lunes, 19 de octubre de 2020

Feria de San Lucas: Triunfo y arte en Jaén


 Dice el refrán que por San Blas la cigüeña verás y si no la vieres, año de nieves. Yo no sé si en el ya lejano febrero  de 2020 vimos a la cigüeña, pero lo que sí vimos fueron toros, como cada año, en Valdemorillo, madrugadora feria cada año, la primera de la temporada la de San Blas y la Candelaria. En la localidad madrileña brillaron José Garrido, puro arrojo, decisión y valor que le valieron una oreja junto a Juan Ortega, clase, temple y clasicismo ante toros de Alcurrucén, además de un pletórico y deslumbrante Daniel Luque, en plena madurez con ya 12 años de alternativa, y Álvaro Lorenzo, inteligente y firme, ante toros de Montalvo. Nos las prometíamos muy felices aquel fin de semana del 8 y 9 de febrero, arrancaba una temporada que iba atener su continuidad en Olivenza e Ilescas, ya partir de ahí.... se acabó. Parón. Luego, lo de todos conocido, el reguero de festejos en plazas de primera y segunda para llegar a este fin de semana de octubre en el que por San Lucas las plazas españolas vemos cerrar. Esto no es un refrán, ni se le parece, con perdón, pero es una realidad. Igual que Valdemorillo abre la temporada española es Jaén quién se encarga cada año de echarle el cierre, aunque cierto es que esta vez no será la última corrida de la temporada ya que aún  nos quedan unos cuantos festejos de la Gira de Reconstrucción que presentan gran atractivo.
Se ha dado la paradoja que dos matadores de los que estuvieron abriendo la temporada en tierras madrileñas también se han dado cita este sábado y domingo en tierras olivareras, Juan Ortega y Daniel Luque, compartiendo carteles con nombres de la talla de Enrique Ponce, Curro Díaz y Emilio de Justo en dos corridas que han resultado triunfales en lo que a trofeos se refiere - Ponce paseó una oreja, Curro Díaz dos, las mismas que Juan Ortega, Daniel Luque tres y Emilio de Justo otras dos - pero que, por encima de todo, nos han dejado un sabor a toreo inmortal. Mucho ha sido el arte que ha inundado el Coso de la Alameda, toneladas, enorme ha sido la emoción y más grande aún la torería con la que nos han embriagado haciéndonos olvidar todas las penas pasadas. 
Hay que decir que para que todo eso haya ocurrido han contribuido en gran manera los toros lidiados de Victoriano del Río lidiados ayer, de magnífica presentación, muy serios, con hechuras de plaza de primera, y los de hoy domingo, dos de Nuñez del Cuvillo, dos de La Quinta y dos de Juan Pedro Domecq, todos ellos de tremenda seriedad, rematados y en tipo, también con trapío de primera. Bravo por los ganaderos que, teniendo por desgracia mucho para elegir en el campo, han llevado a todas las plazas de segunda y tercera en las que ha sido posible ofrecer corridas de toros animales que estaban reseñados para Valencia, Sevilla, Madrid, Bilbao, Pamplona o Zaragoza, un auténtico lujo para esas aficiones. Cierto que ayer el juego de los de Victoriano fue desigual pero hubo uno, el sexto, Basurillo de nombre, extraordinario, probablemente el mejor toro de esta corta y extraña temporada, un toro bravo, con clase, con fijeza y entrega, con  recorrido y duración, que permitió a Juan Ortega cuajar una faena rotunda, llena de armonía, ritmo, compás, temple, gusto, clase, suavidad y, sobre todo, naturalidad, nada forzado, ni un gesto de afectación, y que a nosotros nos hizo soñar el toreo eterno. Tuvo clase pero pocas fuerzas y facultades, quizás debido a un puyazo que cayó bajo y le dañó, Quitaluna, el cuarto de Victoriano que por suerte cayó en manos de Ponce que gracias a su temple, técnica y maestría obró una vez más el milagro de convertirlo hasta en bueno, y resultó exigente y complicado Cóndor, que hacía quinto ya al que Curro Díaz pudo en una faena de poder no exenta del regusto y el pellizco de su toreo y personalidad. Otro toro que también apunta a premio al final de temporada es el que abría plaza hoy, Pocarropa, de Nuñez del Cuvillo, imponente de presencia y extraordinario de juego, bravo, noble, humillando de principio a fin, con fuerza y recorrido, que iba camino de dos orejas y rabo para Daniel Luque si no hubiera sido por los aceros. Y les juro que no exagero porque si el toro ha sido superlativo la actuación del sevillano ha sido magistral, desde el primer lance de capa hasta la última luquecina o ayudado por alto, una borrachera de toreo celestial, divino. También ha sido un gran toro el sexto, Tristón, el otro de Cuvillo lidiado hoy, un toro con movilidad y exigencia, que pedía el carnet y al que Emilio de Justo ha embarcado de manera portentosa en su poderosa muleta, al igual que Hocinero, de La Quinta, un cárdeno de preciosa lámina, ¡qué hechuras!, santacoloma puro, corrido en cuarto lugar y que también ha correspondido a de Justo que lo ha desorejado gracias a haberlo entendido y toreado a la perfección, como requería, un toro con la raza propia de su encaste, exigente y sin dar el mínimo resquicio a la duda al que ha sometido y llevado en largo y por bajo por ambos pitones en una faena de gran emoción y transmisión, algo que también ha tenido el otro de La Quinta que le ha tocado a Luque, Regente de nombre, también cárdeno, también muy en tipo santacoloma, bellísima estampa y un pitón derecho de lujo, pero nada por el izquierdo.
Y si ha habido toros y ha habido matadores también ha habido en estas dos tardes algo que en el toreo es fundamental aunque a veces no se les dedique el tiempo que se merece, los hombres de plata, toreros también, no lo olvidemos y de cuya labor a lo largo de la tarde depende mucho lo que puede ocurrir en la faena de muleta, que en el toreo moderno parece ser lo único que cuenta. Muchas veces me habrán leído decir que vivimos una época de oro en le toreo de plata, y es así, no recuerdo tanta calidad en este escalafón como ahora. Y lo de esta Feria de San Lucas de Jaén ha sido el mejor ejemplo. Sensacionales todas las cuadrillas, tanto en la brega como en banderillas, haciéndolo todo bien, ni un capotazo de más, perfectamente colocados, colocando los pares con verdad, pureza y exposición, asomándose al balcón que suele decirse, con los picadores, tan denostados y tan infravalorados, rayando a muy buen nivel dando al tercio de varas la importancia y relevancia que tiene, vital para el desarrollo de la lidia, aunque este toreo  moderno quiere convertirlo en un molesto trámite que hay que pasar porque lo dice el reglamento. Tan solo voy a decirles que en lo que a los del castoreño se refiere ayer sábado Manolo Quinta recibió una tremenda ovación al colocar un magnífico puyazo al primero de Ponce, sensacional también la José Palomares picando al cuarto, otra gran ovación, como la dedicada tras el extraordinario puyazo de Manuel Burgos a Basurillo, el sexto de Victoriano del Río, que hoy domingo José Manuel García, de la cuadrilla de Daniel Luque ha ejecutado la suerte de varas a la perfección en el tercero de La Quinta, llevándose el premio al mejor puyazo de la feria, que en cuanto a los hombres de plata se refiere en la corrida de ayer sábado se desmonteraron en banderillas Juan Carlos García y Óscar Castellanos, a las órdenes de Curro Díaz, Andrés Revuelta y José Ángel Muñoz "Perico", a las órdenes de Juan Ortega, magistral brega de Jorge Fuentes en el sexto, también a las órdenes de Ortega, y que en la de hoy, en la cuadrilla de Daniel Luque, Antonio Chacón y Juan Cantora saludaron desmonterados una gran ovación en el tercio de banderillas al primero, el propio Chacón bregó a la perfección al tercero, Juan Contreras dejó dos pares con exposición viéndose obligado a responder a la atronadora ovación, Miguel López dejó un puyazo arriba y delantero al quinto y Raúl Carico también respondió montera en mano a una fuerte ovación tras  banderillear al quinto, mientras entre los hombres que formaban a las órdenes de Emilio de Justo fue Manuel Pérez Valcarce quien destacó sobremanera en la brega del segundo, Germán González dejó tres soberbios puyazos al cuarto recibiendo un estruendosa ovación tras un vibrante tercio de varas y José Chacón colocó los palos con maestría y gran verdad al sexto saludando desde la tronera del burladero una ovación de las de época. Y es posible que me haya dejado algún nombre, no me extrañaría, porque ha sido una auténtica maravilla ver torear a todos esos hombres, nombres que pocas veces tiene el espacio que merecen y que, como aficionado, me parece de justicia darles, hoy y siempre. 
Por lo demás creo que poco queda por añadir de lo mucho que me he hecho sentir esta feria de San Lucas. Ponce, maestro de época, capaz de todo, temple y desmayo, Curro Díaz,  duende y pellizco, aromas de toreo de otros tiempos, siempre por bajo, Juan Ortega, naturalidad, elegancia, compostura, regusto, temple, suavidad, despaciosidad, una realidad ya, Daniel Luque, capote de ensueño, muleta magistral, toreo profundo, variedad, clase, y Emilio de Justo, poderoso, mando y calidad, valor y estética en unas muñecas que manejan los engaños con decisión y suavidad para embarcar al toro en los vuelos y llevarlos hasta el final. Es el toreo, mágico, único, muy grande. Y digo yo, si con todo lo que ha pasado, si con todo a la contra, sin ayuda alguna, solos, olvidados, proscritos, ha sido posible dar corridas de toros, si la afición ha respondido, si además hemos sentido este arte y hemos vivido emociones como las de estos dos días en Jaén, o las del pasado día 12 en Córdoba, o lo de Finito en Antequera, o lo de Ortega en Linares, o lo de tantas otras tardes, ¿puede quedarme alguna duda de que nuestra Fiesta jamás morirá?. Ninguna, de verdad, es muy grande, demasiado para una pandilla de mediocres cargados de odio, rencor y complejos que no llegan ni a la suela de una de las zapatillas de todos estos maestros. ¡Viva el toreo eterno!.

