sábado, 17 de mayo de 2025

¡Ay si Adrián matara como Manzanares!

Pues sí, a estas horas estaríamos hablando de una faena apoteósica, de un gran triunfo, de la segunda Puerta Grande de este San Isidro 2025 y la cuarta del madrileño Fernando Adrián en Las Ventas, una como novillero y serían ya tres como matador: Pero no ha podido ser, una vez más el acero hace desvanecer todos los sueños y trunca todas las ilusiones que durante diez minutos han invadido a la plaza madrileña a través de su muleta.
Fue en el quinto, no hay quinto malo, Frenoso, un toro de Victoriano del Río de magníficas hechuras, posiblemente el mejor de la corrida en ese aspecto, bajo, fino, musculado, con cuello, y con una seriedad tremenda, dos perchas por delante para echarse a temblar. Movilidad y repetición en las verónicas de Adrián, buenas, ganando pasos, humillando con celo, arrancándose al caballo con buen tranco, hundiendo la cara abajo y empujando con los riñones en dos grandes puyazos a cargo de Alberto Sandoval, pelea de bravo, sumado a la movilidad en banderillas, colocando bien la cara. Vibrante y arrebatado el inicio de faena, a de rodillas en los medios, el toro en largo para un cambiado por la espalda de cortar la respiración, la punta del pitón que llega a tocar el brazo y casi arrolla al madrileño. Ya erguido liga series de derechazos por bajo, enroscándoselo, templadísimos, de inmensa profundidad, a cada cual mejor, rematadas con unos de pecho de antología, todo en un palmo de terreno, perfecta colocación. emoción desbordada con un toro que es todo entrega y empuje, humilla y repite con una bravura y una nobleza suprema, los olés que retumban y la plaza patas arriba. No decae el ritmo y la intensidad por el izquierdo, al revés, va a más en los naturales, hondos, arrastrando la muleta, ligados con  clase y belleza, un molinete repleto de gracia y unos de pecho descomunales con Frenoso encarnando la bravura, con una codicia pocas veces vista, no se cansa de seguir la muleta con el hocico hundido en  la arena, embistiendo con el pitón de dentro, infatigable, manteniendo el mismo tranco de los primeros tercios, incluso yendo a más, a pesar de lo avanzado de la faena, en una última serie por el derecho llena de temple y poder que desborda la emoción. Faena compacta y rotunda a un toro que ha derrochado bravura y una nobleza infinita rematada con bernadinas ajustadísimas de infarto y unos adornos finales por bajo repletos de torería, sobre todo una trincherilla de esas que te llena el alma y se clava en la memoria. Todos veíamos ya a Frenoso desorejado, es más, diría que lo ansiábamos, la pasión se había desbordado, todos queríamos empujar el estoque y hundirlo en todo lo alto, pero así es esto, así es la suerte suprema, da y quita la gloria, nos hizo despertar del sueño y la realidad cayó como una losa aplastando todas las ilusiones. Ovación atronadora para Fernando Adrián y para el toro en el arrastre, y dos detalles que me parece de enorme importancia destacar y que no entiendo. Primero, ¿quienes y con qué argumentos han protestado que diera una vuelta al ruedo más que merecida después de lo que nos ha hecho sentir Adrián?. Segundo, ¿donde demonios tenía escondido el pañuelo azul el presidente para premia con la vuelta al ruedo que sí o sí merecía este bravo y noble toro de clase descomunal?. Increíble.
Esto lo hemos vivido en esta preciosa tarde primaveral de cielo azul y temperatura perfecta que
comenzó, como cada 16 de mayo, con un respetuoso minuto de silencio en memoria del maestro Joselito "El Gallo", muerto en Talavera de la Reina un día como este del año 1920, presentando la Monumental  otro lleno y el cartel de no hay billetes como demostración que los toros, nuestra Fiesta, ni interesa ni atrae al público. ¡Vaya lumbreras que hay sueltos por ahí!. Una corrida anunciada con toros de Puerto de San Lorenzo (1º y 2º) y La Ventana del Puerto (4º y 6º) finalmente remendada con dos de Victoriano del Río (3º y 5º) muy seria por delante y, como es fácilmente comprensible, variada de hechuras, como para no serlo, en la que para enterarnos de quien era cada toro que saltaba había que mirar el programa de mano y andar atento. Con ese humor y esa finura en sus comentarios que tiene mi amigo Daniel Berzosa , con quien he compartido esta tarde, ya no sabíamos si el toro era del Puerto, de la Venta, de San Lorenzo o del Río de Victoriano. Y tiene toda la razón, parecía un trabalenguas. Chascarrillos aparte, me cesta creer que una ganadería como Puerto de San Lorenzo con sus dos hierros no haya tenido seis toros que pasaran el reconocimiento, sobre todo cuando he visto saltar al tercero, de Victoriano, que si ha pasado el control de los veterinarios ha sido por la cornamenta descomunal y absolutamente desproporcionada que presentaba, porque del resto iba justito y ni aparentaba los 534 Kg que marcaba la tablilla. Lo que más me gusta en la presentación de un toro, ya lo saben de sobra, es la armonía, y ese tenía todo menos armonía. Eso sí, muchos lo han ovacionado de salida, allá cada uno si lo que les gusta son los cuernos.
