domingo, 31 de julio de 2016

Madroñito: Tras los pasos de Cobradiezmos


Así es el toreo, así es la Fiesta, dolor y triunfo , la muerte y la gloria cara a cara. Aún no nos hemos recuperado de la tragedia de Víctor Barrio, y costará mucho hacerlo, aún resuenan los ecos de las palabras de esa gran mujer que es Raquel Sanz hace escasas 48 horas en la madrileña iglesia de San Antón. Palabras de recuerdo, palabras de dolor ante la pérdida de, como ella dijo, su torero, palabras también de agradecimiento a cuantos quisimos estar allí para acompañar a la familia no sólo de Víctor, sino a toda la familia del toreo que está ahora más unida que nunca, y palabras de ánimo para seguir adelante con la defensa de esta afición tan maravillosa que son los toros. Fue una tarde intensa en emociones, en la que por momentos fue difícil contener los sentimientos y que se escapara alguna lágrima. No vamos a cesar en la defensa de una profesión y una afición por la que Víctor dio su vida. Seguro que desde el cielo ha ayudado a que hoy volvamos a vivir la grandeza del toreoen su máxima expresión. El pasado mes de abril, en Sevilla, un toro de nombre Cobradiezmos, volvió al campo con vida. Esta tarde otro toro, de nombre Madroñito, ha querido seguir sus pasos. Casualidades de la vida, el primero correspondía a la ganadería de Victorino Martín y el de hoy en Santander a la de Adolfo Martín, es decir, ambos del mismo encaste, Albaserrada. Pero las casualidades no acaban ahí. Si en Sevilla fue el sevillano Manuel Escribano quien bordó el toreo con Cobradiezmos, ha sido otro sevillano, Manuel Jesús El Cid, quien ha logrado el indulto para Madroñito. Es más, resulta que El Cid estaba hoy en Santander en sustitución precisamente de Escribano. ¿Es o no un capricho del destino?. ¿O es que desde allí arriba han movido los hilos para que tanto indeseable como ha aparecido en los últimos días vea y se entere de la verdad, la pureza y la grandeza de la Fiesta? Estoy convencido que en esa barrera del cielo desde la que los maestros que allí están ven cada tarde los toros han hecho algo para que esa conjunción de aparentes casualidades haya cuajado como lo ha hecho hoy en el coso de Cuatro Caminos. Y también estoy convencido de que están hartos ya de oír y leer barbaridades, insultos, injurias, como lo estoy de que sabían que en la plaza santanderina se habían colado un par de antitaurinos que iban a montar su patético numerito a la muerte del tercer toro, que le correspondía a Alejandro Talavante, haciendo una vez más el más soberano ridículo, mayor si cabe porque han tenido que ver minutos antes, en directo, cómo es esta Fiesta, como se respeta y se quiere al toro, cómo un animal Madroñito ha vuelto al campo por su casta, su bravura y su nobleza. Pero no entienden nada, no ven más allá de su sinrazón, han sido incapaces de tener la gallardía de retirarse rendidos a la evidencia, tenían preparado el numerito y han hecho el ridículo, han elegido el día menos adecuado porque…¿habrá sido el basta ya de los maestros del cielo, entre los que ya se encuentra Víctor Barrio, cansados ya de la falta de respeto?, ¿habrán sido ellos los que con torería y elegancia les han dado una lección a ese par de bobos?. Seguro que algo han tenido que ver para que todo salga redondo.
Ese par de antis de pacotilla han asistido a una faena de antología y han salido de la plaza con el rabo entre las piernas, amén de unos cuantos golpes más que ganados, y que seguro han sido menos de los que merecían. Han visto a un torazo, noble, bravo, encastado, repetidor, que metía la cara con codicia y humillando, sin cansarse de pelear, haciendo gala de su naturaleza y de sus genes. Eso es un toro bravo, un toro de lidia, a ver si se enteran los antis, un animal, una especie que ya se habría extinguido si no fuera porque hay hombres como Adolfo Martín que entregan su vida y sus esfuerzos para criar a este bello animal. Y porque hay hombres como El Cid que cada día se ponen delante de la cara de ese animal que es el toro bravo y que se juegan la vida, ¿o no?. Pues a eso han asistido esos dos auténticos tontos antitaurinos. Han visto como lo recibía de capote con verónicas y delantales de ensueño, rematando con tres medias belmontinas con un sabor y un regusto exquisito. También han visto como el toro humillaba y repetía, con fijeza, volviendo una y otra vez al capote del sevillano, sin cansarse. Y han visto torear por ambos pitones con profundidad, largura, temple, redondos y naturales inmensos, uno tras otro, sin parar, con la mano baja, arrastrando la  muleta, adornando la series con un pase de las flores, con trincherazos  de gran belleza, doblones de una plasticidad y una hondura de gran altura, y unos pases de pecho vaciándose, de pitón a rabo, extraordinarios. ¡Y es que cómo ha toreado El Cid!. Todo eso han visto el par de antis bobos de solemnidad, además de un público entregado, una afición entusiasmada, es decir, han vivido en sus carnes y han visto con sus ojos la verdad, la pureza y la grandeza del toreo. Pero como no hay mayor ciego que el que no quiere ver no les habrá servido de nada, de donde no hay no se puede sacar. La imagen de El Cid frente a Madroñito, despidiéndole cuando volvía hacia los corrales ilustra a las mil maravillas la nobleza de este arte que es la Tauromaquia. Hoy hemos tenido otra tarde de las que tanto se necesitan, con la imagen del triunfo de un torero saliendo a hombros y un toro saliendo de vuelta hacia el campo bravo, para callar tantas bocas que solo saben escupir bilis. Seguro que en el cielo de los toreros hoy lo celebran como un día grande. A los que estamos aquí abajo solo nos queda honrar su memoria, presumir de afición y volver a gritar para que todo el  mundo se entere: ¡Viva la fiesta de los toros!

Antonio Vallejo

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