Tarde de lleno absoluto en Las Ventas, supongo que cartel de "no hay billetes" para engordar la estadística de corridas del ciclo en las que se ha acabado el papel, uno de los objetivos de la nueva empresa, llenar la plaza más días que en temporadas anteriores. Los toros de Victorino Martín son por sí mismos reclamo suficiente para todo tipo de público, pero si les añadimos los nombres de Diego Urdiales, Alejandro Talavante y Paco Ureña la combinación resulta perfecta y difícilmente habrá alguien que se lo quiera perder. Los victorinos creo que han respondido a lo que se esperaba de su origen Albaserrada y han generado una riada de emociones en diferentes vertientes, desde la clase y nobleza del segundo, la bravura y la casta del tercero, los dos mejores del encierro con diferencia, hasta el peligro y las complicaciones que han presentado los cuatro restantes que en general han resultado deslucidos pero con matices. En lo que respecta a la presentación me ha parecido una corrida seria, variada y desigual de hechuras y trapío, algunos muy ofensivos y descarados por delante, abierta de cara en general, varios que asomaban las puntas al cielo, con ese hocico afilado tan típico de los Albaserradas. Es cierto que algunos han sido protestados supongo que por falta de presencia, no creo que por falta de kilos porque eso supondría desconocer este encaste y no saber que no se caracterizan precisamente por su peso sino por su movilidad, su genio y las complicaciones que presentan durante la lidia. Así ha sido la corrida, dura, complicada, exigente, aunque deslucida en líneas generales, que se ha arrancad en largo al caballo aunque luego la pelea fuera muy desigual, una corrida para fajarse, para saber estar delante de esos toros y poderles, con verdad, sin monerías ni florituras, una corrida para hombres en estado puro frente a toros también en estado puro.
Mentiría si dijera que Digo Urdiales me ha gustado esta tarde. Sinceramente esperaba más de su toreo y me ha decepcionado un tanto, aunque creo que hay dos motivos que llevan esa desilusión. El primero que su lote ha sido deslucido, mucho, pero no imposible, aunque en las antípodas de prestarse al triunfo, pero sinceramente creo que tenía algo más, aunque fuera poco. El segundo es la falta de entendimiento que en mi opinión ha mostrado en el cuarto, un toro con movilidad que ha apretado en el capote al riojano, quien lo ha sacado a los medios andándole hacia atrás y por bajo, igual que ha hecho en el primero, que ha acudido con galope alegre tres veces al caballo que montaba Manuel Burgos, algo que ya no vemos prácticamente nunca, aunque sin emplearse en el peto, y que es cierto que en la muleta se quedaba muy corto, se revolvía y reponía con peligro, pero tampoco como para sacarlo a los medios con muletazos por bajo que me han parecido muy bruscos, que se frenaba, medía y no se prestaba al lucimiento. Pero me ha dado la impresión que Urdiales no ha encontrado el sitio ni la distancia en ningún momento, es más, me ha dado la sensación de estar poco confiado y con una actitud que no parecía la mejor. Ojo, que eso es muy fácil decirlo sentado en un tendido, hay que estar ahí abajo y sentir la mirada de un victorino. El caso es que entre un primer toro imposible que gazapeaba, que no humillaba, dando cabezazos y un segundo sin recorrido pero que por el pitón izquierdo parecía que pasaba aunque sin emoción alguna, el riojano ha solucionado la papeleta con dos macheteos por bajo y sanseacabó, lo que no ha gustado al respetable que ha despedido al de Arnedo con dos sonoras pitadas, lo que me parece bien si al público le ha parecido así, aunque personalmente creo que dos silencios habrían sido suficientes. Pero lo que no entiendo y no apruebo es aplaudir a esos dos toros en el arrastre sin motivo para ello, con muy mala leche, con el único objetivo de menospreciar a un torero, de fastidiar, de jorobar por decirlo fino, algo inadmisible para quien se diga aficionado, que aunque haya sido una minoría supone una gran falta de respeto a un profesional que no olvidemos se ha jugado la vida ante unos toros francamente deslucidos, y al torero hay que juzgarlo en función del enemigo que tiene enfrente.
Alejandro Talavante ha tenido en el segundo un muy buen toro, con clase, fijeza, repetición y nobleza, que desde salida ha humillado en el capote y ha metido la cara con celo y codicia en las buenísimas verónicas con las que le ha recibido el extremeño, templadas, acunando al toro, ganando pasos, con gusto, rematadas con una media de cartel. Pelea en el caballo metiendo los riñones y la cara abajo en dos varas bien tomadas por parte de Manuel Cid. En banderillas lucen Juan José Trujillo y Julio López que colocan tres pares con pureza, en la cara del toro, saliendo con torería.