Sin poder decir que fuera bueno, sí tuvo condiciones el lote de José María Manzanares quien durante toda su actuación anduvo irregular, sin acabar de encontrar el sitio ni acoplarse.Tendencia a manso el primero, un tanto desentendido de primeras y buscando las tablas, pero cuando lo enceló en el capote, echándolo abajo y andándole hacia atrás, el toro respondió metiendo la cara, aunque posteriormente se entregó poco en el caballo, destapando su fondo de clase en el quite por saltilleras y revolera de Fernando Adríán. Tampoco iba sobrado de fuerzas, en banderillas ya estaba con la boca abierta, y mantenía la tendencia a irse de su condición de mansito, pero cuando el alicantino le puso la muleta en la cara y lo llevó tapadito y con la mano baja, tapándole la salida, el de Puerto de San Lorenzo respondió y surgieron una par de tandas de derechazos con profundidad y emoción. Pero igual que interpretaba una así, a la siguiente no encontraba el sitio la distancia ni la altura y se perdía el ritmo. Igual por el pitón izquierdo, lo mismo compuso algunos naturales hondos con buen trazo que en otros surgían los enganchones o el toro se iba. Muy irregular y sin sensación de tener las ideas claras. El cuarto echaba las manos por delante pero tuvo movilidad y celo en el capote de Manzanares que dejó alguna verónica con el empaque que atesora. Empujó y se empleó  en un primer puyazo largo que creo mermó sus facultades de cara a la muleta, si bien en las primeras series dejó patente su nobleza aunque las fuerzas le duraron tan solo las primeras tandas por el derecho, su mejor pitón, con profundidad y humillación. Pero al igual que en le primero no acabó de encontrar los terrenos y la faena acabó discurriendo por la misma línea, irregularidad e indefinición. Lo que no se le puede reprochar a Manzanares fue la manera de matar, dos estoconazos fulminantes ambos colocados en todo lo alto, ambas suertes claras candidatas a estocadas de la feria. La muerte del primero, espectacular, lo nunca visto. Como les he relatado, el toro tenía condición de mansito y por eso acabó la faena gazapón, sin acabar de pararse ni cuadrar, incómodo para entrar a matar y buscando refugio en tablas. Y fue ahí, pegado en paralelo a las tablas del 10 cuando se arrancó hacia el alicantino que estaba buscando la manera de cuadrarle yen una milésima de segundo reaccionó y enterró el acero hasta la empuñadura, más arriba imposible, ni un centímetro desplazado a uno u otro costado. En menos de 10 segundos el toro estaba muerto, fulminante efecto, y los tendidos en pie con una atronadora ovación. Esa muerte solo la ejecuta uno que es muy, muy, muy bueno, un maestro como el alicantino En el cuarto, de la Ventana, el volapié fue como nos tiene acostumbrados, antológico, con una facilidad y una seguridad sin igual, volcándose recto, tan arriba como el anterior, pasaportándolo en segundos. Y otra ovación que hizo temblar a la Monumental.
Pablo Aguado hizo el paseíllo de elegante y riguroso luto, negro y oro su vestido, negro absoluto,  sin un solo bordado, su capote de paseo, en memoria del gran Joselito, el rey de los toreros, Morante lo sabe bien. El primero de su lote, de Victoriano, como ya comenté antes, era tan desproporcionado como descompuesto, sus exageradísimos pitones no iban en consonancia ni a su carita ni a su caja, ni a sus 534 Kg - ¿realmente lo eran?, lo marcaba la tablilla, pero no lo parecía - pese a lo cual pasó el reconocimiento e incluso fue ovacionado de salida por bastantes. De verdad, hay cosas que no entiendo, pero para gustos... Toro con movilidad y cierta violencia en sus embestidas que repite en le capote y permite al sevillano componer un ramillete de verónicas con cierto temple y el gusto que imprime a su toreo. Inicio de faena por bajo con un par de trincherazos de crujido para tratar de someter la brusquedad del animal y comenzar por el derecho con tandas en las que el toro echaba la cara arriba enganchando la muleta, descompuesta embestida, sin acabar de entregarse en ningún momento. Por el izquierdo surgieron mejores naturales, más profundos, con más ritmo y ligazón, pero ya sabemos que al sevillano se le espera con la escopeta cargada y la paciencia con él es la mínima, y a esa alturas del trasteo todo discurría ya bajo constantes reproches a todo y con el toro cada vez a menos, muy deslucido todo. El sexto, este tocaba de La Ventana del Puerto, grande y alto, llevó siempre la cara alta, ni una atisbo de humillación, sin emplearse nada en ningún tercio, agarrado al suelo. Lo intentó Aguado en la muleta a ver si a media altura y aprovechando la inercia de sus 590 Kg podía sacar algo, pero con un toro a contraestilo y con el ambiente en contra no prolongó algo que tan solo iba a encrespar más los ánimos. Para colmo anduvo muy desacertado con los aceros en ambos toros, una sucesión de pincahzos que no ayudaron a aliviar las críticas. Se marchó en silencio respetuoso, como el elegante terno que lució ayer.
¡Ay si Adrián hubiera matado como Manzanares!, ¡de que estaríamos hablando hoy!

Antonio Vallejo

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