Antonio Vallejo

martes, 13 de octubre de 2020

Finito y Morante, el sueño encontrado


Mucho se ha quedado en el camino pero no estaba  perdido. Estaban ahí, tan solo había que ir a buscarlos, los sueños, los del toreo eterno, los de un arte inmortal. Estaban dormidos, en Antequera y Córdoba, esperando, tranquilos, sin prisas, para entregarse a quienes mejor podían hacerlos realidad, Finito y Morante, Morante y Finito, tanto monta. Dos tardes, dos maestros, una sola palabra, TORERÍA, y un solo sentimiento, emoción. Por eso el toreo es lo que es, algo imposible de explicar, que solo se puede vivir y sentir, sin atender a las normas de la lógica o la razón, abandonándose a la pasión del arte supremo.
Finito lo hizo el viernes, en Antequera, enmarcado en una de las corridas de la Gira de Reconstrucción de Canal Toros junto a Luis Bolívar, ante  toros de Zalduendo, magníficos de presentación y de muy buen juego, en especial el tercero, Doctor, al que indultó. Desde que tomó el capote para recibir por verónicas al que abría plaza se pudo sentir algo distinto, ese pellizco que anuncia algo grande. Temple, cadencia, ritmo, compás, ganado terreno toreando, meciendo al Zalduendo, rematando con una media llena de sabor. Toro con mucha calidad, bravo y encastado pero al que había que entender y saber llevar, de esos que no te permiten dudar. No lo hizo Finito. Los primeros compases de la faena desprendieron torería por los cuatro costados. Por bajo, trincherazos andándole hacia delante, llevándolo a los medios con suavidad y temple, muy despacio, torería pura. Por ambos pitones supo darle el trato perfecto, primero consintiéndole, dándole la distancia y la altura que pedía, llevándolo en recto para aprovechar sus cualidades, sin quebrarlo. Embebido en la  muleta se sucedieron las series por ambos pitones, cortas, medidas, cuatro muletazos, no más, dándole las pausas que necesitaba para recuperarse, todas con un temple exquisito, ni un toque a las telas, ni un tirón, suavidad exquisita, la mano baja, ligadas en el sitio, derechazos profundos, naturales con hondura, nada forzado, todo surgía de la inspiración, de la mente a las muñecas, jugadas con sutileza, naturalidad y verdad de una faena a la que le dio el metraje exacto, ni un solo pase de más, para pasaportar al toro de una sensacional estocada. Dos orejas al esportón. El tercero, el reseñado Doctor, fue en gran toro, magnífico, quizás con tan solo un defecto, el escarbar en repetidas ocasiones, algo que puede hacer pensar que quizás el indulto fue un tanto excesivo. Salvando eso fue un toro muy bravo, repetidor, que se empleó en todos los tercios si bien fue ne la muleta donde destapó todo el fondo que tenía. Repetidor, con fijeza y humillación, persiguiendo la muleta incansable, con celo y de una duración que parecía no tener fin. Los primeros compases de la faena también llegaron cargados de aromas a toreo de otros tiempos, muy despacio, por bajo, torería. El resto fue una borrachera de toreo celestial, series por ambos pitones templadas, con largura, ligadas por bajo, la figura compuesta, elegante, clase y gusto, abrochadas con pases de pecho antológicos, trincherazos y remates por bajo de ensueño. No sé cuantas series dibujó con unas muñecas de seda que manejaban el capote con una delicadeza sublime, incontables, porque Doctor seguía, repetía y embestía con la misma fijeza y codicia del principio. Poco a poco el rugir de los  olés fue dando paso al runrún y de ahí al flamear de pañuelos solicitando el indulto, quizás excesivo, pero tampoco voy a ser quien ponga peros a esa decisión, especialmente en esta temporada tan complcada y atípica en la que necesitamos alegrías. Dos orejas y rabo para Finito, justo premio a su actuación, rotunda, de principio a fin, llena de naturalidad y temple, con torería desde que pisó la plaza hasta que la abandonó, una delicia ver a Finito andar delante de la cara de los toros, ver como sale de la misma, con el poso y el regusto de la madurez, torería, mucha, el sueño hecho realidad, el del toreo.
Y sin tiempo para despertar ha llegado Morante a Córdoba en el día más indicado, el 12 de octubre, el  día de España, para hacer que el sueño del toreo eterno nunca acabe. Un mano a mano con Juan Ortega ante seis toros de Jandilla-Vegahermosa para mi gusto muy seria y muy bien presentada en el que el duende ha revoloteado por el Coso de los Califas para acabar invadiendo el alma de todos los aficionados de los tendidos y cuantos hemos visto la corrida por televisión. Tarde plena del maestro de La Puebla del Río, por arte, por valor y por decisión, todo lo ha tenido y todo lo ha entregado sin reservas. No era bueno el primer toro, frenado en el capote, con escaso recorrido, sin posibilidad de lucimiento. Pese a esas escasas condiciones del Jandilla he visto a Morante muy decidido con la muleta, presentándosela, con temple y suavidad, conduciendo la embestida con suavidad y el gusto con el que impregna cada pase, pero al toro le faltaba chispa y recorrido, pasaba sin más, sin emplearse y sin entrega, soltando la cara. Por encima Morante, serio, seguro y solvente. Los mismos defectos ha presentado el tercero, sin recorrido ni entrega en el capote no permitiendo lucimiento alguno. Por si faltara algo en la muleta se mostraba el Jandilla reservón e incómodo, apretando para dentro, miraba y medía, haciendo hilo, un toro que no concedía ni permitía nada. Gran disposición y fe de Morante que no ha dudado lo más mínimo, valiente y decidido, además de aportar una técnica portentosa, tragando lo suyo,  para acabar embarcándolo en la muleta con un par de tandas, una por cada pitón, de mucha calidad y temple, echándole la muleta abajo, sometiéndole y alargando el viaje de manera sensacional. Lo que parecía un imposible se hizo realidad, maestría de Morante en derechazos impregnados de torería, con el sello del maestro de La Puebla, toreo largo y profundo, enroscándose al toro, pasándoselo muy cerca, magia pura, adornada con molinetes y remates por bajo de ensueño. Gran ovación, atronadora, que de no haber sido por la espada, hubiera valido una oreja. El quinto saltó con bríos, apretando mucho hacia tablas lo que no permitió a Morante lucir su toreo de capote más que en dos verónicas sensacionales, repletas de aromas, parando el tiempo. Mejoró el toro tras el primer puyazo lo que aprovechó Morante para componer un quite bellísimo por chicuelinas garbosas al paso, ceñidas y a mano baja al que replicó Ortega con otro también por chicuelinas enclasadas y una media de remate de muchos quilates. Bonito duelo que tuvo su precedente en el segundo de la tarde, esta vez por verónicas, en las que ambos matadores llenaron de belleza y emoción cada lance, verónicas acompasadas, muy templadas, rematando los quites con medias que alcanzaron cotas máximas de gusto y elegancia. Momentos de intensa emoción que desataron olés que hicieron temblar los cimientos de la plaza cordobesa, al igual que cuando en ese segundo toro Juan Ortega brindó su toro al maestro que admira y respeta, precioso detalle que refleja lo que es el toreo y los valores que representa, entre ellos el respeto, algo cada día más en desuso. Un inicio de faena cargado de aromas, torería pura, andándole hacia los medios, trincherillas y pases de la firma para romper el alma que preceden a series por el pitón derecho enroscándose al toro, toreo en redondo templado y profundo, emoción intensa, ligazón, componiendo la figura, con ese barroquismo que apasiona, arrebujadito, el duende ante nuestros ojos, el pellizco añorado tantos meses, aromas de azahar del abril sevillano en pleno octubre con los que impregna los naturales en series ligadas con hondura rematadas por pases de pecho antológicos que desatan la pasión torera. Y todo bajo los acordes de "Suspiros de España", ¿se puede pedir algo más?, ¿hay algo más grande?. Pues sí, por ejemplo las manoletinas finales con las que ha rendido homenaje al gran Manolete en su plaza antes de ir a por la espada y sacar al Jandilla a los medios toreando a dos manos por alto, estampas de toreo antiguo repletas de belleza. Un pinchazo hondo arriba y una media también arriba tirándose a matar por derecho pasaportan al toro y arrebatan la posibilidad de lo que hubieran sido dos orejas casi con toda seguridad, pero la vuelta al ruedo ha sido tan apoteósica que vale por todos los trofeos. Esto es para mi el toreo, emoción y sentimiento, lo que han generado Finito y Morante, Morante y Finito, el sueño que echábamos tanto de menos, el sueño encontrado.

