sábado, 27 de mayo de 2023

En medio de la tempestad


En medio de la tempestad emergió firme y poderosa la figura de Miguel Ángel Perera para salvar del naufragio una tarde realmente dura y complicada. Decir que la corrida de hoy vino marcada por la lluvia, aparte de una obviedad sería quedarse muy corto, porque no fue lluvia, fue diluvio, no tormenta, más bien tempestad. ¡Qué manera de caer agua!. Ya no solo lo que se desluce el espectáculo con ese cielo que no sé si se aprecia en la imagen  (eso que la tomé antes de que cayera lo gordo) y con los tendidos poblados de paraguas (que tampoco sé si se aprecia bien en la imagen, pero que dan un aspecto triste y desolador) sino con todo lo que arrastra una climatología infernal como la de hoy. Un constante entrar y salir de espectadores que buscan refugio, vuelven cuando calma y otra vez a los pasillos si recrudece, dejando una sensación de desorden y pérdida de atención e interés por lo que sucedía en el ruedo, y lo que limita la lidia en muchos aspectos. No se puede decir que los toros  hayan perdido las manos  por las malas condiciones del ruedo porque si algo ha caracterizado a la corrida ha sido la falta de fuerzas pero algo seguro que ha influido en la falta de agarre  de los toros y no ha ayudado a mejorar las cosas. A eso hay que sumar el riesgo que, precisamente por esos problemas de agarre en un piso de aspecto lamentable por el agua, supone para los toreros de oro y plata, especialmente los banderilleros que en tardes como la de hoy merecen un respeto y una admiración aún mayor. El resultado, una tarde caótica y deslucida que debe hacernos pensar en si en estas circunstancias es honesto echar una corrida de toros o se le hurta al aficionado la integridad del toreo. En esto, como en todo, habrá opiniones para todos los gustos.
Tampoco han colaborado para hacer las cosas más soportables los toros corridos en medio de la tempestad y que podrían haber ayudado a poner algo de calma. Fíjense que si memoria no falla en todo lo que llevamos de feria he destacado la presentación de los toros. Hoy me ha decepcionado. Para empezar, y parecido a lo que dije ayer, lo de anunciar dos hierros, que luego han sido tres, no me gusta, lo de hoy ni era concurso de ganaderías, ni desafío ganadero, ni nada, igual que no me gusta el rollo ese de las corridas mixtas con un rejoneador y dos matadores de a pie. Quiero ver seis toros de la misma ganadería y tres matadores en el cartel, lo tradicional. Hoy tres toros de Victoriano del Río, uno de Toros de Cortés, que es lo mismo, y dos de Núñez del Cuvillo, que cuando se sacaron los carteles el 1 de febrero ponía tres.  Una mezcolanza parecida a la de ayer y que también nos ha tenido pendientes del papelito del programa para poder orientarnos. Imagínense cómo ha acabado el papelito, toda la tarde en la mano y con la que ha caído. Me duele decirlo pero no me ha gustado de presentación, hechuras dispares y algunos fuera de tipo, no reconocibles en su encaste, al menos en mi opinión, además de falta de armonía en otros. Y en cuanto al juego tampoco ha sido una corrida para enamorar. Primero y sexto deslucidos, algunos nobles y manejables pero poco más el segundo y quinto, sin definir y desconcertante el tercero y un cuarto manso pero que llevaba un fondo de clase y que a la postre ha sido el de más emoción, teniendo todos como denominador común la falta de fuerzas y justeza de bravura y raza.  
Y entre todo este batiburrillo ganadero, entre este caos de los tendidos, entre la tempestad, Miguel Ángel Perera. Un diluvio recibió al primero, un toro muy protestado por su presentación y trapío que enervó los ánimos del sector protestón que de principio a fin coreó con miaus todos y cada uno de los lances y pases del extremeño. Repito lo que dije ayer. A mi no me ha gustado por hechuras, no lo reconocía como un toro de Cuvillo y me pareció desproporcionado y justo de trapío, pero eso no es motivo suficiente ni es momento para  menospreciar y faltar al respeto con los putos miaus a quien estaba jugándose la vida en las condiciones que estaba el ruedo. No, no y mil veces no. Tampoco se valoró la extraordinaria lidia de Curro Javier y los pares de Javier Ambel y Vicente Herrera, bien porque unos estaban en los miaus, otros con los paraguas preocupados