viernes, 2 de junio de 2017

22ª de San Isidro: No toro, no party


Decía aquel eslogan publicitario protagonizado por George Clooney "no Martini, no party", perfectamente aplicable a la corrida de hoy. Ayer decíamos que cuando el toro bravo sale hay emoción y la Fiesta alcanza gran dimensión, pero ¡ay cuando no hay toro!. Lo mejor de la tarde ha sido el extraordinario aspecto de la plaza, llena hasta la bandera, con el cartel de "no hay billetes" colgado en las taquillas en otra tarde de clavel, con masiva afluencia femenina al reclamo de Jose Mº Manzanares y sobre todo Cayetano, por el que alguna de ellas llegaría a perder los papeles. Quizás por ese motivo, por ese tipo de público que hoy ha acudido a la plaza, es posible que  se haya salvado la tarde de una bronca monumental, porque no encuentro otra explicación ante la mala, infumable, corrida de Juan Pedro Domecq en la que ta solo ha valido algo el remiendo de Juan Manuel Criado corrido en quinto lugar. Es cierto que ha habido protestas tanto a la presencia de los toros como a su mal juego y decepcionante comportamiento, pero mucho menor de lo que esperaba según iba transcurriendo la tarde, no sé si por ese público femenino anestesiado, más atento a otras cosas, pendiente de asuntos tan importantes como buscar algún famoso o famosa (para que no me acusen de sexista) en los tendidos o de si el rey Juan Carlos cogía o no al vuelo la montera que le lanzaban los toreros tras sus brindis o, sencillamente y lo que es más grave, por los aficionados  resignados y sin ganas ni fuerzas para protestar sabiendo que probablemente no sirva de nada.  Tan solo al final, con el inlidiable sexto, el grito de "toros, toros, toros" que ha iniciado con toda la razón el 7 ha sido coreado casi al unísono por toda la plaza. Muy bien hecho y hay que aplaudirlo y apoyar ese grito, porque llevamos una feria que salvando oasis como el de Nuñez del Cuvillo, Alcurrucén, Jandilla y Victoriano del Río, ha venido marcada por el pobre juego de los toros lidiados, demasiada paciencia para lo que llevamos ya, camino de encarar la última semana de San Isidro. 
Como decía, cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Juan Manuel Criado, serios, variados de hechuras y de presencia, todos protestados de salida por ese motivo, y a decir verdad  algunos iban justitos de trapío para una plaza como Madrid, más aún sabiendo lo que se exige aquí. Pero eso es lo de menos hoy, aunque sin duda tiene mucha importancia, porque lo peor ha sido la falta de bravura, de raza, de casta, de fijeza, de recorrido y de fuerzas de los juampedros. ¿Han tenido nobleza y alguno algo de clase además de cierta movilidad?.  Pues sí, pero decir que han sido nobles es como no decir nada, que se han dejado, que no ha hecho cosas feas, salvo el sexto, lo que en el fondo es un eufemismo para no decir la verdad, que no han tenido ni punto de chispa, ni punto de emoción, ni nada de nada. Igual que reseñar cierta clase, que viene a ser como decir que han metido la cara pero lo han hecho sin gracia, toros bobalicones (ojo, que nadie piense que con este calificativo falto al respeto al toro y al que se juega la vida delante de él), que van y vienen con trote cansino y aburrido, persiguiendo las telas sin codicia, sin generar tampoco la mínima emoción. Un auténtico fiasco, un desastre sin paliativos, no se le puede poner paños calientes ni rebuscar para intentar salvar algo y sacarlo como excusa. Solo apunto un detalle más, cuatro de los cinco juampedros lidiados han sido pitados en el arrastre, siendo el único que ha recibido palmas al ser tirado por las mulillas el remiendo de Criado. Con eso está todo dicho.
Esto es lo que ha tenido enfrente la terna de hoy, formada por José Mª Manzanares, Cayetano y Joaquín Galdós, que confirmaba alternativa. Escasísimas, casi nulas opciones de lucimiento ante sus lotes, ante toros que, por cierto y hay que decirlo, han elegido los propios matadores conociendo cómo son los juampedros, que aquí cada uno también tiene su parte de responsabilidad, pequeño detalle que no debe dejarse de lado. Tarde que iba para gloriosa que ha acabado en ruinosa, en la que es difícil encontrar algo que salvar y destacar.
Es posible salvar las buenas maneras,  la técnica, el temple y la disposición del confirmante, el peruano Joaquín Galdós, ante el primero, al que ha toreado por ambos pitones con suavidad tras un inicio muy torero por bajo. Un juampedro que "se ha dejado", que ha metido la cara pero sin emoción, manejable, al que Galdós ha llevado despacio, con suavidad, muy seguro, con soltura y facilidad, demostrando sus cualidades y su buen concepto del toreo. Faena pulcra y limpia a ese primero, pero sin acabar de romper por la falta de empuje del juampedro. La ovación que saluda me parece de justicia para lo que ha sacado del toro. Ante el sexto ni una opción, un toro alto y zancudo que no ha embestido, que lo único que ha hecho es defenderse y soltar tornillazos, al que lo único que había que hacer era matarlo y acabar con ese suplicio, algo que le ha costado Dios y ayuda al limeño.