Antonio Vallejo



lunes, 12 de octubre de 2020

Recta final en el camino de los sueños perdidos


Tenía ganas de volver de nuevo con ustedes, se ha hecho largo, tantos meses después, mucho tiempo, demasiado. Meses duros, meses que nos han roto todo, que han echado por tierra proyectos, ilusiones, sueños, trabajo y, por desgracia para miles de familias, la vida, el bien más preciado. En su momento ya les dije en este blog lo que pensaba de esta pandemia, de su origen oscuro y su aún más oscura forma de gestionarla por parte del gobierno socialcomunista que padecemos, así que no voy a caer en el error de repetirme. Tan solo añadir que el tiempo creo que va cargando de razón mis impresiones. 
Como les decía, este año arrancaba como todos los de nuestra vida, cargado de sueños. Y entre esos miles de sueños había uno que a nosotros, los taurinos, los verdaderos amantes y defensores del toro bravo, nos llena de inquietud. Un sueño que se llama temporada, un sueño en el que depositamos todas nuestras ilusiones para verlas hechas realidad en una plaza de toros. Tan solo Olivenza e Ilescas, la única corrida que he visto  desde un tendido en esta temporada, desafiaron a la pesadilla y nos hicieron felices en lo primeros días de marzo. No olvidaré nunca ese día en la localidad toledana, todo, la comida, la sobremesa, el toreo de Morante, Manzanares y Aguado (Pablo, el bueno, no confundir con el Judas) y sobre todo la compañía de aquel día. 
Pero el sueño lo perdimos, se fue, de un plumazo, despertamos y vimos que no había Fallas, ni abril sevillano, ni San Isidro, ni sanfermines, no había nada, solo el vacío, la soledad, un orfandad de toreo que, al menos yo, tardé mucho en asimilar. Lentamente la situación pareció mejorar, tanto que se empezó a hablar que de cara al verano y el otoño las perspectivas serían otras, se hablaba de abrir las plazas con un aforo limitado y una serie de normas de comportamiento, se empezaban a dibujar los primeros trazos de lo que podía ser el otoño madrileño o la feria de San Miguel en Sevilla, por poner de ejemplo las dos plazas más importantes de España. Por desgracia todas esas esperanzas se fueron desvaneciendo día a día, por un motivo o por otro, los sueños renacidos se volvían a perder. Es cierto que el verano ha estado salpicado de corridas de toros por gran parte de nuestra geografía en plazas de segunda y tercera que han arriesgado capital y esfuerzo para poder ofrecer festejos y que, gracias a Dios, han contado con el respaldo de la afición gracias a una confección de carteles de primer nivel, tanto en las ganaderías escogidas como en las ternas anunciadas, pero eso no ha sido suficiente para salvar una temporada dramática para todos, empresas, toreros y ganaderos, probablemente éstos los más castigados de largo, apoyados por los pocos medios de comunicación especializados, un par de televisiones autonómicas y el Canal Toros que se ha encargado de retransmitir en directo una gran cantidad de las corridas lidiadas en España y las ferias francesas en plazas de primera categoría. Al menos así he podido saciar en parte el hambre de toros de esta temporada, aunque nunca es lo mismo que sentir el toreo sentado en el tendido, y eso que el sensacional trabajo de todo su equipo hace de las retransmisiones una autentica delicia. Y precisamente por esas retransmisiones me ha llamado poderosamente la atención que mientras en España plazas de primera como Málaga, San Sebastián, Bilbao y Zaragoza, más otras de segunda como Valladolid, Salamanca o Albacete iban anunciando una tras otra la suspensión de sus ferias, en la vecina Francia plazas como Dax, Bayona, Istres, Berciers, Arles con la feria del arroz y Nimes con la de la vendimia programaban sus ciclos completos y con un aforo creo que de un 70%. ¿Por qué las grandes plazas francesas han sido capaces de dar toros y las españolas no?, ¿cuál puede ser la explicación?, ¿de quién es la "culpa"?. No lo sé, pero me entristece ver que mi plaza de Las Ventas sigue igual, vacía, mientras, por ejemplo, cines y teatros sí abren, y me preocupa. Seguro que hay razones de sobra para tanta diferencia entre España y Francia, yo las desconozco, aunque las imagino, y eso me preocupa aún más.
Está claro que hay que seguir luchando por lo nuestro, por esta afición que nos une e identifica, por seguir defendiendo y cuidando al toro bravo porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?, ¿esos farsantes que se llaman animalistas?. Que alguien me diga que han hecho en estos meses esa cuadrilla de impostores en ayuda del toro y del campo bravo. Nada, absolutamente nada, porque ni les preocupa ni les importa. Si de ellos hubiera dependido habrían acabado con la cabaña brava aprovechando la coyuntura, seguro. 
Lo que resta de temporada es poco, Jaén que anuncia su tradicional feria para el próximo fin de semana y la llamada gira de reconstrucción que Canal Toros ha puesto en marcha para octubre y noviembre en las plazas de Úbeda, Cabra, Antequera, Barcarrota, Montoro, Sanlúcar, Aracena, Fuengirola y Logroño, más una corrida en Badajoz en la que se anuncia en solitario Antonio Ferrera, y en el horizonte debiera estar la temporada americana, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y México que cada año por noviembre ve abrir las puertas del coso de Insurgentes pero que en este es aún una incógnita. Es la recta final que cada temporada se llena de premios, de balances, de triunfadores, de realidades, pero en esta de 2020 solo hablaremos de los sueños perdidos en el camino que algún día recuperaremos, los del toreo eterno, como el de Finito y Morante. 

Antonio Vallejo

lunes, 22 de junio de 2020

Nuestra vuelta será grande


Con esta frase, nuestra vuelta será grande, idea por la empresa gestora de la plaza de Las Ventas y convertida, diría yo, en un lema para los taurinos, un faro  al que mirar en la penumbra de estos meses, hemos aguantado desprecios e insultos por parte de un gobierno incapaz que con una nefasta y criminal  gestión lleva ya a sus espaldas cerca de 50.000 muertes de españoles. Como era de esperar en estos meses de encarcelamiento este indecente gobierno no ha apartado su punto de mira de uno de sus objetivos obsesivos, la liquidación de la Fiesta Nacional. Acabar con los toros parece algo fundamental para la tribu socialcomunista, ahogar al mundo del toro negándole todo tipo de ayuda económica cuando a cualquier titiritero de tres al cuarto se le ha ofrecido y dado el oro y el moro era la consigna que el filósofo que ostenta el cargo de ministro de cultura ha obedecido e intentado cumplir a rajatabla. Y el mundo del toro, como siempre les he comentado, ha aguantado,  ha mantenido la seriedad, el rigor y la clase que le caracteriza a base de trabajo, trabajo y trabajo, a base de esfuerzo y sacrificio día tras día para salvar eso que tanto amamos, el toro bravo, pese a los menosprecios continuos. 
Lo hemos pasado mal, han sido muchos días de tristeza y añoranza de las plazas llenas, de las grandes ferias, de la luz del arte y el eco de los olés, los aficionados nos hemos sentido huérfanos pero manteníamos la ilusión gracias a esa frase, nuestra vuelta será grande, que por sí sola alimentaba el sueño del retorno a los tendidos. Y parecía que ese día nunca iba a llegar, de hecho aún no ha llegado, pero esta tarde ese sueño ha empezado a convertirse  en realidad. No sé cuantos hemos llenado la explanada de las Ventas a las ocho de la tarde, me da igual, he leído distinto medios tanto taurinos como generalista y hablan de "varios miles". Poco me importa el número, igual que tantas veces digo que me da igual una oreja más o menos porque la espada caiga uno o dos centímetros arriba o abajo cuando lo que me ha llenado de emoción y ha desbordado mis sentimientos ha sido el arte, porque tan solo el hecho de esta tarde ante la Puerta Grande de Madrid, la que abre el camino del cielo anhelado por cualquiera que ame esta Fiesta, ha sido suficiente para sentir la emoción y la pasión, para sentir ese pellizco único que solo el toreo es capaz de generar. Emoción por reencontrarme con amigos, con muchos abonados que tantas tardes nos vemos en las puertas de acceso, en los pasillos, con el personal de plaza que cada día de toros nos hace todo tan fácil y agradable y con quienes se crean auténticos lazos de amistad a lo largo de los años, con todos los maestros, novilleros, o toreros de plata que, como un aficionado más, a pie, entre la multitud, no han dudado en sumarse a la convocatoria, todos clamando un mismo grito, respeto a nuestras esencias, respeto a nuestras raíces, respeto a nuestra cultura, respeto a siglos y siglos de tradición, sin ningún matiz político, ajenos a colores, tan solo defendiendo la Tauromaquia, algo que sólo mentes obtusas y cegadas por el odio hacia todo lo que les suene a español son incapaces de entender. Ha sido un tarde muy feliz, que he vivido con mucha alegría, tanto que he hecho exactamente el mismo recorrido que cada día de toros hago desde mi casa hasta Las Ventas, aparcando mi moto en el mismo lugar de siempre. Todo igual, porque hoy sentía que iba a los toros, de otra manera, pero a los toros. Para mi, y creo que me equivoco poco si lo hago extensivo a los miles de taurinos que estábamos en la explanad de Las Ventas, ha sido un soplo de aire fresco, un aliento de esperanza ante lo que ya veo inminente e inevitable aunque a muchos les pese y vean frustradas sus tenebrosas intenciones, que nuestra vuelta va a ser grande, muy grande, como ha sido la apoteósica vuelta que hemos dado alrededor de Las Ventas, marcada por el cumplimiento de las normas, del respeto a todo y a todos, el orden y la categoría que siempre ha tenido  el toreo y que hoy, más que nunca, se ha mostrado eterno e inmortal.
Y voy a terminar como han terminado las palabras de cuantos han tomado la palabra en esta tarde de toros tan relevante: ¡Viva España!, ¡Viva la Tauromaquia!.

Antonio Vallejo

martes, 16 de junio de 2020

Volverá a reír la primavera


Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía...

