domingo, 14 de mayo de 2023

Señoras y señores: Ginés Marín

No apuntaba buen final una tarde que parecía precipitarse a la deriva, quizás más camino de un naufragio que otra cosa. Sólo había encontrado la corrida un tablón flotando al que agarrarse para salvar los muebles en medio de la zozobra, el gran cuarto, un Murube de María Guiomar Cortés de Moura al que Diego Ventura cortó una oreja tras una sensacional faena a lomos de Campiña de salida para dejar dos rejones de castigo de magnífica ejecución, montando a Nómada para bordar el toreo llevando al toro cosido al estribo recorriendo todo el anillo y volviendo loco a un Madrid que acabó en pie tras verle cabalgar sobre esa auténtica joya que se llama Bronce para colocar banderillas con una pureza y una belleza indescriptible para matar de un pinchazo y un rejón de muerte fulminante sobre Guadiana, con el que había colocado tres banderillas cortas en una baldosa. Faena de mucho peso y valor la de Diego ventura, mayor aún si tenemos en cuenta la corrida que era, una que en los carteles se ha llamado mixta, alternando con Paco Ureña y Ginés Marín a pie que lidiaban cuatro de Montalvo. Directamente, no me gusta. Esto es como el viejísimo y tan manoseado chiste de Rolex o setas. He visto y he disfrutado mucho el rejoneo con mi hija mayor, gracias a ella he acabado por entender un poco del toreo a caballo, he aprendido a apreciarlo y a valorarlo como se merece. Y desde niño me enamoré del toreo a pie y así sigo. Pero cada uno me gusta en su sitio y momento, sin mezclarlos, porque además creo que se aprecian y valoran mejor. De ahí que la oreja de Ventura a ese cuarto me parezca de enorme valía, porque la ha cortado ante un público abrumadoramente mayoritario del toreo a pie. Esa faena y la que hizo al que abría plaza, de menor reunión por las peores condiciones del toro aunque con un toreo a dos pistas de ensueño con Fabuloso y sobre todo con Lío, hubieran valido una Puerta Grande en otra tarde con público de rejones, seguro.

Fuera de esta tabla de salvación poco había que pudiera evitar un desastre motivado por el decepcionante juego de  los de Montalvo, cuatro ejemplares a mi modo de ver de buenas hechuras y magnífica presencia, muy serios, con trapío, alguno quizás algo atacado de kilos, pero una señora corrida en cuanto a presentación. 

Pocas opciones tuvo Ureña con su lote. Quería el segundo, metía la cara en el capote, templados y cadenciosos los delantales de saludo, se arrancó con fuerza al caballo y empujó con la cara abajo, tenía nobleza y cierta clase, se desplazaba bien, buen tranco, y permitió que Ureña y Marín nos brindaran una competencia en quites de mucha belleza y emoción. Primero el jerezano con uno por chicuelinas ceñidas y muy templadas a manos bajas rematado con una media de cartel y una serpentina al que replicó arrebatado el lorquino con unas gaoneras ajustadísimas para rematar con una revolera y una larga cordobesa con mucho sabor. Tomó la muleta y por estatuarios arrancó la faena, las zapatillas atornilladas a la arena, cuatro o cinco fueron los pases sin inmutarse para abrochar este inicio con un trincherazo monumental lleno de aromas. Pero a partir de ahí ese toro que quería ya no pudo, se quedó vacío y la faena cayó en picado. Trató de cuidarlo, con mimo, a media altura, con suavidad, pero no remontaba. Lo intentó Ureña, cierto, pero al hilo del pitón, se le recriminó la colocación, buscó robar algún muletazo con dignidad pero no había más. El quinto no tuvo ninguna opción, malo de principio a fin, sin fuerza desde que salió, sin recorrido, a la defensiva, soltando la cara, sin emplearse en el caballo, deslucido en banderillas y agarrado al suelo en la muleta, cabeceando, nulo recorrido, no es que le costara pasar, es que ni pasaba. Demasiado intentó Ureña para nada. Sinceramente creo que, si a la vista de lo que era evidente hubiera montado la espada de verdad y le hubiera recetado unos muletazos para colocarlo y entrar a matar, nadie se lo hubiera recriminado. Algo que sí ocurrió al empeñarse en dar una tanda y otra, y otra más, y por ambos pitones que no tenían ni el mínimo interés. Silbidos, reproches y algunos comentarios faltando al respeto de un hombre que se lo ha ganado a pulso frente a los toros y los percances, un hombre que sabe lo que es abrir  la Puerta Grande de Las Ventas en dos ocasiones y que nos ha hecho vibrar con un toreo de muchos quilates, un hombre que no tiene que justificarse cuando un toro es inútil, ni lo necesita ni se lo pedimos, su trayectoria ya le justifica de sobra. Por eso creo que sobró haber alargado el trasteo y debió entrar a matar pronto, porque además mató con una estocada extraordinaria. El respetuoso silencio muchas veces es un premio para quien se lo ha ganado.

