Los carteles de toros suelen encabezarse con la mítica frase "seis toros, seis". Pues bien, en estas tres últimas tardes encuadradas en el marco de la semana torista, de ganaderías duras, donde se supone que se ve salir al toro-toro y no al "miau", el encabezamiento de los carteles debiera ser "un toro, uno". Fue con Miura en la que solo el segundo sirvió, fue ayer con Saltillo en la que tan solo el primero aportó algo que fue magnificado de manera exagerada y ha sido con la de José Escolar de hoy en la que el sexto ha tenido un buen pitón izquierdo y ha mostrado buena pelea en el caballo. Un toro de cada corrida es todo lo que se puede salvar de un naufragio que muchos aficionados sospechábamos. Basta con ver el pobrísimo aspecto de los tendidos en la tarde de ayer y el discreto de la tarde de hoy, unos dos tercios de plaza. Estas han sido sin duda las corridas que menos se han renovado en el abono, por algo habrá sido. Y hay que decir que los que así lo han hecho han acertado de pleno, ninguno de estos abonados se ha podido tirar de los pelos por no haber asistido a la plaza porque no se ha perdido nada, absolutamente nada. Incluso en la tarde de hoy tampoco se ha perdido toros de imponente presencia, de máxima seriedad y de auténtico trapío porque los de José Escolar han salido vareados, varios terciaditos y con el trapío justo, siendo posiblemente quinto y sexto los de mejor presentación. Resulta curioso que en una semana en la que se supone que la presentación es primordial llevemos tres tardes en las que hemos visto hechuras similares a otras muchas que se han protestado de manera escandalosa cuando las divisas eran otras, el encaste también, por supuesto, pasándose por alto mucho en lo que respecta a presencia y no digamos comportamiento. No ha habido miaus, curioso. Quizás un poco de coherencia no vendría mal.
Una corrida que, en general, no ha cumplido en el caballo. Desde luego no ha sido lo de ayer, una mansada infumable, pero solo el sexto ha hecho una pelea con codicia, arrancando en largo, derribando en el primer encuentro, metiendo la cara abajo, empujando con los riñones en el tercer puyazo, sensacional, agarrado arriba, sin rectificar, aplicando castigo en su justa medida, grandísimo puyazo de Félix Majada. El resto de la corrida ha cumplido sin más, no se ha entregado ni se ha vaciado en el caballo, se ha dejado pegar algunos y otros simplemente se han dormido en el peto sin emplearse. Tampoco quienes renunciaron a esta corrida en su abono se han perdido los vibrantes tercios de varas que el torismo defiende con tanta vehemencia.
Vayamos a lo importante, a lo que se han perdido los aficionados que no han ido a Las Ventas. Cinco toros ásperos, correosos, descastados, reservones, de corto recorrido, que reponían, que miraban y medían, toros con peligro, alguno más evidente, otros más sordo, pero peligrosos. Toros que en los capotes no se han entregado, que apretaban hacia dentro y que en la muleta han servido muy poco. Gran esfuerzo, gran firmeza y gran compromiso el de Rafaelillo, Fernando Robleño y Luis Bolívar ante sus lotes.
Ni una opción Rafaelillo con su lote, dos escolares que soltaban la cara, que no tragaban ni un muletazo, nada de nada, imposibles. Digno, como un gladiador del circo romano ha estado el murciano, peleando contra dos fieras que se frenaban, se paraban, le miraban, se iban en recto hacia él, rebrincados en su embestida, soltando la cara. No se ha escondido Rafaelillo e incluso ha intentado el toreo en redondo y al natural, una auténtica quimera.
Fernando Robleño se las ha visto con un segundo al que tan solo en un par de tandas por el pitón derecho y otras dos por el izquierdo ha conseguido algo de lucimiento cuando le ha puesto la muleta en la cara, tapándole mucho, sin quitársela, con seguridad y firmeza. Redondos templados y ligados de enorme mérito, pocos pero importantes, como los naturales con hondura que le ha recetado al escolar, unos pocos, dos series, pero de muchísimo mérito. El resto tampoco le ha permitido más florituras, sobre todo el quinto, que se paraba, miraba y buscaba, la cara arriba, soltando derrotes. Bastante ha hecho el madrileño con salir entero del trance y robar algún derechazo aislado de mérito.
El colombiano Luis Bolívar ha lidiado un tercero que ha carecido de entrega en los primeros tercios, que se ha dejado pegar en el caballo sin emplearse y que en banderillas ha permitido a Gustavo García y a Fernando Sánchez cuajar un buen tercio de banderillas, más por la verdad en la suerte de los dos toreros de plata que por la colaboración del escolar. En la muleta tan solo algunos redondos con cierta clase y ligazón han merecido la pena, el resto ha carecido de argumento con un toro andarín, gazapón, muy incómodo,, que no humillaba, que por el pitón izquierdo carecía de recorrido, soso y deslucido. El que cerraba plaza era otra edición. Un toro serio que ha tomado el capote de Bolívar con fijeza, verónicas templadas, corriendo bien la mano, acompasadas, el toro humilla con clase, repite y levanta los únicos olés de una tarde sumida en el letargo y que derivaba sin rumbo hacia un nuevo naufragio. Como ya comenté unas líneas atrás, extraordinario el tercer puyazo de Félix Majada, parando al toro, agarrando arriba, sin rectificar, sensacional, como la ovación que le ha acompañado en su retirada al finalizar el tercio. Espectáculo sublime en banderillas con dos grandes pares de Miguel Martín clavados con pureza, dejándose llegar al toro, asomándose al balcón, y uno de los que puntúan para premio, el de Fernando Sánchez, una auténtica maravilla, torería pura, andando hacia la cara del escolar con las manos abajo, balanceado los palitroques, dejándose ver, aguantando mucho el parón del toro, cuadrando en la cara, reuniendo a la perfección para salir de la suerte con una seguridad y una torería fuera de serie. Ambos toreros de plata han saludado desde la tronera del burladero la enorme ovación del público. El inicio de la faena de muleta me ha parecido desconcertante por el pitón derecho, no pasa, suelta la cara, no acaba de romper. Se pasa la muleta a la mano izquierda y por ahí surge como por arte de magia un toro entregado, que humilla y repite en los vuelos de la muleta de Bolívar. Tres tandas de naturales sensacionales, rotundos, con hondura, ligados, bajando la mano, aprovechando el recorrido del toro. Todo ha sido por ese pitón izquierdo, aunque mediada la faena ha intentado de nuevo el toreo en redondo ha sido imposible, por ese pitón decía que no y era que no. Faena de colocación, faena de temple, tirando del toro con suavidad, llevándolo en largo, adecuando la altura a las condiciones del de Escolar, extraordinaria manera de entender al toro y de acoplarse a lo que pedía, lección de torero maduro y hecho. Acariciaba la oreja el de Cali, se acunó entre los pitones al entrar a matar como si fuera lo último que hiciera en su vida, rumbo a la muerte del toro o la suya, sin importarle dejar este mundo con esa oreja cortada, salió despedido como un trapo, afortunadamente sin consecuencias, la espada hundida y en muy buen sitio, y el toro que no dobla, y que se resiste, y que no dobla. El descabello se le atraviesa y se difumina cualquier opción de triunfo. Una verdadera lástima porque la oreja era de ley, de la ley del buen toreo al natural en el último acto de una corrida de un solo toro.
Antonio Vallejo
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