¡Cuantas veces en estos meses se me ha venido a la cabeza este soneto de Francisco de Quevedo!, un llanto desesperado de desolación y soledad, reflejo del sentimiento de un español que vive inmerso en la desazón de una España imperial decadente, herido por la angustia ante el inminente fin de una época gloriosa, rebelándose ante el derrumbe moral de su amada nación. Siglos después, parece increíble,  a muchos españoles nos azota como un látigo mortal la misma inquietud ante una patria que se desmorona por la acción de sus enemigos y la omisión de quienes vuelven su cobarde cara sin defenderla, compartiendo la  misma tristeza y el desasosiego del gran poeta ante la inminente pérdida de lo que nuestros mayores nos legaron con su esfuerzo y sacrificio. Sí, no me duele decirlo, yo también miré los muros de la patria mía  en estos oscuros meses de primavera en los que tanto se nos ha ido y cuyas terribles consecuencias aún muchos no son capaces de ver.
Igual que miré esos muros de la patria muchas tardes también miré los  muros de la plaza mía, de esa plaza que tanto he añorado este mes de mayo y junio huérfano de toros, de esa plaza que ha visto robada su feria por un destino de origen tan turbio como los que lo han regido de manera obscena e indecente. El  San Isidro madrileño se ha ido, vacío, al igual que se esfumó de nuestras vidas el abril sevillano, o el marzo valenciano se apagó de golpe, con la pena en el alma del aficionado, con el dolor de la impotencia ante la amenaza de muerte de su amada, esa que se llama Tauromaquia. Amenaza de los mismos que sueñan con derribar los muros de la patria mía y que creen que los muros de la plaza mía también deben ser derribados por cuanto constituyen uno de sus pilares ancestrales, un signo inequívoco de españolidad, sin saber que ambos muros son mucho más sólidos de lo que imaginan al estar edificados por el corazón de una nación que jamás se ha rendido. Pinchan en hueso, sin duda.
Han sido muchas las tardes de esta oscura primavera en las que he pasado junto a la plaza de las Ventas, dirigiendo mi vista y mi ánimo a ese camino que como un ritual sagrado cada día de feria recorro para cumplimentar a esa amada afición, a esa locura, pasión desenfrenada, que es el toreo. Y cuando llegaba al encuentro de mi añorada plaza inmerso en melancolía me daba cuenta que allí estaba, como siempre, bella, erguida, imponente, desafiante, sólida, respetuosa, con su bandera a media asta, no diez días, todos los días, tranquila, serena, segura, con sus muros guardianes de este arte eterno. La contemplaba, en silencio, escuchando los ecos de los olés inmortales  acunados por el viento. Y la pena de esta oscura primavera desaparecía, la tristeza se esfumaba y las verónicas, los naturales, los adornos, los remates que tantas tardes nos han llenado de emoción se hacían presentes ante mis ojos para dibujar una sonrisa en la cara y llenar de alegría el alma taurina con la certeza que nada ni nadie será capaz de robarnos algo tan grande y con la seguridad que algún día veremos la luz, la de un nuevo amanecer envuelto en banderas victoriosas que desde los luceros anuncien que volverá a reír la primavera.


Antonio Vallejo

lunes, 11 de mayo de 2020

Por un San Isidro que no será, por el toreo. Y mi desprecio por la "cultura"


Mañana hubiera sido el día, martes, 12 de mayo. Mañana, sobre estas horas, estaría recorriendo mi cuerpo ese cosquilleo que cada año siento cuando me veo a las puertas de la que es la primera feria del mundo en la primera plaza del mundo y mis pensamientos embebidos en los vuelos de capotes y muletas soñando faenas con las que sentir ese algo único, mágico e inexplicable que es el pellizco del toreo eterno. Esos asientos, tan vacíos hoy, mañana estarían poblados de aficionados cargados de ilusión en un día de reencuentro con los abonados de siempre, con el personal de plaza que cada temporada nos hacen aún más agradables las tardes de toros que día a día desgranamos y disfrutamos con la pasión y el sentimiento que solo el toreo puede darnos. Ese es mi tendido, el 1, ahí están mis dos asientos, en ellos he vivido emociones intensas, he soñado el toreo, también he vivido decepciones, días de tedio, por qué no decirlo, e incluso enfados, pero siempre compartiendo lo más grande que tenemos, la afición. Mañana estarán vacíos de público, pero no solos, jamás abandonados u olvidados, ni por mi ni por ninguno de los cerca de 16.000 abonados que tiene Las Ventas porque sé que cada tarde van a estar en nuestros pensamientos y la melancolía nos invadirá más de un día, seguro. Vacíos de público pero llenos de cariño porque queremos a esa plaza, porque amamos el toreo y porque sabemos que llegará el momento del reencuentro más feliz que hayamos podido desear jamás.
Ese día llegará por mucho que a unos cuantos les pese a unos pocos que, durante esta situación tan anómala y atípica que estamos sufriendo en un estado de excepción impuesto de manera tiránica y encubierto en una falsa alarma o alerta, está aprovechando para intentar destruir un patrimonio cultural no solo de España sino de la humanidad como es la Tauromaquia. El desprecio de las instituciones socialcomunistas hacia el mundo del toro ha sido claro siempre, pero ahora aún más descarado y vomitivo. El toreo es algo que, les guste o no, está enraizado en nuestra tradición, un arte de siglos y un sector básico para la economía nacional, que representa unos 300.000 empleos, que ingresa en las arcas del Estado 140 millones de euros anualmente  y que mueve cada temporada entre 2.500 y 3.000 millones de euros. A ese patrimonio, a esa tradición y a ese Arte es a lo que un tal José Manuel Rodríguez Uribes - un tipo tan sectario y despreciable como todo el gobierno socialcomunista que nos lleva a la ruina - ha despreciado de la manera acorde a su aspecto, sucio y desaliñado, dejando a todo el sector taurino fuera de las ayudas económicas que su ministerio de incultura pregonó el pasado 5 de mayo. Y como este siniestro ministro de este siniestro gobierno todo ese batiburrillo vomitivo y asqueroso que conforman esos que se autodenominándose "mundo de la cultura", paniaguados y pesebreros del marxismo que viven del cuento y del dinero que a muchos nos cuesta enorme trabajo ganar, personajillos que si no hubiera habido una Guerra Civil ganada por el Generalísimo Franco no hubieran tenido tema para hacer películas más allá de las escabrosidades sexuales y zafiedades típicas de los Almodóvar, Amenábar o Bardem habituales alrededor de los que se reúne para mamar de las subvenciones públicas, cantantes de medio pelo y toda la tribu de titiriteros que inundan televisores y programas de ínfima calidad y peor gusto. Todos esos han mostrado desprecio al cine de verdad, a la música, a la literatura, especialmente la poesía, la fotografía, la pintura, porque todas esas variedades culturales son Tauromaquia, como también lo es la moda, sastres que crean auténticas joyas en los vestidos de torear. En fin, sería inmensa la lista de actividades culturales que desde siglos han girado en torno a los toros y no es cuestión de seguir enumerándolas porque nos llevaría horas, pero con ese desprecio  ese mundo de la incultura ha demostrado lo que es, una inmundicia frente a lo que en realidad representa el toreo, ahogado por esta severísima crisis, ninguneado, pero para nada vencido. Con la cabeza alta, mirando de frente, con verdad todo el mundo del toro ha seguido adelante, haciendo esfuerzos y sacrificios que jamás podremos agradecerles, trabajando en el campo, cuidando de esta especie, el toro bravo, que si por animalistas e incultos fuera se habría extinguido hace mucho tiempo, entrenándose y preparándose para estar a punto el día que se abra la puerta de chiqueros y salte a un ruedo de España el primer toro. 
Cuando sea, no habrá prisas, aunque eso cueste mucho, el toreo volverá como es, puro y con verdad. Volverá, no les quepa duda, porque es eterno y muy grande para esta pigmea clase gobernante que padecemos, porque la clase y la elegancia del toreo es mucha para esta banda progre y porque, como siempre he dicho, somos muchos más y mucho mejores, y saldremos de esta con grandeza, por la puerta grande, como en las grandes tardes.
Y les dejo como empecé. Mañana será un día difícil, mañana no podré sentarme en ese 1 alto cuna de mis sueños, mañana posiblemente la tristeza tienda a adueñarse de mi, pero estoy seguro que en algún momento, en algún rincón, el duende del toreo brotará no sé de donde pero me llenará de esperanzas para afrontar con paso firme todo lo que se nos viene encima. Y aunque suene raro quiero brindar con todos ustedes  por un San Isidro que no será pero que cuando volvamos a vivirlo jamás lo olvidaremos y quiero brindar, sobre todo, por el toreo, eterno e inmortal. Y para la "cultura", mi mayor desprecio, un pase de desdén y una estocada al volapié que los pasaporte lo antes posible.
¡Viva el toreo!, ¡Viva España!

Antonio Vallejo 

lunes, 20 de abril de 2020

¿Dónde están los animalistas?