Si hay algo que considero digno de destacar de toda la faena de Talavante es la manera como ha entendido al victorino y como se ha acoplado con él, dándole la distancia y las pausas para el respiro que necesitaba, una faena con empaque, firmeza y mucha calidad. Por ambos pitones se ha encajado a la perfección, ha toreado templado, largo, bajando la mano en series ligadas tanto en redondo como al natural, si bien me parece que por el pitón izquierdo han surgido los muletazos más hondos, toreando muy despacio, dando la sensación en algunas que no estaba frente a un victorino por la naturalidad y el relajo con el que llevaba conducida su noble y enclasada embestida. Toro pronto, repetidor y que humillaba pero que no ha olvidado la sangre que llevaba, así lo ha demostrado en un par de parones y miradas desafiantes, tanto como en un derrote en el que ha puesto los pitones a la altura del cuello de Talavante, vamos, que no era una hermanita de la caridad aunque el extremeño le haya pegado una gran cantidad de muletazos profundos con gran temple y mucha emoción. El final de faena con adornos de enorme torería, una arrucina ligada a uno de pecho impresionante, larguísimo, eterno, ayudados por bajo y un desplante por alto mirando al tendido dejaban todo en manos de la espada. Una entera trasera y un descabello valen una oreja pedida por la gran mayoría y protestada por unos pocos. Para mi oreja de justicia, de ley y de peso al torera así a un Victorino. Nada que ver el quinto, que de salida ya echa las manos por delante y aprieta a Talavante en el capote junto a las tablas, no se emplea en el peto, se duerme y se deja pegar sin más y en banderillas pasa sin pena ni gloria. Viendo este comportamiento las esperanzas de abrir la Puerta Grande se difuminan para Talavante. Lo saca a los medios, lo prueba por el pitón derecho, poca movilidad, lo lleva templado pero pasa sin emoción alguna. Lo intenta por el izquierdo y la película no cambia. Un intento más de nuevo por el derecho y comprueba que no vale, andarín, midiendo y mirando, sin posibilidad de triunfo. Opta por abreviar y toma la espada, algo que no gusta o no entienden. A estas alturas de su carrera no creo que Talavante tenga que estar diez minutos aburriéndonos con pases sin transcendencia, ya ha demostrado mucho y ha llegado a donde está por méritos propios, el último hace unos días, me parece que ha elegido la mejor opción y es más, se lo agradezco. No está fino con los aceros y escucha pitos que, como dije con Urdiales, con un silencio habría sido suficientemente ilustrativo.
El murciano Paco Ureña es en la actualidad uno de los toreros más respetados y esperados en Madrid, condición ganada a base de pundonor y grandes dosis de toreo caro, lo que ha demostrado hoy frente al encastado y exigente tercero, un típico albaserrada, abierto de cara, amplio de sienes, descarado, tremendo por delante, enseñando las puntas. Aprieta a Ureña en el capote, tiene brío y mucha guasa. Empuja con celo en la segunda vara y espera en banderillas, cortando y poniendo en apuros a Curro Vivas y Álvaro López que resuelven con oficio, sin más. En la muleta echa la cara arriba, tiene mucho que torear y exige el carnet. Magníficamente entendido por el lorqueño en una lección de colocación y conocimiento, perdiendo un pasito al terminar el muletazo y así quedarse perfectamente colocado para ligar el siguiente. Con mando y paciencia ha metido Ureña la tremenda arboladura del victorino en los vuelos de la muleta en una serie en redondo templada y ligada, siempre perdiendo ese pasito tan necesario. El toro va y viene, repite pero se vuelve rápido, es muy exigente y precisa mando y no perderle la cara ni un segundo. Con la izquierda saca una magnífica serie de naturales templados y ligados, con hondura de mucho mérito. Vuelve al pitón derecho y sigue desgranado series de derechazos profundos pero con peligro sordo, en los que cada pase es una sacudida de emoción, un sobresalto, templando y bajándole siempre la mano, enorme el esfuerzo y el valor del murciano. Traga y se expone de verdad, sin esconder nada, como muestra el final de faena dándole el pecho por ambos pitones robando muletazos lentísimos uno a uno. Mata de estocada entera insuficiente y dos descabellos perdiendo los posibles trofeos que para mi merecía esta faena tan intensa de emoción, tan pura y tan de verdad. Por cierto, Paco Ureña ha dado una merecida vuelta al ruedo, ¿por qué no se ha sacado el pañuelo azul y se ha dado una vuelta al ruedo a este toro encastado y bravo?. Ante el sexto no ha tenido opción alguna, un toro que medía y buscaba, que no tragaba un muletazo, ante el que Ureña ha vuelto ha ponerse con una verdad inapelable, sacando un par de series con recorrido, templadas y por bajo de mucho mérito ante un animal que se colaba y que sabía perfectamente lo que buscaba. Ahí se ha acabado, eso es todo cuanto ha tenido el victorino, que se ha rajado pronto y ha empezado a defenderse aún más. No tiene más y Ureña toma la espada y decide acabar con esta alimaña cuanto antes, algo que no gusta demasiado, pero que creo es lo más acertado en este caso, sobre todo tras comprobar lo valiente y entregado que ha estado ante este peligroso sexto, en estado puro.
Y mañana más torismo, a ver qué sale.
Antonio Vallejo
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