por resguardarse y otros buscando la salida hacia el refugio de los pasillo. Descompuesto y deslucido en su embestida el de Cuvillo, poco tenía, pero Perera, a base de temple y poder logró trenzar tres  tandas de derechazos medidas, con mucho tacto, un trato exquisito, ligadas sin retirarle la muleta de la cara. Poco más pudo sacar en claro, por el izquierdo iba rebrincado, sin opciones. El cuarto apretó de lo lindo haca los adentros en los lances de recibo del extremeño, tanto que viéndose contra las tablas tuvo que soltar el capote y tomar el olivo para salvar el pellejo. Repuesto del susto volvió a verse apretado pero esta vez echó el capote alante y abajo para, andándole hacia atrás, llevárselo a las rayas del tercio con mando y gusto, bonita lidia. Fue poco después, en el tercio de banderilals,  cuando vivimos los momentos de mayor emoción de la tarde gracias a la cuadrilla de Perera, que estuvo magistral. Una lección de brega por parte de Javier Ambel, con un capotazo dejó siempre perfectamente colocado al de Victoriano del Río para que Curro Javier y Vicente Herrera parearan con una pureza y una maestría monumental. Enorme la ovación a la que tuvieron que responder desmonterados, ¡que grandes toreros!. Un toro que era como el yin y el yang, como Jeckyll y Hyde, dos caras de una moneda, lo mismo metía la cara con clase descomunal que mostraba querencia y comportamiento de manso, que al final es lo que fue, aunque su fondo permitiera a Perera componer un toreo en redondo de mucha importancia y emoción. Muy templado, poniéndole la muleta en la cara, sin quitársela, tapándole la salida para evitar su huida cuando remataba hacia dentro. Sensacional el sentido de la altura y el ritmo, la cadencia y la profundidad, todo bajando la mano, series con empaque, y un cambio de mano para morirse, eterno, bajo otro aguacero de los que arreciaron. Por el izquierdo se acusó más la mansedumbre, le costaba y rehuía el engaño, de uno en uno robó naturales muy tapados de mucha expresión, pero el toro iba a menos y cada vez buscaba más la salida. En terrenos del 3, en la puerta de toriles, epilogó el trasteo con mucha emoción, en las cercanías, de nuevo llevándolo muy toreado, sin quitarle la muleta, pases no ligados, mucho más que eso, se podría decir que cosidos uno a otro, sin solución de continuidad, que abrochó con uno de pecho larguísimo, de pitón a rabo, rematado a la hombrera contraria, pura fantasía, que, junto a las bernadinas ajustadísimas con las que finiquitó el trasteo, pusieron a la plaza en pie, con paraguas incluidos. Iba para trofeo pero el fallo con la espada echó por tierra cualquier opción de trofeo y un angustioso atasco con el descabello hizo que sonaran dos avisos y que el tercero estuviera al caer, pasaportó al toro sobre la bocina, al más puro estilo Sergio Llull en las finales. Hubiera sido injusto que la buena faena de Perera hubiera acabado sin poder matar al toro, y me parece que el presidente estuvo bondadoso con el cronómetro. 
Más entonado que en las últimas actuaciones en Las Ventas he visto a Talavante, pero aún dista del de los años dorados. Bueno fue el saludo capotero al segundo, a pies juntos, muy templado, como buenas fueron algunas de las series que compuso al natural, templadas y hondas, con largura, sobre todo en el quinto, y un par de series en redondo al segundo, profundas y ligadas en el sitio. Toros nobles y manejables los de su lote, pero su escasa duración impidió que ambas faenas tomaran vuelo, con buen sabor pero dejándonos a medias, sin poder acabar de rematar. Peor fue el lote de Ginés Marín, deslucido y soso, sin opciones, pese al buen trato que les dio intentando hacer bien las cosas, muy aseado en su toreo, técnica y trazo correctos, pero emoción escasa o nula por la nula colaboración del de Toros de Cortés el de Victoriano que le tocaron en suerte, o en mala suerte.
Y tras matar Ginés al sexto el cielo se cerró de nuevo y una nueva tromba de agua nos despidió, por si alguien se había quedado con ganas. Refugiado en el metro ya camino de casa pensé que si los pronósticos para mañana son como los de hoy casi mejor me llevo manguitos, barca hinchable, gafas y tubo de bucear por lo que pueda pasar. ¡Que barbaridad!

Antonio Vallejo

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