El toro espera, paciente, en el campo, cuidado como siempre, alimentado y mimado con esmero en todas las ganaderías que pueblan nuestra geografía, día tras día, sin descanso. Esta manera de iniciar una nueva entrada de este blog podría aplicarse a cualquier temporada, cualquier año de los que hemos vivido hasta la fecha, porque nada cambia, porque quienes quizás más aman a este animal, quienes  más lo protegen y lo defienden son, en primera línea de batalla, los ganaderos que ponen su afición, su trabajo, su esfuerzo y su dinero para mantener viva una especie única de un valor incalculable en todos los aspectos. Ahí están ellos, los principales protagonistas de la Fiesta, sin los que nada tiene sentido, tranquilos, pacientes, esperando el momento de demostrar lo que son, toros bravos, genética concebida para luchar y morir peleando, con nobleza y honor. Es su razón de ser, para eso viven y para eso están preparados.
Y nada es diferente este año. En el campo bravo la vida sigue igual pese a la plaga que estamos sufriendo por culpa de un virus chino alimentado y potenciado por un gobierno absolutamente incapaz, incompetente y negligente que raya en lo delictivo por su actuación y sus medidas que traspasan claramente la legalidad en muchas ocasiones. Nada es diferente, repito, porque el trabajo que todas y cada una de las ganaderías están haciendo es exactamente el mismo que han hecho siempre, todas las horas del día, todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses del año, todos los años de nuestras vidas, contra viento y marea, haga calor o frío, llueva o nieve. El toro no entiende de festivos o diarios, no tiene puentes ni vacaciones, necesita dedicación exclusiva, y a eso siguen entregados en cuerpo y alma los ganaderos, los mayorales y los miles de españoles que viven y trabajan por y para el toro. No desfallecen, ni uno, aún sabiendo que muchos de los animales alimentados, entrenados y cuidados con esmero durante años tendrán un triste final, entregados en un matadero donde encontrarán una muerte indigna y, me atrevo a decir, cargada de mucho estrés y sufrimiento, de verdadero dolor, porque será contra natura, contra su esencia, contra sus genes, contra su naturaleza luchadora, sin ninguna opción de defenderse, algo que  sí encuentran en la plaza. Pese a todo eso los cuidados que reciben son los mismos, como si mañana mismo fueran a embarcar en un camión camino de Sevilla, aunque su final sea mucho más triste. Eso es amar al toro, eso es proteger y preservar una especie, esa es la abnegación de los ganaderos a quienes creo que es de justicia dedicarles una auténtica ovación, a nuestro estilo, acompañada de un flamear de pañuelos blancos, con seriedad y respeto, no esos aplausos verbeneros mecanizados e instrumentalizados por los pesebreros del poder acompañados del "resistiré" de turno. Se merecen el máximo respeto, se merecen un homenaje cuando pueda ser, su entrega es absoluta y nuestro agradecimiento debe ser eterno ya que sin tanto esfuerzo esta bendita afición no tendría sentido, sin el toro no hay nada. Aquí no hay bulos, aquí no hay la horterada esa de las fake news, en el toreo hay verdad, solo verdad, desde el campo hasta la plaza, y esa verdad la están demostrando día a día.
Frente a estos auténticos héroes que son los ganaderos, olvidados, insultados por muchos,  ¿qué hay?. Nada, tan solo la mezquindad de otros, la miseria moral de muchos, de todos esos que van por ahí llamando asesinos a quienes nos declaramos taurinos, a quienes de verdad amamos a este majestuoso animal y, entre todos los taurinos, como he dicho al principio, en primera línea de batalla están los ganaderos. ¿Dónde están los animalistas?, ¿dónde están los del perro Excalibur?, ¿qué están haciendo por el toro bravo?. Nada, absolutamente nada, no hay noticias de ellos, ni las habrá, porque no tienen ni idea de lo que es y significa el toro, porque no les importa, porque lo único que les mueve es una motivación política nacida del odio. 
Nada más que eso, que tomen nota, que aprendan lo que es defender una especie.
¡Ole, ole y ole por nuestros ganaderos!.

Antonio Vallejo

martes, 31 de marzo de 2020

El silencio y la soledad del respeto


En silencio, vacía, así está mi plaza, con las banderas a media asta, señal de luto por todos los españoles que han perdido la vida a causa de este virus que nos está cambiando la vida. Luto y respeto por todos lo españoles, reitero, todos, sean de donde sean, sin distinción de regiones, porque así es Madrid aunque a algunos parezca molestarles a juzgar por los vomitivos comentarios y mensajes nacidos de quienes ya sabemos y que tan solo buscan rédito político alimentando el odio hacia Madrid por representar lo que representa. Madrid ejemplar, siempre, Madrid acogedora, la que más, siempre, con los brazos abiertos para cualquiera que llegue a sus calles sin importar su origen, Madrid entregada en cuerpo y alma para combatir esta plaga, vanguardia de España en mucho, con un sistema sanitario que cada año recibe sin rechistar a cualquier español que lo necesite gracias a unos hospitales modélicos que están soportando esta crisis precisamente por su capacidad y preparación tanto humana como técnica. Posiblemente ninguna otra  región habría soportado como lo ha hecho Madrid la avalancha de enfermos.  Pena y vergüenza es lo que he sentido al escuchar y recibir mensajes de rechazo a lo que ellos han llamado despectivamente "los madrileños", allá cada uno con sus complejos reflejados en estas reacciones, allá cada uno con el engaño que aceptan y difunden, el tiempo pasará y quien sabe si tendrán que arrepentirse de sus comentarios.
Madrid sigue, en silencio, luchando sin descanso, a media asta toda la ciudad, respeto. Madrid, capital de España y del toreo mundial. Ahí está su plaza, rota de dolor pero manteniendo su gallardía, vacíos los tendidos pero lleno el corazón con el alma de sus aficionados, ¡cuanto la queremos!, sabedora de que no esta sola, sabedora de que volveremos algún día a llenarla y a honrarla como se merece, sabedora de  que el toreo no va a olvidarla, aunque ahora toque silencio, respeto.
Ese mismo respeto que está demostrando cada día el mundo del toro, también en silencio, sin cámaras ni micrófonos, sin comunicados ni reuniones y más reuniones para ver cuanto se rebajan los sueldos millonarios de algunos, no hace falta anunciarlo a bombo y platillo, todo el mundo sabe que la Fiesta está sufriendo un golpe durísimo de consecuencia aún incalculables. ¿Cual es la respuesta?. Arrimar el hombro, poner lo que cada uno pueda, sacrificarse, sumar y no dividir, ayudar y no enfrentar. Y todo en silencio, en la soledad del campo bravo, criando y cuidando de ese animal maravilloso - el toro de lidia - que tanto queremos y respetamos, en la soledad de un salón convertido en plaza para torear, en el gimnasio improvisado para no perder la forma física, en una sastrería que con el raso de los vestidos de luces que ahora no puede confeccionar está fabricando mascarillas y trajes de protección para personal sanitario o para quien lo necesite, sea de donde sea o lo que sea, no hay preguntas, solo esfuerzo y trabajo en pos de un único fin, vencer al dolor y a la muerte, los valores del toreo, luchando contra el virus con esas armas, las mismas que las de los toreros, mascarillas y trajes representan auténticos capotes y muletas al servicio de todos aquellos que los necesiten, para que puedan lidiar con este toro bronco, carente de clase, calidad y nobleza pero que como los toros mansos y malos esconde un inmenso peligro por sus feas intenciones. 
Sí, ya sé que esto es incómodo para quienes por desgracia desgobiernan nuestra España, somos proscritos para ellos, cuasi delincuentes, asesinos nos llaman. Ni una palabra, ni un comentario, ni una imagen en los informativos. Tampoco hace falta, sinceramente, allá cada uno con su conciencia. La nuestra, desde luego, puede estar muy tranquila. Así somos, con nuestros defectos, por supuesto, pero siempre con la verdad y la pureza por delante, como el toreo eterno, sin taparnos, dando la cara, sufriendo y recuperándonos como tantas veces.
Madrid es mi plaza, la primera del mundo, la que creo debe enarbolar la bella bandera del toreo. Pero como Madrid están todas y cada una de las plazas de España y del mundo, iguales, no hay categorías, demostrando la clase y el señorío que encierra este arte inmortal, también el esfuerzo, el sacrificio, la entrega.  Llegarán las ovaciones, el flamear de pañuelos, llegarán las vueltas al ruedo, llegará la alegría, llegará el salir toreando al aire, pero ahora no toca, aún no, es otro momento, el del silencio, la soledad y el respeto.

