entera contraria que hizo rodar al animal y dio una más que merecida vuelta al ruedo tras negarle el presidente una oreja que a mi modo de ver se pidió con suficiente mayoría y que creo que era de justicia.
No tuvo suerte el sevillano Daniel Luque con su lote. Como es habitual en el de Gerena toreó muy bien de capa al segundo, por delantales en el saludo y galleando por chicuelinas para llevarlo al caballo con gusto y garbo. Poco más pudo hacer con un toro manejable pero sin fuerza alguna, lo que le llevaba a defenderse echando la cara arriba tocando los engaños constantemente y afinado los muletazos. Voluntarioso Luque pero sin posibilidad de lucimiento en un trasteo sin argumento ni continuidad. Más de lo mismo con el quinto, otro toro sin raza ni casta, sin humillar, deslucido, siempre soltando la cara. Puso ganas otra vez pero se estrelló contra un animal imposible. Para colmo mató muy mal y su actuación no pudo pasar del silencio.
Solo por ver las dos faenas de Álvaro Lorenzo y la tres orejas que cortó a su lote mereció la pena vencer al sueño y al cansancio del jet-lag e ir a los toros. El pasado San Isidro se llevó el premio de varios jurados a la mejor estocada y tras lo de ayer le van a llover los contratos y se convierte por derecho propio en uno de los atractivos de la temporada. De momento en Madrid volveremos a verle el próximo 29 de mayo con toros de Torrehandilla y todas las miradas estarán puestas en el joven matador toledano. Ayer dejó unas sensaciones, un sabor, una profundidad y una torería de muchos quilates. Toreo con empaque, muy firme, seguro, rotundo y con la espada un auténtico cañón. Saludó al tercero por verónicas, con ritmo y garbo, ganando terreno. Metió los riñones en el caballo, empujó con bravura y celo, muy bien picado por Juan Carlos Sánchez, igual que Francisco Javier Sánchez hizo con el bravo sexto, otro que empujó con codicia y bravura. Dos magníficos tercios de varas, ambos delanteros y con los dos picadores despidiéndose con una fuerte ovación. ¡Qué bello y qué importante es el terco de varas cuando se ejecuta bien!. El inicio de faena  al tercero por doblones destiló torería por los cuatro costados. A partir de ahí tandas en redondo y al natural aprovechando la nobleza, humillación y recorrido del toro, corriendo bien la mano, templadas, largas, ligadas con un ritmo y una cadencia prodigiosa, todo por bajo, arrastrando la muleta, limpio, sin un solo toque a los engaños, un recital de toreo por ambos pitones, sereno, relajado, muy a gusto. Muletazos hondos de gran belleza que llegaron a los tendidos, unos tendidos que se rindieron al toledano con la bernardinas finales ajustadísimas, poniendo el ¡Ay! en cada pase, de los de cortar la respiración. Se tiró a matar y dejó una estocada entera algo desprendida que sirvió para cortar una oreja pedida por unanimidad. En el sexto se podría decir más o menos lo mismo. Además del referido tercio de varas con el toro metiendo los riñones con auténtica bravura es de justicia destacar la sensacional lidia de Sergio Aguilar, otro de los matadores que se han pasado a la plata tras verse dos años sin torear. Gran torero de plata que puede ser de los que cuajen una gran temporada. Esta vez inició la faena por estatuarios en los medios metidos en el bolsillo a los tendidos a la primera de cambio. Le dio distancia y así lució la extraordinaria embestida de Viscoso. Tandas en redondo templadas en los primeros compases, con empaque, alargando la embestida, rematando con unos de pecho fuera de serie. Pero donde se desató la locura fue con el toreo la natura. ¡Qué pitón izquierdo tenía el de El Torero!. Ni sé los naturales que le dio, todos templado, con hondura, ligando los pases con un gusto exquisito, con la mano muy baja, de nuevo arrastrando la muleta, los de pecho sensacionales y las trincherillas de escándalo. Los tendido en pie, la plaza patas arriba rompiéndose las manaos a aplaudir. El final de faena no pudo ser más torero. tiró el estoque de acero al suelo y con la rodilla flexionada recitó  una poesía de lances por bajo larguísimos alternado ambos pitones, cada pase un verso a cual más bello, intenso y emocionante. Estoconazo que pasaportó sin puntilla al bravo Viscoso despedido con una atronadora ovación mientras se le daba la vuelta al ruedo arrastrado por el tiro de mulillas. Para mi merecida vuelta al ruedo para este toro, como incontestables me parecieron las dos orejas que paseó con inmensa felicidad Álvaro Lorenzo en su tarde de gloria precisamente en Resurrección.



P.D: Para incrédulos, testimonio gráfico de uno de los derechazos al toro de Wall Street.
        Je, je, je

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