Y en estas estábamos cuando saltó el sexto para Ginés Marín que poca suerte había tenido con un tercero que no lució en los primeros tercios y que en la muleta aguantó no más que una tanda. Toro sin movilidad ni recorrido, la cara alta, defendiéndose y quedándose debajo para reponer con peligro, lo intenta Marín con firmeza y valiente, exponiendo, poniéndole la tela en la cara, por ambos pitones, pero era imposible el mínimo de transmisión. No invitaba a soñar ese sexto, pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios, no apuntaba nada bueno y poco más que todos nos íbamos preparando para recoger e irnos a casa o a donde fuera. Y quien diga que intuía otra cosa miente...y lo sabe. Solo había uno en la plaza que vio lo que nadie vimos, solo había uno que es un pedazo torero hecho, maduro y cuajado que lo ha demostrado en esta tarde, sólo Ginés ha sido capaz de inventarse una faena con medio toro o menos y hacerlo casi hasta bueno. Tomó la muleta y la montera y se fue a los medios para brindar al público, ¡adonde va! gritó alguno. Sí, y la verdad es que todos pensamos algo parecido, seguíamos ciegos. Pero bastaron los primeros compases de la faena para que entrara al cuerpo ese cosquilleo que genera el duende del toreo para empezar a darnos cuenta que había algo más que hasta ese momento estaba oculto. ¡Que torería! por bajo, aprovechando la inercia del toro, en largo, movilidad y emoción, y luego un molinete garboso, un trincherazo de los que te crujen el alma, un cambio de mano de los suyos y uno de pecho de pitón a rabo para rematar el arranque. Y despertamos, vaya si despertamos, pero para comenzar a soñar con el toreo. Tandas por el derecho adelantando la muleta, ligando por bajo, con profundidad, tirando del toro, le costaba pero supo y pudo alargar el viaje y trazar redondos de intensa emoción, todo con despaciosidad y mucho temple. Y por el izquierdo, ¡que naturales!, ¡que hondura! sacados de uno en uno, perfecta colocación, muy lentos, la mano baja, poderoso, y el toro aguanta lo que puede, tres o cuatro muletazos por tanda, y Ginés le da aire y pausa, inteligente. Y así va a más, otra serie de derechazos profundos con la muleta barriendo el suelo, muy despacio, magia pura coreada con olés, ¡y una arrucina!, ¡y otro cambio de mano repleto de aromas!. Ya estaba la plaza en pie rompiéndose las palmas sin saber lo que quedaba por ver. Los naturales que robó de uno en uno dándole el pecho fueron de antología, rematados con un pase de pecho de los que duran toda una vida, eterno, de pitón a rabo otra vez, y el final en la distancia corta, con el pitón en la taleguilla, la mano muy baja, ligazón llevándolo muy tapado, para abrochar y rubricar la obra de arte nacida de su imaginación con otro cambio de mano más y otro de pecho monumental dejan todo en mano de la espada. Cuadra al toro, se perfila y se tira a mata por derecho, marcando los tiempos a la perfección, la suerte suprema en su máxima expresión, una estocada en todo lo alto hundiendo el acero hasta la empuñadura. Oreja incontestable, oreja de mucho peso, oreja de faena importante, oreja de figura del toreo. Ya sabe lo que es abrir la Puerta Grande y sentir la gloria de Madrid. Todo apunta a que el día 26 con la corrida de Toros de Cortés y Núñez del Cuvillo puede descerrajarla de nuevo. Señoras y señores:  Ginés Marín.


Antonio Vallejo

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario