Cuando por aquellos primeros días de febrero en los que íbamos a renovar los abonos y estudiábamos los carteles de San Isidro pocos podíamos sospechar que una tarde de domingo nos iba a deparar lo que esta de hoy ha hecho. Seamos sinceros. Entre la constelación de figuras que copaban la gran mayoría de días aparecía uno de los que, si al igual que en las últimas temporadas se hubiera mantenido la posibilidad de renunciar a algunas corridas, estoy seguro que muchos habrían o habríamos elegido ésta como una de las posibles, en pugna con la del 21, 24 y 31 de mayo. ¿O no es así?. De toda la vida los domingos de San Isidro se consideraban el "descanso" del abonado y se regalaban las entradas a amigos, familiares, compromisos...o se quedaban vacías directamente. ¡Menuda equivocación! que demuestra una vez más que la única manera de entender y sentir el toreo en plenitud es viendo todo tipo de encastes, de hierros y de matadores. Siempre se ha dicho que el mejor aficionado es aquel al que le caben todos los toreros y todos los encastes, sin exclusiones por el estatus del escalafón o procedencia del toro. Cuando a veces me preguntan por mi torero favorito suelo contestar casi siempre lo mismo, que es aquel que consiga hacerme vibrar y apasionar cualquier tarde de toros. Luego, como todos, tengo mis gustos y mis apetencias, por supuesto, pero el toreo es mucho más que un nombre, es sentimiento y emoción, como así ha sido esta tarde de domingo.
Una corrida de José Escolar de excelente presentación, de enorme seriedad, magníficas hechuras, bellisima lámina y un trapío sin tacha los seis Albaserradas que se han llevado ovaciones de reconocimiento al saltar al ruedo por su presencia. Con caja y largos primero y sexto, un Saltillo en toda ley el cornipaso segundo, de una belleza suprema el tercero, hondo el cuarto, resumiendo, una delicia para los sentidos. Respecto al comportamiento podría decir que ha sido un dos en una, diferenciando una primera parte en la que la intensa emoción en diferentes vertientes ha sido la norma y una segunda en la que el conjunto ha resultado más deslucido aunque el quinto, que pasaba sin pena ni gloria, acabó de romper en la segunda mitad de faena gracias a la entrega de Robleño. En esa primera mitad de la corrida se han vivido momentos de gran intensidad en los tercios de varas, empleándose en el peto, empujando abajo, metiendo los riñones, con auténtica bravura, que esa ha sido la nota dominante y que puede definir la corrida, alcanzando su máxima expresión en el tercero, una auténtica oda al toro bravo, seguido muy de cerca por el exigente segundo.
Desde que ha salido Cartelero se veía algo. Un cárdeno fino, bajo, perfectamente proporcionado, de enorme seriedad, impresionante trapío, con un tranco que invitaba a soñar. Nada más tomar el capote de Gómez del Pilar con codicia y humillando se sentía algo, emoción en cada lance, lo quería por bajo y repetía. Pronto en el caballo, con galope alegre, empujando abajo, con celo, signos de bravo. Lástima que no se haya lucido más al toro en varas porque lo merecía, pero hay que decir que no se ha ejecutado el tercio como se debía. Movilidad y ritmo en banderillas que presagiaban muchas cosas buenas en la muleta. Rodilla en tierra arrancó Gómez del Pilar su faena, doblones por bajo, largos, mandando, olés roncos a la profundidad del toreo. Ya con la diestra una tanda poderosa, por abajo, ligazón y profundidad con el Albaserrada humillando y repitiendo, derechazos bellísimos. A gusto el madrileño, muy relajado, casi olvidadndo de donde venía el que tenía enfrente, tanto que en un adorno por bajo se queda descubierto y el toro hace por él y lo lanza por los aires, afortunadamente solo un susto. Ni una milésima de segundo se puede uno confiar con estos toros, saben mucho y aprenden más. A partir de ahí la oda a la bravura. Naturales hondos, la muleta barriendo la arena, el de Escolar haciendo surcos con el hocico, más humillado imposible, repitiendo con codicia, incansable, con ritmo, por ambos pitones, emoción que subía y subía de intensidad, tanto como los decibelios de los olés. Tandas rotundas y reunidas en redondo y al natural, perdida la cuenta de cuantas pudieron ser, da igual, abandonado al sentimiento de la bravura en su máxima expresión. Mató como mandan los cánones, recto, marcando los tiempos, estoconazo fulminante, una oreja de mucho peso para Gómez del Pilar y una vuelta al ruedo más que merecida para Cartelero, esta cárdeno cinqueño de 509 Kg cuyo nombre habrá que recordar como firme candidato a premio al final del ciclo. Ninguna opción tuvo ante el sexto, un animal sin raza ni fondo que no decía nada y al que el madrileño no pudo prácticamente ni robar un pase, una lástima. Lo único destacable para recordar fue la lidia de salida, andándole hacia atrás para fijarlo y llevárselo a los medios, realmente buena y lo único posible ante un toro que, además, apuntaba querencia.
De no haber sido por la espada no sería descabellado pensar que a estas alturas podríamos estar hablando de Puerta Grande para Fernando Robleño por su seria, comprometida e importante actuación. Vibrante el saludo capotero al segundo, flexionando las rodillas, echándole el capote, llevándolo por bajo y en largo, sometido, magnífico. Se arrancó con fuerza al caballo, empujando abajo, con celo, y mantuvo su ritmo en banderillas, buen tercio el protagonizado por Víctor Hugo Saugar y Juan Cantora. Toro exigente en la muleta al que había que hacérselo todo bien, y entonces respondía, pero no perdonaba dudas ni descuidos. Aguantó y tragó Robleño, le puso la muleta en la cara y así, llevándolo muy toreado, con enorme temple para que no tocara el engaño, la mano muy baja, trazó series en redondo con empaque y mucha tensión y emoción en la vertiente del riesgo que se palpaba. Bien colocado, perdiendo pasos a cada muletazo ligó la series con rotundidad, mucho valor y firmeza, por ambos pitones, con mucha hondura. Puso a la plaza en pie y estoy convencido que de haber matado bien tenía una oreja, la fuerte ovación que recogió desde el tercio lo corrobora, pero se enredó con la espada y todo se fue al limbo. El quinto pasó desapercibido por los primeros tercios, se dejó pegar en el caballo y esperó en banderillas, sin apuntar grandes condiciones. Sin demasiada movilidad en la muleta, se paraba y miraba, aguantó y tragó Robleño, con paciencia, poco a poco, muletazo a muletazo, perdiendo pasos porque reponía, echándole los vuelos a la cara para provocar la perezosa embestida. Y a medida que avanzaba el trasteo parecía que iba un poquito a mejor, y ya metía la cara algo más, y pasaba con más recorrido, y fue a más para llegar a un final de faena con la mano baja en unas series al natural de auténtica locura, hondas, ligadas con la mano baja que hicieron estallar a los tendidos en olés roncos y sentidos, de esos que solo suenan en Madrid. De nuevo mal con la espada perdiendo las opciones de otra oreja que estoy casi seguro se hubiera pedido por una afición que vio y sintió la capacidad de un torero maduro cargado de conocimiento y mucho valor que supo sacar el fondo que llevaba ese toro. De nuevo fue despedido con otra ovación reconociendo la verdad y la importancia de su toreo.
Se despedía López-Chaves de Madrid y con una cariñosa y fuerte ovación le reconoció esta plaza los años de entrega y la sinceridad de este matador. No fue el suyo el mejor lote. El cuarto fue el más deslucido del encierro, no tuvo ni medio pase y las opciones fueron nulas. El primero fue un toro de impresionante estampa, alto, largo, con mucho cuerpo, tremendamente ofensivo, con las puntas vueltas, astifino, dos puñales. Protagonizó un tercio de varas de una belleza y una emoción supremas, arrancándose de lejos, metiendo la cara abajo y empujando con los riñones. Sensacional Ángel Rivas en dos puyazos agarrados sin rectificar y aguantando los arreones del de Escolar. Toro muy complicado en la muleta, pidiendo el carnet a cada pase, sin dejarse nada atrás, midiendo, revolviéndose, soltando tornillazos, una fiera a la que recetó el salmantino unos doblones al inicio de mucho poder para ahormar la embestida. Fue una lucha de poder a poder, llegó a echárselo a los lomos sin consecuencias, se repuso López-Chaves y le plantó cara, tragó y tragó pero le hizo pasar y le robó uno a uno muletazos de mucho valor, especialmente unos naturales de enorme profundidad a base de colocarse en el sitio perdiendo pasos, tirar del toro y llevarlo muy metido en la muleta. Mucho mérito y mucha emoción en otra de sus vertientes, la de las complicaciones de este encaste que lleva a un toreo de otros tiempos, sobre los pies, un toreo de poder y sometimiento que cuando se hace con le verdad de López-Chaves resulta una maravilla. Dos ovaciones de reconocimiento a la tarde de hoy y toda su trayectoria en esta plaza fueron la bonita despedida para este TORERO.
Antonio Vallejo
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