Antonio Vallejo

domingo, 15 de marzo de 2020

Temple, el camino hacia el triunfo




Quien me iba a decir que, cuando el pasado 19 de enero publicaba una entrada en la que les transmitía mi profunda preocupación por el año que nos venía de cara al nuestra Fiesta pero en la que también quería transmitirles la ilusión que despertaba esta temporada 2020 por los anuncios de las primeras ferias cargadas de figuras, iba tener que sentarme a escribir no para contar lo que un día como hoy estaría pasando en Castellón o en Valencia, o para soñar con la que iba a ser una grandiosa Feria de Abril, o para ir imaginando esa tardes primaverales de San Isidro con Morante, Talavante, Manzanares, Ferrera o Ureña ya confirmados, sino para decir que todo ese castillo de naipes que formaron mis ilusiones se ha venido abajo por un virus.
Vivimos unos dias de desconcierto, de repente nos hemos visto inmersos en una situación difícilmente controlable. Nuestras vidas, nuestros hábitos, nuestras aficiones, todo parece desaparecer del mapa en unas horas. Nadie puede escapar de este estado de shock, nadie es inmune a la profunda preocupación, e incluso angustia, que genera el enfrentarse a lo desconocido. Y este maldito virus lo es, un desconocido que se ha colado para poner patas arriba todo cuanto hasta hoy veíamos como normal, desencadenando una crisis de consecuencias aún imposibles de calcular.
Esta crisis, como todas, lo primero que hace es dejar al descubierto las vergüenzas de algunos y la valía de muchos. Se ha perdido un tiempo valioso por parte de quienes tenían que haber tomado las medidas que se pidieron bastantes días atrás y se desoyeron por motivos de rédito político, ¡qué triste!, pero ese tiempo ya es irrecuperable y lo que nos queda es afrontar esta difícil situación para intentar acortarla cuanto se pueda. Es, por tanto, el momento para que cada uno pongamos nuestro pequeño granito de arena para construir una gran presa que frene la ola de la epidemia. Y no queda más que cumplir escrupulosamente todas y cada una de las recomendaciones y órdenes que nos den. En casa, en nuestros trabajos, donde sea, responsabilidad y orden. Por desgracia hemos visto muchos gestos de irresponsabilidad - ayer mismo nada más y nada menos que el vicepresidente del gobierno - y muchos más de falta de orden, de histeria y psicosis egoísta con gente desbocada comprando todo y algo más de una manera absurda y demencial. Pero, como dijo Rafael Gómez Ortega "El Gallo", hay gente pa tó.
También hemos podido ver la respuesta que se ha ido dando en distintos ámbitos de la sociedad a las situaciones que se presentaban. Hemos asistido a jornadas rayando en el esperpento en las que, por ejemplo, un evento deportivo se jugaba con público, otro a puerta cerrada, toro no se dictaba, una federación decía blanco, otra negro, una organización, otra que no, la de al lado que no sabe no contesta, viajes para allá y para acá, conciertos llenos de público, reuniones políticas y manifestaciones en la calle, etc. Y todo eso en días en los que se veía que la epidemia no se controlaba, que crecía sin freno, días en los que algunas voces, especialmente las autoridades madrileñas, clamaban por la paralización de todo ante la negativa y la cerrazón de un gobierno que no quería ver la realidad por motivos que deberán pasarle factura en el futuro. Menos mal que Madrid tomó la iniciativa y decretó unas medidas que han sido las que han obligado a tomarse muy en serio esta severa crisis, porque si no a estas alturas a lo mejor andaban algunos discutiendo si este domingo se jugaría o no algún partido con o sin público, aquí y en Europa, que no se crean que por ahí fuera se escapan de la quema, en todos los países cuecen habas.
Pero lo que a nosotros nos preocupa es España, siempre España,  y debemos dar ejemplo de lo que valemos, de todo lo bueno que llevamos dentro y del honor que significa ser español. Y, permítanme que les diga, que el mundo del toreo ha dado, en mi opinión, un ejemplo en estos días. Nada de ruido, con serenidad, con sensatez, anulando uno a uno los festejos, las ferias y cuantas actividades y actos tuvieran relación con el toreo, sabiendo el impacto y la enorme repercusión que va atener no solo en la temporada, sino de cara a las próximas. Pero, repito, a mi modo de ver una vez más este llamado mundo del toro ha sido ejemplar en su comportamiento. No ha hecho falta en muchos casos esperar a decretos que obligaran a suspensiones, antes ya se habían producido, no han sido necesarias reuniones y más reuniones, el sentido común ha imperado desde el principio. Un ejemplo que realmente nace de la esencia del toreo. Siempre hemos dicho que se tiene que ser torero dentro y fuera de la plaza, y así ha sido. Que no hay Fallas, no pasa nada, ya veremos si en el futuro puede enmendarse, lo mismo con la Magdalena, y si Sevilla no puede celebrarse no se hará, igual que San Isidro, aún siendo conscientes de lo que todo eso supone. El toreo nunca ha sido egoísta, el toreo siempre ha sido el primero en dar un paso para cualquier ayuda o causa benéfica, el toreo encierra unos valores que hoy en día están en desuso. Pero como somos proscritos los medios de comunicación nos arrinconan y marginan porque no somos políticamente correctos, pero estamos ahí, firmes, siempre dispuesto a ayudar, y ahora más que nunca. Que yo tenga noticia ningún torero de oro o plata, novillero, ganadero, etc ha confirmado positivo, quizás nunca lo sepamos, tampoco es obligatorio difundir nuestra vida en redes sociales, quizás la discreción sea lo mejor en estos momentos. No lo sé, pero sí que me queda claro que el comportamiento de todos cuantos integran esta Fiesta nuestra está siendo, repito, ejemplar. Y no me extraña nada, porque cuando hablamos de toreros lo hacemos de superhombres que cada tarde se visten de luces y miran a la muerte cara a cara, que saben de verdad lo que es el dolor y el sufrimiento, que tienen una capacidad de sacrificio y una voluntad de superación a prueba de todo, a los que nadie les tiene que insistir  en lo que deben hacer por el bien de todos, y lo hacen con normalidad, sin estridencias, sobran, sus valores son distintos.
Es más, pienso que vamos a ver la mejor faena de toda la temporada, una faena redonda y rotunda, verónicas  de saludo que paren al virus, puyazos delanteros para frenar sus ímpetus y evitar que eche la cara arriba, naturales hondos que le dominen, redondos profundos que lo sometan para acabar metido en la muleta de la curación podido, humillado, y rematar esta preciosa faena incluso adornándonos, saboreando el triunfo, con trincherillas, pases de la firma y adornos por bajo, torería y verdad, como nos gusta, dejándolo en suerte para ejecutar un volapié que lo pasaporte sin puntilla para siempre jamás. Y en el palco no quiero ningún presidente - ya saben quien - que venga a emborronar cuanto hagamos, mejor cualquiera de nosotros para sacar los pañuelos que premien esta faena con dos orejas, rabo y una vuelta al ruedo apoteósica.
Sí, será sin duda esa faena soñada que nunca creíamos que íbamos a ver, una faena que no olvidaremos jamás, marcada por la clase, la elegancia, el señorío, la naturalidad, el sentimiento, la mesura, la despaciosidad, en resumen, algo tan maravillosamente, mágico y único que es el temple, la nota dominante en la manera de ser y hacer de este  mundo que es el toreo y que todos conformamos nuestra manera, la verdadera grandeza de nuestra Fiesta que en el fondo es la grandeza de lo que somos, España y españoles.
Con disciplina, con orden, con responsabilidad, con ese temple, sin duda encontraremos el camino hacia el triunfo y cuando nos sentemos de nuevo en un tendido comentaremos por siempre esta gran faena que tenemos por delante y seremos realmente felices.