José Mª Manzanares no precisa presentación, un maestro, un figurón por cuyas venas corre sangre torera a raudales, que irradia clase, elegancia, gusto y sabor en cada uno de sus lances. Las verónicas de saludo a sus dos toros atestiguan estas cualidades, templadas, cadenciosas, acompasadas, acompañadas con la cintura, una delicia. Y poco más ha podido sacar el alicantino. Muy templado en la muleta pero sin poder obligar a sus toros porque se venían abajo con estrépito. A media altura los ha llevado con suavidad por ambos pitones, pero el toro no respondía, corto recorrido, sin emoción alguna. Quiero destacar dos naturales que han tenido hondura y han despertado olés de los tendidos, lo mejor de la faena. Eso sí, el estoconazo con el que lo ha matado sin puntilla es de las de apuntar como estocada de la feria. Ante el cuarto lo mejor ha llegado de nuevo con el capote con un ramillete de verónicas cargadas de temple y clase. En la muleta el juampedro ha resultado descastado, con una embestida descompuesta, cabeceando de manera muy fea, teniendo que llevarlo a media altura, muy deslucido todo. Ha hecho perfectamente el maestro  Manzanares al abreviar y quitárselo de en medio lo más rápida y eficazmente posible. De donde no hay no se puede sacar, frase hecha tan manoseada cuando el toro está vacío, sin fondo, pero que resume la triste realidad del lote de Manzanares, quien no obstante ha dejado de nuevo clara su clase, su elegancia y su torería. 
Cayetano se tomó hace unos años un respiro y se alejó de los ruedos. Su vuelta no ha podido ser más acertada y afortunada. Un hombre por el que también corre sangre torera a raudales, sangre Rivera y sangre Ordoñez, casi nada, un hombre que está demostrando que a la raza que lleva por genética está sabiendo sumar un toreo cada día más templado y de calidad, mejorando día a día, con clase y torería. Así lo ha plasmado hoy en Las Ventas, con una actitud encomiable digna de admiración, con un toreo de capote a la verónica en el saludo a sus dos toros, muy templado, con clase y mucho gusto, ganando terreno al juampedro para rematar en los medios con una media buenísima, pero sobre todo en un quite de enorme categoría por lo templado y lento que lo ha ejecutado en su turno de quites ante el segundo de la tarde. Un quite lentísimo por tafalleras que parecían a cámara lenta, una caleserina y una cordobesa de remate arrebatadora, alejándose de la cara del toro andando con una torería suprema, con el capote desmayado a ras del suelo, bellísima estampa. También en la muleta ha demostrado su constante progresión, templando las series, adelantando el engaño, corriendo la mano, siempre por bajo, ligando los muletazos, sacando redondos al inicio de faena profundos y un par de naturales hondos rematados con dos trincherillas cargadas de sabor. Aunque intenta obligar al juampedro resulta imposible porque a la mínima pierde las manos, lo que desluce el trasteo de Cayetano, que para mi gusto ha estado muy por encima de su oponente. En el quinto, el de Juan Manuel Criado, ha tenido el único toro potable de la corrida. Inicia la faena por bajo, ganando pasos para llevarse al toro hacia los terrenos de fuera, con temple y mando. En este quinto he visto a un Cayetano relajado, por momentos desmayando la figura, dejándose en algunos muletazos, enroscándose al toro a la cintura, templado, bajando la mano y ligando las series con gran clase, sobre todo las dos primeras al natural y en redondo, de categoría, coreadas con olés desde los tendidos. Muy entregado, toreando con gusto pero también dejando patente su valor, sobre todo en el final de faena cuando el toro ha ido a menos, aguantando parones eternos con los pitones del animal a milímetros de la barriga, tragando lo indecible, sin moverse ni rectificar lo más mínimo, segundos de tensión y angustia tras los que finalmente puede al toro y le hace pasar por su muleta, enorme. Para mi Cayetano ha rayado a gran altura en la tarde de hoy tanto por actitud como por aptitud, tanto por entrega y pundonor como por clase y torería. Saluda una mayoritaria y merecidísima ovación en mi opinión tras la muerte del quinto, aunque a algún sector de la plaza no les haya hecho mucha gracia. La verdad es que no lo entiendo.
El pilar fundamental de la Fiesta es el toro, sin él no hay nada, como esta tarde en la que tantas ilusiones había depositadas, en la que por mucho que hagan los matadores, por mucho empeño que pongan, por mucho arte que atesoren, si no hay toro no hay emoción, si no hay toro no hay Fiesta, no toro, no party.


Antonio Vallejo




No hay comentarios:

Publicar un comentario