Antonio Vallejo



domingo, 8 de marzo de 2020

El milagro triunfal del toreo eterno


El toreo es en sí un enigma, de principio a fin. Un animal, el toro bravo, se encuentra frente a un hombre armado con su valor y una telas, el torero, para librar una lucha de la cual emana un arte, una belleza y una emoción tal que desborda los sentimientos racionales y eleva la pasión a la categoría de milagro. Así es el toreo, no le demos más vueltas, un milagro, el que se produce cada tarde que en una plaza  esa conjunción mágica toro-torero se hace realidad. No busquen más respuestas, no son necesarias, ¿para qué?. Abandónense, entréguense a los sueños y dejen el alma libre para vivir y sentir la inmensidad de este Arte.
Todo ha sucedido este sábado en Illescas en la Feria del Milagro, mejor nombre imposible, en una tarde en la que se ha colgado el cartel de "no hay billetes" en la confortable plaza de esta localidad toledana al reclamo de una terna de lujo compuesta por Morante de la Puebla, José María Manzanares y Pablo Aguado para lidiar una corrida de José Vázquez, procedencia Juan Pedro Domecq, variada de hechuras, destacando para mi gusto el primero por lámina y presencia, y de juego dispar, con un gran sexto toro, bravo y con clase, un primero noble y de calidad aunque la faltó un puntito de poder, un segundo con un pitón derecho de escándalo y un cuarto con mucha movilidad y transmisión al que Morante hizo bueno con un inicio de faena antológico pleno de poderío, mientras el tercero resultó soso y el quinto rebrincado y deslucido. 
Ya desde que saltó el serio y cornidelantero primero se podía presumir que la tarde iba a ir para triunfo. Maravilloso ramillete de verónicas de Morante temple, suavidad, gusto y torería en cada lance, meciendo las embestidas,  para rematar el saludo con una media marca de la casa que arranca los olés y la primera gran ovación. Se le veía con ganas a Morante, decidido, regalándonos un quite por chicuelinas a manos bajas ejecutadas al ralentí con sabor a gloria que abrocha con una media para morirse. El inicio de faena desprende torería por los cuatro costados, por bajo, ganando pasos, suavidad y temple, componiendo la figura, muletazos cargados de aromas previos a unas tandas en redondo ejecutadas con trato exquisito, bajando la mano, el toro es noble y responde, repite, pero le falta poder para transmitir y generar emoción. Por el pitón izquierdo protesta, le falta recorrido y tan solo algún natural aislado tiene cierta enjundia. Con el toro venido a menos sigue el sevillano ligando un par de series más por el pitón derecho con buen trazo, suaves, tirando del de José Vázquez, algunos muletazos con profundidad y sabor,  pero escasas de ritmo y transmisión. Por encima Morante que no anduvo fino con la espada pero que recibió una merecida ovación. El cuarto salió con muchos pies, abanto, sin fijeza, con la cara alta, sin entregarse, campando a sus anchas en los primeros tercios, entrando al peto del caballo que se encontraba en su camino pero sin emplearse, un despropósito de lidia, sin orden ni concierto en banderillas, caótico todo. Lo vio claro el maestro al tomar la muleta doblándose por bajo para someter al toro, portentoso arranque de faena lleno de mando y poderío que además aderezó con la torería y el pellizco que lleva dentro. Y el duende del toreo se hizo presente, la imaginación y la inspiración fluyeron para embriagarnos con una faena de las que hacen historia. Series en redondo de locura,  templadas, con largura y profundidad, la mano baja, ligazón, empaque, gusto, jaleadas con olés rotos, adornadas con un molinete garboso, o un trincherazo, o uno de pecho  infinito que pusieron a la plaza en pie. Y los naturales, ¡cómo fueron!, más hondos imposible, algunos aún duran, eternos,  y más temple, una maravilla, todo por bajo, todo aromas y sabor de romero y azahar. Morante entregado y todos rendidos al maestro, con las emociones desbordadas y a más tras otra serie por el pitón izquierdo sobrenatural, otra dimensión de toreo, de ayer y de siempre, la eternidad. Y un cambio de mano celestial, y unos remates por bajo genuflexo como epílogo sevillana pura, y una tanda final de derechazos enroscándose al toro a la cintura con todos los tendidos en pie al grito unísono de "torero, torero" que difícilmente abandonarán nuestra memoria. Se tira a matar recto, por derecho, y deja una estocada que pasaporta al de José Vázquez. Dos orejas sin discusión alguna que son poco comparado con la grandeza del toreo de un genio como es Morante de la Puebla y lo que una vez más me ha hecho sentir.
José María Manzanares es la elegancia hecha torero, naturalidad y clase, una figura cuya presencia llena el ruedo y que esta tarde ha vuelto a mostrarnos su categoría y su mando ante el único toro de su lote que ha valido, el segundo, porque el quinto no ha tenido ni medio pase, rebrincado desde salida, la cara por la nubes, a por más en uno de los primeros pases de muleta le rebana el cuello, de embestida descompuesta, sin una gota de clase pero al que no le ha perdido la cara, al que le ha puesto la muleta por ambos pitones y ha tratado de someter por bajo, pero nada, imposible. Lo mejor ha sido, sin duda, el tremendo volapié con el que lo ha pasaportado sin puntilla. Otra cosa muy distinta había sido su primer toro que desde salida dejó claro cual era su pitón bueno. Por el izquierdo no paró de acostarse y medir tanto en los capotes como en banderillas, pasando por los primeros tercios con más desconcierto que buenos presagios. Pero en la muleta el poder y el mando de Manzanares se hicieron gigantes para componer el toreo en redondo con una profundidad y una largura portentosa. Series por ese pitón derecho presentando la muleta planchada, enganchándolo  alante para conducir en largo y con temple la embestida de este toro repetidor y con humillación, llevándolo muy toreado, ligazón y profundidad, todo por bajo, rematadas por extraordinarios de pecho de pitón a rabo y adornadas con cambios de mano sublimes, lentos, muy largos. Empaque y elegancia, naturalidad, nada forzado, dominador pleno de la escena, Manzanares pleno. Lo probó por el izquierdo, nos lo enseñó y vimos lo que había, nada, tan solo malas intenciones. Epilogó el trasteo en redondo, como no podía ser de otra manera, con los mismos registros de gusto y torería que marcaron toda la faena rematando la magistral obra con una estoconazo en la suerte de recibir que fulminó sin puntilla al de José Vázquez. Un mar de pañuelos y dos orejas sin discusión para el maestro alicantino.
Pablo Aguado es impactante, es un toreo distinto, tocado por una varita que le da un halo especial que nos transporta a otras épocas del toreo evocando a figuras del pasado. la manera de andar en la cara de los toros, su figura, su porte, la manera de citar y embarcar la embestida me recuerda, siempre lo he dicho, a Antonio Bienvenida. Verle torear es una delicia, todo es temple, todo es despaciosidad, todo es gusto, desprende aromas sevillanos por todos los poros, pero además es valiente y no se arruga ni duda cuando, como esta tarde, el toro se le para, mira y mide y él aguanta, o cuando como ante el soso y deslucido tercero, un toro falto de ritmo y entrega al que solo ha podido robarle algún muletazo suelto con cierta enjundia, no duda en capotar distancias y pisar terrenos comprometidos. Ha habido que esperar al sexto, ejemplar de Daniel Ruiz, para sentir la emoción y la pasión que desencadena el toreo de este sevillano. Con el capote es algo único, torea antes de que el toro llegue, juega las muñecas y los brazos con una sutileza y una gracia personalísima, maravillosa verónicas de saludo, templadas, muy lentas, sedosas, más maravillosas si cabe el galleo por chicuelinas y la larga cordobesa para dejar al toro colocado en el caballo y de escándalo el quite por verónicas templadísimas, parando los relojes, que remató con una media arrebujada de rodillas para quitar el sentido. Y con otod este bagaje llegó a la muleta y desde los primeros compases tocó arrebato y anunció emociones fuertes. Arrancó la faena desde el tercio, ayudados por alto, trincherillas, pases de la firma y un pase de pecho que detuvo el tiempo para llevarse la toro a los medios. Todo lo que sucedió en adelante fue una sinfonía de toreo, una obra maestra presidida por el temple, le gusto, la clase y unas muñecas armoniosas  que manejaron la franela como si de seda se tratara. Por el pitón derecho alcanzó una cotas de calidad máximas, componiendo la figura, el compás abierto, encajado, acompañando el viaje con la cintura, sin un gesto forzado, natural y relajado, muletazos eternos, ligados por bajo, profundos, una auténtica delicia. Un molinete lentísimo, no sé lo que duró, un siglo y algo más, le dejó colocado para torerar al natural como los ángeles, a pies juntos, citando de frente, de uno en uno, hondos, lentos, parecían inacabables, y más de pecho para abrochar las series. El final de faena fue apoteósico, toreando en redondo con un empaque y una calidad suprema, remates por bajo que olían a esa primavera sevillana que está a punto de llegar, pases de una belleza sin igual, cada uno un cartel. No podía fallar y no falló, se tiró a matar con todo y las dos orejas cayeron con todo merecimiento.
Esta es nuestra Fiesta, así la vivimos y la sentimos, esta es su grandeza, tardes como la de esta sábado en Illescas. Ese paseíllo que arrancó como un sueño acabó algo más de dos horas después con los tres matadores a hombros saliendo por la puerta grande, cumplidos los deseos, el triunfal milagro del toreo.

Antonio Vallejo
  



martes, 11 de febrero de 2020

Antonio Ferrera y "Tocayo", más allá de los sueños


Hablaba de sueños, hablaba de ilusiones, hablaba de frenesí, hablaba de todo eso hace nada sin poder imaginar que lo que me esperaba a la vuelta de la esquina iba mucho más allá. Ni de lejos intuía lo que iba a ver y sentir en una noche de domingo de febrero que quedará grabada con letras de oro en la historia del toreo y, desde luego, en mi memoria. Hablaba sin saber del futuro, entregado a esos sueños que anidan en el alma taurina y que cada tarde de toros queremos ver convertidos en realidad. Hablaba de algunos de esos sueños cumplidos y otros anhelados, hablaba de tanto y aún desconocía que lo que buscaba era poco para lo que se me iba a dar en esta noche mágica. En México era la tarde, soleada, radiante, como un presagio, luz, color y vida. Seis matadores hacían el paseíllo para enfrentarse a seis toros de diferentes ganaderías en un festejo especial, el Estoque de Oro, con el que prácticamente se echa el cierre a la Temporada Grande de la Plaza México. Enrique Ponce, Antonio Ferrera, Morante de la Puebla, José Mauricio, Joselito Adame y Luis David recibieron una atronadora ovación tras desprenderse de sus capotes de paseo y cambiar la seda por el percal en los instantes previos al homenaje a un torero de plata que por esas tierras es una institución, Juan Vázquez, 85 años, 60 desde que debutó, toda una vida de sueños cumplidos a las órdenes de los más importantes matadores mexicanos que tuvo el reconocimiento merecido. Fue larga su vuelta al ruedo, como allí lo son, muy emotiva, no había prisas, un prólogo de lujo que invitaba a abrir de uno en uno, sin ansiedad, los capítulos de una obra que quería imaginar maravillosa, para degustarlos con la mayor intensidad posible, ignorando su verdadera magnitud, la que solo el misterio de este Arte único puede llevarnos a alcanzar. 
El primer capítulo lo escribió Enrique Ponce que vio como era devuelto su toro, un ejemplar de Juilan Hamdan, sangre San Martín, por inválido, no sé si per se o tras clavar los pitones en la arena y hacer un giro que pudo lesionarle. Saltó un sombrero de La Joya, encaste Domecq, muy en tipo, buenas hechuras, bonito, abrochadito, agradable de cara. Toma bien el capote por el pitón izquierdo, se acuesta algo por el derecho, lo lancea a la verónica Ponce jugando las manos con sutileza para rematar con una elegante media. No va sobrado de fuerzas, blandea, cumple en el caballo y en le tercio de banderillas se le cuida mucho, sobre todo en una brega sensacional de Enrique Fernández. Llega exhausto a la muleta, sin poder ni recorrido, cabe cuando, a media altura, descompuesto en su embestida. Gran labor del valenciano, técnica y saber inmaculados, le consiente, le da la altura que precisa, todo muy suave, medicina pura, le pierde pasos y le da pausas para que recupere el aire, muletazos de seda, caricias sin una sola brusquedad para mantenerlo en pie, pero sin transmisión ni emoción posible. Enorme el esfuerzo de un maestro y un profesional que con treinta años de alternativa trató de robar muletazos de uno en uno como si en ellos fuere su futuro. Mató con suma habilidad y facilidad de un espadazo arriba a este toro soso y deslucido, Buen Amigo, que de bueno solo tuvo su nombre y su nobleza. Ovación cariñosa al esfuerzo y compromiso de Ponce, maestro en prosa y verso.
El segundo capítulo llevaba por título Tocayo, un toro de La Joya, hermano del anterior, serio, cornidelantero, buenas hechuras, armónico, con trapío y un peso de 498 Kg, desarmando la teoría de los kilos y el volumen, un toro tipo Domecq y su autor un maestro que nos embruja y hechiza con su toreo cada tarde, Antonio Ferrera. Ya solo esa primeras líneas del capítulo me llevaban a soñar, más aún al seguir leyendo y contemplar como salió, con pies y mucho brío en los primeros capotazos, brionesa de saludo a una mano, verónicas acompasadas, cadenciosas, templadas, deliciosas, y Tocayo repite con fijeza y humilla. Gran puyazo de Alfredo Ruiz "El Miura", toro bravo en el caballo, pelea con celo, la cara abajo, empuja con los riñones. Torería de Ferrera al sacarlo del caballo con un recorte añejo de auténtico cartel. Argumentos para dejarse llevar, para desear empezar a devorar las líneas con la que el maestro español empezara a escribir una historia que no podíamos presagiar ni en los más bellos sueños. Desde que tomó la muleta con la mano derecha allá en las rayas del tercio el toreo emergió poderoso, muletazos enganchados adelante, temple y largura, figura erguida y a la vez desmayada, naturalidad, series maravillosas en redondo, encajado, la mano baja, temple, recorrido, repetición, humillación, toro bravo, toreo acompasado, una trincherilla desencadena la locura, los olés retumban, otra más llena de sabor y torería levanta a los aficionados, Ferrera queda colocado para otra tanda más de derechazos profundos, ligados en el sitio, la mano muy baja, uno de desdén, ahora el de pecho llevándoselo a la hombrera contraria, La México ya no se aguanta, es un manicomio, el frenesí desbordado, los sueños afloran y la emoción inunda todo. Naturales monumentales, hondos, templados, sedosos, los vuelos acarician a Tocayo que persigue la franela con codicia, humillando, el hocico por la arena, ligazón, clase, gusto y otro supremo de pecho. Ya no es toreo, ya es embriaguez, una auténtica borrachera de arte, cita muy en largo, ye el toro se arranca, pronto, con fijeza, repite en otra tanda de derechazos que cose a un cambio de mano para ligar sin solución de continuidad naturales con más hondura aún, mirando al tendido, y un farol, y otro redondo, y para rematar uno de pecho antológico, largo, infinito. Ya no es pasión, ya nos son sueños, ya es una realidad, y sigue el toreo, el mismo ritmo, la misma intensidad, Ferrera abandonado, la inspiración le lleva, no se cansa, ni Tocayo tampoco, como si no hubiera empezado la faena, sigue intacta su bravura y su fuerza, más toreo en redondo, ya nadie recuerda cuando empezó la bacanal de toreo, los olés son auténticos truenos que estremecen el corazón, más toreo en redondo, belleza sin igual, otro cambio de mano, y un natural, el de pecho apoteósico, a la hombrera contraria. Ferrera entregado a la ensoñación, en trance, naturales con abandono, largos, con la misma hondura, los pañuelos se agitan pidiendo el indulto, Tocayo a lo suyo, embestir y embestir, incansable, por abajo, haciendo el avión, bravura y clase, lo repetiré mil veces. Pero aún faltaba más, molinete de rodillas, redondos largos también con ambas rodillas en tierra, y liga un natural, y uno de desdén, luego una trincherilla, todo fluye natural, de la imaginación de Ferrera a las muñecas que juegan con la muleta, éxtasis indescriptible, el indulto es mucho más que un clamor, más con otra serie de naturales mirando al tendido y al Juez de Plaza, y otra tanda en redondo poderosa y profunda que Tocayo toma con la misma frescura y el mismo tranco que tuvo de salida, ¡y por fin el pañuelo naranja!, ¡y por fin el sueño perseguido!. Ferrera se rompe, llora de alegría, simula la suerte de matar, con la palma de la mano, acariciando el morrillo, se lleva a Tocayo con adornos por bajo y trincherillas camino de la puerta de toriles, con gusto y torería, entre gritos de “TORERO, TORERO, TORERO” mientras el desenfreno de los sentimientos, la pasión y la alegría se hacen reyes de la tarde mexicana y de la noche española.
El tercer capítulo llevaba la firma del duende, de Morante de la Puebla, pero contó con un invitado que no le ayudó en nada a la hora de componer una gran obra, todavía más acentuado tras la borrachera de Ferrera y Tocayo. El de Bernaldo de Quirós, enmorrilado, serio, muy en tipo, toro muy mexicano tan solo permite al sevillano dibujar un ramillete de verónicas a compás, hundiendo el mentón, acunando al toro, suaves, cargadas de aromas, jugando las muñecas con sutil garbo para rematar con una media marca de la casa. Y ya no hubo toro, ni en el caballo, no se empleó, ni en banderillas, con un sensacional Gustavo Campos que lo tuvo que hacer todo ante un toro agarrado al suelo. En la muleta no tuvo ni un pase, tardo, parado, sin recorrido, cabecea, se defiende, totalmente imposible. Lo prueba Morante, se ve claro que no hay nada y, con magnífico criterio, toma la espada y abrevia, lo único que se podía hacer. Sinceramente, no entiendo que se abroncara a Morante. Es más, creo que cuando un toro demuestra nulas cualidades, como ese de Bernaldo, debería agradecerse y premiarse  la brevedad y no aburrir y marear al personal con una letanía de pases sin sentido. Una pena, porque lo poco que pudo escribir Morante a la verónica fue poesía pura.
El cuarto capítulo llevaba sangre San Mateo en un toro del hierro de Xajay enmorrillado, serio, vuelto de pitones para José Mauricio. Verónicas con ritmo del capitalino en las que el toro mete bien la cara pero blandea un tanto. Empuja con celo en le peto y sale con buen tranco permitiendo a Mauricio ejecutar un vistoso quite por chicuelinas, caleserina y una larga cordobesa con gusto y clase. Los primeros compases de la faena llegaron cargados de elegancia, doblándose, conduciendo la embestida en largo, obligando al de Xajay. Toro con clase y nobleza, que mete bien la cara pero al que le falta poder para transmitir. Extraordinario José Mauricio, muy templado, poniéndole la muleta en la cara, embarcándole en los vuelos, conduciendo el viaje con mano baja en buenas tandas en redondo que abrocha con magníficos pases de pecho. Entiende al toro a la perfección, le toma la altura y el ritmo preciso, con temple y despaciosidad, midiendo las pausas, dándole aire. Faena a más gracias al magnífico trato del mexicano que compone al natural pasajes de toreo de muchos quilates, naturales con hondura y mucho temple, largos, perfecto de colocación, ligados  en el sitio, aguantando incluso parones eternos con los pitones rozando la taleguilla para enlazar un cambio de mano y un pase de pecho portentoso. La última serie en redondo pone a la plaza en pie, olés clamorosos que acompañan muletazos profundos, otro parón que aguanta estoicamente, un cambio de mano maravilloso, un natural majestuoso y la rúbrica  a la faena la pone un pase de pecho de pitón a rabo monumental. Se tira a matar y hunde la espada hasta la empuñadura en todo lo alto. Una oreja que me supo a poco, la verdad, porque la estocada por sí sola lo valía y la faena me pareció de oreja sobre todo porque supo sacar el máximo de un toro que fue a más gracias a su técnica y su temple.
El quinto capítulo contó con un toro de Reyes Huerta acapachado y vuelto de pitones también entipado para la gran figura actual del toreo mexicano, Joselito Adame. Lances de saludo desmayados, a pies juntos, verónicas templadas, lentas, con clase, y una media de remate garbosa. Salió del caballo con las fuerzas justitas pero le permitió al hidrocálido firmar un quite por gaoneras y revolera de remate con mérito por la exposición ya que el toro se quedaba corto. El tercio de banderillas fue espectacular, cediendo el propio matador un par a Ferrera y otra a su hermano Luis David. Fueron tres pares ejecutados con pureza, llegando hasta la cara del toro para dejar los palos reunidos en medio de una gran ovación del público. Inicia el trasteo por estatuarios, el toro va en largo pero pierde las manos, no le sobraban las fuerzas. Maestría técnica de Joselito llevándolo a media altura, sin obligarle, concediéndole todo. Mucho temple y suavidad en las tandas en redondo, muy despacio, paciencia, bajando la mano poco a poco, llevándolo muy toreado. Al natural los mismos registros, suavidad y mimo, naturales con temple y hondura, ligados con calidad. Tandas medidas, pausas cuidadas y el toro a más y la faena también. Surge una serie en redondo reunida, poderosa, la mano baja, ligada, con profundidad, muletazos sensacionales sin quitarle la muleta de la cara, llevándolo muy tapado entre olés y olés. Al natural compone otra serie de mucho empaque, honda, con mano baja, portentoso Joselito que Continua toreando de maravilla, con clase y gusto, derechazos genuflexo alargando el viaje cargados de plasticidad sin rehuir a pisar terrenos comprometidos de cercanías cuando el de Reyes Huerta se va apagando, citando con la muleta retrasada, dejándose llegar los pitones, ligando en una baldosa. Lección de torería y valor que rubrica con unas dosantinas en las que el toro se queda parado, aguanta Joselito y en una le voltea sin consecuencias. Vuelve arrebatado a la cara del toro para finalizar su faena entre los pitones, robando derechazos de enorme mérito. Garra, valor, entrega y torería que refrenda con una entera arriba traserita suficiente para pasaportar al de Reyes Huerta. Dos orejas con protestas para la segunda, quizás más por la comparación con José Mauricio en el capítulo anterior, pero como dije antes, no me parece descabellado el premio. Aunque en mi opinión lo justo hubiera sido que ambos mexicanos se llevaran dos orejas en ambos capítulos.
El último capitulo pudo ser mejor para cerrar esta obra con el sabor de boca deseado, pero Luis David, aunque creo que puso todo para escribirlo con maestría no encontró colaboración en el otro protagonista, el toro de Las Huertas, abanto y apuntando querencia de salida, manseando en los primeros tercios. Tan solo el quite por zapopinas le permitió a Luis David sacar a la luz sus buenas cualidades capoteras, pero el toro buscaba las tablas  con desesperación y deslucía cualquier intento. En la muleta nada cambió. Luis David lo puso todo, le plantó la muleta, trató de atemperar las oleadas del toro a base da mando y mano baja, sacó algunos muletazos con profundidad pero la faena careció de ritmo y continuidad. Muy por encima el hidrocálido, firme y voluntarioso, pero sin posibilidad de conectar con los tendidos por las escasa condiciones del manso que cerró el último capítulo de esta obra que pasará  a la historia del toreo con letras de oro.
Su título: Antonio Ferrera y Tocayo, más allá de los sueños. 

Antonio Vallejo